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Revista independiente /número 8 /febrero 2022


POESIA Aylin Osiris Lopez Sanchez Melodi Sanchez Hoyos Agustin Villalpando C. Oscar Romo Ivan Farre Pablo Diaz C. Fabricio Gutierrez Edgar Galindo Garcia Daniel Rodas Sandra Suarez Jesus Antonio Gonzalez Galindo Kerly Flores Mendoza Hector Dimas David Ortiz Andreza Andrade

Franco Bedetti Darinel Garcia Claudia Rangel Victor Hugo Cervantes Luis Pereira Severo Valeria Yeverino Ottoniel Herso Irene MD Mary Martinez Ariel Gonzalez Alfredo Garcidueñas Natalia Pedroza Miguel Angel Pinca Draupadi de Mora

CUENTO Carmen Macedo Odilon Ivan Medina Castro Uriel Velazquez Bañuelos Victor Lomelin Ramirez Antonio Arjona Huelgas Miguel Garcia Ramirez Norma Ferraez

derechos de la edición ©Granuja editorial

ILUSTRACION / FOTOGRAFIA Yido Sanvi Mitzy Roda Danilo Oliva Mura Daniel Ramos Garduño Dea Lark VR PORTADA / CONTRAPORTADA David Stokes

director de la publicación y compilador andrés gómez febrero, 2022, México correo: granujarevista@gmail.com facebook: Granuja revista instagram: gra_n_uja es una revista artística, de corte literario. Su edición es totalmente independiente, y realizada manualmente en sus oficinas ubicadas en un mezquite en las faldas del cerro del cubilete, en el bajío mexicano, pero cuyo centro poético no se limita a ningun punto geográfico-artístico.

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Aylin Osiris Lopez Sanchez

Así como su gran tamaño parecido a un corazón que late a ritmos irregulares. Podía absorberte hasta hacer que te quedaras viviendo ahí. Reencarnaba cada cierto tiempo cuando volvíamos a esas costas. Abstractas me sumergían en su vibración la vida que lo llenaba. No me había percatado de cuanto la vida se disfrutaba en sus aguas saladas desde que perdí mis recuerdos de ella.

Trabajo

Un paraíso, Que no avanzaba Solo se mece Con corales y tinturas finas.

Piélago

El mar me daba la sensación de un tiempo perdido en la inmensidad.

Esta es la única vez (mañana, hoy nunca) Me duele mi espalda mi mirada mi voz Tengo hambre hambre de sueño Esta es la única vez Sólo tengo que (pero luego, ahora estoy cansada) poner más agua y bajar el fuego ah! y 7 pesos a la bolsa Esta es la única vez

No dejaré que mi cuerpo se evapore como el té que dejo como siempre Esta es la única vez (esta es una dictadura) sólo esta vez ¡Ya llegué!

Melodi Sánchez Hoyos


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Tránsito

Danilo Oliva Mura


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Entrevista con Giselle Ruiz y Olmedo Guerra Presentamos la entrevista que le hicimos a lxs poetxs Giselle Ruiz (Aguascalientes, México, 1989) y Olmedo Guerra (Esmeraldas, Ecuador, 1998), realizada el 20 de julio de 2021.

E: ¿Cómo fueron sus primeras experiencias lectoras? GR: Creo que siempre que se trata de hablar de cómo empezaste a leer se me queda la cabeza en plan “no puedo pensar en un autor”, siempre me pasa lo mismo cuando me preguntan. Creo que tiene mucho que ver, justamente, con que hay un desconocimiento de nosotros mismos con la lectura o la literatura. Pareciera que lo que está en el libro físico o en formato digital no nos competiera, y eso me pasó durante mucho tiempo, sobre todo cuando empecé a escribir. Algo muy curioso es que yo comencé leyendo poetas hombres, estaba muy clavada como todavía, y como aún guardo grandes poemas. Poetas como Marsal, Manuel Vilas, estaba choteada, o con la generación beat. Luego me fui dando cuenta de que había muchísima poesía femenina, muchísima literatura femenina que realmente quería leer, y que me hacía sentir muchas cosas. Creo que lo que dices es muy importante, puede ser que la literatura te acerque o te aleje, y digas: lo voy a volver a intentar de nuevo, lo voy a intentar de nuevo con ese autor, pero con las mujeres realmente no me ha sucedido. Yo estoy horriblemente enamorada, como muchas y como muchos, de Sylvia Plath, y ella es una de esas poetas que nunca me generó alejamiento, sino al contrario. Creo que fue de las primeras poetas y narradoras que yo leí, y que dije “wow, siento algo en


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el estómago, siento este nudo que me sube y me baja y que no me va a soltar”. Tengo esta imagen tan prendida en mi cabeza que de alguna manera necesito sacarlo, eso ha sido muy importante para mi. Justo ahora que preguntabas cómo te acercas a la lectura, creo yo que no puedes escribir si no lees; o sea, sí podrías pero hay muchísima comprensión y aperturas de canales cuando realmente tú lees. Creo que ese fue el primer latigazo que me dijo: “oye, si escribe algo tal vez”, esa necesidad de poder masticar lo que estaba leyendo, poder hacer una traducción de lo que estaba sintiendo, de alguna manera. En este momento se me están olvidando un montón de poetas que quisiera mencionar, pero creo que al final de cuentas, aunque no queramos, se ven reflejadas en lo que escribimos. OG: A mí, lo que me pasa particularmente, es que me olvido mucho de mis lecturas, algo similar a lo tuyo, pero no tanto de las iniciales, sino en general me olvido de lo que leo, soy full olvidadizo. Hace poco una persona subió una captura de La insoportable levedad del ser de Kundera, que habla de memoria poética que es recordar solo esos momentos que de verdad son memorables e importantes para ti, y me parece lindo reconocer mi memoria desde ahí. A partir de eso, canalizo muchas de las cosas que he leído, y actualmente, como tengo un trabajo específico de autores que me interesan leo mucha teoría. Sin embargo tengo todo este bagaje previo de autorxs, que de alguna forma fueron configurando este proceso, que deviene a otras cosas. Yo comencé quitándole de la mano un libro de García Márquez a una amiga que lo tenía y se lo estaba pasando con otro pana, y fue como “me gustaría leer ese libro”. Aunque bueno, todo comenzó con una anécdota random sobre “la importancia de la pedagogía”: una profesora que nos hacía competir con un compañero cuando teníamos diez años, quien exoneraba del examen fi-


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nal a quien leyera más libros; al final exoneraron a mi amigo pero yo leí algunos libros también y eso me dejó inquieto. Como acá no hay librerías ni hay mucho impuesto cultural, y yo no vengo de una familia que lea mucho, al final terminé acudiendo a la literatura por necesidad, sobretodo buscando puntos de escape a las cosas que sentía en ese momento que no podía hallarles respuestas. No podía encontrarme, sobre todo en función de mi cuerpa disidente de género; entonces, como al final los libros eran sinónimo de sabiduría (yo qué sé) terminé acudiendo a ellos. Comencé con Gabriel García Márquez, luego con Manuel Delibes, y como en las librerías vendían libros de Paulo Cohelo también lo leí; pero luego leí a Kafka, me gustaba mucho Raúl Zurita. Después comencé a leer autores maricas a los que agarré un montón de cariño Reinaldo Arenas, que le amo un montón, Pedro Lemebel, Néstor Perlongher, Pancho Casas, un montón. De ahí sólo fue experimentando, leía autores locales, ecuatorianos, leía gente que publicaba en revistas de poesía, leía mucho a poetas como Sylvia Plath, Alfonsina Storni, mi canon femenino que tiene mucho que ver con la depresión, la tristeza, que son formas muy bellas de reconocernos. Cuando intenté luego salirme de estas líneas depresivas, comencé a acudir a otro tipo de escrituras de mujeres que están más ligadas a lo que escribe Audre Lorde, Gloria Anzaldúa, Aída Cartagena Portalatín en el Caribe, etc. Yo creo que las escrituras más importantes para mí han sido de mujeres, de maricas, pero no niego que también me fascina leer a hombres, como a todo el mundo: la literatura es valiosa per se. Han sido muchos traslados de una poética a otra, según las exploraciones de vida.


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E: ¿Cómo fue el cambio de dirección de la sola lectura hacia la escritura, primero como una experiencia individual y posteriormente como un acto público? OG: Yo comencé a escribir por Twitter, ocupaba los ciento cuarenta caracteres para lanzar ideas, versos, así que siempre tuve lectores, en el sentido de que quisiera o no tenía followers y siempre había gente que me leía. Creo que eso configuró mucho mis necesidades poéticas porque siempre estuve pensando en escribir para alguien. Son muy pocas las veces que he escrito para mí de verdad, que son cuando hay algo muy visceral que quiero solo quedármelo o vomitarlo, y solo necesito solucionarlo y para eso necesito escribirlo. Desde muy adolescente, que comencé a escribir, conocí el colectivo de Yuliana, Afroarte, aquí en Esmeraldas, en donde había presentaciones y Yuliana nos invitó a leer; así que, preparaba yo mis textos específicamente para esas situaciones. A pesar de esa timidez personal, le fui perdiendo el miedo a mostrar mis textos. Sin embargo, lo que sí fue un giro para mí fue dejar de escribir poesía impulsivamente y comenzar a escribir no ficción, narrativa, o poesía más craneada, menos desde el dolor, más bien algo más pensado desde un acto consciente de intervenir una estética y una vida que resulte una poesía. Por ejemplo, en unos de los poemas que están en el dossier son viscerales, y otros con un proceso de una escritura sentada. La escritura que tengo actualmente es ya como un oficio. La gente se queda sorprendida, porque es como una cuestión de jerarquía sociales, como: ¡ah, bueno, es escritor porque va a escribir un libro!, pero yo soy escritor porque es lo que sé hacer con mi vida, es a lo que me he entregado, no porque sea alguien importante o tenga cosas que tú no puedas decir, solo soy escritor por eso. En ese sentido, siendo una persona joven, para mi es importante


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reivindicar la escritura como un acto corpóreo, como un acto de proceso de liberación corpórea y de otras cosas; pero también como un oficio, dejando de lado esta idea idea que tienen muchos escritores del “poeta maldito”, que hay que destruirnos y solo así podremos escribir, luego te das cuenta de que si te sientas y tomas esto como un trabajo y te vuelves un trabajador de la cultura, o como dice un referente local que a mi me gusta un montón, si te vuelves un “obrero de la cultura”, la escritura se vuelve en otro proceso, y para mi eso es como yo escribo, como un trabajo, Todo esto implica reconocer un montón de otras lógicas y economías alrededor, pero sin perder la visceralidad de la creatividad que es importante. GR: Me da un chorro para pensar todo lo que dijo Olmedo, pero creo que mi proceso fue completamente al contrario. A mí, realmente durante muchísimo tiempo, me dio pavor la idea de ser leída. Durante mucho tiempo me resultó un ejercicio de autoconocimiento, de conocimiento del mundo, es y ha sido una forma de entendimiento de mí misma y de mi relación con lxs otrxs. Algo que me pasó desde el primer momento es que cuando podía poner algo por escrito sentía que existía realmente, esta forma de que la palabra únicamente verbal no me funcionaba para reconocer absolutamente nada y tampoco tenía peso, pero cuando estaba por escrito la estaba reconociendo, estaba diciendo algo, aceptando algo, y era una forma de forjar la personalidad, el carácter, las creencia. Yo comencé escribiendo cuento, esa era más bien mí linea. Una vez intenté escribir una novela pero todo salió muy


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mal. Después me di cuenta de que en la poesía tenía algo muy poderoso entre las manos. Esta capacidad de concretar en algo tan pequeño o tan largo como quieras, pero de manera muy potente, una bomba que puede ser lanzada para cualquier propósito. Creo que a mí me pasó de manera muy fortuita. Asistí a talleres de creación literaria, intenté “educarme” en la parte estética, de las formas. Me limitaba mucho a pensar en mi formación académica. Creo que tenemos mucho este error, esta idea que por lo menos yo tenía muy implantada, de que para ser escritor tienes que saber de literatura o debes de haber estudiado letras o cuestiones literarias. Yo tengo una carrera de formación científica y estaba completamente alejada de toda esta parte creativa, todo era completamente hermético. Y cuando me doy cuenta de que lo que realmente quiero es escribir, pienso en esto que dice Olmedo: “es un trabajo” con un nivel de compromiso que implica el reconocimiento de las formas, de cómo se forma el mundo, de qué ideas tenemos, de cómo es el mundo que habitamos. Eso me lleva a pensar y a decir algo que he creído hace mucho tiempo, que es lo que escribimos deja una huella histórica, es la representación de algo que estamos viviendo en este momento, y me acostaba mucho asumir esta responsabilidad. Creo que lo que estoy escribiendo ahorita, habla de cierta forma de lo que está sucediendo ahora. Creo que si hay humanidad más adelante, y lean lo que llegamos a escribir, es de cierta manera volver a labrar lo que está sucediendo en este momento. Yo fui muy tímida respecto a la publicación. Hubo un tiempo en el que, como todos, me aloqué, y dije “wow, sí, quiero que lean todo lo que escribo, no importa nada”. Y ahorita estoy regresando a esta parte en la que me doy cuenta de que este trabajo conlleva mucha responsabilidad. Antes decía, como una especie de flojera o excusa, voy a escribir cuando me llegue la idea. Ahora me doy cuenta de que debe de haber un nivel de disciplina necesaria para la creación, para hablar de un tema, y sobre todo he dejado de sufrir mis procesos. nunca necesite rasgarme las vestiduras para escribir algo, sin embargo lo hice, pero ahora creo que es una cuestión de trabajo, de observación, de disciplina.


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un tejabán crujiente, el pavimento viscoso, debajo de la cama del amo sus preguntas tienen forma de espagueti, chiles rancios y cajas de cereal

Agustín Villalpando C.

intuyen sobre tesla los mapaches el proyecto philadelphia no tengo pruebas tampoco dudas detectan al adicto a las pastillas, al engañado por su esposa y por su amante, a los ovnis que mausán ya advertía los perros saben cosas y no necesitan la penicilina, el café instantáneo ni dejar la luz prendida

Los perros saben cosas

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Los perros ladran a lo que no entienden Heráclito

no ríen por el nombre que les pones y su cielo no es un parque de diversiones hippie por la noche saben que no quieres arreglar esa gotera, que no hay comida en la despensa los perros saben muchas cosas odian sus juguetes, los chiflidos, al cartero y esperar la tortura de esperar odian su correa, los crocs con calcetines y las preguntas que no llegan en silencio


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Iván Medina Castro A H.G. Wells Llegará un día en que un hombre te hablará a miles de kilómetros de distancia, y tú tranquilamente le podrás escuchar donde estés, mas no le podrás ver por estar tan lejos. Quinta profecía maya

La emoción de saberse poseedores de un aparato, capaz de emitir toda clase de expresiones humanas provenientes de ondas electromagnéticas imperceptibles para el ojo humano, tenía al pueblo entero completamente en vilo, contrariando hasta las prédicas inquisitorias del obispo ante la llegada inminente del primer radio a San Juan de los Patos. Tanta fue la conmoción producida por el arribo de la caja receptora en el ayuntamiento un sábado de gloria, que las oxidadas y singulares esquilas del campanario repiquetearon por vez primera después de décadas de mutismo. La concurrencia, aglomerada en los grandes ventanales del edificio gubernamental, decidió festejar el rompimiento de la monotonía prometida por esa maravillosa adquisición. Encendieron cohetones e improvisaron una comilona semejante a la organizada en la boda del presidente municipal con la niña Eduviges. Después del jolgorio, los moradores expectantes siguieron con asombro la nítida e intensa voz del locutor, provocando en algunos escépticos parroquianos la creencia de que alguna persona estaría dentro del arca, obligando a muchos de ellos a asomarse alrededor del artefacto para encontrar la pieza que los desmintiera, y los santurrones, asustados, juraron la procedencia de aquellos clamores como parte de una invocación a los santos difuntos.

Asiílo escuché en la radio


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Al destinte del día, se organizó entre la multitud una subasta para turnarse las horas de guardia, y así, poder atender durante toda la noche la transmisión. De esa manera, se informaría a los demás sobre algún acontecimiento de relevancia. Para las doce horas, el turno le tocó al lerdo del boticario, quien con gran susto oyó claramente el anuncio de un inminente ataque por seres extraterrestres contra el género humano. El joven testigo, de prisa hizo sonar las campanas de la iglesia para convocar a la comunidad en la plaza central. Los asistentes alarmados, en espera de una importante noticia, dejaron narrar sin interrupción lo escuchado por el excitado mancebo, quien concluyó enfático: “el periodista radiofónico, recomendó mantenernos en un sólo grupo y permanecer escondidos dentro de una sólida construcción para, dado el momento de la aparición de los marcianos, sorprenderles con lo primero que hallemos en nuestro entorno”. Ante la conmoción de la gente, algunos incrédulos quisieron protestar y desmentir tales sandeces, sin embargo, tras escuchar la opinión de varias personas que secundaron al farmaceuta, manifestando avistamientos de platillos voladores, la idea de hacer el ridículo los hizo mejor guardar silencio. A la mañana siguiente, ávidos consejeros de campaña política del partido minoritario, en busca de potenciales votantes que pudieran apoyar a su candidato electoral, decidieron dirigirse hacia aquel lugar alejado y en desuso vistiendo trajes color cetrino, y al llegar allí, a bordo de un automóvil largo y argentino destellando luces sin previo aviso, fueron equivocados y asaltados por la embravecida multitud a punta de fustes. Cuando el cura, absorto, logró darse cuenta de la increíble confusión, ya el vehículo estaba deshecho. Y aunque el gordinflón diputado resultó ileso, le tomaría algunas horas lograr recuperarse del estupor, y al hacerlo, miró altivo a todos y objetó iracundo la razón de su flagrante agravio. Los locatarios balbuceantes exteriorizaron su desasosiego y lógica respuesta contra lo que supusieron como una indudable presencia alienígena. El representante estatal, perplejo al advertir aquella barbaridad, no tuvo más remedio que preguntar de dónde demonios se habían enterado de aquel disparatado boletín informativo. La villa entera, ajena al error, cabizbaja y al unísono dijeron: “pues así lo escuchamos en la radio”. ¿Cómo así?


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Óscar Romo El viernes 7 de mayo de 2021 por “confusión” Ana Karen, José Alberto y Luis Ángel fueron secuestrados de su vivienda. 4 días más tarde fueron encontrados sus cuerpos en un tramo carretero. 4 días más tarde, sus sueños y muchos de los nuestros se vieron terriblemente opacados.

La historia oficial no es historia es cinismo, tragedia y desconcierto. No hay un final concluyente solo el abandono, la memoria el dolor y el sinsentido. Es el intento de unos pocos por intentar convencernos ¿convencerse? de que todo va por mejor rumbo aunque aquí hace muchos años pareciera que no hay camino para quienes esperan para quienes adolecen para quienes buscan y carajo no encuentran.

La muerte viene de tres en tres

El terror no reconoce a unos y otros es el descaro de algunos el que intenta persuadirnos de que la barbarie y la violencia estúpida es parte de la vida es un accidente es una confusión es un caso aislado.


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A la chingada sus casos aislados y sus escritorios. La historia se repite y ustedes, cómplices y verdugos, nos quitan la vida de tres en tres. Pero tengan por seguro que vamos a salir a las calles nuevamente no porque esperemos que hagan las cosas distintas sino porque en ellas reconocemos nuestras heridas nuestros dolores nuestras cicatrices nuestras grietas nuestras muertes nuestras personas desaparecidas.

Saldremos sin esperanza y quizás con miedo pero con la valentía intacta y la rabia amplificada para gritar y aprender de memoria los nombres y rostros que ustedes nos quitaron. Sepan entonces que al final del día ustedes también pasarán y la historia, la nuestra, les recordará como unos canallas. Porque su olvido se contrasta con nuestro recuerdo porque a su negligencia le hace frente nuestro coraje y porque ante su silencio resiste el eco de nuestra música y nuestras palabras.

JUSTICIA PARA ANA KAREN, JOSÉ ALBERTO Y LUIS ÁNGEL GONZÁLEZ MORENO (lo que sea que eso signifique)

Ilustración: Mariel Prada

Saldremos a la calle porque nunca más seremos cómplices de sus omisiones.


¿Qué nunca has visto un cadáver? ¿Qué nunca has tenido la oportunidad de ver un cadáver drenándose en plena avenida, dejando espantosas manchas en el suelo que jamás, ni el mejor limpiador multiusos podrán quitar? A los ocho años vi mi primer cadáver: regresaba de la escuela cuando a menos de un kilometro un cuerpo aplastado y difícil de quitar atraía todas las miradas. Los automovilistas y pasajeros pasaban lentamente para poder mirar con detalle aquella escena terrible y yo, por ejemplo, vi un zapato a unos tres metros del cadáver y el esqueleto hecho añicos de una bicicleta. Una manta blanca mal puesta le cubría el rostro y parte del torso pero sus piernas, quebradas en miles de partes, y sus brazos encadenados al asfalto caliente del boulevard quedaban a la vista de todos los transeúntes y bajo ellos una enorme mancha roja se abría paso hirviendo por el sol de la primavera. Papá se acercó hasta el cadáver, se detuvo a menos de un metro de él y se puso charlar con un policía que hacía guardia bajo el sol

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Los ultimos dias de y otras fantasias c


mientras esperaba la llegada de los peritos forenses para que retiraran aquello que a mí ya no me parecía humano, aquello que era en aquel momento sólo un triste bulto de huesos rotos y órganos embarrados en el suelo. Quizás mi opinión hubiera sido otra de haber mirado su rostro y haber hallado en sus ojos algo que lo hiciera aún parte de la vida que yo conocía, pero no era así. Papá volvió al auto y arrancó. Un camión, dijo, y un ciclista, y por lo que yo entendí el camión o, mejor dicho, el chofer del camión escapó… Esa fue entonces la primera vez que yo vi un cadáver en mi vida, tenía ocho años, ahora tengo 21 y he visto quizás una decena de cadáveres y puede que una centena más en internet, pero en especial recuerdo la vez en que se me presentó el cadáver de mi abuelo. Mamá dijo que ya no parecía más él, que algo había cambiado para siempre y era verdad: su piel estaba amarilla pálida y su boca parecía haber perdido toda capacidad de comunicarse, sus ojos se habían cerrado -o el embalsamador los había cerradode tal forma en que jamás volverían a abrirse. De aquella última y desesperanzadora imagen de mi abuelo a veces culpó a la mala iluminación del lugar,

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la humanidad olectivas


a veces al gentilicio que se arremolinaba alrededor del féretro y otras a la gruesa capa de cristal que nos separaba a mi abuelo y a mí. Cuando la madrugada se hizo más alta aquella noche no dormimos y en cambio se hicieron sonar los mambos y las sonoras que a mi abuelo tanto le gustaban en vida. Era algo realmente extraño, ver a toda aquella gente llorando y cantando al mismo tiempo rodeadas de un aura de luces blancas y del olor a químicos proveniente del féretro -éter, metanol, germicidas y otras sustancias impronunciablesmientras la madrugada maduraba y nadie podía conciliar el sueño o evitaba irse a dormir. Entonces me puse a pensar en mi muerte, o mejor dicho a fantasear con mi muerte: todas las posibilidades de volverme cadáver, desde las más absurdas hasta las más complicadas y rebuscadas. Creo que muy pocas veces en la vida las personas se ponen a imaginar tanto como cuando imaginan su propia muerte; pero al final del día la vida es así y no se puede hacer nada al respecto puesto que hay una primera vez en la que abrirás tus ojos y otra en los que habrás de cerrarlos para siempre y lo más importante para cada persona -me di cuenta aquella nochees la manera en que ellas habrán de cerrar los suyos.

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Bucket sugwster La certeza que ya no habrá fiestas que trasformen la vida y no encontrar en el espejo otra ropa que no haya sido usada por un familiar muerto

Pablo Díaz C.

Es despertar en la madrugada y buscar en google qué significa soñar con tiburones

Es volver a sentir la comezón olvidar por cuál hueco de la casa escaparon las risas y negarse a desechar ese sobre que se guarda bajo de la cama lleno de fotografías de cicatrices

Temo que el faro sonámbulo olvide mi mote, el del río y del pueblo. Despertar con una roca incrustada en mi cabeza lacerada, por donde escapa la ardilla y los cuerpos. Rodamos en escalones a la caverna, con escarmiento de piedras-bichos y el lago nos ahoga. La impaciencia se aloja en mis labios y en el grito animal de mi vientre, como agua-lodo crecida que sale en lianas. Sorteemos, dice. Yo pierdo. Y la impaciencia vive en estos largos huesos petrificados.

Impaciencia

Kerly Flores Mendoza

Arrullarse al saber que ya no habrá madres que den fruta en los días más sucios


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Danilo Oliva Mura

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DE SUERTE

Fabricio Gutiérrez

Escribir un buen poema es un golpe de suerte. No siempre se siente esa suerte, otras veces sí. Quizás es la misma que se tiene cuando alguien cae por accidente a la jaula de los leones y puede ser comido o no.

VEZ NO

ESTA

Esa vez no salí corriendo de la casa en llamas. Ese fuego era mío. Las cortinas incendiándose eran mías. Los muebles salpicados de chispas eran míos. El techo derrumbándose era mío. Por fin, después de mucho tiempo, algo era mío y no iba yo a perderlo.


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ALARMA DE INCENDIO 1 En realidad la casa es muy pequeña: apenas dos habitaciones, una cocina, la sala y un baño. Sí, muy pequeña para estar cómodos y para otras cosas en las que se requiere de un gran espacio. Pero créanme cuando les digo que puede arder del mismo modo que una casa de tres pisos. 2 Toda casa por más segura que sea debe tener una alarma de incendio. La decisión de accionar una alarma para advertir del fuego es una decisión importante que debe darse a lo largo de la vida de un hombre. Todos, al menos una vez en la vida, debemos tener la oportunidad de decidir si un ser querido es arrasado por el fuego o no.


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Entre las notas agudas entre grafitis que gritan que explotan La Ciudad, continuo de muros la siento en mis quejidos La lluvia es triste porque no guarda ningún recuerdo la lluvia es triste porque si fuimos peces nunca fuimos a g u a Tengo un hambre geológica evolutiva Tengo el hambre necia de las vencidas Edgar Galindo García de los vencidos Pero soy decadente la traza medio visible de un pellejo la preocupación y reproche de las tías pero mi hocico es largo, mi lengua lenta y mis patas de hierro


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E o Deus da minhoca nasce Cresce e repovoa o mundo Com seus seres: Milhares de humanos-minhoca Sulcando as areias da vida.

Oda al Dios-Gusano

El gusano reinventa a Dios. desde dentro del gusano Haz tu propio Dios. Y nace el dios gusano Crece y repobla el mundo Con tus seres:

Ode ao Deus-Minhoca

A minhoca reinventa Deus. De dentro a minhoca Faz seu próprio Deus.

Miles de lombrices humanas Arando las arenas de la vida.

Daniel Rodas


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DEA

Todos los días son el mismo el día


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Lunes


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La sonrisa de señorita


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Uriel Velazquez Bañuelos

Ya vienen por mi

Estaban aquí desde un principio. Solo que el smog de la ciudad no nos dejó ver más allá de los rascacielos, no pudimos ver a las estrellas. Ahora, la oscuridad se cierne sobre mí. El agua me llega hasta los las rodillas, pero ya estaba empapado antes de refugiarme. El agua no tiene ninguna temperatura. No me quema la piel, no me hiela los huesos, y, sin embargo, estoy temblando. Me cuesta respirar. Mantengo la mirada a la puerta, con el arma cargada, apuntando a mi frente. El metal helado del arma me hace sudar, el hedor de la pólvora embriaga mi memoria. Ya he bloqueado las ventanas, para que ellos no pasen… aunque no sé qué tanto me servirá. Realmente los hicimos enojar. Saben que estoy aquí, ya vienen por mí. El tejado está goteando, el nivel del agua va en aumento. Se acercan y mi mano tiembla. Sucedió hace poco, aunque presumo que la causa de su llegada fue por la suma de nuestros errores año tras año. Sali de mi oficina este domingo por la mañana, listo para ver el reportaje de la hora verde; dos horas sin interrupciones por tributo a los animales y plantas que extinguimos en las últimas décadas. —Una pena por lo de las vacas, sabían tan buenas. —Oí hablar a un viejo. Su voz sonaba por detrás de mí, en la tienda de la esquina. Escuchaba con atención la televisión. —¿Por qué, si solo daban leche y ya?, no somos lo que hacemos. Quiero decir, nosotros 70% agua, y no somos agua. —Le respondió un joven. Me di la vuelta para verlos. Los trajes protectores me impedían ver con más detalle sus rasgos. El chico no se despegaba de su celular. —Eran más que eso, idiota, ya lo veras —y dirigiéndose a mí, agregó—Eh, hombre, ¿Verdad que sí? Asentí con la cabeza. Incluso ahora, extrañó el sabor del queso y las pastas. Les hablé de forma breve sobre las granjas. Me sentía estúpido; No sabía si era por la forma en que describía los alimentos y los animales, o porque jamás logre captar la atención del muchacho. Suspiré. Mi temporizador sonó la alarma de mi traje, recargué la batería de oxígeno, y, ya que estaba en la tienda, compré más. Di las gracias y me marché. El cielo estaba pintando con el humo que suspiraba nuestra ciudad; las fábricas y automóviles expulsaban sus nubes. Los alimentos no


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eran lo único que extraño, también los aromas. No recordaba que olor tenía la tierra mojada, o no si eso tenga un perfume como tal. Pero, desde que ellos llegaron, mi nariz no ha dejado de respirar cada esencia de la Tierra. Camine hasta llegar al centro de la ciudad, a unas cuantas cuadras de mi departamento. Habría subido y descansando, quizás dormido sufriría menos, pero nos atraparon como polillas hacia la luz. Pues el cielo estaba vacío, libre de nuestras huellas. Un espacio en blanco, rodeado de nubes negras, de esas que guardan los vientos y los relámpagos, brillaba con singularidad. Era como ver un faro en la neblina. Su luz se movía del cielo a la tierra y de la tierra al cielo. Sombras danzaban en el interior de las nubes, y nosotros, sin saber porque, mirábamos sin preguntarnos porque ese aro de luz no nos dejaba sonreír. La lluvia era fina y constante, pero las gotas de su lluvia no resbalan por nuestros trajes y no ensuciaban nuestras mascaras. Poco a poco nos reunimos bajo la claridad de la nube blanca y sin darnos cuenta estábamos todos ahí. Reconocía a unos cuantos, me sorprendí ver a algunos vecinos. Con los fuertes cambios de clima, y la constante lluvia acida, era entendible quedarse en casa, ha esperar a que las cosas pasaran. El asombro ante el fenómeno llevo a una chica a quitarse el traje. Era delgada, sus

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ojos brillaban como la obsidiana, y el viento acariciaba su cabello. Un policía le amenazo, le dijo que se pusiera el traje de inmediato. Pero la chica, descalza y vistiendo su pijama, danzaba sobre los charcos. Y al ver que su piel no ardía, que sus ojos no sangraban, poco a poco, fuimos quitándonos nuestros trajes. Y cuando perdimos el miedo por un breve momento, entonces ellos bajaron. La luz mostro los colores del arcoíris y los esparció por los charcos. Era como si un camión de pintura hubiera chocado y esparcido sus colores por el asfalto. Bajaron del haz de luz, y se revelaron ante nosotros sin pena ni gloria. Aunque, su forma de mover era extrañamente triste, como un el nado de un pez mal herido. Su “Piel” era blanca, como también transparente. Era como ver una imagen distorsionada, pero no perdía forma, se contenía. Un científico habría dicho que son de mercurio, quizás que venían de venus. Yo, estúpidamente, trato de dar sentido a la razón de mi caída. Siempre se teorizaba el cómo y cuándo se creó el universo, y si habrá algo como nosotros allá afuera, dejando de lado el porqué de los eventos. La chica del pijama se acercó a ellos, y con una sonrisa de oreja a oreja, les extendió la mano. Sus ojos, negros como la noche, le inspeccionaron. No tenían nariz, no tenían una boca. Solo ojos para juzgarnos.


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La chica lentamente se dio la vuelta y su sonrisa desapareció. Nos miró a todos con clemencia, y con culpa por no poder decir nada, las risas cambiaron a gritos y llantos en un pestañar. La chica se disolvió ante nuestros ojos. Quede en shock. La gente corría a todas partes sin saber a dónde ir. Otros tropezaban en lo que intentaban colocarse el traje y escapar. Lo que eran simple charcos sobre el asfalto, ahora fue un lago, donde la luz ya no sé reflejaba. La policía local no dudo en disparar; Pero las balas traspasaban los cuerpos de esos seres como si fuera gelatina, solo para que la bala siguiera su curso y le arrebataran la vida a un incauto que pasaba. Los seres de las nubes pasaban sus ojos por todo su cuerpo, mirando a las personas, disolviéndolos en un chasquido. La muerte de un policía, que estaba a mi lado, me saco del trance. Desconozco por qué no me mato en ese momento, parte de mi le gusta creer que, esos seres usaban la ecolocación para su visión, y al no moverme, no hacer ruido, no dieron conmigo. Ojalá fuera eso, y no simple diversión, como un gato que juega con su comida. El policía se desvaneció. Era como ver un relámpago caer, cara a cara; algo tan veloz y tan contundente, paso en cámara lenta. El policía grito, pero su sonido se volvió vapor y ascendió a las nubes. Sus músculos y huesos fueron comprimidos, hasta ser líquido o gas. Y cuando ya del solo que-

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do la nada, su nombre se volvió una gota más. Tomé el arma del oficial y salí corriendo del lugar. A diferencia de nosotros, la lluvia se calmó. Abajo la marea iba en aumento. ¿Dónde está el sistema de alcantarillado cuando se le necesita?, me decía, intentando que un chiste aliviara mi pánico a ser visto por esos seres. Mis pasos eran torpes, por mi condición y por el agua que atrapaba mis piernas. La basura obstruyo mi paso, hasta caer al suelo, raspándome la piel con cada golpe, empapándome de mis seres queridos. Cuando me sumergía, escuchaba el llanto de un millar de personas en cada burbuja. Cuando me levantaba solo veía cielo blanco.No mire por detrás de mí. Seguí corriendo hasta que llegué a un departamento. Ahora que descanso, mis pulmones arden y mi cuerpo tiembla. Ha pesar de mis caídas el arma no se descompuso. Aun así, de entrar ellos a la habitación, tengo miedo de fallar mi disparo. Cuanto deseo que los llegados fueran como los describían la mayoría; humanoides indiferentes a nuestra costumbre y con la capacidad de comunicarse con nosotros. Así al menos sabríamos el porqué de tantas cosas. Dudas e imágenes bombardean mi mente, dejándome seco, sin aliento. Necesito una lluvia de ideas. No, es lo que ellos quieren. Los escucho, los siento agitarse en el agua. Ya vienen por mí, y mi mano esta firme.


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El señor de las cachetadas A los silvestres girasoles les cortan las cabezas en otoño Lan Lan

Un atrevimiento circuncidado que sonríe se acerca (en el raquis de la espalda cargo hormigas) se me acerca (Troya) se viene (una pequeña llama tras el pecho) —¿Estás dispuesto a abrir la boca? Encima de mí hay dos papeles sobrepuestos (azul y rojo) debajo: la impaciencia del que puede tocar (la crisis del 94) (el hambre) (—Sí) y el piso se vuelve toalla pero ya tiene tiempo que no sudo (el ambiente enmohecido, las decepciones buscan verme) Su mano (¡ay, que la linfa se hace negra y el corazón ya no aguanta!) Su mano (¡ay, que mis años escondido!) ¡Su mano! (con el tiempo, le vas agarrando el gusto) La mía.


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—¿Estás dispuesto

a abrir la boca?

Un liquen creciéndome en la cara, blanco (…) morado (arriba, aquella tarde, cuando vi morir un perro) azul (arriba, en las mañanas, después de sentirme amado) verde (la verdad, nunca he visto un cielo verde) La fragua y los centímetros. Ojos cerrados. Los suyos, pequeños. Una mano en la bolsa Sonríe (—¿Ese dinero es mío?) Sonríe (el pecado es una excusa para quienes caminamos chueco) Sonrío (los pecados que cometí descansan en el rincón transparente de una verdad a medias) (los pecados que me cometieron están guardados debajo de mis uñas) (los pecados que cometimos son una fotografía del suelo) (nunca hemos cometimos ningún pecado)

—¡Sonríe! ¿Estás dispuesto a abrir la boca?

¿Qué boca?

Jesús Antonio González Galindo


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I

II

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Escribir es arrojarse al mundo, ser algo más, nombrarnos. Alguien nos llama poetas, alguien nos define al leer cada imagen sobre la memorial silueta del verso. Cada metáfora es una forma de llenar las honduras en la mirada y no sentir en la boca el terror a nosotros mismos. Escogemos el primer vocablo, un tema, damos finalidad a cada silaba para definir el mundo con una triste escenografía de imágenes que nos hagan creer que la poesía es una decisión. ¡Qué estúpidos hemos sido desde el comienzo de la historia! El poeta no es más que una farsa, hombre que llora su pantomima desde el lenguaje. Asomo de dios, así definen nuestras manos, sí, asomo de dios ensimismado, lastimero, patético.

III

Para qué escribir me pregunto con enfermiza incertidumbre en la mirada, para qué esta asquerosa necesidad de adueñarme del lenguaje y llorar mis impulsos suicidas desde la metáfora. Soy poeta, me digo, como gritando: ¡quiero morir! Soy creador y no puedo crear mi propia muerte.

e s c r i b i r

David Ortiz


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One morning across del cerro de La Cruz cantan las mascaritas transvolcánicas que se enlutan con el deep blue sky tirándole a negro. Shaman’s eyes en los troncos mojados por la tormenta y la charanda roja deslavada que se queda quieta in the streets where children ask you for a coin to eat a taco pero no es cierto porque es varo para sus jefes.

Puré city blue

The city cries everyday and everynight toda sola ella en su humo; cántaros de barro para el agua y la leña que se atiza necia para abrigarse por el frío que cala. Forgive me, madre mía, que no tengo ganas de ir a la school; I wanna be a boy todavía y jugar en las maquinitas de la esquina, acabármela con dos monedas y matar al más chingón.


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pecha s

Héctor Dimas

Somos hijos del sol, somos hijos del Curicaueri-Curicaveri y el fuego es our destiny; no mires para otro lado que la lumbre te alcanza igual. Las alas de la meseta, very shining feathers, traditional folk music, pirekua elegante; músicas que recorren las palmas de las manos, las plantas de los pies y las cicatrices del corazón. One time at the moment y la raza se espiga; brown power a través del mundo. Purépecha city blues y todo en sosiego; medicina para la comunidad, para los ciclos de la vida que giran en los cuernos del venado.


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Faith sentía cómo un dolor desmedido prensaba su sesera entre sus fauces, cada vez que oxigenaba sus pulmones. Sus piernas, níveas, esbeltas y desnudas hasta donde la cubría su corta falda, estaban tan extenuadas que se doblaban hacia atrás por voluntad propia, cada vez que pisaba el asfalto con sus tacos altos. Desde que despertó tirada en aquel callejón oscuro, despojada de su certidumbre, su teléfono móvil y de sus últimas remembranzas, parecía que brincaba entre dos dimensiones cada vez que cerraba los ojos. Entre un ataque de náuseas y una ráfaga de destellos cegadores que la tumbaban de rodillas- como un fervoroso siervo ante la imagen de su dios- de pronto se encontraba postrada en una cama, portando una bata de hospital, abierta de piernas ante una aglomeración de sombras morbosas, sumidas en la luz cegadora. ¿Qué hacían las sombras? Era imposible saberlo. Unas se desplazaban de un lado a otro, con voces tan suaves y siniestras como una psicofonía, mientras otras permanecían inertes frente a ella. <<¿Me estarán revisando o estarán apreciando la belleza de mi flor?>>, fue lo que pensó en un pequeño atisbo de guasa, mientras se cocinaba bajo aquella luz ardiente.

Donde ausenta la inocencia Cuando el sabor a medicina agria regresaba para despertar sus papilas gustativas con férrea hostilidad, las náuseas volvían y la devolvían al primer escenario. De pronto se hallaba de vuelta, tumbada de rodillas, nuevamente en las rúas de un barrio decadente y poco alumbrado- que para su suerte- conocía tan bien como la palma de su mano. Se aferró a un señalamiento rojo que decía STOP con ambas manos, y desembocó sus malestares sobre él. Al terminar, se limpió con la manga de su gabardina rosácea, la cual ocultaba sus brazos revestidos de ilustraciones variopintas, que descendían desde la altura del hombro hasta debajo de los nudillos; volvió a incorporarse en sí misma y estudió el mural que tenía a su costado. Una Virgen de Guadalupe, con la bandera estadounidense a un costado y la mexicana en el otro, parecía escudriñarla desde arriba con una mirada lastimera, apesadumbrada. <<Esta pinche gringa volvió a caer en las drogas>> fue como Faith interpretó su mirada inánime. De pronto, mientras se sumergía en ella, los ojos de la virgencita le confirieron el fragmento de una remembranza extraña, probablemente acaecida justo antes de su


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pérdida de memoria. El recuerdo era breve, tan vago como el escenario donde se hallaba postrada, asediada por aquellas sombras arcanas; estaba erguida, frente al mostrador de la farmacia a la vuelta de su hogar. La atendía el habitual autómata de cinco generaciones atrás, ya que el dueño era demasiado tacaño para invertir en un modelo más reciente. El sabor a vómito recorría cada resquicio de su boca, mientras su estómago amenazaba con disparar otra carga, debido a las náuseas que se apropiaban de ella con una parsimonia mortífera. Selló los párpados para intentar aliviar sus molestias- cuando entre otra ráfaga de destellos- se encontró nuevamente sujetada al señalamiento, frente al mural de la virgen. Había dejado atrás la farmacia, pero las náuseas la custodiaron en su viaje de vuelta al inescrupuloso ecosistema de metal y asfalto que conformaba East LA. Con los vellos de punta, encorvó la espalda como un felino medroso y comenzó a depurarse de nuevo. Al terminar, se arrancó aquellos tacones altos de los pies y los arrojó a media calle. Tomó asiento sobre la banqueta, extrajo un espejo de su bolsa, junto con un pequeño estuche de maquillajes. Su cabello azul estaba hecho una maraña desastrosa- y sus ojos probablemente lucirían rojos como el señalamiento vomitado a su costadosi no los hubiera inundado de tinta negra hace unos años. Después de retocarse aquellas facciones gráciles con sus polvos y su lápiz labial, caminó hasta llegar al pie de los vestigios de lo que alguna vez fue su escuela. Se sentó en el césped y permitió que sus pies se revitalizaran con él, mientras vislumbraba con nostalgia los juegos de jardín descabalados, detrás del alambrado. Se rememoró edificando castillos de arena a lado de su amigo de toda la vida, Gabriel, <<el pinche chicano malviviente ese>> como lo había bautizado su padre. A pesar de que Faith nunca fue gran entusiasta de los niños, era algo que de cuando en cuando extrañaba del pasado: la presencia de niños. Nandhini Mukherjee- infante de ahora seis años- fue el último bebé que el mundo vio nacer, y aquello aconteció en la India. En la Ciudad de Los Ángeles fue Andre Brooks, hace más de catorce años; y había sido casi lo mismo para el resto del mundo. Ni con los avances tecnológicos que el ser humano había alcanzado en las últimas décadas, lograban restaurar la natalidad que alguna vez tuvieron generaciones predecesoras. <<Mientras más máquinas nacían, más humanos perecían>>, llegó a escuchar en una ocasión en algún documental. Mientras Faith apreciaba con


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aquellos tragaluces negros de iris verde, la chatarra policromada erosionada por las manos y los pies de múltiples generaciones, se rebobinó en sus recuerdos a un escenario más plácido de su película llamada “vida”. Estaba en su departamento, acompañada de su amigo, Gabriel. Fue la última vez que se vieron. Habían dado una vuelta en la cholo chopper de Gabriel y se habían detenido a tomar en un bar, cuando ambos abusaron demasiado de la bebida y ocurrió lo inevitable al devolver a Faith a su casa. Para Faith fue algo hermoso, cálido; sentir cómo la embestía, apretujándola hacía él, mientras derramaba su semilla dentro de ella. De pronto, las náuseas regresaron- expulsándola de tan bello momento- y la obligaron a vomitar el césped lozano de a lado. Mientras Faith a duras penas expulsaba lo último que retenía en el estómago, una voz metálica la reprendió a sus espaldas. -Señorita, esto es propiedad privada. Le aviso que por favor se retire de aquí antes de que llame a la policía- dictó un autómata amarillo, de última generación. Sin chistar, Faith se levantó y continuó con su camino. En otras circunstancias hubiera intentado protestar, pero su cuerpo se encontraba tan alicaído, que su prioridad se volvió restaurar las energías mermadas en su trayecto a casa. Hojeando entre sus recuerdos, rememoró un lugar que solía frecuentar por la zona y caminó hasta llegar al camión de tacos de Don Chuy. Don Chuy- tan amable como siempre- la atendió y le sirvió lo de costumbre: un Jarritos de fresa y dos tacos de lengua (con salsa de la que no pica). Con manos vacilantes, Faith levantó un taco y le dio una mordida; después de tres masticadas, se empinó la botella de refreco, azorada ante algo que aún no comprendía. El líquido carmesí- como si hubiera desbloqueado partes censuradas de su recuerdo- la llevó de vuelta al primer escenario, con las sombras que ahora vislumbraba con más nitidez. Las sombras se transfiguraron frente a ella en autómatas, blancos como los que pululaban todos los hospitales desde que el Estado había tomado la decisión de reducir gastos. Las náuseas regresaron más fuertes que nunca- y junto con ellas- un dolor que en la vida había experimentado. Sentía unos brazos largos, metálicos, gélidos como el metal, retorciéndose dentro de ella, jugando entre sus entrañas. El dolor llegó a ser tan insoportable, que Faith en un momento deseó morir en el transcurso. Había querido gritar, patalear, arrancarse aquello que sondaba dentro de ella de un tirón y salir corriendo de allí, pero la anestesia la había convertido en prisionera de


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su propio cuerpo. Al enderezarse- después de que la tortura hubiera culminado- los autómatas habían depositado algo en una bandeja metálica: una amalgama roja, pulposa. Entre los restos, había algo que sobresalía entre el resto de la consistencia membranosa: un pequeño brazo y una pierna. De pronto Faith vomitó el refresco y lo poco que había ingerido, al rememorar lo que había acontecido aquel día que había sido abducida del baño de su hogar. Don Chuy, al verla desplomarse de rodillas- tirando la mesa en un intento endeble por mantenerse de pie- acudió a auxiliarla, sin embargo, era demasiado tarde. Frente a su comercio ambulante, dos patrullas de la LAPD arribaron y asediaron el lugar, mientras cuatro policías autómatas se bajaban de los vehículos, encañonando sus armas hacia ellos. Faith lloraba inconsolable, entre los brazos de Don Chuy, mientras escarbaba entre sus pertenencias como loca. -¡Las manos arriba, señorita!- Ordenó uno de los autómatas con su voz artificial, sin bajar la mirada. -¡No lo pienso repetir! Entre sus pertenencias, extrajo un papel que estudió con mucha atención y finalmente levantó las manos. Dos autómatas en seguida la levantaron para escoltarla a una patrulla, mietras ella seguía llorando inconsolable. -¡Asesinos, malditos robots asesinos de mierda! ¡Mataron a mi hijo!- Bramaba a todo pulmón, después de soltar el recibo de la prueba de embarazo que compró en la farmacia.

Víctor Lomelín Ramírez


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A un lado del camino Mitzy Roda


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Formas de ovejas, de tiburones, de osos, y de naves espaciales; por eso me dediqué a la meteorología.

que había dejado el poema armaron una especie de canal que rodeaba la fortaleza del lenguaje. Nada ni nadie dijo que allí había cocodrilos, pero todos sabemos que estaban abajo del agua, porque no hay afuera del poema, y el poema es también ese Castillo, y las horas de niños mirando televisión.

Anillo, cárcel, oro, cerco, imperio, amor.

Formas de ovejas, de tiburones, de osos, de naves espaciales y de leones; por eso me dediqué a la meteorología.

A es B, y B es C y C es D y etc. ¡NO! ¡TAN TEÓRICO NO!

Miraba las nubes -recostado en el patio de mi casay veía formas de muchas cosas.

Un meteorologo

... lejos, bien lejos, .......................................................... en las ciudades las tormentas son sólo ciencia, o así nos dijeron,

Miraba las nubes -recostado en el patio de mi casay veía formas de muchas cosas.

II Acá las tormentas son otra cosa; ningún tópico de la abundancia, acá la multiplicidad de las formas nubosas es condición natural del ecosistema; acá las tormentas son otra cosa: no depende de la voluntad del viento el ritmo que a las nubes gobierna; acá los rayos rayan los bordes de las negras esponjas del cielo y dibujan.

Forma de ovejas, de tiburones, y de osos, por eso me dediqué a la meteorología.

“Los esquiladores imponen su fuerza sobre las ovejas, las maniatan y con una tijera les quitan su candorosa metáfora de nube”. José Watanabe.


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III La primera vez que quise escribir un poema estaba afuera del Instituto Tecnológico de California y una ráfaga de viento con tierra me sorprendió bajando las escaleras del edificio principal. Mi ponencia trataba sobre Weather Report y las conexiones de sentido con cada uno de los sonidos de cada una de las tormentas.

o con eso nos quedamos; ... los que vinimos vimos las nubes negras bailando con los rayos rayando; entendimos que nos hablaban para recomendar el exilio.

Mi teoría venció los últimos avances en lingüística, filosofía del lenguaje, en la ciencia. Pasó la ráfaga de viento y tierra, un objeto golpeó mi cabeza: una radio en la que una chica con Weather Report de fondo daba la buena nueva lluvias y tormentas.

Franco Bedetti

Tuve un pensamiento luminoso sobre el jazz. Desapareció. Pasó delante mio una vaca volando, volé en círculo con la vaca en medio del huracán, después siempre quise lograr el imposible y contar la experiencia. IV Anillo, cárcel, oro ardiente, cerco de luz resplandeciente, grande imperio del amor cerrado.

A es B, y B es C y C es D y etc. ¡NO! ¡TAN TEÓRICO NO!

Las imágenes presuponen un afuera. El poema, en cambio, está empecinado en destruir cualquier afuera que sea imaginado: no hay un afuera del poema donde estén los enamorados y las tardes hermosas, y los objetos curiosos, y los sorprendentes instantes.

Anillo, cárcel, oro, cerco, imperio, amor.

A es B, y B es C y C es D y etc. ¡NO! ¡TAN TEÓRICO NO!

El poema labra el lenguaje: hace surcos que diagraman maquetan, cambian el lenguaje: el poema labra el lenguaje y si llueve...

Una vez llovió y los surcos


A palavra fácil pendurada à boca Feito roupa no varal Sujeita ao vento Pó que teima em deitar no quintal Vocábulos preguiçosos de domingo A calça velha do pijama tem um furo Gato novo chama à porta Tem novidade mesmo em coisa morta.

O maxilar estrala ao primeiro bocejo da manhã, noite difícil, dentes gastos se demoram num bom dia, boca trava em dizer os dias custam um estralar, molares se contorcem, O trabalho de amanhecer.

no pierdas el tiempo Una mirada que se lanza no se cae en el camino Como el agua del baño moja mi cabeza Los pensamientos corren por la cara Ráfaga de viento sin nada que arrastrar toma esta falta Barrer las hojas del tiempo Cantando en el camino que pasas Toma este pie que vacila. La mandíbula cruje al primer bostezo de la mañana, noche dura, los dientes gastados persisten en un buen día, boca cuelga en decir los días cuestan un estruendo, torsión de molares, Trabajo de madrugada. La palabra fácil colgando de la boca. Ropa hecha en el tendedero sujeto al viento Polvo que insiste en yacer en el patio trasero palabras de domingo perezoso Los viejos pantalones de pijama tienen un agujero. Gato joven llama a la puerta Hay novedad incluso en las cosas muertas.

Alma que caminha à pé Andreza Andrade

Não perde a hora Olhar que se lança não cai na via Enquanto a água do banho molha minha cabeça Pensamentos escorrem a face Rajada de vento sem nada pra arrastar Leva esta falta Varre as folhas do tempo Cantando na estrada em que passas Toma este pé que vacila.

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Alma que camina a pie


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Darinel García La poesía está en todos lados, Detrás del sillón, Llenándose de pelusa atrás del refrigerador o debajo de la estufa. Está quieta en los trastes que gotean recién lavados. Sucede afuera el día que decidí quedarme en casa, Habita en las palabras que no uso, Anda en lugares que no he conocido, No es nada de lo que creo hasta ahora; Llegó a mi casa el día que salí a buscarla. Se esconde en el lado que no veo de las nubes, La perdí en las cosas que olvidé. La buena poesía es todo lo que no entiendo de la poesía, La hace cualquiera excepto yo, Es todo menos esto. La poesía es un buscaminas y Los mejores están versos En los espacios Donde

en blanco no

escribí.

Esto no es poesia


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El bebé no deja de maullar

Antonio Arjona Huelgas

La mujer sostenía a su criatura, envuelta como el capullo de una mariposa que, de descuidarse, traería la muerte del animal. Decían que estaba afectada. Había colocado adornos de piedra, dijes y demás amuletos por toda la casa. Mientras su bebé agonizaba, aún en vida, había comenzado a tejer por un gran manto con el que decía que protegería la casa de los espíritus que rodeaban la casa. Nadie quería hablar de su estado. La sala estaba en silencio. Habían perdido mucho en apenas un mes. Todo había empezado con la desaparición y retorno del gato, tras el funeral de la abuela. Los parientes llegaron de visita desde ciudades lejanas. La abuela, una mujer muy querida y admirada, falleció ahí, un pueblo apacible. Sin embargo, cada tanto, las tragedias acontecían. A veces aisladas, otras escalonadas, pero cada tanto el pueblo se veía envuelto en hechos funestos e impensables. Como una maldición periódica surgida en lo más profundo de la historia del pueblo. Lo abyecto en lo idílico. Mi visita fue inesperada. Tenía muchos intereses en ese lugar, en especial por su maldición. Ludlow, Maine, hogar de colonos, de norteamericanos modernos, de la población emigrante, así como de la etnia mi’kmaq. A la postre, el misticismo en torno al cementerio, rodeado por troncos, con sus tumbas ordenadas en espiral hacia lo alto de la loma. Lo desconocido es como una joya de cuervo para un investigador. A la postre, el morbo alimentaba mi curiosidad: apariciones, criaturas del bosque, historias de muertos que vagaban por el pueblo como si jamás hubiesen fallecido, incluso el rumor de una anciana bruja. En vista de las tragedias, el testimonio de la familia era vital. Más tarde podría indagar en el ayuntamiento, y quizá entre-


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vistar a los ancianos. Así, llegué justo para escuchar la historia de una mujer rota. Lo perdió todo; sólo quedaba el gato. Durante el funeral, la mascota había dejado su hogar en medio del tumulto. Todos estaban demasiado tristes por el fallecimiento de la abuela como para notar su ausencia. El marido saldría en su búsqueda, más volvería sin nada después de unas seis horas. Era demasiado perder a la matriarca como para también hacerlo con el pequeño Manchitas. El pequeño crecería demasiado solo, a menos que tuviese hermanos. Pasarían tres días, entonces, Manchitas volvería, como si nada. Volvió la tranquilidad en medio del pesar inacabado. La pareja aún consternada, la criatura segura en su inocencia, el animal ausente y rejego, los familiares volvían a sus hogares prometiendo que volverían si la familia los necesitaba. Ni siquiera ahora han mostrado interés en apoyar a nadie. El bebé sonreía, más noche tras noche, su semblante se ensombrecía. El marido, Samuel, se notaba feliz, como si no creyera que las cosas fueran bien. Eso cambiaría con el pasar de los días. La paz hogareña contradecía al exterior. La mujer me habló de vientos fuertes y tormentas repentinas, de jornadas de

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cambios abruptos e impredecibles, de murmullos en el bosque, algo sucedía en el “semeterio”. Una madrugada, el bebé comenzó a llorar. Debían ser pesadillas. Esto se repitió cada noche. Samuel lucía cada vez más inquieto. Corría el chisme de que la abuela de la familia vagaba a solas por el bosque. Eddie, el infante, invadido por una palidez creciente, empeoraba de momento a momento. Pensaron el llevarlo al doctor, pero Samuel se negó, asegurando que lo resolvería. En menos de una semana, la realidad le demostraría su error. Eddie amanecía con rasguños y moretones, estaba anémico. Cuando se disponían a llamar a urgencias, Samuel dijo que debía arreglar un problema muy grave y salió hacia el bosque. Jamás regresó. La mujer, Mary, mientras me narraba lo sucedido, seguía absorta en los cuidados. El gato se había colado en la cuna de Eddie, y había aprendido a gemir como un bebé. Nunca un maullido se había asemejado tanto al llanto de un recién nacido. En alguna parte, el minino había aprendido extraños trucos. Mary sospechaba que el bulto con el que su esposo había salido de la casa el día del funeral era su mascota. Siempre lo hizo, más al verlo


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de vuelta supuso que se equivocaba. Tras la desaparición de Samuel, su hijo sucumbió. Mary contó que en sus pesadillas vagaba por el bosque en busca de lo que le habían arrebatado. Algo que caminaba por encima de las puntas de los árboles le contó a la verdad. A diario, algo atacaba al infante, le rasguñaba e introducía objetos por la boca. No obstante, sus padres siempre llegaban a tiempo, y su atacante huía. Al final, la causa de muerte fue envenenamiento. Se sospechaba de algún miembro de la familia. Los rasguños apuntaban al culpable. Algo impensable, más porque un gato no tiene la inteligencia suficiente para un asesinato tan metódico. En especial porque el bebé y el animal se tenían cariño. Claro, antes del funeral de la abuela. Manchitas envidiaba a Eddie, en especial tras su accidente. Aún tras regresar a salvo, Mary no había podido evitar notar la marca en su abdomen. Tras deducir que Manchitas había matado a su bebé, Mary quiso asesinarlo. Sin embargo, tuvo un sueño en que Eddie y Manchitas la conducían al bosque, dónde su marido y su madre la esperaban, y algo les hablaba desde el cielo. Entonces supo que todo estaría bien. Ese día comenzó a cuidar al animal cómo si

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fuera su hijo. Ahí terminó su historia. La mujer debía seguir en choque. Salí de ahí con muchas dudas. Mary me dijo que me cuidara, luego me aconsejó salir del pueblo. Mientras escribo estas notas, en una posada en Ludlow, me pregunto cuál será la raíz de la locura, tan marcada por las leyendas locales. Debo haberme sugestionado, creí ver a un bebé golpeando la ventana hace un rato. Mañana entrevistaré a los ancianos e iré al archivo del pueblo, después al cementerio de animales, como sugirió la vieja posadera. Quizá visite de nuevo a Mary antes de irme, pues debo oír el maullido del gato, para dejar a un lado esta idea que no deja mi cabeza en paz. Ese gato sonaba igual a un bebé.


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INSERT Nude con cubrebocas. Hace cuatro meses que no abrías mis mensajes, pero esta es una gran manera de reavivar cualquier conversación. Al expandir la imagen, las líneas de la pantalla fragmentan tu silueta y tus ojos ya no son tus ojos ni tu cara tu cara sino un montón de cuadritos de diferentes colores. La mancha de pixeles que asciende desde tu pubis es la exacta culpable de tenerme babeando como una idiota.

Lo ck Ero do tic wn a

Te dejé en visto. Cerré los ojos: memoria muscular mis dientes enterrados en el pliego de carne entre tu pulgar y tu índice La lengua. El hambre y la baba. Tu pulgar chato. Tu verga erecta. Se me parte la garganta como un volcán y la cabeza se separa del cuerpo por un instante.

UPDATE Escucho playlists del catorce de febrero que son para otras novias. La oscuridad es interrumpida por el brillo de la pantalla: quiero ver cómo te vienes punto punto punto pls Perlas de humedad entre mis muslos y la tela de mis bragas. Te pido que elijas el soundtrack y me mandas una de mis canciones favoritas. No te lo digo porque no sé si lo que extraño es la compañía o el semen. El arte de detener el celular con las rodillas sin que se me vea la panza mientras hago una cara sexy no se llama soledad.


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DELETE Me mandaste un video que no se carga. Los huesos de tu cadera congelados en un glitch perpetuo. Imágenes atoradas en posiciones que se desvanecen de nuestro plano dimensional. El sonido sigue reproduciéndose y escucho tu respiración acelerar el ritmo. “Tan mojada y tan sin luz”, escribiste, “mañana lo ves, preciosa.” Cuando el wifi volvió, ya habías eliminado el mensaje. Hijo de puta.

REPEAT A veces voy en mi bicicleta y la canción que me mandaste se reproduce en shuffle: un error de descarga en el paisaje ralentiza el presente un par de segundos y fragmenta la línea del tiempo. Algunas imágenes no sobreviven. luz tartamuda. sombras intermitentes. los fantasmas no son más que datos corrompidos. El monte de venus entre mis piernas se despierta con el roce del asiento. mientras mi vulva vocaliza la letra tratando de seguir la melodía.

Claudia Rangel

Le subo al volumen y pedaleo cada vez más fuerte.


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Y sé que los caminos y los agentes son una marea como las sombras adentro del registro de la calle son el parto apenas atendido de otra preocupación son el cielo poco antes de dormirme

Golpes cicatrices de aluminio antiguas eternas ¡Luz! ¡Camino inconcluso! Maniatada figura totémica y como tal El cielo es una tumba con ventanas. como el cadáver de un bulto sin presente el primer útero como la frescura del otoño y la primera madre como la vida de quien nació después de un borde olvidada A mí no me dejes aún ¿Cómo es posible? La noche no le niega la luz ¿Cómo es posible? Que resiliente a ningunx de sus hijxs ¡vaya palabra para estudiar la pobreza! sin falta La democracia de la luna sin excusa es el único pacto en el que aún creo seas blanca (en el buen sentido)

Cu

¡Conejo! ¡Coyote! Pero siempre hay eclipses ¿no es así? siempre hay cuartos para atarse para morirse para bajamarse menguantes

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Miguel García Ramírez A quienes cruzan -Son los últimos dos -dijo uno de aquellos hombres, que bien pudo ser una mujer o un joven o el hijo del hijo de aquel hombre-, Que te sepa a gloria, saboréatelo, uno nunca sabe. La incandescencia de ambos cigarros era como dos pequeñas luciérnagas a mitad de la voraz boca desértica en que estaban parados, los cigarros, cada que eran llevados a sus bocas, iluminaban apenas las dos respectivas narices, rojas del frío; ambos cuerpos tiritaban y sobre ellos, una inmensa noche, negra como la mirada de aquel o aquella que se sabe vencida… -Pero si no es pa tanto, dicen que detrás de aquel monte es puro llano –exclamó el otro hombre mientras se frotaba las manos, intentando ahuyentar el frío-, Y verás que nos seguimos hechos la madre, cuando menos te des cuenta vas a estar fumándote otro y otro como la pinche chimenea que eres. Ambos se entregaron a una breve risa, que cortaron de golpe a causa del aullido lejano de un lobo, o un coyote, ¡sabrá dios! Dijo uno de los dos hombres, sabrá dios de qué bestia se trate, pero de dos bocados nos traga, eso tenlo por seguro. El otro ni se inmutó, sus piernas temblaban pero no de miedo sino de frío, su cuerpo intentaba darle batalla al furioso clima nocturno del desierto mexicano. Y quién sabe cuánto tiempo pasó sin volverse a escuchar el mismo aullido, haciendo eco por detrás de los montes. Los cigarros iban apenas por la mitad, cuando el hombre que guardaba silencio mientras observaba la total oscuridad en busca del aullido, dejó caer la envoltura de DELICADOS en el piso. Ambos decidieron recargarse en una

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piedra muy grande, lisa, y la mano de uno de ellos sintió líneas, acarició figuras indescifrables, pudieron ser nombres tallados sobre la piedra o probablemente eran instrucciones para los perdidos o los desconcertados o algún último recado que alguien tuvo la fuerza de raspar en la piedra antes de lanzarse al abismo. También pudo tratarse de alguna oración para aquellas o aquellos que se encontraban sumidos en la desesperanza, perdidos en los terrenos malditos. Pero nunca se sabe. -¡Si escuchamos balazos entonces sí nos regresamos, ya no siento las piernas, tengo las nalgas tiesas, tiesas y la boca me tiembla como si tuviera vida propia! –dijo el mismo que dejó caer la cajetilla en el piso. -Si escuchamos balazos corremos, ¡no digas mamadas! –dijo el otro hombre, y dio una fumada al cigarro, la luz iluminó su rostro, sus cejas pobladas, su frente con varias marcas de una juventud salvaje y austera, después, descendió su mano con el cigarro en ella y sacó el pecho como preparándose para dar un discurso-, Nos escondemos como las ratas, si escuchamos balazos nos escondemos como las ratas, como cuando éramos morros y nos metíamos el pan de doña Juana en los pantalones, pero siempre algún pinche metiche nos cachaba y ahí íbamos los dos, como perros cuando les echan agua y nos metíamos en la vecindad, nadie nos alcanzaba, nadie nos alcanzó nunca y nos comía-

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mos el pan que nos sabía mejor que el bistec o el chicharrón, porque lo robado sabe más rico, o más bien, cuando estás jodido todo te sabe el doble de rico, robar, robar pues no había de otra, ¿y ahora? ¡Quieres regresarte después de tanto camino! La vecindad no existe, doña Juana se murió de tristeza cuando Manuel y “El Flaco” aparecieron destripados detrás de la charrería del culero aquel, del don Humberto, pinche burgués culero… No soltó más que mil varos, apenas alcanzó para el café, algo de pan y una caja de muerto que acompletamos entre todos, donde metimos a los dos bien juntitos. Los velamos en el patio de la capilla, ¿te acuerdas? Creo que ahí conociste a la Carmen, y mira, la cabrona se quedó llorando pero con un tajo de esperanza en la cara de que vas a mandarle un chingo de billetes y así las niñas van a poder comer como dios manda. Y tú quieres regresarte si los balazos… Yo allá no tengo nada, ni siquiera perro que me ladre, ¡y qué bueno! Pudiera la noche tragarme ahorita, pudiera el pinche coyote o lo que sea, chingarme de un solo bocado. Pero tú, cabrón, tanto que tienes allá en el pueblo, uno nomás tiene silencios, alguno que otro amorcillo que fue pasando, uno que otro cabrón que se decía mi amigo, ¿pero tú? Y así quieres regresarte por si los balazos, si existen peores cosas que los balazos, existe el


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miedo de dejarlo todo a medias, que es peor. Existe el chingado miedo de dejarse morir por nada, así nomás, como se muere una planta descuidada o una gallina enferma, como se muere un pinche obrero más de la fábrica, un numerito, cabrón, un numerito. Existe el miedo, de así nomás porque sí, dejar de existir, ¿qué no? Y tú quieres regresarte si los balazos, y tú quieres regresarte si los pinches balazos… Aquel otro, el de la cajetilla de DELICADOS, sollozaba y se limpiaba las lágrimas con la camisa llena de tierra y remendada de ambos codos, su rostro, maltratado por el polvo, reseco y endurecido, ahora parecía más el rostro de un niño que acababa de ser regañado, sus ojos, grandes y blancos, maravillosamente redondos y de un color muy parecido al de la miel o el ámbar, soltaban algunas lágrimas que iban a parar al borde de su nariz roja del frío. El otro-otro hombre miraba al horizonte, tratando de detectar algún camino que pudiera irse dibujando entre las sombras, tras varios segundos en total silencio, una tenue luz apareció a lo lejos: la noche comenzaba a esconderse. La línea de luz era suficiente para darle forma al contorno de los montes, a las grandes piedras que les rodeaban, a los cactus y al contorno de sus cuerpos, los de ambos. Y miraron juntos la posibi-

lidad de un camino que les llevara a su destino. Ya no se escuchaba ningún aullido a lo lejos, incluso ambos hombres parecían reponerse del frío, de la noche y su respectiva oscuridad traicionera, de la arena que se levantaba por entre sus pies y sus brazos, de la terrible posibilidad de encontrarse, frente a frente, con la derrota y todo lo que lleva consigo. El otro hombre, aquel que prefería la resignación y el silencio a dar una respuesta que no llegaría a ningún sitio, recogió del suelo la envoltura de DELICADOS y con una rama que también recogió, marcó con fuerza pero sin romper el papel: CARMEN. Al terminar observó lo trazado durante algunos segundos y dejó caer la envoltura, y observó detenidamente, o más bien escuchó, cómo el viento la arrastró por entre las piedras y el polvo, hasta perderse en la total penumbra, en esa oscuridad que se resistía al inclemente amanecer del desierto mexicano. -Estamos hechos de polvo, ¿verdad? -dijo el hombre del discurso- a mí se me hace que sí… -se respondió a sí mismo -, De polvo del desierto. .


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Levantamos las copas, sonreímos. Nos deseamos felicidad. Ha sido un gran trecho hasta acá. ¿Desde la noche en Américo Vespucio? Cabernet sauvignon, tannat, para brindar. ¿O cerveza, sidra barata, jugo de frutas? Las palabras no encuentran su lugar. Todo o casi todo parece ya dicho. Apreciamos los mismos instantes de silencio. Te recuerdo maravillada, enredaderas, parrales, manzanas, frutales. La casa de tus padres en Illescas. ¿Tenías 26 en el ochenta y dos? Conducías un Simca del sesenta y tres. Hay fotos nuestras bajo los parrales. Carne al horno con papas. Panes. Almuerzos. El gesto antiguo, sazonar. Hervir. Leche para la crianza. Nuestras vidas apenas comienzan.

Sobre texto de Denise Levertov Luis Pereira Severo

JUSTO el día en que me escribe el poeta Yanko / termino la radioterapia / me despido con un beso de Stefanie / no le han puesto ese nombre por Alfredo / tomo una foto de la Avenida Centenario /mensajeo a los míos / les digo una vez más cuanto los quiero

Tengo cáncer de próstata / me han dicho / confío en que no resulte tan grave / conmino a mi chica acerca de la conveniencia de / obtener otro varón / «debes ser feliz», le digo / «deberías abandonarme»

Por si acaso he ordenado / mis papeles / las carpetas en el computador / contraseñas para aquello / que no tendrá corrección / un último poema de / homenaje a la ciudad

Hay técnicas avanzadas / parece / no será esta vez / el funeral / pero nada tiene de malo / poner las cosas en orden / los retratos de familia / los amores / todo se reduce a tres ca ciones

Ocupo el tiempo / mientras tanto / leo poesía chilena / Yanko / Elvira Zurita / Parra / Brodsky / Redolés / escribo otra carta a la Elvira / leo en voz alta Alto Volta / trato de imitar la lectura de Yanko

Por aquí seguimos perdidos / le escribo / lo sé, es un estado natural / quizás es bueno para la escritura / pero no hay versos así de este lado / del río

¿Nacer chileno habría sido preferible? / No lo creo / no estaríamos ahora en el / Mundial / Maracaná nos sería incomprensible / nuestros amigos estarían / bajo tierra


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1. ¿Para qué sirve la poesía? No lo explica la Escuela de Frankfurt no lo explica Bourdieu no lo explica mi profe de teoría de la cultura Heptasílabos versos blancos amagues o aciertos del lenguaje La palabra dada la Remington que usaba el premiado con el Cervantes en el 80 ¿Sirve para conformar a los semióticos? ¿Para entusiasmo de los de lingüística? ¿De qué sirve ese estallido el palabrerío en desorden la cuestión del canon? ¿Para una noche de gloria quizás? ¿O sólo para la gloria de los correctores de estilo? ¿Para qué sirve la poesía? ¿En caso de que sirva para alguna cosa? No lo explica Ajmátova ni Margarit ni Parra Mucho menos Parra

2. Mazamorra camarote chiquero. Narrar los hechos. ¿El exiliado adopta una patria? ¿dos? ¿cuántas patrias adopta? Morir en Paysandú eso rinde como lancero rinde. Brujos sacerdotisas Bourdieu Propiedad de la lluvia Guarecer. Novios precarios cama caliente. (poetas precarios hospitales precarios). Palabras en desuso Lo áspero. La lonja el trampero la acaricia la caricia. Peor habría sido la guerra. Planchada aripuca rancho. Componga un poema con la palabra rancho. Oficio marginal memoria de Instagram “Volveré a tocar el piano en la emisora polaca”.


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Ottoniel Herso

Quiebra casi ave el viento

Si tuviera que presentarme verdaderamente No negaría mi condición exacerbada, La intensidad de mis emociones Caballo que trotas libre todavía No permiten la prudencia, ojalá la lluvia esconda tu galope de roca, Diría que si el llanto me acoge, y enredada la hierba Lo abrazaría también, no muestre al hombre tu destino. Si el cielo me mira, Temo por aquel pedazo Yo caminaré con la cabeza hacia arriba. de luz intermitente, Una nube de pájaros blancos tu libertad. Cruzando la penumbra Lo digo desde este lado del infierno, Bastará para silenciar donde el agua como triste noche ennegrece, A la más íntima de mis ausencias. donde notas frágiles de cielo cantan su muerte en jaulas. Tuve que buscarme en esta ciudad, Espero nunca tus ojos vean ciudades Revivirme en la sombra de sus recuerdos, ni cultivos, aunque trotes todavía triste Recitar nombres las praderas, por ser el último en la manada. Y confiar en la brevedad de los días, Espero corras libre Entonces descubrí y quiebres casi ave el viento, Que es la mutabilidad y te alimentes como ningún otro ─Naturaleza conferida─ y duermas de verde arrullado, Lo que diferencia las aceras diarias por todos tus iguales sangrados a espuela. Y las traza en limpias posibilidades. Espero tu lomo nunca sea carruaje de carne, y cargues solo la atmósfera en tus pulmones. La música es una imagen sin cuerpo, Un espejo en el que mi extravío Caballo, suspiro continental, Pudo decirme al fin corre también por mí, De qué era de lo que estaba hecha, porque de este lado del infierno Soledad, pronunció lejanamente mi reflejo. siempre se está tras una puerta.

V eintidos de Octubre Valeria Yeverino


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Si le diéramos la vuelta al tiempo, no como a un parque, sino como a un calcetín ¿qué misterios insondables resolveríamos entre sus rombos? (suponiendo que tuviera rombos y no rayas, mucho menos un color liso calamitoso) ¿qué nuevos enigmas universales surgirían en su tejido? ¿cuáles serían los matices del mundo si una abuela cósmica nos hubiera tejido el tiempo en lana primigenia? ¿y qué pasaría si nosotros osáramos darle la vuelta? ¿y cómo se distendería si no está hecho para nuestras prisas? ¿resistiría el tiempo una visita a la lavandería?

Soñé que me comprabas el puesto de chocolate del tianguis del domingo

Dos poemas sin titulo Irene MD

metafísica con almendras metafísica baja en azúcar metafísica semi amarga es la de los sueños donde todo es posible pero nada es cierto. El puesto de chocolate me da asco. Esos pedazos enormes, informes, terrosos no tienen nada que ver con el sutil aroma de la metafísica cuando muere en la leche burbujeante. De este lado de los sueños todo es cierto y vivir, casi imposible.


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Hay quienes subestiman el poder de la primera vista en el engaño de su propio cuerpo a detenerse, a ¿(de) tenerMary Martínez se en qué? ¿En la resequedad de un pulgar destrozado, en el espacio bajo/alto entre la nariz y la boca, o en el pelo grueso sin rasurar de una pierna güera? Como sea, son esos los que no creen los mismos quienes -la mayoría de- la primera vez de todo piensan. Quienes hablan consigo camino a casa negando(se) dormir entre (des)conocidos cansados de verse por primera-quinta vez; quienes como: pa’ servirle a usté y a dios (yo), que vagabundean en la vez que te vieron comer una papita frita en forma de carita feliz, en forma del semblante que, los agarrados del tubo, los del pasaje completo se detivieron,

La frita

se tuvieron. La primera vez de todo se recuerda sola, si se (de)tiene uno mismo en tan (in)significantes cosas.


Caballo, suspiro continental, corre también por mí, porque de este lado del infierno siempre se está tras una puerta.

Caballo que trotas libre todavía ojalá la lluvia esconda tu galope de roca, y enredada la hierba no muestre al hombre tu destino. Temo por aquel pedazo de luz intermitente, tu libertad. Lo digo desde este lado del infierno, donde el agua como triste noche ennegrece, donde notas frágiles de cielo cantan su muerte en jaulas. Espero nunca tus ojos vean ciudades ni cultivos, aunque trotes todavía triste las praderas, por ser el último en la manada. Espero corras libre y quiebres casi ave el viento, y te alimentes como ningún otro y duermas de verde arrullado, por todos tus iguales sangrados a espuela. Espero tu lomo nunca sea carruaje de carne, y cargues solo la atmósfera en tus pulmones.

Ottoniel Herso

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Quedarse

Desde la planicie vimos el ataque de un perro a morir, era joven como el niño que leía a sus patas y esos chillidos parecían tiernos al principio, de los malos sueños dignos.

Convirtieron al río en un vapor que permaneció flotando en ese silencio, el niño no pudo entender y tampoco lo dejaron llorar y tampoco lo dejaron despedirse y tampoco lo dejaron alejarse.

Desde la planicie avergonzados presenciamos dos muertes esa tarde, la del perro que se iba y la del niño que debía quedarse.

Quiebra casi ave el viento


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Alondra Varela


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Yeto se despertó y fue directo a conseguir un cigarro. A paso lento, encorvado caminaba con una sonrisa en su rostro, le faltaban algunos dientes y las arrugas atizaban su rostro. La cachucha roja, el pantalón de mezclilla, los tenis ya viejos combinaban de maravilla. Al verlo de lejos se veía un alma tan inocente en un cuerpo desgastado por el paso del tiempo. Ya era conocido en el pueblo y lo esperaban todos los días en la tienda de Lupita, puntual, a las 8:00am, ni un minuto más, ni un minuto menos. –Buenos días, Yeto, un Faro ¿verdad? – Yeto asintió, tomó el cigarro y regresó a su casa, ahí ya estaba en desayuno servido, un huevito con un vaso de Coca-cola. –ya te dije que no fumes tan temprano, Yeto, te va a hacer daño y los pulmones se te van a hacer chicharrón– dijo su hermana, mientras recogía el plato. Él sonrió y salió de su casa rumbo a la plaza. Al pasar por la funeraria de Gutiérrez le gritaron unos niños –Ahí viene Gutiérrez por ti eh, Yeto– Asustado apresuró el paso como pudo, apenas podía correr y llegó al sitio de taxis; agitado tomó su cigarro de la oreja, lo puso en su boca y se acercó para que lo prendieran –Puntual como siempre, Yeto, pero ya no les hagas caso a esos chamacos, lo único que quieren es asustarte– dijo Memo mientras le prendía el cigarro. Yeto no dijo nada, dio unas bocanadas de humo y con las manos en los bolsillos observaba el tráfico pasar, no decía nada, ni una palabra. Se veía siempre absorto en su mundo, ahí acompañado de los taxistas donde le daban cigarros, él era feliz. A las 2:00pm, agitó su mano y todos se despidieron de él. Ahora tomó otro camino de regreso para no pasar por la funeraria de Gutiérrez, realmente le daba miedo que la huesuda lo fuera a encontrar y en la funeraria ella siempre estaba. En su casa, su hermana Eva lo cuidaba mucho y al llegar el plato de comida estaba servido –ya te toca baño, Yeto, andas muy cochino– y él haciendo una mueca de disgusto se comió sus frijolitos, con una Coca-cola, por supuesto. Al terminar salió a tomar el sol y le apeteció un cigarro, así que empezó a pedir pesos para completarlo. Algunas personas se apresuraban cuando él llegaba, algunas otras ya lo conocían y depositaban una moneda en su mano, al recibirla esbozaba una sonrisa tan enorme donde se podían ver todos los huecos de su dentadura. Así continuaba hasta juntar los

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cinco pesos y al llegar a la tienda de Lupita, lanzó unas sílabas como pudo y dijo “Las-ne-ce-ces-de-la-po-pa-su-po” ella ya sabía que venía por sus nueces de la conasupo. Yeto decía pocas palabras y ninguna se entendía, pero quienes lo conocían ya lo interpretaban. El resto del día Yeto deambulaba por las calles del pueblo en busca de cigarros y compañía. Siempre estaba en su mundo, a veces hablaba solo y caminaba de un lado para otro, se sentaba a ver pasar a las personas y de vez en cuando pedir dinero. Nadie sabe qué tanto pasaría por su mente, pero lo que nadie dudaba era la inocencia de su corazón, su hermana decía que era un ángel y estaba aquí para cuidarla. Al caer el sol Yeto regresaba a su casa para tomar un vaso de leche con pan y sentarse en su sillón a ver la programación de la tele. Dormía con un ojo abierto porque si cerraba los dos la huesuda podría venir por él, pero así con su ojo abierto la espantaba. Hasta que un día ya no, cerró los dos ojos y la huesuda llegó por él, sentadito, en su sillón con la tele prendida. Yeto se fue al mundo de los sueños, ese en el que siempre estaba y nadie conocía.

to

Norma Ferraez


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que mis plantas encontraron

a Ismene Venegas

de la decadencia las grietas estallan de verdolagas chorreando en desafío su savia como consigna rabiosa lengua de vaca escapa impetuosa por las fallas del concreto retando al silencio ocre de las calles retando al silencio gris del pavimento barricadas de obelisco y llantén clorofila vagabunda resistencia que trasciende al tiempo en que la vida con la vida se procura con el mínimo rastro de humedad se perpetra la toma se consuma la vistoria del diente de león y la lentejilla sobre el color muerto de la civilización La tierra en las uñas de mis pies me pertenece un poco Volver a pisar/ añoro /salpicar con lodo las raíces de los lugares del mundo, del dolor más lejanos

Banqueta tomada

se burla banquetera la hierba de la sequía y el frío de la idea del progreso en su intento por sellar la fertilidad del suelo

donde tampoco fue leve la existencia pero a lo mismo supo menos, que de lo mismo la huida pareció eterna que cuando de reírse trató la cosa involuntario superé cada vez la marca personal y de insignias la mochila cargué repleta salpicar de lodo/ añoro /latitudes-respiración de boca a boca, que mi pasión por la vida en ratos se ahoga que como fénix del pantano renació y me volvió cada vez sin meditarlo el temor a la hora inevitable de morir estando lejos y no tanto estuve perdido y estuve a quedarme tentado y me espanté de mi forma de extrañar apenas volví

Ariel González


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Se tropieza la muerte, calavera del tiempo. Cae desnutrido por la ansiedad, sin carne, sin nervios, sin hueso.

Así la muerte llega encarnada en harapos de charlatanes, estafadores, de miradas frías francotiradoras llenas de violencia. En barrios donde se vela la probabilidad sobrenatural de la vida. Y los individuos aúllan

Así descansan cuerpos durante la eternidad. Desnudos en las cavernas del inframundo vigilados por Pachakamak o por Jesús o por Jehová o Yahvé o por el Dios al que se encomendó durante la existencia de la pena de Sísifo. Donde sirvieron con honor a la patria abstracta y asfixiante. De modernidades blancas corruptas por el dinero. De fantasías capitalistas perfumadas de placer. La muerte se levanta. Atraviesa el alma del distraído, penetra el cerebro, se esparce como virus. Muerte, muerte, muerte.

Miguel Ángel Pincay

Entre sirenas, cabezas inhumanas ruedan como engranaje de maquinaria victoriana mientras el deseo consume hasta el último jugo de sangre de quien los ve.

el júbilo del ultraje adorándolo como santo parroquial.

Elegia de un indulto

Arrastra consigo un manto de ácida textura por las calles barrocas, incitando colérica la impotencia del llanto.

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Ya no tengo la fuerza suficiente para reponerme de los golpes cavo mi tumba de 9 a 5 y pago los servicios funerarios hago esas cosas que me dijeron conducen al mar en calma repaso mi vida mientras crepitan los maderos y los niños corren a la cocina por un pedazo de pay Estoy sentado en una plaza sin gente al mediodía escribiendo que estoy perdido, irremediablemente perdido, soñando que soy otro, otro que sueña con ser otro como en una coreografía de espejos, que nunca supe hacerle frente al matadero de los lunes, que pienso en el futuro sin tener una certeza de él y me miro a través del aire con mis 29 ojos Soy un árbol levemente inclinado por el peso de su muerte daría estos paraísos de ocio por 5 minutos de acción daría mi sangre, mis córneas y el riñón que aún me sirve por no ser más un fantasma recién moldeado y puesto al sol para secarse Soy una casa en renta que ni las sombras del virreinato alquilarían una casa en ruinas con su jardín comido por la maleza y los okupas una casa que aún conserva la dignidad de los buenos tiempos en sus muros en su memoria de ojos cegados al atravesar la luz Si yo pudiera guardar el calor de los años la alegría de vivir en la frontera de lo nunca dicho y lo que por su transparencia queda resonando mucho después de apagarse Si yo pudiera conservar la firmeza con que la flor se levanta en el invierno esa virtud para volcar los enredos en insólitos atardeceres Si yo tuviera pleno dominio de las fuerzas que me jalonean en distintas direcciones Si yo rompiera los hilos, si escapara del laberinto, de la ciudad, de este cuerpo Si yo me levantara de mi muerte anticipada a escribir el último poema, el único poema, podría afirmar entonces que aquél ruido no era más que la combustión de mis huesos.

Estoy en la mejor edad para se


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Alfredo Garcidueñas

CLASIFICADOS

Mientras tanto, cierren puertas y ventanas, estamos de luto. Mientras tanto, pongan el silencio como una sábana sobre mi rostro, como una brisa que empuje este barco de papel por el río del tiempo. Mientras tanto, este caer sin tocar el piso, este incesante caer de ceniza y lágrima antigua, este desprenderse, este oscuro naufragio. EMPRESA CONSTRUCTORA SOLICITA otros mundos

r un muerto

se busca oficina al aire libre donde guisar sonetos en verso alejandrino fábrica de liras y magnolias ocupa amanuense zurdo se busca traductor del hambre antigua se busca poeta obrero para cambiar los adoquines de la plaza por jardines impresionistas Se solicita aprendiz de mago con experiencia en patrias vacías URGENTE se busca tejedor que sepa nombrar las cosas en el frío mozo de bar dos estrellas bombero de las últimas palabras si cumple con los requisitos adjuntar el corazón al CV y acudir a las oficinas del infierno


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Las silf ides de Zona Rosa Carmen Macedo Odilón ¿Conoces el Gayta? Es un antro muy popular a dos cuadras del metro Insurgentes. Es para chavxs de ambiente, aunque a lxs bugxs les da igual y de todas formas van a invadir sus espacios. En fin, los sábados por la noche está a reventar. Para conseguir el derecho a veinte centímetros de mesa necesitas al menos comprar una caja de Indio o Tecate. No es tanto, son $150, aunque las cervezas están diluidas y vas a tener que ir al baño a cada rato. Es secreto a voces, pero no hay agua en los baños y parece que a nadie le importa. A pesar de que no me gustaba juntarme con gnomos, acepto que Julio se convirtió en un amigo cercano y, con su gran carisma y facilidad de palabra, me sacó de la rutina de salir con mis brujas de confianza a experimentar los trances de la magia negra. Pero, disculpa, que esta historia no trata de mí, sino de él. Como era su costumbre, Julio fue al Gayta buscando princesas, piratas o víboras, lo que fuera que se dejara para emborracharse juntos y perrear hasta el amanecer, antes de convertirse en piedra debido a la cruda. Eran las 11:45pm, poco antes de que ciertas criaturas cambien de forma con la magia de los embellecedores y caladas a pipas de colores. ¿Te ha pasado?, conocer a un príncipe y en la oscuridad, justo a medio caldeo lo descubres convertido en orco. Pero esta vez Julio no llevó a Brenda, el hada de los dientes, quien tenía mucho trabajo en el consultorio odontológico, ni a mí, y eso que dijo una y mil veces que éramos sus mejores amigas. Tampoco invitó a Arlet, la sirena que tenía de novia, o a Jocelyn, la ninfa con la que andaba en la universidad. Imposible pensar en Karina, la súcubo con quien, tras caer ante la gala de sus talentos, despertó con él en el hotel más cercano. No, esa noche Julio no quería a nadie del presente —que para sus aspiraciones románticas llamaba ya pasado, con esa frase gastada de: “mi novia y yo andamos mal”—. Buscaba carne fresca, una víctima diferente a quien engañar con sus artimañas seductoras y el encanto de su largo y puntiagudo sombrero. Vagó su mirada entre íncubos que le enviaban besos, magas que desaparecían, en un chasquido de dedos, quincenas enteras y tragos que se evaporaban cual si fuesen servidos en medio del infierno. Julio buscaba,


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tanteando entre pellizcos de nalgas y arrimones, incluso ignoró a aquel vampiro, quien le dejó un chupetón apenas camuflado en el moreno de su tez tropical. Codo a codo, en la otra mitad de la mesa guardó silencio ante la visión de la más bella joven: garbosa, regia —sombrero incluido— y lo más importante, sola. Tan cautivadora dama se limitaba a mirar a las demás chicas que se entregaban a la pista, dando sorbitos a una botella de Tecate que se resistía a terminar. No fue un “cómo te llamas”, siquiera un “¿quieres bailar?”, Julio puso su ardiente mano en la de esa chica misteriosa y la aproximó consigo. No hubo necesidad de decir nada más. Bailaron alrededor de la mesa, no solo un reggaeton, sino banda, bachata y merengue. Para las baladas, apenas si se distinguía un cuerpo del otro y Julio agradeció más que nunca ser un gnomo, porque en el abrazo, descansaba su barba en un escote que olía a Jafra. Aprovecharon un cambio en la música para refrescarse. Fue al baño. Para las chicas, la fila era parte del mobiliario. Una mujer terminaba de limpiar un cubículo y se quitó los guantes de hule. Al ver a Julio, le tendió un trozo de papel higiénico y dijo que podía pasar. Abrió la puerta para él y de un empujón cerró la pequeña cabina. No había más luz que la que se filtraba del techo, el aroma a pino era abrumador y él se sintió desfallecer.

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La música de fondo cada vez más lejana, hasta el “Despacito”, que cantaba a golpe de pecho como un himno, fue extinguiéndose hasta hacerse el silencio. Sobre la cabeza de un mareado Julio, un halo de luz le proyectó la primera imagen: Su exnovia, Cristal, la mujer invisible a quien él había dejado sola en la mesa del Gayta, mientras que se había ido a la pista de baile con una desconocida. Quince minutos de espera se convirtieron en media hora,


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y luego en una noche entera con cena para dos. Cristal, en ese cubículo semioscuro, tomó a Julio de las manos y lo obligó a bailar con ella salvajemente. —Lo que toco lo desaparezco, papi— dijo ella, quien descendió sus manos por el torso de Julio, hasta que llegó al cinturón, Pero alguien le sujetó el hombro. Rosa, la hiedra venenosa, esa chica a quien Julio dejó una vez plantada en una mesa con dos cajas de Tecate que ella ya había pagado. Rosa, de cara al gnomo, dio de vueltas con el vestido floreado que había comprado para la ocasión que ella creyó especial. El vuelo de la falda se elevó tanto que Irma se llevó la mano al panti que usaba. —Qué comezón, ¿no? creo que nos pegamos algo. —Afiebrado, Julio perdía el conocimiento, sin poder evitar un impulso por rascarse la ingle. Pero ahora la visión era de Lucy, el hada de azúcar, quien había terminado con su novio de toda la vida para poder iniciar una relación con ese Julio que, coqueto e interesado, le había hecho creer que tenía una posibilidad. Lucy sujetó las mejillas de Julio y hundió su rostro en el agua del excusado recién desinfectado con una pastilla aroma a cereza. Él pidió clemencia, dijo que Lucy era solo su amiga, y ésta, con un bastón de caramelo le dio un golpe en el estómago que le sacó el aire, mas las visiones de

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esas almas enfurecidas no cesaban: el gólem, exnovio de Lucy, lo obligó a comer tierra, y un eunuco, a quien Julio en un rincón del estacionamiento del bar le había pedido un wawis, le embarraba las nalgas en la cara. Las sílfides bailaban perreando hasta el suelo, y Julio, cual títere de sus prisioneras, daba de tumbos entre el techo y el piso con la esperanza de que sintiera una fracción del dolor que les había causado. Julio recibiría el castigo de bailar hasta la muerte, hasta que se desplomó en el suelo en un charco de sudor, vómito y orina. La mujer encargada de los baños tocó la puerta preguntando si todo estaba bien, porque ya se había tardado demasiado. Al no encontrar respuesta, abrió de una patada y vio a Julio desmayado por inhalar una alta concentración de ácido muriático, cloro y desinfectante de pino. —Ojo, recuerda que, si usas químicos, no puedes mezclarlos y tienes que estar en un lugar ventilado—. La mujer se disculpó diciendo que era su primer día y nadie le reclamó nada. Unos curiosos recogieron a Julio, llevándolo a cuestas a la barra y aprovecharon para darle una sobadita a sus bolsillos, mientras que un ilusionista apostó que podría desaparecer su celular y cartera sin que nadie se diera cuenta. La bartender, al notar que era él, decidió despertarlo con una cubetada


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de hielos, porque alguien tenía que llevárselo antes de que se volviera de piedra y se quedara ahí otro día. Julio abrió los ojos y vio las miradas de Cristal, Rosa, Lucy, Arlet, Jocelyn, Karina y tantas otras de las que no recordaba sus nombres ni sus cuerpos. Su dama de la noche, esa desconocida enigmática, se hallaba recargada en la puerta del baño. Se retiró el sombrero y dejó ver sus cabellos que se sacudían con vida propia mientras que el siseo de cientos de bocas se perdía entre la música escandalosa. Julio la vio hermosa, con el poder de endurecerlo con una mínima mirada. Ella, desde lejos, levantó su Tecate brindando en su honor y todos en el Gayta hicieron lo mismo. Julio mojado, temblando y asqueado, con la ropa arruinada por las manchas de cloro y apestando a Pinol, buscó con qué pagar la cuenta. Dejó su chamarra y los lentes oscuros que casi nunca usaba con la promesa de completar lo demás cuando pudiera. Le dieron chance de hacer una llamada y marcó. Dos horas más tarde, llegó a mi casa a bordo de la escoba que le mandé y lo primero que hizo fue pedirme usar la ducha. Lo acompañé hasta el baño y le pregunté si deseaba mi “ayuda” —guiño, guiño—, pero fue la única vez que dijo “no” a una proposición femenina y quiso cerrar por dentro, aunque se lo impedí con la excusa de que, si le pasaba algo, yo podría socorrerlo, no muy convencido accedió. El agua empezó a caer y esperé del otro lado de la puerta. Hice una señal a mi espalda, Arlet y Jocelyn ya se estaban tronando los dedos.


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Título: Ectoparásito Técnica: Mixta / Papel Medidas: 21.5 x 28 cm

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Título: Larva Técnica: Mixta / Papel Medidas: 21.5 x 28 cm


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81 Título: Reclusión Técnica: Mixta / Papel Medidas: 21.5 x 28 cm

Daniel Ramos Garduño


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Natalia Pedroza y Fernández VUELTA AL ORIGEN La calle no es la misma ni las paredes en sus texturas amalgamadas las heridas que no dejan de hablar y permanecen destellantes en la noche el silencio se siente un eco triste y viejo Aquí no llega la superficie central de la ciudad amuleto del tiempo camino sin luz vuelta al origen atrás sin coordenadas sólo sirenas oscuridad perros oscuridad el sollozo de un cristal que se rompe y la oscuridad.

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san bartolo coyotepec creímos ver el universo pero era solo el carro de orión con sus fustas tendidas en la hierba quizá un poco demasiado lejos yo quería dilapidar la sangre en cada arcada de vómito hacer un revoltijo de sudor semen saliva lanzar puñados de tierra piedras masticar hierba junto a las cabras dormimos junto al río no fuimos a la fiesta alguien se cortó un dedo antes de partir el pastel la esposa del amputado era muy joven una niña embarazada que sostenía un vaso de plástico con alcohol en el fondo el dedo de su esposo flotaba como un feto creímos ver el universo pero el resplandor de la luna impide ver las constelaciones a veces frente al mar nos tendíamos sin ropa la arena nos entraba por las rendijas no era nada erótico lo divertido era más erótico que lo erótico cargamos una garrafa enorme de ron con ron encendimos una hoguera de cocos verdes encendimos un enorme poste le prendimos fuego a cuadernos diarios hojas ramas cartas chatarra vagabundeamos la orilla en tu hombro se posó un periquito verde con rojo pedía semillas o que no dejaras de hablar nunca creímos ver el universo pero era un río pero era una franja de noche cruzando un hueco en una manta pero era un pueblo seco pero era la matanza del chivo las tripas grises el estómago rosado la carne envuelta en tortillas era un bolo luminoso que no se podía tragar un rescoldo a punto de extinguirse y correr lejos hacia el mar lejos de ese pueblo de cualquier pueblo hacia el lecho del musgo entre el desove del jurel y el graznido del cielo había un fuego iluminando enero algunos días todavía sueño que nos tendemos al sol que naufragamos porque no reconocemos ninguna estrella que nos devuelva a la orilla que cavamos muy hondo o flotamos como un dedo en alcohol


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álbum de estampitas quería tener un álbum porque nunca pude juntar todas las estampas ni besar a todos los chicos ni tocar a todas las chicas ni tatuarme un código de barras

Draupadí de Mora

porque no se entra al cuerpo por la misma vena ni se sale ileso sin mordidas con todos los dientes si no arañas la piel un día y miras tomas del bazo esa gota negra carie anciana bilis negra flema flujo sangre meado plasma contra la pared ante la mirada porque estás triste melancólica o poco niño o muy niña o más animal que otra cosa y no puedes moverte ni eres hermosa ni eres rubio ni eres fuerte ni eres lo que dijeron que eres ni lo que debes ser ni lo que permiten que seas y atada a la silla y atado al banco y atada al auto y atado a la estufa también te calientan no solo los gritos


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los fuck fuck yeah yeah sino el polvo en los dedos y el gran órgano que nos cubre ¿qué hay? en este álbum de estampas solo ganan los del monóculo los que oprimen un botón y algo aparece con dinero entran al paseo grande de las chicas piel y retazo de los culos perforados a gran escala de la leche a borbotones la jauja playboy de wal-mart de la oficina de seguros de tanta teta que hay que mamar de tanto pico que nos meten ya lo he dicho pero sin babys porque gracias dios mío también tenemos la ciencia y algo se avanza y algo se deja atrás y ahora podemos aporrearnos como máquinas y tomar pastillas para dormir tranquilamente y creer que el futuro está al frente el pasado detrás y nosotros justo al medio como equis negras sobre una línea de tiempo coléricos biliosos se agitan en sus camas grandes eyaculan inversiones burbujas inmobiliarias sueñan con ríos de dinero ríos de semen sueñan con el origen del mundo sueñan con penes gigantes gotas plásticas fecundas en polímeros simples ubres amargas los envuelven como capullos y ellos mismos con tetas plásticas y coños galácticos se piden más más más se dan todo todo todo y un asistente negro o mexicano o asiático o turco o musulmán o ecuatoriano les tira encima su


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chorro seminal tercermundista para empaparles un poco la garganta el oído la lengua el cuero y el alma que dicen tener ¿qué hay? si ataca la melancolía fluoxetina si corroe bilis amarilla whiski con coca si la flema inmoviliza mdma pero si la sangre desborda la cuchilla si la sangre se harta si la sangre se atranca entre la aorta y la válvula entre el hipocampo y el húmero la misma sangre y el sol y la silla en que estamos estallan nuestra piel tersa o quemada o arrugada estalla y el interior calmo de nuestros millones de cuerpos rectos tullidos artríticos estalla viejos jóvenes niños insanos sanísimos estallan ejercitados celulíticos cancerosos encorvados estallan negros rojas blancos amarillas café con leche estallan límpidos la sangre y el sol estallan los cerebros hígados bazos anos uñas ojos calvas estallan ombligos tetas axilas pies piernas talones corvas cuellos esófagos estallan lenguas amígdalas estallan en lo seco en lo húmedo en lo aéreo de los millones de cuerpos la sangre y el sol estallan los oídos las fosas nasales los páncreas los ovarios los glandes estallan las matrices los testículos los escrotos estallan las mínimas diferencias estallan


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el cuero cabelludo las pestañas las células estallan los lunares estallan los pubis estallan los huesos estallan los intestinos en su paso sistólico hacia el estampido del cuerpo y la sangre estallan el viento la lluvia las ciudades estallan los paseos los mercados las universidades las oficinas estallan familias matrimonios hijos amantes asesinos canallas tiranas estallan estallan estallan

y el tiempo la historia los libros


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a un tiempo sin cesar estallan estallan

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estallan estallan

estallan estallan estallan

estallan



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