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La editora viajera

F i o r e r a a r b á B E m i g r a n t e s . d e S h a u n T a n ,

Se puede ver el libro álbum como una resistencia contra la aceleración del tiempo sintomática de nuestra época.

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Leer como Resistencia

Presente en todos los países del mundo, el libro es una herramienta poderosa y controvertida. Dependiendo de su uso, puede verse como un instrumento de propaganda o de liberación, un objeto de constreñimiento o de placer. Darse tiempo para leer, desarrollar una cultura del libro, permitir la libertad creativa y aceptar todas las formas de leer, son algunas de las expresiones de resistencia que derivan de la lectura.

El pasado mes de diciembre estuve trabajando como mediadora en la feria del libro de niños más grande de Francia, en Montreuil. El tema elegido para esta última edición fue el elogio de la lentitud en la literatura infantil. La idea de la exposición era mostrar que el libro álbum se puede ver como una resistencia contra la aceleración del tiempo sintomática de nuestra época, desde su creación hasta su lectura. De hecho, el proceso de creación de los libros para niños necesita generalmente más tiempo que un libro para adultos, alrededor de un año. Su lectura, doblada por la presencia de las ilustraciones y dirigida tanto a los niños como a los adultos, requiere también tomar su tiempo para disfrutarlo y ofrecer a la imaginación el espacio suficiente para desarrollarse.

Sin embargo, al pronto, el acto de leer no parece tan revolucionario o amenazante para el orden público. En la infancia, el gusto por la lectura empieza

con un contacto regular con los libros y la imitación del comportamiento de los adultos. Es el resultado de una estimulación por parte de los adultos. Durante mis viajes a través de distintos países del mundo, me fascinó notar las diferentes percepciones de la lectura. Por ejemplo, en Marruecos la lectura se puede ver como un acto de oposición a la cultura, a la sociedad y al poder político marroquí. Marruecos tiene una cultura muy colectiva en la que priman las actividades que se practican con la familia y los amigos, y por eso se podría decir que leer -algo que uno hace en soledades visto como un acto antisocial.

Si a esto agregamos que su idioma es más oral que escrito, que los libros son caros y que sobre todos los libros importados hay censura política, concluiremos que leer en Marruecos exige un esfuerzo mayor, una resistencia a su propia cultura y a su propia educación. Recuerdo una vez a una profesora que vino a ver los libros a la editorial y que, mirando un libro álbum que se leía de arriba a abajo, dijo: “No voy a comprar este libro, no es un libro normal”. Su falta de contacto con libros en general, limitó su definición de lo que era este libro en particular. En Marruecos hay pocos libros con imágenes, a veces piensan que el único libro es el Corán.

Por otro lado, el libro infantil es un objeto de resistencia porque ofrece un espacio de libertad y de creación donde todo puede ocurrir. En Francia, un creador actual muy famoso, Gilles Bachelet, relata en su álbum Mi gatito es el más bestia la historia de todas las tonterías que hace su gato. Lo original de su propuesta es que, a través de las ilustraciones, descubrimos que su gato es en realidad un elefante. La presencia de los dibujos da otra perspectiva a la historia, como una prueba de su veracidad. Por eso no es sorprendente que los grandes nombres de la literatura infantil mundial del siglo pasado fueran creadores disruptivos: Maurice Sendak, Tomi Ungerer, Roald Dahl o Astrid Lindgren. Todos propusieron aventuras de niños fuertes e independientes, muy alejados de la imagen del niño ideal, calmado y obediente. En sus libros, los niños se enfrentan a todos los monstruos, a todos los bandidos y, sobre todo, a todos los adultos. Una resistencia de ficción que permite a los chicos desarrollar su propia personalidad y sus propias opiniones.

“En los libros, los niños se enfrentan a todos los monstruos, a todos los bandidos y, sobre todo, a todos los adultos.”

En su afiche Ricerca della comodità in una poltrona scomoda el diseñador italiano Bruno Munari propone una visión de la lectura infantil como una lectura en movimiento, una lectura activa. La lectura pide la atención completa de los niños (y de los adultos) para entender la lógica del libro. Sobre todo con los álbumes, que son tan diversos en sus formas y que tienen sus propias reglas de lectura (o ausencia de reglas), a veces difíciles de entender. Hay libros demasiado grandes o pequeños que no encajan en ningún estante como El álbum de Adela de Claude Ponti, libros que se manipulan como rompecabezas, libros que se burlan de las nuevas tecnologías como Un libro de Hervé Tullet que parece una tablet con páginas. Recién vi también un libro de Sarah Cheveau que se convierte en una camiseta cuando el niño lo corta.

Definitivamente, el libro álbum infantil se resiste a la visión habitual que tenemos de la lectura. Otro ejemplo de la resistencia del libro álbum en su lectura son los libros silenciosos. En Portugal, un país donde el libro álbum suele ser muy gráfico, fui a visitar a la editorial infantil Pato Lógico que publica muchos libros silenciosos (sin texto). Como no hay un mercado real en Portugal para los libros silenciosos, me sorprendió la decisión de la editorial de enfocarse en este tipo de libros más universales (se venden muy bien en el extranjero), pero menos comerciales.

Al final, la lectura se transforma en un acto de resistencia cuando se sale de las normas, ya sea en la manera de leer o en los contenidos que plantea. Si un niño desarrolla el hábito de leer, va a construir su propia identidad de lector y va a descubrir y afirmar sus gustos y su personalidad. La lectura le acompañará durante toda la vida, en su desarrollo personal y su emancipación.

Noémie Belanger, máster en Edición por la Universidad de Paris X, y exploradora de LIJ por el mundo.

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