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Siglo XXI: el siglo disruptivo

Por el Dr. Marcelo Elizondo

Un siglo disruptivo

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Me gustaría abordar la dimensión de la crisis desde la perspectiva de los negocios internacionales. La aparición de esta pandemia ocurre dentro de un proceso -no creo que sea un hecho-, absolutamente disruptivo en el más estricto sentido de la palabra. El diccionario dice que disrupción es una interrupción de hecho. La palabra, del latín disruptio, significa, precisamente, interrupción. En mi opinión, en el mundo estamos viviendo procesos en los que, sucesivas disrupciones, van ocurriendo en plazos cada vez más cortos. El siglo XXI es un siglo interrumpido por sucesos que generan cambios paradigmáticos. Comenzó con la caída de las torres gemelas, en el primer año del siglo. Continuó con la crisis financiera del 2008, el cual tuvo un impacto enorme. Podemos hablar de una tercera disrupción, que debemos concebir más como proceso que como suceso, que es la conversión de países emergentes en países poderosos, lo que ha modificado la estructura de la economía (tómese como ejemplo los casos de países como China y Corea del Sur, que hace dos décadas no eran tan relevantes, y hoy tienen una significancia enorme). Hay una cuarta disrupción, que es el proceso de intangibilización de la producción, que está modificando los patrones de la globalización (me voy a referir a ello más adelante). La quinta es sin duda esta pandemia que en su rápida proliferación ha afectado a todas las manifestaciones de la vida y ha generado reacciones de los gobiernos que han impactado fuertemente en las economías nacionales e internacional. El comercio mundial de bienes y servicios, dice la OMC, se reducirá este año entre 15% y 30% este año. Para poder dimensionar estos porcentajes, consideremos que la caída en la crisis financiera, que tuvo como epicentro el desmoronamiento del Lehman Brothers Holdings Inc., fue del 10%. Por tanto, estamos hablando de rangos

enormes. Los últimos días hemos estado viendo noticias relativas a cierta gradual liberación de la actividad económica. Al parecer está empezando a ocurrir en España, en Italia y en muchos países asiáticos, cómo Singapur y Corea del Sur. Incluso en Nueva Zelanda, donde la Primer Ministro dijo: “el problema está superado, hemos tenido contagio cero hace 7 días, el virus ha sido derogado”. Si esto que aparece en estado embrionario y aún no sabemos si es definitivo, se consolidara, empezaríamos a ver una normalización paulatina del comercio internacional, para el segundo semestre del año. Si ocurriera así, es altamente probable que tengamos una recuperación veloz. Es cierto que no va a ocurrir de la noche a la mañana. Poner en marcha cadenas productivas, no es tan sencillo. Algunos eslabones de la cadena tendrán más dificultades para reactivarse. Pero a diferencia de la crisis del 2008, cuando uno de los fundamentos económicos, el financiero, se encontraba en profunda debilidad, hoy no hay ningún fundamento del aparato productivo seriamente dañado. Esta es una crisis extra-económica. Liberadas las restricciones, la economía se dinamizaría rápidamente. Si bien, no llegaría a compensar este año lo perdido en el primer semestre, podría estar aproximándose a su velocidad crucero.

Los intangibles como motor de reactivación

Probablemente esta crisis sanitaria actúe como acelerador de una tendencia que ya veníamos viendo en el marco del comercio internacional. Éste fue el motor de la globalización, en la primera parte del siglo XX, consolidado por la aparición de instituciones globales. Luego de la Segunda Guerra Mundial, se dinamizó por el comercio de bienes físicos en contenedores transportados por barcos. Y ya más tarde tuvo el rol predominante la inversión extranjera directa, cuando lo que importaba no era la exportación de bienes sino las fábricas que lo producían, siendo los mayores receptores de este movimiento los países asiáticos. En los albores del siglo XXI se consolidó lo que conocemos cómo las cadenas globales de valor. Fueron procesos de vinculación de empresas de distintos países del mundo, que decidieron deslocalizar la producción, ubicando en distintos países las distintas parcialidades del proceso productivo, para luego ensamblar las partes en el país final. De modo que una cadena global de valor era un conjunto de relaciones sistémicas de empresas de distintos países, todas vinculadas, por la generación de un bien o servicio único. Estas cadenas de valor llegaron a explicar el 80% de todo el comercio mundial. Así por ejemplo, en el año 2010, el comercio mundial era aproximadamente de 20 billones de dólares, de los cuales 16 billones ocurrían dentro de las cadenas globales de valor. En esta última etapa se vio una modificación, hacia un proceso de intangibilización del flujo comercial. Las empresas ya no hicieron crecer con la misma intensidad el intercambio de bienes físicos, sino de los intangibles. ¿Qué son los intangibles? El conocimiento, la información, las patentes, los royalties, el know how, la propiedad intelectual, el capital intelectual, etc. Esta vinculación de las empresas a través de las fronteras, intercambiando muchos más intangibles, es lo que se acelerara ahora como consecuencia de esta pandemia. Cuando empecemos a tener cierta normalidad, el comercio de bienes físicos se va a mantener pero el motor del crecimiento va a estar dado por el de los intangibles. A principio de año, cuando el COVID aún no tenía categoría de pandemia, el comercio de servicios entre los países crecía un 3%, respecto del año anterior, mientras el de bienes físicos, caía un 2%. Y con la proliferación del virus, el intercambio de datos creció 45 veces más. Es decir, las empresas están generando mayor valor económico a través del intercambio de intangibles, en forma de conocimiento e información compartidos a través de los medios electrónicos de comunicación, y menor por la compra-venta de productos.

La economía del capital intelectual

Estamos desarrollando una nueva globalización, impulsada por dos tipos de intangibles: los servicios y otros intangibles que acompañan a los bienes físicos. ¿Cuáles son estos últimos? En el pasado, la agregación de valor de un bien físico estaba dado por una modificación física. Hoy día la agregación de

valor en los bienes se vincula a sus intangibles, como ser certificación de estándares de calidad, cumplimiento de normas técnicas, respeto por distintos requisitos de seguridad o salubridad, adecuación a determinados procesos, trazabilidad, etc. La pandemia nos dejará con consumidores muy sensibilizados, empresas muy sensibilizadas y Estados muy sensibilizados. Los consumidores van a tener más cuidado con lo que compran. Querrán saber de dónde viene, en qué condiciones fue producido, a que procesos fue afectado en las diferentes estaciones de la cadena de producción, etc. Las empresas empezarán a exigir cumplimiento de estándares relativos a sus proveedores más allá de lo que los clientes pidan, para evitar riesgos económicos al pararse alguna parte de la cadena productiva por un problema sanitario o medio ambiental. Las relaciones entre los países también comenzarán a modificarse. Serán un poco más recelosos y cuidadosos, en lo que es el origen y el modo en que los productos arriban, y en la calidad y condiciones de esos productos. El Covid-19 está exacerbando sensibilidades que ya veíamos previamente, y acelerando esta nueva globalización, donde, toman mayor preponderancia los servicios, y en el caso de los bienes, aquello que los adjetiva a lo físico.

Ganadores y perdedores

Si el comercio de bienes permanecerá estancado y la relevancia comenzará a crecer en los intangibles, esto generará una gran línea divisoria entre los que pueden jugar arriba de la misma y los que deben conformarse con jugar por debajo. Este nuevo escenario supondrá mayor inversión, costos más altos y exigirá toda suerte de requisitos productivos. No cualquiera va a poder jugar allí. Los que jueguen por arriba tendrán mejores resultados. Los que jueguen por debajo, tendrán que conformarse con un comercio más a la antigua, con resultados menos generosos. Esta situación desigual redundará en flujos de precios, problemas políticos internos e impactos geopolíticos. Vamos hacia un mundo con mucha volatilidad. Será un mundo de bloques, de amistades por grupos. Quizás tendremos bloques en los extremos y en el medio un grupo de países que tratará de no quedar dentro de la puja geopolítica. Y en la puja geopolítica por el reparto de poderes, las tensiones generarán volatilidad, impacto en las cotizaciones, en los precios, en las condiciones regulatorias. El escenario de los acuerdos económicos internacionales también tendrá que adaptarse a este nuevo juego.

Argentina en un mundo complejo

¿Cómo jugará Argentina en este mundo complejo? Depende de lo que haga. Hoy parece estar muy enfocada en su problemática doméstica. La baja en las negociaciones del Mercosur, parecieran así acreditarlo. En algún momento se tendrá que tomar decisiones de largo alcance en materia internacional. El MERCOSUR está en crisis en la Argentina. Mientras que Paraguay, Uruguay y Brasil parecieran tener una visión del mismo bastante compatible con este nuevo escenario del que venimos hablando, conformando un bloque con el que lidiar con las potencias mundiales. Todavía estamos a tiempo de sumarnos. El mundo irá mostrando este nuevo escenario de manera gradual. Es un camino al cual se va. La irrupción de la pandemia es un acelerador de algo que ya veníamos viendo, no es un creador de un escenario nuevo. Argentina necesita bajar sus costos para ser competitiva y necesita invertir para crear valor. Estos movimientos contrapuestos son difíciles de equilibrar si no se tiene una macroeconomía. En el mundo que se viene es difícil estar solo; hay que tener amigos. Por ello es muy importante acompañar al MERCOSUR en esta nueva visión de internacionalización. Un MERCOSUR cerrado y aislado no sirve. El MERCOSUR que quieren proponernos nuestros socios parecería ser el más adecuado para el nuevo escenario.

La marca país

Un atributo intangible que es menester desarrollar es la marca país. La imagen del país es muy importante. Y siempre debería empezar a afianzarse desde adentro. No es una cuestión de propaganda hacia afuera. Más bien se trata de distinguir atributos sobre la base de otras cualidades. Un político norteamericano solía decir que uno “tiene las virtudes de

sus defectos, y los defectos de sus virtudes”. Los argentinos somos percibidos como poco organizados, con conductas no sostenibles en el tiempo, poco adaptados a cualquier estructura convenida. Bueno, mientras tratamos de adaptar nuestra particular idiosincrasia a las reglas del juego internacional, podríamos desarrollar una estrategia, destacar los valores detrás de nuestro “desorden”, que sería nuestra capacidad de repentizar, de innovar, nuestra flexibilidad para adaptarnos creativamente a los bruscos cambios que ese desorden provoca constantemente. Uruguay utilizó esta estrategia, desarrolló la idea de un “Uruguay natural” una base de cualidades que otros podían haber considerado un defecto: la poca industrialización. Nosotros podríamos generar una imagen sobre la base, cierta y no simplemente un producto de marketing, de que el argentino se adapta a los cambios y posee talento y capacidad.

Las empresas argentinas

El país necesita fomentar la creación de empresas. Argentina tiene muy pocas compañías para estar en ese escenario nuevo en el que se buscará el desarrollo de estándares, de requisitos, de innovación, de invención, de ingeniería, de propiedad y capital intelectual, de conocimiento creado y sobre todo, aplicado. Las empresas argentinas deberían ser más e incorporar tres conceptos: El primero es que ya no se trata del producto, si no de la prestación. Hay que ir al mundo a entablar relaciones muy estrechas con las contrapartes, crear arquitecturas vinculares. No sólo tener solo relaciones a través de contratos legales sino que es necesario formar contratos relacionales, entablar vínculos sistémicos. El segundo es que la principal virtud en el mundo actual es la adaptabilidad. El promedio del ciclo de vida del producto en cualquier lugar del mundo se acorta. No hay más productos exitosos, lo que hay es empresas exitosas que saben entender al cliente. Por lo tanto, nuestras empresas deberían salir al mundo, con la capacidad de percibir lo que éste está pidiendo o lo que va a pedir en adelante, y no solamente intentando vender lo que ellas tienen, porque probablemente lo que tienen les pueda permitir una operación hoy, pero dejarlas sin mercado, si no se adaptan, en el futuro. El tercero es elegir bien los mercados. Si tuviera que salir rápido del estancamiento económico y la crisis generada por la cuarentena pensaría: quién sale en mejor condición de la pandemia. Probablemente sean los países asiáticos. Hoy estamos muy sesgados a Latinoamérica, y probablemente los países latinoamericanos sean los que salgan con más dificultad de esta crisis. Por lo tanto, sería inteligente apostar a los mercados asiáticos.

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