La Gualdra 631

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El próximo 2 de agosto se inaugura en Fort Worth, Texas, la exposición Nuestras raíces zacatecanas , del artista zacatecano Juan Carlos Villegas. Artes de La Rosa Cultural Center for the Arts será la sede de esta muestra que es posible gracias a la invitación de la asociación de migrantes Comunidades Zacatecanas DFW con el auspicio del Center for Mexican American Studies at UT Arlington (CMAS) y el Consulado General de México en Dallas de la Secretaría de Relaciones Exteriores. La muestra permanecerá en exhibición hasta el 31 de agosto.

SUPLEMENTO CULTURAL
NO. 631 / 22 DE JULIO DE 2024 / AÑO 14
DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN
Juan Carlos Villegas. Camelia. Óleo sobre tela. 92 x 112 cm. 2024.

La Gualdra No.

Zacatecas es tierra de migrantes. Hay quienes afirman que la mitad de la población total zacatecana vive acá y la otra mitad está en Estados Unidos, lo que sí podemos afirmar aquí con certeza es que casi todos quienes nacimos aquí tenemos algún familiar al “otro lado”; ha sido, durante décadas y por distintos motivos, un patrón recurrente el de la migración de nuestros paisanos, y quizá por eso también veamos desde aquí de manera normal que parte de nuestras familias se encuentre viviendo en América del Norte, primordialmente en Texas y en California.

De acuerdo a datos obtenidos de la Organización Internacional para las Migraciones, “entre 2015 y 2020 18.802 personas salieron de Zacatecas a vivir a otro país […] El 96% de las personas emigraron a los Estados Unidos, un porcentaje mayor al promedio nacional de 77%”.1 Estos datos ejemplifican la tendencia a partir de esta tierra a EU ya sea para reunirse con la familia que vive allá, para buscar nuevas oportunidades de trabajo, o para realizar estudios en el extranjero, entre otros motivos. Ésos son los datos estadísticos, los otros, los más cercanos, son los que tiene uno como referencia inmediata.

La mitad de la familia de mi padre vive allá y a muchos de ellos no los conozco; sé que el hijo mayor de mis abuelos emigró cuando tenía menos de 15 años. Antero es su nombre y cuando apenas era un niño decidió salir de Apaseo y embarcarse en una aventura que ha durado más de 60 años; en Estados Unidos formó una familia: vino por Adela al rancho, se casaron y tuvieron muchos hijos que nacieron allá pero que crecieron con el amor por esta tierra inculcado por sus padres. Actualmente permanecen en el extranjero y siguen reproduciendo en gran parte las costumbres y tradiciones familiares, la comida, la música, las fiestas, las reliquias y las danzas a los santos venerados; trabajan arduamente y los integrantes de las nuevas generaciones han ingresado y egresado de la universidad.

Seguramente algunos de ustedes tendrán o sabrán de una historia similar. Cuento esto porque Juan Carlos Villegas, artista originario de Potrero de Gallegos, Valparaíso, Zaca-

tecas, inaugurará próximamente una exposición en la tierra en la que actualmente viven también dos de sus hermanos -quienes también han formado allá sus propias familias y le han dado 5 sobrinos-. El próximo 2 de agosto, a las 6 de la tarde, se inaugura en Fort Worth, Texas, su exposición Nuestras raíces zacatecanas Artes de La Rosa Cultural Center for the Arts será la sede de esta muestra que es posible gracias a la invitación de “Comunidades Zacatecanas DFW”, con el auspicio del Center for Mexican American Studies at UT Arlington (CMAS) y el Consulado General de México en Dallas de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Alejandra Valdez, originaria de Sombrerete, es la coordinadora de esta exposición, como parte importante de esta asociación de migrantes zacatecanos radicados en ese lugar, y su gestión es la muestra de lo que nuestros paisanos hacen con profesionalismo no sólo para vivir de manera digna en Estados Unidos, sino para que Zacatecas sea promovido en todos los sentidos. Ella fue galardonada como “Zacatecana del año 2023” por su colaboración y trabajo realizado dentro de la federación de migrantes para mejorar las vidas de las y los zacatecanos y durante las últimas semanas se ha dedicado a organizar esta exposición, así como otras actividades que tienen que ver con la minería y la participación del Anastacia Flores Dance Company -una organización que promueve la danza folclórica de nuestro país en Estados Unidos-. En portada de esta edición presentamos una de las obras de Juan Carlos Villegas que forma parte de esta muestra; si usted vive en el área de Dallas-Fort Worth ojalá pueda ir, tendrá una permanencia hasta el 31 de agosto en el Artes de La Rosa Cultural Center for the Arts. Y si vive en Zacatecas o visita esta ciudad, le recordamos que su exposición Caosmos se encuentra en el Museo Francisco Goitia y puede ser visitada durante esta temporada vacacional.

En La Gualdra descansaremos un par de semanas. Nos vemos de regreso en agosto.

Que disfrute su lectura.

Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

1 Datos del INEGI en: Organización Internacional para las Migraciones (OIM), 2023. Indicadores de Gobernanza de la Migración a Nivel Local Perfil 2023 – Estado de Zacatecas (México). OIM, Ginebra, p. 20.

Directorio

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Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com

Sandra Andrade Diseño Editorial Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com

Gualdra
Esquemas para mirar a través de una ventana Por Baudelio Camarillo
Perspectiva descendente, de Luis Vicente de Aguinaga Por Édgar Trevizo
Escribir desde la cara oculta de Oaxaca Por Jorge Pech Casanova
Juan Álvarez del Castillo Ledesma y Jeanne Saade Palombo en el Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez Por Luis Ignacio Sáinz
El arte de tomar café [Parte 6] Por Sigifredo Esquivel Marin
De Para que exista, de Virginia Aguirre Cabrera Por Beatriz Pérez Pereda

El arte de tomar café

[Parte 6]

En el fondo del café está el mapa de nuestras emociones. (Lectura del café)

La lectura del café revela la lectura del mundo interior del consultante. Uno pregunta lo que ya sabe, pero no quiere reconocer(se). Los posos del café nos enseñan nuestros deseos más inconfesables, pero siempre han estado ahí. El arte de leer el café, como todo arte adivinatorio, implica una suerte de lectura que toma como punto de partida al propio sujeto consultante: uno escucha lo que ya teme saber desde antes, así que solamente va a confirmar sus sospechas ya fundadas, por más disparatadas que éstas sean. La cafeomancia presupone una pre comprensión hermenéutica del propio sujeto analizado: hay un saber previo que subyace en lo interrogado. La interpretación del poso del café, en los grandes adivinadores, no sigue un plan predeterminado, implica una relación específica y singular con el sujeto analizado. Figuras, números, letras y rostros van urdiendo una trama única; cada lectura es singular.

Haiat Assad cuenta su travesía por tres continentes, varias décadas y muchas peripecias. Desde Siria al Líbano, pasando por España, hasta Argentina y otros países, la mujer de origen sirio padeció en carne propia grandes infortunios, pero también pequeños raptos de felicidad. En su hermoso relato autobiográfico “Leer la vida: caligrafía del café” nos cuenta que desde niña aprendió a leer en la borra del café el destino de las personas:

No quiero terminar mi relato sin hablarte de la lectura de la borra de café. Es muy común en mi tierra y en muchos otros países árabes. Es algo que hacen las mujeres mayores y sería imposible que alguien te lo enseñara, se aprende sólo por vivir allí. Por haber nacido en Siria y haberme criado alrededor de mujeres que lo hacían, siempre sentí una enorme curiosidad que se unió al don con el que vine a este mundo: la videncia. Es costumbre que en el desayuno de la mañana se toma café y después cada uno da vuelta su taza. Es una cábala diaria. No se hace para leer el futuro, sino para saber cómo va a ser ese día (Assad 129).

Leer los augurios de la borra del café es un arte difícil, algunas personas dicen que hay quienes nacen con ese milagroso don. Por mi parte aún recuerdo que una vieja gitana decía que todo estaba ahí, solamente faltaba darle una sintaxis a esa imagen silente ya proyectada, no sin aclarar que nada está determinado por completo: los astros dicen, pero los hombres deciden. No obstante, se me hela la carne al recordar que todo lo que predijo se ha cumplido.

Bonjour, un café s'il vous plaît

Leí en mi juventud en 1992 La borra del café de un autor que marcó varias generaciones en América Latina, Mario Benedetti; una obra que resignifica la infancia en los sedimentos de la borra del café en el cofre de la memoria. Ahora está de moda criticar a Benedetti por su melcocha azucarada superficial y lugares comunes, pero lo cierto es que muchos jóvenes nos iniciamos con su lectura, marcó a muchísimos lectores de América Latina. La gran audacia es que hablaba de lo que realmente nos interesaba a los jóvenes de las últimas décadas del siglo XX. Entre las mudanzas, el despertar erótico, la afirmación de las identidades juveniles frente a las generaciones precedentes, entre otras cosas, La borra del café nos retrotrae a un sinnúmero de vivencias, unas felices otras no tanto, pero todas atesoradas en la memoria nómada de un tiempo idealizado por la ensoñación más pura. Como Mateo, hermano de María Eugenia, una de las mujeres más hermosas del mundo mundial –según el narrador. Debido a un desprendimiento de retina a los diez años, Mateo quedó ciego, y lentamente fue olvidando todo porque también los recuerdos se van borrando:

“A veces recuerdo el recuerdo del color, pero no el color mismo. ¿Vos te acordás de todo lo que aconteció cuando tenías seis años? ¿No te pasa que a veces recordás algo que ocurrió, pero no como evocación directa de tu memoria, sino porque el episodio viene siendo repetidamente narrado, a través de los años, por tu madre o por tu padre? Al final, asumís tu papel como protagonista de esa historia contada, pero no desde el interior de ese protagonismo que alguna vez tuviste”. (Benedetti, 45)

Los recuerdos se borran, se difuminan, como la borra del café, que su amigo Perico sabía descifrar: “Sabía leer las líneas de la mano y reconocer agüeros y presagios en la borra del café” (98). Una tarde me dijo: no tomes muy en serio mi cafetomancia, ni yo mismo la tomo en serio: ¿Sabés que veo “una mujer y un árbol”. Y esa mujer, quizá sueño o ensueño o delirio, tiene un nombre: Rita. Es todas las mujeres y ninguna. Y en los últimos vestigios, en los posos de la de la borra de café, subyace su recuerdo inmemorial. La lectura de Benedetti me regresa a esos años maravillosos donde situaciones inverosímiles y chuscas parecían el fin del mundo. Ahora su recuerdo me provoca sonrisa, ternura y mansedumbre. [Continuará]

Río de palabras

De Para que exista , de Virginia Aguirre Cabrera

Virginia Aguirre Cabrera (Villahermosa, Tabasco, 1985) es escritora y poeta. Obtuvo el Premio Municipal de Poesía “Teodosio García Ruiz 2023” con el poemario Para que exista (Fondo Editorial del Municipio de Centro), así como la beca del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico 2019 en la categoría de Joven Creador. Su ópera prima Un mar que lleva tu nombre (Editorial de la Secretaría de Cultura del Estado de Tabasco) fue seleccionada para su publicación en el 2019. Poemas y textos suyos han aparecido en múltiples medios impresos y electrónicos del país. Es egresada del diplomado en Literatura Mexicana del Siglo XX impartido por el INBAL y del diplomado en Creación Literaria por la Escuela de Escritores José Gorostiza.

Compartimos una selección de poemas y el epílogo del libro Para que exista, Premio Municipal de Poesía Teodosio García Ruiz 2022, editado por el Fondo Editorial del Municipio de Centro (FEC), en Tabasco, 2023.i

QUE EL CAUDAL DE TUS ANCESTRAS TE ACOMPAÑE

Mis abuelas fueron mujeres valientes, de larga descendencia y vastos consejos.

Ellas me enseñaron que Dios aprieta, pero no ahorca, y la fertilidad habita en la punta de la lengua.

Uso mi lengua y rezo para ser fértil. Descifro en el cielo un aroma de nube, de mar tibio, de papagayos libres al viento cualquier mañana de domingo. En ese páramo imagino a mi hijo, incendio el rezo.

Rezo: imanto en la oscuridad de esta calle una estrella de esperanza,

Rezo: por la planta que quiere echar raíz profunda en mi desierto.

Rezo: todos los libros que leo llevan por nombre, Tiempo al tiempo.

Rezo: mientras deambulo, escindida, en este espejo de realidad y sueño.

LOS CAMINOS TAMBIÉN ESTÁN LLENOS DE TONALIDADES Y NO TODOS

LOS CAMINOS CONDUCEN A ROMA

Necesito encontrar en los libros, danza de imágenes, una pista, señal, guiño; que una cauda de letras me acompañe en este viaje guiado, pero incierto, hacia las lindes desiertas de mi cuerpo.

DE CÓMO LOS SERES HUMANOS SOMOS CONTROLADOS POR LAS TONALIDADES

En esta ciudad nada y todo pasa. El café no encuentra un conducto, el vaso, la vena, para aplicar sus hechizos de taumaturgo oscuro.

Desde que me sé violeta tengo libros y poemas a medias; los barcos de papel no encuentran en mis ojos su destino.

Estoy violeta, triste, niña oscura, sola, en esta ciudad de ceibas maternales que no cumplen en mi vientre su escritura.

Descarga el libro en la siguiente dirección: https://www.villahermosa.gob.mx/BiblioCentro/Poesia/Para%20que%20exista-digital-1.pdf

EXISTE

UNA PASTILLA QUE DEPURA LA ESPERANZA

Hermoso parque, hermosos niños, hermosa tarde, pero en la banca hay un lugar vacío. Coral Bracho

Se ha ido la luz en mi casa.

Son las tantas horas de la tarde y supongo que en alguna plaza una mamá toma helado con su hijo, y en el parque un papá encuentra en dos manos de tierra la alegría.

Yo no sé cómo encender la luz esta tarde en mi casa.

Se ha ido.

Se fue también la semilla, sangre querida, culebra roja de lengua bífida entre mis piernas.

No hay luz en casa.

No hay cerillos.

No hay velas.

No hay hijos.

EPÍLOGO

Te miro a como el hombre ha contemplado desde siempre: la forma indecisa de las nubes, el vuelo errante de un pájaro, la locura desbocada de la lluvia, la tintura de los sueños, el río, las flores, el mar.

Hoy, a mis treinta y tantos años te miro tanto y tan cotidiana que mi asombro por ti nunca será suficiente.

Virginia Aguirre Cabrera
Para María

Perspectiva descendente, de Luis Vicente de Aguinaga

Decir que Perspectiva descendente es un gran libro no es noticia: Luis Vicente de Aguinaga nos ha acostumbrado a la alta orfebrería que surge de su pluma como si no hubiese un esfuerzo detrás, como si hablase así, de manera cotidiana, con ese ritmo impecable, esa paciencia, esa agudeza y delicado sentido lúdico. Los poemas de este nuevo libro suyo evidencian una “escritura” lejos del escritorio: una mirada incansable e inquieta que a diario va reelaborando sus asombros desde el milagro de ser en un cuerpo que camina, observa, huele y mira hacia dentro preguntándose siempre. Pudiera creerse —al leer y dar vida dentro de nuestra vida a cada poema— que el trabajo en el escritorio ha sido mínimo, que los poemas han surgido ya plenamente formados a partir de todo ese tiempo de maduración en el interior del poeta. Su lectura es suave, fácil, relajada; su profundidad tan observable como el fondo de una charca en plena calma. Hawthorne aseveraba que una lectura fácil procede de una escritura difícil: easy reading is damn hard writing . Ésa es la generosidad del gran poeta: que el lector no intuya siquiera que ha trabajado tanto en sus poemas moldeándolos, ajustándolos, borrando aquí y allá, buscando por horas o hasta días el giro, la palabra precisa. El lector no tiene por qué saber nada de eso. Tiene que saber en cambio de verduras, cabello, zapatos, las iniciales de los amantes en el árbol, lo que llevamos dentro del cuerpo y del alma. Tiene que saberlo de manera directa, transparente y sencilla. Kobayashi Issa escribió: “En este mundo/caminamos sobre el infierno/mirando las flores”. Si el poeta ha atravesado el infierno de la creación artística no es importante: al lector se le entregan sólo las flores. Y hay abundancia de ellas en este precioso poemario que incluye, además, traducciones al inglés y francés de Robin Myers y Françoise Roy, respectivamente.

ARMISTICIO

Tras extenuantes años de conflicto, al fin estoy en paz con mi cabello. Es una paz, como se dice, muy largamente acariciada.

Siempre me fastidiaron sus enredos. En realidad, ya nunca digo siempre y sólo a veces digo nunca, todo con tal de huir de tantos rizos y tantos bucles en el tiempo.

Él detestó disciplinadamente desde la infancia las tijeras, maldijo cada cerda del cepillo y se burló de mí por cada burla que le vino de calvos o de lacios.

Nos tomó una niñez aceptarnos de jóvenes, toda la juventud soportar la vejez, pero al final nos entendimos cada uno como extensión del otro. Por décadas nos fuimos desafiando cada mañana en el espejo, hasta que, sin saberlo, los gestos de amenaza se volvieron caricias en el aire y en cada mililitro de la ducha.

Pobres de ustedes, hortalizas. Pobres verduras. Trágicas legumbres. Pobre col por mitad. Pobres ejotes despuntados. Berenjenas llorosas, afligidas lechugas, espinacas tristísimas: las compadezco tontamente, como se apiada un bruto del pájaro al que atrapa.

Bajo el chorro del fregadero lamento su destino: parece que las lavo con mis lágrimas. Después las descogollo y las desflemo, las rebano y las pico, las rehogo, sofrío y salpimiento, las desfiguro y las destruyo en busca de su alma, y encima las remato cuando anuncio: “La cena está servida”.

DE LA CANASTA

Libros

Esquemas para mirar a través de una ventana*

Entiendo a José Antonio Banda como a una persona con un conocimiento amplio sobre poesía, sobre la literatura y sobre el arte en general. Es amigo leal y sincero. Pero entre sus múltiples cualidades destaco una que para mí es rasgo cautivante: es un conversador excelente, apasionado de los temas que le gustan y presto a llevar al terreno del duelo sus ideas. Cuando el azar o la necesidad de hablar nos ha reunido, él lleva un 90% de la carga conversacional. Yo sólo me defiendo de vez en cuando con alguna frase breve para que él continúe la exposición del tema. Él me dice maestro, pero yo no lo creo. Él sabe mucho más, pero aun así somos el complemento perfecto para cumplir el ciclo del habla emisor-receptor. Y a mí me gusta ese 10% con el que participo pues su charla es siempre amena y acertada, de hombre que ha leído y asimilado mucho. Entonces cada que el tiempo libre nos vuelve a reunir mi único trabajo es aprender, aunque a veces tampoco esto es fácil. La carga teórica y los recursos ejercidos por él me abruman a veces y me dejan fuera de combate en unos cuantos rounds.

De ahí mi curiosidad al empezar a leer Esquemas para construir una ventana. ¿Cómo es la prosa de este muchacho que para mí es ante todo un poeta? Pasar de poeta a escritor es fácil, creo. Lo difícil es lo contrario, me dije para darme ánimo. Descubrí con alegría que la prosa de José Antonio Banda es como su conversación: amena (que ya es mucho decir de un texto narrativo), llena de una intención por descifrar el sentido último de la experiencia vivida o leída. Hay aquí un dominio de la palabra, un deseo casi siempre logrado de condensación del lenguaje para hacer que cada palabra adquiera su lugar y peso exactos.

José Antonio Banda estructura su novela intercalando el relato de su enfermedad COVID-19 y la pérdida de personas de su familia. La estructura es sencilla, pero esa sencillez permite ahondar en lo fundamental: cómo se enfrenta la muerte, cómo es su reacción ante una enfermedad de pronóstico incierto. La experiencia de un hombre es la experiencia de todos, dice Borges. Yo entiendo que uno enfrenta los días de su vida y la adversidad con sus mejores armas, y la mejor arma de José Antonio Banda es su palabra, sus lecturas y su vocación de poeta:

Ayer sufrí de insomnio […] Como Mallarmé durante la noche en blanco de Tournon, abismándome en las geografías de mi memoria, fui consciente del paso del tiempo. No la destrucción sino la imagen de mi futura muerte fue mi Beatriz. Ayer me encontraba en Madrid caminando por la Gran Vía, deslum-

brado por la flor de mis 23 años. Ayer oí de nuevo al hombre sentado junto a la puerta principal de la casa del libro pidiendo una moneda a cambio de un poema escrito al momento. Ayer tenía la mirada fija en el paisaje urbano de Alcorcón, leía a Lorca […] Ayer me encontraba en un pasillo de Valenciana con mis lentes negros, sentado en un equipal, escribiendo notas distanciado y distante de mis compañeros. Ayer todavía era un treintañero y mi visión era un horizonte vacío de preocupaciones, una mentira contada en voz alta.

¿Qué más se puede pedir de un libro sino el espejo de nuestro propio yo? Esquemas para construir una ventana está lleno de momentos poéticos que el autor resuelve con excelentes tiradas líricas plenas de verdad sobre la condición humana. En otra parte escribe, al referirse a su contagio del COVID-19: “Es verdad, las que cuidan siempre son mujeres. Mi padre y su hermano tardaron días en preguntar por mi salud”. En su enfermedad tiene la fortuna de contar con Sara, su novia, con su sobrina y con su madre quienes con su relativa cercanía ayudaron en la soledad del trance. Está implícito aquí: la mujer es la que da la vida en la tierra y la cultiva. El hombre es la energía vital, la energía de reacción, pero quien crea y mantiene la vida es la mujer. De ahí que, dice el maestro Efraín Bartolomé, los nombres de las mayores cosas sobre la tierra y en el universo sean nombres femeninos. José Antonio Banda lo sabe.

A lo largo de este libro el autor echa mano de los poetas para agregar citas o paráfrasis que renuevan la continuidad del texto, que le ayudan a caminar por el paisaje triste de sus memorias del padecimiento. Mallarmé, Lorca, Machado, Manrique, Louise Glück, Eliot, Szymborska, y los nuestros y recientes Ibán de León, Elisa Díaz Castelo, etc. Este portentoso ejército de poetas acompaña y ayuda a José Antonio Banda en la batalla contra la enfermedad y en la necesidad de transformar la experiencia personal en arte. En casi todas las anécdotas que se leen aquí, siempre hay la búsqueda de un significado cuya función es reordenar el caos. Los actos más triviales esconden conocimientos profundos de uno mismo. En sus muchos días de confinamiento José Antonio Banda se enrola con una telenovela simple y cursi que lo devuelve a su juventud. Recordando esos años juveniles:

“[…] mi memoria arrojó su red desde la barca del presente para atraer a ese otro hombre que alguna vez fui, el cursi que se sonrojaba ante cualquier cosa, el que deseaba expresarse también con un humor negro como una forma de afrontar el mundo. ¿Quiénes somos realmente? Al volver la mirada al pasado me encuentro a un hombre que se llama como yo, que se viste como yo vestía, que posee mis rasgos y habla como yo hablaba, pero que, desde luego, ya no tiene mucho en común conmigo. ¿O es al revés? ¿Seré yo quien ya no tiene nada en común con ese

hombre? ¿Será que la vida sólo es un montaje fruto de la nostalgia?”

Esto me retrotrajo a mi casa en Tamaulipas y a unos versos de Alberto Caeiro:

Cuando la luna cae sobre el pasto, no sé lo que me recuerda. Me recuerda la voz de mi vieja criada contándome cuentos de hadas y de cómo Nuestra Señora, vestida de mendiga, andaba por los caminos socorriendo a los niños maltratados.

Si ya no puedo creer que esto es verdad ¿para qué cae la luna sobre el pasto?

Existe en nosotros la tendencia de mirar el pasado con nostalgia, como un sitio de fracturas y pérdidas. Entiendo que todo en la vida es ganancia y que nuestro deber es aprovechar esos instantes en conocimiento propio y del mundo. En el caso de la prosa de José Antonio Banda, la frase poética resume el conocimiento adquirido. La frase poética es el espejo de nosotros mismos, es la figura que el escultor extrae del bloque de mármol que viene a ser como la vida se nos presenta. Casi al final del libro, el autor escribe: “Sé […] que describo una visión idílica. Todo acude al espejo de la memoria con un rostro amable. Las grandes pérdidas magnifican el pasado. En todo corte abrupto del tiempo no hallamos otra forma de unir los pedazos de nuestra vida fragmentada”. Se refiere él a una larga cadena de enumeraciones de todo lo perdido en su infancia. Lo he leído porque se me hizo muy significativa la frase con que abre el siguiente párrafo: “Sin darme cuenta, la tarde inclinó su rostro sobre la ciudad”. Una frase totalmente literaria, ajena al sentimiento, a la emoción, una prosopopeya que lo aleja del orden de la nostalgia, un intento por regresar a lo que es un poeta que lucha y trabaja todos los días con recursos de lenguaje, un regreso a su vida diaria actual y el desprendimiento paulatino del dolor de la reclusión y del agobio. El tiempo erosiona y vuelve yermos los lugares donde floreció la vida y todas las manifestaciones humanas. Existe en este libro un intento por luchar contra ese avance ineluctable, una verdad íntima y personal que todos deberíamos confrontar con nuestro propio yo interno. El poeta dice: “quiero creer que la vida entera no es sólo cosa de un momento. Quiero creer que nuestras palabras son actos y que nuestros actos son una verdad plena y duradera. Quiero pensar que esa verdad nos libera de la muerte”.

*José Antonio Banda, Esquemas para construir una ventana, Fondo para las Letras Guanajuatenses 2022, Ediciones la Rana, 2023.

Almácigo Ediciones: Escribir desde la cara oculta de Oaxaca

Continuamos hablando sobre la nueva propuesta editorial independiente: Almácigo Ediciones, surgida este año en Oaxaca y sobre los libros editados hasta ahora. En el poemario Saharasia, Nallely Tello Méndez, si bien evoca laceraciones constantes, celebra asimismo la serenidad, en contrapunto a la sostenida confirmación de que “en el dolor / nos disponemos a la vida”. Este libro nos sorprende por su valoración de situaciones y circunstancias fragosas, convirtiéndolas en lección para remontar calamidades dentro de un orden secreto que afirma la vida más allá de los quebrantos.

Nallely Guadalupe Tello Méndez nació en Santos Degollado, Oaxaca. Maestra en Sociología, es además editora, escritora, radialista y activista por los derechos de las mujeres. Ha colaborado en el colectivo editorial Pez en el Árbol. Su primer libro fue La tierra que nos separa (Casa de las Preguntas, Dilema Edicion-es, Pez en el Árbol, 2020). También ha contribuido a las antologías Como si estrechara tu cuerpo. Poetas nacidos entre 1970-1989 (Dilema Edicion-es, 2019) y Escribir es lo desconocido (1450 Ediciones, 2023). Afuera está el abismo. Historias, libro de relatos de Antonio Pacheco Zárate, destaca por su recreación de personajes marginales o marginados en una sociedad vulnerada a su vez por la violencia, la discriminación y las difíciles condiciones económicas. Con los temas y los personajes que examina, el narrador expone un ámbito usualmente soterrado en Oaxaca. Se adentra en ambientes sórdidos o

desoladores, aunque su comprensión para con los personajes evita que se enfrasque en clichés, visiones unívocas y el regodeo en aspectos repelentes de un sector social cuya representación en la narrativa mexicana suele ser estereotipada.

Antonio Pacheco Zárate es originario de Santa Catarina Juquila, Oaxaca. Escritor autodidacta, amplió su formación en foros literarios de internet y en el Colectivo Cuenteros. Sus cuentos se han publicado en periódicos locales, revistas, portales literarios y en diversas antologías. En 2020 publicó la antología de cuentos Sol de agosto, y en 2021, Centraleros, su primera novela, fue publicada por Matanga Taller Editorial. En cuanto al volumen de ensayos Reinventar el mundo con las niñeces. Del adultocentrismo a las perspectivas niñas, coordinado por Gabriela Magistris y Santiago Morales, conjunta “las voces de actores que reflexionan y ponen en debate muchas aristas del adultismo con el que se han enfrentado desde sus acciones y analizan la experiencia política de distintos colectivos o que han vivido directamente, coincidiendo en la importancia y el valor de que las niñeces sean escuchadas, así como tener espacios colectivos donde puedan ejercitar su opinión, sus puntos de vista, sus deseos y sueños para ponerlos en movimiento, reinventar y transformar de manera colectiva y transgeneracional el mundo que habitamos todes”.

Así, el libro reúne ensayos militantes sobre la educación, de la autoría de Magistris, Morales, Alejandro Cussiánovich, Camila Condorí, Eliud

Torres, Gael Palape, Guadalupe Almirón, Julieta Solange López Olea, Marcia Mara Ramos, María de los Ángeles “Chiqui” González, Marta Martínez Muñoz, Mateo Llanquinao y Monserrat Franco Alba.

El conjunto de ensayos testimoniales de estos autores permite recomendar que se traiga “al centro de la política una perspectiva niña [que] nos invita a re-accionar a este mundo del revés desde otro lugar, desde un lugar abierto al juego, a la risa, a las interrupciones, a los caminos sin llegadas, al asombro, a la ternura, a la solidaridad, a la nostredad, como dice Marlene Wayar”, señalan en su prólogo la compiladora y el compilador.

Las propuestas son polémicas por su desafío a la prevalencia del interés de las personas adultas, y tal polémica resulta sana en un momento en que autoritarismo de toda laya pretenden imponerse en Latinoamérica; sobre todo, porque algunas posturas que se asumen como “de avanzada” no desechan posturas autoritarias como la del adultocentrismo.

Gabriela Magistris es magíster en Derechos Humanos y Políticas Sociales y doctora en Ciencias Sociales. Su trayectoria académica gira alrededor de los procesos de institucionalización de los derechos de los niños/as en las prácticas profesionales de los equipos de promoción y protección de derechos en la provincia de Buenos Aires. Entre sus libros se encuentra El magnetismo de los derechos: desplazamientos y debates en torno a los derechos de niñas, niños y adolescentes (CLACSO).

Por su parte, Santiago Morales es

sociólogo y educador popular. Cuestiona el adultocentrismo y colabora en la cooperativa editorial Ternura Revelde.

En cuanto al poemario Hermoso mundo de pecado, de mi autoría, me limito a señalar que reúne poemas que escribí de 2001 a 2020. Mayormente son textos de carácter testimonial, basados en fenómenos sociales que ocurrieron en Oaxaca a partir de 1997. La última sección del libro está formada por una breve antología personal extraída de mis otros cinco poemarios, publicados entre 1991 y 2008.

Sobre Hermoso mundo de pecado, la psicoanalista Carlotta Garjuá señala: “la antología de Pech hace una insinuación al concepto de pecado sin rematarlo con circunscripciones explícitas. Es por ello que en un primer acercamiento no podemos definir si el título —que hace referencia a la hermosura del pecado— es un regodeo a expensas de su experimentación o una sátira de sus consecuencias fatídicas, esas que salpican sus restos más allá de la cartografía intimista”.

Para cerrar esta reseña sobre Almácigo Ediciones, es de rigor destacar las contribuciones de artistas visuales en sus portadas: los misteriosos retratos de la pintora Soledad Velasco que ilustran la portada e interiores de Saharasia; el dibujo de Kar Ricárdez / Chila Killa que infunde colorido a la tapa de Afuera está el abismo; la ilustración de Eliud Torres para la portada de Reinventar el mundo con las niñeces, y la sensual escena apocalíptica de José Parra que ilustra la carátula de Hermoso mundo de pecado.

Editoriales independientes

Juan Álvarez del Castillo Ledesma y Jeanne Saade Palombo en el Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez*

Geometría, entre el movimiento y el equilibrio

Juan Álvarez del Castillo Ledesma ha hecho de la precisión su divisa; y semejante exactitud, que recorre a vuelo de pájaro toda la fábrica de su obra como corpus, oscila en honor a Kepler y Newton entre el movimiento y el equilibrio. Renuncia al reposo, se erige en cinetismo puro: efectos visuales de desplazamientos reales. Abstracción precisa, justa y cadenciosa, que no está exenta de cierta dosis poética, capaz de transformar las líneas de la construcción de los objetos en versos identificables con la mirada. Danza de los polígonos con todo y sus caras, aristas y vértices. Experimentos centrífugos en el espacio y centrípetos en su propio eje. Ludismo apenas contenido que invita a la contemplación y la meditación tántrica, brinda armonía en sus ecos salmódicos. En sus orígenes la luz y el entorno son la materia prima de toda creación, pariendo vanos y macizos, postulando estados objetuales dinámicos y estáticos, recorriendo las posibilidades de la Kinesis helénica (en griego, κίνηση: movimiento) transformada en flujo artístico constructivo: estable o fijo, desplazable o móvil y capilar o penetrable, según la escala de la composición.

La demostración de cómo el artista concibe su producción recurre a la bidimensionalidad del dibujo y su materialización volumétrica, recorrido del plano a la masa o bulto, donde ambos márgenes o flancos se mueven o pretenden moverse funcionando como ejes de su propia gravitación. Mientras los planos demandan el recorrido del espectador, casi perimetral, por lo menos de un extremo a otro del soporte de papel, las esculturas se mueven al capricho de quien observándolas las pone en acción o las atisba al cercarlas. Una peculiaridad reside en que en los casos en que sí ocurre la oscilación del objeto su animación no depende de algún artilugio mecánico, sino del más simple equilibrio precario capaz de parir un vaivén perene. Tributo al ilusionismo del Op-art. Cada pieza de Juan Álvarez del Castillo Ledesma alienta la percepción del espejismo de movimiento, vibración, desvanecimiento de formas, variación de las tonalidades, la profundidad y la luminosidad. Dibujos y esculturas que escrutan el nexo entre la retina y el metabolismo cerebral, suscitando efectos reales o figurados de cambio o alteración. Ahora bien, las propuestas visuales y matéricas no se ciñen a la representación de lo real y sus manifestaciones, sino que son incursiones de la imaginación o la fantasía en las variantes de los prismas y los poliedros perfectos. Y esta obsesión formal evoca, tal vez ignorándolo, algu-

nos versos del poema “Descartes”, en el libro La cifra (1981) de Jorge Luis Borges (1899-1986):

He soñado la geometría.

He soñado el punto, la línea, el plano y el volumen. (...) Acaso sueño haber soñado.

Intuiciones del infinito

La estética de Jeanne Saade Palombo se distingue por adentrarse en los vericuetos e intersticios de la metafísica, lo inaccesible del ser a través de la experiencia, y la ontología, la naturaleza del ser en cuanto ser. Se ha impuesto la tarea, gozosa, por cierto, de adentrarse en los orígenes de la creación y comprenderlos conceptual e iconográficamente, a través de sus representaciones. De prolijo simbolismo, su densidad compositiva muestra una debilidad por los acertijos: imágenes significantes que atisban a sus espectadores, inoculándoles el aguijón de su asombro filosófico, siendo ecos visuales de sus preocupaciones intelectuales-ocupaciones prácticas por pillar el espíritu de las cosas, los entes y los seres. De modo tal que adentrémonos, como voyeurs de tan exquisito corpus, hurguemos, en los sueños en vigilia de sus obras-piezas devotas de la armonía (equilibrio y proporción) entregada –quizá sin saberlo- a imaginar objetos en calidad de orbes de significado que funcionen como “escaleras de Jacob”, capaces de facilitar el ascenso y descenso a la bóveda celeste. Tan compleja hacedora de constelaciones trascendentes sabe que la vida es una chispa proveniente de la contracción de la luz infinita, creada por el fuego, alimentada por el agua, modelada por el aire y engendrada por la tierra. Jeanne Saade Palombo emula este itinerario, lo hace con profundidad y belleza, sin sucumbir a la” desmesura”, esa incorrección que los griegos llamaron la hybris (en griego de la lejanía, ὕβρις), pretender emular a los dioses.

El despliegue de trazos y manchas en sus telas enhebra una objetividad elusiva, cambiante, que desafía las convenciones de la percepción, alterándolas en una cadencia de futuros anteriores: aquello que pudo haber sido y no fue, con una subjetividad rebelde, crítica, que no reconoce la inmutabilidad de la realidad como destino. Para esta digna heredera de la sofisticación y el refinamiento de Aleppo (Khalpe o Beroea para la Hélade, y Halep para los otomanos y bizantinos), los cuerpos que se alojan en sus telas y papeles se metamorfosean, dejan de ser, convirtiéndose en manchas, empeñados en que se les reconozca más allá de sus confines físicos,

justo en su ser evanescente, ese no se qué alusivo a la conciencia y lo intangible. Este universo plástico deviene un arco de estados y situaciones, pensados y construidos, que encuentra en la metáfora del “puente” una fórmula exacta para descifrar el tránsito entre los accidentes del terreno, ese suelo suspendido sobre vados y oquedades.

el aforismo de

est le plaisir de la raison; mais le désordre est le délice de l'imagination (El orden es el placer de la razón; pero el desorden es la delicia de la imaginación). Gocemos sus hallazgos pictóricos, seamos su compañía en tan delirante viaje de la imaginación rumbo a las Intuiciones del infinito.

* Las exposiciones fueron inauguradas el pasado viernes 19 de julio de 2024 y puede visitarlas durante esta temporada vacacional.

Jeanne Saade Palombo cumple a cabalidad
Paul Claudel: l'ordre
Jeanne Saade en el MAAMF de Zacatecas
Juan Álvarez del Castillo en el MAAMF de Zacatecas

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