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La colonización del territorio
Para entender este largo proceso de desarrollo cultural con importantes dinámicas de cambio y continuidad, es preciso remontarse a los inicios del poblamiento humano en la región, considerando sobre todo la cuenca sur del lago, territorio donde surgió Tiwanaku, el único Estado prehispánico conocido en la región. La secuencia cronológica establecida para la cuenca del lago y particularmente para la parte sur, presenta cinco períodos prehispánicos: Arcaico (8000-2000 a.C.), Formativo (2000 a.C.-500 d.C.), Horizonte Medio o Tiwanaku (500-1000 d.C.), Intermedio Tardío (1000-1450 d.C.) y Horizonte Tardío o Inca (1450-1535 d.C.).
Los primeros grupos humanos en ocupar la cuenca del Titicaca fueron cazadores recolectores que habitaron en regiones más bajas que el altiplano y que, una vez que se retiraron los hielos, exploraron estos espacios en busca de recursos y oportunidades. Al no ser sedentarios y tener una alta movilidad relacionada con una economía de explotación de recursos diversos, estos grupos establecieron campamentos temporales y semipermanentes en las distintas zonas ecológicas de la cuenca. Así se privilegiaron las cuevas y abrigos rocosos en las serranías, mientras que en las pampas y bases de valle se ocuparon lugares sobre terrazas aluviales cercanas a los ríos.
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La caza de camélidos y cérvidos, además de animales menores, junto con la recolección de plantas, semillas y huevos de aves, fueron importantes para la subsistencia de estos grupos, a lo que se sumó el desarrollo de la pesca. Estas actividades se vieron complementadas por la explotación de rocas para la fabricación de instrumentos como puntas de proyectil, raspadores, raederas y buriles que sirvieron para distintas actividades.
Entre el 4000-2000 a.C. durante el Arcaico Tardío las formas económicas de estas sociedades cambiaron. La constante movilidad entre distintas zonas ecológicas produjo un intenso conocimiento del medio, los cambios estacionales y las conductas de plantas y animales. Estos conocimientos permitieron un proceso muy largo de semidomesticación y, fi nalmente, de domesticación y control pleno hacia el 2000 a.C. Las evidencias arqueológicas indican la presencia de camélidos domesticados en aldeas semipermanentes, así como el cultivo de tubérculos como la papa y la oca, leguminosas como el tarwi y granos como la quinua, hacia fi nes de este periodo. La interacción entre distintas regiones se produjo a través de rutas que articulaban la cuenca con otros territorios. Por estos circuitos de trashumancia y de intercambios se movieron bienes como la obsidiana de Arequipa, entre, muchas otras cosas.
Estas poblaciones desarrollaron una cosmología y concepciones sagradas vinculadas con el medio, especialmente las montañas y los animales. Parte de ellas fueron plasmadas en manifestaciones rupestres, en abrigos y paredes rocosas. Se hicieron representaciones de motivos abstractos y naturalistas, destacando los camélidos; estos aparecen en movimiento, en grupos, asociados con fi guras humanas esquematizadas. Cérvidos y felinos suelen aparecer juntos, sugiriendo que, el concepto del felino como guardián de aquellos, tiene raíces profundas en
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Fig. 2. Lápida chiripa de estilo Yaya-Mama.
Fig. 3. Estela del Rayo, Tradición Yaya-Mama.