Discurso 20 de octubre 2018 - Pedro Susz

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Nos hallamos, cabe recordarlo una vez más, precisamente en el espacio donde hace 470 años se escenificó la colisión intercivilizatoria, momento inaugural de la empresa de imposición de una cultura advenediza sobre las culturas preexistentes a las cuáles se expulsó, o se intentó expulsar, de la historia mediante la negación, en oportunidades en forma brutal, de su validez como referente de aquel pasado que contiene también, quiérase o no, la cifra del presente y el futuro que es dable tramar únicamente sobre el cimiento de aquello que aquí estaba vivo y activo. A dicha injusticia, es pertinente insistir también, intenta poner reparo, en parte siquiera, el proyecto en curso de resignificación de la Plaza “Alonso de Mendoza”. Hace algunas semanas en oportunidad del conversatorio, a propósito del comercio en vía pública, gentilmente ofrecido ante el pleno del Concejo Municipal por uno de los galardonados en esta Sesión de Honor D. René Pereira Morató, este llamaba la atención hacia un dato a menudo pasado por alto cuando se encara el desafío de la planificación urbana. Tal dato refiere el imparable crecimiento en los últimos años de las ciudades de nuestro país a consecuencia, básicamente, de la migración interna campo-ciudad, fruto de la cual hoy por hoy cerca al 70% de la población nacional mora en las urbes. La mencionada presentación retaba a explorar un nuevo concepto del territorio, desbordando la idea reduccionista que lo aborda sólo en su connotación espacial para ampliarlo a la relación entre tal espacio y la actividad que en el mismo se lleva a cabo, para el caso el comercio en vía pública, pero de igual manera otros afanes de la vida citadina. Tales señalamientos me retrotrajeron a una idea que ya tuve oportunidad de exponer en anteriores eventos y la cual me gustaría volver a poner sobre el tapete en esta ocasión. Se trata de pensar el espacio público –urbano para el caso- no sólo como el lugar físico de las intervenciones apuntadas a reglar el tráfico,


las referidas actividades comerciales o las construcciones, sino esencialmente cómo el ámbito de encuentro entre los diversos afluentes culturales que nutren la identidad colectiva de las paceñas y los paceños. El lugar entonces del intercambio simbólico. Tal encuentro puede manifestarse en el modo de la interacción y el diálogo o en el del choque y el conflicto , en ambos casos entre múltiples cosmovisiones e ideas, entre ellas disímiles concepciones del espacio, y su uso, precisamente. Dicho de otra manera propongo, y asumo, el reto de pensar la ciudad más allá de las visiones tecnocráticas u obristas que conciben el desarrollo, o el progreso –nociones de sí puestas en entredicho- a partir de modelos calcados de aquellas premisas elaboradas en conglomerados urbanos adecuados tal vez a otras realidades, sumándonos de tal suerte a la corriente en boga que ha derivado, es una tesis desarrollada por el antropólogo francés Marc Augé, de acuerdo a la cual el mundo entero se va configurando en torno a lo que denomina “no-lugares” o espacios del anonimato. Lugares carentes de identidad, vacíos de historia y densidad antropológica, sitios de circulación y consumo, espacios efímeros de contacto circunstancial sin arraigo ni apertura a la comunicación entendida cómo intercambio de pareceres y no achicada al tamaño de 140 caracteres. Entre los denominados derechos de tercera generación se menciona con cada vez mayor insistencia el derecho a la ciudad ¿Cómo entender el derecho a la ciudad? ¿Puede reducirse esa facultad al derecho a la libre circulación, poniendo el acento en las cuestiones de tráfico y desplazamiento? ¿O es preciso concebirlo cómo el derecho a la identidad, el derecho a las costumbres culturalmente arraigadas? ¿El derecho a la cosmovisión propia de cada uno de aquellos afluentes que interactúan en el espacio común? En las difíciles réplicas a estas preguntas podrá eventualmente descifrarse, en virtud del diálogo intercultural, la respuesta integral al problema del espacio público para todos.


Las siempre renovadas tentaciones miméticas se expresan hoy en el concepto de la ciudad inteligente, subproducto por demás cuestionable de la divinización tecnológica concebida en el modo de una profecía autocumplida, dando por hecho que la siliconización del mundo entraña de manera implícita la presunta supremacía de la inteligencia artificial destinada a ocupar el lugar de la inteligencia humana. Tal el canto de sirena de la implantación extendida de redes y adminículos tecnológicos que instituyen una realidad virtual, donde la comunicación se halla exenta de compromiso afectivo alguno y se reduce al ejercicio pragmático de un contacto sin espesor emocional, apenas encajado en el molde de cierta cantidad de caracteres o palabras Transitamos, por lo demás, tiempos inciertos en lo que pareciera ser un nuevo episodio de la recurrente oscilación pendular propia en especial de la historia latinoamericana, la cual en sucesivos momentos pasó de episodios que parecían incubar las condiciones para el avance hacia los proyectos emancipatorios hacia su opuesto, la concepción imitativa de los modelos divulgados o impuestos desde el centro hegemónico. No es empero ese el único nubarrón en el horizonte, si bien es el que más directamente nos concierne. Es por el contrario el mundo entero el cual da la impresión de escorar peligrosamente hacia una renacida idea funcional a la discriminación, la consolidación de los privilegios y consecuentemente de las marginaciones por motivos de raza, creencia, sexo u opción sexual, posición ideológica y otros. En ese contexto, vuelvo al comienzo, la sostenida relectura crítica de la historia, purgándola de las interpretaciones negadoras de la diversidad adquiere el carácter de imperativo inexcusable para no quedar atrapados en la especiosa red discursiva propicia a la adopción acrítica de esa retórica racista, misógina, xenófoba, excluyente.


Y ya que de reiteraciones se trata, las reflexiones que aquĂ­ concluyo, a tiempo de congratular a nuestros justos galardonados, quieren apartar una vez mĂĄs conmemoraciones como la que hoy celebramos de su inercia protocolar para ser el pretexto percutor de dichas cavilaciones imperativas de cara al porvenir con la mirada puesta en el espejo retrovisor.


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