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El deporte y la competición
from CRECIENTE Nº 36
El deporte en general y en las etapas de formación en particular se asocia inequívocamente a aspectos positivos del desarrollo; sin embargo, cuando le asociamos la palabra “competición”, nos entran dudas. Si buscamos el origen etimológico de competir, descubrimos que proviene del latín competere, “esforzarse conjuntamente” y, más antiguamente, “acordar”, de cum y petere, “intentar”. Vivimos en una sociedad altamente competitiva a nivel adulto, pero también en las etapas de formación. Desde muy pequeños sometemos a nuestras hijas e hijos a procesos de concurrencia competitiva para entrar en determinadas actividades educativas, donde no ser el mejor o uno de los mejores les deja fuera. Por tanto, enseñarles a competir, que no a ganar, debe ser nuestro objetivo básico en su formación y más en concreto en su formación deportiva. Esforzarse conjuntamente, como conlleva cualquier deporte, implica la adopción de un conjunto de valores, normas y rutinas, claves en la formación de nuestras familias. Ser capaz de dar lo mejor de ti para que otro meta canasta, esforzarte cada día para entender un conjunto de reglas, en muchos casos complejas, hacer cosas que nos cuestan y ser capaz de asumir que alguien se puede equivocar y perjudicarnos involuntariamente, son valores clave para hacernos mejores personas. No soy muy amigo de la frase “Lo importante es participar”, porque participar no implica ni esfuerzo, ni mejora ni respeto. Creo que lo importante es competir, respetando a los demás, aceptando las reglas, aprendiendo de los errores propios y ajenos y, sobre todo, gestionando nuestras emociones en el éxito y en el fracaso. A lo largo de la vida tu hija o hijo competirá, perderá más veces que ganará, ¿no te encantaría que supiese mejorar siempre, independientemente del resultado? Por eso creo que, si les enseñamos a competir, asumirán todo lo que la palabra implica.

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