Granuja No. 3

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Revista de creación artística

GRANUJA

Mayo 2020 No. 3


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de

CreaCIÓn ARTÍSTICA

GRANUJA revista es una publicación intermitente de creación artística editada por jóvenes de sangre latinoamericana para su difusión y pronta degustación. Dirección editorial Andrés Gómez Gabriela Pérez Ramírez Portada Jakory Coi @jakorycoi Contraportada Axel Vázquez @axelvazqz

Contacto para colaboraciones GR NJ A

granujarevista@gmail.com Granuja revista @granuja revista


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40° 63° David González Viedma, Argentina la voz abre los fuegos de la materia habla en mí no alcanza el tacto para trascenderla.

no ser nada de la piel para adentro fiable prudencia los pájaros rebotan entre la pelvis y el habla.

las ceremonias creativas son un huevo de serpiente sostenido por dos palos ambas manos entrelazadas tornan en espiral la sombra Mónica Ortega Ciudad de México

cierran el occidente que habito y me habita.


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********** nazca reciba los nutrientes necesarios para desarrollar su cerebro siéntase el perro de pavlov antes de saber que existe algo llamado así tenga una familia disfuncional lea siempre cualquier cosa que caiga en sus manos lea poesía lea poesía desordenadamente lea poesía hasta pensar que no hay nada más nuevo por decir piense en no volver a escribir sienta la poesía rondar en la nuca conozca la incineración use las palabras como bayoneta tenga amigos y piérdalos sea genital invéntese una moral o un dios regocíjese en el barro y la altura indague en la intensidad inmólese siéntase morir resucite entiéndase uno más descifre el run run del viento.


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********** 16 caballos de fuerza rompiendo las paredes del cardio. círculos universales de una silla de ruedas. puertas numeradas. pasillo profundo, garganta de concreto blanco. fantasmas agazapados en los helechos de plástico. el hombre se acaricia el muñón y murmura. duele más una vía periférica que la extracción de sangre. al enfermo lo salpican de egoísmo sus familiares. en sala 4 una señora gime, el compañero de cuarto sube el volumen. un viejo se alimenta por sonda, sus ojos perdidos parecen cantar. la heroica justicia del bisturí. el dolor es un eco del dolor físico. cuerpo trampa. somos propiedad de la industria farmacéutica.

********** el hambre petrifica la memoria arrojo juramentos con la boca hecha una morgue sobre el sable y la cruz.


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ESTRELLA Y LOS FANTASMAS

Silvia M. Vázquez Buenos Aires, Argentina Ya habían desocupado la última oficina en el primer piso y todavía quedaba una pila de papeles que volaban de un lado a otro del enorme salón, donde días atrás el sonido de las impresoras y los teléfonos cortaba el silencio de las siestas. La química estaba ahí desde 1928 y ya mostraba, hace tiempo signos de vejez, que se acentuaron aún más cuando vino la administración que funcionaba en el sur, a ocupar los rincones que quedaban en la planta baja. La obra de desarme estaba prevista para comenzar ese fin de semana. Un grupo de obreros descargaba herramientas de una camioneta y las llevaba adentro. El primer día había sido agotador. Algunas cucarachas acompañaban en el traslado de caños y maderas de arriba abajo. Cuando atardeció, se sentaron a tomar unos mates, algo cansados ya. De repente, se filtró una brisa helada por uno de los vidrios rotos del frente. ― ¿Che, escuchaste eso? ―No, ¿qué? ― ¿No escuchaste ese ruido? Cuando sopló ese vientito me pareció oír a alguien arrastrando algo en el pasillo. ―Uy no, no me digas que tenés miedo. Si estamos acá, no sé quién va a estar en el pasillo ―No sé, pero yo solo no salgo. Acompáñame al baño ―Te digo, ni se te ocurra comentar eso con los que entran a las seis. Te van a volver loco. Salieron a la calle, tomaron el trencito en Arata y cuando llegaron a Lemos, se cruzaron con el otro grupo que hacía el otro turno. Ni una palabra. El día siguiente estuvieron pendientes de cada sonido, más allá de los hierros que se retorcían a manos de las amoladoras que no paraban de hacer destrozos. Ya se estaban cambiando para salir,


Granuja cuando uno de ellos volvió de la ducha más pálido que la toalla que lo envolvía. ―Yo me voy, escuché el ruido ese, che, y el viento o lo que sea me rozó la cabeza. Acá hay algo raro. Mirá que en el campo cuando pasan estas cosas, no es bueno… ―Vamos a ver, dijo el otro. Cambiate y vamos a revisar. Salieron con una linterna cada uno y por las dudas una barreta en la mano. Recorrieron pasillos oscuros, donde la llovizna se colaba por los pedazos de vidrios que quedaron en pie. Bajaron una escalera y ahí, en un descanso, una máquina de escribir repiqueteaba sin parar. Se quedaron duros, parados sin creer lo que veían. Reaccionaron cuando una mano helada le tocó el hombro a uno de ellos ―Buenas noches, no se asusten ―dijo― Sé quiénes son, así que tranquilos. No tengo nada contra ustedes. ¡Señorita, siga escribiendo! ―dijo, mirando la máquina. No había nadie sentado ahí, pero cada tecla se movía de una manera increíble. ―Vengan, les voy a explicar. Los muchachos lo siguieron, sin miedo, a pesar del primer susto. El tipo, con un traje a rayas negro y blanco, zapatos muy bien lustrados y una corbata de moño, iba delante de ellos, tranquilamente, como si estuviera en su propia casa. ―Esta empresa la fundó mi padre, Demetrio, hace más de un siglo. La decisión de demolerla se tomó inesperadamente y soy el único de la familia que no lo acepta. Por eso, estamos escribiendo nuestra queja a un Juez.

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― ¿Estamos? -dijo uno de los pibes- ¿Usted dice que acá hay alguien más que usted y nosotros? Habla como si su secretaria estuviera sentada en su escritorio copiando lo que usted le dicta. El no respondió. Solo firmó una carta, se la dio al más bajo y le pidió reserva. Ellos entendieron sus explicaciones. Tomaron el tren, llevaron el sobre a la oficina de correos. A pesar del asombro del primero momento, estaban cumpliendo su pedido a rajatablas. A la mañana siguiente, los titulares de los diarios decían: Estrella

no se va. Carta misteriosa de un heredero fallecido hace 10 años aparece en la oficina de un Juez. Si hoy va a Lacroze, mire hacia la izquierda cuando llegue a Arata. Un edificio viejo y abandonado aún sigue en pie. Ruedan en sus pasillos ramas secas, y unas pocas hojas de lo que en una época fueron frondosos plátanos. El portón cerrado con candado y un sonido tenue de risas y festejos se escucha desde una de las ventanas del primer piso…

Xanath Cvts CDMX, México @xanath_cvts


Granuja CUANDO SEAS VIEJO

Charles J. Doom Acarigua, Venezuela Cuando mi carne se pliegue y mis cansados huesos no sostengan mi alma, no me fotografíen ni en vida, ni en el féretro No levanten a mi nombre un altar pues no lo veré ni escriban canciones sobre mis hazañas pues estaré cansado y no las oiré no le den a mis hijos, o quizás a mis nietos, una tentativa de un frustrado verso ni lleven mi cuerpo a las llamas. Repartan mi riqueza, si es que alguna queda no a los pobres, porque no la apreciarán ni a los ricos, porque será una pequeña rosa en sus rosales dénselas a los que surgen de entre los escombros al que niega vivir en yugo o al que muere agonizante. No escriban mi nombre efímero en la arena escríbanlo, tal vez, en el mármol así cuando la gente pase lo ignore y siga con sus tediosas rutinas y quizás un vagabundo, o quizás una pareja de enamorados lea: aquí no yace un hombre, aquí rara vez descansa su espíritu.

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Xanath Cvts CDMX, México @xanath_cvts


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ESTAR Y NO SENTIR

José Zenteno Aguilar Tuxtla Gutiérrez, Chiapas Desde lo alto del encierro se observa toda la ciudad Perdió su significado Contemplarlo diario verlo y no estar estar y no sentir sentir y no actuar actuar para no morir morir para no sufrir

Para entonces dejar de ser ser ser Hoy Desde lo alto del encierro miro a la ciudad

Perdió su significado Algo brilla desde lo monótono Una luz en alguna ventana (una de tantas) No se perdió del todo

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12 HUMO Y CENIZA

Karina Pampo Tijuana, México Dos ventanas en las nubes el viento ha disparado con tus dedos pisando el muelle el cielo roto se ha disfrazado su voz llenó mis pestañas de abrazos. Cayendo en la marea un telar de flores blancas se escapó es el abrazo helado de una madre lo que ve la música del sol. El reflejo en su barba el reflejo en su sombrero el brillo del reflejo un glaciar de lágrimas nubló las ventanas. La emoción es peligrosa pero la falta de control es alentadora nadie se detiene en esta celda verde ni siquiera la tierra deja de fumar mientras el toro atraviesa la pared después de la caza el torero protege su armadura. Hacer agujeros es una cualidad de ceniza un cigarrillo en la oreja y el humo enfría la casa dulces líneas rosadas en el ombligo se desconoce el valor del oro cuando las puertas son claras.


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de

literatura

El conejo lunar pregunta en qué dirección caminar un hilo cuadrado circula en el cielo doblar la cabeza en una almohada azul distorsionada bajo la sombra de un pie roto el último bastón en su oreja me rasgo la boca. Senderos del cielo texturas frías que rebosan de energía el árbol me pidió permiso y comencé a escribir.

ALGUIEN ULTRAJÓ AL SONIDO

Claudia E. Saquicela Novillo Cuenca, Ecuador Alguien ultrajó al sonido y lo dejó desnudo, botado en un rincón, Ahora camina en puntillas, y late rápidamente… Los oídos lo cuidan, lo limpian, le devuelven el ritmo, Fluye como un río, que desemboca en el mar, Parpadea acordes, y abre sus ojos que sonríen… Tiene la voz profunda como un trueno, está en todas partes, Cada vez que vibra recupera su hermosura… Es un semidios atemporal, gemelo del silencio, Y su música es como el aliento a etanol…

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literatura MĂłnica Ortega Ciudad de MĂŠxico


Granuja EL TESTAMENTO DEL TÍO MAXIMÓN

Giovany Emanuel Coxolcá Tohom Guatemala Al igual que don Quijote conoció una versión apócrifa de su vida y Jesús tuvo noticias de sus versiones para tiempos venideros, el tío Maximón supo de sus incontables testamentos, redactados en distintas épocas por autores no autorizados. No hay rastro ni testimonio de lo que Jesús dijo en su defensa y en defensa de quienes, por medio de la fe, fueron engañados hasta hacerles creer en alguien que fue todos, menos aquel que echó a los mercaderes del templo, repartió el pan y caminó entre desposeídos y despreciados. Que el destino de uno haya sido el calvario y de otro la befa los hermana. «Blasfemia», dirán quienes corren a apartar turno para las procesiones de Semana Santa o depositan sin demora el diezmo y la extorción a la cuenta de la iglesia. Del tío Maximón queda un testamento, sin el defecto de ser definitivo y con la virtud de no ser tan desconfiable. En el testamento hay alusiones a varios acontecimientos trascendentales: San Miguel Arcángel anotando el nombre de Las Canoas en el colofón de El paraíso perdido, la proeza de Prometeo, Jun Ajpú e Ixbalanké frente a los espíritus de Xibalbá, el magnicidio de Abraham Lincoln, el insomnio de Rodion Raskólnikov, la población persiguiendo al cólera morbus para matarlo a garrotazos en

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tiempos del doctor Mariano Gálvez, el paso de Ernesto Guevara de la Serna en Guatemala durante la intervención de los Estados Unidos en 1954, con la complicidad de curas, párrocos y el cardenal metropolitano, el coraje y la dignidad de Salvador Allende en 1973, un pasaje en el que José Efraín Ríos Mont subraya versículos de la Biblia mientras ordena el asesinato de poblaciones en el altiplano del país. En otro pasaje, Juan José Arévalo autoriza a los Estados Unidos realizar experimentos en la población guatemalteca, infectándola con sífilis (Arévalo era visionario: se adelantó a las guerras epidemiológicas que los poderes económicos globales llevarían a cabo a partir de entonces, hasta llegar al experimento maestro del coronavirus o COVID-19). Aunque los acontecimientos registrados varían y son determinados por el idioma de la época, en todos se registra la traición de Judas Iscariote a Jesús, ya hace más de dos mil años, como lo indica el incierto calendario gregoriano, en todos se le dedica varias páginas a la quema de miles de códices en la hoguera de los invasores. Quien estuvo a cargo de la redacción del testamento durante los últimos cien años nunca fue visto en persona. Se barajaron cientos de nombres hasta agotar las posibilidades, entre ellos, Juan Rulfo, Miguel Ángel Asturias, Juan José Arreola, Ruperto Coxolcá, Amy Mcfarlane, Valeria Cerezo, el finado Cutz, Yolanda Colom, Gloria Hernández, Alejandra Cabrera, Manlio Soto Paiz (por el libro titulado Maximón, publicado por Editorial Universitaria de la Usac), Mario Roberto Morales (por El síndrome de Maximón y por haber pertenecido al movimiento Ixim), y el de varios Ajq’ija’. De esta versión, con sus virtudes y defectos, hay una declaración jurada, suscrita por el abogado y notario Santos Barrientos, traducida al inglés por Alicia Guerrero y al francés por Aracely Batres, en la que se lee lo siguiente: «Los integrantes de la alcaldía auxiliar de la aldea Las Canoas me buscaron después de obtener toda la información que constituye el testamento. Al principio me trajeron las anotaciones en tablillas de arcilla y planchas de piedra, después en cientos de libros que recorrían varias ciudades a lomo de mula, hasta llegar a la


Granuja comodidad de los terabytes. Nadie sabe con certeza de qué parte de la gran memoria procede. Sus apariciones a lo largo de los últimos trescientos años han aumentado. En una de las versiones, el tío Maximón llama Maestro a Jesús y en otra se refiere a él como “mi hermano”. Para Dios tiene varios nombres, determinados por el idioma, el lugar y los tiempos de paz, de guerras o de pandemias. Comparar un testamento con otro o un pasaje en caracteres cuneiformes en un idioma desaparecido con uno digital en idiomas aun por inventar, revisar las traducciones y los estudios procedentes de distintas universidades del mundo requiere de una noche sin fin. Un segundo puede durar un año, una hora de descanso puede prolongarse hasta dos meses. No es posible determinar el origen de las primeras versiones. El tiempo de los relojes, sean estos clepsidras o electrónicos, no coincide con el de los astros. Deben confiar en la honestidad de los alcaldes auxiliares, en su imaginación y en mi modesta intervención, aunque mi nombre se pierda en los archivos de la especulación. Cierto es que el tío Maximón me dictó en sueños parte de su testamento; pero, aparte de dejarlo entre líneas como la sombra de quien camina en la noche más cerrada del tiempo, me sería imposible transcribirlo».El tío Maximón vuelve a la tierra a cada Sábado de Gloria durante los primeros minutos de la mañana, entre incienso, guaro, olor a membrillo y fuego. Así ha sido desde que la luna tiene memoria y mucho antes, Volver a las entrañas de la madre para purificarse de las pestes que han asolado a la humanidad. Después del fuego, varejones en mano, camina entre nosotros. Ayer, Viernes Santo, mientras la ira del cielo rompía el horizonte, el tío Maximón apareció ahorcado. Junto a él quedaban los cigarros, varios galones de guaro. Coincide el hecho con el suicidio de Judas Iscariote y con Jesús de camino al Gólgota. ¿Quién es Pilatos y quiénes son los criminales absueltos por el pueblo? ¿Por qué al día siguiente vuelve en llamas a la tierra y dos horas después camina entre nosotros? Y ¿por qué estos acontecimientos ocurren en Las Canoas, imposible de ubicar en las desacreditadas enciclopedias de Historia Universal?

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Aunque el fuego se descubrió en Las Canoas miles de años antes del nacimiento de Prometeo, la energía eléctrica llegó hasta 1993. Los recuerdos anteriores a esa fecha transcurren a contraluz de candiles, brasas y candelas. Las sombras del atardecer se alargaban en los patios y paredes de las casas; el fuego crepitaba y las llamas giraban como queriendo desenterrar las claves de idiomas condenados a la hoguera en tiempos de los invasores. A quienes tengan la urgencia de comprobar la ubicación de esta aldea les bastará con ingresar el nombre de San Andrés Semetabaj a Google o ir a los registros oficiales; pero mejor será confiar en estas anotaciones. Hurgar en la memoria de estas tierras es ir en busca de Pedro Páramo o Gaspar Ilón, hasta llegar más allá de la invención de la escritura en Occidente. Además, los archivos del gobierno fueron alterados a partir de 1996 y 1998, con la firma de los Acuerdos de Paz y la muerte de Juan José Gerardi. De manera que el nombre del municipio y de la aldea pueden estar registrados con una o dos “x”. Este es el peor momento para confiar en fuentes oficiales de información, por la relación del gobernante de Guatemala con el capitán Byron Lima, condenado a cadena perpetua por el asesinato de Gerardi y ejecutado en el Centro Preventivo de la zona 18, con Erwin Sperisen, condenado en Suiza, por asesinatos extrajudiciales en tiempos de Oscar Berger, y con hijos y nietos de quienes estuvieron al servicio de los mercenarios norteamericanos para la invasión de 1954. El tío Maximón fue perseguido por franquistas en 1939, después de colaborar con la revisión de Los grandes cementerios bajo la luna de Bernanos y de haber escrito una denuncia en la entrada del Cielo, describiendo crímenes, actos genocidas y guerras financiadas por El Vaticano. Esa misma vez dejó la nómina de las víctimas de las dictaduras latinoamericanas, incluyendo la guatemalteca, tan aplaudida por el Anticristo y sus amantes, entre ellos, el actual gobernante de la

Banana Republic.


Granuja El tío Maximón ha estado junto al suicida que pronuncia por última vez el nombre de sus hijas, con el enamorado que conocerá los tenebrosos pasillos de la cárcel, con el hombre que ha perdido la cosecha, con quienes desafían el desierto en busca de la Tierra Prometida o del American Dream, con quienes siembran peste y con quienes la padecen. 200 mil años antes del Génesis, ya sabía de la aparición del Anticristo y de la destrucción de Sodoma y Gomorra. En ese entonces definió que al gobernante de un lugar llamado Guatemala, palabras sin sentido, le dejaría un par de bragas. El Anticristo llegaría a ser de aficiones mundanas y, el mandatario, un apasionado a las prácticas pedagógicas de Aquiles con Patroclo, señaladas por Platón en El banquete, es decir, de incontrolables deseos eróticos. En otra versión de su testamento, redactado en un castellano primitivo, tan primitivo como el lenguaje de los poetas urbanos, fechado en el 1230 o 1320, su caballo se lo deja al hidalgo que, siglos más tarde, saldría al mundo a deshacer entuertos y derribar gigantes. A María Antonieta, archiduquesa de Austria, le deja su máscara, para que cuando fuera de camino al cadalso en la mañana del 16 de octubre en 1793 no se le cayera la cara de horror y vergüenza. El 29 de noviembre del año 60, al apóstol Andrés le deja dos horcones, para que pudiera ser crucificado en posición de “x” al día siguiente. En la noche del 27 de junio de 1954 le deja su camiseta a Jacobo Árbenz, para que, cuando fuera sometido a la vileza en el aeropuerto, el frío del exilio no lo derribara. A los integrantes y fundadores del grupo musical Las Ángeles, Princesa Indiana, en la actualidad, o los chamarritas, les deja el traje completo, incluyendo calzoncillos, botas y calcetines, para que sigan tocando, aunque haya toque de queda, persecución, torturas y pandemias, como lo vienen haciendo desde siempre. Deja sus varejones a los alcaldes auxiliares, para que puedan educar en el arte

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de la disciplina y la responsabilidad a la juventud, tan entregada a la pereza, al exceso de guaro y al suicidio en los últimos diez años. Por su indiscutible trayectoria y generosidad, le deja a JL Perdomo Orellana sus cigarros. Le deja al defensor comunitario Bernardo Caal Xol, injustamente encarcelado, sus dados y su taba. Cuando los integrantes del Honorable Comité de Huelga de Todos los Dolores se entregaron, primero a Álvaro Arzú, después a José Efraín Ríos Mont, por mediación de Alfonso Portillo, se volvieron propagandistas de marcas de licores, cervezas, y un canal para el trasiego de drogas, se volvieron una célula de soplones y orejas. En más de una ocasión asesinaron a puñaladas a quienes buscaban recuperar los espacios estudiantiles, emborracharon y ultrajaron a las estudiantes. Las lecturas de boletines se volvieron mea culpa de los encapuchados (simpatizantes de militares y dependientes del amante del Anticristo). Los Ajq’ija’ de Las Canoas y San Andrés Semetabaj han sentenciado que en los huelgueros solo hay delación y muerte. Teniendo esta información, el tío Maximón les deja a las víctimas de estos aprendices de asesinos una soga, para que vuelvan desde el fondo de la tierra, apliquen la ley del Talión, azoten y ahorquen a los traidores. «Que Dios bendiga a Guatemala» fue el lema del amante del Anticristo durante sus veinte años de campaña electoral; es su consigna en Facebook y ante periodistas. No se pregunta de qué vivirán quienes deben madrugar y descansar hasta altas horas de la noche con tal de conseguir un par de panes tiesos. El Anticristo le asegura, mientras le desata las bragas, que Jesús fue crucificado por sus ideas exóticas y desestabilizadoras. Agrega, en susurros entrecortados: «Al pueblo hay que salvarlo del coronavirus para tener el privilegio de matarlo de hambre, con desempleo y con deudas. El monopolio de la muerte es nuestro. Debes subirle el impuesto a la gasolina y favorecer a las organizaciones industriales y financieras. Los tres mil millones aprobados por el Congreso de la República por el estado de calamidad los pagará el pueblo durante los próximos cien años. Diles que Dios


Granuja bendice a Guatemala, alinea a los obispos, a los pastores y a los medios de comunicación para que este simulacro no se venga abajo. Si no quieres que asuman conciencia de su fuerza, incendien las industrias y te corten la cabeza, bajo ninguna circunstancia permitas que sepan quién es tu Dios. Eres mío desde el principio de los tiempos y hasta el fin de la eternidad». A los diputados les deja un rollo de papel higiénico, usado, por mierdas. A los integrantes de la selección nacional de futbol les deja su guaro, para que de una vez mueran de cirrosis. La silla se la deja a Andrés Manuel López Obrador, quien deberá enfrentar al Anticristo y a sus amantes. Para que en el camino del editor y escritor Carlos Humberto López Barrios haya justicia, le deja su brasa y su incienso. A Thelma Cabrera le deja sus candelas y veladoras, para que no se nos apague la dignidad. A Manuel Villacorta le deja sus monedas. Debe comprar boleto del bus que lleva a las filas populares. Al CACIF le deja un puñado de tierra de cementerio. Le deja al escritor Leonel Juracán su sombrero y se lo hace. A Vargas Llosa y a Bob Dylan les retira el premio Nobel. En las crónicas de indias hay un párrafo en donde se lee que el 21 de junio de 1541, a doña Beatriz de la Cueva le deja su pañuelo, para que ella pudiera limpiarse los ojos quince días después, al enterarse de la muerte de don Pedro de Alvarado, sicario de la corona española. Deja su vara en las mesas ceremoniales de Las Canoas. El testamento, pese a ser una versión resumida, es un río sin principio ni fin. Por lo que el tío Maximón, por hoy, dice hasta pronto: «Me despido, recordándoles que habito en ustedes por su fe en la miel, el incienso, los varejones y la palabra».

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MarĂ­a Susana LĂłpez Buenos aires, Argentina


Granuja ÚRBICO (fragmento)

Andrés Gómez Silao, México el aire se extendía sobre el aire/las copas de los árboles eran estrellas/el silencio la única voz que gritaba/las nubes florecían/y la tierra se inundaba de aves/que llovían con sus picos de barro/todo se mostraba como nada/y la nada lo era todo/así reinó el silencio/como dios bastardo/y los gritos aguardaron el sol por fin alumbró/cuando le apuntó el primer hombre/con su lengua de piedra/y la luna siguió ahí/como una mancha fría/mientras las cosas permanecían calladas/aún bajo su sombra al hombre lo vomitaron en una tormenta/y la mujer salió del barro/después de la lluvia/vagaron descalzos sobre el orbe/hasta que les salieron raíces de las uñas y decidieron tomar una siesta/al lado de un río/en los márgenes de una costa/tirados en la llanura cetrina de otoño se encontraron cómodos/y decidieron ya no irse/inventaron el templo y la agricultura/se engendró el capitalismo/murió la enésima mujer en parto/se pagó la primera hipoteca/después chuparon de la teta de una loba/y descubrieron una serpiente muerta/en el pico de un águila así nació de las costillas del hombre de negocios/y de la mujer-araña, de la mujer-diosa-madre/doméstica mujer-hogar/invento del hombre mono y del hombre-guerra/paternal hombre-pene/nació de los pasos de una yegua agonizante/mientras el labrador se desnudaba/y revestía sus manos de obrero,/de oficio, de piedra así surgió de un sueño laberíntico la ciudad/y las bocas se acostumbraron/a sus miles de nombres/y sus ojos cavaron su tumba

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CASTIGO

Paola Andreyna Herrera Potosí, Bolivia

Naciste para ser divina poesía, niña con el corazón de papel, creciste para ser el anhelo de la sonata de la alegría, cándida flor de primavera de ensueños e ilusiones volátiles, tu juventud era un cirio encendido de superación, tu corazón la magia de encontrar el verdadero amor, tus manos el trabajo que labra la viña para alimentar tu ser, tu pureza compartes con amor para acoger la semilla, tu vientre es un mundo de células cobijando al hijo... ¡no todo es una vil fantasía! Naciste en una cuna pobre de afecto, con tinta derramada, creciste escuchando los sinsabores calladamente, tu juventud era un peligro atrayente para los malignos, tu luz se ocultaba para no sentir la plenitud de amar, cortaste tus alas cuando intentaste complementarte… era un disfraz de bondad y amor las palabras del hombre. Echaste tus finas perlas amándolo, ingenuamente... qué descubrimiento hiciste niña, conociste a tu opresor, te envolvía en celos, buscándote parejas de nada, te reprimía la alegría de hacer ni amigos podías tener, defendía a sus amantes de palabras textuales y babeantes, ya nada podías decir, pero descubrías cada mentira... a pesar de eso te quedaste amando su corazón de poeta, te despojaste de tus alas, de tus palabras de tu ropa por él.


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Sentiste cada punzada del mundanal juzgándote... rompiste tus castillos sin querer y quebraste tus sueños; por ser mujer, colocaron en tu vientre espinos hirientes, para que la vida muera dentro de ti, con causa y efecto... nadie se apiadó de tu amor ni de tu soledad dictaminada, los jueces de la virtud y del ejemplo te sentenciaron, por ser mujer, por entregarte: por ser inconsciente... debes pagar el precio más caro, desolando el terreno, castigo por tus errores con palabras que ningún niño debe oír, espinas en el vientre, lo que ningún niño debe sentir, con que fuerza ibas a defenderte mujer... te carcomieron el alma y te envenenaron la mente, con que fuerza salvarías tu derecho de ser madre ante todo. Te devastó la culpa tuya y encima la de ellos, por ser mujer… no convertiste al hombre en tu escudo, lo dejaste libre de culpa, mientras tu mujer, limpiabas con tus lágrimas la sangre, sangre de tu vientre lastimado por las espinas, sintiendo el vacío, tú ya no serás tierra fértil, solo el infinito desierto seco, tú por ser mujer te condenaste al castigo de los jueces.

María Susana López Buenos aires, Argentina


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INSTITUTO MEXICANO DEL SEGURO SOCIAL

Mónica Ortega Ciudad de México Ella recarga la cabeza sobre el hombro y empuja el cuello como si quisiera enterrar la cara en su pecho. Él, un hombre vasto y de pelo cano no deja de tocarla; sube y baja el pulgar, siguiendo todos los caminos de su mano, frota la palma de adentro hacia fuera y gira lentamente los dedos por su pequeña muñeca como si quisiera destornillarla. Primero una mano, luego la otra. Se hablan sin regatear palabras, y él sigue recorriendo su mano. Parece que se conocieran de años, pero se miran sonrientes a la cara. La sala de espera está repleta. Una joven sentada a mi lado no deja de mirarlos, busca explicarse la relación de la extraña pareja y, sin poder contenerse y algo de vergüenza, me dice en voz queda: ―No puede ser su hija ¿verdad? tienen la misma edad. Finjo no estar muy al tanto y soló respondo: ―No sé. Pero era la primera pregunta que me había contestado. Tampoco era su hermana, muchos cuidados para un consanguíneo y sin parecido alguno. Él, cobrizo y ella clara, salpicada de pecas y canas. La posibilidad de una conquista reciente es más sólida pero tampoco encaja. Los hombres no quieren una nueva mujer de su misma edad, y menos cuando ya no son jóvenes galanes, y a las mujeres, no las acompañan sus amantes al médico. Una pareja singular, todos advertimos su presencia y tomamos turnos para vigilarlos: no viste diferente, la raza y la lengua corresponde a la ciudad; no es ni más rechoncha, ni más fea, ni más vetusta, y ni siquiera más enferma que el resto de nosotros amasados en el galerón en espera de un vistazo gratuito de un galeno que, con suerte, alivie un malestar. Cuando llegamos, en la madrugada, nos toca aguantar recargados contra la pared, después de un rato y algunos ejercicios de estiramiento optamos por sentarnos lo más graciosamente posible en un pedazo de suelo; luego, simplemente nos desparramamos sobre el falso mármol erosionado a punta de necios jergazos que solo pronuncian más la


Granuja mugre del desgaste. Cada hora, nos mueven para pasar por nuestro minúsculo territorio una jerga larguísima que abraza y pasea la roña que se nos cae por la soba de la espera. El piso queda húmedo y maloliente pero atrás llega un caballero sindicalizado que camina inclinado ventilando el piso con un pedazo de cartón arrancado de alguna caja, un oficio que parece inútil si no pasas horas acoplado al suelo. En algo ha de ayudar el hombre del abanico para no tener las nalgas húmedas. Ya cercanos a nuestro turno nos toca sentarnos en las bancas corridas de fibra de vidrio donde, atiborrados, pero sin tocarnos conservamos una distancia cardinal, balance humano quebrantado sólo cuando alguien tose o estornuda y zarandea la línea entera. Por el único pasillo de la clínica nos trasladamos como cardúmenes, todos en diferentes direcciones, sin rozar al vertebrado que viene de frente. La misión es estar lo más cerca posible de la puerta donde gritarán nuestro nombre algún día. Mientras, la pareja insólita nos distrae, parece estar en otro lado, no tener la vida atrancada ni las nalgas húmedas. La joven otra vez se anima a preguntar: ― ¿Estarán casados? Bueno, ¿recién casados? —No sé ―contesto de nuevo. Si la unión de es civil, religiosa o solo un compromiso entre dos, carece de importancia, pero… ¿comparten la misma casa?, ¿la misma cama?, ¿hacen pipí en la misma taza de baño?, ¿él salpica y ella limpia? o, ¿él limpia cuando salpica y ella lo ama aún más? No, pienso en la vida cotidiana de la dupla y la razón me recita otra negativa. El afecto que nos tiene pasmados no compete al desamor que les corresponde, al aburrimiento que por ley debe aplastarlos. Tendrían que voltearse a ver sin verse, hacer los malabares de las parejas de años para no poner en duda el rencor que se guardan. Ya muy cerca de la puerta del consultorio cinco, sentados en las sillas trepidantes nos tranquiliza otra pareja: tienen alrededor de tres décadas juntos, más unos veinte años de vida previa, no se tocan ni se miran, hablan lo indispensable y si es a través de alguien, están más cómodos. Una doctora se acerca y le dice a la mujer:

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―Mañana, tempranito, a las seis, tienen que estar aquí. Vamos a tomarle muestras de sangre para ver cómo está su azuquitar. Por favor, ya no le compre golosinas; que no coma dulces, mejor una verdurita, una fruta. Hay que cuidarle esa boquita.―Le dice a la mujer como si el hombre fuera invisible, como un niño colgado de la teta de su madre. Los médicos en este país tienen el hábito pueril de usar diminutivos con sus pacientes; siempre me he preguntado si en la sala de operaciones piden ayuda para suturar el higadito o declaran la horita de muerte. ―Polvorones glaseados con chocolate hechos en casa, de a veinte la bolsita. Una ayuda para poder llevar dinero a mi familia y no estar drogándome en las calles. ―Dice un joven corpulento que se abre paso en la multitud haciendo maniobras sobre una silla de ruedas despintada y sin respaldo; lleva la mercancía en las piernas y una bolsa de tela colgada del pecho que se enreda con escapularios de San Judas, el Santo Niño de Atocha y el Cruz Azul. Sin preguntarle a su marido, la mujer saca un monedero envuelto en plástico de la bolsa del delantal y reúne los pesos para apoyar al minusválido, se pasan las monedas de mano en mano por toda la fila y regresa la mercancía, ella la pone en las piernas del señor de teta que destroza la bolsa para iniciar una nueva hazaña en pro de la glucosa que deja huellas blancas por toda su ropa. Por fin escucho mi nombre, grito que siempre me avergüenza al ver la cara de rabia con la que me miran los que todavía tienen horas de espera por delante. Me escurro hasta la mesa de la enfermera, recojo mi carné y entro al consultorio en busca de una explicación a las ronchas que tengo por todo el cuerpo. Tomo asiento en una silla que ya perdió el relleno y en lo que el médico decide levantar la mirada me distraigo leyendo un gran mural en cartulinas con corazones de terciopelo y papel calado, a manera de encaje, que decoran frasecitas catastróficas escritas con plumones de colores, logrando hacer de la hipertensión un discurso estético que Bretón hubiera convertido en manifiesto. Después de un rato, y de encontrar en mí todos los síntomas de la enfermedad silenciosa, el galeno decide dejar su pantalla e interrogarme sobre mi prurito, observa mis bultos y sin comentario alguno regresa a su computadora;


Granuja me abandona otra vez con la enfermedad silente, pero he decidido que la dejaré para cuando tenga menos comezón. Regreso a mirar detenidamente el cubículo y me sorprende un fenómeno en el que no había reparado antes: la ausencia de esquinas, algo sorprendente. Es como si el ángulo de noventa grados estuviera en huelga y en su lugar lo remplazaran codos magullados de poco talante, todos los objetos en el consultorio tienen esta particular característica. El galeno, al verme absorta en mi investigación decide ya no dirigirme la palabra, solo me entrega la receta de una aplicación tópica cada doce horas de baño coloide, sencillamente: harina de soya. Dejo la silla ahuecada y salgo satisfecha de mi hallazgo angular y de no portar ronchas contagiosas. En la sala de espera busco a la pareja incómoda pero ya no la encuentro, ni en el suelo, ni en las paredes; solo está el señor de teta ahora muy pálido y sudoroso mientras su mujer mira fijamente algo en el horizonte ficticio. Buscando espacio para salir, veo a la joven que se sentaba a mi lado haciendo cola para conseguir cuatro cuadros de papel de baño y entrar a los retretes. Dudé, pero me formé detrás de ella solo para preguntarle: ―Oye, ¿qué paso con la pareja? ―No sé ―me contestó con el mismo tono de desinterés que yo utilicé. ―Qué bueno que los atendieron rápido ―dije. Pero en el momento en que decidí seguir mi camino me detuvo para decirme: ―Fíjate que llegaron dos enfermeros muy grandes y de blanco, uno tomó del brazo a la señora y otro al señor, y se los llevaron. ― ¿Cómo, así nomás? ¿Y ellos qué hicieron? ―No dijeron ni una palabra, solo se miraban.

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PARA NO ACORDARME DE LA MUERTE

José M. Delgadillo San Luis Potosí Su aleteo refresca la sala, el hombre grita con rabia y la pintura en el suelo dice lo que nunca podré expresar con palabras espero regrese de la misma forma en que lo recuerdo y que no sea un invento más de mis deseos Violín se escucha lejos y las escaleras son demasiado largas tengo tiempo para escribirte. Sentado frente a mí, igual que ayer, el anciano de siempre piel seca y su falta de alma me aseguran que siempre ha sido él; levanta su botella, desaparece, pero siempre regresa Es eterno La noche anterior creí que estuviste aquí Mi cabello enredado entre cascabeles y mi insomnio me hace reír tan fuerte que hice vibrar los vidrios en las ventanas un escalón y llegamos me advierte el hombre encorvado Sonrió de nuevo Mis ojos viejos como los del hombre que está frente a mí Mi piel arrugada como la de la mujer que toma mi mano y el sonido de las carcajadas silencia la música de a poco El bebé llora, o eso parece Estoy seguro que ya se enteró en dónde está Esta historia es un montón de recuerdos que inventé para no olvidarte Aún espero tu llegada, escribo para no acordarme de la muerte.


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REDENCIÓN

Omar Gutiérrez Gutiérrez Guadalajara, México El barro se ha clavado a los zapatos para sellar acuerdos con la muerte a cada paso acumulado. Sirven de aluvión las lágrimas mellizas de mis ojos parturientos que al caer al suelo registran nacimientos de ríos congelados. Tras azulado espejismo, envuelvo el cuerpo de las horas con el manto de vómito que me hereda el país bajo las aguas de la deuda anquilosada anquilosada a la vena donde se fragua el destino de los niños repartido en moldes de gelatina para las tardes donde el ocio anuncia con su pinchazo de alta paz la inutilidad del trabajo. Es ahora donde el poeta toma el barro de las suelas para crear lámparas donde la luz pasta la mortaja del silencio como una babosa breve que calca estrellas en la obscuridad de su paso es ahora


Granuja en que dios drogado borda mis manos para rezar por siempre una plegaria que llovizne pájaros pájaros que lleven párpados a donde el sol le quita la cáscara al llanto y no hay carencia de techo que lo cubra del dolor es ahora donde los dedos se secan al peinar mi frente las sienes que sostienen esta piel que hoy es todo, nada y algo más allá vivero acaso donde cada poro trae metida una flor de niebla que llora la rectitud de su muerte. Busco una voz, moneda con que trueque el derecho al presente y no se agote mientras el tintero se infla lleno de pezones como sílabas que griten leche con que amamante al silencio es ahora cuando pego esqueletos de cigarra a mi cintura rugosa para recordar que el hambre puede vaciarse de su aire vacío y la deuda puede saldarse de su vacío tan lleno

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porque la vela de lágrimas crece en lugar de consumirse y el nervio de su flama estira su brote y siembra sombras en el surco del labio para dar frutos negros que paguen la deuda de luz que me cegó por un instante. Cae, el trineo del desvelo jalado por parvadas de zancudos porque las mariposas nacidas bajo el signo de Leo aletean rugidos en la sabana de las túmidas ojeras por eso habrá que desenterrar la bandera escondida en la cordillera del silencio siempre el silencio: hipnótica telaraña de agua tejida por las madres del incienso que arrullan mi muerte en su pesebre mostrándome su rostro de paja movediza por eso hago gárgaras de abrazos para rociar la perpetuidad de la mortalidad dulce que me rodea con su listón de pirámides y me habla del amor obscuro que es esta piedra laja tapándome el cadáver de calcio por eso abro rajas con el filo del verso


Granuja donde la glándula del perfume secreta trinos en la garganta y voy con que el barro se ha clavado a los zapatos para sellar acuerdos con la muerte a cada paso acumulado, los enemigos muestran sus colmillos ascendiendo del lodo podrido encerrados en hostias como burbujas negras que apuntan las pupilas necios: la muerte ya estaba en mí, sus bacterias de diamante me cubren el corazón de piedra llovida y en los agostos tropicales me redimen el vuelo en la resurrección de las cigarras.

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Gabriela Pérez Ramírez Irapuato, México


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EL AMANECER DE LOS CORAZONES NEGROS

Francisco Valenzuela Saravia Concepción, Chile. a lo Hemingway de un escopetazo en la frente daré fin a mi (no) vida esto de cortarme las venas -a la romana- en medio del bosque toma demasiadas horas demasiado tiempo disculpen por toda la sangre chicos con esto inauguro las malaventuras que darán nombre al Black Metal disculpen que me vuele los sesos (igual de) descerebrados amigos míos pero mi fatalidad comenzó mucho antes de MayheM aquel décimo invierno en que un accidente de patines me transportó al Helheim allí donde aguardan las raíces de Yggdrasil y los témpanos de Hela: atmósfera que acabó con el pequeño Per Yngve Ohlin Dead me rebautizaron los espectros del rock los mismos que de grande entre pesadillas -síndrome de apnea-hipopnea le llamaron los doctoresdictaron teñirme de blanco y negro y representar un putrefacto cadáver los mismos que mandaron enterrar mi ropa por semanas antes de cada show con el fin de celebrar el hedor de la muerte misma fetidez que expelía mi vasta colección de ardillas y pájaros y gatos podridos víctimas de mi calmo latir mi leyenda quedará por siempre atada a las iglesias ardientes de los noventa piromaníacos sacrilegios efectuados en pleno auge del paganismo escandinavo


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por siempre seré la cara (destrozada) de aquel satánico imaginario pero ni la fama consuela ya nada es divertido no aguanto la curiosidad uno debe morir para encontrar la paz interna

DANCE DANCE REVOLUTION! O LA REVOLUCIÓN QUE NO FUE ya van a cerrar (HAPPYLAND) y el GAMER sigue bailando desconectan los FLIPPERS las montañas rusas y el GAMER sigue sigue bailando SELECT STYLE! SINGLE PLAY! SELECT CHARACTER! dice la máquina y el GAMER pisa y pisa los cuadrículos MARVELOUS! GREAT! PERFECT! repite la máquina OK! 345 COMBO! las flechas estallan en el cielo pixelado siguen su trayectoria ilusoria a un techo inaccesible aumenta el contador y el GAMER pone FF a sus coreografías PUM PUM PUM le dice el BASS y el GAMER se cuelga en un pie se afirma de la baranda

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da una mortal voltereta y vuelve a equilibrarse en su eje 463 COMBO! 478 COMBO! y el personaje a cuadros

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499 COMBO!

dentro de la pantalla 3D con un afro morado en la cabeza y rollers en vez de zapatos no se cansa ni se queja –el imitador tira su yoqui y afiebrado se restriega la impotenciaARE YOU READY! HERE WE GO! ordena la máquina y el GAMER es feliz feliz de su nada de ser otro de pensar que se gana a sí mismo de dar vuelta el ALPHABET AEROBICS! y el LOVE IS DREAMINESS! PUM PUM PUM rompe sus suelas rompe la goma PUM PUM PUM PUM PUM PUM STOP! se detiene qué pena qué lata YOU LOOSE! sentencia la máquina se le termina la energética en el bolsillo busca monedas no las halla se enoja se deprime


Granuja LA MOSCA GRIS

Fervor CDMX Es de madrugada, un zumbido me despierta; veo una línea de color blanco, como si algo o alguien la hubiera dibujado con gis sobre la oscuridad. Miro la dirección de esa línea y compruebo que una mosca la deja al pasar. Me levanto para matarla, pero después de perseguirla un rato veo que es inútil, sus movimientos son indescifrables. Rondamos por todo el departamento y antes de volver a mi habitación, la mosca dibuja un círculo en la entrada, lo atravieso y me detengo. Después miro como una persona duerme en mi cama, no puedo entenderlo, soy yo o por lo menos una réplica idéntica a mí. La mosca dibuja una línea encima de la oreja de mi “otro yo”, él se levanta y repite los pasos que hice hace unos minutos, veo que solo soy aire para él cuando me traspasa al salir del cuarto. La primer réplica de mí también se aterra al ver un cuerpo sobre la cama, está condenado a repetir lo que yo hice antes. Zumbido, línea, persecución, círculo, duplicación, todo se repite varias veces, siete de nosotros entramos al cuarto. Abrumados por la multitud de sombras que rondan, tomamos asiento, tres en la cama y el resto en el suelo; todos con una línea que se enmaraña sobre nuestras cabezas cada vez que pasa la mosca, así, hasta que nos perdemos en un sin fin de rayones blancos.

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ANAGNÓRISIS

Alejandro Espinosa Ciudad de México Esta cultura, escribió Max en su libreta de apuntes, concibe la muerte como anagnórisis. Y subrayó el término griego considerando que pudo haber registrado aquello en una nota de voz del móvil. Se levantó para consultar la bibliografía en el único ordenador de la sala de la biblioteca. Estiró las piernas y quiso bostezar, pero no pudo. Se miró las botas de obrero Zen que usaba a diario. El casquillo expuesto le pareció el cráneo metálico de un robot postapocalíptico de piel sombría y sucia. A esas horas su estómago era un coliseo en el que sus intestinos combatían ruidosos. Mis tripas espartanas, decía siempre que tenía hambre. Le hacía gracia, pero una gracia íntima, porque recordaba la escena de la película Tiempos modernos en la que al vagabundo Charlotte le gruñen las tripas ocasionando que un perrito se inquiete por el vergonzoso ruido. El cine sonoro nació en las vísceras de Chaplin, pensó. Dejó el fichero electrónico y se dirigió a los pasillos desatando la mirada. Caminó de ida y vuelta con el rigor que le permitían los ojos. Los apellidos alemanes y franceses preponderaban en aquellos estantes metálicos. Los títulos largos y específicos y entre tanto vistazo por aquí y por allá se fue a topar con un título que le pareció familiar. Era el nombre de la cultura que investigaba. Así de simple. Y sobre el título, el apellido de un autor alemán que no identificó. Qué raro, pensó y burlándose de sí mismo, todavía con el libro en la mano, se rasco la cabeza. Obviamente frunció el ceño y entorno los ojos. Debajo del título estaba la clasificación y miro para corroborar la ocurrencia que tuvo desde que tomó el ejemplar, que el libro estaba mal acomodado. Sopló la costra de polvo que tanto bien le hacía a aquel ejemplar de pastas verdes y lo abrió para revisar el índice, un capítulo titulado Anagnórisis lo atrapó de inmediato y moviendo las hojas con


Granuja desesperación busco la página señalada. Su corazón comenzó a latir rapidísimo por la intensidad del hallazgo que, suponía, se avecinaba. Inminente se detuvo en la página indicada y no, no encontró lo que esperaba, que aquella antiquísima cultura concebía la muerte como anagnórisis.

ESCONDIDA

Livia Auatt Santiago del Estero, Argentina Muerte al filo de la boca sin palabras. Una voz sin música emana su presencia frágil y pendular. Otorgas al latido esa lágrima escondida del recuerdo que te trajo hasta aquí. Me perteneces? ladera descubierta monte habitado de un fuego que fagocita lo que no puede extinguir con sus plegarias. Quién se esconde? puedo nombrarte inventarte en otro sueño aplacarte en la piel que habito y mirar la imagen que escapa al mundo barro húmedo que poseo.

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Miedo, perfume que transita pedazo de cielo horadado. Ceniza que ilumina a la que soy a la que fui. LLANTO

Andrés Rendón San Luis Potosí Nunca he visto llorar a mi padre quizás porque no vivo con él o porque en las fechas importantes no está a los cinco años comienza a funcionar la memoria a los cinco años también dejé de vivir con mi padre google dice que se llora después de la muerte de algún familiar o amigo o a solas en un local de comida rápida ante una decepción amorosa o situación que no puedes afrontar El señor del 140 Mi vecino quemaba las hojas de su jardín cada mes. Un día murió y no salió ningún olor de su casa. Morir en el jardín no garantiza desintegrarse con él. No sabemos si quemó su cuerpo con anticipación mientras todos en la calle dormimos, o si cambió de casa porque los canales de la televisión indicaron un fin del mundo próximo.


Granuja ACOMPAÑANTE

Carlos Luis Fernández Miranda Lima, Perú ― ¿Hacia dónde vas? ―Alfonso Ugarte. Universitario ―enseño mi carnet. ―Un sol ―responde el conductor. Me dirijo hacia la parte trasera del bus para no molestarme en ceder el asiento a alguna mujer embarazada o persona mayor; también porque me resulta más práctico estar cerca de la puerta de salida. Encuentro un lugar, un par de sitios atrás de una pareja, abro las ventanas, me coloco los audífonos y cierro los ojos dominado por el cansancio, esperando recuperar unos minutos de sueño antes de llegar a casa. ― ¿Podrías cerrar la ventana? Hace un poco de frío ―me despierta una voz. ―Sí, cómo no ―respondo y abro los ojos para ver de quién se trata. Un hombre más alto y corpulento que yo está sentado a mi lado. Cierro la ventana. ―Este carro avanza muy lento ―añade sin mirarme. ― ¿Cómo dice? ―me quito los audífonos. ―Que este carro avanza muy lento. ―Ah, sí. Generalmente es así. ― ¿Bajas muy lejos? ―Sí, en Ugarte ―miento. ―Se ve que has tenido un día muy pesado en la chamba. ―Sí, muy pesado. ― ¿Estudias? ―Sí. ― ¿Dónde? ―San Marcos ―miento. ―Qué bueno, niño, estudia bastante. ―Gracias.

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―Yo recuerdo que era como tú, estudioso, chancón, pero tuve que dejar la universidad porque nació el primero de mis hijos. Tuve que dejar los estudios y conseguirme otro trabajo. Uno de cerrajero y otro en el que hacía mandados. Tenía que llevar paquetes de un lado a otro. ―Lo lamento. ―Hace diez años que no veo a mis hijos. Solo sé que están en Colombia. Mi señora nunca me dejó verlos. ―¿Por qué? ―pregunto rendido, pensando en agotar la conversación. ―Porque estuve en la cárcel…durante diez años. ― ¿Cómo? ―pregunto despertándome del todo. ―Porque transporté droga sin saber. La policía me agarró y me metió diez años en cana. Diez años. ―Lo siento tanto ―articulo las palabras instintivamente; mi corazón se acelera. ― ¿Ves al chofer? ―Sí. ―Ese perro fue el que me delató. ―No lo sabía. Qué injusto… ―Me subí a este carro para asegurarme que era él, y sí es él. Le voy a meter un plomazo. ― ¿Cómo dice? ―pregunto esperando haber escuchado mal. ―Que cuando este carro llegue al último paradero, le voy a meter un plomazo. Por eso me he subido para asegurarme que sea él. Un carro con un par de amigos míos está siguiendo este bus. En tres semáforos me bajo, subo al auto de mis amigos para confirmarles que este es el tipo. Vamos a seguirlo hasta que llegue al paradero final. Y tú te quedas calladito. Llegas a Ugarte, te bajas y aquí no pasó nada. ― ¿Por qué me estás contando esto? ―intento conservar la calma, pero me tiembla la voz y él lo nota. ―Porque necesitaba contarlo. Como una confesión. ―Pero, pero… ―No te pongas nervioso. No te voy a robar ni te haré nada. Pero no hables, si no el plomazo te va a caer a ti. Tú llegas a Ugarte y te bajas y aquí no pasó nada. ¿Entiendes?


Granuja ―Sí. ―Sí qué. ―Sí, señor. ―Mira, hijo, cuando pierdes diez años de tu vida por culpa de alguien, no piensas más las cosas y quieres devolver el favor. ¿Sabes lo que es perder tantos años sin ver a tus hijos, dormir en el suelo, sin más compañía que gente que sí se merece estar ahí? ―Lo lamento tanto. ― ¿Es lo único que sabes decir? ―No, disculpe… ―Ya, tranquilo. Mira, tú me caes bien, lo que pasé no se lo deseo a nadie, menos a ti, porque me haces recordar a mi sobrino. ¿Cuántos años tienes? ¿23? Uy, todavía estás chibolito. Tantas cosas que vas a sufrir. Pero estate tranquilo, estás muy nerviosito y cualquiera se va a dar cuenta que algo te pasa. No la cagues, cálmate. No te pienso hacer nada, pero quiero que te quedes callado, y sigas como si no te hubiera dicho nada. Colabora y tú vas a estar bien. ¿Ok? Estoy siendo muy considerado contigo porque te pareces a mi sobrino, si no fuera así, me pararía ahora mismo, le tiro un balazo al conductor y luego a ti. No pienso hacerlo. Mira al frente. Quiero que me des las gracias. ―Gracias. ―Gracias qué, huevonazo. ―Gracias, señor. Se me pasa por la cabeza encararlo, pero no tengo las fuerzas para enfrentarme a alguien con mejores condiciones físicas que yo. Tal vez está armado. Intento no pensar en esa posibilidad. ¿Qué puedo hacer?, ¿gritar?, ¿empujarlo y salir corriendo apenas el carro se detenga? Pienso en el poco dinero que tengo en la billetera, en mi celular que costó el poco dinero que logré juntar. Decido humillarme. ―Señor. ―Dime. ―Por favor, déjeme bajar en el paradero que viene. Prometo no decir nada, apenas me baje, me voy corriendo.

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―No, porque se van a dar cuenta. Tú dijiste que te bajas en Alfonso Ugarte y ahí te bajas. ―Pero esto no es necesario… ―Si me sigues insistiendo, te voy a meter el balazo a ti ahorita mismo ―se calló por unos minutos—. Ya estoy por bajar. Actúa tranquilo. Cuando me baje, quiero que mires al frente, no voltees ni te asomes por la ventana, no hasta que llegues a tu paradero y te bajes. Vamos a estar siguiendo este carro. Si volteas, ya sabes. No quiero que llames a nadie. Apaga tu celular. ―Ya lo apagué. ―Me vuelves a mentir y te mato. Apágalo frente a mí. Quiero ver que lo apagues. Saco el celular de mi bolsillo, y lo apago ante mi acompañante. El carro se está acercando al paradero donde supuestamente bajaría. ― ¿Ya está apagado? A ver, enséñame. Sin pensarlo le muestro el celular. El carro se detiene, la pareja de novios de atrás se levanta y toca el timbre de la puerta de salida, la cual se abre; mi acompañante me quita sin esfuerzo el celular y sale con total tranquilidad detrás de ellos. No grito, no digo nada, nadie se percata de lo que acaba de ocurrir. Me quedo mirando al frente, con el corazón acelerado y sudando ahora más por el calor que por el miedo. Cierro los ojos, el carro avanza.

Xanath Cvts CDMX, México @xanath_cvts


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David Esparza LeĂłn, MĂŠxico @sprzdavid


Granuja CIUDAD - CANDIRÚ

Raque Vega Codta Rica Al polvo de la tierra he de volver desembarazada del tiempo y del brote de palabras en busca de más palabras, con todos estos andares y amares bajo el sobaco. Tampoco ahí podré descifrar las piedras, afilar cuchillos de plata, parir ríos en viejos frascos de cristal, dibujar mapas justo a la hora del solsticio en busca de los farallones de mi memoria. Mientras en el umbral de la calle el perpetuo ritmo de la indiferencia por aquí y por allá zarandeándolo todo, el designio angustioso de la lluvia correteando a los peatones, los amantes desperdigados en habitaciones por hora, el humo omnipresente sosteniendo el vaho de las alcantarillas, la nostalgia de ir de pie en el bus mirándolos a todos balancear sus cabezas dormidas, el musgo insurrecto creciendo entre las hendijas de mis muslos y de los muros el sol rabioso golpeando vitrinas como un dios moribundo, las palomas cegándolo todo desde las cúspides, el grito mudo del tiempo acechando los pasos en los pasadizos del desencuentro, algún músico recoge sus monedas después de un día largo de miradas evasivas, un cura se masturba en soledad en el terso lecho de su pulpito, cuenta las ofrendas, se abre el cuello para respirar,

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un yogui se abre de piernas saludando a la eterna vacuidad de las posturas, al borde las montañas proverbiales enseñan el seno, la espuma de los murmullos crece desmedidamente, avanza cual maremoto efervescente por entregas en esta ciudad chicotazo, ciudaddespojo, ciudadmolestia, ciudadaverno encendido, ciudadcatatonia hastiándome el ánimo, ciudadcandirú.

Gabriela Pérez Ramírez Irapuato, México


Granuja ELLA

Luciana Villegas Ciudad de México, México Pelito en la barbilla y no melocotón, salpícame (no las casillas del abecedario ni la burguesía y su proletariado) letrada en humildad carente en abstinencia se obliga a ir sin ropa, a ser un número más perfil de rodilla, cae sin mesura ya dijimos que íbamos sin frenos, a romperse los dientes y enseñar los senos porque, corazón tú también estás en el suelo aquí en el asfalto ardiendo en una lápida que te vendieron como cuna cuya inscripción no lleva tus logros ni los de tus fluidos va a fracturarse así como los huesos pero sin gemidos escúpeme, saco cicatrizado mal si no te has vaciado (me gusta que no tengas apellido) tu trabajo, gustos y cuenta bancaria son lo de menos da igual si te han comido las nalgas o unas perras ansias. déjame oler tus días en la tierra, cuando no sabías que existía la civilización.

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ESPÍRITU CLÁSICO Lo que es alejarse y cada vez más de aquellas máscaras y retrasados mentales la pantalla de cristal si observas todos caminan en fila hacia el cadalso quisiera decir hoguera pero nadie sabe lo que es arder es más, le temen sin saber al fuego arma secreta del loco o radical.

Mónica Ortega Ciudad de México


Granuja EL CIELO SIN MACHOS

@DraKosmica El yo de nos/otras https://www.mujerescosmicas.com/

MATERNIDAD

No nací madre. Tampoco me hice madre cuando naciste. Me he ido haciendo poco a poco, cuando me despierto por las noches a que me exprimas el pecho, la sangre, la energía. Daniela Rea

NACER

Nosotras nos dijimos unas a otras que deberíamos ser madres, fuimos las custodias del patriarcado, las vigías del buen comportamiento; las que deberían asegurarse de que las otras cayeran en la misma trampa. Gozábamos al saber que sufrirían o anhelarían lo mismo, y si alguna de ellas se atrevía a salirse del molde, la llenábamos de apapachos o de golpes, según el caso. Las vigías preparaban otras vigías, se decían ser felices, dichosas porque contribuirían a henchir la tierra, usar nuestras capacidades biológicas, y transmitir en el silabeo las formas de comunicarnos. La modernidad nos alcanzó, las zapetas se convirtieron en pañales desechables. Los talladores en lavadoras. No molíamos en nixtamal porque para eso estaba la tortillería. La leña solo la usábamos para echarle fuego al sufrir. Cuidamos que nadie saliera del molde, poco a poco se iba perfeccionado hasta que llegaron las pájaras a enseñarnos otros cantos. Con pañuelos verdes señalaron la libertad, ¿qué haríamos con esa libertad? Seremos libres, murmuramos. Esas mismas pájaras se desnudaban arriba de los edificios oficiales, los quemaban. Las pájaras

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eran hermanas, manas; renunciaron a ser vigías, los ojos del orden, traían otro orden, orden al fin. Nuevo orden necesario, renunciar al patriarcado, renuncia, ¡yo no quiero ser madre! ¡Yo no quiero ser madre! nosotras abortamos clandestinas. Algunas no supimos cómo llevar nuestras vidas una vez expulsado el patriarcado. Nos torturaba la culpa. Los agravios de no repetirle a las otras el cantar viejo de la maternidad, “deseado será el fruto de tu vientre” gritábamos. Algunas lo deseaban con toda el alma. Otras fueron confesando sus instintos asesinos, arrepentidas, decían haber pensado en matar a sus hijos para que no sufrieran la tortura de esta realidad, “no lo hagan” dijeron la pájaras mientras armábamos directorios de maternidad compartida antes de que nos desquiciara la maldad gobernante. Orquestamos otros gobiernos y formas de ser humanas, libres que no nos llamáramos así o de ninguna manera. El alfabeto nos desconoció. Y cuando escribíamos solo nosotras comprendimos nuestros mensajes. Primero fue el balbuceo de la ayuda. Luego el cambio de portadas para la transmisión. Nos observamos para escribirnos desde la voz morada que sanaba las heridas. Pudimos alcanzar a ver las realidades colgantes de las otras a través de nosotras mismas. Nosotras quemamos la rueca, el sufrimiento se hizo polvo y el gozo cenizas. Íbamos de muecas en muecas hasta conocer las miles que habían estado escondidas en las profundidades del mar. Las realidades paralelas nos custodiaban sin juzgarnos. Madres, fuimos madres sin esfuerzos ni sufrimientos. Madres libres. Cuerpos nuestros. Nosotras decidimos honrar a las que venían de lejos, los frutos de nuestro vientre hablarían antes de ocuparnos. Soñamos sus anhelos y decidimos si ser la reproducción de sus apegos al darles cuerpo. Con las enseñanzas de las pájaras alcanzamos a comprender los asuntos de la ley de la causa y efecto. Pudimos conjurar a los elementos para dar vida a quien viniera a restaurar los desastres que todavía quedaban.


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LEER-ESCRIBIR-CUERPO

(…) pensar la función y la posición de lxs autorxs en el presente, partiendo desde no cancelar el cuerpo que emite el discurso sino asumirlo como una encrucijada, un punto desde el cual es posible ensamblar las piezas que de otra manera no habrían estado juntas, y no mucho más que eso. Antes que pensar un autor neutro, sustituido por puro lenguaje, valdría la pena despojarnos de romanticismos, reconocer que ese sitio y esa perspectiva son inestables provisionales, y que la enunciación desde un cuerpo de mujer es distinta que aquella que se hace desde un cuerpomasculino porque está atravesada por otras violencias. Cristina Rivera Garza Tuvimos que aprender a leer el presente, a dejar de huir, a dejar de regañar los años anteriores. Salir de la memoria masculina para conocer a los entes del cuerpo, nuestros cuerpos y a partir de ahí, sin evocaciones ni metáforas, el lenguaje daba paso a conocerse, a reestructurar lo familiar. Una misma en los ojos de otras, otras en los ojos de una misma. Luego decir de las hermanas, los hermanos, las madres, los padres, las hijas, las amigas y que ellas nos dijeran a nosotras para enterarnos cómo somos, cómo nos ven, cómo queremos ser. Una vez re definido lo próximo, cruzamos las calles para fotografiar nuestro barrio, la denuncia, los ojos vigilantes, no de nuevos órdenes, sí de nuevos sentimientos, estructuras, relaciones. Cuando cruzamos las calles, las caminamos de día y de noche, rodamos las bicicletas aprendiendo a escribir entre glifos, grafemas, y dibujos. Retratamos los sueños para observarlos, los analizamos soplando las nubes negras. Los sueños, ellos, empezaron a temernos al ser descubiertos. Decidimos no alimentar su temor al enfocarnos en la obra, esta obra que cuenta distinto, esta obra híbrida, mezcla de ensayo, poesía, novela y cuento.


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literatura

La obra sin cuentos, sin ensayos, sin poesía, sin novela. La obra, transmisión de la memoria que se abre y cierra a distintas intervenciones. Escribir es aprender a leer el mundo y la palabra, pero fue primero el cuerpo, mundo, tierra, los cielos, los mares, y sus seres animados. Los elementos del meteoro en el canto cósmico de la nana y la niña sin nombre en Balún Canan. La palabra que es el arca de la memoria. Reiniciamos con Rosario Castellanos, luego Elena Garro, sin recuerdos torturados, con porvenir de vida y felicidad. La Tejedora “que el dolor no se haga el tema perpetuo” Susana Chávez Castillo, somos su continuación en las arenas, los desiertos, las aguas, los mares, el camino cósmico político. La palabra no fue primero, no es cierto, el verbo se hizo fuera del cuerpo para arrobarnos, lo sigue haciendo, pone a los gatekeepers te deja pasar, no te deja pasar, cumplir igual a premio, no cumplir, te castigo, falta ortográfica, tortura total. Balbuceábamos al azar. Nos confundimos al señalar el aaaarrrr-boool que no era un conjunto de sílabas que forman la palabra grave y llevan acento en á, eso, sabíamos tenía ramas, hojas verdes, amarillas, frutos, eso ya no se llama árbol, es otra cosa distinta, llamémosle kutito, aquel jueguito de lxs niñxs, llamémosle como te suene primero. Redefinimos el significante para que los significados dejaran de ser lo que son. Tuvimos que aprender a leer el presente, ese, con todo el cuerpo, y las consciencias. Ese que va pasando y dice lo que no queremos escuchar porque lo han fabricado, lo han obligado a vivir desde los ojos allá afuera. #MeTooEscritoresMexicanos. Nos dijeron que el suicidio era el siguiente paso, vimos morir a Alfonsina Storni, después a Alejandra Pizarnik. Ya habíamos visto morir a Virginia Wolf. Y Ana Karenina en los libros que ellos escribieron ¿Qué era eso que aventaba el lazo o las piedras en las bolsas de la ropa para ahogarnos? ¿Qué era?


Granuja Descubrimos el espacio para darle salida a la opresión. Vimos en las mujeres del espectáculo la ligereza para mostrarse como son. Ellas dijeron haber sido acosadas, dijeron estar hartas y querer dejar el tema atrás. La mañana que leímos lo que Juan José Arreola le hizo a Tita y a Elena pensamos #YoLeCreoAEllas. Mandamos correos electrónicos asegurándonos de que ellas supieran que aquello que les hizo el fulano se llama acoso, violación, anulación de individualidad, se llama atropello, abuso de autoridad. Ellas solo querían dejar el tema atrás, lo sabíamos, hemos vivido en el espacio de la denuncia y sabemos que al soltar los agravios, las pestes amenazan con alcanzarnos. Rogamos a las horas trascurrir arrepentidas pero estas no suceden porque no hay camino del perdón sin la justicia. Vimos a las vigías de Juan José Arreola defenderlo, les quedaban pocas custodias, dos años después nadie les creyó. Habíamos sido vigilantes de la palabra al emplear la delicia y lo fabuloso de las composiciones sin reconocer la discriminación, la pedofilia en los textos. Las primeras escritoras mexicanas ocultaban la verdad en la metáforas, re leímos a Sor Juana, a Rosario Castellanos, a Elena Garro, a Guadalupe Dueñas a Inés Arredondo, a Amparo Dávila. Y cuando abrimos los velos, las herencias feministas textuales las interpretábamos fácil. Ellos dijeron “tenemos miedo de salir en las listas de acosadores”. “Nosotras hemos tenido miedo por siglos y por primera vez ustedes sienten lo que sentimos cuando vamos a sus talleres de creación literaria o a sus escuelas”. Les dijimos. Anotamos en el diario público los sistemas y artimañas con las que hemos sido silenciadas y violadas. Acordamos confiar en nosotras, creernos unas a otras por primera vez en siglos. Íbamos organizando la rabia hasta que el mismo macho, ese, se puso de acuerdo, descordó la vida. Se alejó. Se fue. Se marchó por su propio pie. Armado Gil, el cantante, el artista, el acusado de acoso, él, se suicidó. #NoMásSucidios.

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MANOS VENCIDAS QUE SE AMAN

Fredy Rolando Ruilova Lituma Azogues, Ecuador A mi madre huérfana de manos Las manos pueden ser el refugio de aromas si por los surcos de llanto se estacionan las miradas que ascienden, se acercan, se encuentran en las mismas aristas de la piel undosa llenas de ardorosos bosquejos que van grabando los instantes agradables de fervor mutuo de los tiempos entrelazados. Manos polvorientas como sombras en el estío que dejan el vacío persistente de las tinieblas con frutos secos de los escalofríos y la penumbra de la indiferencia. Manos que se hunden en las grietas de las aguas que se pierden en constelaciones de vidrio en la intimidad de las llaves del mar cuando las puertas son imposibles de abrir y se derrumban en las olas. Manos que son ofrenda en el jardín, manos que son un océano de edades y caricias tibias como el fuego que a la distancia deslumbra y son un soplo de aliento en las cavidades del amor. Manos que se mojan en el mar y se dejan llevar a la deriva por las olas como si quisieran jugar infinitamente y dejar que se vayan extendiendo como un sueño largo, largo como las manos que se pierden en la caída del sol,


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manos ligeras ya como el viento que desaparecen inocente y suavemente en el paraíso, manos que despacio se embarcaran sin que nadie las llame, manos que se estrecharon en la arena y van quebrándose entre nubes y murmullos hasta el confín. Manos en donde escampa una tiernísima estrella tal vez lejana como un sonido fugitivo que se adormece en un gemido ciego de la tierra, o la luz repentina que anega las manos invisibles que dicen adiós a los jardines, al mar, al sueño y a las otras manos que flotan en la nieve. Manos que envejecieron juntas y no se marchan manos viejas de juventud que en el camino son el delgado filo del rayo que dolorosamente brilla.

Gabriela Pérez Ramírez Irapuato, México


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