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Tema: La resistencia en la literatura infantil
from La pieza secreta 2
Y LA ESCUELA, ¿PARA QUÉ?
Las escuelas son espacios de “normalidad” en los que podemos observar cómo se concibe el mundo, cómo funciona, qué se valora y quiénes tienen importancia en él. Hay tres libros álbum contemporáneos -El niño más malo del mundo (Dinamarca, 1992), El niño cuervo (Noruega, 1983) y Soñadores (España, 2016)- cuyos protagonistas son niños y niñas que oponen resistencia a esa “normalidad” escolar impuesta por los adultos, y lo hacen a través de conductas que son calificadas como “desobediencia”, “mala educación”, “rareza” o “evasión”.
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MENTIR
El protagonista de El niño más malo del mundo, de Kim Fupz Aakeson y Rasmus Bregnhøi, se llama Ildefonso Alonso y viste de marinero. Es obediente y servicial, pero no puede mentir. Y como se resiste a decir lo que los adultos quieren escuchar, se transforma en un niño maleducado, el más malo del mundo. Cuando visita a su tía, no finge que lo que come le gusta, sino que dice que la comida sabe a peo y caca. La tía llora, se cubre los ojos para no ver que Ildefonso Alfonso se ha puesto verde y se tapa la nariz. La mamá, con cara de espanto, tampoco puede mirar de frente y dirige su mirada al papá, que incómodo se abre un poco el cuello de la camisa para poder morderse mejor la lengua.
Ildefonso Alonso arruina ocasiones especiales y eso es un problema. Rostros de adultos enojados -sus papás, su tía- rodean al niño, y varios dedos índice lo apuntan y acorralan. Tanto es el malestar que genera su honestidad, que sus padres ahorran para que estudie en una escuela de prestigio que le enseñará a mentir “como la gente”. La escuela de mentiras es un edificio blanco, de diseño clásico, y en el frontis está inscrito su lema, un hombre con el dedo sobre los labios ordenando silencio: ¡SHHH!
En su nueva escuela, el profesor de Mentiras entrega a Ildefonso Alonso, y a todos los otros niños, una manzana roja con la que deben practicar a decir que es verde. Los que lo hacen, reciben comida y palmoteos en la espalda, pero a Ildefonso Alonso le cuesta mucho, no entiende, le asusta el profesor, su dedo filudo y amenazante, y llora. Pero, finalmente lo consigue, la escuela le enseña a ser “muy bien educado”, es decir , a mentir bien. Ahora puede mostrar orgulloso su manzana roja en la mano y decir, convincentemente, que es verde. Ahora puede agradecer con entusiasmo regalos que no le sirven ni le interesan. Ahora puede agradecer la comida con sabor a peo y caca.
Y ahora, los adultos emocionados por lo bien que ha aprendido, lo premian con dinero y cosas que secretamente desea. “Parece que conviene ir a la escuela”, concluye Ildefonso Alonso, una escuela que no parece interesada en enseñar a leer el mundo y a vivir en él, sino más bien en perpetuar la norma.
El niño cuervo también relata la historia de un niño que debe adaptarse a la escuela. En su primer día de clases, Poroto, el protagonista, no quiere entrar a la sala. Nadie lo conoce y tiene que ser entrado a la fuerza por su profesor. Poroto es chico, tan chico que nadie lo ve. Él prefiere mirar por la ventana y estar entre los árboles y sus amigos animales. A la escuela va obligado, por lo que busca formas de sobrevivir el día a día en los recreos y clases. Poroto prefiere mirar por la ventana y sólo él parece notar lo que sucede en su entorno, quizás por eso su profesor y compañeros no lo quieren y lo ven como “anormal” en una escuela de Harald Nordberg, de El niño cuervo . Gyldendal “normales”. Poroto está solo, como los animales que pasan frío en el invierno.
La llegada de la primavera trae a Mario, un profesor distinto. Los niños notan cosas “extrañas”, como que usa calcetas a rayas o que puede saltar a la cuerda. Con este nuevo profesor, salen al bosque. Mario se sienta, los observa de cerca, pero sin intervenir cuando corren hacia los árboles, se abrazan o recogen flores. Los niños se sientan en círculo, conversan. Mario busca que aprendan al aire libre, a través del dibujo y la observación, y aprecia los conocimientos que Poroto trae a su sala. Los dibujos de cuervos de Poroto son tan buenos que los expone en el pasillo de la escuela.
En el acto de fin de año, Poroto presenta gritos de cuervo, muestra que los cuervos tienen mamá y papá, que se ríen cuando están contentos, que sus gritos son distintos al amanecer o cuando dan malas noticias. Como si estuviera posado sobre la copa de un árbol viejo, Poroto deja que un grito de cuervo salga de su ser más profundo. Y entonces, la escuela en la que Mario ha trabajado durante la primavera, también florece. Ahora todos pueden

ver a Poroto, el niño cuervo. Los padres, hasta ese momento ausentes, aplauden entusiasmados. También sus compañeros y compañeras aplauden, todos se unen al reconocimiento. Y es a partir de entonces que valoran lo que Poroto sabe y comienzan a llamarle “niño cuervo”, un apodo que parece gustarle.
El libro del noruego Harald Nordberg es una versión occidentalizada de Crow Boy (1955), cuento del autor e ilustrador japonés-norteamericano Taro Yashima. Pintor y profesor de arte, Yashima creó este relato, de carácter autobiográfico, para enseñar a su hija pequeña acerca de su infancia en Japón. Crow boy fue además el primer libro que se publicó en los EE.UU. después de la segunda Guerra Mundial con un niño japonés como protagonista. La historia recontada por Nordberg se realza por sus ilustraciones frescas y cálidas y por la interesante conexión entre las palabras y las imágenes.
SOÑAR
En Soñadores, el cantautor catalán Albert Plá y el dibujante argentino Liniers crean una escuela escondida en medio de la nada en la que niños estudian cuando sueñan, y sueñan cosas tan disparatadas, que es imposible estudiarlas. Aunque todos usan uniformes, cada uno tiene diferentes sueños y cualidades. Niños y niñas levitan despiertos imaginando viajes, aventuras, amistades con animales e irreverencias como
tirar una pedrada al rey de España (representante de una institución tan anacrónica como la monarquía).
En esta escuela de ventanas abiertas, todos los sueños se resisten, de un modo u otro, a lo que hemos establecido en esta sociedad como normal o conveniente. También se sueña con adultos que tratan con cariño y respeto a los niños, que no los golpean ni retan. Al contrario que en la realidad, aquí los niños no ahogan sus sueños, sino que les dan espacio para que existan. Y la profesora no reprueba, sino que premia a los que sueñan porque ella también sueña, sueña con ser niña y bailar y cantar libremente.
Este universo onírico creado por Pla se refuerza y se hace más acogedor con las ilustraciones cálidas y líricas de Liniers. De la cabeza de cada niño sale al menos un sueño. Los sueños llenan todos los rincones y tienen diferentes rostros y expresiones. Hay sueños con sombreros o globos, sueños con cara de perro y otros sueños que los niños mantienen en secreto. La escuela escondida tiene adultos que se encargan de que no haya muros ni rejas. El texto agrega que clases y profesores no existen -en el sentido tradicional- para que los niños y sus sueños puedan desarrollarse. Se muestra así una actitud de resistencia a la imposición de la escuela convencional que homogeniza.

RESISTIR

Liniers, de Soñadores. Takatuka
En los procesos educativos, a lo largo de la historia, los adultos han tenido el papel de formación de los sujetos, considerados menores, y la tarea de estos ha sido dejarse formar para lograr ser aceptados y “útiles“. El niño más malo del mundo, El niño cuervo y Soñadores son tres libros que muestran diferentes tipos de resistencia infantil frente a la opresión de este modelo de educación. Y sus resistencias no son infundadas ni caprichosas, hay un razonamiento, una postura, detrás de cada una de sus conductas. Más importante aún, los libros presentan niños y niñas como sujetos críticos y complejos, con mundos propios legítimos que deben ser reconocidos, pero que en la institución tradicional escolar no tienen cabida o son anulados. El poder de los tres relatos está en que a través de la ironía, la sensibilidad y la poesía, logran que el lector sea crítico de las conductas adultas y empatice con las experiencias de los niños y niñas, abriendo así una puerta a la esperanza de un cambio.
Ximena Galdames es educadora de párvulos, docente de la Universidad Diego Portales y PhD en Estudios de Primera Infancia.