Ejercicios espirituales para un retiro de diez días

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Ejercicios espirituales

para un retiro de diez días

Ejercicios espirituales para

un retiro de diez días

Ejercicios espirituales para un retiro de diez días

Contenido

Octavo día

Noveno día

Décimo día

Apéndices

Presentación

Muéstrame, Señor, tu camino, y guíame por el camino eterno.

Salmo 25, 4

Los Ejercicios Espirituales* son un alto en el camino para tomar conciencia del camino que estamos recorriendo, de la forma como estamos “avanzando” o “retrocediendo”, o si estamos “estancados” en nuestro caminar. Es un tiempo para levantar la mirada y contemplar, llenos de esperanza y de confianza en Dios, la meta a la que somos llamados. Somos caminantes, peregrinos. El apóstol Pablo nos recuerda que “peregrinamos lejos del Señor, pero que caminamos hacia Él” (2 Cor 5, 6). Somos peregrinos de Dios, y

* En los Ejercicios Espirituales la palabra día no indica un tiempo “metereológico” (24 horas), sino un tiempo “espiritual” que la dinámica interior va marcando al ejercitante para permanecer en la consideración orante de un determinado tema. Entonces, no se debe tener prisa en pasar al “tema” o “día” siguiente, sino permanecer en él hasta quedar espiritualmente satisfecho. Dios va guiando interiormente al ejercitante para detenerse o seguir adelante, a la manera como guió a los israelitas indicándoles cuánto tiempo debían permanecer en un lugar y cuándo seguir adelante (véase Números 9, 16-23).

procuramos encontrar el camino que mejor nos conduzca a Él. Sin embargo, a veces nos desviamos de su camino, pues, como nos dice por medio del profeta, “mis caminos no son los caminos de ustedes”; por eso, “busquen al Señor mientras puedan encontrarlo, llámenlo mientras está cerca” (Is 55, 8-9); “todos los que tengan sed, vengan a beber agua […]. Vengan a mí y pongan atención, escúchenme y vivirán” (Is 5, 1, 3). “Entonces se oirá decir: ‘preparen un camino bien llano, quiten los obstáculo para que pase mi pueblo’” (Is 57, 14).

Este llamado se renueva en el Evangelio: “Una voz grita en el desierto: preparen el camino del Señor; ábranle un camino recto. Todo valle será rellenado, todo cerro y colina será nivelado, los caminos torcidos serán enderezados, y allanados los caminos disparejos. Todo el mundo verá la salvación que Dios envía” (Lc 3, 4-6).

Para nosotros los cristianos, y de manera especial para los consagrados, laicos, religiosos y religiosas, Jesús es nuestro camino. “Ustedes saben el camino que lleva a donde yo voy —les dijo Jesús a sus discípulos—. Tomás le dijo a Jesús: Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo vamos a saber el camino? Jesús le contestó: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Solamente por mí se puede llegar al Padre; y ya lo conocen desde ahora, pues lo han estado viendo. Felipe le dijo entonces: Señor, déjanos ver al Padre y eso nos basta. Jesús le contestó: Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ve a mí,

ve al Padre; ¿por qué me pides que les deje ver al Padre?” (Jn 14, 4-9).

Por eso, para los primeros cristianos, Cristo resucitado inauguró un nuevo camino, es decir, una nueva forma de vida. Narrando la conversión de Saulo, el libro de los Hechos de los Apóstoles dice que este “se presentó al sumo sacerdote, y le pidió cartas de autorización para ir a las sinagogas de Damasco, a buscar a los que seguían el nuevo camino, tanto hombres como mujeres, y llevarlos presos a Jerusalén” (Hech 9, 1-2).

Y más adelante, nos refiere que un judío muy elocuente llamado Apolos, que predicaba en Éfeso y había sido bautizado en el bautismo de Juan, fue tomado por Priscila y Áquila, dos discípulos de Pablo, quienes “lo llevaron aparte y le explicaron más exactamente el camino de Dios” (Hech 18, 24-26). En la misma ciudad de Éfeso, donde predicaba Pablo, “algunos tercamente no quisieron creer, sino que delante de la gente hablaban mal del nuevo camino […]. Por aquel tiempo hubo en Éfeso un gran alboroto acerca del nuevo camino” (Hech 19, 9, 23). Y el mismo Apóstol, haciendo su defensa ante el gobernador Félix por la acusación de andar “provocando divisiones entre los judíos”, dice: “lo que sí confieso es que sirvo al Dios de mis padres de acuerdo con el nuevo camino que ellos llaman una secta” (Hech 24, 14).

A su vez, la Carta a los hebreos hace la siguiente invitación: “Por tanto, hermanos, ahora podemos entrar sin ningún temor en el santuario por medio de la sangre de

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Jesucristo, siguiendo el nuevo camino, el camino de vida que él nos abrió” (Heb 10, 19-20).

¡Jesús nos abrió un nuevo camino!

Los Ejercicios espirituales no son para oír conferencias, o leer un libro, sino para ejercitarnos en el espíritu: son para escuchar atentamente nuestro espíritu; para penetrar en la intimidad de nuestra conciencia; pero sobre todo para estar atentos a la voz del “Espíritu de Dios” que se infunde en nuestros corazones. Por eso, los Ejercicios espirituales son ante todo para “contemplar”, y “orar” desde el fondo de nuestro corazón. Para ello es necesario hacer “silencio”, tanto interior, como exteriormente. “No quieras ir fuera de ti mismo —decía san Agustín—, vete a tu interior, en el interior del hombre habita la verdad”. Allí encontraremos a quien es “más íntimo que nuestra propia intimidad”, según aconsejaba el mismo Agustín. 1

1 San Agustín, Obras de san Agustín, Biblioteca de Autores Cristianos, 1948, p. 159.

Orientaciones introductorias

Objetivo de los ejercicios espirituales

Hay grupos de personas (sacerdotes, religiosos, religiosas, comunidades de vida cristiana, grupos parroquiales) o cristianos particulares que acostumbran hacer un retiro espiritual anual para revisar su vida. A ellos ofrecemos estos materiales de oración para diez días de retiro. Su finalidad podría expresarse así:

a. Responder a la necesidad de reubicarnos en nuestra historia de salvación:

• Personal, comunitaria e institucional.

• Nuestra vida va cambiando.

• Cambia la acción del Espíritu en nosotros.

• Cambia el mundo.

• Cambia la Iglesia a nivel mundial y local.

• Cambia la parroquia.

• Cambia el escenario de nuestro trabajo apostólico.

b. Tenemos la tendencia a “instalarnos”:

• Por la ley de la inercia.

• Por sentirnos satisfechos o cansados.

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• Por seguridad, por rutina, por la dificultad de avanzar y de abrirnos a maneras diferentes de pensar y de actuar.

c. Debemos preguntarnos: ¿Cuál es “hoy” la voluntad de Dios sobre mí?

• En mi vida espiritual.

• En mi vida cristiana, religiosa y comunitaria.

• En mi vida apostólica de bautizado.

d. Los Ejercicios espirituales son un “método” para reubicarnos en la vida:

• Para “discernir los signos de los tiempos”.

• Para hacer una lectura de la propia vida.

• Para leer, meditar y orar con el Evangelio.

• Para detectar la acción del Espíritu Santo en nosotros.

• Para adaptar nuestra vida al Evangelio en el seguimiento de Cristo.

• Para examinar si somos odres viejos que no resisten el vino nuevo de las constantes novedades que nos presenta el Espíritu.

e. No se trata solamente de “hacer mantenimiento” de la vida espiritual y apostólica, sino de avanzar, de dar un paso adelante en el seguimiento del Señor.

Actitudes para hacer los ejercicios espirituales

1. Disponerse a entrar en ellos con mucho entusiasmo y generosidad con Dios Nuestro Señor, de modo que Él pueda servirse de mi persona y de todas mis cosas para realizar su santísima Voluntad.

2. Partir de un acto de fe y esperanza en el Señor: Él me va a hablar, y no puede ser sino para mi bien. El Espíritu Santo será el gran actor de los Ejercicios; ha de ser Él quien me conduzca.

3. Disponerse a “escuchar” su palabra . Una cosa es oír, otra cosa es escuchar: “Escucha, Israel: el Señor tu Dios es el único Señor […]. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón”, etc. (Dt 6, 5). “Si hoy escucháis su voz, no endurezcáis vuestro corazón” (Sal 94).

4. Hacerse acompañar de Nuestra Señora, la Virgen María. Ella es nuestra madre y la mejor intercesora ante su Hijo, y ante el Padre.

Tener presente que “no el mucho saber harta y satisface el alma, sino el gustar de las cosas internamente” (EE. 2).

El abundante material que se dará hay que saber utilizar. Como en un bufet, hay comida de toda clase y en abundancia; pero nadie es capaz de comer de todo. Es necesario saber escoger.

5. Guardar fielmente el silencio exterior e interior. Dios habla en el silencio y en la paz; no en el ruido, ni en la

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turbación. No es una medida disciplinaria: el silencio es condición de la escucha.

Acostumbrados al ruido y a la agitación, no sospechamos el bienestar del silencio y la soledad. Ávidos de noticias, imágenes e impresiones, se nos ha olvidado que solo nos alimenta y enriquece de verdad aquello que somos capaces de escuchar en lo más hondo de nuestro ser. Muchos hombres y mujeres se sorprenderían al descubrir que, con frecuencia, basta pararse y estar en silencio un cierto tiempo, para aquietar el espíritu y recuperar la lucidez y la paz. “Sin ese silencio interior, no se puede escuchar a Dios, reconocer su presencia en nuestra vida y crecer desde dentro como seres humanos y como creyentes”. Según Jesús, la persona “saca el bien de la bondad que atesora en su corazón”. El bien no brota de nosotros espontáneamente. Lo hemos de cultivar y hacer crecer en el fondo del corazón. Muchas personas comenzarían a transformar su vida si acertaran a detenerse para escuchar todo lo bueno que Dios suscita en el silencio de su corazón. 2

Un ejercicio muy provechoso puede ser meditar con el siguiente salmo.

SALMO DESDE LA SOLEDAD Y EL SILENCIO

Cuántas veces he querido hablarte a solas, y encontrarme contigo, cara a cara;

2 José Antonio Pagola, “Detenernos”, 2019, https://www.gruposdejesus.com/8-tiempo-ordinario-c-lc-639-45/

cuántas veces el ruido me ha aturdido y me he quedado ante ti sin nada; cuántas veces los gritos de mi vida me hicieron sordo a la voz de tu llamada.

Hoy busco un rincón, donde he llegado ligero de equipaje y sin máscaras; hoy quiero estar desnudo en tu presencia y dejar sangrar con dolor mis llagas. Estoy solo y no quiero más postizos; sólo ante ti como una inmensa playa.

Ven con tus olas y juega con mi arena, y lleva mis castillos en tus aguas; y deja mi playa pura y virgen, y no tengas miedo de dejarme tus pisadas. Quiero sentir tus huellas en mi arena y besar en silencio y paz tus marcas.

Tengo miedo, Señor, a estarme solo y a escuchar en silencio tu Palabra; miedo a guardar en este corazón esa voz silenciosa con que Tú me hablas. Abre, Señor, el fondo de mi ser, a esa luz que viene de tu lámpara.

Déjame, Señor, clavar mis ojos, en la dulzura y paz de tu mirada; háblame, oh Dios, al corazón que busca tu rostro, y solo tu Rostro que me haga

salir de mi soledad que no es fecunda y que deja seca y vacía mi alma.

Quiero encontrarme, oh Dios, conmigo mismo y conocerme a la luz que tú irradias; quiero coger mi barro con mis manos, —ese barro que soy, que sufre y clama— y ponerlo en tus manos de Alfarero, y quedarme tranquilo en la obra que hagas.

Oh Dios, ven Tú cuando te busco a solas, y entra sin llamar; y entra en mi casa; llena mi corazón con tu presencia, y estate junto a mí, que es pura gracia, tratar contigo, en amistad sincera, sabiendo que eres Tú el que me amas.

Desierto soy, en soledad inmensa; Soledad sonora que al verte calla; desierto soy, y en silencio camino, al ritmo suave de tus blancas alas. Oh Dios, mi corazón es todo tuyo; sé Tú mi Todo, en esta mi nada.3

3 Emilio M. Mazariegos, Baja a tu corazón , Ediciones Paulinas, 2000, pp. 33-34.

Reservados todos los derechos

© Pontificia Universidad Javeriana

© Gerardo Remolina Vargas, S. J.

© Centro Ignaciano de Reflexión y Espiritualidad - CIRE

Director

Luis Guillermo Sarasa, S. J.

Consejo Editorial

Antonio José Sarmiento, S. J.

Carlos Franco Revelo, S. J.

Mauricio Rojas, S. J.

Luis Raúl Cruz, S. J.

Primera edición:

Bogotá, D. C.: agosto de 2025

ISBN (impreso): 978-628-502-046-9

ISBN (digital): 978-628-502-047-6 https://doi.org/10.11144/Javeriana.9786285020476

Editorial Pontificia Univeridad Javeriana

Corrección de estilo: Ricardo Camacho Gil

Diagramación:

Carlos Arango Vieira

Imagen de cubierta: Luis Guillermo Sarasa, S. J., Segunda semana de EE. Trencadís. 2025. San Claver, Santandercito, Cundinamarca.

Montaje de cubierta: Isabel Sandoval

Impresión:

Xpress Estudio Gráfico y Digital

Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S. J. Catalogación en la publicación

Remolina Vargas, Gerardo, S.J. - 1936-2025, autor

Ejercicios espirituales para un retiro de diez días / Gerardo Remolina Vargas, S. J. -- Primera edición. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2025.

226 páginas ; 17 cm

Incluye referencias bibliográficas.

ISBN: 978-628-502-046-9 (impreso)

ISBN: 978-628-502-047-6 (electrónico)

1. Retiros espirituales 2. Ejercicios espirituales 3. Meditaciones 4. Vida espiritual 5. Estudios bíblicos 6. Oración 7. Espiritualidad I. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá

CDD 269.6 edición 21

CO-BoPUJ 15/07/2025

Las ideas expresadas en este documento son responsabilidad de su autor y no comprometen las posiciones de la Pontificia Universidad Javeriana.

Pontificia Universidad Javeriana. Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento de personería jurídica: Resolución 73 del 12 de diciembre de 1933 del Ministerio de Gobierno. Prohibida la reproducción total o parcial de este material sin la autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana.

¶ Este libro fue compuesto con la tipografía Alkes*

Nombrada por una estrella e inspirada en el Cosmos

Diseñada por Kaja Słojewska

Impreso en Bogotá en los talleres de Xpress Estudio Gráfico y Digital en agosto de 2025.

El P. Gerardo Remolina recoge en este libro lo mejor de su experiencia como acompañante de Ejercicios Espirituales.

Su propuesta responde a una auténtica fidelidad creativa: fiel a las orientaciones ofrecidas por San Ignacio de Loyola, adapta el lenguaje y las formas de la oración para que una persona, inserta en nuestra cultura y con los parámetros de la espiritualidad actual, pueda vivir a fondo esta experiencia espiritual.

La propuesta del P. Remolina se enriquece, además, con la enorme sabiduría que fue acumulando a través de los años. En ella afloran las luces de la filosofía y de la teología, que el P. Remolina supo cultivar con una exquisita profundidad, sin perder la capacidad de hacerse cercano con aquellos que no están iniciados en estos discursos.

La riqueza de los textos, las oraciones, salmos y referencias a autores de la tradición cristiana —y de otras fuentes— ilumina y da perspectiva a una experiencia interior de la que brota una vida nueva.

Hermann Rodríguez Osorio, S. J. Provincial de la Compañía de Jesús en Colombia

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