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Sociedades aldeanas y la emergencia del poder político y religioso

el tiempo. Las representaciones abstractas se relacionan con cúpulas o tacitas que, en algunos casos son contemporáneas con las naturalistas.

Sociedades aldeanas y la emergencia del poder pol t ico y religioso

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El periodo Formativo caracterizado por formas de vida más sedentarias y aldeanas se inició hacia el 2000-1800 a.C. El paso hacia estas nuevas formas de vida implicó un proceso gradual, no siempre homogéneo. Existió un tiempo largo en que hubo grupos más sedentarios, mientras que otros mantuvieron formas de vida más móviles, relacionadas con estrategias de subsistencia y de acceso a diferentes nichos ecológicos.

Las aldeas más tempranas estuvieron situadas cerca del lago, próximas a áreas de campamentos antiguos, asociadas a fuentes de agua y terrenos con potencial agrícola. Estas asociaciones indican importantes continuidades entre poblaciones arcaicas y formativas y que las formas de economía se compartieron en gran medida.

El desarrollo regional durante el periodo Formativo

Durante el Formativo Temprano, las sociedades conformaron pequeñas aldeas cuya economía se basó en fuentes estables de alimentos como la agricultura y horticultura, la explotación de recursos lacustres o ribereños y el pastoreo. Tuvieron una densidad demográfi ca mayor a la de sus antecesores y probablemente una noción más desarrollada de territorio. En estas pequeñas aldeas se encontró restos de la primera cerámica fabricada en la cuenca sur del Titicaca conocida como Tradición Pasiri, hacia el 2000 a.C. Esta tradición se distingue por una cocción pobre, la falta de engobe y una cantidad importante de inclusiones de fi bra vegetal y arena gruesa. Se fabricaron ollas con bordes gruesos así como jarras más delgadas. Existe, en una menor proporción, una cerámica más fi na, con mejor cocción, con inclusiones de arena, a veces pintada con rojo.

Estas sociedades produjeron una industria lítica importante cuyas materias primas como la obsidiana o el basalto fueron foráneas. Estas materias se obtuvieron a través de circuitos de intercambio a larga distancia y de re-

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giones que se hallaban a varios días de camino desde la cuenca como Arequipa, los valles de La Paz y Oruro.

Uno de los asentamientos tempranos bien conservado de este período es San Bartolomé-Wiscachani, una colina, al sur de pueblo de Juli. El sitio tuvo una ocupación arcaica que fue seguida, durante el período Formativo, por la construcción de terrazas que albergaron estructuras domésticas. Las terrazas cubren gran parte de la colina y llegan a un área abierta en la cima de esta donde se encuentra una depresión circular de varios metros. Cercana a ella se encuentran petroglifos: un círculo concéntrico y un rectángulo con una línea que lleva al círculo, así como un tipo de cúpulas o tacitas. Stanish interpretó el círculo como una colina y la línea como un camino, sugiriendo la representación de un camino ritual desde un templo hundido hasta una colina. Dos de las tacitas se alinearían con el pico nevado más alto de la cordillera Oriental. Estas podrían ser las evidencias más antiguas de comportamientos rituales de las sociedades aldeanas tempranas en la cuenca del Titicaca.

Entre el 800 a.C. y el 400 d.C., el Formativo Medio y Tardío en la cuenca sur, se produjeron fuertes dinámicas económicas y sociales que permitieron la formación de sociedades complejas. Gracias a un crecimiento demográfi co sostenido, los asentamientos humanos incrementaron su cantidad y en muchas regiones la población se hizo numerosa. En este contexto, comenzaron a surgir grupos de individuos ambiciosos en busca de prestigio y poder. A través de una serie de estrategias de control ideológico persuadieron a la gente de dar parte de su fuerza de trabajo para producir excedentes agrícolas y construir monumentos públicos. El control de redes de intercambio a larga distancia permitió obtener bienes y materiales exóticos que fueron redistribuidos entre la población durante ceremonias religiosas cargadas con un fuerte componente político e ideológico. La gente participaba de estos eventos por las ventajas que les reportaban y porque, a través de ellos, se sentían parte de una comunidad.

Las sociedades de la cuenca estuvieron políticamente organizadas a distintas escalas pero compartiendo códigos culturales comunes que permitieron una interrelación fl uida entre poblaciones. La tradición religiosa Yaya-Mama articuló una serie de valores comunes que se manifestaron a través de patrones iconográfi cos y constructivos similares (Fig. 2). Algunos elementos que defi nen esta tradición son: los complejos de templo-almacén, como los de Chiripa, al sur y más tarde Pucara al norte; esculturas en piedra con imágenes sobrenaturales asociadas con los templos, especialmente aquellas que representan seres antropomorfos con los brazos cruzados sobre el pecho, asociados a seres terrestres y acuáticos como serpientes, camélidos, peces, sapos, con características sobrenaturales; parafernalia ritual que incluye trompetas o sopladores de cerámica con decoración incisa y modelada, así como incensarios ceremoniales con motivos geométricos que acompañan a felinos modelados. Dentro de la iconografía sobrenatural resaltan las cabezas con apéndices radiados y personajes con el ojo verticalmente dividido.

La tradición Yaya-Mama tuvo formas estandarizadas de una ideología religiosa incluyente como las esculturas. Sin embargo, aún dentro de esta estandarización existió una variabilidad regional y local en las representaciones relacionada con

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Fig. 4. Templete de Ch′isi en la península de Copacabana.

formas de expresar elementos de identidad de los distintos grupos que compartían estas prácticas político-religiosas (Fig. 3).

Las poblaciones estuvieron sobre todo asentadas en la base de los valles, cercanas a las orillas del lago, donde practicaron una agricultura en camellones o campos elevados de cultivo, así como en terrazas. Las distintas entidades políticas de este periodo, asentadas alrededor de la cuenca, tuvieron una organización similar que les permitió interactuar y competir entre ellas buscando prestigio y poder para expandirse. Entre las formas de competencia estuvieron el ganar prestigio a través de la construcción de centros ceremoniales junto a la creación de ideologías atractivas, alianzas, confl ictos o incursiones, o control de redes de intercambio.

Existieron centros regionales donde residían las elites de distintos grupos políticos que se distinguieron por sus complejos ceremoniales. En general ellos se encuentran en colinas sobre las que se construyeron plataformas artifi ciales y en la cima o un sector alto se hallan las estructuras ceremoniales cuyo principal rasgo es un patio o templete hundido (Fig. 4). Algunos de estos centros en la cuenca sur fueron Chiripa, Kala Uyuni, Ch′isi, Santiago de Huata y Titimani.