La Gualdra 552

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El Gallito [detalle de obra]. Tomás Hernández Monreal.

“La minuciosa selección de encuadres, el maridaje logrado entre sombras y reflejos, un manejo diestro de la luz, así como el despliegue de una paleta de tonalidades grises que reconcilian el blanco con el negro, son botones de muestra del oficio fotográfico practicado con pasión por Tomás Hernández Monreal durante más de medio siglo”. Jesús Eduardo Cardoso Pérez

[Más de la exposición Cantina El Gallito, de Tomás Hernández Monreal, en páginas centrales]

SUPLEMENTO CULTURAL NO. 552 /// 22 DE NOVIEMBRE DE 2022 /// AÑO 11 DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

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La Gualdra No.

Editorial

Recuerdo bien el día en que lo vi por pri mera vez. El dibujo que Julio Ruelas ha bía hecho de Francisco de Alba en 1896 estaba desde hace años en Zacatecas, en el muro de una habitación que había sido construida específicamente para albergar la colección de piezas antiguas que el due ño había ido adquiriendo en sus múltiples viajes por el mundo. Se trata de una co lección variopinta, es cierto, guiada por los gustos y la acertada intuición de un zaca tecano que gusta estar rodeado de belleza; y ahí, rodeado de imágenes de santos y fi guras religiosas, se encontraba esta pieza hecha en lápiz sobre papel que mide 18. 5 x 23 cm.

“Creo que tengo un Ruelas”, me dijo ella, “lo acabo de rescatar ahora que esta mos haciendo cambios en el acomodo de las piezas de la colección”. Corría el mes de junio de 2020, la pandemia nos había obligado a estar a todos en casa y en me dio de la soledad del confinamiento, a mu chos nos dio por hacer cambios al interior del único lugar en el que nos sentíamos seguros: nuestro hogar; de ahí que pro ducto de estas actividades surgieran des cubrimientos afortunados como este… hay quien encontró cartas viejas, fotografías perdidas, libros sin leer, platos sin usar, ob jetos debajo del sillón, pero hay otros que, como en este caso, movieron un cuadro y lo observaron con detenimiento para dar paso a preguntas como “¿Será un Ruelas? ¿Dónde lo adquirí? Tiene más de veinte años colgado, pero no me acuerdo dónde”.

El 2020 fue el año en el que Julio An tonio Luis Ruelas Suárez cumpliría 150 años de haber nacido en la ciudad de Zacatecas; resultaba hasta cierto punto interesante, que fuera un año en el que la presencia de la muerte -esa que tan re currentemente era plasmada en papeles y lienzos por el artista-, y la amenaza de que en cualquier momento apareciera, fuera la constante. A Julio Ruelas le tocó también pasar por otra pandemia, la del Tifo, que en la última década del siglo XIX estaba vigente en México -sobre todo en Zacatecas- y que se recrudecería durante la época de la Revolución. La palabra “tifo” proviene del griego typhus, que significa “estupor”, y fue un estupor muy grande el que me invadió cuando vi por primera vez el dibujo: ahí estaba, se trataba del boceto que el Viajero Lúgubre había hecho para el

que sería un retrato al óleo de su amigo Francisco de Alba.

Pero ¿quién fue Francisco de Alba? Fue un poeta a quien Julio Ruelas conoció en la Ciudad de México, hermano de Rafael de Alba -escritor también- e hijo de un médi co zacatecano de nombre Saturnino. Ade más del origen zacatecano, existen otras coincidencias entre Julio y Francisco, los dos nacieron en el año de 1870 y a ambos les gustaba la poesía. Estos dos amigos so lían frecuentar los mismos sitios a los que acudían escritores como José Juan Tabla da; su encuentro en la CDMX debió haber se dado después de que Julio regresara de Alemania, y, como solía hacerlo con sus más cercanos, Julio lo tomó como modelo para hacerle un retrato en el que aparece Francisco con una indumentaria fuera de su época, teatralizada y dramática, como su muerte prematura: Francisco de Alba se suicidó en 1897.

Del libro Ideales y realidades, de Francis co de Alba, prologado por José Monroy en septiembre de 1897 y publicado en 1898, compartimos un fragmento del poema “Avecillas”:

“Hay almas que tristes ni sufren ni gozan y parecen aves con las alas rotas… que ni amor ofrecen ni amor ambicionan, fuegos solitarios flores sin aroma. ¡Pobres de esas aves huérfanas y solas que ni goces cantan ni tristezas lloran!”.ii

Usted puede ver el dibujo de Francisco de Alba en la ciudad de Fresnillo, Zacate cas; actualmente se encuentra en exhi bición en la exposición Homenaje artistas zacatecanos. In memoriam, en el Centro Cul tural El Tunal.

Que disfrute su lectura.

Contenido

Incidencias [exposición en el antiguo templo de San Agustín] Por Jánea Estrada Lazarín

Pedazos de olvido: luz de plata y de pixel sobre el plumaje de un gallito tornasol Por Jesús Eduardo Cardoso Pérez

El delicioso encanto del anonimato [Todos los nombres, de José Saramago] Por Miguel Ángel de Ávila González

Foucault o la subjetivación libre y creadora Por Sigifredo Esquivel Marín

Desayuno en Tiffany’s, mon ku Une jeune fille qui va bien (Una chica que va bien): primera película de Sandrine Kiberlain Por Carlos Belmonte Grey

El pequeño anecdotario [Un cuento revolucionario: La segunda vida de Nicanor] Por Luisa Vázquez

2022 año de Ricardo Flores Magón Por Emilia Recéndez Guerrero

Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

Directorio

Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx

Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com

Andrade Diseño Editorial

2 LA GUALDRA NO. 552 /// 22 DE NOVIEMBRE DE 2022 /// AÑO 11
La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores. Carmen Sandra Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com
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Alejandro Velázquez, “Francisco de Alba, un poeta en penumbra”, en: https://elrio.mx/francisco-de-alba-un-poeta-en-penumbra/ ii Francisco de Alba, Ideales y realidades, edición y prólogo de José Monroy, Imprenta Avenida Juárez Núm. 624., México, 1898, p. 10. En: https://bibliotecavirtualdemexico.cultura.gob.mx/libros/CJM/316949_1.pdf
Dante

Incidencias

[exposición en el antiguo templo de San Agustín]

Bajo la curaduría de Citlali Córdova, Claudia Córdova y Abraham Soriano, se inauguró la exposición Incidencias el pasado 18 de noviembre; se trata de una muestra de arte contemporáneo en la que conviven piezas fotográficas, de cerámi ca y escultura, con gráfica, video, instalación, fanzines, libro objeto y otras disciplinas.

El ex templo de San Agustín es el escena rio para que el espectador entre en diálogo con estas diferentes manifestaciones artísti cas que buscan, por una parte, generar una reflexión sobre los acontecimientos sociales que han hecho historia; por otra, dar cuenta de los procesos de investigación y los peda gógicos que configuran un nuevo hacer en los caminos del arte.

Resulta edificante y gozoso encontrar en la exposición las obras de artistas de estas nuevas generaciones cuyas inquietudes -incluso zozobras- logran plasmar en muy interesantes propuestas. Visitar Incidencias es acercarse también a las miradas, los oí dos y las maneras de preservar la memoria de quienes, desde su juventud y perspecti va del mundo, parecen afirmar: este lugar, lleno de subjetividades y materialidades nos pertenece, está cambiando y es así como lo percibo.

Presentamos aquí dos piezas integrantes de esta muestra, junto con la cédula infor mativa que las acompaña, a manera de in vitación para que la visite. Estará en exhibi ción hasta febrero de 2023:

Paloma Lizardo Susurros urbanos, 2019 Rótulo sobre panel de yeso, arduino

Es una obra que toma como elemento sim bólico la estética de los anuncios publicita rios llamativos y estridentes que son parte del paisaje urbano. Paloma Lizardo cuenta cómo en las avenidas donde se encuentran estos letreros en San Luis Potosí, es común encontrar a trabajadoras sexuales ofrecien do sus servicios.

De este modo, la explotación sexual se encuentra a la vista de todos, es cortada de manera simbólica, como protesta, y monta da en una pirámide, un monumento contra

la explotación y la trata del cuerpo de las mujeres.

De acuerdo con cifras del INEGI, en el año 2020 en México, 21.2 millones de personas de 18 años y más fueron víctimas de trata con fines de explotación sexual (principal mente de mujeres), pornografía, tráfico de órganos, mendicidad, trabajos forzados, tu rismo sexual y reclutamiento forzado por la delincuencia organizada [Fuente: La trata de personas en México: un crimen que va en aumento, Expansión, julio de 2022].

Arte

Esta pieza resulta de la colaboración entre Sara y su sobrina Denisse, una persona con Síndrome de Down. De nisse se encontraba en proceso de aprendizaje de la lectura convencio nal. El acompañamiento de Sara dio lugar a otras formas de indagar los lenguajes, incluyendo los artísticos, para explorar posibilidades formales y poéticas del uso de grafías.

La relación entre ambas creó una oportunidad de aprendizaje mutuo. En este sentido, el proceso pedagó gico vinculado con el arte no tenía como propósito enseñar un conoci miento escolar o una técnica artística, sino experimentar la posibilidad de afectar, dejarse afectar, compartir y fortalecer lazos afectivos.

Este proyecto partió de la escucha mutua: no hay persona que aprende y una que enseña, sino dos personas que comparten saberes y se enrique cen mutuamente.

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Sara María Terrazas, Denisse Sabre Cartitas en pequeño, 2019

Fotografía

Pedazos de olvido: luz de plata y de pixel sobre el plumaje de un gallito tornasol

La minuciosa selección de encuadres, el mari daje logrado entre sombras y reflejos, un ma nejo diestro de la luz, así como el despliegue de una paleta de tonalidades grises que recon cilian el blanco con el negro, son botones de muestra del oficio fotográfico practicado con pasión por Tomás Hernández Monreal durante más de medio siglo.

Paciente y constante persigue la luz apostado tras su artefacto fotográfico. Apunta y dispara haciendo suya una urdimbre tramada de significados. Ocupa el espa cio con su mirada apoderándose de la luz en un ins tante: construye una luminocracia. Cazador empeder nido de paisajes urbanos, el fotógrafo nos ofrece ahora imágenes de una de sus presas favoritas: la cantina, un jirón de espacio y tiempo de la ciudad de Zacatecas.

“El gallito” fue en vida una cantina que duró an clada casi un siglo a un estrecho callejón en la par te más baja del casco antiguo de la población, en el ombligo del Laberinto, casi encima de la junta de los arroyos embovedados de La Plata y de Chepinque: ahí vio por vez primera la luz y vivió su pasión hasta alcanzar la muerte hace justo treinta años.

A caballo entre el documento y la obra artística, las fotografías aquí expuestas son representaciones personales de la morfología y el alma de un espacio particularmente lúdico. Las imágenes creadas por Tomás Hernández Monreal irrumpen como memoria lumínica, fragmentos de luz, artificio cultural.

La obra data de mediados de los años ochenta del siglo pasado y es fruto de un maridaje entre luces de plata y de pixel. Editadas de manera digital para esta ocasión, las fotos en su origen fueron tomadas con cámara analógica, en blanco y negro y sin recurrir a la luz artificial. Al autor le bastó la escasa luz na tural que tímidamente se colaba desde el callejón a la cantina por una puertecilla abatible de dos hojas, que hacía las veces de un gran obturador. Entre el fotógrafo y la pequeña puerta se estableció un con venio: ella se abriría dejando pasar la luz y entonces él dispararía.

Para cruzar la frontera entre el callejón y la canti na bastaba empujar la puertecilla que se interponía como una paradoja sin solución en su vaivén. Corrido el telón, se abría a la vista un espectáculo irreveren te, barroco, cuyo lenguaje pletórico daba muestra de su horror al vacío. Era aquella una atmósfera teatral, un juego de luces y sombras, una danza de resaca y ebriedad. Hombres haciendo a las cosas, cosas mol deando a los hombres.

Adosada al muro sur de la cantina, la contraba rra se erigía a modo de retablo con un gran espejo como fondo. Al centro, un gallito ya difunto y di secado, encerrado en un corral luminoso de neón, había dejado de cantar las victorias sucesivas de las horas. Encabezaba un programa iconográfico compuesto de vasos, copas, botellas y almanaques,

además de una comparsa de reflejos de hombres y más cosas.

Entre la barra y la contra barra, el cantinero en turno hacía de terapeuta y confidente, médico de almas ebrias y cautivo espectador. Ante sus ojos se celebraba una asamblea de voluntades cada día, un foro de impulsos vitales en debate. Decía haber vis to deponer las armas a la sobriedad rendida ante el empuje apasionado de la ebriedad. Afirmaba poder escuchar el crepitar del fuego al hervir pasiones y ra zones a la par.

Bajo la luz precaria y en abonos de “El gallito”, los bebedores, hechos de carne y de palabras, de relatos, se topan el uno con el otro en una especie de patio colectivo, en una gota de agua con forma de cantina. Rastreadores de paraísos y míticas edades de oro ya perdidos, llevan a cuestas la nostalgia respectiva y li dian claroscuros minotauros con bordadas faenas en sus sueños. “Ojos de perro, corazón de ciervo”, dijo Platón de los bebedores.

Cruzan por las gargantas sedientas buches de jugo rasposo llegado del agave con cuerpo de mezcal o de tequila, tragos de cerveza espumosa nativa de la malta o la cebada, sorbos de ron mezclado con bur bujas de agua mineral, entre otros brebajes de me nor consumo. Un mosaico diverso y plural parece dar forma a los bebedores: los hay que son carniceros, puesteros o cargadores; otros parecen vagos, estu

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6 Por Jesús Eduardo Cardoso El cantinero. Tomás Hernández Monreal.

diantes o profesores, los menos vienen del campo y uno que otro es artesano. No hay color en la piel, no hay edad en la carne, cada cabeza es un mundo, no hay mejores ni peores, no hay escala universal.

A cambio de unos tragos de tequila, un asiduo be bedor de la cantina pintó un mural que parecía ven tana, con un gallito y el caserío de la ciudad posando como modelos. Otro escribió un poema y un ensayo sin hilos ni costuras acerca del concierto cacofónico escuchado en una heroica resaca. Alguno bordó fae nas que nunca llevó a la arena.

La sinfonola traga monedas y vocifera. Boleros, corridos y polkas vienen y van. Corren los dedos so bre las cuerdas, las teclas y los botones, las baquetas arrancan el ritmo al cuero de la tarola entre el ruido de los vasos y las copas chocando, los líquidos que caen y los hielos crujiendo.

Bajo una lámpara sin luz, desde la mesa del rin cón, un poeta y campesino ya llegado a la embria guez pide que le toquen la que se fue. Por otras mo nedas, un arpa y un ángel comparten la afinación y en cantos entonan los versos completos de una toma acontecida en la historia de la ciudad. Tras beber el penúltimo trago y abatir con el pecho las hojas de la puertecilla, abandona “El Gallito” y enfila sin rumbo por la noche y su callejón.

Buenas noches y salud.

Fotografía

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Bajista. Tomás Hernández Monreal. La entrada. Tomás Hernández Monreal. El Gallito. Tomás Hernández Monreal. La exposición de fotografías Cantina El Gallito, de Tomás Hernández Monreal, fue inaugu rada el pasado jueves 17 de noviembre en la Casa Municipal de Cultura. Que sea esta una invitación para que la visite.

Libros

El delicioso encanto del anonimato

[Todos los nombres, de José Saramago]*

Todos los nombres, de José Sara mago, es, principalmente, una intensa novela de amor. La bús queda de la mujer desconocida que emprende allí don José es muy si milar a la que realizan Horacio Oliveira de la Maga, en Rayuela, y Eligio de Susa na, en Ciudades desiertas.

¿Cómo no identificarnos así con don José en su afanosa búsqueda? Hemos derrochado un tiempo incalculable de nuestra existencia contemplando la fotografía, los objetos, los lugares tan distantes y distintos que hemos idea lizado para aproximarnos a la mujer desconocida, asaltando colegios y con servadurías con el único propósito de saber más de ella.

La búsqueda de la mujer desconoci da ha dejado nuestro cuerpo y nuestro espíritu llenos de cicatrices, pero bas tante trabajo nos costó cometer tan tas fechorías, torpezas y locuras con el mismo afán como para arrepentirnos.

Todos los nombres resulta un título aparentemente extraño: en sus pági nas aquellos no se utilizan, salvo el de José, precedido por el título de don, el Jefe de la Conservaduría, la zurcido ra, el médico, el enfermero, la señora del entresuelo derecha, el director del Colegio, el pastor. Empero, el Conserva dor General se sabe los nombres y los apellidos de todos los que han nacido y habrán de nacer.

Don José es un hombre melancóli co. Tiene cincuenta años y habita una casa contigua a la Conservaduría. Se conforma con la vida sencilla que le ha tocado, no trata de evadirla y su trabajo es rutinario: escribiente de la Conser vaduría General del Registro Civil. El tiempo que don José cree que le so bra lo emplea en coleccionar recortes de periódicos y revistas con noticias e imágenes de gente célebre: políticos, generales, obispos, actores, arquitec tos, jugadores de fútbol, ciclistas, es peculadores, asesinos, estafadores y reinas de belleza.

Inesperadamente, de su cabeza surge una idea que irá a transformar su vida. Imaginó que algo fundamental estaba faltando en su colección: la certifica ción de las personas famosas cuyas no ticias de la vida pública se dedicaba a compilar. La solución se encontraba a su alcance.

Como efecto de ello, a don José le agradó más que nunca su trabajo. Gra

cias a él podía penetrar en la intimidad de las personas que correspondían a los recortes que coleccionaba: saber, por ejemplo, cosas que hacían lo po sible por ocultar, como ser hijo de pa dre o madre desconocidos, o decir que eran originarios de la capital del Estado y no que habían nacido en alguna al dea perdida que bien podría carecer de nombre.

En estos afanes andaba cuando, por azares del destino, se encontró con una ficha que correspondía a una mujer de treinta y seis años, nacida en la misma ciudad, con dos asentamientos, uno de

matrimonio y otro de divorcio, los nom bres de los padres, de los padrinos, la fecha y hora de nacimiento, la calle y el número en el que vivía.

Por primera vez don José sintió aquí un presentimiento. Vio en la ficha algo especial que hizo que su vida experi mentara un cambio radical. Sintió que aún le quedaba algo por hacer, que aún no se había consumido del todo. De cir que se enamoró de ella es una su posición muy atrevida, pero comenzó a conducirse como descarriado, de la misma manera que los seres humanos que caen en este trance.

Salió entonces a la calle a buscar a esta mujer superando sus miedos, se guro de sí mismo. Empezó a proyectar en ella la esperanza de sentir que su vida no estaba acabada, recuperando una meta, una ilusión que había perdi do. Revivir cómo era su vida, olvidán dose casi del peso que tenía encima. Esto lo hizo esmerarse, ver que era po sible conseguir algo de lo que se pro ponía, transgredir las normas sin que le importaran las consecuencias.

Es así que se lanza a la búsqueda de una mujer de la que luego confirma que se suicidó por motivos desconocidos, que había estado casada y que se divor ció, que podía haber vuelto con sus pa dres, pero que prefirió continuar sola, una mujer que fue niña y muchacha, que llegó a ser profesora de matemá ticas, que tuvo su nombre en el registro civil junto con los nombres de todas las personas de la ciudad, una mujer cuyo nombre de muerta volvió al mundo de los vivos porque don José fue a resca tarlo del mundo de los muertos, apenas el nombre, no a ella, no podía tanto.

Se trata entonces de un esfuerzo por encontrarle un sentido a la vida gracias a una compleja alegoría en la que el ser, el mundo y el nombre se reconcilian: en la que un personaje, don José, recupera a un ser igualmente anónimo.

En síntesis, don José es un empleado casi anodino, pero posee una riqueza espiritual envidiable. Nos narra en for ma precisa una amplia gama de senti mientos y de estados de ánimo por los que atraviesa desde el momento en el que encuentra la ficha de la mujer des conocida hasta el momento en el que concluye la búsqueda.

Las descripciones que hace don José de sus incursiones nocturnas en la Con servaduría, en la escuela, en la casa de la señora del entresuelo derecha, en el departamento de la mujer desconoci da, en el cementerio, así como de la interacción que se da entre los emplea dos de la Conservaduría, y entre estos y sus superiores, son geniales.

Propiedad y dominio del lenguaje es una de las características, entre muchas otras, de la obra de José Saramago. El lenguaje es precisamente la herra mienta con la que construimos nuestros sueños y nuestras esperanzas. Somos en las palabras: de su riqueza depende nuestra capacidad de transformar el mundo y construir alternativas.

2001.

* Publicado en Corre Conejo, número 224 marzo- abril 2022

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José Saramago, Todos los nombres, Alfaguara, México,

Foucault o la subjetivación libre y creadora

Leí a Michel Foucault siendo adoles cente, como la mayoría de compa ñeros de generación, quedé hechiza do por su magnífica prosa, elocuente retórica, rigor expositivo, fundamentación histórica contundente. El cúmulo de infor mación que maneja nos da la sensación de que se trata de un autor que no lee libros sino bibliotecas enteras. Sorprende saber que el investigador asceta, casi monje laico que se encierra en polvorientos archivos, sea el mismo sibarita entregado a los place res de la carne y orgías californianas y que muriera en la raya excesiva.

Después de Jean-Paul Sartre no hay otro intelectual francés que pueda cargar esa figura política prometeica como lo hizo Foucault, el páramo intelectual no deja de seguir creciendo. Activista político compro metido con todas las causas revolucionarias y progresistas, crítico implacable del orden establecido, polemista aguerrido e irónico y excelente conversador que hizo del diálogo otra forma de saber, Foucault resulta ser una figura pública, mediática, omnipresen te. Un pensador arriesgado que avanza en espiral sin perder la brújula del pensamien to crítico, creador e intempestivo.

Se suele hablar, por lo menos, de tres etapas en su obra: arqueología del saber,

genealogía del poder, y ética-estética del sujeto, algunos hablan también de otra etapa biopolítica de los sujetos-cuerpos. Se olvida que dichas fases evolutivas pertene cen a una misma voluntad de insurrección creadora que se despliega en múltiples va riaciones y tonalidades como si fuese una obra musical abierta y expansiva.

Más que filósofo e intelectual, que lo era de hecho y con pleno derecho, Foucault se asumía como periodista del presente. Los títulos de sus obras y el momento oportuno (Kairós) de su publicación dan cuenta de su olfato para detectar el espíritu del tiempo.

“La ontología del presente” es mucho más que un concepto clave de su obra, es la articulación entre ontología, política, ética y praxis estética transformadora. Analizar e intervenir en y desde el pre sente ha sido quizá la mayor tarea em prendida por Foucault, en este sentido, y sin ninguna exageración, se podría de cir que hoy todos somos foucaultianos; en tanto asumimos la tarea de comprender la singularidad de los acontecimientos actuales y buscar alternativas al orden impuesto.

Quizá “diagnosticar la contemporanei dad” sea el mayor homenaje heterodoxo a Kant y a Heidegger, pensadores capita

les para entender su obra. Como muchos profesores universitarios, he utilizado su obra como referente teórico de pro blematización, empero el Foucault que nunca deja de atraerme y seducir es el autor de textos marginales, obras me nores, opúsculos breves e incendiarios como “La vida de los hombres infames”, “El pensamiento del afuera”, “Theatrum philosophicum” y “Prefacio a la transgre sión”, entre otras bombas molotov del pensamiento que, debido a su brevedad elíptica e inacabamiento, nos arrojan a la creación activa por cuenta propia.

Ese Foucault ensayista onírico, casi ar tista plástico y chamán, el que nos invita a viajar y crear nuevos horizontes de vida y de pensamiento es el que me parece o más valioso, justo ahora en tiempos de reacción nihilista y conformismo acríti co. Crear nuevas experiencias y prácticas de subjetivación está en el centro del de bate actual y al respecto la guía foucaul tiana resulta imprescindible. Insisto: no es que el Foucault teórico no me interese o no sea útil, sino que prefiero al audaz viajero soñador de multiversos como compañero de viaje y guía.

Desayuno en Tiffany’s, mon ku

Une jeune fille qui va bien (Una chica que va bien): primera película de Sandrine Kiberlain

Una cinta de la juventud judía previo a la ocupación nazi. La actriz francesa Sandrine Kiber lain hace su debut como direc tora de cine con una película sensible y que eventualmente podría causar -y ha causado- molestias entre la comunidad de puristas de bibliógrafos de la Segunda Guerra Mundial, Une jeune fille qui va bien (Una chica que va bien)

Es la historia de una chica judía nacida en 1922 en París que para 1938 está en plena efervescencia juvenil: el amor, el deseo, el teatro, los estudios; y arropada por una familia calurosa y, a pesar de lo peculiar (abuela con dejos de lesbiana, padre soltero y hermano amistoso), en perfecta armonía.

Todo se ve desde los ojos de la actriz Rebecca Marder (de la comedia france sa), de la energía de la joven en su día a día a través de encuadres que acentúan sus ojos y su rostro de perfil; y del actor Anthony Bajon como el hermano que acompaña a su hermana en sus repe ticiones teatrales y en sus confesiones amorosas. Nada parecería turbar su vida sino es la ocupación alemana en París y las paulatinas medidas restrictivas y de nunciadoras contra la comunidad judía

(cartas de identidad con el sello “judío”, decomisar aparatos de comunicación, derechos civiles y otros) que llegan has ta la marginalización. El paralelo de la situación política se hace con la salud de la joven.

Une Jeune fille qui va bien se puede si tuar en la línea narrativa de la recien temente oscarizada Jojo Rabbit (Taika Waititi, 2020). Historias que retoman la violencia de la Segunda Guerra Mundial desde la mirada de niños y adolescen tes que ajenos al contexto, al menos en lo que parece ellos entendían, se van a ir dando cuenta de la violencia de for ma accidental. Kiberlain, sin embargo, detiene su historia al momento en que empezará la violencia física y la muerte.

A este tipo de películas se les puede criticar (ver las críticas de Cahiers du Ci néma y del periódico Le Monde), edulcorar la violencia de la guerra y libertades his tóricas mostrando cielos azules y soles brillantes con personajes que cantan, bailan, sonríen, aman y festejan. Los trávelin parisinos en el Sena y los par ques, los cafés y bistrots, las calles em pedradas, los edificios haussmanianos, la fiesta del Sabbat, y la energía juvenil no permiten pensar en la violencia.

Todo lo anterior es cierto, pero también en un momento de revisionismo, no de negacionismo, de la historia es evidente pensar que antes de la guerra hubo vida cotidiana y que la violencia llegó casi in tempestivamente en un periodo de ape nas dos años, 1936-1938, con el ascenso del nacismo en las cúpulas políticas. Por eso la primera experiencia detrás de la cá

mara de Kiberlain es arriesgada, por esa combinación entre la ligereza de la juven tud y el dolor de lo que está por pasar.

El filme estuvo seleccionado en la Se mana de la Crítica del Festival de Cannes 2022, y estará seguramente entre los fina listas de los Premios Lumière de la Prensa Extranjera 2022 a celebrarse el próximo 16 de enero en París.

Filosofía

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Cine
Filósofo fancés Michel Foucault después de una lectura exhaustiva. París, 1975. Foto del FB de Historical footage Made In Brazil.

El pequeño anecdotario

[Un cuento revolucionario: La segunda vida de Nicanor]

Río de Palabras Historia

Nicanor de Haro, cauteloso. A cada pi sada sentía los abrojos entrar por los agujeros de sus huaraches de correas y punzar sus pies, mientras en su ros tro las espigas de los escuetos maizales de ta llos lacios y amarillentos hacían lo propio. A lo lejos se escuchó una cigarra, el rebuznar de un burro y el ladrido de un perro, pero el canto de las aves había enmudecido por completo.

Caminaba entre la pobreza de su pueblo y la del pueblo vecino, rodeando caminos para evitar los conflictos que, desde hacía varios días dominaban el territorio. Ese día se respi raba una angustiosa calma, escasa desde que se anunció el inicio de la revolución.

Los federales se habían instalado cerca de la cabecera municipal, por lo que las batallas eran constantes, la vida pasaba entre deto nación de fusiles, persecuciones, asaltos, sa queos, enfermedades y muerte.

De pronto, Nicanor tuvo un presentimiento y decidió regresar; total, se las arreglarían sin manteca, piloncillo ni yerbaniz. Ya había arre

ciado el paso de vuelta hacia su casa cuando escuchó el tropel de caballos acercarse; salió del barbecho para resguardarse.

Su casa no estaba lejos, pensaba mientras su corazón intentaba escapársele por la boca. Una a una las plegarias abandonaban sus la bios entre murmullos, alzándose lo más alto posible pretendiendo llegar hasta el oído de Dios. Suplicaba porque su esposa y su hija es tuvieran en casa bajo resguardo.

Se alejó del camino y buscó refugio en el lecho seco del arroyo. Andaba a hurtadillas entre los barrancos y los jarales; sin dejar de orar. Supuso que debía ser mediodía, su cuer po no proyectaba sombra más allá de sus pi sadas y el sudor le bañaba la espalda.

El arroyo fue una mala decisión: Se encon tró de frente con un pelotón de al menos diez soldados uniformados y a caballo. Imponen tes, prepotentes.

El hombre al mando, sin pensarlo dos ve ces, disparó su revólver en contra de Nicanor, perforando su sombrero, un par de centíme

tros por encima de su cráneo. El susto, el golpe o una fuerza invisible hizo que Nicanor caye ra de espaldas sobre lo pedregoso del lecho. Pudo ver a Dios en el sol que se encontraba justo en el cenit, cegándolo y presagiando su muerte justo al meridiano.

- ¡Antonio! Dale el tiro de gracia. Ordenó el sargento, y su grito resonó hasta la montaña trayéndolo de regreso.

Antonio se adelantó aprestando su fusil, apuntando para un tiro preciso, sin yerros, con la pericia que la práctica proporciona.

Entonces, en el pelotón se escuchó una voz que dijo:

- ¡Sargento!, yo lo conozco, es el que nos hace el pelo, este señor es el peluquero del pueblo. Es un hombre de paz.

El sargento ordenó, de mala gana, a Antonio bajar su arma. Los federales siguieron su ca mino mientras Nicanor se levantaba, alaban do al cielo y sacudiéndose la arenilla que las patas de los caballos le habían dejado en todo el cuerpo.

2022 año de Ricardo Flores Magón

Nos acercamos al fin del año de Ricardo Flores Magón, y poca alusión se ha hecho al precur sor de la Revolución Mexicana, quien muriera el 21 de noviembre de 1922 en la prisión de Leavenworth, en Kansas, Estados Unidos. El gobierno mexicano de la 4T se ha caracterizado por hacer visi bles a algunos líderes revolucionarios no tan conocidos, como Felipe Ángeles y Ri cardo Flores Magón. Quizá en ese intento del actual gobierno de querer diferenciar se y deslindarse de los anteriores (aunque su origen primigenio sea el mismo) busca la identificación con los líderes menos conocidos y más apegados al pueblo. Sin

embargo, la difusión sobre la vida y obra del luchador social, Ricardo Flores Magón y sus hermanos Jesús y Enrique, ha sido mínima. Ellos, desde jóvenes y haciendo uso del medio de comunicación más im portante de aquellos tiempos “los perió dicos” dieron la gran batalla al entonces dictador Porfirio Díaz.

Ante dichas ausencias, es pertinente escribir unas cuantas líneas sobre los Flo res Magón, esperando despertar la curio sidad de las y los lectores y que puedan hacer una investigación más amplia sobre el tema. Descendientes de indios mixte cos de Oaxaca, de la mano de su madre, Margarita Magón, llegaron a la Ciudad de

México; ella, después de ver las injusticias que pasaban los indígenas de la sierra de Oaxaca al ser despojados de sus tierras, decidió que sus hijos estudiaran derecho, serían abogados y defenderían a los des protegidos buscando la justicia. Su esposo Teodoro Flores, se encontraba en la Ciu dad de México, como “tata o principal” del pueblo de Eloxchitla, junto con otros indígenas habían ido en busca del pre sidente de la República para delatar las injusticias, pero no lograron su cometido; Margarita aprovechando que él se encon traba allá, fue con sus hijos. Se quedaron en la Ciudad de México instalándose en la vecindad que había

sido el convento de San Antonio Abad (donde se hacinaban múltiples fami lias). Teodoro, con un sueldo miserable de cobrador de rentas, intentaba soste ner a su familia; así que, Jesús, Ricardo y Enrique, pronto empezaron a trabajar como boleros, vendedores de periódi cos y cuanto oficio era necesario para costear sus estudios. El padre inculcó en sus hijos que la culpa de aquella mi seria e ignorancia en que vivían el 80% de los mexicanos, era por la avaricia que despertaba la propiedad privada, por lo cual había que acabar con ella, de ahí se fue despertando en los jóve nes el deseo de justicia, el principio de igualdad, que se reafirmó cuando en la Universidad leyeron sobre el anarquis mo y sus propuestas, convirtiéndose en líderes de grupos de estudiantes y me diante diversos periódicos difundieron sus ideas y sus estrategias de lucha. La actividad que desplegaron con obreros, estudiantes y otros sectores desprote gidos fue amplia, los periódicos El Ahui toze, El Hijo de Ahuizote y Regeneración fueron los medios para hacer crítica del régimen dictatorial de Díaz.

Fueron encarcelados en varias ocasio nes y Ricardo, el más perseverante en la lucha contra el capitalismo, se exilió en Estados Unidos, donde continuó sus acti vidades y por ello fue hecho prisionero, condenado a 20 años de prisión y asesi nado en ella el 21 de noviembre de 1922 [Más información en Fernando Benítez, Lázaro Cárdenas y la Revolución Mexicana t.1].

LA GUALDRA NO. 552 // 22 DE NOVIEMBRE DE 2022 8
6 6 Ricardo Flores Magón y su diario Regeneración. Imágenes de Wikimedia Commons.

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