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MANÚ MENÉNDEZ LOS COLORES DEL AMOR Y DEL COSMOS / CORAZÓN DE LENGUA MEXICANA CULTURA POPULAR VANGUARDIA PERMANENTE / UNA HISTORIA SIN EVOLUCIÓN / MUDARSE A UN SUEÑO / RECORDAR LA COSTUMBRE


UNA HISTORIA SIN EVOLUCIÓN

MUDARSE

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A UN SUEÑO

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CORAZÓN DE LENGUA MEXICANA

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MANÚ MENÉNDEZ LOS COLORES DEL AMOR Y DEL COSMOS

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[Rec]ordar la costumbre

CULTURA POPULAR VANGUARDIA PERMANENTE

DIRECTORIO Director Editorial: Alejandro Mendoza // Editor Gráfico: Azahel Flores // Dirección Comercial: Daniela López Investigación y Mercadotecnia: Raúl Reyes // Redacción: Rafael Cervantes, Lucía Moguel N3RVIO es una publicación mensual, editada por Cultura Medular S .A. de C .V. Londres 39, Jardines de Bellavista, Tlalnepantla de Baz, Estado de México, C.P. 54054. Editor responsable: Alejandro Mendoza, alejandro@n3rvio.com. Número de certifi cado de reserva de derechos al uso exclusivo del título: 04-2013-060614562600-102. Los textos aquí publicados son responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan la opinión de esta publicación. Prohibida la reproducción parcial o total. © N3RVIO 2014 Portada: ©Manú Menéndez

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Como una constante, las transformaciones en la vida y la organización de la humanidad siempre han venido acompañadas de movimientos artísticos y culturales que las respaldan intelectualmente, además de aportarles humanismo y, en algunos casos, espiritualidad. El aliento creativo es también una reacción a la contemporaneidad, porque se presenta como una propuesta crítica y un adelanto sugestivo del futuro. Newton propuso esta ley para la mecánica de los cuerpos cuando planteó que cualquier acción produce una reacción de la misma magnitud, aunque en sentido contrario. Fue su tercera ley, y aunque él consideró dichos principios para la física, nosotros intuimos que también ocurren permanentemente en la cultura del mundo. N3 significa un movimiento inverso a la corriente establecida, que genere ideas y contraculturas rejuvenecedoras. Por eso, esta revista pretende ser un espacio para difundir entre la juventud las expresiones de vanguardia en el arte, la cultura y el entretenimiento, pues creemos que son influencias vigorizantes para el carácter renovador innato de los jóvenes. Para estos fines, es indispensable disponer de la sensibilidad que otorga el humanismo. Dentro de la sociedad, podemos actuar como terminales nerviosas que respondan de la misma manera que los reflejos ante estímulos amenazantes: reaccionando. Por este motivo nos proclamamos N3RVIO, en representación de las vanguardias culturales, que son respuestas y propuestas al mismo tiempo, que merecen competir en fortaleza y sentido inverso al curso habitual del destino y que significan, al final de cuentas, resistencias.



UNA HISTORIA

SIN EVOLUCIÓN Por: Daniela López

Al menos en alguna ocasión hemos pensado en lo banal que resulta nuestra existencia y nos hemos cansado de vivir entre el caos. Cuando volteamos la mirada hacia el pasado de la humanidad en busca de una esperanza, caemos en cuenta de que los escenarios protagonizados por nuestra raza no son los más alentadores. Son pocos los momentos de la historia acerca de los cuales podemos sentir orgullo. Los fragmentos no siempre serán claros, ni tampoco serán siempre los reales; lo único seguro es que existen y han marcado nuestros genes como hierro candente. Son sentimientos de vacío que angustian el alma y la idea de padecer una existencia sinrazón los que Salves (Explosiones), de la exitosa coreógrafa y bailarina Maguy Marin, refleja en el escenario. Representada en la total oscuridad y complementada sonoramente por grabaciones de diversos líderes políticos que marcaron la historia humana, de diálogos de películas, de explosiones, de persecuciones, de guerra, de… temor, Salves logra hipnotizar a un público que debe estar totalmente atento ante cualquier destello de luz que revele un fragmento de esa realidad que preferiríamos haber conocido en ficción. Además, hay que prestar atención al vestuario, pues de él depende que ubiquemos, o al menos imaginemos la época en donde se ve a los jóvenes siendo perseguidos por sus ideales; la época en que el hombre ha errado el camino en nombre de la ciencia o de la religión; la evolución social de nuestra especie.

Entre gritos, persecuciones y el esfuerzo por dilatar las pupilas innumerables veces, en medio de la agilidad con que suceden los hechos, se muestra la otra cara, aparece algo en el escenario que permanece estático: la actitud, la esencia de seres humanos se mantiene inmóvil. Los episodios de vorágine y desesperación y el sentimiento de terror son los únicos que se mantienen fijos en la historia. Es en el clímax de Salves, luego de que se monta una enorme mesa sobre la tarima, dispuesta para lo que parece un banquete, cuando los bailarines enloquecen, se vuelcan unos contra otros y se arma una batalla campal con empujones, golpes, guerra de comida, pinturas coloridas, alaridos, pataleos… Todo, acompañado de una melodía agridulce que por momentos asquea el alma. Y es en ese instante, en medio del drama, cuando nos damos cuenta de que aún guardamos mucho de nuestra esencia salvaje, de que seguimos marcados por el pasado y de que, aunque los tiempos cambien, como sociedad humana muy poco hemos evolucionado.

Salves, sin embargo, resulta una paradoja fascinante. Por un lado, posee un dinamismo escénico deslumbrante: los bailarines, por sí mismos, construyen el escenario una y otra vez en nombre del progreso; cambian de vestuario frenéticamente para representar distintas épocas; ponen y quitan pinturas de las paredes; sacan y esconden utensilios de comedor; reconstruyen vasijas, estatuas, jarrones y platos que, en breve, volverán a romper. Pero en medio del caos, se alcanza leer una consigna contundente: “Cuando estamos con la mierda hasta el cuello, sólo nos queda cantar”.

Los bailarines, por sí mismos, construyen el escenario una y otra vez en nombre del progreso; cambian de vestuario frenéticamente para representar distintas épocas.

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MUDARSE A UN SUEÑO Por: Alejandro Mendoza

Básicamente, el teatro debe ser un lugar donde cualquier sueño, por más irreverente y delirante que pueda presentarse, se vuelva cierto. Y es erróneo pensar que una obra histriónica sea llana actuación, cuando, más bien, ésta es la vida misma. Las tragedias del hombre no encuentran mejor estadía que sobre una tarima y en las páginas previamente escritas por un dramaturgo, como justamente ocurre con la historia de Victoria Thierrée Chaplin, directora francesa de la puesta en escena Murmurs. A través de los permisos que le regala el teatro, Aurélia Thierrée (protagonista) aprovecha para fugarse — y el público con ella— de la realidad que enfrenta cuando las cajas de cartón con sus pertenencias están listas para que deje su hogar. El hombre de la mudanza le busca para hacerle firmar su nueva vida, pero ella resiste y se esconde entre los escombros de su pasado, que no pretende abandonar. Ahí comienza un viaje onírico de cartón y plástico de burbuja, a través del cual le persigue Magnus Jakobsson para convencerle de volver, de quedarse, de no huir. Así como ocurre con los sueños, los montajes del viaje de Aurélia cambian constante y dinámicamente. Con una coordinación brillante, muchos de los elementos sobre la tarima son traídos y removidos por los propios actores, sobre todo por unos cuantos hombres vestidos de gris, que parecen ser los obreros del mundo fantástico en el que se desarrolla Murmurs y quienes ayudan a Aurélia a fugarse de su persecutor. Llega la escena en que ella viste una bata blanca de laboratorio y Magnus está nuevamente a punto de atraparla; pero estos hombres se acercan, también con batas, la rodean y, en un segundo, cuando vuelven a separase, ya no está más que su bata en el suelo. Más tarde, en un callejón oscuro, Aurélia se encuentra con Jaime Martínez en una escena romántica. Tienen una mesa frente a ellos, que deciden aprovechar como pista de baile. Sus pasos son hipnotizantes, y ya parecen flotar sobre sus pasos antes de que, sorprendentemente, Aurélia comience a balancearse y girar fuera de la superficie de la mesa. El baile literalmente le hace volar. Pero ella se enreda tanto en la fantasía de su sueño que, cuando el mar se presenta frente a ella, decide aventarse para tratar de caminar sobre el agua. Ésta es su tragedia. Por más esfuerzos que Magnus hace por rescatarla, ella se ahoga en su propio ensueño y vuelve a la realidad de su mudanza.

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Después de haber recorrido callejones fantásticos, ventanas laberínticas, escaleras que se esfuman, muros con capas de mosaicos infinitos, camas de colchones invisibles, vestidos que permiten desvanecerse y un sinfín de objetos con vida propia, Aurélia Thierrée reconoce que la realidad, como sus cajas llenas de recuerdos y puertas hacia la fantasía, al final de cuentas nos permite ser nosotros mismos. Finalmente, acepta firmar el servicio de mudanza, tras haber llevado al público en un viaje histriónico maravilloso, infinitamente transmutable y, además, realizable.

Sus pasos son hipnotizantes, y ya parecen flotar sobre sus pasos antes de que, sorprendentemente, Aurélia comience a balancearse y girar fuera de la superficie de la mesa.




C O R A Z Ó N DE LENGUA MEXICANA Por: Rafael Tepeyollohtli

En diciembre de 2012, fue conformada una asociación civil en el altepetl (pueblo) de San Miguel Tzinacapan, Cuetzalan, en la Sierra Norte de Puebla; un estado que, de acuerdo con el último censo, cuenta con el mayor número de hablantes de náhuatl en el país: 447 mil 797 personas, entre niños, jóvenes, adultos y ancianos, que practican esta lengua en la región. En este contexto se celebró el Primer Encuentro Lingüístico y Cultural de los Pueblos Nahuas y Totonacos, una iniciativa de la asociación Yolkualtacamej.

Son alrededor de las diez de la mañana. Poco a poco, la gente del pueblo se acerca. Las mujeres visten falda y huipiles blancos bordados y les hablan a sus hijos en mexicano. Ya sobre el templete del Auditorio Municipal comienzan a sonar las cuerdas del violín, la jarana y la quinta huapanguera. El Xochipitzahua ha comenzado. Llega el momento de la palabra. El doctor Javier López Sánchez, hablante de maya tzeltal y director del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI), hace la presentación de la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas, dada a conocer hace diez años, en 2003. Destacó la importancia de hablar tanto el castellano como las lenguas originarias y, a través de cifras, remarcó la riqueza de México en este sentido: 68 idiomas, provenientes de 11 familias lingüísticas, con más de 300 variantes dialectales.

Más tarde, tocó el turno para Isauro Chávez Tomás, hablante de náhuatl y director de la radio indigenista de Cuetzalan, La Voz de la Sierra Norte. En un tono desfachatado, abajo del templete para estar más cerca de la gente, moviéndose de un lado para otro y a partir de la palabra “etiqueta” y de una brevísima clase de gramática, Isauro muestra cómo aquellos que dicen ser expertos en cuestiones de los pueblos indígenas, no lo son tanto, pues quieren explicar desde su entorno lo complejo de otras culturas. Y ahí queda abierta la cuestión, ¿quiénes son los que mejor pueden explicar su realidad?

COLORES EN LA TIERRA Y EN EL CIELO

La palabra fue pasando entre los ponentes. La Reina de las Artesanías era testigo de las volutas que salían de sus bocas, como en los viejos códices, mientras que el altar ubicado frente al templete —donde había copal, una cruz, una imagen del Santo Gerónimo y una lona con el logo de la asociación—, le daba un carácter solemne a la conversación. Todos ellos serían testigos de las experiencias de Homero Martínez García, presidente de Yolkualtakamej, en la conformación de esta asociación.

Por la tarde, se celebra la ceremonia religiosa. Quetzales, negritos y voladores se preparan para la danza. Una procesión sale acompañada por la música del Xochipitzahua, mujeres con flores y San Gerónimo a la cabeza. El sacerdote los recibe en la puerta del templo y oficia una misa en su honor. Y afuera, ya espera una fiesta de colores. Los globeros de Tuzamapan de Galeana han preparado globos de 300 pliegos de papel de china; los voladores compiten contra éstos para ver quién llega antes al cielo. El primero se eleva poco a poco, jalando consigo un largo pliego con la leyenda “Yolkualtakamej”. Se pierde entre el cielo nublado; los niños lo localizan en las alturas y lo señalan.

Yolkualtakamej es una asociación de traductores e intérpretes de lenguas indígenas, auspiciados por el INALI y la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), con el fin de asistir, principalmente, a los indígenas monolingües en los juicios orales. Su nombre proviene de yolo, que significa “corazón”, y kualtakamej, que quiere decir “mujeres y hombres bondadosos”. En conjunto, dicha palabra significa “mujeres y hombres de buen corazón”.

En el atrio hay un griterío de los niños, quienes tratan de elevar otro globo y pegan de brincos para enderezar su dirección. El resto de la gente, expectante, mira cómo se eleva poco a poco y pasa entre los palos y sobre las cabezas de los voladores, quienes enseguida ponen de manifiesto en qué consiste el Ollintonatiuh (“Sol del movimiento”, el Quinto Sol), y se lanzan de cabeza al vacío, donde son llevados por el viento de manera sutil hasta el origen de toda la vida: la tierra.

Su nombre proviene de yolo, que significa “corazón”, y kualtakamej, que quiere decir “mujeres y hombres bondadosos”.

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Los globeros de Tuzamapan de Galeana han preparado globos de 300 pliegos de papel de china; los voladores compiten contra éstos para ver quién llega antes al cielo. El primero se eleva poco a poco, jalando consigo un largo pliego con la leyenda “Yolkualtakamej”. Se pierde entre el cielo nublado; los niños lo localizan en las alturas y lo señalan.



MANÚ MENÉNDEZ LOS COLORES DEL AMOR Y DEL COSMOS Por: Lucía Moguel

Con tan sólo 11 años de edad y una telaraña de visiones y voces que fastidiaban su mente, el pequeño Manú decidió que la vida no tenía un verdadero sentido; no sabía por qué estaba en este mundo lleno de envidia y de odio. ¿Por qué era capaz de ver personajes ancestrales que nadie más lograba ver? ¿Por qué escuchaba relatos y voces que nadie que él conociera hubiese escuchado jamás? Mas cuando creía que todo estaba perdido, que ya no podía controlar todas esas visiones en su cabeza y que era tiempo de partir, escuchó la que sería la última voz. Unas pinturas guardadas en un librero, un vidrio cubierto de tierra y polvo y una voz que lo invitaba a pintar fueron las herramientas necesarias para que Manú Menéndez, sin saber nada de arte, creara su primera obra, y así se diera cuenta de que una de las razones por las que se encontraba en este mundo era la pintura. “Ahí vi que la pintura era el puente donde yo podía transportar lo espiritual a la tierra y viceversa; ir de lo espiritual a lo material y de lo material a lo espiritual”. Además de las culturas que desde hace miles de años han habitado este mundo, lo que inspira a Manú para crear sus cuadros son las voces y las ensoñaciones que ha experimentado desde muy pequeño. “Las ensoñaciones son conscientes y te revelan información que viene de la fuente universal. Por eso, para mí el arte es vida; es ser persona. Yo pinto para recordar quién soy, para curarme y enseñarle a la gente que puede curarse a sí misma. Yo sólo vengo a recordarte que tú puedes curarte a ti mismo. Por eso hago arte”.

Una tarde, mientras el joven Manú divagaba a través de sus ensoñaciones, se presentó ante él un desierto rojo. Sentía cómo el frío comenzaba a apoderarse del desierto debido al ocaso y la arena se le metía entre los dedos de los pies. A lo lejos, vio a un indio desnudo, robusto y enérgico. Estaba estático frente a él; llevaba un collar de piedras que brillaban intensamente y un penacho con plumas de colores que tocaban el suelo del desierto. “Ven”, le dijo el indio. Él comenzó a correr y a correr. Lejanamente giraban, con brusquedad, algunos gigantescos remolinos de arena. El indio le indicó que fuera hacia a ellos. Manú le obedeció y no supo más de sí. Después de enfrentarse a esa visión del desierto, decidió que era momento de ir a conocerlo para saber exactamente lo que le quería decir. En su primer viaje de muchos a Real de Catorce esperaba todo, menos encontrarse con el mismo desierto rojo que logró ver en sueños. Una catarsis lo liberó de algunas cadenas del pasado y logró purificarle.

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“Yo me he permitido morir muchas veces, ser nada o nadie. Tuve que observar todos mis procesos y descubrí que estaba viviendo la vida que los demás querían. Para saber quién soy, primero tengo que matar a todo mundo; pero matarlo ritualmente. Empecé a soltar todo, a morir. Y cuando ya no había nada, me encontré a mí mismo. En ese momento, el universo y yo conspiramos: lo que yo quería que sucediera, ocurría. Ahí entendí que mi mensaje era un mensaje de amor, paz y luz”. Para Manú, cada uno de sus cuadros tiene una repercusión, tanto en el cosmos como en el universo, y es por eso que uno de los tantos mensajes de su obra es el de vivir sin límites, amar sin límites y volar aunque no se tenga alas. Está convencido de que el arte es el medio por el cual se puede relacionar con otros seres vivos, y los mensajes que transmite son muy importantes para él. En su obra habla de unión, de cómo los individuos debemos dejar las luchas de poder, de disolver el ego que en ocasiones llevamos como una etiqueta en nuestra frente y como bandera en el corazón. Intenta mostrar que el arma para disolver el ego es el amor universal. “¿Cómo? Haciéndole el amor al ego”.

Yo pinto para recordar quién soy, para curarme y enseñarle a la gente que puede curarse a sí misma.


Manú está convencido de que el amor universal es la vida. Y para él, la vida es la pintura. Su obra no son cuadros, sino bendiciones, porque habla de energía y de espiritualidad. Hace arte ritual y ofrendas dedicadas a otras personas, para mantenerse en contacto con los demás y así seguir reconociéndose a sí mismo. Su pincel es como una varita mágica que pinta cuadros. Él es sólo un medio, un instrumento, porque el autor es el cosmos. La obra de Manú se basa en personajes que él llama “ciudadanos del cosmos”, que no son mera obra de la imaginación; son habitantes de otro lugar que le revelan a Manú lo que debe pintar. “Los ciudadanos del cosmos no son de ningún país, ni siquiera son del mundo; son seres que transmiten luz. Utilizan a la muerte no como un fin, sino como un paso a la vida. Es una transmutación, como las mariposas: estamos siempre transformándonos. Y en mi obra hablo precisamente de eso, de la vida y de la muerte”. Su intención no es que su pintura dure muchos años, sino hoy. Y si dura sólo hoy es porque así debe ser. Los cuadros de Manú reflejan lo que representa para él la vida. Así que, para conseguir que sea un todo complementario, utiliza la madera como lienzo. Le gusta que sus cuadros tengan esta textura, pues “los árboles, a pesar de que no se mueven y siempre están en el mismo lugar, nunca se quejan. Son como viejos y grandes maestros. Son muy sabios”. Manú entiende que está aquí para experimentar la vida. Además de pintar, le gusta malabarear, bailar, hacer poesía, tocar la tabla hindú y cocinar. Además, le gustaría conocer la India, Afganistán y Pakistán para acercarse a otras culturas y conocerse mejor, porque él considera que el lugar donde nos encontramos es de donde realmente somos.


Empecé a soltar todo, a morir. Y cuando ya no había nada, me encontré a mí mismo.



[Rec]ordar la costumbre Por: Alejandro Mendoza

Habitar la segunda mayor aglomeración urbana del mundo acelera el ritmo de vida, individualiza las percepciones y, por consiguiente, desvanece el entorno ordinario sin advertencias. Los fundadores del colectivo Horny Rabbit se percataron de esto hasta que se aprestaron a inventariar la cultura popular del DF en fotos, pero los personajes típicos de la ciudad no aparecían.

La cotidianidad de las tradiciones de la vida diaria es positiva en tanto disfrutamos de su presencia y nos concede arraigo a nuestros lugares de origen; pero también puede ocurrir que su estampa constante nos acostumbre a su existencia etérea: se asume que las tradiciones prevalecen aunque se les pierda el rastro y no se incentive activa y conscientemente su continuidad. Sin embargo, el descuido progresivo de las costumbres forjadoras de la identidad de una ciudad puede provocar sorpresas ingratas cuando el camotero o el nevero no aparecen más por las calles del Distrito Federal, a pesar de que se vaya en su búsqueda. Cuando Manuel, Diana y Gabriela decidieron comenzar con el proyecto Inventario DF para fundar el colectivo Horny Rabbit, pretendían retratar en fotografía los colores, lo kitsch y lo extravagante de México. Aquello, increíble para el extranjero y alegoría anímica para el mexicano, funcionaría como souvenir ideal para el primero — prueba del folclor extravagante que conoció en su viaje— , pero también sería un gran pasatiempo en la mesa de centro de cualquier compatriota. No obstante, cuando los fotógrafos Andrea Cañón y Luis Colchado rondaron la ciudad dispuestos a capturar los oficios más representativos, éstos se habían esfumado de la calles. Fue entonces cuando entendieron la importancia de su inventario, que retrataría una singularidad de la Ciudad de México. Así que emprendieron la persecución de los trabajadores más extravagantes de nuestra cultura, conscientes de su extinción paulatina y enfocados en los puntos donde tradicionalmente les encontrarían. De ahí surgió su primera colección, El mero mero chambeador . Entre la corriente novedosa de la fotografía con tonos opacos — muy al estilo de Instagram— y las expresiones de los chambeadores, consiguieron catalogar estéticamente al vulcanizador, al lechero y al bolero antes de que desaparezcan.

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LA OMNIPRESENCIA DE MARADONA La historia de Horny Rabbit comenzó casi diez años atrás, cuando Manuel hizo un viaje a Buenos Aires, Argentina, y se encontró con un curioso libro fotográfico que recopilaba los carteles de la gente a las afueras del hospital donde el ídolo argentino de futbol Diego Armando Maradona fue internado por su primer infarto. A Manuel le parecieron unas verdaderas locuras las frases de esos carteles, que divinizaban a Maradona y le auguraban inmortalidad; pero también pensó que era una gran idea aquel álbum. Entonces, cuando la Ciudad de México se sacudió con las multitudinarias marchas contra el fraude en las elecciones presidenciales de 2006, él reconoció en las pancartas contra Felipe Calderón la misma inventiva de los argentinos y se dispuso a compilarlos en fotos de la misma manera. El éxito de ese trabajo fue rotundo; así que la intención de producir más proyectos similares se metió en su cabeza. Por lo tanto, para promover sus planes, decidieron comenzar con pequeños libros, llamativos y económicos, que fomentaran su compra impulsiva.


Comenzaron con la antología fotográfica Inventario DF, en la que incluyeron tres colecciones inaugurales: El mero mero chambeador, De tianguis por la capirucha — un catálogo excéntrico de los mercados capitalinos, como imágenes de la Santa Muerte— y Vamos a jugar!!!… Yo pido ser… , la cual recopila juguetes y dulces tradicionales de México, en una edición llena de color y abundancia. Después de algunos meses de haber lanzado aquella primera colección, sus planes a futuro para Horny Rabbit son ambiciosos. De entrada, para Inventario DF pretenden compilar también las cantinas, la lucha libre y las bebidas mexicanas; además, quieren salir de la ciudad e inventariar Guadalajara, Puebla y Monterrey, o incluso Barcelona, Madrid y Buenos Aires, entre tantas otras ciudades. Y ya instalados en el interés de la gente, les gustaría relanzar sus colecciones en formatos mucho más grandes y explorar otros caminos desiertos, como la creación de un Turista chilango en el que no se pueda seguir avanzando porque el cheque no salió a tiempo en la quincena.

Entre la corriente novedosa de la fotografía con tonos opacos — muy al estilo de Instagram— y las expresiones de los chambeadores, consiguieron catalogar estéticamente al vulcanizador, al lechero y al bolero antes de que desaparezcan.


CULTURA POPULAR

VANGUARDIA PERMANENTE Por: Raúl Reyes

Una forma de ir al frente de la sociedad y como sociedad, durante el siglo XX, fueron los movimientos de vanguardia. La idea del avant-garde era hacer una “avanzada”, un frente de reacción ante los embates de la autodestrucción de la humanidad y su pobre porvenir, produciendo métodos de creación e incrustándose en el arte de formas tan radicales que el paradigma de “alta cultura” fue modificado a profundidad. La batalla, la radicalidad artística, venía de las condiciones radicales de la sociedad. Era la hora de luchar con el arte y de alcanzar aquel horizonte pintado de modernidad. Ahora, en tiempos donde la modernidad ha pasado a tener una condición de post o incluso de hiper- modernidad, podemos preguntarnos: ¿de dónde viene la vanguardia o por qué la necesitamos? Podríamos responder confirmando la postura del filósofo Lipovetsky, de que una vanguardia ya no es necesaria en tiempos en los que el eclecticismo reina, la sociedad ha perdido los frenos y la “alta cultura” ya no tiene el mismo valor simbólico; o postrarnos con una visión nihilista al estilo de Lyotard, asegurando que no sólo las vanguardias dejaron de existir, sino que ya no será posible generar algún movimiento similar a los ocurridos durante el siglo pasado. O podemos girar y hacer surgir una nueva vanguardia devenida de la cultura popular producida con todas sus corrientes: indigenismo, el barrio, los tianguis, las comunidades, etcétera. ¿Por qué? Porque la cultura popular siempre será una reacción y, para hacerse escuchar y avanzar con la sociedad, no va a encontrar otra forma de manifestarse más que radicalmente, creando nuevos sentidos a través del arte que produce; a veces teniendo a la palabra como su único bastión. La idea de la cultura popular es en sí una reacción ante este mundo globalizado y socavado por modelos culturales ajenos a la realidad contextual. Jorge González los trataría en sus estudios como “frentes culturales”, avanzadas que reaccionan ante esas circunstancias de opresión y de olvido; salen de cierta “folklorización”, que los ha mantenido olvidados, haciendo escuchar sus voces a través de la creación e, incluso, logran mezclarse exitosamente con las corrientes artísticas del contexto global o de la “alta cultura”.

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La cultura popular —entendida la cultura como cultivo y desarrollo— no es otra cosa más que el desarrollo de los pueblos por el mismo pueblo, creando, creándose, desde sus lenguas, sus colores, sus propios símbolos, que se hacen nuevos, que se renuevan y que se encuentran para mezclarse en algunos casos; en algunos otros, para reafirmarse orgullosos. El planteamiento es el siguiente: la cultura popular es y será siempre una vanguardia, ya que es el paradigma cultural que se renueva con más constancia y desde todas sus aristas, respondiendo así a diferentes fenómenos sociales para hacer rugir su voz, que la hacen resistir, dándole el verdadero valor, un sentido vivo dentro de la sociedad viva. Crear <> sumarse <> avanzar <> resistir, es el nuevo paradigma de la vanguardia.

La cultura popular es y será siempre una vanguardia, ya que es el paradigma cultural que se renueva con más constancia y desde todas sus aristas


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