La Jornada Zacatecas viernes 21 de marzo de 2014

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OPINIÓN El Canto por

del

Fénix

Simitrio Quezada

El río ahora infeliz

VIERNES 21 DE MARZO DE 2014

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Un liberal de la reforma Socorro Martínez Ortiz

ecleo éste en la comunidad Mexiquito, Huanusco, a escasos 30 metros del río Juchipila: ese animal líquido que hace décadas corría brioso y puro, torrente de vida. Hace medio milenio lo admiraron los caxcanes. Lo admiraron el rubio Pedro de Alvarado, el gran Perote, y sus ambiciosos soldados gachupines. Tres siglos después se maravilló ante el río y lo cruzó un sacerdote llamado Felipe, apodado Hormiguita, de quien dicen los viejos que ideó construir un santuario a la Virgen de Guadalupe en la cima del Cerro de La Cantera, allá en Jalpa, aproximadamente en 1880. El Juchipila fue río blanco durante muchos años, cuando los municipios ni siquiera eran pueblos, sino villas. La villa nueva donde se venera a Judas Tadeo, el poblado Mecatabasco, la tierra de Huanusco, la villa Xalpan, sobre el arenal, y Apozol. Más adelante la tierra de las flores, Xochipilli, que dio nombre al torrente, y Moyahua, tierra de los valientes Estrada Reynoso. Fue río blanco durante muchos años, cuando los municipios eran todavía ingenuos y en ellos no se desarrollaba malicia ni civilización avanzada (quién sabe hasta qué punto pueden ser sinónimos). Los niños y los señores dedicaban horas de solaz para convivir en su ribera y bañarse mientras pisaban sus piedras naranjas y rojas. Fue el villanovense Antonio Aguilar quien, en su excesivo emprendedurismo, visualizó al río Juchipila como protagonista de muchas de sus películas. Recordemos que el paisano no sólo se hizo actor, sino también guionista y director. Siempre que la historia pedía un río, ahí estaba el Juchipila rodeado de mezquites y chicharras. Durante mi niñez tuve la fortuna de escuchar muchas historias sobre el torrente por parte de mi padre y mi madre. Ambos conocieron al río a su modo: mi papá en sus paseos escolares; mi mamá, en las faenas que implicaba lavar ropa en el ojo de agua caliente de San Miguel, hoy cercado y llamado pomposamente Paraíso Caxcán.

Mis padres alcanzaron a bañarse en ese río que todavía en 1964 conservaba cierta transparencia. Cuarenta años después yo también me metí varias veces, incluso en noches, a un río Juchipila, pero ya no el mismo que bañó a mis viejos: éste es una serpiente verde y en ocasiones maloliente. Tiene muchas escamas sospechosas, ya no canta con la misma voz de canica rebotona. Ya no es el torrente del que escribió Tomás Mojarro en sus cuentos o el que visualizaba Mauricio Magdaleno en los guiones de sus películas. Este río es destino de drenajes municipales. Cuando trabajé en la radiodifusora de la región, recuerdo, venían recurrentes las quejas telefónicas porque los pobladores de Juchipila, Jalpa y Tabasco se acercaban a él para tirar cadáveres de perros y gatos, o colchones viejos o desperdicios o latas de cerveza. No me desgarro las vestiduras: no me va. Sí quiero que los vecinos de los pueblos que conforman el cañón de Juchipila asumamos las consecuencias de lo que hemos hecho o permitido en las tres décadas más recientes. Algunos hemos pedido a los gobiernos que se sanee el río que tanto orgullo llegó a darnos. Sin embargo… ¿de qué serviría invertir tanta millonada, si en dos o tres años podemos contaminarlo otra vez? ¿Para qué queremos algo limpio si no sabemos conservarlo así? El río ahora infeliz sigue trasladando desechos. Desechos nuestros, lo tecleo con vergüenza. Los afectados seguiremos siendo nosotros, y lo asiento en los dos sentidos de la palabra. Somos afectados de por sí: no queremos comprender que es insano descargar drenajes a un río y encima convertirlo en nuestro basurero. Con esa inconsciencia y pereza nos producimos una afectación: los afectados en nuestra educación nos afectamos con las consecuencias. El río antes pleno era reflejo de anteriores generaciones. El río ahora infeliz nos refleja quizá en su cresta apestosa, cargada de enfermedad y basura.

Aspectos del río Juchipila ■ FOTO: LA JORNADA ZACATECAS

siquezada@hotmail.com

uárez no fue el único. Los liberales de la reforma se encontraban divididos en los moderados y los puros. Los primeros fueron encabezados por Ignacio Comonfort; José María Lafragua y Manuel Doblado. Estos se encontraban preocupados porque los conservadores pudieran poner en riesgo el orden de gobernabilidad establecido. Es más, incluso tenían la idea de hacer las concesiones necesarias a sus opositores, aún a costa de modificar sustancialmente la Constitución. Pero los puros, a quienes también se les conocía como los rojos, mantenían firme la idea de que la Constitución era inalterable y sus disposiciones no tendrían que reformarse, porque cualquier medida significaba un retroceso histórico. En este grupo encontramos a Santos Degollado; Francisco Zarco; Guillermo Prieto; Ignacio Ramírez y Benito Juárez. La reforma fue un proceso histórico que representó un avance porque permitió la creación de varias leyes, cuyas disposiciones, cristalizaron después, en la Constitución de 1857. Algunas de esas ellas, fueron: 1.- La Ley Juárez (23 de noviembre de 1855): suprimió los tribunales militares y eclesiásticos y abolió los fueros de ambas instituciones. 2.Ley Lafragua (28 de diciembre de 1955): consideraba abuso de la libertad de imprenta el ataque directo a la libertad católica. El presidente Comonfort enfrentó varios pronunciamientos conservadores durante el año de 1856. Confirmó la Ley Juárez, extinguió la Compañía de Jesús, redujo el número de efectivos militares, y el 25 de junio, expidió la Ley Lerdo, mediante la cual, se desamortizaron los bienes del clero en todo el país, de igual manera, estableció el Registro civil y disolvió la Comunidad Franciscana. Estas medidas, provocaron la tensión entre el Estado y la Iglesia. Así, la Constitución de 1857, dejó en manos del gobierno, la autoridad sobre actos de culto externo, quedando la posibilidad de la libertad religiosa. Hacia el año de 1857, siendo aún presidente de la República Ignacio Comonfort, Benito Juárez ocupó el cargo de presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. En el mes de diciembre del mismo, se pronunció lo que se llamó el Plan de Tacubaya encabezado por Félix María Zuloaga, el presidente Comonfort se unió a éste. Acto seguido, desconoció la Constitución. Mandó apresar a varios legisladores y a Benito Juárez. Posteriormente (11 de enero de 1858), el Plan de Tacubaya, fue modificado por el pronunciamiento de la Ciudadela de José de la Parra. A través de este nuevo pronunciamiento, se desconoció como Presidente a Ignacio Comonfort y nombró a Zuloaga. Benito Juárez, ya libre, se trasladó a Guanajuato y como Jefe

del Poder Judicial de la Federación, asumió por ministerio de ley la Presidencia de la República, el 19 de enero de aquel año. En consecuencia, México tuvo dos presidentes a la vez. Ocupando el cargo de la más alta magistratura del país, Juárez estableció su gobierno en Guanajuato. Posteriormente pasó a Guadalajara; viajó a través de Jalisco y pasó por Santa Ana Acatlán; Sayula; Zapotlán y Colima, llegó a Manzanillo el 11 de abril, para embarcar hacia Panamá, luego atravesó el Istmo rumbo a la Habana; Nueva Orleans. Finalmente llegó a Veracruz el 4 de mayo de 1858, donde asentó su gobierno, siendo apoyado por el gobernador Manuel Gutiérrez Zamora. Benito Juárez ocupó la Presidencia de la República del 19 de enero de 1858 hasta el 18 de julio de 1872. Su gabinete estuvo conformado por hombres liberales como él. Destacan: Manuel Ruiz. Melchor Ocampo. Juan Antonio de la Fuente. Santos Degollado José de Emparán. Juan de Dios Arias. Francisco Zarco. Lucas de Palacio y Magarola. León Guzmán. Manuel María de Zamacona. Jesús Terán. Juan Antonio de la Fuente. Manuel Tejada. Manuel azpiroz. Sebastián Lerdo de Tejada. Ignacio Mariscal. José María Lafragua. Ignacio de la Llave. Pedro Ogazón. Juan José de la Garza. Ignacio L. Vallarta. Manuel Saavedra. José María Castillo. Cayetano Gómez Pérez. Joaquín Ruiz. Antonio Martínez de Castro. Ignacio Mariscal. Ramón I. Alcaraz. Blas Balcárcel. Anastacio Parrodi. José G. de Partearroyo. Pedro Ampudia. Jesús González Ortega. Ignacio Zaragoza. Manuel Blanco. Felipe Berriozábal. Pedro Hinojosa. Ignacio Suárez Navarro. Miguel Negrete. Ignacio Mejía. Guillermo Prieto. Juan A. Zambrano. Pedro de Garay y Garay. José María Mata. Francisco de Paula Gochicoa. José María castaños. José Higinio Núñez. José González Echeverría. José María Garmendia. Matías Romero. Todos ellos ocuparon en diversos periodos del gobierno de Juárez, los cargos de: Relaciones Exteriores. Gobernación. Justicia Fomento e Instrucción Pública. Guerra y Marina. Hoy, se conmemora el natalicio de ese liberal de la Reforma, que nació en San Pablo Guelatao, Oaxaca en 1806, y falleció en la ciudad de México en 1872. Hijo de indios zapotecas. Quedó huérfano a los 3 años. Vivió con sus abuelos y tíos donde aprendió el español y fue pastor. En 1818, partió a la capital de la República. Allí, vivió en la casa de don Antonio Maza. También trabajó como mozo del sacerdote Antonio Salanueva, quien lo mandó a estudiar en el seminario local y de allí salió en 1828. Se inscribió posteriormente en el Instituto de Ciencias y Artes y obtuvo el título de abogado en 1831. Murió el 18 de julio de 1872. ■


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