Discurso 20 de octubre 2017 - Pedro Susz

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Exactamente un cuarto de siglo ha discurrido desde aquella oportunidad perdida bajo el pomposo apelativo de Quinto Centenario. Si algo quedó en claro entonces fue la insaciable voracidad fagocitadora y banalizadora de la sociedad del espectáculo, que nos entregó una suerte de mala película de Hollywood a modo de sonaja conmemorativa de aquel parte-aguas histórico todavía denominado por muchos descubrimiento de América y por unos pocos, con mejor puntería conceptual, encubrimiento de América. Fue aquella en definitiva la ocasión desperdiciada para repensar el sentido de la adhesión acrítica a una historia preñada empero de innumerables enseñanzas a propósito del curso que ha conducido a la humanidad a la encrucijada de un sinsentido que amenaza con dejar a las nuevas generaciones a merced de las catástrofes naturales que arrasan el planeta, como consecuencia de la depredación inmisericorde gatillada por un modelo orientado al beneficio propio y cuanto antes, cegado por ello mismo al porvenir. Amenaza aparejada por lo demás al estallido de una brutalidad impar como fórmula de resolución de los innumerables contenciosos culturales y civilizatorios que colocan al ser humano de cara al espejo de sus peores pulsiones destructivas. Tal lo expresado, tal vez con demasiado machacona insistencia, en algunas intervenciones anteriores a propósito de la conmemoración del mismo evento que hoy recordamos en una nueva escenificación del ritual, espero no quede en ello vale decir asimismo en otra oportunidad desperdiciada para reflexionar sobre el significado profundo de lo acaecido 469 años atrás. “El continente vació” título el filósofo español Eduardo Subirats un esclarecedor estudio a propósito de la trama teórica sobre la cual se irguió la colonización, justificando sus extremos en la presunta inexistencia de “vida inteligente”, ya que no de vida a secas en este continente meticulosamente saqueado en beneficio de la Corona. Justificados los extremos colacionados en los eventuales beneficios traídos por la espada y la cruz: la redención eterna más allá, el progreso y la felicidad acá, el escamoteo de la memoria pasó a ser un dispositivo medular en la estrategia desplegada para tramar desde cero un futuro sin pasado. La plaza donde se yergue el monumento a uno de aquellos auto-nombrados “enviados del cielo”, los cuales desembarcaban en aquel continente presuntamente vacío y sumido en la penumbra de la no-historia, con la noble misión de traer la luz del espíritu civilizador, en ese espacio, se dijo antes, nos topamos con la representación material palmaria de la ya unas cuantas veces referida visión de las cosas.


No queda en el lugar rastro alguno de quiénes se encontraban empero ahí, en el sitio donde el punto de confluencia de los cuatros “Suyos” prehispánicos albergaba un centro de afanosa actividad humana en todas sus expresiones. Podría concluirse entonces que se trata asimismo de la expresión acabada del triunfo de aquella no consentida misión redentora fundada en la premisa de borrar cualquier huella de memoria que pudiese nutrir un atisbo siquiera de duda acerca de la legitimidad de la colonización y sus maneras. Tal fue en síntesis la modernidad que elevó al individuo europeo a la condición de amo y señor de la naturaleza y de los Otros, con licencia para imponer de la forma que fuese, preferentemente mediante la fuerza aleccionadora, el imperio absoluto de la razón instrumental El sentido entonces de valernos de la presente conmemoración para repensar el pasado deviene de la constatación patente que las expresiones presentes de aquella pesada herencia ya no pueden seguir siendo el parámetro excluyente al cual debamos atenernos dejando de lado, adormecida por la adhesión neurótica a los adminículos digitales y por la fascinación acrítica de la bobería del consumismo mediático, nuestra capacidad instituyente autónoma abierta a imaginar otras formas de construcción socio-histórica de lo real. Son estos, entre otros, los motivos por los cuales, en el marco de nuestra convencida adscripción a una visión intercultural como clave para la adecuada forma de articular pasado/presente y futuro, decidimos emprender una tarea de resignificación del espacio en cuestión –a la Plaza Churubamba-Alonso de Mendoza me refiero puntualmente-, recuperando las escamoteadas huellas del encuentro entre dos expresiones civilizatorias, dos cosmovisiones antagónicas en muchos de sus rasgos, una forma asimismo de provocar de manera cotidiana el reencuentro de nuestra comunidad con aquellos ecos clandestinizados de los orígenes de este hábitat compartido. Se trata de la puesta en acto de una estrategia de recuperación o restauración simbólica contestataria a las tendencias de uniformización trasnacional del tardo capitalismo globalizado afincado en la virtualización sustitutiva de lo real por su doble acomodado a las urgencias instrumentales de un modelo ciegamente encaminado a la nada. Administrar y proyectar el espacio compartido ha sido siempre, en todas las gestiones municipales y así estas no hubiesen tomado nota de ello como en efecto acaeció de manera recurrente, un reto para evitar la negación de la


centralidad esencial de los habitantes en cualquier programa de proyección urbana, desplazándolos a favor de los cálculos tecnocráticos y las miradas focalizadas sobre lo material en lugar de hacerlo sobre el desarrollo humano integral, que a su vez solo puede tener en el amplio y abierto diálogo intercultural su auténtico nutriente en condiciones de impedir que el crecimiento urbano desemboque en los graves problemas que a la fecha confrontan casi todas las metrópolis atascadas en la imposibilidad de resolver los problemas elementales de una auténtica calidad de vida para todos sus moradores, que nada tiene que ver con el producto per capita y otros equívocos ex profeso instalados en el sentido común por la cuantificación de la existencia, dejando de lado la cualificación, que es el tema en verdad importante. Los galardones que hoy entregamos a quiénes aportaron y aportan desde distintos ámbitos a la construcción de una La Paz mejor tampoco deben entenderse como el mero cumplimiento reiterativo e inercial de un gesto obligado por las circunstancias. Se trata por el contrario de una justa devolución a las personas y entidades que nos entregan didácticamente a diario su ejemplo de esfuerzo y compromiso. Nuestros afectuosos parabienes a quiénes han sido merecedores de esos reconocimientos que trasuntan el convencido agradecimiento de los estantes y habitantes del municipio.


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