Mensaje 16 de Julio - Pedro Susz

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SR. PRESIDENTE EN EJERCICIO, SEÑOR PREFECTO, SEÑOR ALCALDE, ASAMBLEISTAS DEPARTAMENTALES, COLEGAS CONCEJALES, DISTINGUIDOS VISITANTES LLEGADOS DE DEPARTAMENTOS HERMANOS, PERSONALIDADES E INSTITUCIONES QUE ACABAN DE SER GALARDONADAS, AMIGAS Y AMIGOS Justamente no he querido limitarme a pronunciar algunas palabras de circunstancia. Les propongo, por el contrario compartir algunas reflexiones acerca de nuestro hacer y del modo de hacerlo. Llegamos a una nueva celebración del 16 de julio, fecha siempre propicia para actualizar el mensaje liberador de Murillo y sus compañeros, así como el de Tupac Katari y sus combatientes, esto es para recordar aquella epopeya inaugural de la Independencia de América Latina, no con un sentido arqueológico ni tampoco para reducir la conmemoración a un ritual protocolar o a la algarabía circunstancial. Es, debe ser, una motivación propicia para repensar la libertad en su sentido esencial: como autodeterminación individual y colectiva, vale decir como ejercicio incesante del derecho primario a darnos nuestras propias leyes y normas en el ininterrumpido tejido dialogante de la comunidad y sus autoridades electas, a fin de construir una convivencia articulada en torno al bien común. Ejercicio que deshecha el cálculo inmediatista y el juego confrontacional para privilegiar las apetencias de reproducción del poder por el poder mismo, malentendiendo que el poder implica el privilegio en lugar de suponer el servicio desde el mandato que viene del voto, concebido a su vez no como el ejercicio episódico de una democracia formal sino como el momento fundacional ininterrumpido de la relación horizontal e interpeladora entre mandantes y mandatarios. En el marco de la mundialización del capitalismo informático, esa mal llamada globalización, la gestión local no puede ser sino el ejercicio perseverante y constitutivo de una doble mirada. De una parte hacia la gente, a nuestra comunidad, y a los sueños comunes, tanto como a las rispideces del cotidiano. Por otra parte hacia el tiempo que nos toca transitar: el de una crisis civilizatoria signada por el descreimiento


generalizado en las utopías, tan necesarias empero para mirar más allá de del horizonte estrecho de lo inmediato. Este es también el tiempo de la colonización de las conciencias, del reemplazo de la coacción tradicionalmente definitoria del poder concebido como delegación, por la seducción del poder constituido valiéndose de la tecnología comunicacional, ergo del poder de los medios, para concitar la adhesión acrítica del consumidor absorto, entrampado en la obsesión del tener más dejando de lado el ser más a partir de un sentido de la solidaridad y provecho general en tanto objetivo primordial de la vida en comun. Estamos persuadidos que el ejercicio recién mencionado nos impele a consolidar los espacios y mecanismos participativos así como a ensancharlos y profundizarlos. Me refiero a la participación entendida asimismo en un doble sentido, como corresponsabilidad en la construcción del destino compartido y al mismo tiempo en tanto retroalimentación crítica indispensable para aquel ejercicio constitutivo que corre el riesgo de naufragar en el autoritarismo no bien se confunde, por lo general con premeditación, la participación con la cooptación de la sociedad organizada cuyas potencialidades representativas mutan en el prebendalismo dirigencial para bloquear cualquier atisbo de verdadera democracia, que no puede ser cosa distinta, decíamos, a la democracia participativa. El 16 de julio es asimismo propicio para reconocer el heroísmo del heladero, del fotógrafo de cajón, del afilador, del lustracalzados o del voceador que canjearon su infancia por la responsabilidad de aportar al sostenimiento de sus hogares, el heroísmo de la c’atera también, y el del del aparapita, del o la joven trabajador de día y estudiante de noche; del servidor público atenido a cabalidad al sentido del servicio; de la mujer padre y madre; del bordador de manos mágicas; del empresario con sentido de su responsabilidad social; del voluntario entregado a la tarea de aliviar las urgencias de quienes precisan solidaridad. En suma el verdadero heroísmo sin alardes ni aparatosidad de aquellos y aquellas que nos confiaron la


noble responsabilidad del trabajo para incluirlos en una casa común acogedora, amable, capaz de reaccionar con firmeza contra las afrentas a la dignidad humana. De estas últimas algunas reclaman movilizaciones impostergables, que actualicen sin demora el mensaje libertario en la práctica cotidiana: la brutalidad contra la mujer; la crueldad contra los niños, niñas y adolescentes; el torpe menoscabo del derecho de los adultos mayores a la devolución que les debemos como colectivo social; los escollos urbanos y los de los prejuicios contra los discapacitados; la negación del derecho a la libre opción sexual. No se trata de cuestiones cuya respuesta tenga carácter sólo individual, es en tanto comunidad que nos toca gatillar las acciones para enfrentar semejantes injurias a la dignidad básica. Inquietud primera, transversal de todos los sectores y estratos de nuestra comunidad, lo dicen de modo unánime encuestas y sondeos de opinión es la de la progresivamente creciente inseguridad ciudadana. Cuestión de extrema complejidad, cuya solución sería un desatino pensar en los términos tradicionales de una contestación meramente represiva. O, fincar la respuesta en el endurecimiento de las normas relativas al patente incremento del consumo de alcohol –con el riesgo adicional de convertir prejuiciosamente y en masa a los y las jóvenes en culpables obligados a probar su inocencia- trastrocando el precepto legal de la presunción de inocencia. En esta cuestión igualmente de extrema preponderancia, como en el asunto de la violencia, se hace urgente reflexionar acerca del papel de los medios de comunicación en la espectacularización de la violencia y, por ende, en su naturalización. Desde el Concejo Municipal promoveremos un encuentro con los directores y con los responsables de los medios para invitarlos a repensar su rol y función social. Tampoco se agota allí empero la ya señalada complejidad de una materia que, al igual que tantas otras, impone articular la integra participación ciudadana para enfrentarla, asumiendo cada quien los cometidos de su incumbencia. Sin dejar tampoco de lado las responsabilidades atingentes a


otras instancias tanto del gobierno departamental como del propio gobierno del Estado. La violencia, la inseguridad erosionan, demás está decirlo, las bases mismas de la convivencia, valga por ende la ocasión para demandar el concurso de todos y todas en la búsqueda de las respuestas ciertas y sostenibles que, por ejemplo, nos dispensen del más que dudoso honor, el oprobio en realidad, de haber sido en los primeros meses del año en curso el municipio con el mayor índice de violencia intrafamiliar y contra la mujer. Es también, el 16 de julio, marco idóneo para activar el desafío a pensar los modelos de progreso y desarrollo, de transformación de lo real existente, cuestionando los paradigmas impuestos, cuyo oneroso costo se advierte en la depredación del entorno, en el uso inmediatista de los recursos naturales para generar un bienestar de corto plazo que desatiende nuestra responsabilidad de cara a las generaciones que vendrán, a las cuales no podemos dejar libradas a la penuria de la escasez de los elementos indispensables para la vida misma: el agua, el patrimonio natural, el aire, la luz, el silencio. Comprender que el cuidado del medio ambiente no es responsabilidad secundaria, subordinada a otras urgencias, falsas en muchos casos, constituye un reto inexcusable que nos convoca a ese ejercicio de trabajar el presente mirando a cada instante el mañana como un espejo que nos regresa la imagen de lo que soñamos ser, más allá de los espejismos de un engañoso progreso fundado en la materialidad destructiva del tener ahora, de acumular los espejitos de colores que se nos ofrecen desde un modelo de acumulación condenado por la historia y por sus consecuencias. En este punto cobra especial trascendencia el rol promotor y articulador de la gestión local de cara a la interculturalidad concebida como diálogo entre las varias vertientes culturales que cohabitan en el compartido espacio geográfico, No se trata, claro está, de reducir la interculturalidad a la empobrecedora sinonimia con lo folklórico o suponer, erradamente, que el disfraz es lo intercultural. Se trata, por lo contrario, de rescatar los saberes y las cosmovisiones tradicionales para hacerlas parte de un modo distinto


de concebir la relación del sujeto con la naturaleza, dejando atrás de tal suerte la tramposa idea del aprovechamiento homicida, indiscriminado e impune de los recursos naturales que define el progreso y el bienestar cómo pura acumulación material. Volviendo con intención de síntesis sobre lo dicho: la libertad, la igualdad, la inclusión, el respeto a la diversidad se construyen todos los días en el trabajo con honestidad, con lealtad y mirando siempre al interés del común antes que a las apetencias individuales o corporativas. Nuestro homenaje entonces a La Paz rebelde e indómita; plural y diversa; abismal y erguida; caótica y creativa; lanzada empeñosamente al futuro y enraizada con obstinación en sus orígenes, en sus tradiciones. Tal es el verdadero modo de mantener viva la llama encendida en 1809 para que nuestra La Paz siga siendo paradigma de insubordinación contra las amenazas autoritarias, modelo de democracia participativa y plural, lugar de cobijo para las bolivianas y los bolivianos de cualquier origen, cultura, condición social, creencia, opción sexual. Fraterno abrazo, paceñas y paceños.


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