Escritores latinoamericanos reflexionan sobre la pérdida de su influencia social.

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Escritores latinoamericanos reflexionan sobre la pérdida de su influencia social.

Hace unas décadas, escritores como Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes eran figuras influyentes que eran consultados por líderes mundiales. Una foto de 1994 capturó a Bill Clinton reunido con ellos, escuchando sus opiniones sobre Cuba y el narcotráfico. Hoy, ese tipo de influencia ya no es la misma. Para entender cómo hemos llegado aquí, un grupo de escritores latinoamericanos se reunió en la Casa de México en España y reflexionaron sobre por qué su voz ha perdido fuerza en el movimiento público y social.

En el III Encuentro de Creadores Iberoamericanos, más de treinta autores se juntaron en Madrid para discutir esto. Carlos Dada, periodista y escritor de El Salvador, cree que los propios escritores tienen parte de la culpa, ya que se han alejado de la responsabilidad de guiar a la sociedad. En los años setenta y ochenta, los escritores se veían a sí mismos como faros de la opinión pública.

Jorge Volpi, escritor mexicano y uno de los organizadores del evento, piensa que la llegada de la democracia en América Latina jugó un papel crucial. Durante las dictaduras del siglo pasado, eran casi las únicas voces permitidas. Con la llegada de la democracia, fueron desplazados por economistas, técnicos e historiadores, y ahora, por las redes sociales.

Martín Caparrós, un escritor argentino, se muestra escéptico sobre el impacto real de su trabajo. Santiago Roncagliolo, escritor peruano, cree que el problema no es la disposición de los intelectuales, sino que el debate público ha cambiado. Edmundo Paz Soldán, de Bolivia, menciona que algunos escritores han sido demasiado cercanos al poder, lo que hace que se pierda su credibilidad. La amistad entre Gabriel García Márquez y Fidel Castro es un ejemplo de cómo los lazos con el poder pueden dañar la reputación de un intelectual.

Isabel Zapata, escritora mexicana, menciona que las redes sociales han tomado su lugar, y no de la mejor manera. "Faltan espacios para un diálogo real. Las redes sociales son rápidas y propensas al escándalo, pero no sustituyen los debates profundos". Pola Oloixarac, de Argentina, opina que las redes sociales son perfectas para el auge de los populismos. "Líderes como Milei primero se hicieron famosos en las redes". Estos movimientos se alimentan de la ira y el descontento, dirigiendo esa furia hacia objetivos específicos.

En vez de lamentar la pérdida de su antigua influencia, estos escritores buscan nuevas formas de impactar. Carlos Dada cree que es importante alertar sobre los peligros de los regímenes autoritarios, no como intelectuales públicos, sino con pequeños foros y talleres. Santiago Roncagliolo destaca la importancia de contar historias que conecten emocionalmente con la gente, haciendo que sientan y comprendan los problemas como propios. No se trata solo de decirle a la gente qué pensar, sino de contar historias que reflejen sus realidades. Aunque la figura del intelectual público ha cambiado, su misión sigue siendo mantener viva la reflexión crítica y conectar profundamente con la sociedad.

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