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Arquitectura entorno al lago Titicaca / Teresa Gisbert

Arquitectura en torno al lago Titicaca

Fig. 1. Portada de la iglesia de Santo Domingo. La Paz. T odo grupo humano crea su propia arquitectura con rasgos que la caracterizan: así las civilizaciones andinas son autónomas, hasta el momento de la conquista, con formas propias que las defi nen. En el siglo XVI sobre ellas penetra, a través de España, la cultura occidental; este impacto se siente en lo que fue el Imperio Incaico, el que a su vez había asimilado culturas anteriores como la Colla y la de Tiwanaku. Inmediatamente después de la llegada de los europeos, el remanente del arte indígena es escaso pero con el correr del tiempo esta infl uencia no disminuye sino que aumenta hasta hacerse tan fuerte que en el siglo XVIII es la determinante principal.

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Por su parte, el cristianismo tuvo que adaptarse a las costumbres de los indígenas, quienes realizaban sus ceremonias a cielo abierto. La arquitectura española aceptó esta realidad y así nacieron, primero en México y después en los Andes, lo que se conoce como «conjuntos de atrio y posas» que consisten en un plaza abierta que antecede a la iglesia, plaza dentro de la cual se levantaban cuatro capillas. Tanto

en Bolivia como en el Perú quedan varios ejemplos de estas estructuras. Buena muestra de ello es la iglesia de Copacabana (Fig. 2).

Hay una diferencia entre las soluciones mexicanas y las andinas pues en los Andes se levanta una gran capilla abierta al centro del atrio a fi n de velar, durante varios días, a los muertos. Esto se debe a la repugnancia que tenían los indígenas de dejar los cuerpos bajo tierra a merced de los gusanos pues estaban acostumbrados a la momifi cación. Pese a este paliativo, a principios de la colonia, los cuerpos una vez enterrados eran robados para llevarlos a los lejanos chullpares.

El atrio que antecedía a la iglesia también servia de mercado de manera que la misa se ofi ciaba desde un balcón. En Carabuco todavía existe el balcón; y en Copacabana se muestra otra forma de capilla abierta, consistente en un templete adosado a la iglesia.

En general, eran españoles y criollos los que realizaban la estructura ya que estaban acostumbrados a la construcción de bóvedas y los indígenas quedaban encargados del tallado de las portadas. En el periodo barroco la decoración era muy libre y admitía toda clase de seres míticos, follaje, astros, animales, etc., de manera que era posible expresarse sin llamar la atención de un público amigo de lo raro y de lo exótico. Así nace la decoración del siglo XVIII en lo que se conoce como «barroco mestizo» que se puede reunir en cuatro grupos:

a) Flora y fauna tropical. Es una reminiscencia del control de los pisos ecológicos, sistema propio de los indígenas del altiplano que tenían enclaves en la selva, en la costa y en los valles.

b) Motivos de ascendencia renacentista: Grutescos, sirenas, harpías, atlantes, etc. Sirenas en torno al lago pueden verse en las iglesias de Lampa, Puno y

Asillo.

Fig. 2. El Santuario de Copacabana. Perspectiva diseñada por A. Mesa y R. Galleguillos. Se distingue el atrio, la Capilla Miserere y el claustro, antes que se le pusiera un piso encima; también puede verse la capilla abierta o «capilla de indios» adosada a la portada de cabecera.

Fig. 3. El presbiterio de la iglesia de Caquiaviri.

c) Motivos precolombinos: El Sol, la Luna, monos (que eran dioses de las construcciones), máscaras, etc.

d) Elementos que responden a la tradición cristiana y a sus antecedentes bíblicos:

Ángeles y símbolos de María y José. Además se introduce la columna salomónica.

La zona en torno al lago Titicaca en un principio estuvo adoctrinada por dominicos, quienes fueron retirados por el virrey Toledo, y las doctrinas entregadas a curas seculares y a los jesuitas, como en el caso de Juli (Perú). A los agustinos se les entregó Copacabana (Bolivia). La zona de Pacajes donde están Tiwanaku, Jesús de Machaca y Caquiaviri, estuvieron a cargo de los franciscanos.

Al hacer un seguimiento cronológico tenemos las siguientes iglesias:

La iglesia de Caquiviri, situada en tierras de los Pacajes, es uno de los templos más antiguos de la Audiencia de Charcas. La construyeron los franciscanos hacia 1560. La nave es alargada y sobre el presbiterio hay una bóveda gótica de crucería (Fig. 3). La portada es muy sencilla, en base a pilastras y frontón triangular; corresponde al periodo renacentista. Tal vez intervino en este templo el arquitecto Juan Tinoco1 a quién se contrató, a fi nes del siglo XVI, para hacer varias iglesias en la zona de Pacajes. La

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iglesia de Caquiaviri muestra restos de un atrio en el que quedaba una posa de planta circular. Son notables en el interior del templo los lienzos de las «Postrimerías» (Muerte, Juicio, Infi erno y Gloria) pintados el año de 1739.

También pertenecen al último momento del renacimiento las iglesias de Carabuco y Ancoraimes, muy similares a la de Caquiaviri. Ambas están situadas a orillas del lago Titicaca. La iglesia de Ancoraimes tiene la estructura característica del siglo XVI, la portada de cabecera es de ladrillo, muy similar a la de Caquiaviri. No sabemos si es obra de Tinoco o del maestro Santiago de la Vaca y el ofi cial de canteros Pedro de Olazárraga2, pues estos dos últimos, que trabajaron en la ciudad de La Paz, también fueron contratados para trabajar en la zona rural. Lo más notable de esta iglesia es el retablo del siglo XVI que se guarda en ella, obra del escultor Gómez Hernández Galván3. Está decorado con santos franciscanos, lo que hace suponer que es el antiguo retablo de San Francisco de La Paz.

La iglesia de Carabuco originalmente fue edifi cada a fi nes del siglo XVI y fue intervenida en 1765 junto con la torre. Pagó los trabajos de restauración el cacique Agustín Siñani. La pintura mural del baptisterio y sacristía, que son de fi nes del

Fig. 4. Iglesia de Carabuco. Vista del baptisterio con pintura mural que imita la arquitectura.

Fig. 5. El Infierno (detalle), José López de los Rios. Óleo sobre lienzo. 1684. Iglesia de Carabuco. La Paz, Bolivia.

Fig. 6. Altar Mayor de la iglesia de Carabuco. siglo XVIII, tratan de imitar la decoración arquitectónica (Figs. 4, 5, 6). La pintura del coro muestra el momento en que Hércules visita el santuario de Delfos para consultar a Apolo sobre su destino. El pintor ha representado a los dos dioses –ambos matadores de saurios– junto a dos santos que también luchan contra dragones, ellos son San Jorge y San Miguel4. Siñañi muestra su ideología en los murales pues se señala en ellos que hay que acatar el orden establecido. Así Hércules acepta, ante Apolo, que su hermano mellizo Euristeo sea rey en tanto que él pone su fuerza para vencer las pasiones, por lo que es modelo del caballero cristiano. Finalmente, en los murales está representado el bautizo del primer cacique de Carabuco. Agustín Siñani murió luchando por el rey de España en 1781, frente a las tropas de Andrés Amaru.

La iglesia de Carabuco, además de la pintura mural, tiene una excelente serie sobre las «postrimerías» pintada por José López de los Ríos en 1684, que fue encomendada por el párroco José de Arellano. En ella se muestra a los indígenas bailando con los demonios que van vestidos con el uncu aimara5. Es la parte que hace referencia al pecado de idolatría.

La iglesia de Tiahuanaco, situada en la zona de Pacajes, fue concluida en 1612. De nave única, tiene ábside ochavado más dos portadas que corresponden al renacimiento purista (Fig. 7). La principal tiene columnas jónicas sobre una base decorada con monos y máscaras, carece de frontón y la rematan dos estatuas de San Pedro y San Pablo. La presencia del mono en la base de las columnas (o como ocurre en Laja junto a ellas) se debe a un mito precolombino (Fig. 8). El extirpador José de Arriaga en su libro Extirpación de la idolatría en el Perú (1621) nos dice que en la campaña en Huarochirí, los padres Dávila y Cuevas al ver monos en las iglesias se percataron de que había en ellos algo relacionado con la idolatría. El texto es el siguiente: «en las ventanas de una iglesia echamos de ver muy al acaso, que estaban dos micos de madera y sospechando lo que era, se averiguó que los reverenciaban, porque sustentasen el edifi cio, y tenían sobre ello una larga fábula»6. Lamentablemente, el autor no nos dice cuál era la fábula, pero el texto explica por qué los monos están

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Fig. 7. Portada de la iglesia de Tiahuanaco.

Fig. 8. Detalle de la portada que muestra un mono en la base de la columna.

Fig. 9. Iglesia de Laja.

Fig. 10. Detalle de la portada donde vemos a un mono junto a la columna.

siempre asociados a las columnas que sustentan el edifi cio. Incorporado el mono a la arquitectura virreinal desde muy temprano, persiste hasta el siglo XVIII. En 1680 se los representa en la portada de Laja junto a un águila bicéfala y al lado de las columnas de la portada principal (Figs. 9, 10); también hay monos aferrados a las columnas salomónicas del sotocoro de Santa Cruz de Juli (Puno), (véase la fi gura 14 de la pág. 190). Finalmente, la iglesia de Tiahuanaco muestra la unión de un elemento gótico con un motivo indígena en las 28 gárgolas con cabezas de puma que decoran los muros exteriores.

La torre tiene un paso almenado. Quedan restos del atrio cuyo acceso está fl anqueado por dos monolitos que responden al estilo Pucara. La iglesia en su interior tiene púlpito y retablos del siglo XVIII, pintura mural en la bóveda central, más una serie donada por el cacique Paxi Pati.

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Fig. 11. Atrio de Copacabana con la Capilla Miserere al centro y dos posas al fondo.

Fig. 12. Torre de la iglesia de Copacabana.

Fig. 13. Maqueta de la iglesia de Copacabana.

Fig. 14. La Virgen de Copacabana tallada por Francisco Tito Yupanqui en 1584.

Fig. 15. Estela procedente del lago Titicaca (Museo de Puno) que da una idea de cómo pudo ser el «dios Copacabana». El monumento mejor conservado es el Santuario de Copacabana (Fig. 11), desde donde se divisa la isla del Sol espacio que fue sacralizado por los incas quienes al llegar a orillas del Titicaca se encontraron con culturas más antiguas que la suya, como la puquina, la aimara y la uru; estos últimos adoraban a un ídolo que tenía rostro humano y cuerpo de pez (Fig. 15), llamado «Copacabana»7. Al parecer se trata de la representación antropomorfa del pez llamado suche que vive en el fango y que tiene el cuerpo atigrado; su aspecto es el de una serpiente con caracteres felinos. Los doctrineros españoles lo identifi caron con Dagón, dios de los fenicios.

En Copacabana se rendía culto tanto a este ídolo como al Sol, a quien se le edifi có un templo y se le dedicó una de las islas, la otra fue consagrada a la Luna donde se instaló un recinto para recogimiento de mujeres destinadas al ritual y a los sacrifi cios. Después de la conquista en Copacabana fue entronizada la Virgen (Fig. 14), imaginándola como vencedora de la serpiente y, en términos andinos, vencedora del dios Copacabana.

La iglesia inicialmente (1553) fue atendida por los dominicos pero el virrey Toledo entregó la zona a curas seculares y a los jesuitas que se instalaron en Juli, donde trabajó el lingüista Ludovico Bertonio, autor de un diccionario aimara, y el pintor italiano Bernardo Bitti. Copacabana fue entregada a los agustinos en 1589.

La actual iglesia de Copacabana se empezó a construir el año de 1631 por orden del prior fray Miguel de Torquemada, y se concluyó en 1651. Finalmente, Diego de Tebes Manrique mandó a hacer el atrio.

No sabemos con exactitud quienes fueron los arquitectos de esta singular obra pero tal vez tenemos que pensar en algún teórico que retomó la idea del templo cristiano como refl ejo del templo de Jerusalén. Esta relación ya se percibe en la crónica que escribe Ramos Gavilán (1621) (Fig. 13)8. En 1637 pasa por Copacabana el agustino Fernando de Valverde quien había construido un santuario denominado de «Jerusalén» en el Convento de la Encarnación de Lima, el cual rememoraba el templo israelita. La afi ción de Valverde por la arquitectura, más el hecho de que pasara por Copacabana cuando estaba en el inicio de su construcción, nos hace suponer que él participó en la creación del conjunto arquitectónico que hoy conocemos.

En el poema que Valverde escribe sobre Copacabana se relata como los ángeles, entre ellos Gabriel y Baraquiel, vencen a los antiguos dioses como el Sol y el Viento (Eolo), mostrando hasta qué punto este agustino estaba conciente del valor simbólico del santuario donde el cristianismo desplaza a los antiguos dioses en nombre

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de María. En 1584 se entroniza la imagen de la Virgen con el patrocinio de los indios. La imagen fue tallada por Francisco Tito Yupanqui.

Frente a la iglesia había un Beaterio de Indias como una reminiscencia cristiana del acllahuasi (recogimiento de mujeres dedicadas al culto del Sol) y un hospital, ambas construcciones han desaparecido. También cerca de la iglesia estaba la hospedería de españoles que ya no existe, sin embargo queda la hospedería de indios (Fig. 17). Sobre el cerro Llallagua, al pie del cual se recluían las mujeres que iban a ser sacrifi cadas, se colocó un calvario.

En los siglos XVI y XVII varios tratados europeos de arquitectura como los de Arias Montano, Villalpando y Caramuel planteaban el templo de Jerusalén como modelo de la iglesia cristiana. En el fondo era una propuesta conceptual ya que el edifi cio poco tenía que ver con el templo de Salomón.

El agustino Antonio de la Calancha hace paralelos entre la Biblia y Copacabana. El texto dice: «Solo hallo en los dos ídolos, Dagón y Copacabana, una diferencia, que a Dagón le quito la cabeza en manos el Arca de Dios cuando la pusieron a su lado, y quedo un tronco ignominioso. Pero el ídolo de Copacabana ya estaba sin pies ni manos, tronco bruto y pez feo, porque no aguardo el cielo a que entrase el Arca Divina, María sacrosanta, a descuartizarlo….»9. Copacabana se constituyó en el modelo de algunas iglesias andinas, pudiéndose citar dos de ellas: el Santuario de Cocharcas y Copacabana de Andamarca que queda sobre el lago Poopó, en el departamento de Oruro (Bolivia).

En Copacabana, la portada de cabecera se compone de columnas dóricas y la portada lateral, que es posterior, responde a un espíritu barroco. El claustro tiene arcadas sobre columnas de estilo jónico y cada tramo se cubre con una pequeña cúpula, lo que proporcionaba sabor oriental al conjunto. En el atrio, cercado de un muro coronado de almenas, hay cuatro capillas posas y se conserva en el centro la monumental Capilla Miserere. Estas cinco capillas tienen planta cuadrada y están cubiertas con cúpulas de media naranja, revestidas

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17 Fig. 16. La iglesia de Jesús de Machaca.

Fig. 17. Copacabana. Patio principal de la Hospedería de Indios.

Fig. 18. Detalle de la portada de cabecera en la iglesia de Jesús de Machaca.

exteriormente con azulejos como ocurre con las cubiertas del templo (Fig. 12). Se conserva la Capilla Abierta o Capilla de Indios, que aún puede verse adosada a la nave de la iglesia.

Laja, situada en el camino que va de La Paz a Tiahuanaco tiene una iglesia cuya planta se levantó poco antes de 1680; entonces se abre el espacio delante del presbiterio. La portada tiene un par de columnas salomónicas y cuatro relieves que representan monos y águilas bicéfalas, elementos que anuncian la aparición del estilo mestizo. Laja tiene dos airosas espadañas y una cúpula que conserva parte de su cubierta de azulejos de color verde intenso.

En la diócesis de La Paz se elevaron numerosos templos en el siglo XVII, fuera del de Copacabana, así tenemos el del Peñas. La iglesia es recordada porque frente a ella murió descuartizado Tupac Katari, que conjuntamente con el cuzqueño Tupac Amaru lideró el levantamiento de 1781.

Mucho más importante es el templo de Jesús de Machaca, situado en la región de Pacajes (Fig. 16). Su iglesia es de nave única con cúpula sobre el crucero. La portada lateral es sobria y la portada de cabecera se decora con dos máscaras de inspiración preco-