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China y el comercio exterior desde el Covid-19

Por el Dr. Gustavo Prociuk

El 23 de enero de 2020 el mundo se enteraba cómo el gobierno de la República Popular China implantaba el estado de cuarentena e imponía el aislamiento de una ciudad de nombre Wuhan, ubicada en la provincia de Hebei, justo antes del comienzo del Año Nuevo Chino por un brote de una enfermedad respiratoria similar al SARS. Una cuarentena que luego se extendió territorial y temporalmente. El gigante súbitamente se detuvo, y, en principio, por tiempo indeterminado. Desde el exterior, o por lo menos desde Occidente, se lo observó inicialmente como un problema eminentemente local. La prioridad del gobierno chino fue circunscribir el brote epidémico, y la forma en que decidió hacerlo fue paralizando por completo la actividad. El feriado anual de una semana por año nuevo lunar, que a su vez se convierte en el mayor desplazamiento de seres humanos durante el año, se convirtió en inmovilidad, en reclusión en sus propias casas para una buena parte de la población china. Los ciudadanos chinos no estaban habilitados a desplazarse de sus domicilios, ni siquiera para visitar a sus familiares, lo que comúnmente hacen en esa época del año. La vida se detuvo y la economía se paralizó. La suspensión de la actividad productiva en China y en consecuencia la detención de su comercio exterior obviamente no involucraron solo al país asiático, si no que tuvieron efectos inmediatos en todo el planeta. Todos los años, quienes trabajamos con empresas chinas importando o exportando, sabemos que las dos semanas siguientes al comienzo del año nuevo lunar chino no cuentan para la operación en comercio exterior. Debemos marcarlas en nuestros calendarios como días no hábiles al otro lado del mundo, si no queremos tener problemas de abastecimiento, demoras, gastos

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no programados, y otros efectos no deseados. Cuando el gobierno de Xi Jinping extendió el feriado de una semana, y decidió agregar dos semanas más, se sumó un inconveniente imprevisto al funcionamiento del comercio exterior y una complicación a las exportaciones desde China hacia el mundo, y a la programación de las importaciones de China desde todas partes desde todos los países. La globalización del planeta, permitió un flujo continuo de bienes y servicios, como nunca antes en la historia había conocido el comercio exterior. Anular operaciones durante dos, tres o más semanas, rompe ese flujo de manera dramática. Demoras en embarques, retrasos en fletes, sobreocupación de terminales de cargas, son las consecuencias indeseables pero esperables, de tal medida. El cese por completo de la actividad en China por más de una semana no estaba en las previsiones de nadie. Menos aún, que esa semana se extendiera, como finalmente sucedió. Un brote epidémico se desataba en China y sus ramificaciones, como “efecto dominó” se verificaban en el resto del mundo. Y la primera reacción del planeta fue simplemente incomodarse en la espera de la resolución del problema en aquel país, como había sucedido con brotes anteriores.

Después de tres semanas de parálisis casi total, China comenzó a reactivar sus industrias, comenzando por las industrias esenciales, después las conexas, y finalmente, con el transcurso de las semanas, el resto. La vuelta a la actividad se realizó paralelamente al incremento del control de la movilidad de la población, para evitar la transmisión del virus, y el aumento del uso de elementos de protección personal como barbijos, que se impusieron con carácter obligatorio, lo que generó una demanda agregada de productos de este tipo en el exterior.

China agotó el stock disponible de barbijos de todo tipo en Asia, Estados Unidos y el resto del mundo, incluyendo la Argentina. Y empresas que nunca exportaron este tipo de productos, lo hicieron. A fines de febrero de 2020 era imposible conseguir provisión de barbijos en cualquier parte del mundo, los habían comprado los chinos. En la Argentina el precio de los barbijos se multiplicó por cinco desde inicios de febrero a comienzos de marzo. Un aumento inusitado de la demanda, aunque solo de carácter temporal, en virtud del estado de emergencia.

Quienes creemos conocer la forma de pensar de los chinos sabíamos que en un plazo relativamente breve, China iba a estar en condiciones de producir más barbijos, y todo tipo de materiales y elementos de protección personal, de los que necesitaban para su propio mercado.

A esta altura del desarrollo económico y la evolución de la mentalidad capitalista de los chinos, no iban a permitirse depender de proveedores extranjeros en productos críticos, teniendo la capacidad productiva que poseen; ya no por una cuestión nacionalista, sino estrictamente comercial, y pensando en la utilidad económica.

A medida que fueron pasando las semanas, controlándose el brote en la ciudad de Wuhan, y verificándose el éxito de la cuarentena en el resto del país, China fue saliendo de su parálisis retomando sus actividades de manera lenta y progresiva.

Pero nadie preveía lo que en marzo finalmente comenzó a desarrollarse, la extensión del COVID-19 fuera de la capital de Hebei y escala global.

Al tiempo que comenzaba a regularizarse la economía y el comercio exterior de China con el mundo, los problemas provocados por las cuarentenas y los efectos económicos de las mismas empezaban en otras partes y la afectaban. Ante ese escenario imprevisto se produjo una reacción inmediata de China, que no podemos determinar si fue planificada por la conducción política del país, o motivada por los grandes reflejos capitalistas de muchas empresas, empresarios, e inversores chinos. Empresas de todo el país comenzaron a incrementar su capacidad de producción de productos médicos relacionados con el COVID-19, a fabricar productos como barbijos, elementos de protección personal, equipamiento hospitalario, material descartable, y otros. Pero no solamente las empresas de ese rubro, muchas empresas

no especializadas comenzaron a fabricar ese tipo de productos. Empresarios e inversores privados, y porque no también especuladores, comenzaron a inyectar capital en empresas textiles y de otros rubros para la producción de este tipo de productos e insumos apuntando a los mercados externos, a convertirse una vez más en el abastecedor del planeta. El Estado no fue un actor pasivo, tuvo un rol fundamental fomentando y apoyando este tipo de emprendimientos. El comercio exterior comenzó marzo tratando reacomodarse a los problemas causados por el brote epidémico en China. A comienzos del mes siguiente, debía acomodarse a las complicaciones en las operaciones en los distintos países que comerciaban con China. Desde Estados Unidos hasta Argentina, pasando por la mayoría de los países de la Unión Europea, se limitaron y circunscribieron las operaciones de comercio exterior a aquellas relacionadas con productos categorizados como “esenciales para hacer frente a la pandemia del COVID-19”. Es decir, gran parte del comercio mundial se paralizó, salvo en lo que atañe a productos que solamente China vio como esencial producir en gran escala, a pesar de encontrarse ella misma, saliendo de una durísima cuarentena de más de dos meses.

La operatoria logística del comercio exterior no fue sencilla desde fines de enero en adelante para el tráfico comercial con China. Las suspensiones de vuelos, el cierre progresivo de puertos, la sobrecarga de todo tipo de modalidades de carga por la falta de oferta, los excesivos controles sobre las mercaderías, tanto en China como en países de tránsito y de destino de los embarques, y el cambio muy frecuente de las regulaciones, hicieron (y hacen aún) muy complicadas las actividades relacionadas con el comercio exterior. Pero al mismo tiempo constituyen un gran desafío para quienes nos dedicamos desde hace muchos años a esta actividad.

En estos días se pone más en evidencia el carácter de China de fábrica del mundo y podemos evaluar y juzgar los aspectos positivos y negativos que esto conlleva, pero más allá de ello, se trata de un hecho incontrastable. No podemos elegir un lugar donde conseguir determinados bienes hoy en día, porque los encontramos en un solo lugar, y todo el mundo va al mismo sitio. No podemos elegir entre demasiadas opciones de transporte, porque están limitadas. Tampoco podemos elegir fechas de entrega, porque no dependen de nosotros. Y en el caso de insumos esenciales no tenemos márgenes para negociar precios, porque hay demasiados compradores esperando lo mismo que nosotros, y muchos de ellos con una capacidad financiera mayor a la nuestra.

El comercio exterior tiene una importancia fundamental en un mundo globalizado. Puede determinar el mayor o menor grado de desarrollo económico de un país. Los gobiernos de algunos países lo entendieron desde hace mucho, y las sociedades de esos países, con intervención estatal o sin ella, dependiendo del caso, permitieron el surgimiento y desarrollo de empresarios que comparten esa visión estratégica. China actualmente es el mayor ejemplo de esa visión integrada del comercio exterior como una herramienta del Estado para el desarrollo económico. Es además quien mayor y mejor provecho ha sacado de la globalización en las últimas décadas.

Después de evaluar lo transcurrido desde la toma de conocimiento del brote del COVID-19, hasta el día de hoy, en que escribimos este artículo, y más allá de discusiones sobre cuestiones a las que, quizás, nunca les encontraremos respuestas, nos vienen a la memoria las ideas de un naturalista inglés:

“En la larga historia de la humanidad (y también de los animales), aquellos que aprendieron a colaborar e improvisar con mayor eficacia son los que han prevalecido.”

Charles Darwin

Contacto:

Dr. Gustavo Prociuk Extrazona S.A. gep@extrazona.com @gprociuk www.extrazona.com

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