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Santiago Kovadloff

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Albert Sabin

Albert Sabin

LA RIQUEZA DE LA ESPERANZA ESTÁ EN LOS MATICES Y EN EL EJERCICIO DE LA REFLEXIÓN QUE GENERA

Una frase de Jorge Luis Borges le quedó grabada especialmente a Santiago Kovadloff cuando ambos participaron en noviembre de 1983 de una reunión de intelectuales con el recientemente elegido presidente Raúl Alfonsín. “Señor Presidente, usted nos ha devuelto el deber de la esperanza”, dijo Borges en ese encuentro, al cristalizarse la recuperación de la democracia. Y ese mensaje sobre el deber de la esperanza que entonces escuchó el promisorio flósofo hoy conserva plena vigencia, en medio de las difcultades que el país y el mundo enfrentan en un año atípico.

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“La esperanza es liberadora de los diagnósticos terminales, porque descubre matices que contradicen el valor absoluto de cualquier afrmación”, advierte hoy Kovadloff en una entrevista, al poner en claro la diferencia que separa la esperanza del optimismo y del pesimismo, que están más cerca de una visión dogmática y alejada de la realidad. Para este reconocido intelectual, que el 14 de diciembre cumplirá 78 años, la riqueza de la esperanza está en los matices y en el ejercicio de la refexión que genera. “Ensancha la posibilidad del conocimiento. Y no porque nos brinde una verdad acabada, sino porque nos estimula a buscar una verdad mejor que aquella que tenemos”, explica en una pausada refexión.

A Kovadloff, la cuarentena por el coronavirus lo lleva a pensar en la necesidad de reconciliar la noción de cuidado sanitario con un ejercicio más pleno de los derechos civiles. Hasta la llegada de la pandemia fue un viajero empedernido. Hoy dedica tres días y medio por semana a leer y escribir, y otro tanto a dar clases, por Zoom. Y disfruta de haber redescubierto el valor de las relecturas. Ensayista, poeta y traductor, miembro de número de la Academia Argentina de Letras y de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, y miembro correspondiente de la Real Academia Española, su palabra es una de las más autorizadas para evaluar el compromiso del país con las instituciones. Hoy percibe que funcionan defcitariamente, con el alto riesgo que signifca la sujeción al Poder Ejecutivo. Un problema que viene de lejos. “En la Argentina, la transición del autoritarismo a la democracia plena sigue estando incumplida”, es su refexión.

OPTIMISMO= / ESPERANZA

Santiago Kovadloff es graduado en flosofía por la Universidad de Buenos Aires, profesor honorario de la Universidad Autónoma de Madrid y fue galardonado con los premios Konex de Platino en Ensayo Filosófco (2004) y Ensayo Literario (1994) y el Premio Nacional de Literatura (1992). En una biblioteca que se precie de buenas lecturas tienen bien ganado un lugar sus libros “Ben David” (1988), “Sentido y riesgo de la vida cotidiana” (1998), “Ensayos de intimidad” (2002), “El enigma del sufrimiento” (2008), “Ruinas de lo diáfano” (2009), “El miedo a la política” (2010), “La extinción de la diáspora judía” (2013), “Las huellas del rencor” (2015), “Locos de Dios” (2018) y “¿Quién sos?” (2019), entre una valiosa producción.

¿Qué es la esperanza? ¿Cómo la toma la flosofía?

Tenemos que distinguir entre la esperanza y el optimismo. El optimismo es una expectativa de transformación, que no descansa sobre un conocimiento estricto de la realidad, sino sobre un deseo de ver transformado aquello que se padece. La esperanza, en cambio, resulta del hecho de advertir matices, indicios, insinuaciones de cambios posibles en la realidad que nos es adversa y que impiden encerrar esa realidad en un diagnóstico único o exclusivo. La esperanza está abierta al matiz y el optimismo está abierto a la ilusión.

¿El optimismo no se basa en hechos reales?

Puede decirse que el optimismo y el pesimismo son idénticos. Ambos descansan sobre una expectativa de cambio que tiene un carácter inamovible. El pesimista tiene un diagnóstico terminal y el optimista, en igual sentido, entiende que las cosas le serán favorables suceda lo que suceda. La esperanza es siempre una conjetura acerca de las posibilidades que abre una realidad que no termina de caber en un diagnóstico.

¿El optimista y el pesimista están alejados de la realidad?

Hay más visos de realismo en el hombre esperanzado que en el optimista, porque el concepto de realidad tiene ese carácter de inconcluso. Las cosas podrían no ser aquello que parece. La persona esperanzada es más propensa a la refexión. En el optimista y en el pesimista hay un diagnóstico que está más cerca del dogma que de la refexión, son afrmaciones rotundas. El valor axiomático de sus afrmaciones contrasta con la cautela del pensamiento hipotético del hombre esperanzado. Este se presenta más abierto, hay una mayor plasticidad en su espíritu.

ESPERANZA: ADVERTIR INDICIOS, INSINUACIONES DE CAMBIOS POSIBLES

¿La mirada esperanzadora se relaciona con la espera? ¿Qué es lo que, en defnitiva, espera?

Lo que quiere el hombre esperanzado es que aquellos matices de la realidad que relativizan el valor absoluto que se le quiere otorgar a la identidad de los hechos puedan desplegarse y crecer, ganar más espacios, de tal modo que puedan terminar por replantear el perfl o la identidad de esa realidad que parecía inequívoca. Lo que espera el hombre esperanzado es aquello con lo que ya cuenta, que es ese matiz de la realidad que él alcanza a advertir. Lo que aguarda es su desarrollo, pero no su presencia. Ya la advierte. Ya cuenta con aquello que espera.

¿El concepto de esperanza en la flosofía cambia con las épocas? ¿Es el mismo que en los tiempos de Platón?

Si nos remontamos a la palabra profética, tal como ella irrumpe en el pensamiento bíblico judío, la esperanza traduce el anhelo de reconciliación entre el poder y la ley. Advierte que la ley busca ganar protagonismo en el poder, pero no cuenta todavía con evidencias seguras de que será así. En el pensamiento cristiano, la esperanza de ensanchar la presencia de la fe en el propio espíritu va asociada a la disposición subjetiva hacia la palabra de Jesús. En la flosofía antigua ocurre algo equivalente. La esperanza platónica es la flosofía, porque la flosofía aspira a ensanchar su sabiduría. Aún cuando no termine de conquistarla nunca, esa sabiduría ya está presente en la vocación flosófca. Es un trato con la verdad, en tanto anhelo, aspiración, estímulo. Lo mismo puede decirse de toda la historia de la flosofía. Es la historia de una esperanza que quiere ver crecer el discernimiento de la verdad.

¿Y en el pensamiento de Nietzsche?

Nietzsche trabaja con el diagnóstico del hombre desesperanzado, que para el burgués de fnes del siglo XIX es responsable por la muerte de Dios. Pero es un flósofo y es también un hombre esperanzado porque cree en la posibilidad de que de esa flosofía europea del siglo XIX pueda brotar el hombre nuevo. Es lo mismo que ve venir en “Así habló Zaratustra” y en otras obras. La historia de la flosofía es la historia de la esperanza de reconciliar el conocimiento de la verdad con las aptitudes de la razón.

LA ESPERANZA PLATÓNICA ES LA FILOSOFÍA, PORQUE LA FILOSOFÍA ASPIRA A ENSANCHAR LA SABIDURÍA

¿Hay respuestas en esa búsqueda?

Sin duda. Todo pensador contribuye, mediante el ejercicio de la refexión, a ensanchar en nosotros mismos la posibilidad del conocimiento. Y no porque nos brinde una verdad acabada, sino porque nos estimula a buscar una verdad mejor que aquella que tenemos. Si hay algo que un flósofo no es nunca es optimista y, tampoco, pesimista. Como ambos –el optimista y el pesimista– saben cómo es la realidad, no se sienten movilizados por la refexión.

¿En qué medida la esperanza depende de la confanza?

Ante todo, la esperanza es liberadora de los diagnósticos terminales porque descubre matices que contradicen el valor absoluto de cualquier afrmación. Es creciente el papel protagónico que puede alcanzar ese repertorio de matices que contribuyen a relativizar el valor absoluto de un diagnóstico terminal. Del mismo modo, en el campo de la relación con el prójimo. En todo vínculo franco uno puede encontrar en otro algún matiz que valora especialmente y cuyo desarrollo anhela que se produzca. Lo mismo vale para uno mismo. Puede ver a través del pensamiento autocritico que hay aspectos de la personalidad que están pidiendo desarrollo y con la expectativa de contribuir a su despliegue combate todo aquello que obstaculiza ese desarrollo de matices por los que uno se inclina. Una terapia, por ejemplo, es un intento de que determinados matices de su propia personalidad puedan preponderar sobre otros que constituyen un obstáculo de nuestro desarrollo o nuestra alegría.

¿La persona es consciente de ese proceso?

Nunca es fácil. Es más consciente en unos casos que en otros. Cuando la esperanza está asociada a un proyecto de vida, suele ser motivo de un crecimiento más signifcativo. Cuando se centra en aspectos más coyunturales, aislados, puede sorprender, deslumbrar o atraer pero el proceso tiene un alcance más limitado.

¿La crisis de esperanza es una crisis de confanza?

Una sociedad cae en la desesperanza cuando no tiene sensibilidad de aquellos aspectos de la realidad que constituyen transformaciones importantes. En esos casos se pierde el discernimiento para llevar adelante un cambio, se cae en un escenario desesperanzado, sin sensibilidad para la fe en los elementos que puedan ayudar a cambiar.

ESPERANZA: NIETZSCHE ES UN HOMBRE ESPERANZADO PORQUE CREE EN LA POSIBILIDAD DE QUE DE ESA FILOSOFÍA EUROPEA DEL SIGLO XIX PUEDA BROTAR EL HOMBRE NUEVO

¿La esperanza tiene una connotación religiosa?

No tiene por qué no tenerla. La esperanza está vinculada tanto a la fe religiosa como a una vocación, a la tenacidad con la que uno combate por una causa que le parece moralmente válida o estimulante. No es patrimonio de un único campo de la experiencia humana. Esperanzado es el artista que se empeña en mejorar la calidad de la obra que está produciendo porque confía en el valor de su proyecto, aunque no alcance los niveles deseados.

¿Se puede contagiar la esperanza a otra persona?

Es posible estimular el desarrollo de la esperanza en quien no haya caído en las manos infexibles del optimismo o del pesimismo y esté dispuesto a reconsiderar su visión de las cosas. Alguien puede pensar que, tal como las cosas están sucediendo en el país, no tenemos porvenir republicano y formular un diagnóstico terminal. Si esa persona se muestra propensa al diálogo, encontrará un repertorio de evidencias que probarían qué hondos son los riesgos que corre una democracia republicana y qué interesante es advertir que hay resistencia a ese avasallamiento de la vida constitucional, que podría crecer y eventualmente hasta podría revertir esta situación que hoy parece ser defnitivamente inamovible.

¿La esperanza puede forecer aún en circunstancias aparentemente desfavorables?

Sí, yo recuerdo cuando Jorge Luis Borges, en un encuentro de intelectuales en el que pude participar, le dijo al recién presidente electo Raúl Alfonsín: “Señor Presidente, usted nos ha devuelto el deber de la esperanza”. No la tomaba como una vivencia natural, sino como una responsabilidad ética. Debíamos recuperar la fe en la política. No podíamos –y no podemos hoy– dejar que el pensamiento se congele en manos del autoritarismo.

¿Hay sociedades con una mayor capacidad de esperanza?

Son aquellas en las cuales es posible advertir que el poder está subordinado a la ley y la esperanza de la equidad es más alta. Las sociedades que se han desarrollado dentro del mundo capitalista moderno, como en Europa occidental, son profundamente esperanzadas. Creen que es posible encontrar matices que permitan escapar una y otra vez a lo inequívoco, inamovible y autoritario. En sociedades como la nuestra, en cambio, la esperanza descansa mucho más sobre la subje-

PARA SOSTENER LA ESPERANZA EN ESTE TIEMPO DE PANDEMIA NECESITAMOS RECUPERAR LA RECONSTRUCCIÓN DE NUESTRA VIDA COTIDIANA, AÚN A RIESGO DE CONTRAER LA ENFERMEDAD. ESE RIESGO ES INDISPENSABLE

tividad que sobre lo institucional. Tenemos instituciones frágiles y alimentamos la esperanza en la irrupción de fguras con poder de convocatoria, referentes sociales con palabras convincentes. Vemos las instituciones expropiadas por el autoritarismo o frágiles en la lucha contra el totalitarismo.

¿Cómo se puede sostener la esperanza en este particular tiempo de pandemia?

Ante todo, en una sociedad como la nuestra, reconciliando la noción de cuidado sanitario con un ejercicio más pleno de los derechos civiles. Necesitamos recuperar la reconstrucción de nuestra vida cotidiana, aún a riesgo de contraer la enfermedad. Ese riesgo es indispensable. El riesgo de la inmovilidad termina por ser más grave. No poder trabajar, sociabilizar, contribuye a generar patologías también graves. El desafío es no exponernos a la enfermedad, pero saber que estamos expuestos a otras enfermedades si no nos arriesgamos a enfrentar la reconstrucción de nuestra vida.

Mucha gente puede trabajar en su casa, pero otros no. Muchos chicos tienen clases a distancia, por Internet, pero otros no tienen conectividad y abandonan la escuela. ¿Eso contribuye a fragmentar aún más la sociedad?

Claro, produce más inequidad, falta de desarrollo social equitativo. Se pone de manifesto que los paliativos tecnológicos están distribuidos con la misma inequidad que las oportunidades de educación y desarrollo.

¿En qué medida el excesivo consumismo contribuye a la desigualdad?

Las sociedades que han hecho del consumismo una ética de vida fatalmente reducen la subjetividad a la obtención de objetos. Una subjetividad así, limitada no a la satisfacción de necesidades razonables, sino a la acumulación de objetos, diluye las posibilidades de convivencia.

¿Cómo infuyó la cuarentena en su actividad? ¿Sigue con la tarea docente?

En mi actividad docente y como conferencista, la tecnología me permitió suplir el contacto presencial por el virtual. Doy clases por Zoom, por ejemplo. Las limitaciones irrumpen más bien en el orden afectivo. Privarse de un abrazo es privarse de mucho.

LAS LIMITACIONES IRRUMPEN MÁS BIEN EN EL ORDEN AFECTIVO. PRIVARSE DE UN ABRAZO ES PRIVARSE DE MUCHO

¿Encuentra más tiempo para la lectura?

He ganado tiempo porque los desplazamientos son menores. Hasta el advenimiento de la pandemia fui un viajero empedernido. Dedico tres días y medio por semana a leer y escribir, y en el tiempo restante doy clases. Sigo leyendo con la tenacidad de siempre. Y disfruto de la relectura. Volver a leer es descubrir matices nuevos donde uno no creía que los hubiera.

¿La Argentina, como sociedad, tuvo que resignar cosas valiosas en este período de aislamiento?

En el orden sociopolítico, desde una perspectiva liberal, estamos delante de una parálisis muy profunda, en los aspectos productivo, laboral y en el equilibrio psíquico generado por la inmovilidad y el miedo. Pero son cada vez más frecuentes las manifestaciones públicas de disconformidad con el modo en que está operando el ofcialismo con la administración de la enfermedad y la pandemia. La gente tiene capacidad de reacción.

¿Es válido el modo en que están funcionando las instituciones?

Funcionan defcitariamente, porque el rasgo distintivo de los poderes de la república es la autonomía y la interdependencia, pero no la sujeción al Poder Ejecutivo. En la Argentina, la transición del autoritarismo a la democracia plena sigue estando incumplida. El proceso viene de lejos, desde 1983 no hemos consolidado esta transición. Hemos visto momentos de fuertes retrocesos hacia acentuadas formas de autoritarismo. g

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