CARTA DEL PRESIDENTE Cerramos el 2020 como un año sin precedentes a nivel mundial por la pandemia COVID-19. Esta crisis humanitaria evidenció aún más los retos estructurales en materia de salud y educación que debemos resolver en nuestro país. Como lo hemos hecho por 34 años, actuamos oportunamente para aliviar las necesidades más apremiantes de los salvadoreños, impulsando soluciones de impacto y adaptando nuestros programas a la nueva realidad.
Nos llena de sano orgullo y satisfacción el trabajo realizado en uno de los años más duros de nuestra historia reciente. En medio del dolor que ha provocado esta crisis sanitaria, nos genera esperanza el compromiso demostrado por muchos salvadoreños. Agradecemos a las empresas y organizaciones que han apoyado generosamente a El Salvador a través de donaciones. Reconocemos la valentía y entrega de nuestros colaboradores, quienes aún en los momentos críticos mantuvieron firme su espíritu de servicio y ayudaron a las comunidades más afectadas. A todos las personas que se unieron a nuestros esfuerzos, gracias por depositar su confianza en nosotros.
Como respuesta especial a la pandemia, creamos el Fondo de la Solidaridad para ayudar a contener sus efectos negativos mediante una estrategia con sólidos fundamentos técnicos, que priorizó la movilización de pruebas diagnósticas, el equipamiento para personal de primera línea y la asistencia epidemiológica. Gracias al decidido apoyo de la empresa privada, fundaciones y salvadoreños solidarios, recaudamos más de dos millones de dólares.
Los cambios profundos que estamos viviendo desde el inicio de la pandemia y los grandes efectos secundarios, como la agudización de la pobreza, el retraso en atenciones de salud, y el rezago educativo, son los desafíos que debemos superar ahora. Esta nueva etapa requiere del diseño y ejecución de un plan nacional de recuperación que sea integral, sostenible y transparente, con resultados en el corto y largo plazo.
Paralelamente, nuestro Programa de Ayuda Humanitaria se convirtió en un vehículo de soluciones a otros problemas ocasionados por el COVID-19, entre ellos la inseguridad alimentaria, y facilitó atender las consecuencias catastróficas de las tormentas tropicales. Para mejorar el bienestar de las familias en situación de mayor vulnerabilidad, entregamos, con ayuda de nuestros aliados, más de cuatro millones de raciones de comida a lo largo del territorio salvadoreño.
Como sector privado, reiteramos nuestro compromiso para seguir trabajando en la reducción del impacto social del COVID-19, especialmente entre quienes más sufren, por medio de iniciativas innovadoras y efectivas. Mantengamos viva la solidaridad y trabajemos juntos por el bienestar de El Salvador.
Con el propósito de cuidar otros avances en materia de progreso social en las comunidades en donde operamos, continuamos nuestros programas de Primera Infancia, Desarrollo Local y Calidad Educativa beneficiando a más de 16,545 personas. Las intervenciones fueron adaptadas para asegurar la salud de los participantes y de nuestros colaboradores.
Ricardo Poma Presidente FUSAL
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