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Cuando en 1962 egresó la primera generación, no había número suficiente de jugadores para formar un cuadro.
Cabe recordar lo severo que era el Br. Mc Caig mientras cursábamos en el Colegio, motivo por el cual no se le tenía gran simpatía. Sin embargo, cuando egresamos cambió totalmente el trato y se convirtió en un gran amigo del plantel; nadie podía creerlo.
Rugby
Ese día en que salimos campeones en la cancha del Colegio, cuando terminó el partido, el Br. Mc Caig llorando gritaba: “I knew you could do it!”. Ahí comprendí el sentido de su severidad: tenía como objetivo formarnos para la vida. No hay que perder de vista que, como persona proveniente de Irlanda, él sabía de las durezas de la vida. En 1966 ya teníamos dos cuadros y decidimos pasar uno a jugar en Primera División. Ese año salimos cuartos. En 1968 salimos por primera vez campeones de Primera, ganándole a Old Boys 3 a 0 en cancha del Polo. La hinchada había crecido, pues los chicos que cursaban el Colegio no se perdían un partido; ya superaban el número de 30 fanáticos. Tuve el honor de hacer el try con que se
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ganó el partido. Corrí media cancha por un wing del lado sur hacia el oeste. Recuerdo que por el lado de afuera de la cancha iban corriendo a mi lado y llegamos juntos como 15 chicos; entre otros, José “Poroti” Campiotti, Gustavo Zerbino, los Balparda. Cuando apoyé se me tiraron encima y el clásico juez, “Cotorra” Davies, tuvo que venir a poner orden. Ese apelativo surgió porque habitualmente arbitraba con una camiseta verde. En esa época al juez no se le discutía; su fallo, cualquiera hubiera sido, se aceptaba con naturalidad. Tampoco las hinchadas agredían verbalmente al juez ni a los jugadores del otro bando. Tan es así que hubo casos de hinchas que por gritarle al juez fueron suspendidos por 99 años. Ese mismo año ganamos el primer Campeonato Seven a Side, jugado también en cancha del Polo. Quedaron secuelas físicas de aquellos primeros años. Los jugadores de otros equipos de la B eran veteranos que no corrían mucho, pero tenían mucha técnica y sobre todo muchas mañas. Nosotros comenzamos a jugar con edades que oscilaban entre los 18 y los 16 años, y luego a mu-
chos les pasaron factura las rodillas, caderas, hombros, etcétera. Éramos mucho más ligeros, pero cada tackle o cada ingreso a un scrum se sentía. En 1972, en el accidente de los Andes, perdimos a Marcelo Pérez del Castillo, Gastón Costemalle y Daniel Shaw, quienes habían jugado el primer partido. En 1976, en un viaje a Chile en un Fusca, este se desbarrancó, y quedaron Adolfo Gelsi y Ricardo Mardones. El Club siguió su curso, con sus alegrías y tristezas hasta el día de hoy, siempre con la consigna que nos internalizó el Colegio: Ad astra. Desde el primer día supimos que no nos paraba nadie. Aquellos que integramos ese gran equipo humano conformado por hinchas, padres, brothers, chicos que aún estaban en el Colegio y jugadores, cuando el Old “pisó” por primera vez una cancha de rugby, nos hizo sentir protagonistas de la corriente social, católica, humanista y solidaria que generó el Colegio Stella Maris. El rugby fue una de las fuentes más caudalosas en materia de aportes para que fructificara lo que hoy existe.
09/11/2013 11:04:40 a.m.