Afrodita en Invierno

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Afrodita en invierno



Leydy Loayza Mendoza

Afrodita en invierno


Afrodita en invierno Primera edición, publicada en Lima, en octubre de 2018

© 2018, Leydy Loayza Mendoza © 2018, Grupo Editorial Caja Negra S.A.C. Jr. Chongoyape 264, Urb. Maranga - San Miguel, Lima 32, Perú Telf. (511) 309 5916 editorialcajanegra@gmail.com editorialcajanegra.blogspot.com www.editorialcajanegra.com.pe Dirección editorial: Juan Carlos Gambirazio Vásquez Producción general: Claudia Ramírez Rojas Editores encargados: Julio Melgarejo y Laura Gómez Imagen de portada: Diseño de portada:

ISBN: Registro de Proyecto Editorial n.° Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú n.° 2018-

Prohibida su total o parcial reproducción por cualquier medio de impresión o digital en forma idéntica, extractada o modificada, en castellano o en cualquier otro idioma, sin autorización expresa de la casa editorial.

Impreso en Kinko’s Impresores S.A.C. R.U.C.: 20502903951 / Telf: 336-6699 Av. Venezuela 2344, Lima




Índice

I. AFRODITA EN INVIERNO Danza sin música para un drama venidero 17 Discurso suicida en memoria de la que fue 19 Espectáculo de cabaret 21 Preludio para una despedida 22 Aproximaciones de un volcán naciente 23 Aproximaciones a la locura 26 Esencia marina sobre cuerpo inmaterial 28 Andaluna 29 Bosque de palabras sobre un adiós 30 Rito antes de acostar a la nostalgia 31 Ultimátum 35 Jardín interior 37 Teoría del amor pendular 38 Biblioteca 39 Antesala a un viaje solitario 40 Meditación al borde de un edificio 41 Entrenamiento en la postguerra 42 Herencia 43 Pastilla para suprimir el engaño 44 Corola de nostalgias sobre paisaje frugal 47 Reflexiones al amanecer 48 Corazón de piedra sobre rocas dispersas 50 Libro de reclamaciones 51 Oda al destiempo de nuestro tiempo 52


Hipótesis del encantamiento y la seducción 54 Discusión en la Catedral 55 Un poema caza la ciudad 56 Falso alumbramiento 58 Palabras para un yaraví 62 II. NATURALEZA MUERTA Fin del paisaje 63 Ceremonia de la muerte anunciada 66 Arena dorada de la memoria 67 Delirio trashumante 68 Solo nos queda el cielo 69 País clandestino 71 Canto libre 72 Monólogo frente al espejo 74 Relojes de arena 76 La última gota de bondad 78 Restos 80 Protocolo postmortem 82 Animal sobre animal 83 Aquí estamos solo los muertos 84 Dolor profuso que palpa la melancolía 86 Rocas desnudas en una playa inmóvil 88 Caes 90 Inicio del paisaje 91


A los árboles de carne, los espíritus raídos, el alma herida, el cuerpo errante y a la luz de mis mañanas, el gran lucero de mi vida.



Un poema como una gran batalla me arroja en esta arena sin mรกs enemigo que yo yo y el gran aire de las palabras Blanca Varela



I Afrodita en invierno



Danza sin música para un drama venidero

Los dientes rasgan un continente oscuro, los sentidos descubren la fragilidad de cualquier límite Palpar la imagen, escuchar la sangre. Oír su sagrado perfume. Blanca Varela

El invierno arranca los cálidos colores del cielo esparce látigos errantes en pieles descalzas invade la sed que secretamente lo busca cansado de soles y excesos que incendian. Puedo no amarte sin piel, ni la exigencia premeditada de algún compromiso, puedo amarte viéndote crecer, intentando alumbrar tu poema con distancia y soledad. Puedo amarte, pero tú no, la tierra sacudirá sus partículas y tus tallos morirán entre la mala hierba que ahora soy. Puedo amarte sin piel, alimentándome de tu palabra, sin que me refundas en el exilio de tus ausencias. He nacido para esta tierra, para vivir sin sombras que nos sigan, sin murmullos. Detrás de nuestras espaldas, hay un mundo que se rompe, adiestrado de dolores y ternura, está tu hombro vacío, sin paciencia, esta sombra mía en tus arenas. Mi boca ya no cura ninguna distancia, la soledad ha reinado en cada sueño y en cada extraño bocado que en esta hora muerta no nos sabe a nada. — 17 —


Busquemos un país donde no conozcan nuestros nombres, donde puedas crecer en mí. Un país donde la lluvia no sea un castigo, donde pueda dejar el pan en la puerta, donde no haya Ciudad, donde solo el paso de nuestros ojos, las melodías infinitas de soles mayores y cálidos atardeceres con mares indómitos que desafíen lo poco que hemos creado no mueran. Un país donde valga la pena crear, donde podamos andar sobre la arena sin ser comidos por las aves que nunca pudieron alzar vuelo.

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Discurso suicida en memoria de la que fue

La soledad es una roca dura Contra la que arroja el aire. Está en cada pared de la Ciudad, Cómplice, disimulándose. Me arrojo o me arrojo, sin cesar Yo soy mi impedimento y mi crearme. Martín Adán

Tu recuerdo va cabalgando inevitablemente en mi inconsciencia, piel durazno sobre tallos indomables, cruentas batallas entre espasmos del más sublime amor. La ninfa, con labios sedientos, está suplicando alejar las nostalgias, afligida ante el destino que no mide el tiempo ni el destiempo del estar aquí, el no estar es imposible, con toda la ternura y la expansiva gloria recurrente en aquellas madrugadas insomnes en que tu mano cubría toda esa laguna estancada y hacía brotar aguas termales que reconstruían emociones impensadas, en aquellas oscuras cavidades, donde frágilmente y a cuestas del destino incierto se hacía poco a poco la luz. Afligido el aromo se ha castigado solo la noche de algún ayer, con pensamientos delirantes en el fondo de sus tallos, donde la clorofila de algunos ojos le han arrancado la dicha y ahora solo es muerte y soledad. — 19 —


No es tragedia mía, es de todas, la misma tragedia, el lapso de tiempo entre la ira y el sollozo, el tiempo del baile detenido, sin zapatos, apenas a una sola distancia de la risa, apenas una mirada de poquita gracia. No es tragedia mía, es la cara de todos los humanos negando la realidad, es lo que ves y no. Lo que se sirve en los platos de todas las mesas. Helena solo quiere que la besen rozando pétalos sobre su rostro de ajena mujer.

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Espectáculo de cabaret

De pronto estaba la casa vacía, decidí quitarme un poco la vergüenza. Allá va mi sexo vestido de otoño cuando cae el disparo del hombre. Desnuda la sangre, la carne expuesta paisaje de furia sacrílega en el insular altar está el epitafio depredando la vida testando amargos cristales en el azur del alma que se ha llevado consigo.

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Preludio para una despedida

Amanece mojado, ha llovido en el vestíbulo del cuarto menguante de mi corazón. Tu botón ha mojado mi cama, tus relinchos han lacerado el recuerdo, que habita la sombra de lo que soy. Tú, hembra, como nunca has profesado el verbo que faltaba en esta habitación. Te he sembrado capulíes en los labios, he hablado con el hambre a cuestas, te he dejado con el brillo vespertino en tus lagunas y mi naturaleza se ha acostado en el campo de tus espinas haciendo brotar la lluvia. Amanece mojado y no he olvidado que tu mejilla es el estetoscopio de mi vida. Acostada, auscultando siempre mi pecho, has amarrado mi sangre con tu sangre Cociendo con el ritmo de tu baile, mi alma con tu alma Amanece mojado y en diluvio prematuro hemos naufragado por esta corriente a contra corriente, sacrificando un amor.

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Aproximaciones de un volcán naciente

El cuerpo entero padece De una antigua enfermedad violeta Cuyo nombre es melancolía y cuyo emblema Es una silla vacía Jorge Eduardo Eielson

He procurado no soltar a la bestia del laberinto itinerante, he sido paciente, Helena siempre cultivaba rosas en tu jardín, tú las arrancabas antes de crecer para ponerlas en un jarrón sin agua, morían creyendo que las matabas. No lees sus mensajes que destilan por sus ramales entraña de rosa, verbos dolientes que laten lágrimas dulcísimas como la piel de Atalaya. He procurado no soltar a la bestia, pero imagino los siglos que duraría la agonía, ella ha comido mi cabeza con aires de poesía, por no saber vivir conmigo misma a tientas que tengo a mi lado la soledad.

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Ha migrado Atalaya a la pampa fría a cuestas de esa sombra que únicamente busca ser eso que ella no es. Ha dejado el aleteo de sus alas en pausas inexactas, sin sonidos que la extraigan de su estado sideral. Ella acomoda sus libros como acomodando sus recuerdos, se recoge el pelo y por desgracia se mira al espejo y mira su soledad, esa nada que gravita en sus ojos y estalla en un lento y confuso llanto. Sacúdete, Atalaya, de toda la negra ausencia que te persigue como no queriendo dejarte sola, véngate, dicen los orfeos de la noche triste tus alas han sido mordidas de manera demencial por el unicornio gris de la noche. El silencio sigue allí, inmóvil y tú otra vez no tienes nada, finges que hay una paja en tu ojo derecho que ha provocado el brote y rebrote de una lágrima apenas existe el reflejo de lo que fuiste. He provocado a la bestia apenas con tenazas de algodón, mi instinto replicante ha desatado el avatar de arenas inmóviles. Su lengua ha proferido su verdadero yo Y todas las maldades han caído como lluvia entre los ojos ajenos a la escena que lo han mirado por primera vez. Es invierno y la garúa no nos muestra ningún mejor paisaje Y duele el hambre con que te miro, como para recordarte que has olvidado saciarme — 24 —


que tu lengua ha proferido idiomas que no conozco o que no pretendo reconocer, que la dulzura no se compra, que la ausencia no genera nuevas emociones y que las emociones han desbordado todos los manantiales de este amor. Ya no eres ya, ya no soy yo, es la isla y todas sus aves ciegas para alguna vez volver o no volver a encontrarse mientras los sabios ojos ajenos que te miraron aquella noche seguirĂĄn sembrando bondades en aquellas amargas tempestades.

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Aproximaciones a la locura Y un cielo muerto de peces habitaban el patio dulce de tus mañanas, A veces la tarde perdura el muerto cauce de tu corazón extranjero Antonio Cisneros

Desde aquí la veo, no estando su piel en ninguna piel de mujer, ella me ha dicho que no es del todo humana. Un cuadro de Van Gogh relata su condición efímera de musa invisible. No la tengo esta noche y ninguna melodía abre sonidos en el silencio mayor que se ha alojado en mi cabeza, acorralando sus indelebles últimas palabras sobre mi patio interior. Ha sido niña cuando habitaba aquella casa que ahora la arroja No quiero dejarla entrar, aunque la espina de sus ojos me recorra el alma, ya es tarde. Una lluvia de poemas ha inundado mi sala y una mujer de otro tiempo ha pintado las paredes que ella rayó, sus pinceles están curando las amargas distancias, pero la prisa con que viajan los dolores va lacerando poco a poco todo lo que soy. — 26 —


Hay siete primaveras acostadas en esta nueva casa, vendrás, vendrás, vendrás… hormigas peregrinas me advierten en presagio discreto que en aquella madrugada en que ella venga ya no estaré yo.

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Esencia marina sobre cuerpo inmaterial Azul es el color de la gloria del leve remolino que siempre grita. Azul es la agonía que extingue el camino final no aquella luz torpe que te ciega, azul es sin luz sin color, sin viento, sin ventanas por donde escapar. Azul que no eres pero que vuelves a ser Ante los hoyos sin alma que solo te ven Y reposa sobre tu pecho en las madrugadas heridas Cuando la resaca tiembla en tus ojos dormidos y una lágrima te levanta.

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Andaluna En 1910 el cometa Halley pretendía romper el cielo, las profecías cundaban el miedo y el cuerpo de Andaluna era un cometa. Ella, recorría descalza las corrientes del amor el fauno agonizaba en su campo frugal regado por el llanto de las nubes. Ella, en blanco total, encendía y apagaba el espectáculo del cielo con el halo de su ardor. La corpolatiente se arrastraba al parisoñado de sus gemidos libres, de su propio canto y tal vez entonces de su propia voz.

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Bosque de palabras sobre un adiós Cortas el tiempo, clavas tu ojo liso en la llanura caliente y acorralas entre las piernas los versículos que no toleran más amores que un amor. Cuerpo, poema, boca, atravesando la distancia de cada palabra hemos nacido del pecado, cogiendo retazos de tela para cubrirnos el alma hemos matado la lluvia en cuatro paredes y en cuatro tiempos. Esa calle sin salida ha marcado nuestros pasos el amor nos habla a través del agua dispersa hemos caminado acariciando el surco con las manos y he habitado tus ojos al amanecer. Cuerpo, poema, boca, amasando la tierra innoble, sin diluvio, sin dolor, con toda la nostalgia de tener que cruzar la calle dejando la casa, sellando el surco que ha sido un encuentro conmigo misma ahora estás en la penumbra del invierno esperando esperando esperando no llegaré, no llegarás JAMÁS — 30 —


Rito antes de acostar a la nostalgia Sigues despertando, abrazando la indiferencia por largas horas, sin una sola mano que sostenga tus palabras. Temo que mi mar se transforme en una laguna estancada, despertar con los peces muertos aniquilando el paisaje enfrentándome con esta vida que se parece más a la muerte. Voy sintiendo el incremento del agua, su temperatura, siempre fuimos pájaros buscando un cielo y unas hojas donde habitar.

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Ultimátum Porque no hay en el mundo horror que sobrepase la fría crueldad de ese sol congelado y de esa inmensa noche pareja al viejo caos. Charles Baudelaire

No quiero ser flagelada en invierno, es crudo, indiferente, huyo siempre de la roca, prefiero esparcir mis palabras no voy a ser la presa que se somete a la canción obsesiva del hombre animal, no voy a seguir mutilada. Intento no morder tus alas, esas alas que ayer cocía con el hilo de nuestros sueños ¿cuándo dejaste de ser tú? Intento encontrar en esta marea de rabia el poema que me secuestre como la niebla del Choclococha cuando la miras y la tocas con la nostalgia que emerge de sus aguas imaginas que la blancura de sus andes te cubre y te evaporas en esa nada que inventas para ser buscada. Supongamos que me voy, siguiendo las señales de luz que no soy, que me parto en mil letras que no sé juntar, para hacernos, en una palabra. — 32 —


Afirmemos que sigo aquí, estando allá, tejiendo cada recuerdo como un gran poncho que va cubriéndome el alma mientras espero romper el tiempo que siempre nos separa. Me fui pensando que te vería, cubriendo espacios vacíos en cada paso que daba. Me fui creyendo que estabas conmigo y a la vez no estabas con nadie, no tengo nada más que ofrecerte, solo yo de vez en cuando. La piel es una sábana inconclusa con pliegues que se tejen con los años Tus ojos son un látigo que eclosiona sobre mi espalda La oscura cavidad del tiempo negro me invade Ya no soy tu mariposa, he regresado a ser crisálida. Enciende la luz artificial de las palabras coge una sábana, lo mismo que una cortina, pero ya no existas. Y si te marchas, ¿vendrás conmigo? ¿Dejarás la tierra empedrada por tu sueño? ¿Hablarás acaso de lo nuestro con tu corazón? ¿Romperás el hilo que has cocido a tu cuerpo hilvanado por la ternura? Y si me marcho, ¿brillarán tus ojos de la misma forma? ¿Morderás la tristeza con amarga agonía? ¿Recordarás que fuimos pájaros hegemónicos en un cielo errante y bordado de sueños, vibrando cada palabra, tejiéndonos?

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Ven a mi paraíso constelado por tu recuerdo, a poner tus suaves amapolas en mi pecho a danzar tu cuerpo con mi cuerpo en eterna poesía, a sembrarte con el tallo de mi vida, una nueva vida. Si vienes, no habrá momento de no hacerte mía. Mía con la palabra, tuya con tu propia voz Y toda tú y todo yo, ya no seríamos esta casa vacía que ahora somos ¿Vendrás? ¿Vendrás? ¿Vendrás? ¿Iré yo? Donde, ¿dónde has ido? El ave ha volado lejos de ti con todos sus pájaros errantes a cuestas Ya no cabes en el sueño de sus ojos ni en el mito de su amor

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Jardín interior

Vienes, como un alarido de parto sin anestesia, arrancando mi carne a mordiscos, tocando mis bisagras adustas por tu nombre. Vienes, amaneciendo o anocheciendo como una arritmia cardíaca que no sé controlar. Intento mirar hacia dentro en este equinoccio que paraliza el momento. En el claroscuro de tu recuerdo, en esta orgásmica ternura y el sabor de tus pétalos que rozan y penetran mi jardín interior en cada tiempo, llenando de aromas este amor que ahora ha dejado de doler. Unos ojos blancos inundan mi sueño tu boca prolifera la sangre que cae en mis labios. Te arranca la vida mi adiós mi cuerpo se muestra fuera de toda escena. Ya no estoy, ya no estás, en la vida ni en la muerte De todas las causas tu olvido es la mejor. Tus ojos blancos inundan mi sueño Larvas negras cavan hoyos en las palmas de mi mano Mutilada, avanzo por la ruta de tus odios Mis dedos poco a poco se desprenden de la verdad — 35 —


El tiempo desciende dos pisos atrás Evoco ese tiempo sin tiempo, eras feliz. No ha sido culpa mía, un coágulo escapa de mi boca El tiempo jamás regresa.

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Teoría del amor pendular Estoy en un espacio casi pendular, nueve dátiles del campo han comenzado a brotar se deshacen en tu boca, arrojan su miel. Cada fruto reabre el hambre de tus ojos me inserto en cada verbo tibia y simultánea mi llegada a este paraje corta todo tiempo y arde arde la piel que habita. El amor es un péndulo que nunca logramos detener.

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Biblioteca Amo los libros porque no escapan por la puerta trasera como los besos que alguna vez gocé. Los amo porque me embisten de momentos que siento haber vivido, porque no saben nada de mí y porque son míos.

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Antesala a un viaje solitario Tengo la llave maestra entre las alas una espina se clava en la rosa de mi jardín interior un silencio y mil lágrimas flotantes que no saben a dónde ir un adiós apesadumbrado que no quiere darse, que me arrincona en la impotencia de no ser yo. Sin ella no hay abanico ni esencia sin ella soy equinoccio perpetuo, masa latiente sin aliento su presencia, su necesidad y su cuerpo son aquello a lo que nunca podré decirle no. Tengo la savia por las venas, el respiro acumulado pausa su marcha y no estás alzare vuelo esta madrugada y no seré la paloma herida que vuela sin alas tú vendrás conmigo como cada mañana aleteando sobre mi espalda mojada, invadiendo mi espacio, siendo tú y haciéndome otra vez yo.

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Meditación al borde de un edificio Nunca sería tan difícil saltar de un edificio a otro Decirle buenos días al suicidio Alentar la bandera del progreso Mientras dolores incompletos se gestaban en mi vientre como hijos que no pretendo reconocer. Tu boca siempre ha sido el ancla de mis más rotundos temores La inocencia de la rosa bien nacida me acusa y su sola ausencia acaba por empujarme al vacío. Sin llegar siquiera a ser lo que quiero ser cortándome el abrazo que ahora en forma de recuerdo va matándote y con eso todas tus palabras muertas me hablan. Y en aquellas madrugadas lastimadas recordarte que terminas siempre por hacerme madrugar.

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Entrenamiento en la postguerra Mientras camino, los recuerdos brotan de mis ojos como conejos hambrientos depredando toda yerba en el paisaje, caminando descalza, quedo mutilada sin ozono, exiliada. Arrastrada por el hambre y confinada por el eco de cada pecado sueño que esto va ser para siempre, y eterna me veo apátrida en el universo de tus ojos sigo siendo la estrella alunada de tu cielo nublado.

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Herencia Su melodía atrapa el segundo instante en que fui feliz La cadencia de su ternura ablanda todo síntoma de dureza Ella es el algodón del alma suave suave suave Su dedo rompe el viento que dibuja un anhelo ella respira sobre su tiempo lo que debe ser, me advierte en el sueño, toma mi mano fría. Y su cariño fluye como surcos de agua tibia buscando su cauce, ella me toma y soy la presa que baña con la ternura de sus ojos. Ella es la única flor del jardín del mundo por la que soy capaz de amar.

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Pastilla para suprimir el engaño Coges la copa rota y la bebes mientras follas. Oh, mujer fría, por el presagio del infiel que te posee aferrada a creer que la casa tiene guardada tu ropa, pero estás desnuda. Él acecha piernas curvilíneas por la noche temprana Termina enjugando sus miserias en la boca inquieta llega temprano, alista la mesa y esa copa de vino siempre guarda toda su tristeza Sé que tocarás la pasión lasciva sembrada en su ojo interior Sé que violarás todo intento de modestia, besarás lo imposible Y serás la última gota de su copa. Lo tomarás en ese respiro acumulado, la llave encajará y dejará correr el agua de tu cuerpo pero sal, borra tu huella de su piel.

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Corola de nostalgias sobre paisaje frugal Cuando tú me decías La vida es derecha como un papel de cartas Y yo regaba la rosa de tu cabellera sobre tus hombros Por eso y por la magnolia de tu canto Qué pena La lluvia cae desigual como tu nombre Carlos Oquendo de Amat

Este vino debe ser tomado con el corazón sentado manos abiertas, ojos curando la distancia, las cepas delatan el tiempo cual proceso que encaja la esencia en cada verso, en cada carne, en cada cielo, macerando todo tejido sin frontera, ablandando todas las sangres que laten sin memoria y sin lugar. En el limbo del campo perlado ajeno a toda sombra, vivo de tu bocado, en la corola de la nostalgia que sacude el paisaje subliminal. Tras el caballero danzante de cuatro patas, está tu nombre cabalgando cabalgando cabalgando

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Viví anidando los rostros de humano que escondías esperando la calavera desierta llena de arena mojada en un ocaso casi siniestro donde no esté tu risa solo mi ausencia, ahí muriendo. Aún sigo esperando una bocanada de tu aire para emerger del agua en que se han hundido todas mis respuestas. Tú, sanadora resistencia, haz una oración por mí, que estoy al filo de tus bondades muriendo de a pocos esperando el aleteo de algún colibrí. Inyéctame la luz del mundo y que las sales de tus aguas aniden en mi boca nueva legión. Hace muy poco han intentado picar mis ojos porque esta lucha entre tu siglo y el mío va devorando cada intento de lágrima que pretende escapar de mí. Este tentar tu beso tibio en cada epígrafe de mi verbo bordado por tu aternura que acorrala mi piel surcada por este lirio que es tu mano dadora La hoja del árbol que se desprende, cae para nunca y para siempre.

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Ser ese pedazo de naturaleza que se arroja a su destino, que vive en el surco del camino adyacente a su soledad fluyendo con el agua que discurre siempre ajena a sus ausencias, naufraga, pero el árbol sigue brotando más hojas que aún a pesar de la muerte se resisten a morir.

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Reflexiones al amanecer Solía escribir pegada a tu cuerpo, bañada de sudores, solía no dormir lo suficiente y levantarme al ritmo de tu voz Malgastaba el tiempo en que pude ser mejor recordada. Hoy lamento no ser tú, haberme perdido tu inocencia, ser esta mesa vacía sin tu presencia, sigo siendo la misma ave rígida, ala cortada que huyó de tu ventana al golpe de una escopeta cojeando de una pata. Sigo mutilada ante tu sombra Y ahora solo soy en el silencio más incompleto la sudorosa araña que no supo tejer el vínculo de amor entre tu piel y mi piel.

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Corazón de piedra sobre rocas dispersas Poesía, dices todo lo que quiero decir 6:00 a. m. ha vuelto a encerrarse en sí mismo. Una piedra, lo mismo que una roca. El sueño enrostra su hambre voraz Ya no me toca, soy el olvido y él es el silencio. ¿Quieres que te deje? ¿Qué sentido tiene dejarte, si seguiré estando dejada? Nadie ha hecho crecer manzanas en el árbol del prado. Junto a mi corazón hay un enano, liebre sin patas, y ruge sin éxito, no salta, no habla, no ama a nadie, ni siquiera a sí mismo. Y entonces, quieres que te deje Y qué hago con toda tu mierda descalza Con toda la lechuga que hay en tu corazón. Yo tengo a mi lado un motor nuevo, una sonrisa de niña y unos ojos sobre mis ojos que me han enseñado por sobre todo a no morir de amor. A veces quisiera no tener que ir alguna parte poner la cara contenta como una careta que no encaja con este mundo, quisiera envolver mi tristeza con la alegría que no hallé.

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Y sigues arrastrando tu miseria ¿Por qué sufres? Una isla te atrapa y ni yo ni los ojos nuevos somos tu hogar Vuelve a ser el zócalo de soberbias injustas Vuelve a ti la indiferencia que cruza el único segundo en que te amé

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Libro de reclamaciones ¿Qué quieres que te diga? ¿Que iré junto a ti en cuarto menguante? Abandonando la luna que tengo entre mis brazos Acaso no quieres que te ame Y para eso no es necesario Dejar a cuestas mi obra por tu obra, ven tú. Van palpando mis manos tu tristeza Van corriéndose mis ojos de toda verdad Van mis piernas abriéndose al vacío Voy yo en cada poema. Su espacio recoge la ternura de algún amor No es de este tiempo sentirse, el cielo la mira, esta poseída por una extraña forma de amar. Se va comiendo sus hojas con violencia Brota del último pétalo de bondad No todas las aves han migrado Brotan flamas del cielo y en este piso no hay extintor Solo un libro, un cuaderno y un lápiz.

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Oda al destiempo de nuestro tiempo Trazo una línea de tiempo Tú, caminante de siglos ajenos y míos, yo apenas tengo el octavo tiempo de tu tiempo. Trazo los años que nos quedan A lo mejor muera antes que tú. El halo que habita en el cuerpo No tiene prisa ni frontera. Tú tienes la inmortalidad de las letras que siempre nos recorren Yo apenas el intento de llenar páginas en blanco Y con eso, vaciar mi alma de toda angustia. Abrir las ventanas, sacudir las polillas barrer, barrer, barrer. Ser otras vidas o ser solo la nuestra pudiendo ser. Tengo los pies alterados, quieren marcharse. Al occidente sin visa, los echarán. En esta casa vacía, hace falta todo, el día, tu sonrisa la única licencia necesaria para volver amar.

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Hipótesis del encantamiento y la seducción

El amor es un encantamiento Te seduce con hilos invisibles Te arrastra con siete primaveras en un día. En un día frugal besas la nieve de sus ojos Él te besa con su angustia y su metal La flor dormida, despierta. El amor es un e n c a n t a m i e n t o Que revuelve tus hormonas en un remolino vital, Tu savia fluye fuera y dentro. Dentro, solo sobreviven los recuerdos El amor miente, te encanta y te duele. Estos ojos ya no ven el cielo Se han callado para oírte cantar No cantes, mejor recoge lo que olvidas. No son ojos de niño Son abismos sin eco donde solo se pierde tu voz Esta boca se abre solo para exhalar el odio — 52 —


No han nacido amapolas ni violetas en ti Me he perdido, intentando alejar tu miedo sobre ese pobre y anciano papel

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Discusión en la Catedral No quiero ser feliz, así no podría morder la tierra, jugar con el pozo de lágrimas imaginarias sentir el vacío y llenar la distancia con tu cuerpo. No podría inundar la sala con conjeturas ilusorias de una ficción fatal, no podría desatar el nudo de mi pecho cual Verlaine contra Rimbaud en alguna calle de París al ritmo de una bala ningún café aplacaría nuestras edades ni nuestras distancias y todos disimularían en una sonrisa fantasmagórica que solo oculte la verdad. No quiero ser feliz Porque de serlo no sacaría palabras de mis manos para intentar cosernos. Un papel reposa entre mis años, sin letras que develen más el tiempo de nuestro tiempo.

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Un poema caza la ciudad Un poema me cubre Ha venido de altamar con olor a infierno, sin cielo, todo agua, todo miedo. Un poema me mata, ha inundado mi cuerpo Caza la ciudad con una palabra. Todo desastre, todo mundo Un poema va, un silencio llega. He nombrado su nombre, la tierra ha escupido tu huella, el cielo no nos ha privilegiado más hemos sucumbido. Y ardemos porque hemos torturado a la bondad La hemos atado a los árboles muertos. Hay una torre al final del camino ventanas sin instantes atestiguan el otoño en cada partícula de inocencia que va desprendiéndose como suciedad de este mundo. Aquí y allá seguiremos siendo pájaros de incienso, ceniza al final.

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Falso alumbramiento Golondrinas azules han llovido toneladas, acabado el verano. Y tú, no has escrito nada Ni una gota de amor sobre el papel. He sentido la melancolía arrastrándose sobre mi cuerpo Y has intentado nuevamente nacer Con cinco kilos de agonía y una llave entre tus alas. El lunático solar de tus ensoñaciones te ha poseído en la mañana Ferrocarriles simpáticos han bordeado este atardecer La amarilla tortura nos ha quemado los sueños Hoy he pintado un mural en tu recuerdo donde no quepa mi tristeza Sobre mi cabeza veo venir un ramalazo de ardor. Tu sed que termina acabada entre los mares de una sombra alada, sin barcos ni islas Solo tu nombre masacrado por la locura. Estos han sido los pasos de los muertos Siento su halo fresco en cada palabra Estos han sido sus gritos y sus silencios Antes de partir. Está tu promesa apátrida y sin tiempo En las cartas secretas que nunca se escribieron.

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He reunido a los faunos del bosque surcando el miedo de las hadas He atravesado la laguna estancada para hallar un corazĂłn.

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Palabras para un yaraví Cosechar a veces lo imposible sin haber sembrado pasa Como pasa tu omnipresencia dejando los cauces rotos Albas oscuras han nublado la noche y no ha habido ninguna madrugada que no te piense con las manos escribiendo esta indecible pausa Si tu deseo ha naufragado en sendas lagunas de esta Ninfa sin alma Si tu silencio corona las intrigas del plan que justifica tu causa No he de detenerte más, la lluvia ha cesado formando fuentes de agua Y la Ninfa, la Ninfa ha vuelto a ser el río que libera el paisaje indomable. Tu silencio me agota. Es como una larva que se ha alojado entre mis ojos, bajo la frente que auscultaba el horizonte ya sin alas, ya sin capullo, ya sin fuego. Conminada a la barca de Caronte, siguiendo rutas impuestas hacia donde van los que no tienen vida. Materia insensible sobre la mesa, acababa de escribir los versos más hermosos de la noche la celda le ha dejado huellas más profundas que el exilio de los seres que alguna vez amó.

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Ninguna humanidad podría justificar sus manías ni sus actos cada palabra suya borrará su nombre y no será más un dios.

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III Naturaleza muerta


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Fin del paisaje Escucha, ardiente hermano, el tiempo del dolor, de los días que hieren, de la noche que hace llorar, del hombre que come hombres. José María Arguedas

Cinco mil metros sobre el nivel del mar, ojo inmenso, sueño helado en hombres del más allá. Lagunas secas gritan al desierto cada noche, en ese ocaso que ha sido consumido por el gigante perlado acostado en el cielo, que desvanece el paisaje. Cala tu nombre en la pupila flagelada por el mal tiempo, bajo cero se inmolan sueños, sobre la calzada de piedra están aún mirando sus sombras, sus cuerpos cabalgan en silencio, sangran lágrimas por dentro de sus ojos. Mira en el ojo de agua, en el Orcococha, Caraccocha, Choclococha, brota de tu rostro cuarteado: clemencia, brota y exhala por ese cielo que nunca te responde. Vas deshojando la flor del campo y esta no se cubre con la misma mentira de aquellos otros hombres de más allá. «no creas todo lo que oyes», la flor intenta decirte a través de sus hojas, pero estas caen y se entierran en el sueño.

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La lluvia relata el desenlace del efímero día, sus manecitas no han tenido abrigo el viento se ha llevado el caballo de bronce que habías preparado para la huida al pie del follaje. Corre sangrando la miseria, corre sin cubrirte la cara, con el pan de la mañana pasada. Corre a mirar en el ojo de agua. Ojo inmenso, sueño helado en hombres del más allá, te han mentido, la flor del campo ya no está para advertirte. Lagunas secas gritan al desierto cada noche, el paisaje, tu nombre, las manos de tus hijos se desvanecen, se desvanecen, se desvanecen. Corran de prisa, vienen los pájaros de fuego humeando la tragedia, una cabeza doliente cae al suelo, machacada por el sueño de abandonar alguna vez la desgracia. Abandonas el camino, los lobos sacuden tus bolsillos, las águilas se llevan tus zapatos de plomo, ahora puedes volar. El miedo avanza acechando a la presa, no hay animales en esta escena muerta, es el hombre por el hombre. Al cuadrado de su maldad, el único animal que devora la carne, su propia carne, su propia sal. La flor no está enterrada, tiene la piel alterada, su tallo sigue vibrando blandiendo esperanza, el pétalo izquierdo ha sentido el estallido del rocío penetrando su atmósfera boreal, el rayo de tus ojos ha cubierto la escena.

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La flor no está enterrada, tiene la piel marcada, sus hojas han sido ultrajadas sin pausa de modo lateral, armando pequeños ríos entre los pliegues de ese cuerpo electrizado que alimenta las lagunas secas, nadan en el surco sin violencia. La flor no está callada, abre sus ojos y el palpitar de los flujos contenidos te dicta la esperanza. La flor está abierta y atrapa toda la ternura del tiempo en tu mirada, ahora: debes volar.

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Ceremonia de la muerte anunciada Aletean con pánico escénico, puestas las butacas, no hay marcha atrás Mordisquean la tragedia con patas nerviosas que rastrean el dolor Rehúyen del ataque con gallardas ironías. El miedo no irriga la sangre, El fluido se pasma en un segundo mortal, Lucifer ha esparcido sus esencias y jala con los dientes los restos del día.

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Arena dorada de la memoria Reinventado el sol perpetuo por la sustancia de poetas solo macizas acacias ventean toda ocasional desgracia cual abanicos emotivos a todos los patios caloríferos acompaño a caminantes con un libro entre las manos, y el espíritu de la ciudad penetra brillante a mi mirada. Toda nuestra historia nos habla a través de los árboles, en nuestro cielo Catalina erige sus molinos de hazañas los jóvenes tienen en Abraham al de las letras rebeldes y Sérvulo en sus colores pinta el firmamento de paisajes para esta comarca de leyendas y cantos a la vida digna. De los manjares una senda inspira al goce de paladares vienen de los yermos campos de la fe de las uvas azules y viajeros atraídos hallan el recodo soleado de las edades. Ica crea el apetito de flores matinales amando las lluvias. En Luren alertan los sueños de ángeles en cada temblor, las dunas atrapan el canturreo del valle a la tierra santa y todos vivimos replicantes de la eternidad del poema desde la arena dorada de la memoria en cada creación.

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Delirio trashumante Del azur sempiterno la serena ironía, Con la indolencia bella de las flores, abruma Al poeta impotente que maldice su genio A través de un estéril desierto de Dolores. Sthepane Mallarme

Siempre quise estar al otro lado de la luna, en esa penumbra alada sin la luz que absorbe el mundo, apagada acaso por la tiniebla de los ojos del hombre cotidiano, rebelde a la causa innoble. Ser esa galaxia inacabada que nunca nadie habrá conocido. La savia de mi propia naturaleza, fundada en el delirio trashumante, enjuga sus labios en el humedal de la isla ignota, brota el agua a borbotones, cada miembro aún tiene vida y potestad sobre sí mismo, no hay cabezas, ni debates infructuosos, ni versículos, ni dioses ajenos a toda realidad. Amo esa galaxia en donde solo somos aire y masa flotando encandilados por la gravedad mutante de lo adverso. Amo coger tu cabello, imaginar que nunca fuimos de ese mundo castigado por sí mismo. La cabellera se desprende del cráneo humeante, hay contorsiones extrañas en este paisaje borroso, una esfinge mutilada, solo el tronco, atrás sus miembros. Amo no dejar esta galaxia en donde solo somos aire y masa flotando encandilados por la gravedad mutante de lo prohibido.

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Solo nos queda el cielo En los cuernos de la luna una flauta tocaba La ninfa en la ladera descansaba el brazo Estíos de gracias florales Tejían y destejían las brisas En las sienes de la bella dormida Como si dos niños con el jugaran Tantas vueltas daba el mundo Emilio Adolfo Westphalen

Aquí y allá no me siento de este mundo. Somos seres con un corazón de plomo con pieles descosidas y vuelos inacabados. Como un manto luminario en medio de la nada abres tus alas gigantes, sacudes lo profundo, solo el cielo puede acariciarte solo vemos lo que la luz toca ni siquiera el aire te conoce. Al final de la calle está mi sueño. En un cofre, a plazo fijo, con rasgos de imposible, moribundo, abre los ojos, escala el tiempo y se va, cenizas de difunto vuelan por tus rodillas has nombrado el pronombre imperfecto, corre, no sucumbas a la realidad. — 69 —


Abren tu cabeza con pinzas azules, saquean tu sangre, hallan tu raza Violan tu sexo. Pero no te apartan, sigue latiendo tu cofre Sigue vivo tu sueño, sigue la torre omnipresente al final de la calle. Sin inocencia, ni polvo. Un ojo detrás del tiempo Un grito destapa el sueño el idioma de los necios se propala de manera demencial. Luces estruendosas desordenan los hoyos en la arena, las hormigas ya no tienen morada lágrima a lágrima conforman la cuenca de la inequidad. Mientras en el cielo copas de oro fermentan el poder, el silencio quema los cuerpos muertos y arden ajenos a toda fe en ese paisaje furioso por la impúdica razón de los hombres.

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País clandestino País de nadie, desangrado por la ambición vas destilando la impotencia en el brillo de tus ojos que marchan ciegos. Odiando a los hombres y mujeres que bañados en aceite intentan pedirte perdón Castigados con el hambre y con la sed de los insectos que son para ti la masa latiente que empuja y fabrica. País sin alas, sin gloria, con tanto dolor. Emerge del silencio, del eco de tus sombras el grito apagado País tricolor, con lágrimas flotantes y nudos en las sienes Vete al otro lado de la luna, fúndate en esa penumbra alada sin luz rebelde a la causa innoble, país de nadie y de todos, se tú.

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Canto libre Quizás me habré reencarnado en la avispa que pulula atrevida arrojándose a la nada con el afán de estar siempre en alguna otra parte. Hay en este espacio vacío un grito callado, un canto libre, una gota de esa lluvia que siempre he querido ser. Con el pensamiento quieto y la sed de la palabra Nunca va ser noche cuando tus pasos sean capaces de pisar la sombra inútil Nunca va a ser tarde cuando esa nube termine eclipsada y tus labios besados por el sueño atraviesen mi ventana nunca tarde mientras vivas en cada bocado de amor. Mundo, montaña, alma errante Cómo liberarte de tu propio yo vuela en el atardecer de tu vida vuela cerrando los ojos, intentando mirar tu propia mirada vuela con las alas cosidas a tus sueños vuela aunque parezca que no tienes alas. Es como si murieras en mi sangre acabada por este sueño y en aquel cielo que jamás soñaste, pero que está ante tus ojos me devuelvas un poco de pasión pues ahora me hallo sofocada ante la raza que caza el silencio.

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Como si yo te dejara cabalgando solo en la montaña de ese cuerpo como si reptase en la distancia para no verte es como si yo, viva de ti, perdiera el horizonte solo por anhelar ese cielo letrado que me coge cada noche antes que tú.

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Monólogo frente al espejo

Detrás de ti hubo siempre un mar demasiado hermoso, empobrecido por la fuerza de mi canto. Rodolfo Hinostroza

Aquí estoy recorriendo el estado final del tiempo azul, intentando acariciar el gato gris que duerme auscultando la indiferencia ando descalza con la corona de todas las tristezas camino lento para no despertar a la alegría, inocente y ajena al vapor del odio que irradia el espejo, tu espejo monologando tus manías y tu soledad (no queda nadie) oprimo el botón que enciende la luz de tu cuerpo y en medio de esta penumbra ignota desaparezco Voy desatando la trenza bajo la palmera agitada, que me guarda entre hoja y hoja, tendida sobre el campo poseído por aves soñadoras veo a lo lejos los habitantes del fondo celeste, que no siempre gozan libertad Soy esa trenza que nunca se desata, que enrostra la figura ordenada, mientras el desorden la habita, mientras sigue mirando los peces mientras sigue desojando las flores que adornaban su jardín interior (ya no están) — 74 —


Tomo el hilo para terminar de coser esta historia firme, insolente, excitada, la tela se desvanece en mis manos tu partida aplasta. En algún desierto he dejado el eco del clímax en sobresalto ese rayo que cruza debajo de toda mi existencia perfumando mis ensoñaciones cerca al huarango que todo lo ha sabido y que ya no existe más.

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Relojes de arena ¿Es un sueño o algo diferente, cuando la superficie del río ennegrecido es una cara que suda con lágrimas? Vi a través del río ennegrecido la hoguera del campamento agitarse con lanzas extranjeras T. S. Eliot

Cuánto tiempo muerto va siendo hora de abrir la mirada cegada por la ruta impuesta, por el camino sin bache cruzar la acera desafiando el peso arrancando las flores del mal flameando la bandera de lo que siempre hemos sido libertad. ¿Dónde queda este sueño flagelado? esta palabra quebrada agitando el adiós entreabierto el umbral hacia ese mundo en donde solo seremos pájaros. El odio seca los recuerdos la carne abandonada ya no tiene sueños vuelo sobre tu cabeza cocida a tu dolor

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Ya no me duele la indiferencia del hombre por el hombre vuelo incluso sobre la blanca morada sobre los ojos siniestros que nunca nos miran.

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La última gota de bondad Deja que una vez más te nombre, tierra Mi tacto se prolonga En el tuyo sediento, Largo, vibrante río Que no termina nunca, Navegando por hojas digitales, Lentas bajo tu espeso sueño verde. Octavio Paz

Se ha terminado el verano, los barcos vuelven vacíos, como buscando sus almas el mar se ha tragado el tiempo que espera besar la boca lluviosa atrayendo los cuerpos que nadan sin verbo, errantes, sin piel. Se ha terminado el verano, sigo buscando el silencio en el sabor de cada ola intento ser la arena que siempre ríe. Ser esa razón por la que siempre vuelves a mirar tu sombra se ha terminado el verano y tengo a blanco y negro la esperanza fluyendo como ese gran espejo que refleja tu cara. No huyas nunca del tiempo dulce, acariciando esas manecillas que construyen el silencio, no huyas ni aceleres el paso para intentar saltear el caótico delirio del desorden. — 78 —


Toca la ternura en la textura de sus ojos siempre iluminados por la inocencia, empápate de esa forma de ser más humano, más real, más piel. Huye si es posible de todos los hombres, para encontrarte con la última gota de bondad. Y vuela con esa sonrisa incrustada de libertad, vuela, coge su mano, habla, pero sobre todo escucha, que nunca sabes cuándo para el reloj y todo el paisaje del mundo se apaga.

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Restos

Toca tu desnudez en la del agua, Desnúdate de ti, llueve en ti misma, Mira tus piernas, como dos arroyos, Mira tu cuerpo como un largo río. O. Paz Me he sacado la piel, la he colgado como cuelgan la carne he dejado que cuenten mis lunares de palmo a palmo desnuda sobre la mesa, mis pechos son besados por la desgracia me vendan, he aceptado la tortura sin clemencia él baja su labio hacia mi cavidad. Un gemido intenso atraviesa la celda, todos nos miran él embiste a su presa luego de haberse comido mi otra boca Todos se tocan Se desnudan y no podemos verlos. Abro las piernas La luz incendia mis ojos, los cierro / es mejor no mirar El guardia se acomoda y escucho la correa sujetando mi cuello tira arrancándome la voz de la escena encaja entre mis muslos de arena como flotando sobre sus manos me inserta en su cuerpo, la correa se desata y un alarido infernal ha escapado fuera del recinto — 80 —


Su mano derecha estalla en mi muslo la fiera intenta escapar, ambos clavan su órgano rijoso en el cuerpo exaltado ajeno ya a toda vergüenza gimen las almas tocándose a oscuras La lámpara tiembla, parpadea un torrente fluye de mis labios ultrainteriores nada los detiene, azotan con furia lo que queda en la mesa erigiendo su fuerza, desgarrando se vienen, cabalgando de otras ciudades, han mojado el puerto han anclado con marcas imborrables el dolor El cuerpo yace despojado de toda tensión como un durazno fresco devorado, abierto, arrancado del árbol de la gloria deseado en cada boca que alguna vez lo soñó.

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Protocolo postmortem Dónde va parar la sonrisa detenida por un instante de fe dónde la plegaria aterrada en el minuto clínico dónde va parar la ternura y esa palabra iluminada en los cimientos del dolor perpetuo ha sembrado su raíz la ausencia y esa casa vacía lleva tu nombre. Cuando el latido estalla, cuando el minuto expresa la cruenta realidad cuando no existe abrazo ni gesto que reste vacío a tu corazón, abrazarás la memoria, olvidarás el dolor.

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Animal sobre animal Arrojo el grito por la ventana, Nadie ha notado el miedo del animal que no sabe huir Me trago la tensión del reloj que sentencia cada hora calcinando mi sueño. El animal intuye lo perverso más nunca lo cuestiona, ataca. Su odio salpica mi cuerpo casi inerte, El animal ha sido despedazado sin tiempo ni memoria. El hombre al cuadrado de su instinto es otro animal que repite cada tanto la estrofa de su propio miedo.

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Aquí estamos solo los muertos El papel está sediento de lágrimas. El trazo resbala, oriental, distante. La tinta hace su ruta, inalterablemente mortal. Un náufrago sin mar, sin playa, sin viajero. Solo la urgencia, el desvelo, la absurda esperanza. Blanca Varela

El bocado no sabe a nada, la melancolía ataja el suspiro de los que estamos muertos. Y entonces, qué esperar, sino el azote del mal tiempo. Llanto blanco que embarga esta ciudad ungida por la parsimonia esperaré con la puerta cerrada, con la llave del infierno, sigo aleteando tras la ventana del sueño, imaginando la flor desposada. Anhelo romper la ventana y huir de la roca quieta, inmóvil, dejar de estar disecada. Cómo se cura el autocorte esa barbarie que viene de los ojos lagrimosos, ¿cómo se cura el autocorte que no se ve? Ni gotea sangre, ni agua, ni hedor. Una herida que hiede la oscuridad o la ternura cubierta por la música de las palabras haciéndose el amor. — 84 —


Cómo curo este autocorte que yace al costado de la aorta, en el lado negro del sentimiento, donde siempre he sabido que había un precipicio caída libre, donde dos historias habitaban una atmósfera constelada. Solo el brote del agua cura la llaga. El cuerpo pálido exhibe su más triste escena, la ausencia crea la música. Te arrojas como criatura galopante Y voy escalando tu cuerpo en cada espacio de la noche me arrojo a la pausa, el agujero negro regresa el autocorte, la coma impensada, tu voz recorriendo la casa la imagen escribe la historia. Siria llora y nada retorna el pecado Somos hombres de innata maldad sería distinto mirar por el ojo sangriento ese universo desangrado abrir el horizonte con el corazón en las manos dejar de lanzarnos dardos de fuego negro rehuir al maldito silencio, domeñar el dolor.

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Dolor profuso que palpa la melancolía Cuán a destiempo llega uno a sí mismo Cuán inesperado y desesperado cualquier ya. Todo yo que cae con el tiempo, Desde nunca siempre y para siempre jamás. Martín Adán

No tengo día y esta noche me pesa como una camisa de fuerza amarrando mis palabras no existo en el diccionario, no estoy en la lista de espera me encuentro abrazando una idea en este pedazo de tiempo que ha escapado del sistema. La creación es una lucha insurrecta dolor profuso que palpa la melancolía el agujero en mi carne se agranda el goteo salpica la nostalgia que reza una débil plegaria en el borde de todos mis deseos constelados anhelando comer en tu mesa. Dolor profuso que palpa la melancolía el cuerpo frágil se desangra, latiendo solo, sin más enemigo que tu cabeza de fuego galopando con falsas promesas.

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Y entonces qué pasará en la litosfera. Morirá tu mano con su ajena tristeza seguramente otra vez las aves rapaces habrán alzado vuelo antes que tú y al tiempo de partir, la ira y la codicia no habrán terminado.

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Rocas desnudas en una playa inmóvil Tal la tierra oirá en tu silenciar; Cómo nos van cobrando todos El alquiler del mundo donde nos dejas Y el valor de aquel pan inacabable Cuando ya se ha quebrado el propio hogar, Y el sírvete materno no sale de la tumba, La cocina a oscuras, la miseria de amor. César Vallejo

Solo cuando sucede abrazamos el dolor, La ruta de la vida tiene fecha de caducidad el siglo avanza en forma yuxtapuesta. Otros a unos han migrado sin preguntarse nada Y ahora en el tiempo del silencio, donde solo el polvo levanta los muertos Nos hemos encontrado cara a cara, muertas las manos, vivas las tristezas. Desde lo alto va cayendo el cielo, son estas las lágrimas de la derrota que circulan como ríos sin fuerza Abandonados en la esquina del tiempo que pasa sin verte.

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Donde ha ido el viajero incomprendido, ¿a lanzar sus monedas al agua? Esperando que el gigante dorado resuelva el asunto del que viven los hombres. Desde lo alto va cayendo el cielo y una paloma Coge nuestro sueño, aletea vibra goza Yacemos en el mar esparcidos como arenas que se frotan, Tú cosechas las palabras en el silencio arrancas sonrisas a las rocas inmóviles. Yo me entrego en aquella playa, desnuda ya de toda sombra.

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Caes Como frágil amapola te escurres entre el pasto tus alas de pétalos mojados no pueden sostenerse entre la hierba, C A E S Mi tragedia es tu ausencia, Tu recuerdo batalla con cada lágrima que sale de mi cuerpo, tan en nada y tan en todo. Todo tu mundo viene a mí como una convulsión inacabada que se lleva mi equilibrio. C A I G O

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Inicio del paisaje

Este desierto de mágicas arenas, cuya naturaleza frugal contagia sabores extensos atrapan infinitos aromas que no se sienten porque palpitan cada célula del extasiado paladar. Litoral consumido por incrédulas orillas que sonríen y sonríen como rostros poseídos por el amor y el mar El mar es aquí y allá un espacio inevitable ¿Por qué evitarlo? Si su magnanimidad supone el cielo en la pupila, el eterno descanso de toda incógnita nostalgia. Anochece y el canto de todas las ausencias me trae entre sábanas Tu nombre Es invierno pero estamos llamados a crecer como el día.

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Afrodita en invierno se terminรณ de imprimir en octubre de 2018 por encargo del Grupo Editorial Caja Negra. El tiraje fue de 1000 ejemplares.


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