
Sigourney Weaver Anatomía del instinto



















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La estrella de nuestra portada de este mes, Sigourney Weaver, se mantiene como una fuerza atemporal de talento e intuición. Fotografiada en Nueva York por el brillante JuanKr, Sigourney protagoniza nuestra edición antes del esperado estreno de Avatar este diciembre. En una conversación exclusiva, habla sobre su instinto creativo, la evolución de su oficio y la manera en que continúa encontrando profundidad y descubrimiento en cada papel. Sus palabras nos recuerdan que el verdadero arte es un viaje continuo, uno guiado tanto por la valentía como por la curiosidad.
También en Nueva York, y recién salida de su imponente aparición en el Victoria’s Secret Fashion Show este octubre, Barbara Palvin aporta una chispa contemporánea de energía y elegancia a nuestras páginas. Su aplomo natural, después del espectáculo de la pasarela, refleja el ritmo mismo de la ciudad: seguro, acelerado y lleno de vida.
Cerramos esta edición con una mirada hacia el mundo del diseño. La Metropolitana, la reconocida casa mexicana de diseño, presenta su nueva silla Caletilla, una pieza que celebra tanto la tradición como la personalización. Cada diseño puede adaptarse a la visión de su dueño, recordándonos que la artesanía sigue siendo el corazón de la innovación.
De leyendas del cine a nuevos íconos y creadores visionarios, este número es un homenaje al instinto, esa fuerza sutil que guía la creación y las historias que nos conmueven.


DIRECTORIO
Editora en Jefe/Directora Creativa SARAH GORE REEVES
Editora Adjunta LORENA DOMÍNGUEZ
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Copy Editor DANIELA GUTIÉRREZ
Coordinador Digital RENÉ VILLASEÑOR
Diseñador Web ALEJANDRO ADAME
Diseñadora Gráfica FERNANDA VILLALBA
Diseñadora Gráfica MARLENE VELA
Market Editor ANDREA AGUIRRE
Comité Editorial VALERIA GONZÁLEZ Y REGINA REYES-HEROLES
Directores Financieros CONTABLES THINKWORKS
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Presidente del Consejo de Administración FRANCISCO A. GONZÁLEZ
Presidente Ejecutivo FRANCISCO D. GONZÁLEZ
Vicepresidente JESÚS D. GONZÁLEZ
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Director Comercial CARLOS HERNÁNDEZ
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CAMILA TRONCOSO CORENTIN “COCO” LEROUX DAVID ROEMER DEVON JARVIS
ENRIQUE NORTEN EXTERNAL SENDER GABRIELA VILCHIS ISRA VÁZQUEZ
JEAN JARVIS JIMENA BREHM JIMENA GADEA JUANKR LUDOVIC GIROD
MARÍA FERNANDA GUTIÉRREZ MAURICIO SÁNCHEZ NICOLE SOLANO
PATRICK MCLAIN RENATA PERALTA RICARDO RAMOS RIE OMOTO
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M LA REVISTA DE MILENIO, edición mensual Diciembre 2025. Editora Responsable: Sarah Gore Reeves. Número de certificado de reserva otorgado por el Instituto Nacional del Derecho de Autor: en trámite. Número de certificado de licitud de título y contenido: en trámite. Domicilio de la publicación: Milenio Diario S.A. de C.V., Morelos número 16, Colonia Centro, Alcaldía Cuauhtémoc, C.P. 06040 en Ciudad de México. Distribución: unión de expendedores y voceadores de los periódicos de México A.C. con domicilio en Guerrero no. 50 Col. Guerrero C.P., 06350 Alcaldía Cuauhtémoc, Ciudad de México. Sarah Gore Reeves es independiente en su línea de pensamiento y no acepta necesariamente como suyas las ideas de artículos firmados. Queda prohibido la reproducción total o parcial de la presente edición, misma que


En página anterior, Royal Oak Perpetual Calendar / 41 mm, en oro arena: AUDEMARS PIGUET. En esta página, Royal Oak Selfwinding Perpetual Calendar / 38 mm: AUDEMARS PIGUET.

Cuatro expresiones del tiempo revelan la maestría de Audemars Piguet. El Royal Oak Offshore Selfwinding Chronograph de 42 mm, íntegramente en cerámica negra, combina fuerza y precisión con acabados satinados y pulidos que exaltan su arquitectura técnica. El Royal Oak Double Balance Wheel Openworked de 41 mm, en cerámica Bleu Nuit, Nuage 50, deja ver su movimiento calado con detalles en oro rosa que laten bajo el cristal de zafiro. A su lado, el Royal Oak Selfwinding Perpetual Calendar de 38 mm irradia serenidad con su esfera Grande Tapisserie azul claro y contadores a juego, mientras que el Royal Oak Perpetual Calendar de 41 mm, en oro arena y carátula a juego, equilibra elegancia y ergonomía con su innovador sistema de corrección “all-in-the-crown”. Así, la Manufactura reafirma que la verdadera modernidad no está en lo nuevo, sino en reinventar lo eterno.





Editora: SARAH GORE REEVES Fotografía: DAVID ROEMER Por: DANIELA GUTIÉRREZ
Barbara Palvin fue descubierta a los 13 años caminando por las calles de Budapest. Más de una década después, su presencia sigue siendo una lección sobre la rareza de la naturalidad. Su carrera se extiende sobre ese punto de inflexión donde la industria pasó de la pasarela a la pantalla, del ideal al espejo. Entre un pasado de sesiones fotográficas y un presente más reflexivo, Palvin representa una idea distinta del éxito: la de seguir siendo uno mismo mientras todo alrededor cambia.

Maquillaje: RIE OMOTO CON PRODUCTOS LANCÔME PARA ALTERED MGMT. Pelo: AKIHISA YAMAGUCHI CON PRODUCTOS AUTHENTIC BEAUTY CONCEPT. Producción: JEAN JARVIS PARA AREATWELVE. Asistente de fotografía: PATRICK MCLAIN. Asistente de producción: DEVON JARVIS. Asistentes de stylist: DANIEL ZEPEDA, B DOMINGUEZ Y ANDREA AGUIRRE. Locación: AREA1202 STUDIO. Retoque: ANTHONY GOBLÉ









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Fotografía: RENÉ VILLASEÑOR Por: LORENA DOMÍNGUEZ
Desde el Edificio Vizcaya, La Metropolitana celebra 17 años de oficio y pensamiento. Con la presentación de la silla Caletilla, reafirma que diseñar no es producir, sino dialogar con la materia.
En el fondo, lo que La Metropolitana propone es un cambio de narrativa.
El diseño no se trata solo de formas o materiales, sino de una conversación constante entre la mano, la mente y la creatividad. En el Edificio Vizcaya, en el centro de la Ciudad de México, esa conversación lleva 17 años teniendo un mismo nombre: La Metropolitana.
Su historia comenzó aquí, en este departamento que hoy vuelve a ser punto de partida. Un espacio donde la luz entra de todas las maneras posibles, se filtra entre las maderas, rebota en los muros y crea una sensación inequívoca: no quieres irte. Porque lo que sucede dentro de este lugar es una forma de pensar, una manera de entender el mundo a través de los objetos.
La presentación de la silla Caletilla es el símbolo más reciente de esa evolución. Un ejercicio que parece sencillo, una silla que se arma por partes, hecha para ser accesible, pero que en el fondo encierra una idea mucho más profunda, la de la belleza del hacer. Caletilla pertenece a la colección Acapulco, una línea que busca democratizar el mobiliario sin renunciar a la calidad, la proporción ni la elegancia que distinguen a la marca. Es, en esencia, una declaración de principios: lo bien hecho debe estar al alcance de todos.


La Metropolitana ha madurado sin perder su raíz. Ha entendido que el diseño es un lenguaje que se afina con los años, pero cuya esencia no cambia.
En el fondo, lo que La Metropolitana propone es un cambio de narrativa. Crear belleza no como un privilegio, sino como una práctica cotidiana. Porque si estás rodeado de belleza, si te sientas en una silla bien hecha, si la luz que entra por la ventana cae sobre una mesa construida con intención, inevitablemente empiezas a crear belleza también. Recuerda que fabricar no es producir, sino reconectarse con la capacidad humana de transformar. De entender que, cuando participas en la creación de algo, también te transformas tú.
Origen, el espacio donde la marca ha vuelto a instalarse, funciona como una extensión de esa filosofía. Más que una galería, es una obra habitable. Un lugar abierto para quienes quieran mirar, colaborar, reinterpretar. Cada pieza aquí —desde un mueble hasta una esquina iluminada— es testimonio de una búsqueda constante: cómo equilibrar la geometría, la empatía y el propósito en un solo trazo.
La Metropolitana ha madurado sin perder su raíz. Ha entendido que el diseño es un lenguaje que se afina con los años, pero cuya esencia no cambia; la del oficio, la del gesto que une la tecnología con el pulso humano. Porque en este espacio, cada objeto respira intención, y cada detalle revela una belleza simple.


Editora: SARAH GORE REEVES Fotografía: JUANKR Por: RENÉ VILLASEÑOR
Recuerdo la primera vez que vi Alien (1979). Tenía 12, tal vez 13 años. Un DVD rentado se encargó de reproducir, una vez más, la película. Fade in y la USCSS Nostromo aparece en pantalla. No sabía entonces que esta historia de terror despertaría en mí un terrible afecto al arte visual. Uno hipnotizado por el juego de la realidad inventada. Años después, llegó la oportunidad de entrevistar a Sigourney Weaver, personaje principal en ese esfuerzo que 12 años atrás tomaría un rumbo fijo.
Alien, Avatar, Ghostbusters, Copycat. Ridley Scott, David Fincher, James Cameron. Títulos y nombres tan universales que no necesitan explicación. Y aunque se podrían escribir páginas repletas con distintas ecuaciones donde el resultado sea la historia en proceso de Sigourney Weaver, para ella todo es un misterio. Casi con inocencia, casi con incredulidad y con completa humildad, Weaver concibe su carrera como una incógnita. Un oficio sin fórmula, sin pilares sobre los cuales recargarse, una apuesta por el resultado final. El mismo sentimiento, según ella, ha estado ahí desde Ripley, hasta Kiri y el nacimiento de Pandora.
La actriz neoyorquina todo lo habita desde las vísceras, y la libertad de ser cuerpo y arte al mismo tiempo llega siempre. En pantalla aparece Kiri, un lujo de la tecnología actual, pero detrás, con pantalla azul de fondo y casco de captura, está Sigourney Weaver, que abandona su propia historia para interpretar a la hija de Jake Sully.
A pesar del misterio al que apela, la actriz llega cada vez con más confianza. El personaje que es ella —el que existe fuera de encuadre— llega sin guion, sin claqueta, sin dirección. “Guardarse en un cajón”, así describe su proceso: permitir que el alma conquiste lo que la narrativa necesita. “Mi mente tiene un miedo terrible, pero mi instrumento —mi cuerpo, mi instinto— es valiente”, dice.
Es irónico que charlar con Sigourney Weaver se sienta “de película”. Que aquella persona responsable de sembrar el amor por el cine en tantas personas también lo encuentre en cada interpretación. Que actuar, para ella, se haya convertido en una vida paralela, donde las ataduras complejas del escenario principal se esfuman y donde todo lo creado, de una forma incomprensible, termina torciendo su camino para llegar a un DVD en cualquier lugar del mundo, y que inspire más, y que cree más. Es tal vez así, actuando, dejando la vida guardada en un cajón, como el sueño llega accesible, tosco y crudo. Casi como una verdad.








¿Cuáles son los retos que aún persisten? Aquellos que estaban presentes con Ellen Ripley y que siguen ahí ahora con Kiri en Avatar. Lo que me resulta interesante de mi trabajo es que siempre me asombra cómo el alma artística se activa y es capaz de tomar un material completamente diferente y crear una persona completamente nueva. En realidad, no entiendo cómo funciona la actuación, para mí, es un proceso misterioso, quizá como apostar. Te preparas mucho y luego simplemente te lanzas.
No existe un libro que te diga qué hacer cuando levantas a un alienígena, así que todo fue instinto. Tuve que seguir mi intuición, y creo que eso funcionó para el personaje. Con Kiri fue igual. No estaba segura de poder convertirme en una chica de 14 años; fue un acto de fe por parte de Jim (James Cameron), y finalmente también de mi parte.
La tecnología siempre ha moldeado el cine, pero hoy se siente muy diferente comparada con, digamos, los ochenta. Avatar se siente profundamente humana a pesar de ser generada por computadora. ¿Qué crees que mantiene viva esa cualidad humana? Hay una especie de autenticidad en la captura de movimiento que es muy especial. Jim elimina todas las partes tradicionales del cine —los sets, el vestuario, las cámaras, la película— y en su lugar te pones el traje, el casco, y eres libre de convertirte en otro ser sobre un escenario vacío, con otro actor que también lleva un traje.
La tecnología no es una carga: es tu nave hacia otros mundos y roles. En realidad, lo hace más fácil. La cámara de Jim capta cada matiz, cada temblor de emoción, y aun así la gente sigue pensando que solo damos voz a personajes animados. Es irónico, porque este es el tipo de cine más centrado en el actor que he hecho en mi vida, y la industria todavía no lo comprende del todo.
¿Ha cambiado el proceso para ti y para James Cameron desde Aliens? ¿Sientes que te dirige de manera diferente ahora?
El proceso de Avatar se siente mucho más íntimo porque somos una familia pequeña. Solo somos unos pocos en un escenario vacío, con unas cuantas cámaras alrededor, y Jim justo ahí, con su propia cámara. Hablamos de las escenas muy de cerca, y el trabajo se centra en la familia, en los personajes, en cosas muy interiores.
Se siente mucho más accesible que Aliens. Creo que ahora tengo más confianza como intérprete, y Jim está más relajado como director. Ambos confiamos en este método de trabajo, y nos gusta tanto que seguimos regresando a él. Es como una luna de miel creativa.
En Avatar interpretaste primero a la Dra. Grace, y luego te convertiste en Kiri. ¿Ha cambiado tu relación con el cine —o incluso con la vida— a través de estos papeles?
Es interesante, porque aún puedo interpretar a Grace en estas historias, aunque Grace y Kiri no puedan encontrarse en la vida real, se encuentran en otro plano. Es increíble cómo funciona eso.
Como todos los artistas, creo que me he vuelto más segura con cada trabajo. He estado el tiempo suficiente para que mi enfoque ya no sea “cómo lo estoy haciendo”, simplemente confío en que esa magia creativa está ahí. Antes me torturaba con la autocrítica, como muchos actores, pero ya no. Mi trabajo es mejor ahora porque confío más en él y lo disfruto más. Disfrutar la aventura de convertirse en otra persona es esencial para hacerlo bien.
¿Y cómo es seguir creando sabiendo el legado que ya has construido? ¿Es difícil mantener la frescura, seguir encontrando novedad en tu trabajo?
Nunca pienso en eso. Cultivas al personaje dentro de ti, y en el momento adecuado te haces a un lado y lo dejas salir. El personaje no está preocupado por ser “diferente”. Todo lo que intento hacer es ser fiel a la historia.
Me preparo mucho, y luego, una vez que estoy en el set, simplemente me aparto y dejo que el personaje fluya. En realidad, soy la persona menos intelectual cuando trabajo, mi mente es demasiado crítica y juzgona. Si logro guardar mi mente en un cajón, mi alma puede hacer su trabajo. Mi mente es terriblemente miedosa, pero mi instrumento —mi cuerpo, mi instinto— es valiente. Mi cuerpo se sintió tan desalentado al principio que decidió: “Ya no voy a escuchar a nadie. Simplemente voy a hacer esto”.












En Hermès, el lujo sigue siendo una forma de pensamiento: el arte de convertir la función en contemplación. Este año, el bolso original de Jane Birkin — creado junto a Jean-Louis Dumas a principios de los ochenta— se vendió en Sotheby’s por 8.6 millones de euros, convirtiéndose en el bolso más caro jamás subastado. La puja, que duró apenas diez minutos entre nueve coleccionistas, fue ganada por un comprador japonés anónimo, asegurando su lugar en la historia como uno de los grandes hitos de la moda. Aquel bolso, con los detalles personales de Birkin —sus iniciales, las calcomanías de Médecins du Monde y UNICEF— cuenta una historia. Lo que comenzó como un objeto funcional se transformó en símbolo, una síntesis perfecta entre el arte del oficio y la permanencia del deseo.
Durante décadas, los bolsos Birkin y Kelly han sido considerados “activos portátiles”, piezas que superan al oro y a las acciones en valor de reventa. Pero su verdadero valor no se mide en cifras, sino en el tiempo que atraviesan sin envejecer. Mientras se acercan las fiestas, Hermès nos recuerda que la verdadera belleza perdura, se hereda y se transforma en legado.
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Hay lugares que parecen inventados para recordarte lo esencial: el silencio del mar, la lentitud de los días, la posibilidad de mirar sin prisa. En la costa de Puerto Escondido, entre el rumor del Pacífico y el horizonte que se funde con el cielo, existe uno de esos sitios donde la vida transcurre en un ritmo propio, La Gema Escondida.
No es un hotel, pero tampoco una casa. Es un espacio diseñado para quienes entienden el lujo como una forma de calma. Desde su ubicación en una colina que abraza el océano y deja ver las puestas de sol más dramáticas del sur de México, este espacio conserva algo del espíritu que define a Puerto Escondido, ese equilibrio entre lo salvaje y lo sofisticado, entre lo íntimo y lo inmenso.
La historia del lugar es también la historia de una visión. Hace cinco años, Alex Guidera y Larry Isaacson descubrieron en esta costa un terreno que parecía esperarlos. No buscaban construir un hotel, sino un espacio donde la comodidad tuviera el lenguaje del arte y la privacidad el ritmo de la naturaleza. Así nació una villa de cinco habitaciones concebida como un santuario para descansar, comer bien y simplemente existir con el mar como compañía.
El diseño arquitectónico, firmado por Terracosta, encuentra belleza en la sobriedad. Las líneas son limpias, el concreto y la piedra se funden con la tierra, y cada rincón está pensado para dialogar con la luz. La palapa principal, una de las más grandes de Oaxaca, es el centro del espacio. Un techo monumental que respira con el viento y proyecta sombras que se mueven como el agua.
En su interior, la curaduría de Lorena Quintana y Andrea Maca combina el minimalismo con la calidez de los materiales naturales: madera de parota, palma tejida, cerámica y textiles oaxaqueños. Nada sobra. Nada es casual. Cada objeto fue hecho para pertenecer, los muebles diseñados por manos locales, las piezas de M.A. Estudio (Melissa Ávila), las lámparas que parecen contener la luz del atardecer. Más que decoración, todo forma parte de una conversación con la tierra, con el aire, con el tiempo.
En los jardines, bugambilias, cactus milenarios y palmas monumentales dibujan un paisaje que parece hecho para detener el reloj. El sonido del mar se cuela entre las hojas y acompaña las horas de lectura, el café de la mañana, los silencios compartidos.
Pero si algo distingue a este lugar es su capacidad para hacer del lujo algo humano. El servicio es una extensión de la hospitalidad oaxaqueña: discreta, cálida y precisa. Los chefs privados transforman ingredientes locales en menús que rinden homenaje a la cocina del estado, con guiños al Mediterráneo y al Pacífico. Hay un jacuzzi frente al mar, terrazas que se encienden al caer la tarde y una promesa constante de que cada estancia sea distinta, irrepetible, hecha a la medida de quien llega.
Puerto Escondido, con su mezcla de surfistas, artistas y viajeros que buscan más que un destino, encuentra aquí su espejo más puro. Un lugar donde el lujo no se mide por lo que se tiene, sino por lo que se siente. Y cuando llega el momento de partir, el mar parece decir lo mismo que todos los rincones de la casa: “Vas a querer volver.”
Fotografía: CORTESÍA Por: LORENA DOMÍNGUEZ




Una mirada detenida sobre lo efímero. La moda como registro del tiempo, del espacio que deja el movimiento cuando todo parece detenerse por un segundo.





FOTOGRAFÍA: RENÉ VILLASEÑOR
POR: DANIELA GUTIÉRREZ
Quienes tenemos el pelo rizado aprendimos temprano a volvernos expertas en la plancha. Con los años, perfeccioné mi técnica: protectores térmicos, divisiones exactas, calor, peso, ruido. Mis mañanas siempre han funcionado como prueba de disciplina, en la que la constancia es la única garantía del resultado. Por eso, cuando empecé a recibir recomendaciones de comprar la Airwrap de Dyson, debo admitir que las ignoré por mucho tiempo. Me había tomado años de práctica llegar a mi rutina de 40 minutos. Imaginen mi sorpresa cuando al fin la probé y recorté ese tiempo a la mitad.
¿Qué es, con exactitud, la Airwrap i.d.? Es un multiestilizador y secadora con Bluetooth, capaz de personalizar el peinado a través de una aplicación llamada MyDyson, que registra tipo de cabello, nivel de habilidad y objetivos. Con esa información, su sistema i.d.curl calcula automáticamente los tiempos para envolver, moldear y fijar cada mechón sin daño térmico. Lo que antes dependía de la práctica y la intuición —ese cálculo casi artesanal que me tomó años aprender— ahora ocurre con precisión de ingeniería.






En ámbas páginas, multiestilizador y secadora Dyson Airwrap ™️ i.d. en Amber silk: DYSON.



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Tiene un motor digital crea un flujo de aire de alta velocidad que genera el efecto Coanda. Los físicos, pilotos de la F1 y fanáticos de Dyson reconocerán esta fuerza aerodinámica. En el caso de la Airwrap i.d., funciona al atraer y envolver el cabello alrededor del barril sin necesidad de calor extremo. La secuencia de peinado —envolver, moldear, fijar y enfriar— se ajusta automáticamente según los parámetros del usuario. Todo se controla a través de la aplicación, que además ofrece actualizaciones de software, avisos de mantenimiento y sugerencias personalizadas basadas en el tipo de cabello. La experiencia se vuelve casi autónoma: basta con acercar un mechón y dejar que el aire haga el resto.
Incluye seis accesorios intercambiables, entre ellos un rizador cónico para lograr rizos desde la raíz y un cepillo redondo voluminizador grande. Pero lo verdaderamente innovador está en la automatización del proceso. El dispositivo envuelve el mechón, lo riza, aplica aire frío y lo libera en modo de flujo ultrabajo. Sin esfuerzo, sin ruido.
Después de años de asociar el cuidado del cabello con ruido, vapor y tensión, encontré en la Airwrap i.d. un gesto de calma. En ese sentido, me atrevería a decir que Dyson está logrando un cambio cultural. Si durante años el cuidado personal se entendió como sacrificio —la constancia, el dolor, el tiempo invertido—, hoy proponen algo distinto; que es el fin de una época en la que peinar el pelo implicaba, inevitablemente, sufrir por él.
