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Dante Taparelli
La ciudad como un gran atelier
“La belleza para mí es el goce colectivo. Los rosarinos son la mayor belleza de la ciudad. Como somos una patria ganadera a lo largo del tiempo se ha perfeccionado la raza a partir de la mezcla. Somos la mejor de las mezclas, no hay otra ciudad que sea porteña y haya recibido tantos inmigrantes, el ADN de las más profundas culturas del mundo traducidas en la contemporaneidad, las mujeres y los hombres más bellos del país, en una ciudad que explota por todos los rincones. En un momento pensé que Rosario era como un huevo frito, que lo rico estaba en el medio y lo desleído por el costado, y después vinieron los distritos y me tuve que callar, todo eso del centro se empezó a trasladar con mucho esfuerzo. Eso es Rosario, por eso me declaro de esta segunda patria; la primera es Santa Fe, pero soy rosarino, de dos ciudades portuarias”.
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Dante Taparelli, “Artista Distinguido de Rosario” según determinó el Concejo Municipal, es director de Diseño e Imagen Urbana de la Municipalidad. En su documento es Dante Ricardo Taparello, pero recuperó el apellido de Italia y se da a conocer artísticamente como Dante Taparelli. Nació en Santa Fe capital, es artista plástico, diseñador, modisto, inventor, amigo de los perros y de los amigos. Es el fundador del Museo Urbano Arte a la Vista que reproduce obras de pintores rosarinos en las paredes de edificios en altura, además de creador de instalaciones en el espacio público como la Fuente de Las Utopías, la obra Biociclo en la calle recreativa, dispositivos lúdicos como La Máquina de Volar en el Jardín de los Niños, Un Lugar en el Mundo en homenaje a la convivencia de las comunidades de origen árabe y los judíos, o la instalación Memorabilia que recuerda a los que ya no están y las Visitas Guiadas en el cementerio El Salvador. Taparelli pensó y armó las Ferias Retro y El Roperito, la gran bandera argentina hecha con retazos de cerámicos sobre el Camino de los Granaderos y la puesta en valor de las chimeneas de barrio Acindar. Su arte descubre caminando Rosario, porque él milita desde el arte, entendiendo que la cultura es trabajo. Como artista le da la posibilidad a los rosarinos de descubrir la aldea, empecinado en embellecerla y resignificando bellezas diseñadas por otros y por él.
Viniste a Rosario a fines de los 70, desde los 17 años fuiste modelo, un tipo alto, rubio, bello… ¿Cómo llegaste a la moda? Una vez estaba parado en la esquina de Modart, en los 70, con pelo largo y la frazada cortada al cuello a la manera de un poncho. El dueño, Ricardo Kleinman, me preguntó si había desfilado alguna vez, le dije que no había hecho el servicio militar y me convocó para pasar ropa. Después me fui a Buenos Aires y desfilamos en las vidrieras de Modart. Ganamos plata, pero de 100 gastábamos 200 y comíamos picadillo todo el año. Y esa experiencia me puso en contacto con la ropa, con la estética de la ropa. Creo que el refinado de todo eso es El Roperito.
¿Por qué te corriste del mundo de la moda? Después de haber tenido negocio y haber hecho ropa, un día escribiendo un texto busqué el significado de “elegancia”. Descubrí que significa “elegir”, me sentí el más hipócrita y decidí que nunca más iba a hacer moda. Entonces me puse a organizar las bienales. Me paré en un rinconcito a ver cómo los más talentosos del país se manifestaban, y les puse en valor la idea original. Para mí uno de los peores pecados es la copia, porque te detiene. Podés tomar algo como referente pero no copiar, porque es el patrimonio del que lo piensa.
Hiciste cinco bienales de Moda, fuiste un propulsor del diseño de indumentaria, y lo ensamblaste con otras artes, sorprendiste con Marta Minujín como invitada. Pasaste del vestuario teatral a las esculturas y tu trabajo se volvió cada vez más artístico. Tengo una buena anécdota con esa visita. El director del museo Castagnino la seguía a Minujín para que firmara un plato y ella no quería, y como era picante, escribió en un vidrio: Rosario es moda, Rosario es Dante, Dante es moda, Dante es Rosario. Viva el arte. Y ésa era una manera de protegernos, porque recién salíamos del proceso militar y en ese momento el director del museo no quería que las mujeres mostraran los pechos, entonces los participantes cubrían los cuadros. Claro que costaba un poco darse cuenta que nuestro patrimonio más grande es la libertad.
En esa primera Bienal de la Moda comenzaron a cruzarse las disciplinas artísticas. Yo creo que fue la primera experiencia de cruces. Antes se había hecho la Bienal de la Creatividad en el 90, y como la moda encierra a todo, participaron desde el colegio de arquitectos a los más grandes diseñadores del país y los artistas plásticos. No era moda de ver qué me pongo sino lo cuestión antropológica de la moda. Como decía Ana María (mi hada madrina) somos extraterrestres de verdad, somos los únicos seres del planeta que tenemos que inventarnos algo para el frío o para el calor, mientras las cucarachas sobreviven… ¿Podemos decir que esa usina de cruces fue lo que te alejó más de la moda y te acercó al arte? Yo me alejé cuando entendí que la persona elegante es aquella que elige poder armar su propia fórmula. Nuestro primer acto creativo es cuando nos levantamos a la mañana y elegimos qué ponernos. Es lo que nos muestra al mundo, genera empatía o antipatía. Mirá lo importante que es la ropa vista por ese lado. Después tenés lo otro: tenés 20 jeans y 8 pares de zapatillas y surge la dicotomía de pensar que cuando un pibe entra a robar lo primero que se lleva son las zapatillas; por qué no repartirlas un poco. La ropa nos tiene que acompañar a nosotros, no nosotros a la moda, y con el tiempo se transformó en una cosa macabra, porque se contaminan ríos lavando vaqueros… La industria es voraz porque hace que la gente se sienta discriminada por no tener un diseño, que sé yo... Por eso soy silvestre. Me gusta andar en patas en el patio y bañarme cuando tengo ganas.
A finales de los 80, un vestido de novia de Taparelli era innovador y costoso. Eran lindos. Yo aprendí algo muy importante de mi tía. Ella dibujaba mientras la clienta hablaba y se lo mostraba cuando terminaba de hablar. Y el fin de semana cuando con mi hermano íbamos a su casa, la tía ponía papel de manila en una mesa gigante para dibujar los moldes, entonces nos daba para que recortemos, y si bien nosotros cortábamos con mucho cuidado, ella venía y los rompía: “Por la línea”, decía. Para la tía Leda, un vestido de novia tenía que ser perfecto, sostenía que un vestido de 1.000 pesos con un hilo colgando valía 30.
Quien camina la ciudad se encuentra al levantar la vista con obras de arte pintadas en las medianeras de edificios. ¿El Museo a la Vista es una idea pionera en el país? Cierta vez un muchacho me cuenta que había pintado “La Gorda”. Era una reproducción de La Gioconda pintada en una medianera de Avenida Pellegrini contratado por una empresa aceitera. Ahí se me ocurrió buscar un sponsor y replicarlo por la ciudad. Conseguimos el permiso de Lili Berni y pusimos manos a la obra. Lo seguimos haciendo aún, ahora se viene una gran obra que es la medianera del Café de la Flor, con el más grande de todo el proyecto, que es reproducir a los amigos pintores de Augusto Schiavone, a metros de un ícono cultural salvado por un grupo de amigos, como es el Teatro El Círculo. El proyecto de llevar obras de grandes pintores a las medianeras intentó ser copiado en Buenos Aires, pero sólo hicieron dos. Es una buena idea porque el pintor que se reproduce tiene que haber fallecido, por lo que no hay que concursarlo y la familia del artista está agradecida porque la obra está guardada en un desván y así se pone en escena. Digamos que hacemos un intercambio de intereses saludables. Hoy tenemos los derechos de reproducción del 95 por ciento de los grandes maestros pintores de Rosario. Lo que me interesa son las cosas como el trabajo en el cementerio, porque soy muy consciente de la finitud, y aspiro a que los proyectos me sobrepasen, que no sean míos y queden solo en mi circulo de vida. Pretendo que cuando yo no esté alguien lo tome y lo siga haciendo… y mejor aún.






¿Cómo fue que llegaste a la puesta en valor de El Salvador con las visitas guiadas y Memorabilia? Yo pensé Memorabilia honrando mi generación de desaparecidos. En los cementerios se han robado grandes tesoros, grandes obras de arte. La gente tiene un rechazo natural con el cementerio, porque uno va a llorar a sus muertos y corriéndose de la funcionalidad es el único gran museo de la memoria de una ciudad. Porque las personas son las memorias, las lunas, los soles, los árboles, los abrazos, las mentiras, los amores, las verdades, los baúles, los libros… y todo eso de diez generaciones. Lo que se perdió es el mensaje y nosotros lo recuperamos. Es pacificador, aleccionador, de generosidad, de comprensión, cuidado, atención… todo eso está en el cementerio. Donde creemos que está la muerte, está la vida. En esa búsqueda de rescate encontramos objetos y baúles con fotos de las tumbas que fueron reducidas, con las que hicimos Memorabilia, que es un mural con más de 8 mil fotos. Y está vivo, porque la gente lleva sus fotos y entonces crece día a día. Así la gente se suma a la vida, no a la muerte. Cuando se caminan los cementerios sin dolor, se ve el mensaje de las generaciones pasadas, son enciclopedias de la humanidad.
Además están las Ferias, que nacieron como alternativa generadora de trabajo en medio de la crisis económica. Fue una experiencia muy interesante que partió de una charla con Marcelo Romeu (entonces secretario de Cultura de la ciudad), para embellecer un poco el barrio Pichincha, y hablamos de una feria pero no sabíamos de qué, aunque al principio pensamos en una de flores. Y un día, en plena crisis, vi en la televisión unas imágenes de una gente que había sido desalojada y tenían en la calle unos objetos hermosos. Mientras mostraban a las personas llorando, pensaba por qué no venden esos objetos valiosos y se alquilan una pensión o un departamento. Entonces cuando le abrí la puerta a Marcelo, le dije que podíamos hacer un Mercado Retro, que sea un paseo por la memoria, y a los dos meses estaba el mercado funcionando con 700 puestos. Era toda gente dolida, porque no es fácil construir alegría con las lágrimas, esa gente se sentía como rescatada, y algún tiempo después se extendió con el proyecto de El Roperito. Si hablamos de metáforas, tengo guardado un regalo que me hicieron de una estampita de San Cayetano con mi cara, fue tan emocionante para mí que la gente de las ferias me entregara eso. Y ellos hoy son pequeños empresarios, tienen sus negocios, porque El Retro y el Roperito son la fiesta de fin de semana, pero todos ellos desarrollaron sus emprendimientos de lunes a viernes. Con eso se han puesto en valor un montón de cosas, es un enclave turístico de la ciudad. Quién iba a decir hace 20 años que íbamos a hablar de turismo en Rosario.
El rescate también se extendió a otro rincón de la ciudad, con “Romántica del Bulevar”, que pone en valor el urbanismo de principio del siglo XX, la singular belleza de la arquitectura de las construcciones de Bulevar Oroño que no se pudo preservar. Un arquitecto amigo me decía que había que tener espaldas para hacer eso porque era un mea culpa, porque si durante la intendencia de Maza cuando una casona salía a la venta la hubiese comprado la Municipalidad y se la hubiese dado a una institución bajo el cargo de restaurarla y abrirla a la sociedad, hoy la Rosario turística tendría la Avenida del Café de San Pablo. Por ejemplo, frente a los Tribunales Federales había una casa de una familia judía, comerciantes de máquinas de coser, que habían hecho traer la arena para hacerla del norte de Irán, que tenía un sílice tan especial que de acuerdo a cómo le daba el sol cambiaba de color. Y eso no lo hacían para los de adentro, sino para los de afuera. Eso es educación pública, refinar la mirada del que pasa, eso es lo que intentamos reverdecer con Romántica del Boulevard, hacerlo visible. Vuelvo a pensar en otra frase de mi amiga que decía que al cementerio la gente va con la cabeza gacha, y debemos ir con la mirada en alto porque nos perdemos los mensajes de los que pasaron.
Aparecen nuevas expresiones que vos tomas rápidamente, como los murales callejeros. Es que los rosarinos son y somos autodidactas, autogestivos. Tengo un amigo que con su sueldo de jubilado convocó a grafiteros de todo el planeta y pintaron 400


murales en barrio Alvear, desde la señora que sede su medianera hasta los pibes del asentamiento. Educación por el arte, la más antigua educación que significa cuidar porque nadie rompe lo que hace, es algo que deberíamos multiplicar. Yo rezo para que los políticos cambien el carbón de mi nave por nafta para que se puedan hacer más acciones reparadoras.
Y con las Chimeneas de Barrio Acindar tiene que ver mi historia. Mi padre era metalúrgico y mis primeros juguetes eran sus herramientas que me permitían hacer otros juguetes. Lifschitz me dio la orden pública de hacerlas y ahora las estamos pintando. Son las tres Gracias del Sudoeste: Libertad, Igualdad, Prosperidad. Dos palabras inspiradas en la Revolución Francesa y el resultado, y esas palabras significan el trabajo, las Chimeneas están frente al Distrito de Barrio Acindar y tenemos una felicitación del arquitecto César Pelli, autor del CMD Sudoeste. Se está reciclando la plaza que se llama Estévez Boero, y los lunes a las 7 de la mañana y los viernes a las 5 de la tarde sonará una sirena durante unos segundos y las tres chimeneas van a largar humo. Yo digo: esos íconos urbanos no tienen que estar todos amontonados como en Acrópolis sino que tienen que desparramarse por la ciudad, ése es el concepto de la gestión. Hay que descentralizar la cultura y los grandes íconos culturales también, porque cuando se hace algo importante en un barrio la ciudad va al barrio. Recuerdo cuando se pusieron los fuegos artificiales en el puente para el Congreso de la Lengua y la ciudad se movilizó para verlos. Lo hicieron por una acción colectiva, cultural y emotiva. Si la gente se saca fotos en el Cucú de Carlos Paz cuando tose, imaginate si les mostrás estas obras que son pura emoción….
Arte en las calles, paredes que hablan. ¿Podes recomendar tres lugares de la ciudad? La Fuente de las Utopías (en la bajada Sargento Cabral), para saber que a las utopías hay que hacerlas fluir, que hay imposibles que se hacen posibles. Esta es una ciudad cimentada sobre imposibles. Al Pago de los Arroyos vino gente con un manojo de trapos que se transformaron en grandes hacendados. Memorabilia, para ver que siempre estamos. Y el Tríptico de la Infancia. Porque fueron revolucionarios para con la niñez. Cuando estábamos haciendo La Máquina de Volar, construyendo eso cuando el mundo se está cayendo a pedazos, como me dijo un periodista, y yo no pude responder nada, porque me puse a llorar. Hay tanto para hacer…
Cada vez que estas terminando algo ya hay un nuevo desafío en mente. ¿Cuáles son? Los 300 escalones de Escher es una obra por cada chico desaparecido para el Parque de la Memoria. Cuando los chicos pasan por ahí se mueve es una cosa viva, el escalón posible. Otro es un Monumento a la Empatía, en el que hay cuarenta bustos que no sabemos de quiénes son, se trata de personajes de bronce a los que les vamos a cortar la cara y a uno le vamos a poner la cara del otro, en una tribu redonda plantada en un jardín cuadrado, la idea es un monumento donde surja la idea “Yo soy el otro”. Lo despersonalizás, lo ponés en el lugar del otro. ¡Cómo no voy a estar sano si mi atelier es la ciudad! Yo estoy jugando con la ciudad, es un placer, lo que pasa con la gente ante estas intervenciones y lo pienso para que lo hagan otros que me sucedan. Estoy convencido que la curación no está en las pastillas sino en una actitud de vida.
Cómo imaginás los cementerios en el futuro. Y en 15 años no vamos a tener más lugar en el Salvador. Si yo fuese urbanista, haría bosques de la memoria. Las avenidas de circunvalación tendrían que tener cuarenta metros a ambos lados para que cuando alguien muera se llevasen las cenizas y un roble, así tendríamos ciudades-bosque llenas de pájaros. Pienso en ciudades ecológicas que no te van a dar miedo porque pases por un bosque lleno de árboles, transformaríamos así la muerte en vida. g