¿Qué tan inestable es realmente el cambio? ¿Es este un proceso de vacíos, saltos y riesgo? Si pensamos en la transformación desde la angustia, la falta de piso concreto, podríamos incluso llevarla al campo de lo liminal. Sin embargo, si en vez de pensar lo cambiante como un No lugar, lo pensamos más bien como un Lugar común, podemos alimentar una visión tierna del mundo al estilo de Tokarczuk “ un punto de vista, una perspectiva desde donde se puede ver todo. Ver todo significa reconocer el hecho último de que todas las cosas que existen están mutuamente conectadas en un solo todo, incluso si las conexiones entre ellos aún no nos son conocidas” (Tokarczuk, 2019, Discurso Nobel).
La transformación es entonces la red de conexión con todo otro, sin mayúscula. Es el reconocimiento del movimiento en todas las cosas, el tiempo que avanza, la historia no Ahistórica, no estática, los procesos ecosistémicos, nuestro hoy que no es ayer, ni es mañana. En la metamorfosis está la deconstrucción de la naturalización, de los sentidos comunes, de una historia oficial, de un yo aislado del mundo. Está más bien la presencia de un yo abierto, alimentado por otros, otros cambiantes: que son la historia, el tiempo, los seres otros que habitan conmigo al mismo tiempo.
En esta edición número 35 los autores y la Revista Código les invitan a explorar la Metamorfosis desde el reconocimiento del cambio que alimenta al mundo y que nos une en una red compleja pero firme. En la propuesta metamórfica de esta edición nuestros autores ofrecen pensarnos la movilidad de las formas, la variación de los formatos. Finalmente podemos decir que esta es una invitación a abrazar lo inestable, que puede no serlo, y a construir a partir de allí formas nuevas de ver, entender y accionar en el mundo.
Revista Código 2025
AL FINAL, NO SOMOS
Por Samy Alejandra López Alvarado
Muerte:
Las mariposas están momentáneamente en el mundo, su vida es muy corta (o la nuestra es muy larga).
Nosotras morimos varias veces, tenemos ciclos, cambiamos y crecemos en distintos momentos de nuestras vidas.
MARIPOSAS
MARIPOSAS
Las más resistentes, las monarcas, podrían vivir de dos a cinco semanas, en el invierno llegan a hacerlo de cinco a nueve meses.
Somos una construcción de las cenizas de una mariposa.
Adultez:
Las mariposas cuando salen de sus capullos esperan de dos a tres horas para poder volar. En ese tiempo, sus alas se hacen grandes y más fuertes.
¿En qué momento nos hacemos fuertes?
Nunca tendremos la certeza de saber cuándo volar.
Pulpa/crisálida:
La mariposa está en su capullo, colgando de una tela muy delgada hecha de los restos de su piel, totalmente indefensa.
Aún no se ha terminado de formar pero está a punto de salir.
La mayoría de nuestra vida estamos en la pupa, colgando de una tela tejida por nuestra historia que resguarda y protege nuestras alas. ¿Tenemos alas?
Oruga: Lo que se convertirá en mariposa se alimenta de las hojas para poder crecer. Muda su piel hasta cinco veces, se alimenta de ella y luego la convierte en su propia pulpa.
Nos alimentamos de experiencias, remendamos cicatrices y reciclamos los pedazos que dejamos por donde nos hemos arrastrado.
Huevos: Las mariposas son ovíparas, dejan sus huevos en lugares estratégicos para evitar que los devoren y comienzan a surgir desde allí. Luego salen de esta estructura para seguir con sus etapas y convertirse en mariposas.
Al nacer comenzamos nuestro ciclo, pero nunca dejamos de empezar y terminar etapas nuevas. Estas determinan cosas cruciales en nuestras vidas y permiten que siempre nazcan nuevas mariposas en nosotras.
Al final, no somos mariposas.
Fotografía por Laura Guillén
hintentado domesticar al miedo e
Por Valeria Venegas Sandoval
decirle que dentro de las cuatro paredes que rodean al mundo estamos segurxs en esta ciudad me han crecido los pies y la piel se me estira como raíz buscando tierra pero las orejas se me han vuelto chicas se pliegan como hojas al filo del viento abarco menos espacio porque camino más rápido y me han quitado palabras de la lengua para dárselas de almuerzo al silencio que se vuelca por la ventana
acá el agua es fría y se bebe del grifo echo de menos el sol el clima que casi roza los cuarenta grados se me notan menos las pecas se me nota menos el cuerpo me he vuelto transparente la lengua me la arrebató un arma a las ocho y quince de la noche y ahora la boca me crece líquida un pez que olvida la orilla una canción-cauce
acá me han dado nuevos nombres y nuevas flores surgen de mi cabeza me trepan por la nuca y me pregunto si así
creciendo inusitadamente :planta de lengua líquida
si los árboles de mi calle me extrañan acacia, querida ¿de menos me echas? ¿me echas en falta? ¿de menos te riegan las lluvias que tus raíces inundan?
hay tres mil seiscientos sesenta y cuatro kilómetros de mi casa a esta casa que de goteras se llena y me pregunto si la tormenta si la acacia si las hormigas que me han robado la piña me siguen desde allá si yo las ando echando en falta echando en un hueco vacío en el cuenco de agua que se hace afuera de mi ventana que brinca al vacío a la carrera veintiocho la lluvia se ha llevado las palabras al borde del edificio de la ciudad del país que está lejos tan lejos como méxico lejos como yo de la acacia de las hormigas de la lengua que se fue con el arma con la boca que se escurre con la tormenta el miedo encerrado dentro de las cuatro paredes encerrado con un sello en el pasaporte que dice que aquí mis raíces no se entierran :no soy y ¿de dónde soy?
acá me sobran palabras para describir que el silencio ahorca mutila y desmorona la lluvia se traga a la memoria y me digo que no puedo estar tan lejos pero donde soy de donde vengo :no existo me he vuelto transparente como las palabras transparentes ¿dónde vengo? ¿dónde? la lengua ¿dónde? donde el miedo acá
Audífono Derecho
Audífono Izquierdo
La verdad es que soy un cyborg y cuando no escucho, subo el volumen. Creo que vengo del futuro: cuando me canso, me apago. En las mañanas prendo mi oído derecho y después el izquierdo. Son orejas marca Widex, las llevo a todos lados y ni se ven, la batería les dura 18 horas y forman parte de mi outfit
PINTADAS CASAS
Hay abuelitos cyborg, o al menos, el mío lo era. Dejó de serlo. Me despedí y me entregaron sus orejas en una cajita gris: ahora deben estar guardadas en algún lado. Sé que no se fueron con él, dejó atrás el cansancio y el duro trabajo de ser mitad robot. De pronto en la eternidad ya lo recompensaron con un oído perfecto, aunque creo que debió llevarlas mientras se acostumbraba a no necesitarlas. Yo también soy un cyborg. Empecé a serlo desde antes de que se fuera y tuve que escuchar el llanto de su muerte mucho más bajito.
Tengo unas orejas muy parecidas a las suyas, aunque casi no las uso porque todo suena a un volumen muy alto y no funcionan como unas de verdad. Todos los días contesto sin haber escuchado la pregunta, esperando que sonreír y decir “sí” sea la respuesta. Los cyborgs somos máquinas fallidas: imitamos a las que sí funcionan.
Por Sara Jaimes Durán
Mi abuelito cyborg no imitaba nada. Él amaba sus orejas, que dejaban de funcionar porque se acababan las pilas. Sufría mucho por no escuchar nada cuando veía novelas y les bajaba el volumen para que nadie lo molestara. Creo que sí debió llevarlas a la muerte, porque no sé cómo podría escuchar a mi abuela, que lo visita todos los domingos, o cómo pueda escuchar la radio en la mañana y la televisión en la noche. Mi abuelito pedía que le repitieran una y otra vez la misma pregunta. Espero que se haya ido sin perderse nada.
Soy un cyborg y no lamento no poder escuchar, sólo es incómodo. Sí, dibuja un límite que me separa durante las comidas y cuando la música suena muy duro. Ahora que ya no está me pregunto si mi abuelito cyborg estaría de mi lado, de este lado conmigo. Prefiero pensar que sí. Recuerdo que a pesar de sus orejas, se quedaba callado mucho tiempo durante las visitas. Miraba al piso o al techo, no sé en qué pensaba.
Ser un cyborg nunca me ha dolido, pero sí da miedo: es el pánico a quedarme sola de este lado. Pero me gusta pensar que es un sitio que mi abuelo y yo habitamos, donde nos damos un abrazo que suena a un choque entre máquinas. Es un lugar donde sé que él estuvo y donde me lo encuentro cada vez más seguido: es allí donde me pitan los oídos avisándome que todo empeora y en donde lo encuentro con más facilidad.
PINTADAS CASAS
CASAS PINTADAS CASAS PINTADAS
Mistrató, Risaralda, 10 de mayo del 2025 y hasta el presente…
Querida Casa de las Reinas:
Te saludo con las rajaduras que nacen después de lo que implica aferrarse a esta forma y negarse a soltar a la gente que ama con una. Te escribo desde este rincón de mundo hasta Argentina, hasta Ucrania, hasta Palestina. Te escribo con un dolor que se soba y se soba por esta tierra hirviendo y se vuelve a sobar porque está viva. Pero lo hago con gran admiración, ese es el pacto entre nosotras, casas que alumbramos los nacimientos. Voy a sincerarme, estornudo solo polvo. Similar a tu defensa, yo me clavé desde la infancia y mis tantas manos nunca parecen suficientemente adultas. Pero es verdad, ellos no respetan ni a su propia madre. Pateé, rugí y me volví otra cosa. Menos dormida, pero otra cosa. Todo empezó con la entrada forzada de esos forasteros, (antes los forasteros eran cosecheros y nos tratábamos como viejos vecinos). Los de ahora, los padrones, se dejan leer en el ruido de las metralletas que me encañonaron las vidas que cargaba. Y una, que ya está convertida en otra cosa, empieza a anhelar correr, mientras se me caen pedacitos de vejez remarcados con infancias. La guerra fue la que los desalojó, la guerra hecha por hombres de cacería. Ellos me han marcado no solo a mí, también a ese surco de techos de zinc que se extienden de acá hacia arriba. Pero estábamos de pie en esta tierra dinamitada. Yo he contemplado vivirme subterránea. Hacerme la muerta bajo el polvo.
Querida Casa Vira y Olena, este cuento es viejo. Una de mis hijas volvió el sábado 10 de mayo, cuando mucha gente estaba saliendo. Siguieron el curso del río Risaralda, gente saliendo a chorros, saliendo como murmullos delgaditos, saliendo con los animalitos
colgados (siempre y cuando se puedan levantar): en fin y sin fin, gente saliendo a desembocar la bocatoma que acá se estanca en cualquier predio y a cualquier hora. Y tú bien sabes que una cosa es salir y otra muy diferente es nacer. La otra hija entró con el frío de cuatro años por fuera. El frío de Bogotá. Se veía pasmada. Escuché patente cuando me dijo: “te extrañé, empolvada come años”. Criticó mi aspecto casal, sobre todo mi vestido, por ser de mierda de caballo, de pilas de cagajón y pilas de tierra. Esa fue la forma como ellas me hicieron y me reparan cuando me hacen una úlcera atronadora. Pero es que así son ellas, mis hijas, ya no tienen remedio porque nacieron de mí y yo no estoy ni siquiera para curarme. Vea la viejorra esa, culicagada-maleducaday-tan-vieja. Que va a saber de carga si es de carne.
Seca, pero no tanto; regia y calientica, siempre. Así soy, pensé y me repetía.
— ¡Respetá a las mayoras! —le fui soltando.
Vea le cuento pues, Casa Querida de las Reinas, lo que hacen los bautizos. Me llamaron Casa La Esperanza, y fíjate qué problema tan grande, ese nombre me quedó suelto. Soy testiga de algunas cosas, no lo niego. Cargué a ocho bocas que tomamos la misma leche, de la misma teta. El asunto es, casa amiga, y necesito preguntártelo: ¿Cómo responde una casa de bareque como yo, con ese nombre, desde un centro de combate? Mándame tu respuesta, que me sería de mucha ayuda.
***Otra casa marcada***
Yo no sé, Casa Encuerpada de las Reinas, de verdad yo no sé. Cuántas capas de entrañas tienes y de qué material estás hecha. Me contaste que llevas muchas personas, muchas voces, muchos llantos, muchas esperanzas, muchos huesos y muchas Historias. Todo esto adentro. Y yo las he perdido graniaditas, como ese pichón de pájaro que me contaste que se cae y se cae. Por favor, léete esto, creo que te interesa, porque ya nos convoca Warsan Shire en su poema Hogar.
Nadie se va de casa, salvo que la casa sea la boca de un tiburón solo corres hacia la frontera cuando ves a toda la ciudad corriendo también.
Yo no sé, Casa Hermana, de verdad yo no sé. La familia Perea, que ha vivido adentro de mí por 30 años, salió con paso largo a Pereira, con el nombre de casa puesto y buscando dónde vivir. Pero, como ya lo dijiste, vivir no es suficiente para conciliar el sueño. Así es como entiendo que yo nunca podré cerrarme del todo. Eso me afana, porque se me pueden entrar las balas. Y con esta memoria, que es un animalito que trepa y trepa y trepa para adentro... Por favor, escúchate en esto.
Tus vecinos corriendo más rápido que tú aliento ensangrentado en sus gargantas el niño con el que fuiste a la escuela que te besó aturdido detrás de la vieja fábrica de hojalata lleva una pistola más grande que su cuerpo. Solo te vas de casa cuando la casa no te deja quedarte.
***30 casas marcadas***
Admirada Casa de las Reinas, con alma entre casa, tengo un carranchil regado por todo el cuerpo. Se me ha ido propagando sin control desde que empecé a escuchar voces desde la carretera. Hablan con voz vertical y confiada, sobre la impertinencia de una esfera de la paz. ¿Cómo? Si yo no puedo salir corriendo tras mis desalojados. Escuché conversando a Pascuala, la partera, antes de que saliera huyendo: en este país, hace varios siglos se busca la habitación del centro, aunque sea para un velorio. Ese es un dolor muy serio, Casa Amiga, y una, en este punto, no sabe por dónde empezar a devolverse a la tierra. Porque sigo siendo una casa-órganos-patio-de-la-injusticia que, en medio de este campo revolcado por hombres en cacería, resiste a ser un eco que se come a sí misma.
***50 casas marcadas***
Me despido con un rugido afectuoso a toda tú, Casa. Dale mis saludos a Vira, Olena y a la niña artista. Espero y me escribas de lo que estás hecha.
Attm: Tu amiga de Mistrató, Risaralda, Vereda Alto Pueblo Rico, Casa La Esperanza.
Fotogtafía por Luna Sofía Villafáñez
Fotografía por Manuela Fernández
Fotogtafías por Luna Sofía Villafáñez
AGUA DISOLVIÓ
LA MUJER QUE SE DISOLVIÓ EN EL AGUA
(como lo hace a veces mi mesa, cuando estoy cansado y los libros y los pañuelos con los que me sueno la nariz se revelan incapaces de engañar mi hastío)
Por Santiago Escobar Torres
Estudiante de maestría en filosofía en la Pontificia Universidad Javeriana
En la infinita lista de experiencias que desembocan en la renuncia, el encuentro con la presencia cadavérica puede ser, quizás, la más inquietante. La calma, la beatitud del rostro rígido del difunto, no puede evitar hallarse entre una violencia por venir, así como de una que ya cesó. El reposo será el resultado de un espasmo elongado hasta sus últimas consecuencias: el de la vida misma de quien, según la expresión de Georges Bataille (1970/2003), acabó “danzando con el tiempo que lo aniquiló” (p. 255). Ese cadáver, que tan plácidamente podríamos clasificar como una NADA, como un puro yacer-inerte, aún puede pulular en todo; y será este el doble régimen que compondrá su imagen. Pero en ese intento por intuir los fenómenos que constituyen una imagen como esta, de ninguna manera pretendemos remover su caracterización como una angustiante inmovilidad del despojo: “posición de lo que permanece porque le falta lugar” (Blanchot, 1955/2002, p. 230). Estamos, pues, ante el problema del sitio en cuanto ubicación concreta del deslizamiento definitivo. Aquí, la renuncia de la que hablábamos antes se hace plástica, o mejor, se hace cabeza y adquiere un rostro: hablamos de las máscaras mortuorias, solidificaciones de esta gran paradoja cadavérica.
Figura . Man Ray. Le masque de l’inconnue de la Seine, illustration pour Aurélien de Louis Aragon. 1966
¿Qué mejor imagen —pues conjuga dentro de sí una profunda quietud espasmódica— que la famosa máscara de La desconocida del Sena (fig. 1) para considerar la insistente multiplicidad de este asunto? Se trata de la máscara mortuoria de una joven supuestamente ahogada en el río Sena a finales del siglo XIX, cuyo rostro tuvo una notable repercusión cultural y despertó el interés de numerosos artistas y pensadores de la época1. Sin embargo, creemos que fue un artista quien logró descifrar su misterio con especial fuerza: Man Ray2, para quien La Desconocida no solo convocaba la muerte, sino también —y con mayor intensidad— el deseo; elementos constitutivos cuyo juego subyacente permiten la construcción efectiva de toda imagen mortuoria.
Desviémonos aquí, si se nos permite, de las consideraciones enciclopédicas o anecdóticas, y dirijámonos a aquello que más nos inquieta en una de las imágenes fatales que logró producir nuestro artista (fig. 2). Para Man Ray (2016), sobre todo, los ojos constituyen un órgano-abertura que oscila entre la invitación deseante de quien mira sin herir la decencia, y la semejanza como base de la estimulación:
AGUA
se busca excitar los deseos, los sentidos y las aberturas del otro, a través de las aberturas propias, visibles y compartidas (p. 407). Man Ray exige aquí un régimen de la mirada en el que cierta invitación seductora —que se desliza a través del material plástico, el rostro de yeso en contacto con los ojos superpuestos— debe poder penetrar mis grietas, mis desgarros más constitutivos. Tal conjugación entre el deseo de posesión —pues la reproductibilidad de la máscara permite fácilmente poseer una copia— y la figura que se me escapa —el cadáver solidificado— hacen que el deseo rime con la muerte; es decir, que la insistencia por sostener la muerte acarree una insistencia por mantener el deseo. No será coincidencia que Alberto Giacometti, otro de los artistas interesados en La desconocida3, haya pensado de manera similar la metamorfosis de la muerte en mirada, y de esta, en deseo:
Un día, mientras quería dibujar a una muchacha, algo me impactó, de golpe vi que la única cosa que seguía viva era la mirada. El resto, la cabeza que se transformaba en cráneo, se convertía poco a poco en el equivalente del cráneo del muerto (Giacometti, 1951, como se citó en Didi-Huberman, 2007, p.93).
De este modo, se abre una vía para aproximarse a otras fotografías del mismo Man Ray, en particular aquellas capturadas en torno a la máscara mortuoria de Amedeo Modigliani (fig. 3), un artista volcado plenamente en el rostro como superficie desfigurante y en el vaciado de los globos oculares; aspectos que los claroscuros de Man Ray llevan al límite en su imagen.
Aunque pueda parecer abrupta, la introducción de la operación deseante en nuestro análisis es fundamental para emprender un ejercicio que, si bien se presenta de forma velada, no por ello resulta menos central en la obra de Man Ray: pese a que los ojos devuelvan la posibilidad de vida (fig. 2), es necesario despojarlos de su dignidad pensante y de su primacía sobre el rostro. Así, convertirlos en órganos sexuales no solo desconfigura la composición corporal, sino que también desplaza nuestra fijación hacia otras zonas del cuerpo.
Un gesto similar puede encontrarse en el artículo El agua en la boca, de Michel Leiris (1929/1988b), escrito para la revista Documents, en donde expresa una enorme contrariedad ante la idea de jerarquizar los órganos: aquellos que ocuparían la “cima” de la envergadura corporal frente a otros que deben ocultarse a toda costa (p. 41). Leiris, además de tiranizar al ojo, dirige su atención hacia la boca: órgano filosófico de la palabra, pero también del beso y del escupitajo. Man Ray (2016), en esa misma línea, señala que la boca que besa es tanto una contraseña de la unión como un gesto sexual permitido en público (p. 408). Así, los ojos injertados (fig. 2) sobre el rostro de La Desconocida, lejos de atribuirle alguna forma de resurrección, desplazan nuestro deseo —y con él, las formaciones orgánicas que lo sustentan—, construyendo unos ojos sin rostro que pueden devenir, sucesivamente, en rostro sin ojos y, luego, en boca sin rostro4. Leiris (1929/1988b), al poner un gran énfasis en la escupitina como función elemental de la boca, construye una semejanza terriblemente transgresora: “La escupitina se relaciona muy cercanamente con las manifestaciones eróticas porque introduce el mismo ‘río abajo’ que el amor en la clasificación de los órganos” (p. 41). De forma paralela, Man Ray (2016) encuentra fructífero imaginar un beso dirigido al ojo —no como gesto afectivo tradicional, sino como una forma de contacto erótico capaz de excitarlo hasta provocar su humedecimiento (p. 407). Lejos de apelar a la idea de perversión, lo que ambos gestos ponen en juego es la
Figura . Man Ray. Le masque de l’inconnue de la Seine, illustration pour Aurélien de Louis Aragon. 1966
Figura . Man Ray. Le masque mortuaire d’Amedeo Modigliani. 1929
importancia de un vínculo entre ojo, boca y agua: tres elementos que constituyen la potencia de la imagen de La Desconocida, a quien solo podemos imaginar tragando agua en su ahogamiento, mientras sus ojos se cierran lentamente: procedimiento mortífero y angustioso que antecede a la supuesta beatitud que tantos vieron en su rostro. No es casual que, también para Documents, Leiris (1929/1988a) se haya referido al río Sena (fig. 4)5 congelado, en su artículo Débâcle, como una solidificación que nos daba su espalda —“su espinazo de agua endurecida”— recordándonos que “nuestros ríos sentimentales se transforman en arterias llenas de una sangre enfriada que se coagula” (p, 42). ¿Será, entonces, que La Desconocida no es sino una manifestación de ese estado de tránsito —tan natural como violento, tal cual lo sería para un niño— en el que el agua se vuelve hielo?
Un tránsito que también se encarna en ese cadáver inmóvil, destinado a descender río abajo, pero que solo pudo emerger como un trozo de hielo: como un espasmo tensado hasta su endurecimiento final. Y una vez que la muerte acaba por insistir con tanta pasión que la cabeza y el rostro se hacen masa, no queda sino pensar en las posibilidades transformadoras de ese sólido. Porque siempre y cuando una figura se presente — incluso en su quietud absoluta— carecerá de fijeza: estará siempre en el deslizamiento. Así, el rostro del amante perdido, con quien la distancia se ha vuelto inaudita, embriaga mortalmente: “lo que obsesiona es lo inaccesible de lo que no podemos deshacernos, lo que no encontramos y por eso no podemos evitar” (Blanchot, 1955/2002, p. 230).
Estar “hecho a su imagen”, pero también ser “deshecho según su imagen” permitiría pensar, entonces, en esa “ninguna parte” tan importante para Maurice Blanchot (1955/2002, p. 231), pues nos formamos y deformamos para volver a cobrar ninguna-forma en particular. Basta con observar la rigidez de Marcel Proust en su lecho de muerte, capturado por Man Ray (Fig. 4). Ese mismo cadáver-hombre que, sin temor a que sus palabras retornaran sobre sí, dijo: “Un mismo hombre, si lo examinamos durante unos minutos, parece sucesivamente un hombre, un hombre-pájaro o un hombre-insecto” (Proust, 1912/2005, p.12). Y es en la profundidad de una rigidez no-emplazada que el sujeto es libre de devenir cualquier cosa, pues ya nada lo ata. Si Proust puede devenir máscara por obra y gracia del negativo, entonces todo hombre —siguiendo la fórmula que Leiris (1929/1988c) utilizó para describir la pintura de Miró—, podrá constituir nuevas ecuaciones: “sol = pata, babosa = pajarillo, señor = bigote, araña = sexo, hombre = planta de los pies” (p. 32).
1Véase, como un ejemplo, Los cuadernos de Malte Laurids Brigge de Rainer Maria Rilke.
2La imagen que analizaremos a continuación forma parte de una serie de ilustraciones que Man Ray realizó en 1966 para la novela Aurélien, de Louis Aragon. En esta obra se narra, a grandes rasgos, la historia de Aurélien Leurtillois, un parisino errante que posee una copia de la máscara de La Desconocida y que se enamora de Bérénice Morel, a quien compara —de forma implícita— con la belleza de esa máscara que tanto atesora.
3Esta referencia nos la da Maurice Blanchot (2002/2007) en su libro Una voz venida de otra parte.
4Es imposible no pensar aquí en otro artículo redactado también para la revista Documents: Le Caput Mortuum ou la Femme de l’Alchimiste, donde Leiris comenta algunas fotografías de mujeres portando máscaras sadomasoquistas en los rituales de W. B. Seabrook, refiriéndose a ellas como una ausencia de rostro, una “oscura cosa en sí”.
5Queremos llevar el motivo del ahogamiento hasta su límite, pues alimentó las ilusiones poéticas de muchos. Sin embargo, somos plenamente conscientes del alto grado de ficción que rodea la historia de La Desconocida del Sena. Referencias
Bataille, G. (2003). La práctica de la alegría ante la muerte: Ensayos, 1929-1939. En La conjuración sagrada. Adriana Hidalgo editora. (Obra original publicada en 1970)
Blanchot, M. (2002). El espacio literario. EDITORA NACIONAL. (Obra original publicada en 1955)
Blanchot, M. (2007). A Voice from Elsewhere. SUNY Press. (Obra original publicada en 1955)
Didi-Huberman, G. (2017). El cubo y el rostro. Abada Editores. Leiris, M. (1988a). Débâcle. En Huellas. Fondo de Cultura Economica. (Obra original publicada en 1929)
Leiris, M. (1988b). El agua en la boca. En Huellas. Fondo de Cultura Economica. (Obra original publicada en 1929)
Leiris, M. (1988c). Joan Miró. En Huellas. Fondo de Cultura Economica. (Obra original publicada en 1929)
Proust, M. (2005). Sodoma y Gomorra. DEBOLSILLO. (Obra original publicada en 1912)
Ray, M. (2016). Man Ray: Writings on Art (J. Mundy, Ed.). Getty Publications.
Figura . Man Ray. Marcel Proust sur son lit de mort (Negativo). 1922.
Ilustración por María Valentina Chaves Calzada
Sopla un viento, trae noticias de flores, flotando entre las hojas como cartas que traen el recuerdo de alguien que está lejos. Con brazos abiertos se recibe en las ventanas, que fluya el aire, que nos traiga vida, es tan puro que lo que toca limpia.
La marea sube para llevarse arena, la recicla en sus entrañas, producto de erosión y de tiempo, pero siempre abierta, invitando a hundirse aunque sea por un momento como si fuera su deber ofrecerse.
Sopla un viento metálico y ácido, por estas aceras donde polvo se eleva frente a seres herméticos, pues nadie lo recibe en sus narices, ni en sus casas; prefieren protegerse de lo tóxico, aunque saben que son la sangre envenenada que da vida a la ciudad.
Hay mezclas de arena, concreto y basura en un espacio que no se vacía; no existe un momento donde reine el silencio frente a la marea que empuja y no se deja empujar, que no deja que se cierren puertas, que cobra la calma y la atención o espera que se le pague por ocupar espacio.
Paralelamente son reales y falsas, se pueden conocer ambas, idealizar una y escupirle a la otra, o vivir en el intermedio, solo si
ignoras vivir en estos espacios, y no notas que están presentes, como fantasmas del futuro y el pasado que te reclaman abrir los ojos y ser el aire, puro y tóxico, que habita en este cambio.
VISITA DE CÉFIRO
Por Juan David Parra
Fotogtafía por Andrés Guzmán
AVENTURAS EN LA TIERRA DEL
Por Samuel Bejarano Cubides
Just Imagine… —Slogan antiguo de Lego
En la Tierra del Ladrillo no era extraño encontrarse con todo tipo de personas y criaturas distintas: dinosaurios, dragones, ninjas, carteros, magos, alienígenas, camioneros… Todos convivían, relativamente bien, y hacían lo que debían hacer; pero todo eso cambió cuando La Caja de las Fichas atacó.
El terror gobernó calles. Las personas y criaturas corrían y gritaban despavoridas. La Caja de las fichas absorbía todo lo que se cruzaba a su paso y los que tenían la desgracia de ser abducidos, desaparecían en la boca transparente de la Caja y de ellos no se supo más. En Villa Ladrillo los edificios desaparecieron por completo: de la estación de policía solo quedaron los cimientos, de la de bomberos solo quedó el dormitorio del capitán, de la oficina de correos solo quedaron los baños y de los carros solo quedaron los neumáticos. Las personas que aún no habían sucumbido a La Caja tuvieron que abandonar su hogar, pero no se quedaron sin pelear.
¡No señor, sin pelear no!
Un grupo particular de habitantes, muy entusiasta, se propuso derrotar a La Caja de Fichas, costara lo que costara, ¡por todos los caídos! Este grupo está compuesto por: un Cazador deDinosaurios, una Astronauta, una Karateca y un Ninja.
Todos los presentes arrojaron ideas sobre cómo vencer a la Caja de Fichas: «¡usemos una lupa gigante y derritamos la Caja!», «¡abramos un agujero de gusano y enviémosla a una dimensión paralela!», «¡usemos una fuerza abrumadora y partámosla en dos!», «¡pidámosle ayuda a nuestra mamá!». Pero ninguna era posible o fácil de ejecutar, hasta que el Ninja expresó su idea —¡¿qué tal si vamos con los dragones, les pedimos que nos enseñen a volar y volando agarramos la Caja y la lanzamos al espacio profundo para que no nos moleste más?! —todos estuvieron de acuerdo… salvo en una cosa: los humanos no vuelan, los dragones sí.
Y así, nuestros héroes se encaminaron al Templo de los Dragones, pero antes debían conseguir la llave del portón principal y esa, estaba en la luna…
“Había fallado… ¡pero él nunca se rendía! Hizo todo lo que pudo para poder volar… falló y falló, pero no le importó”.
Para llegar a la luna debían dirigirse a la estación espacial, pero llegar a la estación espacial requería pasar primero por el Bosque Jurásico. El Bosque Jurásico es hogar de pinos muy altos, niebla super espesa, fango oloroso y se lo conoce por poner verdes las rodillas de cuanto pantalón entre. Cuando ya pudieron visualizar la estación espacial al final del camino escucharon un rugido.
—¡Rawwwwr! (Robótico).
Ahí fue cuando apareció el ¡Tiranosaurio-Rex Robótico! Un dinosaurio con implantes cibernéticos que andaba loco por el bosque lanzando cohetes. ¡El Cazador de Dinosaurios entró en pelea! Aunque, en realidad el Cazador quería volverse amigo del Tiranosaurio, pero no podía, ya que era un cazador y los cazadores no se hacen amigos de sus presas. El Cazador logró oprimir el botón de apagado del Tiranosaurio y avanzaron hacia la estación espacial.
Pero… ¡OH NO! No había ninguna nave espacial. Así que la Astronauta se propuso hacer una, en realidad quería hacer un carro espacial, solo que no podía, porque las Astronautas conducen naves espaciales, no carros espaciales.
Una vez en el espacio se dirigieron a la luna: oscura, polvorienta y generaba un miedo terrible a nuestros protagonistas, aun así, continuaron y
encontraron el santuario de la llave; sin embargo, estaba custodiada por carteros espaciales malvados. Así que el Ninja se propuso recuperar la llave sin ser detectado. Como estaba en el espacio, éste aprovecho la falta de gravedad para moverse sin ser detectado y alcanzar lugares más difíciles, ¡era como si estuviera volando! aunque en realidad no volaba, porque los ninjas no vuelan… Aun así, atesoró mucho esta experiencia y en verdad quería aprender a volar, así los humanos no volaran.
Recuperada la llave, se encaminaron al Templo de los Dragones, un lugar templado lleno de sabiduría y paz, pero antes se siquiera poder entrar se encontraron con la ingrata sorpresa de que un Oso Polar estaba custodiando la entrada y solo los dejaría pasar si alguien lo derrotaba en un combate. Como eso es lo que las karatecas hacen, ella combatió y venció al Oso, pese a que en realidad le hubiera gustado tomar el té con él.
Al final entraron al templo. Pidieron ayuda a los dragones y explicaron a detalle el plan. Los dragones accedieron, pues esto también los afectaba a ellos, y establecieron que en tres días la batalla final ocurriría. El Ninja le pido a los dragones si le podían enseñar a volar, unos se rieron, otros le dijeron que no, pero ninguno lo invitó a intentar… había fallado… ¡pero él nunca se rendía! Hizo todo lo que pudo para poder volar… falló y falló, pero no le importó. La noche antes de la batalla final el espíritu del Dragón Supremo, sorprendido por su dedicación, le explicó el secreto del Vuelo Ígneo, aunque no sabía si el Ninja lo podría ejecutar, ya que los humanos no vuelan, los dragones sí.
La batalla llegó, todos hicieron lo que tenían que hacer: el Cazador preparó trampas, la Astronauta construyó una nave de combate gigante de la cual la Karateca salió impulsada pegándole una patada a la Caja que la mandó al cielo. El Ninja, supuestamente, debía distraer a la Caja, aunque él quería volar, ¡quería enviar él mismo la Caja al espacio!
La Caja ya estaba en el cielo, se supone que los dragones la llevarían volando al espacio profundo, pero inesperadamente, de entre los dragones, salió el Ninja. Poco le importaba que los ninjas no volaran, lo iba a intentar y lucharía por ello… Para sorpresa de todos, con un salto gigante y unas poses extrañas, en su espalda se materializaron unas ¡alas de fuego! ¡Nadie lo podía creer! ¿¡Un humano volando!?, ¡eso es imposible, solo los dragones vuelan! Pero sus ojos no los engañaban, ese Ninja estaba volando.
¡Le transfirió su poder de fuego a su espada y con un torbellino envió la Caja al espacio exterior!
Todos celebraron y el Ninja se volvió un héroe. A partir de este momento las cosas cambiaron: el Cazador volvió a encender al Tiranosaurio y se volvieron amigos, la Astronauta dejó de pilotar naves espaciales y se enfocó en pilotar carros espaciales, la Karateca creó una nueva arte marcial el Kara-Té y el Ninja surcó los cielos con sus nuevos amigos dragones.
Sin embargo, la celebración tuvo que detenerse, pues la mamá de Tomás le gritó desde el patio trasero —¡Tomás Darío Carrasquilla, cuántas veces le he dicho que no tire esa caja por la ventana! ¡Casi me pega! ¡Me hace el favor y viene aquí en este instante!
Ese regaño de antaño se le vino a la mente a Tomás cuando vio, de camino a su trabajo, a una madre regañar a su hijo. Este evento le hizo recordar las innumerables historias que presenció en la Tierra del Ladrillo y que él también quería volar como alguna vez lo hizo el Ninja.
Pero descartó esa idea y se acordó de la verdad elemental de la vida, sus juguetes vuelan, él no. Siguió repitiendo esto mientras arrastraba los pies por la tierra y oía el sonido ensordecedor de un avión.
EL CORDÓN UMBILICAL ES UN HILITO DE SANGRE
Por Lorena Andrea B. Galindo
Quizá por eso las mujeres estaban tristes: los hombres las abandonaban antes de que pudieran hacer un bebé. Toni Morrison
O si es mi locura que anda delirando y que al final soy solo yo que lo imagino. Ile
Cuando no aparece un mensaje tuyo los síntomas empiezan. La necesidad de comerme los granos de la espalda recoger el desorden por la caída del pelo cuidar la resequedad en la cara usar gotas para los ojos irritados aumentar el consumo de bebidas oscuras.
Queride hije, el cordón umbilical es un hilito de sangre que nos une por la ausencia. El abandono permite otro tipo de unión.
Te sentí en mi vientre cuando él dejó de escribir y pequeños pedazos de mi cuerpo se soltaron desde dentro para hacer de los residuos un nuevo corazón.
Sus restos dentro de mí mi cuerpo expulsándolo rechazando lo que quedaba de él. El mundo no parece tan desolado hoy.
Tus primeras partes fueron bolitas viscosas de sangre que se quedaban pegadas a la toalla higiénica.
Recogía tus pedacitos en una cajita de madera y te consentía a pesar del abandono hemos superado cosas peores. Quedarse es una decisión por qué querría hacerlo.
Pasaron unos días se empezó a secar tu cuerpo le faltaba sangre. Ni las gotas de mi saliva lograban hacer que revivieras. Mis coágulos ya no te daban forma y sólo yo podía encontrar el camino
Tenía que acariciarlas para que pudieran soltarse luego recogerlas para darte vida.
Aumentar los sangrados no era muy difícil, sólo tenía que tomar café, Coca-Cola, a veces un poco de alcohol u, otras veces, solo saltar o pegarme en el vientre era suficiente para que el sangrado empeorara y salieran más pedacitos de tu carne.
Una vez dijo que te pondría Victoria o Tomás que nuestros hijos serían unos rompecorazones que te iba a proteger.
hacia tu felicidad o tu sufrimiento pero hasta el próximo mes no podría recoger más partes de tu cuerpo. Pensé que lo mejor sería devolverte al origen cerrar la herida borrar tu existencia permitirte ser algo más.
Hola, ¿cómo has estado?
Era la señal de que podrías nacer después que no tenías por qué estar en esa forma de que él me pensaba de que él se quedaría para amarnos. Contesté el ritual estuvo completo. Espero me perdones él no estaba listo para verte ni yo para presentarte.
Deudas: Este texto se escribió a partir de los coágulos que salen del cuerpo y cada mes veo y toco con la misma atención y detalle, pensando en la mutabilidad de los desechos del cuerpo. Gracias al álbum iLevitable y a la lectura de Frankenstein; la frase “sólo yo podía…” es de este libro.
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