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Argentina frente al nuevo escenario
from ProAsia 34
by ProAsia
Los dilemas económicos de las pandemias
Ante una situación pandémica los gobiernos deben optar básicamente por dos enfoques. Un acercamiento sanitario de la pandemia, privilegiando la salud, o un enfoque económico, priorizando el nivel de actividad económica. Eso es en el corto plazo. En el mediano o largo plazo no existe ningún tipo de trade off (disyuntiva) porque lo que es bueno para la salud, es bueno para el stock de capital humano de un país, por lo tanto, es bueno para la economía. Pero en el corto plazo es cierto que mientas más restrictivo soy en una cuarentena, más impacto en el corto plazo genero a la economía. Es una decisión de políticas económica y sanitaria de cada Estado. Lo primero a tener en cuenta es que las pandemias generan problemas de “shock de oferta”. La mayoría de las crisis económicas mundiales son “shocks de demanda”. Por ejemplo, la famosa Crisis del 30 fue un shock de demanda. La Crisis Financiera del 2008, también. Cada 10 shocks económicos, 9 son de demanda y 1 es de oferta. Entre estos últimos deberíamos enmarcar, por ejemplo, a la Crisis del Petróleo. Un shock de oferta implica una retracción muy fuerte de algunos de los factores de la producción, que naturalmente son el capital o el trabajo. En el caso actual, el factor de la producción que se retrae inicialmente es el trabajo, porque la gente se queda en su casa, no va a trabajar, no produce. Instantáneamente se derrumban las ventas, pero es un shock que tiene origen en la oferta y no en la demanda. Es importante resaltar esta diferencia, porque el tratamiento para superar un shock de oferta, es muy diferente al necesario para sortear un shock de demanda. En este shock de oferta, la mayoría de los países, Argentina incluida, eligieron priorizar la salud. Mientas el aislamiento social tiene efecto sanitario, en materia económica se recurre a la política fiscal. Esta claramente puede ayudar con paquetes de salvataje, pero se requiere hacerlo con precisión de cirujano, conteniendo a los sectores vulnerables de manera muy selectiva. Lo que se buscará, en el corto plazo, es “inmunodeprimir” el sistema económico. Pues no puedo promover la producción de las PYMES, si les estoy pidiendo a los trabajadores que se queden en sus casas. Tampoco puedo generar grandes estímulos para el consumo de la gente, si le estoy pidiendo que no vaya a los shopping. Sólo me queda la opción de sedar el sistema económico. El debate, entonces, es una cuestión de grado: ¿cuándo y por cuánto tiempo debo aplastar la economía?
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¿Tienen razón los argentinos con una política completamente sanitaria o tienen razón Brasil y EE.UU. con un enfoque que prioriza no dañar tanto el nivel de actividad? No lo sabemos, porque no sabemos cuál es el desenlace de esta historia. Es decir, una pandemia termina de tres formas: 1) No encontramos ni remedio ni vacuna y finalmente se termina contagiando tanta gente que se genera una inmunidad social o de rebaño, es decir, todos terminamos inmunizados a costa de una parte de la población que muere, 2) se encuentra un tratamiento eficaz para los contagiados, o 3) se crea la vacuna que previene el ser contagiado. Todas las pandemias del mundo terminaron de alguna de estas tres formas. Lo que no sabemos es con cuál de ellas vamos a terminar la pandemia actual. Si la crisis sanitaria se alarga mucho, estaríamos en el escenario 1. El enfoque de Argentina que evita los picos, sería entonces el más adecuado. Ahora frente a un escenario 3, donde encontramos una vacuna en dos meses, las estrategias de Brasil y EEUU, que en el corto plazo minimizaron el corte de las actividades, serían las más eficientes. Es muy temprano para saber quién acertó.
Recuperación económica: ¿qué nos dice la historia?
Tenemos pocos casos de pandemia registrados. La llamada Gripe Española del año 1918, la Gripe Asiática del año 1958, la Gripe de Hong Kong de 1968 y el SARS del año 2002. De estas 4 situaciones que generaron una gran depresión económica, se salió con una V. Es decir, no hubo una U en donde me quedé en recesión por mucho tiempo, ni una L donde directamente sufrí un estancamiento. Hoy día tenemos el COVID-19 ¿el mundo recuperará su economía dañada rápidamente? La historia parecería afirmar que sí. ¿Y en el caso particular de Argentina? Nuestro país tiene algunas particularidades, que posiblemente lo acerquen más a una “U”, ya que elegimos un approach 100% sanitario, relegando fuertemente la actividad productiva, con vasos comunicantes obturados en el engranaje económico, a saber: 1) Entramos a esta pandemia sin excedentes fiscales. 2) Tenemos déficit fiscal, que no sería tan preocupante porque la mitad de los países del mundo entraron a la pandemia con la misma situación. Pero la gran diferencia es que, de la mitad de los países del mundo que tienen déficit, el 80% tiene ingreso al crédito. Nosotros no lo tenemos, no nos prestan. 3) Cuando el gobierno quiere llevar cualquier tipo de política paliativa contra cíclica se encuentra con el problema de la elevada informalidad laboral, que hace que sea muy difícil llegar a los sectores vulnerables. 4) Nuestro sistema financiero es pequeño. En Japón, Alemania y España el ratio del total de créditos del sistema financiero en relación al PBI es 120%. En Argentina el ratio de crédito en relación al PBI es del 10%. Es decir, nuestro sistema financiero carece de capilaridad. Esto significa que no va a ser el sistema financiero el que salve la situación. Puedo ayudar, pero cualquier programa masivo de ayuda estatal con garantías y tasas subsidiadas, en Argentina, llegará sólo al 10% del PBI.
De la preocupación sanitaria a la económica
En el comienzo del año el gobierno de Alberto Fernandez pasó de tener 40% de aprobación popular a tener 83%. Más que duplicó la aprobación en términos de opinión pública. Es entendible, ya que es una población con incertidumbre, temor y en ese contexto ve a un Presidente que cada 15 días le explica lo que está pasando y prioriza la salud. Pero la curva empezó a caer, porque las personas empezaron a perderle el temor a la pandemia, tienen la sensación de que el virus no está golpeando con tanta fuerza, pero sí lo que está ocurriendo es que sus ingresos están cayendo. El gobierno empieza entonces a relajar las restricciones a las actividades comerciales, cuando la curva de aceptabilidad empieza a ser erosionada por los problemas de la economía Es que, la contracara de este crecimiento récord del apoyo público y de una estrategia 100% sanitaria, es una marcada caída económica, que será visible para la población a partir de la segunda parte del año. Desde el inicio de la cuarentena, la cantidad de gente que fue a su lugar de trabajo cayó en un 80%, la que iba a un lugar de compras o de recreación un 85% y los que visitaron farmacias y supermercados un 60%. En los primeros días de cada uno de los meses de este año, empieza a caer la coparticipación que el Gobierno le da a las provincias. Es decir, se retrae la recaudación y el gobierno le está enviando menos fondos a las provincias. Los ingresos públicos nacionales empezaron a caer y los gastos a subir, desde antes del inicio de la pandemia, que intensificó esta tendencia. Ahora bien, esto pasa en todos los países del mundo. El nivel de actividad económica está sufriendo una abrupta caída, que se refleja en una menor recaudación de impuestos. Y el gasto público se dispara, por lo que el déficit fiscal empieza a tener niveles inimaginados hasta hace unos meses atrás. Esto es común para
¿Cómo se recuperará la Argentina?
La pregunta que nos tenemos que hacer, no es si está bien o mal que caigan los ingresos, ya que eso iba a ocurrir, o que el gasto aumente, porque eso es lo que tiene que hacer el Estado en este momento. La gran diferencia, que va a ser vital para entender las posibilidades de recuperación que tiene la economía argentina, es cómo se financiará en el mediano y largo plazo. En el corto plazo lo está haciendo con emisión monetaria. En el contexto de un Estado que entra a esta pandemia con déficit fiscal y sin acceso al crédito, no hay muchas opciones: emite dinero. Pero en el mediano plazo el exceso de dinero implica exceso de liquidez, caída de las tasas de interés, caída de la demanda de pesos y su contracara: aumento de precios e incremento en la demanda de dólares en un momento en donde la gente tiene incertidumbre. ¿Qué pasará con la inflación? En el corto plazo se mantendrá bastante estable, porque la recesión es fuerte, las tarifas son controladas, tenemos control de cambio, pero sobre todo: no hay margen para subir los precios: si los productores y comerciantes suben los precios, no venden. En el mediano plazo (segunda parte del año), la inflación se acelerará, cuando empiece a impactar de lleno la cantidad de dinero que el BCRA está emitiendo para financiar al Estado, lo que suele tener siempre un rezago de 4 a 6 meses. Un parámetro índice para suponer un aceleramiento de la inflación es la brecha cambiaria (la diferencia entre el dólar oficial y el paralelo, entre el precio que el gobierno le pone a la divisa y el que la gente está dispuesto a pagar por ella). El Gobierno argentino presentó una oferta que, a través de un canje de bonos, básicamente propone reducir los intereses (y no el capital) con un período de gracia de 3 años, y un posterior pago muy escalonado. Nosotros creemos que el enfoque del gobierno que propone manejar los flujos y no los stocks es adecuado, en tanto el problema para el pago de la deuda no es de solvencia (porque no representa un número muy grande respecto de nuestro PBI) sino de liquidez: se concentraron el 50% de los vencimientos en los próximos cuatro años. La filosofía de la oferta que presentó la Argentina, va en línea con solucionar el problema financiero. El problema es si los acreedores van a acordar, porque para que la reestructuración sea exitosa, tiene que llegar al umbral mínimo de aceptación de los bonistas en cada una de las series. La Argentina tiene mucho más para ganar que para perder en el hecho de evitar el default. No nos va a cambiar nada eventualmente caer en default en los próximos 90 días. Pero será de una enorme diferencia a partir del segundo semestre en cuanto a la calidad de la recuperación de la economía argentina. Una cosa es que la economía rebote de esta caída del nivel de actividad en default, y por lo tanto dependiendo del financiamiento monetario, y que va a terminar impactando en la posibilidades de consumo, dada la inflación. Otra es salir con acceso al crédito, con financiamiento, teniendo que emitir menos, con niveles más bajo de inflación y con expectativas más positivas de los agentes económicos. Donde hace la diferencia el default es en la sostenibilidad de la recuperación económica una vez pasado lo peor de la pandemia. Ahí vamos a notar Si Argentina termina este año con una caída de entre el 6% y el 7% del PBI, nuestro PBI per cápita terminaría esta década 2010-2020 con iguales valores. Es decir, cada uno de los argentinos seríamos igual de ricos que lo éramos hace 10 años. Argentina está estructuralmente en un período de estancamiento, donde podríamos hablar nuevamente de otra década perdida. Y esto no se puede adjudicar solamente al impacto de la pandemia. Tiene mucho que ver con que, en los últimos 80 años, solo hubo 7 años que tuvimos superávit fiscal. Los demás años siempre tuvimos déficit. No solo fiscal sino también externo. Si uno no puede vivir 80 años de su vida con más gastos que ingresos, no hay país que se sostenga de la misma manera. Esto explica las dificultades circulares crónicas que tenemos para poder generar cualquier tipo de crecimiento sostenido. Superada la situación que plantea la pandemia y la reestructuración de la deuda, la Argentina se debe un debate sobre las reformas estructurales necesarias para generar crecimiento sostenido en el tiempo. Sólo ese es el camino del desarrollo, por ahora esquivo.
Contacto:
Juan Cerruti Licenciado y Magíster en economía. Es Economista Jefe y Gerente de Comunicación del Banco Santander y Profesor de “Macroeconomía y política económica” de la UBA. jcerruti@santander.com.ar

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