HISTORIA DEL PUEBLO AFROPERUANO Y SUS APORTES A LA HISTORIA DEL PERÚ

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Zelmira Aguilar Candiotti

Este ensayo constituye un esfuerzo por reivindicar a la mujer negra esclavizada, que fue arrancada de su continente, ubicado entre el océano Atlántico y el Mar Rojo, para iniciar un viaje sin retorno. Ella pasó por el Caribe, sufrió largos y tediosos traslados. Luego fue depositada en algún lugar de las tierras bañadas por el Pacífico, a través de una suerte de tráfico inhumano, más que cruel criminal, con la complicidad de la “humana, caritativa, moralista Iglesia Católica de la época”. Este tráfico se llevó a cabo, presumiblemente, en los albores de 1493. En ese entonces se comentaba sobre la anterior presencia de un hombre de piel oscura, en referencia a Rodrigo de Triana, en estas tierras que posteriormente llamarían América. Situémonos en el Perú de finales de la Colonia. Pensemos en la mujer negra, de una belleza sin igual, de un color de piel comparado al de la más fina madera del continente africano: el ébano. Ella fue tildada de seductora y viciosa; acusada de no tener honor, de tener una conducta amoral, de practicar normalmente el aborto; y recriminada por los amos de revertir el orden social. Estas acusaciones eran ventiladas a menudo en los tribunales eclesiásticos, a los que recurrían las esclavizadas para confrontar y denunciar a los amos blancos por crueldad, maltratos físicos, que llegaban hasta la sevicia espiritual. No siempre las denunciantes lograban el resultado que esperaban, pero socavaba la moral y el prestigio de la llamada “sociedad limeña”. En este contexto, cabe señalar lo que afirma Carlos Aguirre: “En ese tiempo importaba mucho el qué dirán”. Ello constituía una institución que perdura hasta la actualidad, con menos presencia sin duda, pero que forma parte de la herencia recibida. Desde luego los defensores debían cuidar la imagen del amo esclavista, de lo contrario esta se vería minada. Por ello había que impedir que la denuncia prospere, desterrando la figura del amo cruel y amoral ante la autoridad; por tanto era imperante minimizar las denuncias de las esclavas “mentirosas e interesadas en lograr su libertad a cualquier precio”. Esto era parte del argumento mezquino esbozado por los abogados defensores de los blancos. Estas mujeres también eran acusadas de embriagarse en reuniones y bailes que se organizaban solo para ellas, y en las que prohibía la entrada a los hombres. Algunos de ellos terminaban siendo agredidos y recibían severas golpizas por haberse probado su infidelidad con alguna mulata “cabeza de colchón de pasajeros (en alusión a los piojos)” o “prietas prostitutas de zambos”. Muy pocos estudiosos, investigadores o historiadores han reconocido los logros obtenidos por esta mujer como resultado de su resistencia, la cual se manifestó en la no procreación y en la no continuidad familiar en ese momento. Esto generó un grave problema: la falta de mano de obra

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