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Acerca de la
Acerca de la construcción de ciudades
En el sur de la antigua Mesopotamia, sobre el río Éufrates, se levantó, según los historiadores, la ciudad sumeria de Uruk, entre el 5300 a. C. y el 4574 a. C.. Para los arqueólogos, la más antigua del mundo, con una población estimada entre 50 mil y 80 mil habitantes. Hay que remontarse a aquellos días en donde el hombre se organizó en comunidad y se estableció en ciudades. ¿Pero qué hizo que la gente se reúna y se establezca a vivir en ciudades? El término ciudad suele utilizarse para designar una determinada entidad político-administrativa urbanizada y desde la década del 60 se estableció que aquella población que supera los 10 mil habitantes se puede llamar Ciudad.
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Las ciudades se construyen, la hacen sus pobladores, le dan su identidad y cada uno le impone su sentido de pertenencia. Según la mirada del arquitecto Rodolfo Livingston, el viajero, a medida que se acerca a una metrópoli, si lo primero que divisa es un alto campanario de iglesia, es probable que se encuentre con una sociedad conservadora; si lo primero que observa son edificios grises e idénticos, tal vez sus habitantes estén atravesados por la burocracia, y si la silueta recorta altos edificios de rascacielos, pues será una sociedad propensa al comercio y los negocios. Cada una con sus costumbres, sus valores, virtudes y defectos, como los hombres que las construyeron.

En nuestra Mesopotamia, a orillas del río Paraná, sin fecha de fundación, tuvimos nuestros primeros hacedores: aquellos pioneros en tiempos que este suelo era el Pago de Los Arroyos. Una vez los aldeanos eligieron su primer alcalde y también tuvieron un primer cura. Así, el Cabildo de Santa Fe, en 1725, designó a Francisco Frías a cargo de la aldea y en 1731, el párroco Ambrosio Alzugaray erigió el curato y pidió, para la nueva capilla, la imagen de la Virgen del Rosario. Desde entonces, se grabó en el inconsciente colectivo local que “Rosario es hija de su propio esfuerzo”. Entonces, ¿cómo y quienes construyeron Rosario? “Los actores privados fueron modelando a la ciudad”, definió la historiadora Norma Lanciotti, autora del libro De Rentistas y Empresarios y agrega: “Eso muestra desde cómo se extienden los barrios hasta la precariedad de sus construcciones, donde la ciudad no tiene estilo propio, unívoco. No era una ciudad como Córdoba o Salta, por ejemplo, es decir no tiene tradición colonial y encima crece mucho durante un período. Rosario crece, no motivada por decisiones gubernamentales, sino al calor de la expansión agropecuaria, atada a los ciclos económicos nacionales vinculados a la exportación. La ciudad se configura entre 1910 y 1914, donde está en un punto la Aduana, en otro el Parque Independencia, el área industrial en el norte, donde ya hay pautas urbanas establecidas y cómo se manejaran los operadores inmobiliarios de entonces, donde no hay ningún tipo de intervención municipal y no hay previstas obras de gobierno.”
Así, Arijón, Ricardone, Costa, Schiffner, Castagnino, Puccio, Canals o Echesortu & Casas serán los apellidos que harán negocios sobre el damero de una Rosario en expansión anárquica, pioneros de una ciudad puerto que se perfilaba como el granero del mundo. También la llegada del ferrocarril y el tranvía modelaron una telaraña de rieles que aportaron movilidad a la ciudad. “Son pocos los que pensaron la ciudad como sí lo hicieron intendentes como Luis Lamas o Isidro Quiroga, pero la ciudad crece bastante sin plan”, agrega Lanciotti y continúa la investigadora del Conicet y profesora de Historia Económica y Social e Historia del Pensamiento Económico de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNR: “Recién en 1930 vino de Europa el urbanista Walter Hegeman, hace una evaluación muy interesante de la ciudad, donde denuncia todo lo que vino ocurriendo en los últimos 50 años en Rosario, que ha crecido sin servicios”.

Rosario crece sin planificación alguna, de manera indiscriminada y de espaldas a su río hasta los primeros años de recuperada la democracia. Con las sucesivas intendencias, el perfil de la ciudad cambia vertiginosamente. El boom sojero de la zona núcleo corre al puerto del centro y el crecimiento de edificios a orillas del Paraná se multiplican a buen ritmo: Del Granero del Mundo a la Barcelona Argentina. Las inversiones inmobiliarias ya no son suficientes y hay una expansión “fuera de los bulevares”; los centros comerciales a cielo abierto en barrios como Echesortu, Belgrano, Alberdi, Fisherton o zona sur empujan a nuevos desafíos.

Según datos de la Dirección General de Obras Particulares de la Municipalidad de Rosario, en la última década se emitieron 14.836 permisos de edificación para construir sobre 6.073.000 metros cuadrados, con las zonas de Puerto Norte y el primer anillo perimetral entre las que potenciaron la actividad. Hoy se debaten nuevos desafíos para la Rosario que viene, donde se discute desde la construcción de un subte hasta más cocheras bajo tierra para el casco céntrico. Sin embrago, la idea que cada uno de los seis distritos en los que se divide la ciudad tengan su impronta, sus propios centros comerciales se hace fundamental. Este ritmo de crecimiento en nuevas urbanizaciones solo será posible mantenerse en caso de que la ciudad aumente el porcentaje de inversión por parte de los tres niveles del Estado destinado a servicios como agua potable, energía eléctrica y red de gas.
Jean-Luc, un francés apasionado del tango, recién jubilado, cumple un sueño: tener su departamento en Rosario, frente al Parque Urquiza: “Rosario es la ciudad justa para vivir, soy fanático de las milongas, amo el tango. Si bien conozco Buenos Aires, allá es imposible. Acá está todo a distancias razonables, tienen un río increíble, y sobre todo, la solidaridad de su gente”, resume el hombre que está “seis meses allá y seis meses acá”. A la inversa, los vaivenes económicos de la historia nacional han provocado éxodos en tiempos de crisis. Exilios obligados por razones políticas o simplemente, rosarinos que buscaron mejores horizontes en otros lares, muchos se instalaron en sus ciudades adoptivas y otros tantos pasada la experiencia laboral, regresaron: Rosa vivió seis años en New York “pero no veía la hora de volver, es cierto que allá todas las cosas básicas están resueltas, la ciudad es increíble y todo parece de película, pero Rosario, como dice Fito, siempre estuvo cerca”. Testimonios de extranjeros o de rosarinos que han pasado por la experiencia de vivir en grandes metrópolis coinciden en que “Rosario es la escala perfecta, un pueblo grande, donde caminás por la peatonal y en cada cuadra saludás a algún conocido, el afecto y la amistad que cultivamos aquí, en las grandes ciudades es imposible”. Así se construyó Rosario, con la identidad que le forjaron sus inmigrantes, con la pasión que la destinaron como portuaria, prostibularia, futbolera e “hija de su propio esfuerzo”. g