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Mario Raimondi

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Estilo Darkhaus

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el Desafío de construir compromiso social

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Cuando el país estalló en pedazos en diciembre de 2001, Mario Raimondi era un joven que enseñaba hockey en Holanda. Vino a pasar sus vacaciones y a encontrarse con su familia y amigos y de inmediato sintió la necesidad de ayudar. Con otros deportistas se unieron en hacer una colecta para llevar alimentos no perecederos al comedor de la escuela Abanderado Grandoli, en la zona sur de la ciudad. La mirada de aquellos niños lo marcaría para siempre. La vergüenza ajena que sintió lo motivó para hacer algo más que una colecta. Esa fue la semilla que dio vida a la ONG El Desafío, que funciona en el galpón de calle Moreno 3486, donde 180 chicos de las Villa La Lata y Moreno asisten a los 27 talleres. “Todos tienen una disciplina de trabajo, donde buscamos las habilidades de cada uno, y donde están en juego la resolución de conflictos, la autoestima, la proyección, la capacidad de autocrítica, de autoevaluación, el manejo de la frustración…todas esas habilidades las trabajamos muy metodológicamente en los distintos talleres”, explica Raimondi quien además de ser ex jugador profesional de hockey, estudio Marketing y trabajó en el departamento comercial de una empresa líder de indumentaria deportiva.

Al responsable de El Desafío no le gusta cuando los encasillan como una ONG solidaria y explica los motivos: “Lo importante es crear compromiso social y entender que todos estamos conectados y necesitamos del otro. Todos tenemos un problema y como sociedad tenemos que resolverlos, de manera colectiva. Nosotros, desde Desafíos, nos alejamos un poco de la idea de solidaridad, creemos que la solidaridad está buena cuando hay problemas puntuales en un país como puede ser una catástrofe, una inundación y se necesita una acción puntual de la gente que actúa, asiste y está bueno pero para problemas estructurales que en 32 años de democracia no hemos resulto evidentemente. Dando lo que sobra o haciendo una colecta anual no vamos a resolver esos grandes problemas. Lo que hacemos no lo hacemos de solidarios, ni de benéficos ni de caritativos, sino que creemos que lo que hacemos es la manera que tiene la sociedad de crecer y que así podamos vivir en paz y felicidad”.

En el Galpón de calle Moreno al 3400 hay olor a nuevo, enormes bibliotecas rodantes, se corren y se utilizan de paredes para separar los talleres. Material reciclado es aprovechado y la enorme mesa de reuniones donde trabaja Raimondi con los 40 profesionales que lo acompañan está hecha con las maderas de palets con un diseño original. En los comienzos El Desafió arrancó en un aula de la escuela Grandoli y “en 2012 nos mudamos a este lugar y en un comienzo teníamos 30 chicos y hoy tenemos 180 que participan de los 17 talleres que ellos se anotan de manera voluntaria teniendo que cumplir ciertas reglas de compromiso y asistencia. Los talleres son de deporte, de arte, de electricidad, de programación, de alimentación y nutrición”, agrega Raimondi mientras se escucha de fondo música de Michael Jackson y un grupo de niños ensaya una coreografía con pasos idénticos ante la aprobación de la profe.

A Raimondi lo acompañan 40 personas: 25 voluntarios y 15 profesionales que cobran sus honorarios; entre ellos, docentes, profesores, psicólogos, psicopedagogos, gente relacionada a las ciencias políticas y la comunicación, “donde buscamos diversidad en las miradas para poder crear resolver e innovar en el contexto que es cambiante, un proceso de mejora constante”, afirma. El grupo que dio origen a El Desafío en el año 2002 puso manos a la obra para reconstruir los retazos de una sociedad devastada por las políticas económicas y hoy por la amenaza narco en que padecen los barrios más vulnerables de la ciudad: “Está probado que nuestro trabajo es inhibidor de violencia. Los chicos quieren oportunidades y un marco donde desarrollarse. Después de tantos años de estudio, de tanta capacitaciones y tantas investigaciones, al final del día las respuestas son más obvias de lo que uno cree: Si a los chicos los ponemos en un contexto de excelencia, que los motive, que los invite a participar, a ser curiosos, a crear, a que se propongan ‘yo quiero

ser esto’ y puedan hacerlo, pueden hacerlo. Tenemos casos personales movilizadores que han inspirados a otros y motivó al barrio y ahí cuando el chico se transforma en un agente de cambio social. No son receptores ni de asistencias ni de servicios, sino que son agentes que pueden contagiar todo eso al resto de la sociedad”.

Por su labor en El Desafío, Mario Raimondi, fue elegido Abanderado de la Argentina Solidaria 2013 por su lucha contra la pobreza y la exclusión estructural en Rosario y sobre la repercusión que tuvo en la Fundación apunto que “uno no trabaja pensando que lo van a reconocer, en mi caso, yo soy la cara de un grupo de trabajo, de gente que creyó en el proyecto, se vive con mucha responsabilidad porque este tipo de premios te exponen. Vinieron después un montón de notas, gente que nos conoció porque lo vió por la tele. Nos significó mucho más apoyo, se sumaron más voluntarios. Ahí nos dimos cuenta que estábamos para más, de subir la vara. Somos muy críticos de nuestro trabajo y nos olvidamos de celebrar los logros, es como que siempre estamos pensando cómo mejorar. Fue muy lindo, muy colectivo, se sintió que habíamos ganado todos.”

Con su par cofundador holandés, Jorn Wemmenhove, trazaron metas para la década 2006-2016: “Estamos tratando de poner en agenda de la gente un tema que nos parece muy importante que es el desarrollo juvenil, entender que no atender a nuestros jóvenes significa que el país se va a perder terribles beneficios en términos de éxito académico de productividad económica, de la capacidad de esos jóvenes cuando sean adultos de criar a las nuevas generaciones. Creemos que una sociedad que no atiende el desarrollo juvenil está minando su futuro. Como sociedad no somos conscientes de ello, nos guste o no estamos dando ejemplo todo el tiempo a los jóvenes, que nos están mirando, en el día a día, si tiro un papel en la calle, si dejo el auto mal estacionado, en los pequeños actos diarios damos ejemplos, si no respeto las reglas estamos dando un mensaje. Queremos instalar eso, que seamos responsables del desarrollo”, dice Raimondi quien frecuenta Holanda un par de veces al año “donde promocionamos el trabajo que hacemos acá, ellos no saben ni se les ocurre las carencias que hay en nuestro país, lo que hacemos es contar la historia de lo que hacemos y obtener apoyo de recursos económicos, conocimientos y articulaciones con otras ong”, concluye mientras comienza a llegar otro grupo de chicos que participan, se alejan de la calle y comienzan a repensar su propio futuro. g

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