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Pablo Rodriguez

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Mario Raimondi

Mario Raimondi

Rosario misteriosa

Rosario Misteriosa, The Planet, Cabeza de Ratón, Capitán Cardozo y El viaje de Gaia surgieron todos del mismo lápiz. El trazo fino y creativo que Pablo Rodríguez Jáuregui viene desplegando desde hace tres décadas –cuando llegó a Rosario para estudiar en la Escuela de Cine y Televisión y posteriormente convertirse en discípulo de Luis Bras– es como un largo camino que aportó a la ciudad una impronta propia si hablamos de dibujos animados. Animador, Guionista, realizador, director, docente, diploma al mérito de la Fundación Konex, Rodríguez Jáuregui reunió premios nacionales e internacionales, pero lo que más le importa a este menudo hombre nacido en Santa Fe es la creación de la Escuela de Animadores de Rosario, desde donde pensó en una cooperativa que nuclea a los egresados en busca de una salida laboral.

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Rodríguez Jáuregui dirigió Rosario Misteriosa I y II, el corto Claustrópolis (que integró Ánima Buenos Aires de Caloi) y la reciente “El Viaje de Gaia”. Desde la Escuela de Animadores que funciona en La Isla de Los Inventos, mientras dibuja a la pequeña Gaia en un papel, confiesa: “En la Escuela de Animación arrancamos haciendo una discriminación muy setentista, que es que existe una grieta, por usar lenguaje contemporáneo. De un lado lo que podemos hacer acá, lo que nos gusta hacer, con nuestro referentes de animación de autor, similar a una escala de artista plástico que en lugar de actuar sobre una pintura trabaja en imágenes en movimiento; es un artista solitario que trabaja el concepto, porque ejecuta y también se encarga de que se vea. Y después está lo que se produce a escala industrial, que nos llega a mares a través de los medios y que tiene otros objetivos, otras metas y otras maneras de encarar el trabajo.

¿Hoy su mirada está influenciada por el gusto de sus hijas? Yo estoy atormentado con el tema del único televisor y todo el tiempo en que ellas miran dibujitos de princesas en sobredosis. Hay una pequeña revancha con Rosario Misteriosa o El Viaje de Gaia, que la quieren ver varias veces por día, por lo menos en mi casa hay un poquito de justicia. Por un lado, es una herramienta poderosísima para plantar ideas y conceptos, así es el proyecto de El Viaje de Gaia que es una apuesta del Ministerio de Educación y de Energías Renovables de la provincia de Santa Fe, porque creen que con dibujos animados se puede hacer una diferencia dentro en la comunicación en las escuelas primarias; llamar la atención y conseguir que los pibes te presten atención para meter los contenidos didácticos que se quieren plantear en medio de una aventura animada. Por otro lado, nosotros para plantearnos hacer negocios con otro tipo de producciones somos desastrosos, está probadísimo. Estamos haciendo la sexta temporada de Cabeza de Ratón con producción del Centro Audiovisual Rosario de Cultura de la municipalidad y la Cooperativa de Animadores, y es puro remo desde todos los costados.

Cuando hablamos de animación aparecen personalidades importantes en su recorrido, como Fernando Birri y Luis Bras. Y como influencia muy fuerte acá en Rosario tenemos a Julián Uzandizaga, que lo encontré después que a Bras. Lo mismo Caloi, con quien pude trabajar muchos años. Y otros amigos como Fernando Kabusacky y Fernando Peña que me modelaron mucho la manera de pensar y el gusto en este trabajo. Pero yo coincidí muy casualmente en Rincón con Birri en un intento que hubo por repatriarlo, al armar la Fundación Birri en Santa Fe. Fue una temporadita que Birri estuvo viviendo ahí porque en 1995 le habían propuesto hacer un corto que iba a formar parte de un largo mexicano celebrando los cien años del cine en Latinoamérica, que se llama “Enredando sombras”, donde los representantes por Argentina eran Pino Solanas y él. Por alguna cuestión rupturista Birri decidió delegar el corto. “Yo ya hice Tire Dié, el resto hacelo vos”, me dijo, “Tenés que destruir Tire Dié, digitalizado y hacé lo que quieras, pero rompelo”, me pidió. Me parece que lo que él quería hacer en ese momento era mezclar lo histórico, conceptualizado y revisitado en los libros de historia, y decir: “Bueno, lo que viene ahora es otra cosa”. Si bien coincidimos poco, me pude dar el lujo de poner un corto y hacer algo con Fernando Birri. Hice un collage, metido en una computadora muy precaria que era lo que había en esa época, tomé Tire Dié y lo coloree, lo recorté y mezclé cosas con música de Kabusacky.

¿Y con respecto a Bras? Si tenemos un formato de escuela en Rosario es porque él abrió su taller en el sótano de San Lorenzo y Corrientes. Ahí llevaba a sus alumnos de Bellas Artes a hacer sus trabajos y daba clases de a un alumno por vez. Cuando yo vine en el 84 desde Santa Fe a estudiar a la Escuela de Cine, por recomendación de Mario Piazza fui a dar a ese taller. Y eso fue definitivo para todos los que pudimos cruzarnos con la experiencia que Bras tenía, y que venía trabajando totalmente solo. Luis tuvo que remontar lo que hacía en Rosario en las décadas del 60 y 70, sin internet, sin demasiadas conexiones, con una carrera de animador autodidáctica, por ensayo y error, y el armó un curso para formar gente. Yo compartí sus últimos años de vida. Se cumplen 20 este año de su desaparición y si hoy hay una movida de animación en Rosario es porque él antes dejó el terreno preparado.

También Caloi dejó el terreno preparado, pero en la televisión nacional Totalmente, todos los que estamos hoy haciendo dibujos animados en Argentina nos formamos viendo “Caloi en su tinta”, el programa que se emitía los sábados por Ca-

nal 7. Allí armamos la visión de lo que es el oficio. En mi caso, estaba trabajando de editor en Cablehogar y me mandé a ATC y le mostré lo que hacía acá. Caloi lo vio y me invitó para que colaborara haciendo separadores para los cortes y al final me quedé trabajando allí todo el tiempo que duró el programa en el aire. Mientras, emprendimos varios proyectos. El último fue el largo Ánima Buenos Aires, que son cuatro cortos en los que yo tuve el caradurismo de participar, junto a los Hermanos Febre, Carlos Nine y Caloi. Dirigí un corto de 20 minutos con dibujos de Max Cachimba, Flor Balestra, Luis Leoner y Silvia Lenardón, todos amigos con quienes hicimos varias cosas y ahora siguen como colaboradores de la Escuela.

Los personajes de tu corto eran una nena y un nene que bien pueden seguir funcionando en otro proyecto protagónico… En realidad lo estábamos desarrollando con una historia ambientada en Rosario y justo llegó la invitación de Caloi. Lo que hicimos fue adaptarlo a Buenos Aires.

¿Su infancia estuvo marcada por el universo de Manuel García Ferré? Sí, y vino a Rosario. Eso fue un lujo increíble, también por gestión de Horacio Ríos (secretario de Cultura de la ciudad). Le hablaron en 2008 para que conociera la escuela y se vino manejando hasta Rosario con algunos de sus dibujantes históricos de una lealtad a prueba de balas, como Pelusa Suero (actor de voces) y Néstor Córdoba (su director de animación). Aprovechamos y registramos su visita en imágenes, después nosotros fuimos a su estudio en Buenos Aires y con ese material armamos Los misterios de Trulalá. Todo está en YouTube y se puede acceder. Cada año les entregamos a los nuevos alumnos un libro con nuestro árbol genealógico, podemos decir, donde están los aportes de dibujantes e historiadores de la animación de otras ciudades que también van armando el relato de la animación en Argentina. Nosotros incluimos a nuestros ancestros. Y en eso, para los que tenemos más de cuarenta García Ferré es nuestro referente.

¿Cuáles eran sus personajes favoritos durante su infancia en Santa Fe? Hijitus, obviamente. El Zorro y Batman me gustaban porque mi abuela, que era viuda y vestía de negro, me hacía los trajes; pero Hijitus era mi preferido.

¿Qué similitudes o diferencias encuentra entre las formas de producción de García Ferré y las que desarrollan en la Cooperativa de Animadores? Uno escucha que lo llaman “García Ferré, el Disney argentino”. Sin embargo, más allá del título que se le ponga es el tipo que estuvo más cerca de armar un universo parecido al ideal del sueño americano al crear un combo de personajes y sostenerlos durante años. Él diseñó un tinglado que eran la revista Anteojito y el programa televisivo El Club de Hijitus, con cabezudos disfrazados en vivo, además de las animaciones y un montón de merchandising que no se usaba todavía en los 70, como figuritas, muñequitos en chocolates Jack y útiles escolares. Sumado a esto, en esa época en la ciudad de Santa Fe había un solo canal de televisión, o sea que todos los chicos veían sus producciones. Era Hijitus cuatro veces por día y el domingo a la tarde un programa presentado por la Disney: El mágico mundo del color, Disneylandia presentado por Walt Disney, que convivía en la pantalla con Hijitus de igual a igual. Digamos que no existía la sobreoferta de hoy. Ahora vamos perdiendo.

¿El trabajo de los animadores es una labor colectiva? En realidad nosotros arrancamos con un formato muy parecido a como funcionan las bandas de rock, que arman una banda pero también hacen cosas solos. Para hacer algo tipo Rosario Misteriosa o El Viaje de Gaia hay que coordinar un equipo de distintas maneras. En The Planet o Rosario Misteriosa la apuesta era que cada uno

hiciera lo que quisiera y después se armaba un aglutinante que pegue todo y dé coherencia. Distinto es el caso de Gaia: es más parecido a la forma industrial de trabajar, donde todo el mundo tiene que dibujar perecido, para lo cual hay que tener dibujantes entrenados que puedan sacar el estilo de otro. Es más difícil, algo que yo no sé hacer. Al abrir la Escuela propusimos el programa Cabeza de Ratón y la Cooperativa de Animadores que era como una segunda instancia de la salida laboral de los egresados. Llevamos 8 años de la cooperativa de trabajo. Pasaron muchas personas y no es muy fácil de sostener porque todos hacemos muchas cosas y la animación es muy demandante en concentración. No se puede hacer si uno no se sienta entre cuatro y seis horas seguidas. Tampoco se puede si hay chicos dando vueltas. Muchos trabajan o estudian y por eso van mutando. En el Viaje de Gaia son quince animadores a los que se agregaron músicos y actores hasta llegar a un grupo de 35 más o menos.

¿Porqué siempre interactúa con músicos? Eso es por culpa de Kabusacky que me llevaba a los ensayos en Buenos Aires y me decía que teníamos que hacer algo con Juana Molina o con Gabriela Epumer. Yo en realidad siempre quise tocar, alguna vez me compré una batería pero no dio. Me gusta mucho el ámbito del rock, de hecho cuando recién llegué a Rosario armamos una banda con Coki (Debernadi), Vandera y algunos músicos de Vilma Palma y salimos a tocar por pueblos para divertirnos. En los años 89 y 90 hice muchos videoclips para bandas locales.

¿Te aportó algo tu trabajo en Cablehogar? Le tengo que agradecer infinitamente a mi jefe que me dejaba hacer horas extras para usar la primera computadora con la que se hacían los títulos, porque en ella podías intentar hacer animaciones y así pude lograr mis primeros trabajos.

Hablamos del espíritu experimental del trazo de Luis Bras. ¿La Escuela de Animadores mantiene esa búsqueda? Hay gente que se engancha mucho en la Cooperativa con experimentar, por ejemplo tanto Diego Rolé como Gonzalo Ramoldi. Tenemos egresados de Bellas Artes que mezclan arte analógico con digital. Permanentemente tenemos cuestiones que se sacan chispas, como los trabajos personales con los encargos, y de dónde sacar tiempo para hacer los proyectos propios si hay que hacer los encargos que permiten para pagar el alquiler. A medida que nos contratan para proyectos más complejos habilita que vengan proyectos más grandes. Es el caso de Gaia que nos llevó casi un año de trabajo. Nos vamos entrenando para eso.

En Rosario Misteriosa las historias surgen del relato de los ciudadanos, leyendas que después los chicos pueden seguir y reconocer, redescubriendo lugares conocidos y dotándolos de misterio. ¿Es importante formar dibujantes y guionistas que puedan reproducir una mirada local? Tengo que resaltar la influencia en esto de Chiqui González. Rosario Misteriosa parte por un lado del libro antiguo “Guía de París Misteriosa” que me prestó Max Cachimba. Y de casualidad me cayó en las manos un proyecto que Chiqui había trabajado en Educación municipal, que era un manual para chicos de 4 grado, cuestionando por qué tenemos que estudiar historia con manuales redactados en Buenos Aires. Y ese material era muy abierto, abarcaba lo que pusimos en la segunda película, como el nacimiento de los barrios con una parte planificada y otra que fue completamente caótica que es muy constitutiva del carácter de la ciudad. Pensé que era algo que había que hacer. Si no se construyen esas imágenes uno anda por la vida con un imaginario que se absorbe mientras va atravesando los años. Si nosotros no hacemos la parte que nos toca, se llena con Disney o con manuales porteños. Podemos decir que la Nación lo hace con Canal Encuentro o Paka Paka cuando convocan a gente preparada para reescribir la historia desde una óptica clarísima. Nosotros tenemos que hacerlo. Producimos dibujos animados con una capacidad de penetración ilimitada, formamos parte de un grupo que pasó los 40 años y sigue dibujando, y podemos hacer un poco de contrapeso y construir nuestro ideario. Aunque sea una escala chiquita y local tenemos que hacerlo.

“Rosario Misteriosa” fue un trabajo de la Cooperativa de Animadores no pensado comercialmente, una película que se vio en salas independientes, se subió a la web y se entregó a las escuelas, con material extra para trabajar en clases. Es un proyecto que sale al encuentro del rosarino, sin fines comerciales. ¿Cómo se traduce esta premisa en los presupuestos? Con la primera parte de Rosario Misteriosa ganamos el concurso de coproducciones y después se enganchó la Municipalidad para que llegue a las escuelas. Pero con los medios digitales se puede subir una copia en un ratito, aunque el tema es que la gente se entere que esta ahí, y cómo conseguir que la miren hasta el final. Nosotros armamos una página de descarga y se puede mirar on line. Después salimos a pasarla en los distritos y en la televisión abierta, donde con dos puntos de rating se hace gran diferencia.

Este año se estrenó “El viaje de Gaia”, a través Señal Santa Fe, junto a la Subsecretaría de Energías Renovables, que llega a 100 salas de la provincia y tiene una finalidad educativa. Se puede decir que es tu proyecto por encargo, en el que el animador puede descansar sobre una producción financiada, en este caso por el Estado. Igual este proyecto tiene un libro físico muy bien editado, un DVD y una página para descargar película y música, además de un cuadernillo para que el docente lo trabaje en clase. Dentro de lo que es un trabajo por encargo nos dieron una lista de contenidos que había que mencionar y pudimos proponer. Fuimos delegando la música en Juani Favre y en Kabusaky, y ellos fueron derivando la película y nosotros nos amoldamos a las propuestas. Además el personaje de Gaia nos terminó de cerrar con la chica que hizo la actuación de voces.

Además de las producciones rosarinas, recientemente vimos en las salas el éxito Metegol que llenó los cines. ¿Existe una mayor predisposición a ver animaciones? En formato serio o de publicidad hay animaciones o ilustraciones en 3D para vender productos y hasta en campañas políticas. Los dibujos animados están súper metidos en todos lados. Hace unos años, nos encargó Señal Santa Fe una visita guiada a la Casa de Gobierno de Santa Fe, para las visitas de los escolares, y les armé una historia de marcianos, con un plato volador que bajaba y un extraterrestre pedía a un anciano poder ver al rey. A partir de eso le explicaban el sistema de gobierno y el edificio. Uno se pregunta hasta dónde un cliente se banca poner una historia de marcianos en la Casa de Gobierno, que sea interesante para los chicos. En El viaje de Gaia propusimos poner a un pibe tirando un carro recogiendo basura, y nos dejaron, digamos que tenemos la suerte de tener interlocutores que nos dejan probar, porque nosotros creemos que a través de los dibujos animados se pueden tocar temas que son difíciles.

En el Festival Latinoamericano de Video se creó un premio a la producción rosarina ante la gran demanda de realizadores. ¿Los rosarinos tenemos producción suficiente para crear un segmento estable de animaciones en la televisión? Sí claro, de hecho la escuela de cine hizo un programa de cortos rosarinos en Cablehogar. Yo creo que a partir de la mejor implementación de ley de Medios Audiovisuales van a cambiar esas condiciones. Hoy hay más facilidades para producir en HD, con piezas audiovisuales muy rápidas y mucha producción local. En el festival se tuvo que armar una sección local para mostrar todo lo que se presentaba desde la ciudad. La tele comercial está en un momento complicado, con todo en el mismo tono y pocos huecos para otras cosas, porque todavía no aparecen los canales alternativos.

Si hablamos de anhelos o sueños, ¿qué le falta lograr? Puede ser tocar bien la batería en una banda. Pero lo que más me preocupa es que algún día se me desenchufe el entusiasmo, porque hace falta mucha persistencia para no caerse de un proyecto que dura casi un año. Siempre hay una necesidad de tener un gran tanque de reserva y me da miedo que se caiga. Hace falta mucha convicción de que va a ser una buena pieza y lo único que me preocupa es que escasee el entusiasmo. g

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