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elpoemaseminal 61 20 de octubre, 2004

cine y poesía (I)

atisbos FRENTE A UNA IMAGEN QUE DANZA EN LA PANTALLA: CINE Y POESÍA (UNA VISIÓN PERSONAL) JESÚS BARQUET www.baquiana.com/Opinion_I.htm Revista Literaria Baquiana, Miami, Estados Unidos, año III, núm. 17-18. Jesús J. Barquet nació en la Habana, Cuba (1953). Poeta y ensayista. Reside en los Estados Unidos. Desde 1991 es profesor de literatura hispanoamericana en la Universidad Estatal de Nuevo México en Las Cruces. Ha publicado los libros: Sin decir el mar (1981), Sagradas, herejías (1985), El libro del desterrado (1994) y Un no rompido sueño (1994; 2do premio de "Poesía Chicano-Latina 1993), así como las plaquettes Ícaro (1985), El libro de los héroes (1994) y Jardín imprevisible (1997). Como ensayista ganó el premio "Letras de Oro" por Consagración de la Habana (1992) y el premio "Lourdes Casal de Crítica Literaria 1998" por Escrituras poéticas de una nación (1999). En 1998, su libro Naufragios obtuvo Mención de Honor en los concursos internacionales de poesía "Gastón Baquero" y "Frontera Pellicer-Frost".

Q

uerer aquí señalar los vínculos entre mi creación poética y otras artes me lleva a reflexionar sobre un asunto que, desde adolescente, he experimentado como creador aunque nunca me haya detenido a interpretarlo. Revisando la contraportada de mi libro Sin decir el mar (1981), que recoge los poemas que entonces creí rescatables de mi primera producción de los años 1971 a 1978, descubro que me reconozco ya allí deudor de seis artistas, de los cuales tres no pertenecen al ámbito de la poesía: Orson Welles, Andrei Tarkovski y John Lennon. Es decir que, desde sus respectivos lenguajes artísticos, el cine (en las figuras de Welles y Tarkovski) y la canción de corte digamos trovadoresco (donde el texto muestra tanta validez como la melodía, como es el caso de Lennon) habían inspirado a un joven poeta habanero desde los años 60. Hablaba de Welles y Tarkovski, pero cabían allí Antonioni, Jancso, Buñuel, Kurosawa, Resnais, Rocha, Sanjinés, Godard, Eisenstein y Bergman, cuyos films se exhibían consistentemente a fines de los años 60 en la Cinemateca de Cuba, a unos 15 minutos a pie desde mi casa. Hablaba de Lennon, pero pensaba también en las canciones de Silvio Rodríguez, Pablito Milanés, el primer Amaury Pérez y el menos conocido Noel Nicola: sus músicas atrevidas acompañaban a unos textos que, sin ellos proponérselo, se me aparecían como la mejor y más saludable poesía posrevolucionaria. En dicha contraportada no reconocía mi deuda con la pintura, pero ésta se hallaba implícita tanto en el cine altamente plástico de Tarkovski (pienso en su Andrei Rubliov y su Solaris) como en tres poemas de aquel libro: "Paisaje", "Descripción de una lámina" y "Naturaleza muerta", los cuales fueron tal vez mis primeras incursiones en la llamada ecfrasis, motivo poético que después, con mayor intención, he continuado en poemas como "Jardines y puentes de Monet", "Redon's Impossible Task", "Almuerzo sobre la yerba", "Retrato del infante Don Carlos hecho por Velázquez, el historiador", la plaquette El Libro de los héroes y dos largos poemas inéditos sobre “La danza” de Matisse: verla en 1978 en el Museo del Hermitage de Leningrado y encontrar, ya ejerciendo yo mi libertad en 1980, otra versión de la misma en


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