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Solo nos queda el cielo

En los cuernos de la luna una flauta tocaba La ninfa en la ladera descansaba el brazo Estíos de gracias florales Tejían y destejían las brisas En las sienes de la bella dormida Como si dos niños con el jugaran Tantas vueltas daba el mundo Emilio Adolfo Westphalen

Aquí y allá no me siento de este mundo. Somos seres con un corazón de plomo con pieles descosidas y vuelos inacabados.

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Como un manto luminario en medio de la nada abres tus alas gigantes, sacudes lo profundo, solo el cielo puede acariciarte solo vemos lo que la luz toca ni siquiera el aire te conoce.

Al final de la calle está mi sueño. En un cofre, a plazo fijo, con rasgos de imposible, moribundo, abre los ojos, escala el tiempo y se va, cenizas de difunto vuelan por tus rodillas has nombrado el pronombre imperfecto, corre, no sucumbas a la realidad.

Abren tu cabeza con pinzas azules, saquean tu sangre, hallan tu raza Violan tu sexo.

Pero no te apartan, sigue latiendo tu cofre Sigue vivo tu sueño, sigue la torre omnipresente al final de la calle. Sin inocencia, ni polvo.

Un ojo detrás del tiempo Un grito destapa el sueño el idioma de los necios se propala de manera demencial.

Luces estruendosas desordenan los hoyos en la arena, las hormigas ya no tienen morada lágrima a lágrima conforman la cuenca de la inequidad.

Mientras en el cielo copas de oro fermentan el poder, el silencio quema los cuerpos muertos y arden ajenos a toda fe en ese paisaje furioso por la impúdica razón de los hombres.

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