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Alejandro Vila
Un científico se construye desde la curiosidad
Conversación Alejandro Vila + Santiago Baraldi
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El pequeño Alejandro tuvo en sus manos un juego de química pero todo le salía mal o no como él creía. Ya adolescente, intentó con un test vocacional y le recomendaron ser profesor de historia o escribano, pero hizo caso a su corazón y siguió con su pasión de niño. Hoy, Alejandro Vila es Doctor en Química y Director del Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario (IBR), asegura que “fue la curiosidad la que me construyó como científico”. A cargo de 230 personas entre investigadores, becarios y personal de apoyo, Vila supervisa los 23 grupos de investigación que integran el IBR. Con voz de cantante de boleros y look de extraño de pelo largo, Vila no entra en el imaginario del científico clásico: no es pelado con barba ni, usa lentes redonditos, con la vista clavada en un microscopio. “Esa imagen es de hace 40 años, hoy la ciencia es una construcción colectiva y tiene que ver con la discusión permanente. El trabajo en equipo es el que permite abordar las preguntas más desafiantes. El Instituto es muy plural, con discusiones trasversales y tiene que ver con definir el lugar que yo quiero transmitir como científico”, subraya el responsable del IBR quien obtuviera el prestigioso Premio Konex 2013, entre tantas otras distinciones.


Antes de comenzar la entrevista, Vila quiere mostrar cada rincón del Instituto, los equipos nuevos, abre enormes puertas de cámaras de frío, interrumpimos el trabajo de investigadores que están sobre plantines o peces cebras que se utilizan como conejillos de india, “tienen el 99 por ciento de genoma igual al humano”. Señala salas de máxima seguridad donde se hacen trabajos con material contaminante, saluda a cada uno y pide disculpas por interrumpir el trabajo pero quiere mostrarnos, como un chico, cada logro del IBR. “Ves estás enormes conservadores de frío, ahí tenemos a temperaturas extremas bajo cero todo el material de investigación de años. El mismo personal que está a cargo de controlarlo, ideó un aplicación para su celular que de inmediato les da aviso si tuvieron algún cambio que no estaba previsto”.
El moderno edifico que donara el Conicet en el corazón de la Siberia, “pudimos construir un colectivo de trabajo que no estaba presente antes porque estábamos en la Facultad de Bioquímica completamente disgregados. Contamos los mismos equipamientos duros, varios millones de dólares invertidos por el Estado nacional, que los trasladamos y sumamos algunos nuevos. Al tener un espacio común pudimos redefinir las relaciones entre los distintos grupos: la gente entre y sale de los laboratorios a las oficinas y viceversa, comparten experiencias y eso es lo que genera un caldo de ebullición para la creatividad científica”, agrega Vila, quien hace cuatro años está al frente del IBR y es profesor en Biofísica, de la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas de la Universidad Nacional de Rosario e Investigador Principal del Conicet desde el año 2006. Sus laureles y trabajos en el exterior lo hicieron volver al país un año antes que el ex ministro de economía Domingo Cavallo mandara a los científicos a “lavar los platos”. Vila afirma que “el gran valor que tenemos en Argentina son los recursos humanos, eso nos llevó a obtener tres premios Nobel en ciencia; sumando a la inversión del gobierno nacional en los últimos años en ciencia y técnica, hizo que nos pongamos competitivos para poder recuperar lo que se perdió del impacto científico y también podemos ser competitivos llevándole a la sociedad todo lo que se genera de conocimiento, estamos en el buen camino. Todavía falta porque la construcción de una comunidad científica lleva décadas, estamos recuperando tiempo que se perdió con los vaivenes de las políticas económicas del país. En inversiones estamos bien, no solo en poner dinero sino aplicar las políticas correctas y que más allá del gobierno de turno, toda la sociedad argentina ve que la ciencia tiene un valor, tiene valor la educación, va más allá de un partido o un gobierno, es aplicar políticas de estado a largo plazo”.


Su experiencia en los mejores laboratorios de los países desarrollados lo trajeron al país en el año 2000 cuando comenzaba la debacle y recuerda que en “épocas malas de inversión en ciencia y técnica, con salarios bajos, considerábamos que éste es nuestro lugar en el mundo y que era posible hacer ciencia aún en situaciones adversas. El IBR se comenzó a construir a mediados de los años 80 cuando un grupo de jóvenes de unos 30 y pocos años volvieron del exterior a la Facultad de Bioquímica y quisieron generar un lugar diferente. El argentino es creativo porque se las tiene que arreglar con lo que tiene, es un plus que se advierte afuera. Hoy para hacer algo para que tenga impacto se necesita inversión, porque el país no va a cambiar atando todo con alambre.”
Vila además se hace tiempo para la docencia y disfruta con transmitir sus conocimientos con pasión a los alumnos de 4º y 5º años de la Facultad de Bioquímica y si bien ya son jóvenes con la vocación definida “les digo que la curiosidad, mezclado con algo artístico, —porque tiene que ver con la creatividad y también con la construcción—, es algo clave para definir lo que es un científico”. Respecto a los jóvenes soy optimista, los adultos que no somos nativos digitales, que incluye a los maestros de nuestros hijos, todavía no sabemos transmitir ni aprovechar la creatividad y el entusiasmo está latente. No entendemos cómo nuestros hijos pueden estar con tres pantallas a la vez y además haciendo la tarea. Hay gente que trabaja en neurociencia dice que el multi-touching que es lo que genera la tecnología de la información, genera un modo de pensar distinto y que estimula diferente al cerebro. Las oportunidades son distintas y tenemos que ver cómo la aprovechamos. En la facultad, los alumnos están avanzados y veo mucho entusiasmo y curiosidad, el desafío también como docente es saber estimularlos y para ello tenemos que adaptarnos; hay un quiebre cultural a lo que fue la educación que recibimos nosotros, nuestros padres y nuestros abuelos”.
Si bien es el director del IBR, Vila también tiene su equipo de investigación. Allí, las pantallas de las computadoras se mezclan entre los tubos de ensayos y pipetas; de riguroso guardapolvo científicos y becarios está cada uno concentrado en su micro mundo en la búsqueda permanente al hallazgo que nos permita una mejor vida. “La ciencia es una construcción colectiva y tiene que ver con la discusión permanente en lograr un ámbito que sea apto para la creatividad y el debate, que sea abierto, para eso necesitamos medios materiales y además un montón de cosas que representan un intangible muy grande”, explica y relata en qué está trabajando su grupo: “Mi línea de investigación tiene


que ver con varios temas, una de las cosas más importantes que nos preguntamos es en los seres biológicos. Por ejemplo, ¿Qué hacen los metales en las células? Los metales son importantes y las células lo tienen que tomar para vivir, necesitamos hierro o zinc para vivir, pero en altas dosis es tóxico. La pregunta es de qué manera los organismos se las arreglan para tomar lo que necesitan de estos metales, pero no demasiado. Las células tienen unos mecanismos muy complejos, uno de ellos, el zinc, que resiste la acción de los antibióticos.
Hay nuevos tipos de antibióticos y las bacterias van evolucionando, se defienden, eligen cómo tomar el zinc, preparan una proteína nueva que destruyen al antibiótico y eso hace que no tengan acción. Gente que está inmunodeprimida después de una operación, muere por una infección bacteriana, por una causa distinta por la cual ingresó al hospital”. El Instituto de Biología está haciendo un trabajo inédito donde también está involucrada la salud pública. En el Hospital Centenario se está adaptando una sala de Metabolómica: “esto significa que uno puede ver todos los metabolitos que está en un organismo, tener una foto instantánea del estado de salud de una persona. Es una nueva tecnología que se suma a lo que era el viejo médico clínico que sabía de todo. Esto se está poniendo en funciones en todo el mundo y nosotros estamos logrando que el Hospital Centenario arme una sala para empezar a recopilar muestras de pacientes y nosotros, desde el Instituto, vamos a sumar tecnología y vamos a trabajar con los médicos para generar bases de datos que nos permitan hacer lo que se llama “medicina de precisión”. ¿Qué significa? Si hay un fármaco que se utiliza en Europa o Estados Unidos, pero que aplicados a nosotros, por dieta o perfil cultural, probablemente no haya que tomar la misma dosis y con la misma regularidad que ellos”.
Orgulloso de su responsabilidad y de su grupo humano, Vila ha tenido la oportunidad de trabajar fuera del país, tentado en varias ocasiones, apuesta por Rosario, “una ciudad que te permite hacer y sobre todo permite hacer mucho más que cuando yo era adolescente. Recuerdo que para hacer música había que irse a Buenos Aires, hoy cambió, ya no es una ciudad gris. Y no solo tiene que ver con la apertura al río, sino que es muy dinámica, hay mucho conocimiento, hay en la ciudad redes de conocimiento que son positivas, esa es la gran virtud de Rosario como emprendedora en las ciencias, en la industria y en las artes”, concluye el hombre que de niño manipulaba las probetas de su juego de química y hoy está a cargo de un Instituto orgullo del país. g





