Nínive, Pompeya, Agadez – Aya Yokomashi

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Nínive, Pompeya, Agadez

Aya Yokomashi

Nínive, Pompeya, Agadez

Aya Yokomashi

Traducción del japonés y epílogo:

Clara María Sato

Edición y diseño:

G.D.J.

Nínive, Pompeya, Agadez de Aya Yokomashi se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-

NoComercial 4.0 Internacional.

Nínive, Pompeya, Agadez

⼜を開けて始めよう、⼀⾔ ⼀⾔、私たちをシナプスのつ ながりの中に散らばった

城を探す無形の測量⼠の⼈ ⽣に⼊り込むために。この崩れ

やすい⼩説の⽂字を⾒分けるのは

なんと難しいことか。私の歩みのどれ が⼀⽂字で、次の⽂字がテーブルク ロスにこぼれたアルコールの暗いシ ミなのか、それとも嵐の中で電柱に

Yo misma soy sólo

otra coma en los manuscritos de mi memoria, apártame y despeja uno de los muchos firmamentos alrededor de la catástrofe.

Tras tantos siglos:

¿A qué sonaban las carcajadas?

¿Qué símbolos no pudieron compartir las palabras y la vida?

¿Y no se escuchaban todas esas cosas como los chasquidos de los fugitivos atravesando charcos?

失敗した⾃然の古い腕が、 その彫像を⼤理⽯の呼吸へ

と優雅に運び、千の空の壺や⽔差 しの反響を増幅させる。 まるで私たちを盲⽬にしたフ レーズの途中で⽌まった⽂字の

ように、無秩序な嵐を夢遊病のよ うに通り抜ける。太陽は最も寂しい 通りを無⾔でさまようティレシ

アスであり、最も完璧な円は 彼の引き裂かれた体である。

Las fiestas confunden sus manos con algunas selvas.

Vendrán algunos ramajes a abrazar las últimas olas que llovían sobre los manteles y las sillas y las copas medio llenas y los tenedores y los platos.

Ellas traían también un acorde del otoño.

Algo de las acequias que se sentía solamente en las últimas sílabas de una palabra con la que no dábamos nunca.

Rebotan los balones como corazones que todavía laten dentro del pecho de un cadáver. Se han amontonado tantos, que la tierra consume también nuestros colores.

暴⾏されたフィロメナは 砂漠で叫び、その叫びを抑え きれないほど砂漠は短くな る。ペネロペは戻りたくない全 ての⼈を導くために光を編む

Por las noches en las barricadas se escucha el insomnio del agua,

mil ojos ciegos, mil ojos polifónicos;

el futuro deja sólo en nuestras pestañas un poco arena.

¿Con qué colores estará obsesionada la oscuridad?

¿Qué formas describen los museos del polvo?

¿Con qué manos vendrán ellos por fin a incendiarnos?

⽔のリュートを取り出し、

私の⾎の笛を奏でる森に伴い なさい。落ち葉のパチパチ⾳は、私 たちがまだ翻訳することを学んでいない 祭りのざわめきであり、それが私たちのすべ ての灰とともに私たちを書き写します。しか

し、荒廃は私たちの⼼の最後の頂点で はありません。沈没⼨前の船のように ⾔います。誰も私が消えるのを ⾒ることのない橋を時計の⾧針がも

Sigo con mi pulso países que no sé hacia dónde avanzan, mi pulso es también la balanza con la que peso sus penumbras más negras, sus pastizales incendiados, sus hospitales son un mi párpado caído.

La plaza descubre matices menos humanos, conforme pasa el tiempo. Cuando ya no estemos los forasteros pensarán en nuestra arquitectura como en plantas enfermas, dirán: “los edificios son narcisos que crecieron muy mal”

⼤粒の雹が空中に残す⾜跡 窓を閉めようとはしていない

亡くなった者の⾜⾳が点滅し、聞こえる ⾎が私のレンズに⾶び散る⾳を 今夜、誰も⾒えない 私の⽿は、天井から垂れ る滴だ 霧が、ただ⽔平線に触れる 場所に近づく

空は、涙を流す者たちの 裸を持っている

そして孤独の⼝は、さよ ならを告げるのをやめたとき

Separa las páginas de la serena huerta de tus inviernos sonrientes, y en las sílabas que la naturaleza dispersa en los párpados de los bastardos, un molino es un ojo tuerto.

Esta molinera solitaria: la muerte, ciega y lenta gira una manivela, siempre insomne recita hexámetro donde soy sólo un espacio en blanco entre palabras y palabras,

これらの⽂字は私の⼿の涙です。

あなたの考えが⼭々に⾵を 残す

そして私の⾜⾳があなたの 視線のどこかで響きます

夜は彫像の⽬だけを触れることができます

そして海は私の唇で砂に書かれたすべての⾔葉を感 じます

⾬のため息があなたの笑いで鳴ります

私の声が霧の⾜跡を動かします

Una iglesia bastarda nos ladra, y el reloj en tu voz busca el sol y borra los dos rostros de un teatro guiñol.

Esta ceiba de cerámica

era amiga de tus pálidas bugambilia,

una vigilia lluviosa, un níspero de prosa

¿y qué indecisas vendimias dicen tus pecosas espinas?

¿quiénes esperan en los espejos?

Irene dibuja un demonio en tus cejas; nos habla la lluvia entre los cerezos,

雲は黙ったままの⾬です

私の記憶の⼀端で⾵が聞こえます

私たちの髪を決して乱さなかった⾵が

煙は亡くなった者たちの涙です

遠くで船が霧をあなたの⽬に運びます

波は太陽の真ん中に灰を残します そして岩々には川の⾳が聞こえなくなります

“Antes era una gitana, y otra vez la vimos hacer vitrales para un hospital ¿y qué filamentos cuentas ahora en los luceros?”

Tu sombra ya no cubrió estos arbustos, este bonsái, en cuyo tronco

tallaste un símbolo etrusco. Entre tanto la hierba, entre tanto el corazón del mundo es un tigre ciego, ¿y quién canta con mis uvas podridas en la boca?

Sonreíamos como una pintura muy antigua

y quién sabría por dónde pasan los abismos de tu sangre.

¿No es, para los muertos, río y mar un mismo latido?

Estos encendidos restaurantes a orillas del mar, estas estrellas que borró para siempre el humo.

Mis nudillos son cicatrices de una llanura.

Estas cicatrices circulares que llamo mi rostro.

Nuestros conceptos son apenas una triste península:

una escuela a orillas del mar, que desenterraron un día las olas.

Esta sangre seca se lleva tus palabras.

A través de un desfile de bicicletas, perdí el mundo y nuestros rostros.

El mundo se acerca a mi rostro como a unas iglesias en ruinas.

En estas máscaras nunca ha habido nadie y para volver a los ojos de los caballos ¿quién corre entre mis cicatrices?

En estos arpegios nadie sabe mi nombre.

Dibujas el incendio que se llevará mañana nuestros bosques.

¿Por qué? ¿A quién le hablo?

¿Y quién responde con retinas

llenas de tordos que se van?

¿No sabes que ya no significa nada esta disciplina?

De tu ventana cayeron unos vasos, iban llenos con nuestras cenizas y amapolas.

A ti te llamaban las ciénagas y las pendientes también te buscaban pero era más sorda nuestra esperanza, esa anciana loca, ese retrato inmarcesible donde sonríe el sol por cuantas pirámides cruzan tus manos.

Tus desayunos con bandidos a mitad de todos los caminos:

No queda un solo camino en el que no haya un forastero.

Se desdibujan con tu nombre los archipiélagos y estas montañosas tardes, donde me dispersaba como un puñado de libélulas.

Estos espejos guardan bosque y abyección, me atan todas las raíces putrefactas del mundo, una máscara triste que guarda todos los invernaderos y esta niebla ¿no eran tu verdadera voz?

Tus manos raídas: tantas cicatrices se han vuelto hierba.

Entre los muertos, y ese sol que es el olvido, plantamos estas ceibas, y recuerdo

todas las macetas que arrojamos a las estatuas de estos dioses, que no sabíamos cómo se llamaban y tampoco nos importaba, eran estos lagos una sonriente máscara, una indecisa primavera que lloraba como la guerra y la noche.

Qué frío, y el mar une tus balsas insomnes, Ana,

el sol recoge tus sílabas como amaranto,

morir, qué liebres reflejan en sus ojos estas islas,

¿risas? rompe tus prismas en tus manos; el mar…,

Yokomashi

A los 18 años, Aya Yokomashi (1934-1986) estuvo entre la primera centena de mujeres aceptadas en las Fuerzas de Autodefensa de Japón.

Cumplía funciones administrativas en el ejército, cuidaba gallinas en su casa, y escribía poemas, así como breves ficciones. Nunca se casó, y para ella los astros leían en el suelo una escritura antigua; una amiga suya relata: “Aya solía ir cabizbaja por la calle y murmuraba cosas como: en esa grieta dice fotografía, y allá entre los grillos el sol lee la palabra medicina.”

Nunca publicó en vida sus poemas, pero tampoco los tuvo escondidos en un cajón. Juntaba varias hojas manuscritas y las enviaba como cartas a gente desconocida. Casi todos devolvían los poemas, pensando que se habían enviado a una dirección equivocada.

Todos sus libros llevan nombres triádicos: Nadie, quién, yo; Noche, trabajo y Salomón; Hexágonos, acaso, marzo. En 1991, la editorial Schinchosha publicó una breve antología de su obra, volumen que, a la fecha, no ha visto ninguna reimpresión, pero es considerado una rareza entre los lectores de poesía de Japón.

Algunos lectores aficionados a su obra han indagado sobre la vida de la poeta. Se sabe que no murió en Japón, aunque ignoramos aún dónde pasó sus últimos días.

Al fondo de sus poemas revolotean los funerales del sueño, y la vigilia aparece tal como es, sin propósito definido.

En los medios expresivos de la novela del siglo XIX, halló las asimetrías y disonancias que acompañan todo destino humano. Pasó de imprecisas pinceladas a pedirle explicaciones a las ciudades destruidas.

Con intensos acentos púrpura, llevaban sus estrofas un tordo. Paradójicamente, los sustantivos eran unos pálidos puntos de colores: “el mundo resiste / en cada uno de los renglones / de la amnesia”.

“Siempre vemos la muerte como

a través de los arbustos”, repetía una y otra vez, de acuerdo con el testimonio de alguien más.

México 2024

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