La Gualdra 568

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Desterrados,

“Ante la usurpación de nuestro paraíso de infancia, el lugar al que siempre anhelamos volver porque ahí perdura nuestra raíz, el núcleo de nuestra sangre: la nostalgia nos convoca una y otra vez a ese rincón que preserva los días más luminosos de la experiencia humana. Desde una óptica actual, Juan Carlos Villegas propone en Desterrados otra lectura sobre la pérdida del edén, a partir de personajes y espectadores de la puesta en escena El Coloquio (símbolo de los lazos familiares, brasa de comunión, punto de encuentro entre quienes han emigrado y quienes decidieron quedarse a residir en el hogar materno)”. Ibán de Léon

[Más de “Desterrados”, exposición de Juan Carlos Villegas, en páginas centrales]

SUPLEMENTO CULTURAL NO. 568 /// 3 DE ABRIL DE 2023 /// AÑO 12 DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN caseína óleo /tela x serie 2023

568 La Gualdra No.

El Festival Cultural Zacatecas 2023 dio inicio y ya la semana pasada tuvimos una muy buena jornada de apertura de exposiciones de artes plásticas. Vale la pena que en esta temporada vacacional asista a lo que en distintos espacios se ha programado y en los que se presenta una buena muestra de la producción de nuestros artistas zacatecanos; también es oportuno que vaya planificando, de entre todas las opciones que el festival ofrece, cuáles son a las que va a asistir. Para esta semana, van nuestras recomendaciones gualdreñas:

Este lunes 3 de abril, en el Museo Felguérez a la 1 de la tarde, el recital de piano con Vladimir Petrov (Rusia). En el Teatro Ramón López Velarde, a las 18:00 Hrs., la Compañía Nacional de Danza con “Don Quijote (suite)”. En el Templo de Santo Domingo, 20 Hrs., “Réquiem de Bruckner” con la Orquesta de Cámara y el Coro del Estado de Zacatecas. En la Plazuela Goitia, 9 de la noche, Tradición Jarabera Zacatecana. En la Plazuela Miguel Auza (foro de Música del Mundo), Orquesta Basura, a las 10 de la noche.

El martes 4 de abril: el pianista zacatecano Elías Manzo se presenta en el Museo Felguérez a la 1 de la tarde. En Catedral, a las 5 de la tarde, música sacra con la Compañía de Ópera de Zacatecas. Kevin Johansen, de Argentina, se presenta en Plaza de Armas a las 8 de la noche; música flamenca, balcánica y mediterránea, a las 10 de la noche, en la Plazuela Miguel Auza, con el grupo Na Wa Nur.

Miércoles 5 de abril: en el Museo Felguérez a la 1 de la tarde, recital de piano de Tony Yike Yang (Canadá). En el templo de Guadalupito, a las 6 de la tarde, el Trío XIX, con “Arias, arietas y canciones del siglo XIX”. A las 6 de la tarde, la Orquesta de Cuerdas Comunitaria Manuel Felguérez en la nave del Museo Rafael Coronel. Teatro Calderón, 19:30 Hrs., “Tártaro. Réquiem de cuerpo presente para un niño que aprendió a matar”, con la Cía. Teatro sin Paredes. En el Templo de Fátima, a las 19:50 Hrs., el “Stabat Mater de Karl Jenkins”, con el Coro de Cámara y Solistas de Zacatecas. Plazuela Miguel Auza, 10 de la noche, el grupo sonorense de rock Hamac Zaziim; a las 7

abre Euterpe Jazz, de Zacatecas.

Jueves 6 de abril: En el Museo Felguérez, a la 1, el pianista Aristo Sham (Hong Kong). En la nave del Museo Rafael Coronel, a las 6 de la tarde, la Orquesta de Cámara Aramara. Teatro Calderón, 19:30 Hrs., “Tártaro. Réquiem de cuerpo presente para un niño que aprendió a matar”, con la Cía. Teatro sin Paredes. En Plaza de Armas, 8 de la noche, se presenta Ismaël Lô, de Senegal. A las 10 de la noche, en la Miguel Auza se presenta el grupo de rockabilly Rebel Cats.

Viernes 7 de abril: Teatro Calderón, 18:00 Hrs., Cuarteto Aldebarán (solista Dianelys Castillo, clarinetista de Cuba).

En el Teatro Ramón López Velarde, a las 18:00 Hrs., Teatro de Ciertos Habitantes, de la CDMX, bajo la dirección de Claudio Valdés Kuri, presenta “Quijote, vencedor de sí mismo”.

Sábado 8 de abril: En el Museo Felguérez, a la 1, el recital del clarinete y piano con el Dúo Escareño Vital, de Zacatecas. En la nave del Museo Rafael Coronel, a la 7 de la tarde: cantos y danzas, música medieval con Favola in música, de la CDMX. En la Plazuela Miguel Auza, jazz con Djiby Diabaté Quintet, de Senegal, a las 8 de la noche.

Domingo 9 de abril: El cuarteto de cuerdas José White, se presenta a la 1 de la tarde en el Museo Felguérez. A las 19:00 Hrs., en la nave del Museo Rafael Coronel, la Camerata de la Ciudad de Zacatecas presenta “Remembranzas de Casa”, con Juan Vázquez como director invitado. En el Teatro del IMSS, a las 19:00 Hrs., el grupo de arte alternativo El Escarabajo presenta la obra “El silencio de las muñecas”. A las 10 de la noche, en la plazuela Miguel Auza, jazz con Diego Maroto Jazz Power Hammond Trío.

Le recuerdo que diariamente hay conciertos de guitarra en el Museo Pedro Coronel; y que en la Ciudadela del Arte habrá una muestra, imperdible también, de comida tradicional zacatecana a partir de las 2 de la tarde. Consulte el programa completo en la página del festival para más detalles.

Que disfrute su lectura.

Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

Contenido

Viejo Joaquín Trujillo. Sí, I’am el viejo Joaquín Trujillo en el Museo Francisco Goitia

Por Adela Bañuelos y Joaquín Trujillo

Desterrados [De Juan Carlos Villegas, en Galería Irma Valerio] Por Ibán de León

Una visión de la historia a lomos de la palabra [Sobre Gestos del centauro, de Marcos Daniel Aguilar] Por Conrado J. Arranz Mínguez

Carlos Castaneda o el aprendiz del maestro chamán Por Sigifredo Esquivel Marín

Sobre Poemas testigos, de Manuel Luna [Prólogo]

Por Francesca Gargallo Celentani

2 LA GUALDRA NO. 568 /// 3 DE ABRIL DE 2023 /// AÑO 12
La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores. Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx
Directorio Editorial
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Viejo Joaquín Trujillo. Sí, I’am el viejo Joaquín Trujillo en el Museo Francisco Goitia*

Trujillo utiliza su patrimonio personal en el “Viejo” para promover la investigación para todos, observa, identifica y promueve el coraje y la seguridad personal, compartiendo y expresando lo que nos identifica. El uso de metáforas culturales similares para construir puentes con simbolismos que hablen a través de los océanos y cielos que nos unen.

Con esta tradición Trujillo asume su propia personalidad de el “Viejo”, misma que al apreciar a Francisco Goitia a través de su obra Danza indígena ve proyectada, provocando una catarsis para ver nacer el presente proyecto expositivo.

Trujillo explica: “Yo estoy proporcionando un pase seguro para mí y para aquellos Joaquines que hoy aún tiemblan bajo el filo hiriente de las palabras que los marginan, juzgan y condenan, con motivo de que mi procesión por la vida se haga realidad, para salir y ejercer mis propios nuevos súper poderes”.

El artista visual Joaquin Trujillo muestra fotografías en diversos tamaños que van desde pequeño hasta el gran formato, video, instalación e intervenciones que se extralimitan a las salas de exposición temporal comenzando por el jardín como primera impresión del espacio, pasando por el vestíbulo y las salas de exposición permanente dedicadas a Francisco Goitia.

Con ello comenzamos los festejos del 45 Aniversario del espacio museístico. Larga vida a todos los VIEJOS con súper poderes y larga vida a este espacio en el que podemos disfrutar de ellos.

3 DE ABRIL DE 2023 3 Exposiciones
Donde caigan. Este Viejo sonñaba contigo. Soy el Viejo, tú eres el Viejo Él es el Viejo, ellos son el Viejo. El tropiezo.

Exposiciones

Desterrados [De Juan Carlos Villegas en la Galería Irma Valerio]

En las Bucólicas, de Virgilio, puede leerse ya el tema de la pérdida del paraíso (Arcadia) como consecuencia de la guerra (en la égloga I el pastor Melibeo se queja con amargura por la confiscación de sus bienes y el destierro al que se ve obligado: dejará atrás su choza, los campos labrantíos, todo aquello que encarna la dicha del suelo patrio). En un contexto cercano, es quizá “El retorno maléfico”, de Ramón López Velarde, el poema más conocido sobre la experiencia dolorosa que trae consigo la violencia en los sitios que guardan la historia personal, íntima, de sus moradores (en este caso, el hijo pródigo regresa al pueblo devastado por los embates de la Revolución Mexicana).

Ante la usurpación de nuestro paraíso de infancia, el lugar al que siempre anhelamos volver porque ahí perdura nuestra raíz, el núcleo de nuestra sangre: la nostalgia nos convoca una y otra vez a ese rincón que preserva los días más luminosos de la experiencia humana. Desde una óptica actual, Juan Carlos Villegas propone en Desterrados otra lectura sobre la pérdida del edén, a partir de personajes y espectadores de la puesta en escena

El Coloquio (símbolo de los lazos familiares, brasa de comunión, punto de encuentro entre quienes han emigrado y quienes decidieron quedarse a residir en el hogar materno). Si en Virgilio y en López Velarde es palpable el retorno, los personajes de Desterrados –que se erigen como evidente representación del sentido de pertenencia- parecen mirar hacia lo imposible del reencuentro con la tierra amada: expulsados, son figuras casi fantasmales que habitan a la intemperie, tras un horizonte roto: el miedo recorre ahora las entrañables calles de la niñez.

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6 Por Ibán de León Oh,fortunalisonjera,quealrevésvolteaslarueda. Óleo sobre tela. 150 x 150 cm. 2023. Ángelcaídodeloscielos. Acrílico craquelado con caseína y oìleo sobre tela. 116 x 116 cm. 2023. Amargodesvelo. Acrílico craquelado con caseína y óleo sobre tela 150 x 150 cm. 2023.

Huérfanos en espacios naturales que se abren hacia lo onírico, estos personajes observan o sueñan o imaginan: vuelven los ojos, con la tristeza propia de los desposeídos, hacia una fecha en el calendario que constituye además un punto geográfico (3 de mayo, en Potrero de Gallegos). Se adivina en sus expresiones, en el desánimo de sus cuerpos, una profunda soledad nacida del sentimiento de abandono: estamos solos, parece decirnos Juan Carlos Villegas, indefensos en medio del horror y lejos de nuestra raíz. Y, no obstante, en el desconsuelo de esos rostros y cuerpos, entre las grietas que asedian el paisaje, se percibe también, como pequeña llama que ha sobrevivido al frío de la intemperie, una secreta nostalgia, que no es sino esperanza, una promesa de regreso -sin plazo definido- a la casa primera, para compartir nuevamente, junto al fuego de la celebración, el pan sencillo del amor filial.

“La exposición “Desterrados” (2023) está conformada por paisajes con personajes solitarios; muchos de ellos son personajes del Coloquio de la fiesta de mi pueblo [Potrero de Gallegos, Valparaíso, Zacatecas], pero puestos en un contexto totalmente distinto al de su origen; es una especie de metáfora para hablar de todos aquellos seres que son orillados a dejar su tierra o su entorno; un poco como los migrantes, pero no sólo ellos, es una reflexión más universal, recordemos que desde la Biblia se menciona ya a "los desterrados" en varios de sus pasajes, incluso Adán y Eva fueron desterrados por Dios del paraíso; el mismo Lucifer fue arrojado del paraíso por su rebeldía, y como muchos de los personajes del Coloquio de mi pueblo son ángeles y demonios pues también hay esa relación con el destierro”.

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Exposiciones
Hijospródigos. Acrílico craquelado con caseína y óleo sobre tela 116 x 116 cm. 2023. PotrerodeGallegos. Óleo sobre tela. 92 x 112 cm. 2022. Juan Carlos Villegas. Foto de Carlos Segura. 2023 *Pinotepa Nacional, Oax.

Libros

Una visión de la historia a lomos de la palabra

[Sobre Gestos del centauro, de Marcos Daniel Aguilar]

Es ineludible acercarse a esta obra sin detenerse en el resplandor que produce una palabra como “centauro”, fiera en su sonoridad y evocadora de una fusión imposible que, sin embargo, formó parte del imaginario humano. Además, en nuestra cultura y para esta reseña, es también ineludible su vinculación con el ensayo, ya que Alfonso Reyes lo definió como el “centauro de los géneros” y sabemos que Marcos Daniel Aguilar es un especialista en la obra del escritor regiomontano. Gestos del centauro , libro de ensayos, apunta, por tanto, en una doble dirección: la de detenernos en las formas —los gestos— en que el centauro ha sido parte de la cultura de los países latinoamericanos tras sus independencias; y la de practicar el ensayo a partir de la imagen que sirvió para definirlo en estas latitudes.

Como si de un deslinde se tratara, Gestos del centauro parte en dos bloques la auscultación ensayística de este fenómeno en que convergen lo humano y lo equino. Por un lado, se fija en lo pictórico (“Pinceladas como crines”) y desfilan ante nosotros las obras de César Hipólito Bacle y de Ernesto Icaza, tipificadores plásticos del gaucho sudamericano y del charro mexicano, respectivamente; también las de Julio Ruelas, el zacatecano cuyas ensoñaciones prefiguraron un histórico bestiario, y Raúl Anguiano, buscador de los rasgos de la identidad mexicana en el encuentro festivo del rejoneador con el toro. Todas estas pinturas sostienen el ser de una nación a pinceladas. Por otro lado, lo literario (“Utopía del Centauro”), que hace converger a aquellos escritores argentinos que se fijaron en el gaucho, como Bioy Casares, José Hernández, Juan García Morales, Ricardo Güiraldes o Leopoldo Lugones, con aquellos otros mexicanos que, como Alfonso Reyes, reflexionaron sobre el devenir histórico de una nación a lomos de los caballos. De Reyes a lo universal siempre hay un paso, por eso tampoco resulta extraño encontrarnos con Saint-John Perse, con el que Aguilar emprende un viaje mitológico al interior de la humanidad, en cuyas luchas los vencedores piden a los vencidos sus caballos.

Precisamente detrás de la decisión de separar —a priori— lo pictórico de lo literario, podemos escuchar la voz del regiomontano en El deslinde pidiendo que la palabra se libere de

la jurisdicción óptica para acercarse más a la acústica, y así entender mejor la mímesis de la realidad que un autor emprende con su obra. Marcos Daniel Aguilar, primero, escucha el trotar de los caballos en las obras pictóricas y literarias que analiza; después, atiende al espacio de creación que pone de relieve su sonido, es decir, aquél en el que confluyen la representación y el creador; por último, se recrea en el eco del instante creativo para encontrar en las obras una esencia identitaria que explique el galopar de las naciones latinoamericanas en los últimos siglos. Al final, el lector encuentra el acto intelectivo

de explicar por medio de la palabra un fenómeno del que no pudo escapar la sensibilidad del escritor.

Ahora, aquella división entre lo pictórico y lo literario es un poco sui generis, porque la naturaleza del fenómeno que aparece reflejado como producto del ensayo de Marcos Daniel Aguilar tiende a realizar constantes transferencias entre ambas —como el propio centauro—. Así, por ejemplo, el ensayo dedicado a Bacle, parte de un recorrido por los cuadernos de Trajes y costumbres de la Provincia de Buenos Aires en los que observamos cartones costumbristas de oficios ejercidos sobre los lomos de los equi-

nos, pero nos dirige irremisiblemente a Don Segundo Sombra o algunos de los personajes del Manual de zoología fantástica de Borges, cuya centralidad será tal que acabará por precipitar el final del libro. O, en el recorrido inverso, el Aguilar observa en la obra Anábasis de Saint-John Perse, “un mapa poético en el que se devela la invasión y las intenciones de quien se siente poderoso sin importarle la humanidad”. Gestos del centauro multiplica los signos de ambas disciplinas para recorrer los caminos hermenéuticos que más nos interesan junto al autor.

Gracias a estas transferencias interdisciplinarias, propiciadas a su vez por la búsqueda que supone un ensayo, le es posible a Marcos Daniel Aguilar partir de un análisis pictórico para llegar a un devenir histórico de la literatura. Así, se fija con profunda atención en el imaginario del zacatecano Julio Ruelas, cuyos “óleos, acuarelas y dibujos no sólo buscaron la perfección de la forma, sino que se arrojaron a descifrar los sueños y miedos que integran la condición humana”. Dice entonces el autor que este camino le condujo al “rompimiento del positivismo y del mismo modernismo”, al conseguir que fuera la sustancia la que diera forma, y no al revés, lo cual antecedía las preocupaciones del Ateneo de la Juventud, cuya generación literaria acabó considerando a la idea por encima de la forma para expresarla. Como vemos, la obra pictórica es capaz de proporcionar una visión hacia la que cabalgaría la historia literaria. Comenzamos esta reseña dejándonos llevar por la fuerza simbólica de la palabra “centauro” y dejamos a un lado el “gesto”, el ademán que implica un principio del movimiento, un amago de dirección. En ese sentido, hay gestos conscientes que determinan nuestro intelecto y otros más inconscientes cuyas formas de aflorar a veces nos resultan desconocidas. Ambos nos definen y ambos también se reflejan en un ensayo. Gestos del centauro supone tanto el análisis racional de un fenómeno que llamó la atención de su autor, cuanto una tensión inconsciente de la palabra en la búsqueda de un discurso. Y esto quizá es lo más literario que tiene su lectura.

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Marcos Daniel Aguilar, Gestos del centauro, México, Ediciones Periféricas / Instituto Tuxtleco de Cultura, 2021

Carlos Castaneda o el aprendiz del maestro chamán

6 Por Sigifredo Esquivel Marín

Como muchos de mi generación he leído las Enseñanzas de Don Juan. Una forma Yaqui de conocimiento (México, FCE, 1974) y la secuela de obras subsiguientes. Los libros de Carlos Castaneda pueden leerse en diversos momentos de la vida con diversos fines. Luego he regresado varias veces al autor por los más inconfesados motivos. Mi interés en Deleuze y Guattari me llevó a leer varias veces Mil mesetas (Valencia, Pre-textos, 1994), en particular, la meseta “1730. Devenir-intenso, deveniranimal, devenir-imperceptible”, ahí viene un apartado titulado: “Recuerdos de un brujo” donde habla del devenir animal, de cómo el devenir animal siempre está en manada, constituye una multiplicidad. Si a la ciencia y al estado le interesa clasificar o dominar a los animales, separándolos de la cultura y la humanidad, a nosotros los brujos, dicen Deleuze y Guattari, nos interesan los modos de expansión, propagación y contagio. El devenir transgrede todas las fronteras, los sexos, las identidades. El devenir animal crea los más diversos contagios y agenciamientos. Los brujos siempre han sido anómalos y anormales. El devenir conlleva una mutación de la subjetividad y un cambio de percepción. Se trata según Deleuze y Guattari de cambiar la percepción, abrir líneas de fuga y de ruptura del orden. Las plantas de poder y el chamanismo posibilitan agenciamientos que transforman mundo y sujeto. La generación beat hablaba de una revolución molecular, luego vino lo que odría llamarse según Deleuze y Guattari: “la gran síntesis de Castaneda”. Hay todo un trabajo rizomático de percepción, para decirlo con los pensadores franceses. Donde la droga aparece como un agente del devenir. De forma muy especial habría que destacar las micro-percepciones moleculares y los estados de conciencia no ordinaria. Empero, también habría que tener mucho cuidado de las percepciones erróneas, según Artaud y Michaux, de los malos viajes. Para los jóvenes, y algunos no tanto, habría que advertir también que la droga no asegura la inmanencia. El drogadicto no viaja, se hunde en un hoyo negro de percepciones confusas, los drogadictos no han elegido la buena molécula, el agenciamiento vital, todo lo contrario, se hunden en la noche, la confusión sin fusión sagrada.

Fruto de un trabajo iniciado en la Universidad de Arizona y las lecciones de etnometodología de Harold Garfinkel de la UCLA, las Enseñanzas de Don Juan constituye una obra abso-

lutamente singular donde el investigador científico se convierte en discípulo de un viejo maestro yaqui, don Juan Matus y ahí inicia una experiencia que va a cambiar por completo su vida: “una revolución cognitiva total, cuya obra constituye un trampolín para saltar hacia nuevos horizontes de cognición”.

Obra enigmática, inclasificable, en los límites de la ciencia y la ficción, la obra despliega, por lo menos, dos grandes bloques de enseñanzas, un primer bloque tiene que ver con el diálogo de saberes entre las ciencias occidentales y los saberes indígenas ancestrales, el antropólogo deja de ser el sujeto que sabe para convertirse

en aprendiz de brujo y de chamán. La otra gran enseñanza es el camino de una sabiduría chamánica ancestral, no exenta de peligros, de riesgos, de mistificaciones. El devenir-brujo, el devenir chamán. Don Juan es un navegante del infinito. Decía que para navegar en lo desconocido se necesita pragmatismo ilimitado, cordura inmediata, agallas de acero.

Castaneda a través de Juan Matus y Genaro Flores (chamanes yaqui y zapoteco respectivamente) logra trascender la experiencia ordinaria de la realidad para acceder a una experiencia chamánica de las cosas. El chamán accede a un conocimiento iniciático de la realidad y también atisba las

fuentes de poder y de sabiduría. El chamán conversa con las plantas de poder, les canta, les pide ayuda e intercesión por su comunidad. Después de varias décadas de aprendizajes colectivos, podemos decir que el chamanismo amerindio implica todo un sistema-médico-espiritual-cósmico integral que tiene diversas funciones y dimensiones: terapéuticas, psico-sociales, culturales, estéticas, religiosas, ontológicas, políticas. El chamanismo abre un canal de comunicación y de comunidad entre lo sagrado y lo profano, lo invisible y lo visible, el más allá y el más acá. Las plantas de poder son solamente el medio no el fin. El chamán es el mediador entre diversos intermundos.

Para algunos seguidores de Castaneda y Eliade como Michael Harner el viaje chamánico permite entrar a un estado alterado de conciencia que conecta con una realidad que escapa a la razón. Consideran que el chamanismo nos regresa a nuestra naturaleza humana originaria donde podíamos hablar con plantas y animales. Técnicas o hermenéuticas de subjetivación que permiten otra realidad, una realidad aparte que está en el corazón de lo real, una súper-realidad como dirían los surrealistas de Breton y Bataille. El chamanismo y la medicina tradicionales de los pueblos originarios constituyen aportes universales de medicina alternativa y de sabiduría, sus cosmovisiones complementan nuestra maltrecha perspectiva occidental.

Carlos Castaneda es un gran maestro iniciado que anticipa mucho de los estudios culturales, subalternos y decoloniales contemporáneos. Sus obras son parte del patrimonio de la humanidad, su estilo singular, su narrativa delirante y poética atrapan a lector y siempre le dejan algún tipo de enseñanza, como todos los saberes iniciáticos su divulgación ocasiona riesgos y peligros si no se sabe asimilar con cuidado y atención. Castaneda anticipa también el diálogo actual de saberes de cara a la debacle de la modernidad capitalista y la crisis terminal del Antropoceno. Tarea que reúne a los más grandes pensadores de nuestro tiempo como Gilles Deleuze, Félix Guattari, Isabel Stengers, Bruno Latour, Eduardo Viveiros de Castro, entre otros, y saber, que muchas de las ideas e intuiciones ya fueron atisbadas por ese enigmático aprendiz de chamán que se difuminó en las penumbras del secretismo para no volver no solamente nos emociona, sino que nos obliga a su relectura. La obra de Carlos Castaneda, como la de todos los auténticos clásicos, resulta infinita.

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Filosofía

Libros

Sobre Poemas testigos , de Manuel Luna [Prólogo]

Fronteramente es, por decir poco, un adverbio improbable. Sin embargo describe al poeta que no abandona la prosa y jamás se resigna a ella. Sin aceptar nunca la domesticación de la propia sensibilidad mediante la imposición de la violencia y la muerte, las letras que se alimentan de la condición limítrofe construyen una expresión de resistencia, nostalgia y propuesta. Manuel Luna es el que migró y lleva la tierra dejada a cuesta, con su historia de guerra civil y de frustración por la revolución no lograda. Así, fronteramente, se hace poeta engarzando versos de escasas metáforas, directos como cuadros de luz que se empañan de sangre con un disparo repentino.

La poesía centroamericana, y en especial la salvadoreña, ha vivido dos siglos de tensión entre la exaltación sentimental en palabras rebuscadas, tan modernistas como barrocas, y las imágenes comprometidas con las luchas sociales y la descripción de las condiciones que conducen a la rebelión. Los nombres de los poetas que revelan los pálpitos de su indignación en su escritura recorren los versos de Manuel Luna, quien no deja lugar a dudas acerca de sus referentes. Escribe para dejar un testimonio del paso de una generación de prófugos de la prisa neoliberal.

En mis propios recuerdos, Manuel vive en la frontera entre el joven refugiado que conocí en 1983 en las oficinas de El Búho, el suplemento dominical que René Avilés dirigía en el periódico Excélsior, el hombre con quien treinta años más tarde me reconocí en la estación del metro Pino Suárez corriendo uno en dirección contraria al otro, entre miles de personas, y el amigo de rizos salpicados de sal que me pasea por su nueva Tijuana, que en la frontera con Estados Unidos se mantiene atada a un cordón umbilical latino. Ahí hemos tomado sabrosos cafés que provocan retortijones de dolor por los jardines de arena de los restaurantes que descansan con sus sillitas de hierro a dos metros de los caminos donde migrantes de todo tipo intentan superar la visión infrarroja de los helicópteros de la migra, los altos muros de horribles palos férreos que del desierto se adentran en el mar, las patrullas, el calor bajo el sol, el hielo de la noche. Su Tijuana de hoy, como su San Salvador de hace 35 años, es pulsión de imagen, escenario de emociones. Si escurría la sangre en la San Salvador a la que pertenecía su vida hasta la mañana en que tuvo que partir sin muchos adioses, las dos Californias de su veinte años más recientes son recuentos de creaciones y bravatas múltiples entre el desierto y el mar, los muros, las obras de pintoras y pintores que desafían el odio de los capitalistas a los pobres y a los diversos, su propia vida de maestro de literatura, editor de poetas itinerantes, hito. Durante 35 años he leído los poemas de Manuel Luna y siempre me ha sorprendido en ellos la evocación de los colores, las emociones, la geografía y las voces de un tiempo que no por pasado ha dejado de

estar vivo en la reiteración del haber participado de ese preciso abrazo que se dio y del otro, el que fue imposible. Manuel puede ser sintético con la historia: “Ha vivido de guerra este país/ Que ha forjado/ Un escapulario de acero…”, así como formularse preguntas que de tan personales se vuelven ajenas: “Cómo fue que encontraste ese pasado/ en los rostros que dejaste, y/ en los rostros, que ya no estaban”.

No hay respuesta, por supuesto, para sus preguntas. Cada consulta se revela un alegato en favor de quien es cobarde y escribe porque le urge aseverar auténticamente que el tempo fue fatídico. Los poemas de Manuel Luna suenan entrecortados por momentos, como si la suspensión del aliento en la lectura representara una expresión de respeto por los hechos. Comparte un ritual de sofoco y asombro con otros poetas, seguramente con los poetas guerrilleros de la Centroamérica histórica, y también con las voces de la mendicidad, con los sonidos del trabajo y con los rumores de que el amor existe en Yab tun tun. Sus letras son diminutas criaturas que temen la negligencia de toda memoriosa divinidad: denuncian a los carniceros que intentan esconder las armas que compraron con crueldad. Son invictas cruzadoras de puentes que no cantan al infinito, sino a la concreta vida que se abre paso en las deposiciones de quien la vida la ha compartido hasta confundirse con la de otras personas. Manuel plasma versos como personitas que cargan con calendarios que no caducan y que saben que ninguna guerra termina en una victoria.

Este libro de Manuel Luna, además, está a caballo entre la antología y un nuevo poemario. Un largo fluir de reflexiones en imágenes contundentes, de emociones que mantienen la historia personal y colectiva para certificar que son capaces de reproducirse creativamente. El acento ha perdido la entrecortada fonética de las erres y des comidas, de los diptongos encabalgados y las eses aspiradas, pero no la memoria de los siete cuerpos dejados en el suelo. Manuel despeja cualquier duda acerca de ello: “Yo escapé/ Y continúo en este tren/ Que va de frontera en frontera/ Que va de la noche a la madrugada”.

Los límites y contornos de la última mañana en la ciudad que devoraba la vida propia y de las personas amadas se convirtieron en costumbre de mantener los sentimientos y promesas en el linde de la existencia del hombre prófugo y del amor, del padre y de la hija, del hijo y de la madre que recibió el balazo en su lugar. Fronteramente, sí de esa extraña manera adverbial, los Poemas Testigos de Luna responden a los imposibles retornos, al destierro, los afectos que se recomponen. Sinceran el trasiego, el estar vagando, la compasión y el mundo de la memoria y la afirmación: “Había pensado que viajar/ También es detenerse a mirar el recorrido/ Ahí vienes tú, ahí vienen ellos, ahí vamos todos”.

* Mendoza, Argentina, 7 de octubre de 2017.

Noviembre 1989, San Salvador [Por Manuel Luna]

Los pájaros nunca memorizaron la historia del hombre. El camino a casa se hizo largo, su distancia constante toca nuestra espalda. La suma de hechos e imágenes son violentos se enladrillan entre calles de allá.

En presencia nuestra vamos caminando entre derrumbes entre bombardeos de hoy veo cerrar una puerta y entrar la espalda de un hombre, un petate, apenas una luz de candil un pan duro como la esperanza un reloj detenido a la hora del fuego como declararse a favor de la ternura cuando ya basta tanta muerte en nuestros pueblos y ustedes tantos asesinos. Porque los ojos porque su llanto rebasó el tiempo que pedía el discurso político. Es cobarde esperar aquí escribiendo −yo lo sé– me lo han dicho.

Los pájaros no pueden intentar volar con el sueño del hombre porque los hombres robaron el sueño a los pájaros que exasperan sus alas por llegar a ese monte extraviado.

1989, México, D. F.

Manuel Luna,

salvadoreño, escribe poesía, realizó estudios de literatura por la Universidad Nacional de El Salvador, imparte talleres literarios para niños y jóvenes, y se dedica a la docencia. Recibió en la ciudad de Los Angeles, Ca., la beca del California Arts Council y The National Edowment for The Arts, como artista en residencia por su programa “Taller de escritura literaria artística en español” en la rama de literatura. Hizo periodismo en los años ochenta cuando sucedía la guerra civil de El Salvador para la agencia de prensa salvadoreña, del Frente Farabundo Martí: Salpress-Notisal, en México DF. Entre sus poemarios se encuentran: Algo personal, Figuras, Equinoccio, Entre Fronteras, Poemas fechados en Tijuana y los títulos de poesía para niños: Poemas del zoo, Para leer en recreo, Niños en la ciudad y Matilda. Reside en la ciudad de Tijuana trabajando para diferentes centros culturales como el Centro Cultural Tijuana (CECUT), el Instituto Municipal de Arte y Cultura (IMAC) entre otras instituciones educativas de la comunidad.

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