La Reforma en Sevilla - Siglo XVI: Reflexiones sobre un fenómeno olvidado

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Universidad Pablo de Olavide, Sevilla www.upo.es/lareformaensevilla LA REFORMA EN SEVILLA: REFLEXIONES SOBRE UN FENÓMENO OLVIDADO Bienvenidos En 2017 celebramos el quinto centenario de la Reforma protestante iniciada por Lutero en Alemania; pero también el aniversario de otra fecha mucho menos conocida, pese a la enorme repercusión que tuvo en su día: se cumplen ahora 460 años del arresto por parte de la Inquisición sevillana de Julián Hernández, justo después de que introdujera en la ciudad un cargamento de libros protestantes. Su arresto condujo al descubrimiento y posterior represión de un nutrido grupo de ciudadanos de Sevilla cercanos a las ideas reformistas. Adentrarnos en el estudio de la Reforma protestante en Sevilla durante el siglo XVI es pisar un terreno tan resbaladizo como emocionante para el historiador, y del que todos podemos aprender. La ciudad, Nueva Roma y Nueva Babilonia, recoge en sus calles lo mejor y lo peor de su época: las riquezas llegadas del Nuevo Mundo, el cosmopolitismo de sus mercaderes, venidos de toda Europa e incluso más allá, la efervescente vida artística, cultural y espiritual… todo se funde con las desigualdades sociales (que tienen en la esclavitud de una buena parte de sus habitantes la expresión más triste), la sombra de la Inquisición, vigilando la ortodoxia religiosa de todos, las epidemias recurrentes, etcétera. La exposición “La Reforma en Sevilla: Reflexiones sobre un fenómeno olvidado”, ofrece a los visitantes digitales una plataforma en la que podrán conocer los orígenes, el desarrollo y los protagonistas del movimiento reformista en la Sevilla del siglo XVI a través de distintos instrumentos (textos, mapas interactivos, entrevistas a expertos, imágenes, redes sociales…).


LA REFORMA Natalia Maillard Álvarez, Universidad Pablo de Olavide La Reforma protestante, de cuyo inicio se acaban de cumplir ahora 500 años, no fue, en absoluto, un movimiento uniforme. Tradicionalmente se ha considerado que su origen estuvo en las 95 tesis contra las indulgencias que Martín Lutero, un monje agustino de Sajonia, habría colocado en la puerta de la iglesia de Wittenberg el 31 de octubre de 1517. Pero los motivos que desencadenaron un verdadero terremoto en Europa occidental, el cual culminaría en pocas décadas con la fractura definitiva de la cristiandad latina, no deben buscarse solo en esa fecha concreta, sino que hunden sus raíces mucho tiempo atrás. En los últimos siglos de la Edad Media la idea de reformar profundamente la Iglesia fue tomando cuerpo en una Europa obsesionada con el pecado y la salvación. El crecimiento de las órdenes mendicantes es un buen reflejo de estos fenómenos, como también lo son los movimientos heréticos protagonizados por John Wycliffe en Inglaterra y Jan Huss en Bohemia, o las encendidas prédicas del monje Girolamo Savonarola en el norte de Italia, que acabaron con él en la hoguera. El regreso del Papado a Roma tras un largo periodo en Aviñón y el fin del Cisma de Occidente (1417) permitió a los pontífices consolidar su poder; pero, cada vez más atrapados por los asuntos políticos italianos, no fueron capaces de orientar el cambio que la Iglesia parecía necesitar y con frecuencia dejaron de lado los problemas espirituales. Al mismo tiempo, los príncipes europeos, que habían visto incrementarse su poder y capacidad de acción, reclamaban también la reforma de la Iglesia, siempre y cuando pudieran ponerla bajo su amparo y control. Por último, la imprenta, inventada precisamente en tierras alemanas a mitad del siglo XV, estaba lo suficientemente desarrollada y extendida por Europa a principios de la centuria siguiente como para garantizar la distribución de los textos reformistas a una velocidad antes inimaginable. Esto fue, precisamente, lo que ocurrió con las 95 tesis de Lutero: traducidas inmediatamente al alemán, miles de ejemplares impresos se distribuyeron por Centroeuropa, causando un profundo impacto. El texto que Lutero dio a la luz en 1517 no pretendía la ruptura con la Iglesia de Roma ni con el Papa, pero la ola desatada a raíz de su extraordinaria difusión precipitó los acontecimientos. Al año siguiente Lutero fue acusado de herejía, a lo que respondió solicitando un concilio general, al mismo tiempo que se iba alejando cada vez más de Roma y desarrollando su propia doctrina teológica. En el verano de 1520 el Papa, mediante la bula Exsurge Domine, condenó las tesis de Lutero, quien veía también como sus obras eran quemadas en varias ciudades. En respuesta, Lutero quemó públicamente la bula papal, abriendo así una confrontación total con la iglesia romana. Mientras el papa excomulgaba a Lutero en 1521, éste empezaba a sumar adhesiones masivas en Alemania. En el éxito de Lutero fue clave el apoyo de varios príncipes alemanes, para quienes la Reforma no solo respondía a sus inquietudes religiosas, sino que también les permitía reforzar su poder político. Paralelamente, surgieron movimientos más radicales, a los que Lutero, esencialmente conservador en lo social y lo político, se opondrá con fervor. Los esfuerzos del emperador Carlos V por evitar la ruptura de la Iglesia y contener la expansión del luteranismo fueron infructuosos: en la Dieta de Augsburgo (1555) se reconoció finalmente la capacidad de cada príncipe del Imperio alemán para decidir sobre la religión de sus súbditos. La teología de Lutero va a girar en torno a dos ideas fundamentales: la justificación por la fe (los hombres no se salvan gracias a las buenas obras, sino a la fe) y el sacerdocio universal: la Iglesia no puede monopolizar la interpretación de las Escrituras, puesto que no hay diferencias entre cristianos. Esto llevará a Lutero a traducir la Biblia al alemán, con la intención de que sea accesible a todos los creyentes, si bien el desarrollo de movimientos más radicales le llevará a rechazar la lectura directa de las Escrituras por parte de todos los fieles. 2


Las confesiones surgidas al calor del movimiento que iniciara Lutero serán muy distintas entre sí, pero manteniendo una serie de rasgos comunes: el rechazo de la jerarquía eclesiástica medieval, y en especial de la autoridad del Papa; una visión más bien pesimista de la humanidad y de la capacidad del hombre para salvarse; una vuelta hacia la austeridad en cuanto a rituales se refiere. Todas estas características las encontramos, por ejemplo, en movimiento iniciado por el francés Jean Calvin o Calvino. Los escritos de Lutero circularon muy pronto por Francia, donde existía un gran deseo de renovación religiosa. Durante sus años de formación, Calvino entró en contacto con círculos evangélicos y en 1533 se vio forzado a abandonar París debido a sus simpatías con la Reforma. Un año después consumaba su ruptura con Roma e iniciaba su carrera como uno de los principales reformadores europeos. La gran obra de Calvino, La institución de la religión cristiana, se publica el latín en 1536 y en francés en 1541. Para Calvino, la Biblia es el único fundamento de la verdad y de la vida cristiana. En su teología el libre albedrío no tiene cabida, puesto que la mano de Dios está presente en todas las acciones humanas, y es Dios quien elige a aquellos predestinados a salvarse. Estos elegidos forman la iglesia invisible, que solo Dios conoce, mientras que la iglesia visible está compuesta por las comunidades locales de fieles. La ruptura de Calvino con la organización y jerarquía eclesiástica católica es más radical aún que la de Lutero. Calvino va a poder materializar sus ideas en la ciudad suiza de Ginebra, donde se impondrá un régimen políticoreligioso basado en la austeridad y una moral estricta que toda la población estaba obligada a seguir. Con Calvino, Ginebra se convirtió en un centro de formación de pastores dispuestos a difundir la nueva religión, pero también en un foco de atracción para refugiados religiosos de toda Europa. En ella acabaron, por ejemplo, muchos de los heterodoxos que tuvieron que huir de Sevilla en el siglo XVI, así como numerosos franceses que huían de las guerras civiles entre calvinistas y católicos. Mientras la reforma se extendía por el centro y el norte de Europa, los Países Bajos y las Islas Británicas, la iglesia católica organizaba su respuesta a través de un concilio general, celebrado en Trento entre 1545 y 1563. Allí se definirían la doctrina y la liturgia destinada a los territorios católicos, aunque su aplicación a nivel local no siempre fue fácil. La historiografía tradicional habla de Contrarreforma para referirse a la reacción católica contra la Reforma protestante, sin embargo, hoy se prefiere hablar de reforma católica, o incluso de un movimiento de reforma general que englobaría a todas las confesiones salidas a partir del siglo XVI de la antigua Cristiandad latina. En países como España, Portugal o Italia fue esta reforma católica la que se impuso, al igual que en amplios territorios de América, Asia y África. La división de la Cristiandad latina no fue una mera cuestión teológica o retórica. Por el contrario, trajo duros enfrentamientos y cruentas guerras al suelo europeo. Las tensiones entre los distintos grupos religiosos fueron motivo de conflictos bélicos como la Guerra de los Campesinos en Alemania (1524-1525), las Guerras de Religión que asolaron Francia (1562-1598) o la Guerra de Flandes (1568-1648). Todos estos enfrentamientos tuvieron su epílogo en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), con la que el conflicto se extendió a prácticamente a todo el continente. Tras el tratado de Westfalia que le puso fin, Europa no volvería a ser la misma.

Bibliografía Egido, Teófanes (1991). Las claves de la Reforma y la Contrarreforma: 1517-1648. Barcelona, Planeta. Hsia, R. Po-chia (2004). A Companion to the Reformation World. Oxford, Blackwell. Lutz, Heinrich (2009). Reforma y Contrarreforma. Madrid, Alianza. Varios (2015). The Oxford Handbook of Early Modern European History, 1350-1750. Oxford University Press.

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LA CIUDAD DE SEVILLA EN EL SIGLO XVI Montserrat Cachero Vinuesa, Universidad Pablo de Olavide Contrariamente a la opinión generalizada, antes del Descubrimiento de América se contaba Sevilla en el grupo ciudades más emblemáticas de Europa. Lugar de confluencia de rutas comerciales, por mar hacia el Mediterráneo y Berbería y, por tierra, hacia Medina del Campo y Toledo, Hispalis se convirtió en el gran mercado entre Europa y África. Los esclavos, los productos exóticos procedente de las Canarias y las Azores, la seda granadina o la orfebrería cordobesa hicieron de Sevilla un nodo central en el transporte y distribución hacia el mercado europeo.

Entre los productos autóctonos destacan sobre todo aquellos procedentes del sector primario. En concreto, la triada mediterránea se erigió ya desde época romana en protagonista absoluta de la contribución económica del campo andaluz. Olivares y aceite del Aljarafe, mosto y vinos de la Sierra Norte y cereales de la vega de Carmona fueron exportados masivamente primero hacia el continente europeo y más tarde hacia el Nuevo Mundo. Del sector secundario destaca la sedería, la industria jabonera, la cerámica o la naval concentrada alrededor de las atarazanas. La producción artesanal por su parte se encontraba organizada en gremios, como en el resto de las ciudades europeas. Destacan en la ciudad los gremios de carpinteros, albañiles, curtidores, zurradores, violeros (dedicados a la fabricación de instrumentos musicales), calafates, borceguineros, chapineros, sastres, calceteros o juboneros por citar algunas de las asociaciones de muchos y variados profesionales que acogía la ciudad de Sevilla. A nivel institucional, también poseía Sevilla un amplio y variado abanico de organismos al servicio de la administración local que ocupaban a un elevado número de funcionarios. Contó Sevilla con un cabildo o ayuntamiento. En este tipo de organismos existía un número variable de regidores o concejales según la 4


importancia de la ciudad, si bien en la mayoría de los municipios dicho número solía ser inferior a 10. En Sevilla se estabilizó en 24, es por ello que los miembros del Cabildo se conocieron en la época como caballeros veinticuatro. También poseía la ciudad uno de los cabildos eclesiásticos más relevante de toda Castilla puesto que era sede arzobispal al cargo de otras diócesis andaluzas. Además, por erigirse la sevillana en iglesia-catedral, existía un cabildo para la gestión de la misma. De igual modo, en el aspecto religioso se convirtió Sevilla en la Baja Edad Media en la sede del primer tribunal inquisitorial. Concretamente, en el año de 1481 se estableció en el Castillo de San Jorge la primera de las sedes provinciales de la Inquisición Española. Sin embargo, y a pesar de lo anteriormente expuesto, fue el Descubrimiento de América el hecho que transformó a la ciudad de Sevilla en el centro del mundo conocido hasta entonces. Son muchos los cronistas de la época que señalan la trascendencia de la Sevilla del siglo XVI, desde el alemán Münzer que en 1495 describe Sevilla como “la mayor de las ciudades de España que visité”, hasta el embajador veneciano Navajero quien en 1526 señala las “calles anchas y hermosas y los palacios más bellos de España”. Sin embargo, es Lucio Marineo Sículo el más entusiasta en su descripción de la ciudad, así en 1533 afirma que “es Sevilla una ciudad muy grande, muy noble y si no me engaño la más apacible […] que ninguna otra de España”. La elección de Sevilla por los Reyes Católicos como puerto y puerta a las Indias en 1503 otorgó a la ciudad u n estatus preferente respecto al resto de ciudades castellanas. Y es que, una vez puesto de manifiesto el potencial económico de los territorios descubiertos por el almirante, los monarcas españoles decidieron retirar las prerrogativas concedidas a Colón y sus descendientes y, en su lugar, explotar las nuevas tierras en su propio beneficio. Para servir a dicho propósito diseñaron un modelo comercial basado en la idea del monopolio. En concreto tres fueron los pilares fundamentales que definieron la política comercial de los Reyes Católicos en América: un solo puerto, una sola institución y un único órgano legislativo que entendiera los asuntos de las Indias. El puerto designado fue Sevilla que, por su condición fluvial, parecía algo más resguardado de los ataques piratas. La institución creada para el control del comercio americano fue la Casa de la Contratación que, con sede en la capital andaluza, se encargaría de regular la navegación, registrar las mercancías con destino el Nuevo Mundo y recibir las que, a su vez, llegaban a Sevilla previo pago de los correspondientes derechos de aduana. En el aspecto legislativo fue creada una nueva sección del Consejo de Castilla para que entendiera de los asuntos generales relacionados con los territorios americanos: El Consejo de Indias. La idea final que subyace a este diseño institucional es la de control del flujo de mercancías, no con la finalidad de ejercer el comercio en exclusividad por la Corona, sino, para evitar el fraude fiscal. En teoría, cualquier súbdito de la corona castellana podía ejercer libremente el comercio con América, la única condición era la de satisfacer el pago de los impuestos exigidos por la monarquía. En la práctica, casi todos los individuos que pasaron por Sevilla en mayor o en menor medida participaron de este comercio. Castellanos y extranjeros, artesanos, mercaderes, agricultores, gente de mar, soldados y hasta miembros de la curia eclesiástica se lucraron de los elevados beneficios del intercambio mercantil colonial. Sevilla, como único puerto, se transformó entonces en el punto de interconexión de las rutas marítimas que unían Europa con África, con Asia y América. Y es que la totalidad de las mercancías y los pasajeros con destino al Nuevo Mundo debían embarcarse en Sevilla. La ciudad entonces se llenó de productos y personas procedentes del mundo entero. Se convirtió Sevilla en una urbe cosmopolita donde genoveses, alemanes, franceses, florentinos, portugueses, ingleses o flamencos convivían juntos; donde circulaban productos como la batata, el chocolate, las especias, las plumas de aves exóticas, la seda, los lienzos de Flandes o las ferramentas vascas. América impactó en Sevilla en muchos y variados aspectos no sólo en su economía o sociedad sino también en su gastronomía, arte, el paisaje y hasta desarrollo urbanístico.

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Bibliografía Bernal, Antonio Miguel (1992). La financiación de la Carrera de Indias (1492-1824)., Sevilla, Fundación El Monte. Carande, Ramón (2001). Sevilla, fortaleza y mercado. Las tierras, las gentes y la administración de la ciudad. Sevilla, Colección Biblioteca Hispalense, vol. 13, ABC. Collantes de Terán, Antonio (1977). Sevilla en la Baja Edad Media. Sevilla, Ayuntamiento de Sevilla, Servicio de Publicaciones. Domínguez Ortiz, Antonio (1991). Orto y ocaso de Sevilla. Sevilla, Universidad de Sevilla, Secretariado de Publicaciones. Fernández Cháves, Manuel y Rafael Pérez García (2009). En los márgenes de la ciudad de Dios. Moriscos en Sevilla. Valencia, Universidad de Valencia. García-Baquero González, Antonio (1992). La Carrera de Indias: Norte de la Contratación y Océano de Negocios. Sevilla, Algaida. Lleó Cañal, Vicente (2012). Nueva Roma. Mitología y humanismo en el renacimiento sevillano, Sevilla. Real Academia Sevillana de Buenas Letras. Montoto, Santiago (2001). Sevilla en el Imperio. Sevilla, Colección Biblioteca Hispalense, vol. 12, ABC. Otte, Enrique (1999). Sevilla y sus mercaderes a fines de la Edad Media. Sevilla, Fundación El Monte.

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LA REFORMA EN SEVILLA Jonatán Orozco Cruz, Universidad Pablo de Olavide Durante el primer cuarto del siglo XVI Europa asistió a una ruptura doctrinal liderada por Martín Lutero, un monje agustino que preocupado por su propia salvación y por la situación en la que estaba la Iglesia Católica, se hizo eco sin pretenderlo de ciertas corrientes y tendencias que trataban de transformar la cristiandad universal desde dentro. Los anhelos de una reforma religiosa en el Renacimiento contaban con representantes en todos los estratos sociales; esto, unido con los intereses políticos en el seno del Sacro Imperio, hicieron posible que este monje fuera más allá de lo que seguramente nunca pudo imaginar, removiendo uno de los pilares fundamentales de la legitimidad política de todos los estados europeos: la unidad confesional en torno al catolicismo romano y la fidelidad al Papa como representante de la divinidad en la Tierra.

La Sevilla bulliciosa y cosmopolita que describimos para el siglo XVI, recibía todo tipo de influencias provenientes de lo ancho y largo del mundo conocido, por tanto, debemos pensar en la ciudad de principios de siglo como un receptáculo de mercancías, personas e ideas de todos estos lugares. Siendo así era imposible que Sevilla no participara de ese ambiente de renovación religiosa que existía en muchos territorios de Europa, y que las ideas de Lutero, como la de tantos otros, no hubieran tenido ningún tipo de impacto en la sociedad sevillana del Quinientos. Los primeros testimonios de estos anhelos de reforma religiosa en la ciudad se enmarcan tradicionalmente entre la presencia de Rodrigo de Valer en Sevilla (1522-1542/49) y los autos de fe que se suceden entre 1559 y 1563, con los que los círculos considerados heterodoxos quedan totalmente destruidos. Los distintos grupos se empiezan a descubrir a través de la detención de Julián Hernández en octubre de 1557, cuando estaba transportando un cargamento de libros considerados heréticos por el Tribunal del Santo Oficio a la ciudad de Sevilla. A partir de este momento la máquina inquisitorial se pone a funcionar y las pesquisas abren nuevos 7


procesos que van desvelando la localización y extensión de estos círculos, engarzándose y contribuyendo a reconstruir las relaciones entre acusados y, consecuentemente, ampliando de forma paulatina el número de sospechosos de luteranismo. Hasta este momento, las prácticas de estos círculos se habían mantenido en secreto, auspiciados por un momento de cierta apertura confesional que permitía pensar en un cambio dentro de la Iglesia Católica. Se habían organizado en pequeños conventículos y grupos de estudio de los Textos Sagrados, que se reunían en torno a algunos de los personajes más relevantes de la vida religiosa de la ciudad. Al parecer los más importantes estaban situados en los monasterios de San Isidoro del Campo, San Pablo, Santa Paula y Santa Isabel, así como en instituciones directamente relacionadas con el cabildo catedralicio como el Colegio de la Doctrina de los Niños, y en casas privadas de personas como Constantino de la Fuente, Luis Abrego o Isabel Baena. Estas reuniones habían atraído a personajes tan importantes como Juan Ponce de León (sobrino de Rodrigo Ponce de León, Duque de Arcos), María Enríquez (emparentada con los duques de Alcalá), Ana de Deza (sobrina del antiguo e influyente arzobispo Diego de Deza), o Isabel Martínez de Alvo. Estos círculos contaron siempre con la presencia de algunos de los personajes más importantes de la vida religiosa sevillana como fueron Juan Gil, Constantino de la Fuente, Francisco de Vargas, García Arias o Casiodoro de Reina, todos ellos ligados estrechamente con el cabildo catedralicio y los monasterios que hemos mencionado anteriormente. El florecimiento de estos círculos aconteció con toda seguridad mientras que Alonso Manrique era arzobispo de Sevilla e Inquisidor General (1523-1538). Los representantes más sobresalientes de la Reforma sevillana se habían formado en la Universidad de Alcalá, de corte erasmista, donde coincidieron con el futuro arzobispo de Sevilla. A principios de la década de 1520, ante el triunfo del luteranismo en Europa, la Universidad de Alcalá emprende una reforma en la que la concepción humanista del cristianismo no tiene lugar, hecho que contribuyó a que muchos de estos personajes abandonaran la ciudad paulatinamente. El nombramiento de Manrique como arzobispo de Sevilla fue fundamental para el devenir de estos estudiantes de teología, ya que se les fue requiriendo para desempeñar cargos en el cabildo catedralicio de la misma ciudad. De este modo, el arzobispo fue colocando en puestos relevantes del cabildo a personas teológicamente afines a su propia concepción del cristianismo, muy cercana también a la de Erasmo. Al parecer estos grupos de estudio fueron desarrollando poco a poco ciertas similitudes dogmáticas c on el luteranismo, fomentando el rechazo a la relajación del clero, el culto a la Virgen y los santos como intercesores ante Dios, la negación de la transustanciación en la Eucaristía, el abandono de ciertas prácticas rituales sin base bíblica y practicando una mayor observancia y el estudio de la Biblia como única autoridad religiosa. Sin embargo, no podemos hablar de un credo único con el que todos estos círculos estuvieran de acuerdo, aunque sí de una gran interacción entre ellos. Tampoco podemos tacharlos de luteranos, puesto que sus creencias estaban a caballo entre el humanismo cristiano y el luteranismo, dos tipos de religiosidad que estaban definiéndose, cuyas diferencias no estaban claras en algunos puntos. En 1538 el arzobispo e inquisidor Alonso de Manrique muere, sucediéndole García de Loaysa y Mendoza. Este cambio apenas afectó a estos conventículos que se reunían en la ciudad y durante siete años el único proceso abierto contra un supuesto luterano fue el de Rodrigo de Valer. En 1546 el arzobispado de Sevilla volvió a quedar vacante y el nombramiento recayó en Fernando de Valdés, quien al año siguiente fue nombrado Inquisidor General. A partir de su nombramiento el nuevo arzobispo e inquisidor intentó promocionar a personas de su confianza a cargos dentro del cabildo catedralicio, no dudando en utilizar el Tribunal del Santo Oficio como herramienta política con algunos de los representantes más relevantes del mismo. Entre ellos Juan Gil, acusado de prácticas heréticas en 1548, así como a su posible sucesor como magistral de la catedral, Constantino de la Fuente, también investigado y procesado posteriormente. De este modo los intereses políticos aceleraron las investigaciones y las denuncias a las figuras que pudieran disputar la primacía religiosa al arzobispado y la Inquisición en la ciudad. Entre los procesos de Juan Gil y Constantino de la Fuente y la detención de Julián Hernández, algunos de los líderes de estos círculos comenzaron a abandonar la ciudad, como así lo hicieron hasta doce monjes del monasterio de San Isidoro del Campo, quienes escaparon a ciudades reformadas como Ginebra o Londres. En 8


cambio, la gran mayoría se quedaron en Sevilla, y tras la captura de Julián Hernández, los procesos y las delaciones se multiplicaron. Entre 1557 y 1563 muchos fueron procesados y condenados a abjurar o, en el peor de los casos, a la muerte en el garrote y en la hoguera. Los autos de fe de 1559, 1560, 1561 y 1562 fueron los más numerosos. Por ellos pasaron figuras muy importantes de la sociedad sevillana, como Juan Ponce de León o García Arias (maestre del monasterio de San Isidoro del Campo), así como Juan Gil y Constantino de la Fuente, ya fallecidos, cuyos restos fueron desenterrados y quemados públicamente, junto con las efigies de los monjes fugados, entre los que destacan Casiodoro de la Reina y Cipriano de Valera. A la muerte de Fernando de Valdés en 1568 los círculos heterodoxos sevillanos habían sido localizados, cercenados y eliminados con contundencia, terminando así con el que fuera, junto al de Valladolid, uno de los principales reductos de la Reforma luterana en la Península Ibérica. A partir de entonces, solo la ortodoxia tridentina tendría cabida en la ciudad. Bibliografía Boeglin, Michel (2005). “Evangelismo y sensibilidad religiosa en la Sevilla del quinientos: consideraciones acerca de la represión de los luteranos sevillanos”, en Studia Histórica. Historia moderna, núm. 27, pp. 163-189. _____ (2007). “Valer, Camacho y los “cautivos de la Inquisición”, en Cuadernos de Historia Moderna, núm. 32, pp. 113-134. Hauben, Paul J. (1978). Del monasterio al ministerio: tres herejes españoles y la Reforma: Antonio del Corro, Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, Madrid: Editora Nacional. López Muñoz, Tomás (2011). La Reforma en la Sevilla del siglo XVI. Alcalá de Guadaíra, MAD. Thomas, Werner (2001). Los protestantes y la Inquisición en España en tiempos de Reforma y Contrarreform. Lovaina, Universidad de Lovaina. _____ (2001). La represión del protestantismo en España, 1517-1648. Universidad de Lovaina.

Noticia del auto de fe celebrado el 22 de diciembre de 1560 (Archivo Histórico Provincial de Sevilla, Protocolos Notariales, Leg. 16006, fol. 1393r)

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LA REFORMA Y EL LIBRO EN SEVILLA Natalia Maillard Álvarez La invención de la imprenta de caracteres móviles a mediados del siglo XV trajo consigo una verdadera revolución de los medios de producción de libros y otros textos menores (folletos, carteles, etc.) en Europa. La imprenta permitía copiar textos idénticos en una cantidad y a una velocidad inimaginables en la época precedente. Por eso, una vez que se inició la Reforma, tanto las distintas confesiones protestantes como la iglesia católica hicieron un uso intensivo de la imprenta, inundando el mercado con sus propias obras, al mismo tiempo que procuraban prohibir y destruir las del bando contrario. La historia del libro religioso europeo en el siglo XVI es una historia de exaltación y represión a un tiempo.

En el caso de Castilla, los primeros pasos hacia el control de los libros fueron dados por los Reyes Católicos, aunque su intención en ese momento era garantizar la calidad de los textos impresos, más que vigilar su contenido. En esos primeros años, además, las competencias de la Inquisición en cuanto a libros se refiere, no estaban bien definidas. El control de la producción y circulación de libros se fue estrechando conforme el miedo a la herejía protestante aumentaba en la Península. Así, en 1521 Adriano de Utrecht, inquisidor general, prohibía 10


la entrada y venta de libros de Lutero en España. Los esfuerzos del Santo Oficio y de la Corona por mantener a España aislada de las nuevas corrientes religiosas no dieron fruto en un principio y sabemos que las obras del teólogo alemán circulaban sin mucha dificultad.

Las Ordenanzas del Consejo de 1554 centralizaron por primera vez en el Consejo Real la concesión de las licencias que los libros debían obligatoriamente obtener antes de ser impresos en Castilla, aunque la medida no fue realmente efectiva hasta la publicación de la Pragmática Real de 1558, que definiría el sistema de censura 11


previa en Castilla y América hasta el siglo XVIII. Por otro lado, el control de los libros que ya estaban en circulación recaería en manos de la Inquisición, que utilizaría como guía los Índices de libros prohibidos. Precisamente en 1559 se publicaba, bajo los auspicios del inquisidor Valdés, arzobispo de Sevilla, el primer índice compuesto por el Santo Oficio español. Muchas ediciones sevillanas se vieron afectadas por el Índice de 1559. Sevilla había sido, precisamente, uno de los principales centros de producción de libros impresos en España. Los primeros talleres de imprenta llegaron muy pronto a la ciudad: los socios Antonio Martínez, Bartolomé Segura y Alfonso del Puerto fueron los primeros tipógrafos que, con seguridad, trabajaron en ella, iniciando su labor al menos en 1477. Pese a esto, las primeras décadas de la imprenta sevillana van a estar marcadas, al igual que en otras muchas ciudades, por la importancia de los tipógrafos extranjeros. De todos ellos, los que alcanzaron mayor renombre internacional fueron los Cromberger, dinastía iniciada por el alemán Jacobo Cromberger, quien llegó a Sevilla a fines del siglo XV. Gracias a su buen oficio y a sus sabias decisiones (como casarse con la viuda de su antiguo empleador y así heredar su taller de imprenta), pronto se hizo un lugar destacado en la vida de la ciudad. Su hijo Juan prosiguió el oficio familiar con mayor fortuna aún: su taller no solo fue el más importante de Sevilla (y quizás de toda España), sino que también tiene el honor de haber enviado a la ciudad de México la primera imprenta que funcionó en tierras americanas. En los talleres sevillanos se imprimirán las obras de algunos de los miembros del círculo heterodoxo, en los años previos a su desmantelamiento por el Santo Oficio. Así, los Cromberger sacaron a la luz dos ediciones de la Suma de doctrina cristiana (1543 y 1544) de Constantino de la Fuente. La misma obra fue impresa también en Sevilla por Juan de León y Cristóbal Álvarez (1545 y 1551 respectivamente). Conforme el miedo a la infiltración protestante aumentaba, los libros se situaban cada vez más en el punto de mira de las autoridades, deseosas de mantener la ortodoxia a toda costa. Por este motivo, en 1552 la Inquisición sevillana ordenaba requisar las biblias impresas en el extranjero. Entre los dueños de éstas, aparecen algunos de los personajes que en los años siguientes serían acusados de luteranismo. La lectura estaba, de hecho, en el centro de las actividades desarrolladas por los conventículos heterodoxos de la ciudad. Los libros que alimentaban el espíritu de estos hombres y mujeres sevillanos se intercambiaban y se leían, muchas veces en común, teniendo cuidado de no delatar al grupo. La biblioteca del canónigo Constantino de la Fuente fue, sin duda, una de las mayores de la ciudad, y al parecer incluía una sección secreta, donde se custodiaban (fuera de su casa) los libros prohibidos. Existía en la ciudad una red de recepción y distribución de libros prohibidos, e incluso debieron funcionar una o varias prensas clandestinas, donde más que libros pudieron imprimirse coplas y panfletos de sabor luterano. El clima de sospecha en torno al libro y la imprenta se fue incrementando progresivamente hasta que en 1557 Julián Hernández, conocido como Julianillo por su corta estatura, fue capturado por introducir en la ciudad los libros prohibidos, con la intención de que “los que los recibiesen conosciesen por ellos el derecho camino para la salvación de sus ánimas y tanbién para guiar a las personas que se quisiesen yr Alemania para biuir con los lutheranos, a los quales él tenía por christianos” (Archivo Histórico Nacional, Inquisición. Leg. 2492, nº 117) Julianillo, acusado de ser hereje pertinaz, apóstata y luterano, acabó, como tantos otros en aquellos duros años, ardiendo en la hoguera. El miedo y la desconfianza encontraron un terreno abonado, poniendo de manifiesto la necesidad de extremar las medidas de control. El mismo destino que Julianillo corrió Luis de Abrego, escritor de libros de iglesia, “natural de niebla, vecino de Sevilla, por luterano, quemado, y recevtador de munchos libros eréticos e defendidos, que enseñaba las erejías luteranas, y porque en su casa se hizieron conbentíqulos, deribada la casa y senbrada de sal” (British Library, Mss. Add. 21.447. fol. 93-94). Por su parte, el responsable de enviar los libros a Julián Hernández, el doctor Juan Pérez de Pineda, antiguo rector del Colegio de la Doctrina y huido de Sevilla años atrás, fue relajado en estatua, por ser, según los inquisidores “conponedor de libros herecticos falsos y prohibidos y distribuidor dellos” (Archivo Histórico Nacional, Inquisición. Lib. 2075-I, nº 1).

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Resulta curioso que, pese a la vinculación de algunos impresores con los posteriormente condenados, muy pocos de ellos sufrieron los rigores de la Inquisición. El más destacado entre los tipógrafos perseguidos por el Santo Oficio fue Gaspar Zapata. Su breve labor como impresor se desarrolló en la primera mitad del siglo, pero no sabemos que la Inquisición se interesase por él en esas fechas. En 1559, estando al servicio del marqués de Tarifa, los inquisidores intentaron atraparle en Barcelona, pero consiguió escapar, por lo que hubieron de conformarse con quemar su efigie. Sobre los motivos por los que se perseguía a Gaspar Zapata, en una información custodiada en la Real Academia de la Historia se dice que pertenecía al círculo de Constantino y que había impreso en su casa libros con sus errores, aunque desconocemos qué impresiones fueron esas, pues desde 1544 no conocemos ningún trabajo tipográfico a su cargo. Si Zapata imprimió libros prohibidos puede que lo hiciera con anterioridad a estas fechas. ¿Estuvieron los libros heréticos circulando todo ese tiempo por Sevilla entre los conventículos de supuestos reformados en los que la lectura tuvo un papel central? ¿Fue su propia imprenta un foco de disidencia religiosa? Peor suerte que Zapata corrió su antiguo empleado, el clérigo y componedor de imprenta Sebastián Martínez, quien en 1562 fue relajado en persona acusado de ser “hereje lutherano dogmatizador y fautor de herejes” y que “conpuso y escriuió e ynprimió y echó número de papeles y coplas heréticas y detestables en Seuilla y en Toledo y en otras partes”, se le condenaba también a confiscación de bienes (AHN, Inquisición. Lib. 2075-I. nº 2). Los libreros e impresores de la ciudad debieron verse muy afectados por el creciente clima de sospecha. Además, los años centrales del siglo XVI coincidieron con una profunda crisis en la industria tipográfica sevillana: al incremento de la represión, se unió la inflación de los precios provocada por la Carrera de Indias y la competencia de las grandes compañías editoras extranjeras, sobre todo venecianas y lyonesas, que se estaban haciendo hueco en el mercado español y americano. La ciudad vio disminuir el número de talleres de imprenta y se volvió más dependiente de la importación para nutrir sus bibliotecas. Quizás por todos estos condicionantes, muchos profesionales del libro prefirieron colaborar con las autoridades, antes que ayudar a difundir las nuevas ideas. Desde el exilio, varios heterodoxos sevillanos hicieron un profuso uso de la imprenta para dar a conocer sus ideas, ya abiertamente protestantes. Su labor fue tanto de traducción como de creación. De esta forma aparecieron en castellano versiones de la Biblia y de obras de reformadores europeos, como la Imagen del Antichristo de Ochino, traducida por Juan Pérez de Pineda. Pero entre las obras más famosas de los expatriados sevillanos posiblemente se encuentren las Artes de la Inquisición española, obra publicada bajo pseudónimo y en latín, donde se detallan las vicisitudes de la Reforma en Sevilla y el trágico destino de la mayoría de sus partidarios. Bibliografía Álvarez Márquez, Carmen (2007). La impresión y el comercio de libros en Sevilla. Siglo XVI. Sevilla. Griffin, Clive (2009). Oficiales de imprenta, herejía e Inquisición en la España del siglo XVI. Madrid. Martínez de Bujanda, Jesús (2016). El índice de libros prohibidos y expurgados de la Inquisición española. 15511819. Madrid. Moll, Jaime (1999). “Gaspar Zapata, impresor sevillano condenado por la Inquisición en 1562”, en Pliegos de Bibliofilia, núm. 7, pp. 5-10.

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MAPA DE LA REFORMA EN SEVILLA

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PERSONAJES

ALONSO MANRIQUE DE LARA (1471-1538) Natalia Maillard Álvarez, Universidad Pablo de Olavide Alonso Manrique de Lara procedía de una noble familia castellana, siendo hijo del gran maestre de Santiago y primer conde de Paredes, D. Rodrigo Manrique y hermano, por tanto, del famoso poeta Jorge Manrique. Doctorado en Salamanca, universidad de la que también fue maestrescuela y canciller, ocupó el obispado de Badajoz en 1499. Viajó a Flandes en la comitiva que debía comunicar al joven príncipe Carlos la muerte de su abuelo Fernando el Católico, y estando aún allí recibió el obispado de Córdoba, título que ostentó solo dos años. En 1523 fue nombrado arzobispo de Sevilla y ese mismo año se convirtió asimismo en presidente del Consejo de la Inquisición. En este cargo Manrique se mostró muy riguroso, pero al mismo tiempo fue un gran valedor del Humanismo y protector de Erasmo y el erasmismo en España. En la archidiócesis de Sevilla promocionó a varios eclesiásticos formados en la joven universidad de Alcalá de Henares y muy influidos por el erasmismo. Durante su mandato se publicaron unas nuevas constituciones de la arquidiócesis hispalense y un nuevo misal que promovía la lectura del Evangelio. En 1531 recibió el capelo cardenalicio. Alonso Manrique falleció en 1538, antes de que la inquisición comenzara a perseguir a los primeros supuestos luteranos de la ciudad. Sin embargo, su labor al frente de la arquidiócesis fue fundamental para que se asentaran y cobraran importancia en ella algunos de los protagonistas de la Reforma sevillana.

Portada del Enchiridion o Manual del Caballero Christiano, obra de Erasmo traducida por Alonso Fernández de Madrid y aprobada por Alonso Manrique de Lara (Fuente: Biblioteca Digital Hispánica)

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FERNANDO DE VALDÉS (1483-1568) Natalia Maillard Álvarez. Universidad Pablo de Olavide Nacido en una familia hidalga de Salas (Asturias), Fernando de Valdés estaba llamado a ser uno de los políticos y eclesiásticos más influyentes de la España del siglo XVI. Completó sus estudios en la Universidad de Salamanca, de la que fue profesor de derecho canónico, para después ocupar importantes cargos en la Chancillería de Valladolid y los Consejos de Castilla, de Estado y del Santo Oficio, siendo inquisidor general entre 1546 y 1566. Al mismo tiempo, su carrera eclesiástica le llevó a ser obispo de distintas sedes antes de llegar a la de Sevilla (la segunda más rica de España) en 1546, donde fue, en general, un arzobispo ausente, que custodiaba su diócesis a través de provisores (en total pasó en Sevilla poco más de un año, entre 1550 y 1551). Como arzobispo de Sevilla, Valdés se preocupó de reformar de la vida y costumbres del clero y mantuvo unas tensas relaciones con el cabildo catedralicio, poco dispuesto a seguir sus órdenes. Acorde a su fama de riguroso, durante el periodo que Fernando de Valdés pasó al frente del Santo Oficio se vivió una intensificación de la lucha contra el luteranismo en España (reprimiendo duramente los focos reformistas de Valladolid y Sevilla). También estuvo en su punto de mira el erasmismo, que tanto predicamento había tenido hasta entonces entre la intelectualidad de la Península. El caso más sonado fue posiblemente el de Bartolomé Carranza, arzobispo de Toledo, la sede primada de España, apresado por la Inquisición en 1559. Con Valdés la Inquisición verá reforzado su papel en la vida y la cultura españolas. Un buen ejemplo de ello es la publicación en 1559 del primer Índice de libros prohibidos de la Inquisición, que persiguió no solo a los autores herejes, sino también a autores católicos cuyas ideas podían resultar incómodas para los inquisi dores, como Erasmo o Francisco de Osuna. Fernando de Valdés no dudo en utilizar su poder para afianzar la ortodoxia católica y su propia posición política, aunque no pudo evitar caer en desgracia en la Corte al final de sus días. En su dilatada carrera acumuló notables riquezas que le permitieron llevar a cabo una importante labor de mecenazgo, en la que destaca el impulso que dio a la creación de la Universidad de Oviedo.

Fernando de Valdés. Retrato de Fernando de Valdés (Wikipedia)

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FRANCISCO DE VARGAS (1490-1546) Jonatán Orozco Cruz, Universidad Pablo de Olavide Francisco de Vargas nació en 1490 en la ciudad de Medinaceli. Desarrolló su carrera como teólogo fundamentalmente en la Universidad de Alcalá de Henares durante el primer cuarto del siglo XVI. En esta época coincidieron en la Complutense tres de los personajes más destacados de los círculos reformistas sevillanos: Constantino de la Fuente, Juan Gil y Francisco de Vargas. Sin lugar a dudas el ambiente humanista y fundamentalmente erasmista instaurado por el cardenal Cisneros en dicha institución constituyó una marca diferenciadora en la concepción religiosa de estos tres personajes. La valía intelectual de Francisco lo llevó a ocupar la cátedra de artes entre los años 1517 y 1519, aunque su carrera académica no acabaría hasta 1525, cuando se licenció y doctoró en teología por la Universidad de Alcalá. En 1529 pasó a ocupar la cátedra de Juan Escoto en la misma institución, cargo que mantendría hasta 1532 cuando comenzó en la cátedra de moral. Sin embargo, los cambios producidos en el ambiente cultural de Madrid y particularmente en la Universidad de Alcalá a principios de la década de 1530 lo hacen aceptar una canonjía en el cabildo catedralicio de Sevilla ofrecida por el arzobispo Alonso de Manrique. Desde este momento hasta su muerte en 1546, Francisco de Vargas ocupó varios cargos que lo ligaron tanto al Colegio de la Doctrina de los Niños como al Colegio de Santa María de Jesús, donde obtuvo la cátedra de teología en febrero de 1535. Durante este periodo, Francisco de Vargas fue uno de los referentes intelectuales de la heterodoxia sevillana, así como uno de los personajes más activos del cabildo catedralicio. Cuando en 1543 muere Gil de Fuentes, supervisor del Colegio de la Doctrina de los Niños y uno de los favorecedores del conventículo reformista que se reunía en su interior, se elige como nuevos supervisores del Colegio tanto a Constantino como a Francisco. Por otro lado, el Tribunal del Santo Oficio reclamó en varias ocasiones la ayuda de Vargas para la revisión de obras y el estudio de algunos casos concretos. Por tanto, a su muerte en 1546 nos encontramos con un personaje muy relevante en la vida religiosa de la ciudad en todos los sentidos. El descubrimiento de los conventículos heterodoxos sevillanos y el revuelo generado a raíz de que muchos de los procesados ocupasen puestos de renombre en el cabildo catedralicio de la ciudad, así como el estrecho vínculo que Francisco de Vargas había tenido en vida con el Colegio de la Doctrina de los Niños, hizo necesario la apertura de su proceso años después y, aunque Cipriano de Valera aseguró que el cuerpo de Francisco fue exhumado y quemado en la hoguera con el resto, aún no se conoce la resolución del mismo. Sin embargo, contamos con la suficiente información para decir que Francisco de Vargas fue una figura central en los círculos heterodoxos de Sevilla, fue partidario de la necesidad de un estudio y revisión en profundidad de los textos sagrados, y que por su forma de entender la religión resulta plausible que lo declararan hereje y dogmatizador.

Bóveda de la Sala Capitular de la Catedral de Sevilla. Fuente: Wikipedia. 17


RODRIGO DE VALER (FINALES DEL SIGLO XV-1542/1549) Jonatán Orozco Cruz Rodrigo de Valer fue un campesino adinerado nacido en Lebrija a finales del siglo XV. Las investigaciones y los relatos sobre la vida de este personaje no dejan claro si su ascendencia era conversa o, por el contrario, si podríamos considerarlo cristiano viejo. La primera parte de su vida (finales del siglo XV-1522) transcurre en su Lebrija natal, donde posee campos de olivos, un molino y una casa. Durante estos años se casa con Ana Bernal de Arroyo, probablemente descendiente de conversos afincados en Jerez de la Frontera. En 1522, Rodrigo de Valer se traslada a Sevilla, donde compra una casa y comienza a estudiar con cierta profundidad los textos sagrados. Desde muy pronto, Rodrigo de Valer comenzará a relacionarse con personalidades dentro de la vida religiosa de la ciudad como Juan Gil (doctor Egidio) y Francisco Vargas. Entre 1522 y 1538 protagoniza varias disputas públicas con clérigos y frailes de la ciudad, en las que se decía que estaba inspirado por el Espíritu Santo y que había sido enviado por Cristo a Sevilla para predicar la reforma de ciertos aspectos religiosos de la ciudad. Estos altercados no pasaron desapercibidos para el Santo Oficio de Sevilla, el cual abrió un proceso contra Rodrigo de Valer entre los años 1538-1539. Durante la primera parte de este proceso, Rodrigo parece salir airoso, aunque se ve obligado a volver con su familia a su Lebrija natal. Sin embargo, el 3 de marzo, fue encarcelado en el Castillo de la Inquisición de Sevilla y posteriormente, el 8 de noviembre de 1540, fue condenado con confiscación de sus bienes, a llevar el sambenito con las palabras de apóstata y pseudo-apostol, y a cárcel perpetua con obligación de asistir todos los domingos a misa. Durante la década de 1540 no hay información de Rodrigo de Valer y aunque se sabe que en 1549 ya ha bía muerto, se desconoce la fecha y causas exactas de su muerte. Rodrigo de Valer fue considerado como el primer mártir protestante sevillano por personajes como Cipriano de Valera. Por otro lado, hay autores que vinculan su figura con los alumbrados y la influencia de éstos en la Península Ibérica en la primera mitad del siglo XVI. Sin embargo, actualmente esto se encuentra totalmente superado y en los estudios sobre los círculos protestantes en Sevilla, Rodrigo de Valer solo aparece como ejemplo de una religiosidad popular, ascética y mística, cuyas expresiones son muy anteriores a la Reforma, y que surge en un momento en el que se escuchan los ecos de la ruptura doctrinal de Lutero en Europa, pero que, aun teniendo características parecidas, poco tienen que ver con ésta.

Rodrigo de Valer. Representación de Lebrija, extraída de la obra de Juan de Mal Lara, “Recibimiento que hizo la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla a la CRM del Rey D. Philipe N.S.”, 1570)

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JUAN GIL (PP. S. XV-1555) Jonatán Orozco Cruz, Universidad Pablo de Olavide Juan Gil, conocido también como doctor Egidio por la latinización de su nombre y apellido, nació en Olvés (Zaragoza) a principios del siglo XVI. A finales de 1525 lo encontramos iniciando sus estudios de teología en el Colegio de San Idelfonso, perteneciente a la Universidad de Alcalá de Henares, donde entró en contacto con el ambiente humanista y pro-erasmista favorecido por el cardenal Cisneros desde la fundación de la institución. Muy pronto destacó en la universidad, donde además contactó por primera vez con Constantino de la Fuente y Francisco de Vargas, dos de sus futuros compañeros en Sevilla. En 1530 culminó su carrera académica licenciándose y doctorándose en teología. Pasó entonces a ocupar de forma permanente la cátedra Santo Tomás de Aquino y fue nombrado rector del Colegio de San Ildefonso. Los frentes religiosos abiertos en Europa y la publicación del Diálogo de la Doctrina Cristiana de Juan Valdés (Alcalá de Henares, 1529), dieron lugar al recrudecimiento del ambiente cultural y religioso de la Universidad. Ese mismo año se cerraron las imprentas responsables de la impresión del texto herético de Valdés, y durante los meses posteriores fue decayendo el pensamiento humanista propio de Cisneros y de otras personalidades ligadas a esta institución, como el entonces arzobispo de Sevilla, Alonso Manrique. Este hecho hizo que muchas personas formadas y vinculadas la Universidad de Alcalá huyeran a refugiarse en distintos puntos de la Península, uno de los cuales fue, precisamente, la archidiócesis de Sevilla. En 1533 el Cabildo Catedralicio de la ciudad de Sevilla reclamó como predicador a Juan Gil. Pronto se labró gran fama entre los feligreses de la ciudad por sus predicaciones que, junto con su amistad con el arzobispo, le valieron la promoción a canónigo magistral de la Catedral, convirtiéndose en uno de los protagonistas de la vida religiosa de la ciudad. Tanto era así que, a la muerte de Alonso de Manrique en 1538, el doctor Egidio fue nombrado visitador de la archidiócesis para sustituir al arzobispo en lo que otro era nombrado. Durante estos años se relacionó con personajes destacados de los círculos heterodoxos sevillanos, como Constantino de la Fuente o Francisco de Vargas, junto a quienes estudiaba y predicaba regularmente en las reuniones que dirigieron en distintas iglesias y monasterios, como el Colegio de la Doctrina de los Niños o los monasterios de San Pablo, Santa Paula y Santa Isabel, años después sospechosos de albergar conventículos luteranos. Su vinculación y compromiso con la renovación religiosa que se esperaba y reclamaba desde algunos sectores de la Iglesia se demuestra además por la defensa que hace de Rodrigo de Valer ante la Inquisición, la cual le costó su primer proceso inquisitorial, del que salió absuelto. Entre 1533 y 1549, la carrera eclesiástica de Juan Gil siguió su curso de reconocimientos y honores, representó al cabildo en calidad de procurador en las juntas eclesiásticas nacionales de 1541, e incluso asesoró esporádicamente al Tribunal del Santo Oficio. Por ello no es de extrañar que el mismo Carlos V, lo propusiera para el Obispado de Tortosa en 1549. Sin embargo, Egidio fue descartado inmediatamente de esta candidatura, al presentarse ese mismo año una acusación de herejía hacia su persona en el tribunal inquisitorial de Sevilla. Este segundo proceso terminó en agosto de 1552 cuando el magistral de la catedral fue condenado a adjurar públicamente de hasta diez proposiciones heréticas, declarar otras ocho como faltas y siete más como sospechosas de herejía. La condena incluía un año de prisión, misas, ayunos, confesiones regulares y la prohibición por diez años de cualquier tipo de aparición en acto público secular o religioso. Al poco tiempo consiguió que sus años de cárcel se conmutaran por reclusión obligatoria en la Cartuja de Jerez de la Frontera. En los años que duró su proceso, así como durante su condena, el cabildo catedralicio sevillano siguió apoyando y contando con Egidio. Así, por ejemplo, en 1554 lo encontramos revisando la compra de libros del nuevo magistral de la catedral y formando parte de la comisión de edición del nuevo breviario. Pocos meses antes de su muerte, en mayo de 1555, fue enviado como procurador a defender los intereses del cabildo en la Corte. Parece ser que parte de este viaje lo pasó en Zamora visitando a Pedro Cazalla, miembro de una familia de origen sevillano con mucho peso en los círculos heterodoxos descubiertos posteriormente en Valladolid. El 23 de noviembre de ese mismo año muere recluido y es enterrado en la catedral de Sevilla. 19


Pese a ello, en 1560 la Inquisición lo declaró luterano, hereje, dogmatizador, impenitente y relapso, por lo que sus restos fueron retirados del suelo de la catedral y quemados tras el auto de fe de 1560. Probablemente la fama de Juan Gil y el apoyo que el cabildo catedralicio le había brindado hasta su muerte impidió que fuera condenado a la hoguera en vida, pero la reapertura de su proceso a partir de los sucesos de 1557 propició esta condena post mortem. Los deseos de renovación religiosa que representa la vida del doctor Egidio, unido al apoyo y la defensa de la primacía e independencia del cabildo catedralicio frente al poder del arzobispo, l o convirtieron en un enemigo espiritual y político inasumible para Fernando de Valdés y sus intereses. Por ello la figura de Juan Gil es central no solo para estudiar los círculos heterodoxos sevillanos, sino también sus dinámicas políticas.

Juan Gil. Extracto del proceso inquisitorial a Juan Gil (Archivo Histórico Nacional)

Grabado procedente del libro De heylige Spaensche inquisitie, met haer loosheyt, valscheyt ende arghelisten ontdect (1569), traducción al holandés de las Artes de la Inquisición Española. Fuente: Early English Books Online

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CONSTANTINO PONCE DE LA FUENTE (1502-1559/60) Jonatán Orozco Cruz Constantino Ponce de la Fuente nació en San Clemente en 1502, probablemente en el seno de una familia conversa, algo que lo condicionará durante toda su vida. En 1524 era estudiante de gramática en la Universidad de Alcalá de Henares, donde trabó amistad con los entonces estudiantes de teología Juan Gil y Francisco de Vargas. Constantino se consideraba filólogo de las Sagradas Escrituras, como gustaban llamarse los teólogos humanistas. Allí permaneció hasta 1533, momento en el que se fue sin acabar su formación teológica, debido al estatuto de limpieza de sangre que se implantó en la Universidad Complutense en esos años, que privaba a los descendientes de judíos el acceso a los claustros universitarios. Por esta razón el 13 de junio de 1533 recaló en Sevilla, reclamado por el cabildo catedralicio como predicador, donde poco después completó su formación, graduándose en teología en la Universidad en 1534. En los años posteriores la fama de Constantino de la Fuente como predicador lo llevó a desempeñar un papel fundamental dentro del cabildo catedralicio, algo que trascendió cuando fue designado el encargado de realizar el sermón durante el funeral de Isabel de Portugal el 18 de mayo de 1539. Fue uno de los personajes que más escribió y buscó influenciar con sus escritos: 1543 primera edición de su obra Suma de la Doctrina Cristiana; 1546 escribe Exposición del Primer Salmo de David; 1547 escribe su Doctrina Cristiana y la Primera parte de los artículos de la fe (la segunda nunca salió a la luz). El 22 de agosto de 1548 se le da licencia para imprimir sus obras por 10 años. El reconocimiento de la labor de Constantino llegó el 1 de septiembre de 1548, cuando fue nombrado capellán del príncipe Felipe y, como tal, dos años después formó parte de la comitiva de Carlos V en sus viajes por Europa. Entre 1550 y 1553 acompañó a Carlos V en la Dieta de Augsburgo, donde al parecer conectó con líderes reformados como Gaspar de Nydbruck y Francisco de Encinas. Durante su estancia en distintas ciudades europeas aprovechó para hacerse con una buena partida de libros destacados en materia teológica, aportaciones que le llevaron a tener una de las bibliotecas más importantes en la Sevilla de la época. En estos años se le ofrece la canonjía magistral de la catedral de Toledo, cargo que rehusó debido al estatuto de limpieza de sangre que se había promulgado en este arzobispado en los años anteriores. También durante su ausencia la Universidad de Alcalá había llamado la atención al inquisidor de Sevilla sobre algunos puntos heréticos encontrados en las obras de Constantino. Por ello a su vuelta a Sevilla a finales de junio de 1553 su figura estaba siendo investigada por el Tribunal del Santo Oficio, tanto es así que pocos meses después se le devuelve la obra Espejo del estado del hombre en esta presente vida para que fuera rectificada. Entre 1554 y 1556 Constantino volvió a ausentarse de Sevilla durante el viaje en el que acompañó a Felipe II a su boda con María Tudor. Cuando vuelve a la ciudad andaluza se encuentra una situación de enorme tensión entre el cabildo catedralicio y los representantes de Fernando de Valdés, arzobispo de Sevilla e Inquisidor General. En medio de estos conflictos Constantino de la Fuente jugó un papel fundamental al ser propuesto para ocupar la canonjía magistral de la catedral tras la vacante dejada por su amigo Egidio, ya que el arzobispado quería imponer a su candidato para el puesto, Pedro Zumel. El 12 de junio de 1557 Constantino había sido nombrado para el cargo, se sentaba en el coro de la catedral, parecía que el cabildo había ganado la partida a Valdés. Sin embargo, pronto recibió ataques de La Compañía de Jesús sobre el contenido de sus sermones y el Colegio de Santo Tomás de Aquino lo denunció al Santo Oficio, por lo que en los meses posteriores el nuevo magistral se vio obligado a ir en repetidas ocasiones a dar explicaciones sobre los sermones que estaba dando en la catedral. Finalmente, el 16 de agosto de 1558 la Inquisición encontró las pruebas que buscaba contra Constantino para endurecer el proceso contra éste: hallaron en la casa de Dña. Isabel Martínez de Alvo varios libros reprobados y un manuscrito de puño y letra del magistral en el que definía al Papa como el anticristo y negaba la veracidad del purgatorio. Por lo que Constantino de la Fuente fue encarcelado junto al maestre del monasterio de San Isidoro del Campo, García Arias. 21


Constantino de la Fuente no sobrevivió a su proceso inquisitorial, muriendo entre los meses finales de 1559 o los primeros de 1560, antes de ser condenado en auto de fe público. Un año después, exhumaron su cadáver junto al del anterior magistral, Juan Gil, para condenarlos y quemar sus restos en el auto de fe celebrado el 22 de diciembre de 1560. Sus obras fueron censuradas y Pedro Zumel ocupó la canonjía, otorgando al arzobispado la primacía en materia religiosa en la ciudad al tomar el control del cabildo catedralicio.

Portada de la Doctrina Christiana (Amberes, 1554). Fuente: Biblioteca Digital Hispánica

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GARCÍA ARIAS (PP. S. XVI-1562) Jonatán Orozco Cruz García Arias nació en Baena a principios del siglo XVI. Poco sabemos de la vida del “maestro blanco”, como también era conocido por su naturaleza albina, tampoco de su familia sabemos mucho, solo que era de origen judeoconverso. García Arias destacó desde muy pronto por sus dotes de predicador en la ciudad de Sevilla y al menos desde principios de 1550 ocupó el cargo de maestre de la orden alojada en el monasterio de San Isidoro del Campo. Allí fue uno de los precursores del conventículo de estudio y análisis de textos sagrados que luego se tachó de luterano y heterodoxo. El maestro blanco creó un ambiente en el interior del monasterio totalmente distinto, ya que al parecer se empezó a rechazar el culto a las imágenes, los rezos repetitivos, y la ritualización de algunos sacramentos sin fundamento bíblico. Durante las reuniones de estos grupúsculos en el interior del convento solía hacer especial énfasis en el libro de los Proverbios, en el que creía encontrar un verdadero conocimiento de Dios. Sus prácticas y actitudes heterodoxas podrían haber sido alimentadas por su relación con San Juan de Ávila, quien le recomendaba en algunas de sus cartas las prácticas de oraciones de otro tipo, más íntimas e introspectivas, libres de las estructuras tradicionales y pudiendo expresarse sin necesidad de hablar, solo en la mente del creyente. El proceso de García Arias se abrió a partir de que en julio de 1557 el Santo Oficio de Sevilla hiciera pasar al maestre por un interrogatorio ante teólogos para discutir ciertos puntos de su doctrina, además de revisar tanto su biblioteca personal como la del monasterio en busca de posibles libros sospechosos de proposiciones heréticas. Durante ese mismo verano, algunos de los más importantes clérigos del monasterio se dispusieron para huir de los territorios de la Monarquía Hispánica con el objetivo de llegar a la Ginebra de Calvino. El resultado de estas averiguaciones fue el esperado, el 12 de agosto de 1558 el monje fue encarcelado en el Castillo de la Inquisición de Triana. Durante su proceso se acumularon numerosos testimonios y cargos contra García Arias que alargaron el proceso más de cuatro años. El juicio público al maestro blanco se celebró en el auto de fe del 28 de octubre de 1562, todos sus bienes fueron confiscados y poco después era quemado en la hoguera junto a otros tantos herejes.

Monasterio de San Isidoro del Campo (Santiponce). Fuente: Wikipedia

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JUAN PONCE DE LEÓN (PP. S. XVI- 1559) Jonatán Orozco Cruz Juan Ponce de León nació a principios del siglo XVI en Sevilla. Emparentado con los Ponce León, era el segundogénito del conde de Bailén y primo del duque de Arcos, por tanto, fue un miembro de la aristocracia sevillana, pero sus posesiones y fortuna eran modestas. La información que la documentación inquisitorial nos aporta sitúa a este personaje como uno de los más cercanos a Julián Hernández. Al parecer Juan Ponce de León no solo asistía regularmente a los conventículos heterodoxos que se reunían en la ciudad, sino que también fue una pieza fundamental para la introducción de libros heréticos europeos en Sevilla. El 7 de octubre de 1557 lo capturan en su huida en la localidad cordobesa de Adamuz junto a Julianillo. Durante su proceso en prisión tanto el duque de Arcos como el conde de Bailén solicitaron a la Inquisición que Juan fuera visitado por algunos religiosos y por ellos mismos para persuadirle de sus errores, mientras que parientes como la duquesa de Béjar escribieron cartas para que el proceso se acelerara y que se ejecutara al reo cuanto antes para no manchar el buen apellido de sus familiares. Juan no fue el único hijo y hermano (para su proceso el título ya lo tenía su hermano mayor) del conde de Bailén que fue llamado a declarar ante el Santo Oficio, también sus hermanas Ana y Guiomar fueron investigadas y finalmente la segunda tuvo que adjurar públicamente en el auto de fe del 11 de julio 1563. Algunos de los errores dogmáticos del procesado fueron: la defensa de la inexistencia del purgatorio, la afirmación de que los inquisidores eran representantes del anticristo, no creer en la autoridad del Papa ni en la utilidad de la confesión auricular para el perdón de los pecados. Dos años después de ser encarcelado se daba por terminado su proceso, siendo condenado y relajado al brazo secular en el auto de fe del 24 de septiembre de 1559 junto a otros representantes de la heterodoxia sevillana etiquetados como herejes luteranos.

Juan Ponce de León. Escudo de los Ponce de León (Wikipedia)

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JUAN PÉREZ DE PINEDA (PP. S. XVI–1568) Natalia Avilés Isorna. Éufrates, Revista de Historia Juan Pérez de Pineda nació en la villa de Montilla a principios del siglo XVI. No sabemos nada sobre sus primeros años de vida y su formación. El primer dato relevante que se encuentra sobre él es cuando en 1520 tomó las órdenes y entró al servicio de Carlos V como clérigo, pero también como embajador. Con esta doble tarea desempeñó el cargo de secretario del embajador que la Monarquía Hispánica tenía en la Santa Sede, así como el priorato de la iglesia de Osma en 1526. Juan Pérez vivió en primera persona el saqueo de Roma de 1527, durante el que fue promotor de que el papa Clemente VII enviara al secretario de Estado, Alfonso de Valdés, una carta en la que prohibía bajo amenaza de excomunión que se persiguiera a Erasmo y que se juzgaran mal sus escritos. De esta manera se contribuyó a que hasta principios de la década de 1530 el ambiente humanista de algunas universidades como la de Alcalá de Henares o el Colegio de Santa María de Jesús de Sevilla no fuera cercenado y perseguido sistemáticamente. Entre 1527 y su llegada a Sevilla se doctoró probablemente en alguna universidad italiana que desconocemos. En la ciudad hispalense ejerció el cargo de director del Colegio de la Doctrina de los Niños y entró en contacto con los erasmistas y círculos heterodoxos sevillanos. Sin embargo, poco después de la toma de posesión del nuevo arzobispo e inquisidor general Fernando de Valdés y Salas, Juan Pérez huyó de la ciudad y se refugió en París, donde el teólogo Juan Morillo lo acogió en su casa. Poco sabemos de su actividad en París, pero probablemente en esta ciudad comenzó a traducir al castellano el Nuevo Testamento, una de sus empresas más ambiciosas, que consiguió imprimir en Venecia durante el año de 1556. El Testamento nuevo de Nuestro Señor y Salvador Iesu Christo. Nueva y fielmente traduzido del original Griego en romance castellano fue terminado durante la estancia de Juan Pérez en Ginebra, donde recaló posiblemente a mediados de 1555. La obra estaba dedicada a Cristo y contenía un escrito exhortador dirigido a Felipe II para que durante su reinado defendiera y propagara la fe cristiana. Desde Ginebra también publicó un catecismo en castellano, una edición del comentario a los Romanos de Juan de Valdés, una edición de la primera Carta a los Corintios de Juan de Valdés y una traducción de los Salmos al castellano. Todos estos libros fueron llevados por Julián Hernández a Sevilla en 1557. Debido a su compromiso y su reconocida valía entre los calvinistas de Ginebra, Juan Pérez fue destinado en 1558 a Frankfurt donde desempeñó algún cargo importante en la comunidad calvinista de esa ciudad durante casi dos años. En 1559 fue convencido para regresar a Ginebra, donde estaban llegando muchos heterodoxos españoles que necesitaban un guía espiritual. Durante estos años desarrolla una labor de traducción y publicación de textos muy notable que buscaba completar con una traducción íntegra de la Biblia para cuya publicación había comenzado un fondo común en la ciudad de Frankfurt. A partir del edicto de libertad de culto francés en enero de 1562 es reclamado como ministro en la comunidad de Blois. Los márgenes de libertad que este edicto proporcionó fueron acotados un año después por la firma del Tratado de Amboise, por lo que la vida de Pérez de Pineda en la comunidad francesa no tardó en complicarse. En 1565 fue reclamado como capellán por la duquesa de Ferrara, Reneé de Francia, junto a Antonio del Corro, donde sería bien atendido y protegido. A finales de 1566, Juan Pérez de Pineda dejó Montargis para supervisar la impresión de algunos de sus libros en París, aunque siguió estrechamente vinculado tanto con la duquesa como con Antonio del Corro. Juan Pérez era para entonces un anciano y poco después, en octubre de 1568, sería el mismo Corro el que certificaría su muerte y se haría cargo de sus últimas voluntades. La vida, así como la obra y el reconocimiento que alcanzó Juan Pérez de Pineda sobre todo en el ámbito protestante europeo, lo hace una de las figuras fundamentales no solo de la religiosidad heterodoxa sevillana, sino del calvinismo suizo, alemán y francés.

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Breve Sumario de Indulgencias y Gracias. Fuente: Biblioteca Nacional

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JULIÁN HERNÁNDEZ (PP. S. XVI- 1560) Jonatán Orozco Cruz Julián Hernández nació a principios del siglo XVI en Valverde de Campos. Debido a su escasa estatura y su pronunciada joroba también fue conocido como “Julianillo”. Como en casi todos los casos hay muy poca información sobre su vida, por ello no se sabe exactamente cuando llegó a la ciudad de Sevilla. Sin embargo, hay teorías que lo sitúan en la ciudad del Guadalquivir a principios de la década de 1540, donde se convirtió en seguidor del doctor Egidio. Siguiendo esta posibilidad, Julianillo podría haber salido de la ciudad por miedo a las investigaciones inquisitoriales hacia 1550, coincidiendo con el inicio del proceso de su admirado maestro Juan Gil. Las primeras pruebas documentales que hacen referencia a la presencia de Julián Hernández en Sevilla son de 1555. La vida de Julián entre 1550 y 1555 se desarrolló en ciudades como París, Escocia, Frankfurt, Amberes y Ginebra, lugares donde toma contacto con distintos tipos de grupos reformados y con algunos personajes de la reforma sevillana como Juan Pérez de Pineda. Finalmente, en 1555 recala en Sevilla cargado con libros de todos los lugares en los que ha estado y algunas cartas de los primeros heterodoxos sevillanos exiliados. Una vez en la ciudad se instaló por un tiempo en la casa del amanuense Luis de Abrego, donde asistió en repetidas ocasiones a las reuniones de estudio que se llevaban allí a cabo, en las que coincidió con personajes como Juan Ponce de León entre otros. Por su ocupación, Julián Hernández se relacionó casi con todos los círculos heterodoxos de Sevilla, a los que proporcionaba libros que después fueron catalogados por la Inquisición como heréticos. Como sabemos uno de estos grupos se encontraba en el monasterio de San Isidoro del Campo, a las afueras de la ciudad. Al parecer el monasterio sirvió como almacén provisional de algunos libros que cargaba Julianillo. El 7 de octubre de 1557 cuando se disponía a transportar algunos de estos libros a la ciudad de Sevilla es descubierto por el Santo Oficio y huye para salvarse del proceso y la probable condena. Sin embargo , poco después fue apresado en la villa cordobesa de Adamuz y traído ante el tribunal sevillano. Durante el proceso, sometido a tortura, delató a muchos de las personas que frecuentaban los conventículos de estudio sevillanos. Además, la lista de destinatarios de sus libros estaba repleta de nombres reseñables de la vida religiosa de Sevilla, tanto dentro como fuera del cabildo catedralicio. Por ello a partir de este momento las detenciones y procesos se multiplicaron, cercenando en cuestión de meses a los distintos círculos heterodoxos y localizando a sus principales dogmatizadores. En adelante el Tribunal del Santo Oficio sevillano no dudará en estigmatizar y condenar como luterano a todo aquel que rompiera con la ortodoxia católica establecida. El 22 de diciembre de 1560, tras más de tres años de proceso inquisitorial, Julián Hernández fue conducido primero al auto de fe y después a la hoguera donde murió abrasado.

Psalmos de David en español (Venecia, 1557). Fuente: Biblioteca Digital Hispánica. 27


GASPAR ORTIZ (1517-FECHA DE MUERTE DESCONOCIDA) Jonatán Orozco Cruz Gaspar Ortiz fue un clérigo de la ciudad de Sevilla nacido en 1517. Tuvo un papel secundario en la vida religiosa de la ciudad, sin embargo, entre las décadas de 1530 y 1560 fue conocido por su vinculación con el Colegio de la Doctrina de los Niños, así como por ser ciego y finalmente por pertenecer al grupo de estudio de los Textos Sagrados que se reunía en el seno del cabildo catedralicio. Su proceso inquisitorial desvela que entre sus creencias heterodoxas estaban: la crítica constante de la adoración de las imágenes religiosas, conducta tachada por él mismo como idólatra; el rechazo de las bulas y otros privilegios otorgados por el Papa, así como de los jubileos e indulgencias como medio de conseguir y asegurar la salvación del alma; la justificación por la fe y no por las obras; se mostraba también contrario a la validez de las mortificaciones y las penitencias como forma de redimir los pecados de los que las practicaban; y defendía el matrimonio como el estado idóneo para la vida cristiana y en ningún caso el celibato. Todas ellas son creencias muy cercanas a las corrientes protestantes que triunfaban en algunas regiones europeas. A raíz de la captura de Julián Hernández y las investigaciones inquisitoriales que se dieron en los años inmediatamente posteriores alrededor del Colegio de la Doctrina de los Niños, Gaspar Ortiz fue apresado y su proceso terminó con su arrepentimiento público en el auto de fe celebrado el 21 de marzo de 1561 que le valió la reconciliación. Sin embargo, su condena no se estableció de manera definitiva hasta el auto de fe del 28 de octubre de 1562, en el que se le embargaron la mitad de sus bienes y se le obligó a diez años de reclusión en la Iglesia de Santa Ana de Triana, donde probablemente murió.

Retablo de la Iglesia de Santa Ana en Triana. Fuente: Wikipedia

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CASIODORO DE REINA (1520-1594) Jonatán Orozco Cruz Casiodoro de Reina nació en Montemolín en el año 1520. Llegó a Sevilla para completar su formación en el Colegio de Santa María de Jesús donde coincidió con otros personajes como Antonio del Corro y Cipriano de Valera. Poco después entró a formar parte de los monjes jerónimos del monasterio de San Isidoro del Campo. Allí formó parte del grupo de estudio de Textos Sagrados organizado y fomentado por el maestre García Arias. Durante finales de la década de 1540 y 1550 este monasterio vivió una reforma interna suprimiendo las oraciones de difuntos, abandonando el culto de los santos y a las imágenes, así como las mortificaciones. Entre el verano y el otoño de 1557 Casiodoro de Reina huyó del monasterio y de la influencia del Tribunal de la Inquisición hacia Ginebra como muchos otros de sus compañeros. Una vez en Ginebra, Casiodoro se integró bien en la comunidad calvinista puesto que fue el único que no fue obligado a ir a la Academia de Lausana para formarse en materia religiosa. El 17 de noviembre de 1558 la reina Isabel I de Inglaterra abrazaba de nuevo el anglicanismo como religión oficial y era coronada reina. Este hecho alentó a muchos disidentes europeos a buscar refugio en la Inglaterra isabelina, uno de ellos fue Casiodoro. En Londres las iglesias holandesa, italiana y francesa se habían organizado y pasaron a formar parte de la jurisdicción del Obispo de Londres, pero los españoles se habían ido mezclando con las iglesias italiana y francesa. Por ello desde su llegada, Casiodoro de Reina tuvo el empeño de crear una iglesia española que acogiera a los heterodoxos exiliados provenientes de distintos puntos de la Península Ibérica. Con este fin, Reina redactó en enero de 1560 la Confesión de fe de los protestantes españoles, la cual fue recogida por el obispo y su publicación otorgó una figura legal a la nueva congregación que se reuniría en el templo de Santa María de Axe bajo el ministerio de Casiodoro de Reina. Sin embargo la nueva iglesia no iba a durar mucho, la confesión de fe suscitó sospechas en el resto de iglesias protestantes de Londres que encontraron en el texto resquicios de antitrinitarismo, por lo que sus dirigentes no descansaron hasta que en 1563 acusaron a Casiodoro de malversación de fondos, sodomía y servetismo, delitos que fueron corroborados por personajes como Gaspar Zapata y Luis de Abrego al parecer al servicio de la Monarquía Hispánica y del Santo Oficio, por lo que la reina Isabel desautorizó a Casiodoro de Reina y la congregación se fue deshaciendo. En este contexto, poco después Casiodoro de Reina se vio obligado a hui r de Inglaterra en busca de un lugar más seguro para él y su mujer. Durante los años posteriores su vida fue un viaje constante que pasó por Frankfurt, Amberes, Orleans y Bergerac, perseguido tanto por la Inquisición como por sus correligionarios que dudaban de su ortodoxia por lo acontecido en Londres. Finalmente, en 1565 recaló de nuevo en Frankfurt donde se le ofreció ser pastor de la iglesia calvinista de Estrasburgo, no sin antes pasar el examen del reputado calvinista Gaspar Olevianus. Su estabilidad en Estrasburgo no frenó su dinámica de viajar constantemente, esta vez con la intención de encontrar financiación para publicar su gran proyecto: la primera versión de la Biblia en castellano. Tras años de contactos, viajes e incluso de juicios para conseguir el dinero, Casiodoro de Reina se benefició de los esfuerzos de Juan Pérez de Pineda primero y de Antonio del Corro después para recuperar el dinero que se había ido guardando en Frankfurt para un proyecto de similares características. La muerte de Pérez de Pineda y la insistencia de Corro que había sido el único en escuchar sus últimas voluntades terminaron favoreciendo a Casiodoro que gracias a ese fondo pudo publicar La Biblia del Oso en Basilea a finales de 1569. Tras la publicación de su Biblia se trasladó de nuevo a Frankfurt, donde siguió su actividad escribiendo y publicando en 1573 los Comentarios al Evangelio de San Juan y Evangelio de San Mateo. En 1575 tradujo la Biblioteca de Santa Sixto de Siena y reeditó su Confesión de fe de Londres para reafirmar su carácter ortodoxo. En 1578 le llegó la propuesta de ser pastor de la iglesia luterana de Amberes, oferta que aceptó pese a ser oficialmente calvinista. Sin embargo, antes de ocupar el puesto se dirigió a Londres donde quería saldar los 29


problemas que lo habían obligado a huir muchos años antes, cosa que consiguió a finales de marzo de 1579, tras lo que pudo irse a Amberes a ejercer de pastor. Unos años más tarde tanto él como toda su congregación huyeron de Amberes por la situación políti ca que atravesaban los Países Bajos y el inicio del conflicto interno con la Monarquía Hispánica, su destino fue una vez más Frankfurt. En la ciudad donde había ejercido como calvinista, ahora volvía como luterano seguido por muchas personas de su congregación en Amberes. Esta aparente contradicción lo excluyeron de ser pastor de la comunidad luterana de Amberes en el exilio hasta 1592, tras condenar el resto de credos que no fueran luteranos y contradiciendo su confesión de Londres de 1560. El 15 de marzo de 1594 fallecía siendo el asistente del pastor Serranius. Sin lugar a dudas estamos ante otro personaje de la heterodoxia sevillana que nunca concordó del todo con las confesiones protestantes europeas o lo hizo con todas, algo que lo condicionó durante toda su vida. Es un ejemplo de lo difuso de los límites existentes entre unas ortodoxias y otras, y de lo difícil que era estar totalmente de acuerdo con una u otra y a la misma vez sobrevivir en una Europa en conflicto constante.

Portada de la Biblia del Oso (1569, portada falsa). Fuente: Biblioteca Digital Hispánica.

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ANTONIO DEL CORRO (1527-1591) Jonatán Orozco Cruz, Universidad Pablo de Olavide Antonio del Corro nació en Sevilla en 1527. Su formación académica y religiosa se desarrolló en la Sevilla de Alonso de Manrique, probablemente dentro del Colegio de Santa María de Jesús, institución que seguía la misma línea en sus planteamientos que la Universidad Cisneriana, donde también estudió Casiodoro de Reina y que otorgó en 1535 la cátedra de Teología a Francisco de Vargas. Tras graduarse ingresó en el monasterio de San Isidoro del Campo, a las afueras de la ciudad. Sin lugar a dudas, Antonio del Corro fue parte activa del conventículo que se reunía en el interior de su monasterio y que cuestionaba algunos puntos de la ortodoxia católica a través del estudio pormenorizado de los textos sagrados. Al parecer Antonio del Corro estuvo muy interesado en las ideas que defendía Juan Gil, y gracias a sus contactos e influencias con la Inquisición accedió repetidas veces a los informes sobre su proceso a finales de la década de 1540 y principios de 1550. Asimismo, también leyó los textos de Lutero, Melanchthon, Bucero y Zwinglio, que le llegaban a través de contrabandistas de libros como Julián Hernández, cosa que justificaba diciendo que necesitaba conocer los escritos de estos personajes para poder refutarlos. Por miedo a la represión inquisitorial, Antonio del Corro fue uno de los monjes fugados del monasterio de San Isidoro entre el verano y el otoño de 1557 con un destino claro: la Ginebra de Calvino. La experiencia de Antonio del Corro en el extranjero estuvo repleta de cambios de residencia forzados en buena parte por la desconfianza que despertaba en algunos referentes calvinistas. Por ello de Suiza fue pasando por Francia, Holanda y finalmente Inglaterra. A la vez que esto sucedía, el pensamiento de Antonio del Corro fue evolucionando desde un calvinismo ortodoxo hacia una especie de ecumenismo cercano al anglicanismo en los últimos años de su vida. A principios de 1558 el heterodoxo español entró en la Academia de Lausana, un centro de formación calvinista, donde estudió teología, griego, hebreo y arte hasta 1559. La confianza que en principio le otorgó Calvino hizo que tras su paso por Lausana fuera guardián del cantón de Berna durante un tiempo. Gracias a su buena disposición Corro consiguió una carta de recomendación firmada por Calvino para trasladarse y trabajar en la Corte de Albret, donde llegó durante el otoño del año 1559. Allí se dedicó en buena parte a ser el educador del joven príncipe Enrique (futuro Enrique IV) y cultivó la amistad de la reina Juana d’Albret, jugando un papel muy importante en la calvinización de aquella región. En 1562 viajó hasta Burdeos donde entabló relación con uno de los líderes calvinistas de la ciudad La Fromentée, una de las primeras autoridades que sospecha de la ortodoxia del sevillano por relacionarse con élites judeoconversas de la misma ciudad y por querer crear una iglesia española en la zona que socorriera a todos los exiliados españoles que se encontraban vagando por diversos territorios huyendo de la Inquisición. Posteriormente se le recomendó desde Ginebra para ser ministro en Toulouse, donde prestó juramento como calvinista el 16 de marzo de 1562. Pronto en el seno de los grupos calvinistas de esta ciudad aparecieron las sospechas hacia Corro y comenzaron una investigación acusándolo de servetismo, cosa que, aunque finalmente no se probó, le hizo huir de la ciudad inmediatamente. Durante todo este tiempo sus contactos con otros como Juan Pérez de Pineda o Casiodoro de Reina fueron constantes. En la correspondencia con el segundo hablaban con bastante frecuencia del proyecto de traducir la Biblia al castellano. Sin embargo, las inquietudes religiosas de Antonio del Corro y las lecturas de textos religiosos de todo tipo, ya fueran calvinistas, luteranos o anabaptistas, hicieron cambiar su postura y para 1567 sus escritos formales incluían algunas anotaciones poco calvinistas. Probablemente los viajes que realizó y la lectura incansable de este tipo de textos lo hicieron más tolerante, sobre todo ante la incredulidad que le producía que en toda Europa existieran al menos media docenas de verdades absolutas incompatibles unas con otras. En ese mismo año durante el sínodo de Vertueil se condenó

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las posturas de Corro y éste partió rápidamente hacia Amberes, donde se dedicó a predicar a una élite calvinista judeoconversa, fuera de la cual no encontró demasiados apoyos. Desde Amberes escribió la Carta a los Ministros Luteranos de la Iglesia Flamenca de Amberes, en la que abogaba por la superación de las diferencias entre luteranos y calvinistas, para practicar una religión de corte ecumenista en la que cada uno debía tener la libertad de creer según lo que Dios le enseñase, apartándose así de las interpretaciones ortodoxas de las nuevas autoridades religiosas reformadas. También desde esta ciudad escribió su Carta a Felipe II, en el que lo instaba a tener piedad con los calvinistas de los Países Bajos y a convocar un concilio ecuménico al que no asistiera el Papa. Su estancia en Amberes terminó ese mismo año. En los albores del desastre de Osterwell, Antonio del Corro huyó hacia Inglaterra. Poco después de llegar a Londres y relacionarse con las iglesias calvinistas de extranjeros, franceses e italianos, instituidas en la ciudad, tuvo problemas con algunos de sus líderes más destacados. El 17 de marzo de 1569 un comité compuesto por lo más granado del calvinismo inglés lo culpó de maledicencia, calumnia y obstinación, por lo que Corro fue privado del ejercicio de las funciones ministeriales. Sin embargo, Antonio del Corro trabaría buenas relaciones con el conde de Leicester, que sería su protector desde su llegada a Inglaterra hasta el día de su muerte, algo que repercutiría muy positivamente en la carrera del heterodoxo sevillano. Durante la década de 1570, debido a sus continuos enfrentamientos en el seno de las comunidades calvinistas extranjeras de Londres y su buena relación con las autoridades anglicanas como el conde de Leicester, el pensamiento de Corro se iría alejando poco a poco del calvinismo y acercándose al anglicanismo. Sin duda la primera de sus obras en esta línea fue Tableau de l’Oeuvre de Dieu, en la cual resaltan la ausencia de referencias a la predestinación, pero también a la Trinidad. Las aspiraciones de Antonio del Corro eran medrar tanto en el ámbito académico como en el religioso, pasar a la primera línea de la sociedad en la que vivía. Estas aspiraciones se vieron satisfechas entre 1574 y 1578, cultivando la amistad y alimentando los mecanismos de patronazgo ingleses. Así fue como consiguió la recomendación del conde de Leicester, primero para ser nombrado profesor de teología por los decanos del Inner y Middel Temples y después para la cátedra de Teología en la Universidad de Oxford. Durante estos mismos años, Corro también consiguió deshacerse de las críticas y los obstáculos constantes que le procuraban sus enemigos calvinistas tanto en Inglaterra como desde el continente. Finalmente, en 1578 Corro ejercía el puesto de lector en Oxford y, tras un pequeño episodio de desatención de sus responsabilidades y expulsión de la universidad, ocupó el cargo de Censor Theologicus en Oxford, lector de teología en el Merton Hall y otros de catequista en St. Mary’s, Gloucester y Hert Halls. El 16 de mayo de 1579 publicó Paraphrasis and Comentary on Ecclesiastes, donde escribió que la mejor Reforma sería la del renacimiento, por la cual los cristianos dejarían a un lado sus diferencias, después de todo sus ideas no habían cambiado tanto, sin embargo, sí lo había hecho su condición en Inglaterra y poco después consiguió la naturalización inglesa. Durante la década de 1582 consiguió dos prebendas anglicanas y ganó influencia en la sociedad inglesa relacionándose con personajes como Philip Sidney, Amias Paulet y Jean Hotman. En 1588, debido a su frágil estado de salud, Antonio del Corro renunció voluntariamente a sus cargos en la Universidad de Oxford y se retiró a vivir tranquilamente cerca de allí, mientras disfrutaba de sus prebendas. Pasó el resto de sus días acompañado por personas como John Thorie, que le ayudaron en las nuevas ediciones en inglés de todas sus obras, muriendo el 3 de marzo de 1591. La impresionante trayectoria de vida desde de Antonio del Corro desde Andalucía a Oxford y desde el catolicismo monástico al anglicanismo pasando por el calvinismo, hacen de él uno de los personajes más interesantes y con más proyección internacional de la reforma sevillana y de la religiosidad del siglo XVI.

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Epistola Beati Pavli Apostoli ad Romanos, de Antonio del Corro, Londres, 1581 (EEBO: Early English Books Online)

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CIPRIANO DE VALERA (¿1532?-16??) Natalia Maillard Álvarez Cipriano de Valera estaba llamado a ser una de las voces más potentes del protestantismo español en el exilio. Su carrera se inició en Sevilla. Allí realizó sus estudios en la joven universidad, donde conoció a Benito Arias Montano, según él mismo confiesa en su Exortación al Cristiano Lector de la Biblia publicada en 1602. Ingresó en el monasterio de San Isidoro del Campo, muy cerca de Sevilla, donde se desarrolló un círculo de monjes simpatizantes con la Reforma que, ante el temor de ser apresados por el Santo Oficio, prefirieron huir de la ciudad. Cipriano fue uno de ellos. Cipriano de Valera, estaba llamado a ser una de las voces más potentes del protestantismo español en el exilio. Su carrera se inició en Sevilla. Allí realizó sus estudios en la joven universidad, donde conoció a Benito Arias Montano, según él mismo confiesa en su Exhortación al Cristiano Lector de la Biblia publicada en 1602. Ingresó en el monasterio de San Isidoro del Campo, muy cerca de Sevilla, donde se desarrolló un círculo de monjes simpatizantes con la Reforma que, ante el temor de ser apresados por el Santo Oficio, prefirieron huir de la ciudad. Cipriano fue uno de ellos. Tras su huida de Sevilla, su primer destino fue Ginebra, donde juró como ciudadano en 1558. Allí no permanecería allí mucho tiempo, sin embargo, puesto que a la muerte de María Tudor se trasladó a Inglaterra, donde en 1559 consiguió el título de Bachelor en teología. Poco después ingresaba como miembro del Magdalene College en la Universidad de Cambridge, pero su matrimonio le forzó a cambiar esta universidad por la de Oxford, donde en 1566 obtuvo el título de maestro. Su profesión no le garantizó siempre los ingresos necesarios, y sabemos que en alguna ocasión tuvo que recurrir a la caridad. Como vecino de Londres se unió a la Iglesia italiana de dicha ciudad, donde se encontraban un buen número de los exiliados españoles, aunque parece que las relaciones entre ellos no siempre fueron fáciles. En el exilio que marcó el resto de su vida, Valera se dedicó a escribir y traducir obras de carácter religioso, muy combativas contra la Iglesia romana. En ellas se puede observar también su preocupación por la situación espiritual de España. Sus Dos tratados, el primero es del Papa […]. El segundo es de la Misa […], se publicaron en Londres en 1588, y en ellos afirma: “Duelome muy mucho, que mi nación, a la qual el Señor Dios ha dado tanto ingenio, habilidad y entendimiento para las cosas del mundo (lo qual las otras naciones no lo pueden negar) en las cosas de Dios, en las cosas que le va la salud de sus ánimas, o yr al cielo, o yr al infierno, sea tan tonta y tan ciega, que se dexe llevar por la nariz, que se dexe governar, atropellar y tyranizar del Papa, del hombre del pecado, del hijo de perdición, del Antechristo…”. Su traducción al castellano de la Institución de la religión cristiana de Calvino, vio la luz también en Londres en 1597, y en ella se Cipriano de Valera se preguntaba “¿Quantos millares y millares de pobres estrangeros se han acogido a Inglaterra, (dexo de nombrar otros Reynos y Repúblicas) por salvar sus consciencias y vidas, donde so la protección y amparo, primeramente de Dios, y después de la sereníssima Reyna doña Isabel han sido defendidos y amparados contra la tyranía del Antechristo y de sus hijos los Inquisidores?”. El motivo de esta traducción era “el grande y encendido desseo que tengo de adelantar por todos los medios que puedo la conversión, el conforto y la salud de mi nación”. Pero su obra más ambiciosa fue la revisión y corrección de la biblia en castellano de Casiodoro de Reina. Fue publicada en Amsterdam en 1602 por el impresor Laurens Jacobsz. En esta tarea Valera se empleó a lo largo de veinte años, con la esperanza de que los españoles dispusieran de los textos sagrados en su propio idioma y hacer así bien a su nación.

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La Biblia del Cรกntaro (1602). Fuente: Google Books

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ISABEL DE BAENA (PRIMER CUARTO DEL S. XVI-1559) Natalia Maillard Álvarez Isabel de Baena fue una de las mujeres jóvenes de la alta sociedad sevillana que se sumaron a los conventículos reformados de la ciudad, teniendo un papel muy activo en los mismos, hasta el puto de que su casa parecer haber sido uno de sus principales puntos de reunión. De hecho, como parte de la condena de Isabel, la Inquisición mandó derribar su casa, sembrarla con sal, y colocar en su lugar un letrero de mármol en el que todos pudieran leer el delito que se había cometido allí. No sabemos a ciencia cierta cómo Isabel fue atraída hacia los planteamientos heterodoxos, aunque ella misma declaró haber sido convertida por Gaspar Baptista, del Colegio de la Doctrina. Presa por la Inquisición, fue relajada en persona en el auto de fe celebrado el 24 de septiembre de 1559, acusada de ser “receptadora de herejes. Dogmatizadora, ficta confitente”.

Fragmento de la obra Sanctae Inquisitionis Hispanicae Artis donde se menciona a Isabel de Baena Fuente: Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico.

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MARÍA BOHÓRQUEZ (1533-1559) Natalia Maillard Álvarez Hija ilegítima del jurado Pedro García de Jerez, con sólo 26 años, María Bohórquez fue relajada en persona en el auto de fe celebrado el 24 de septiembre de 1559. Debía tener una educación sobresaliente para una mujer de su época (parece ser que sabía latín y algo de griego) y gran tenacidad, puesto que hasta el mismo día de su muerte estuvo disputando con los frailes que fueron a convencerla de volver a la ortodoxia de la Iglesia. Parece ser que fueron las prédicas del doctor Egidio y de Casiodoro de Reina las que habrían convencid o a María de abrazar la nueva fe. En una de las relaciones del auto se la describe como mujer honesta y beata, acusada de “dogmatizadora pertinaz”. En otra relación del mismo evento luctuoso se resalta que se mantuvo pertinaz en sus creencias hasta llegar al tablado, por lo que fue quemada.

Portada de A Discovery and Playne Declaration of the sundry subtill Practises of the Holy Inqvisition of Spain (Londres, 1569). Fuente: Early English Books Online

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GASPAR ZAPATA (IMPRESOR, FECHAS DE NACIMIENTO Y DEFUNCIÓN DESCONOCIDAS) Natalia Maillard Álvarez Gaspar Zapata o Tristán, era hijo de Diego Tristán, secretario de la Audiencia, y de Juana Zapata. Su prima y esposa, Isabel Tristán, era hija de un escribano de la justicia de Sevilla. Nada sabemos sobre su formación como impresor y ni siquiera si fue realmente maestro impresor, o solo dueño de un taller. Lo que sí sabemos es que debió ser un hombre culto, y que en su breve labor como tipógrafo introdujo en Sevilla letrerías de gusto renacentista. Se le atribuye la impresión de unas pocas obras de variada temática, todas dadas a la luz en torno a 1544. En una de ellas, la Bernardina, recopilación de poemas latinos del antequerano Juan de Vilches, se recoge un elogio a Zapata, animando a los jóvenes a acudir a él para encontrar obras enmendadas y de buenos autores para lectores instruidos. Toda su letrería será usada desde 1545 por Juan de León, justo cuando se le pierde a él la pista como impresor. En 1550 inquisidores de la Sevilla piden que se examine si está al servició de don Fadrique Enríquez de Ribera, y se le acusa de haber entregado libros luteranos en Bruselas a Antonio de Guzmán con destino a Sevilla. Después de servir a don Fadrique, con el que probablemente viajó por toda Europa siguiendo a la Corte, pasó al servicio de su hermano, el segundo marqués de Tarifa y duque de Alcalá de los Gazules, de quien era secretario en 1559. En ese año su señor se disponía a pasar a Nápoles para ocupar el cargo de virrey, pero la Inquisición envió recaudo a Barcelona, donde se encontraban, para apresar a Zapata y a su esposa. A él no consiguieron atraparlo, al parecer porque se escapó a Venecia, pero su mujer corrió peor suerte, y fue presa por la Inquisición en la ciudad Condal, desde donde intentó defender la inocencia de su marido. Los inquisidores consideraron que Gaspar Zapata era culpable de herejía, y que con su huida solo buscaba poder vivir libremente en la nueva religión. Se le acusaba, al parecer, de ser seguidor de Constantino de la Fuente, y de haber impreso en su taller libros con sus errores. Por ello fue condenado a la confiscación de sus bienes y a la hoguera, aunque al no poder disponer de su persona lo quemaron en efigie tras el auto de fe de 1562, mientras que su mujer fue enviada a las cárceles de la Inquisición sevillana, siendo absuelta poco después. Nada sabemos sobre estas supuestas impresiones heterodoxas salidas de su taller, pero es posible que no se tratase de libros propiamente dichos, sino de pasquines u hojas sueltas. Fuera ya de España, Zapata formó parte del grupo de españoles luteranos refugiados en Inglaterra, pero el exilio se le hizo difícil, por lo que, tras solicitar un salvoconducto a la duquesa de Parma, marchó a Flandes con la intención de regresar a España. Se ignora en qué acabó su intento.

Gaspar Zapata (Edición de la Bernardina, Sevilla, 1544. copia de la Universidad Complutense de Madrid, a través de Google Books) 38


Créditos Comisarios Natalia Maillard Álvarez Jonatán Orozco Cruz Contenidos Natalia Avilés Isorna Montserrat Cachero Vinuesa Natalia Maillard Álvarez Jonatán Orozco Cruz Francisco Sánchez Sánchez Entrevistas Michel Boeglin Rafael M. Pérez García Raúl García Romero Francisco Sánchez Sánchez Twitter Marisa de las Heras Lózar Lucía Lobato Hidalgo Natalia Maillard Álvarez Ismael Orozco Cruz Jonatán Orozco Cruz Web Javier Alés Ojeda

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