La Gualdra 256

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SUPLEMENTO CULTURAL

NO. 256 /// 25 DE JULIO DE 2016 /// AÑO 6

DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

Arte, cultura, artistas, artesanos, comida, vino, tradiciones, amigos. Eso fue lo que encontramos en San Piero Patti, una ciudad perteneciente a la provincia de Messina, Sicilia, Italia, que se encuentra a casi 11 mil kilómetros de distancia de Zacatecas. Los artistas zacatecanos inauguraron sus exposiciones en el ex Convento dei Carmelitani –una preciosa construcción del siglo XVI recién restaurada- y trabajan actualmente en sus piezas de mármol de Carrara que posteriormente se exhibirán en distintos lugares de Italia.


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LA GUALDRA NO. 256 /// 25 DE JULIO DE 2016 /// AÑO 6

La Gualdra No. 256

Editorial San Piero Patti es una comunidad pertenenciente a la provincia de Mesina, en Sicilia Italia. En este lugar está ubicado el taller de escultura de Milo Floramo y tiene su sede la asociación cultural Schegge D’arte, a través de la cual los artistas zacatecanos recibieron la invitación para hacer una estancia artística de intercambio cultural. Algo tiene San Piero Patti que nos hace recordar a nuestra tierra; además del clima, que es muy parecido al de Zacatecas, padece un grave problema de migración que se ha ido acentuando con el paso del tiempo; hace apenas unos cuantos años tenía una poblacion de cerca de 9 mil habitantes, hoy si acaso viven aquí 2 mil personas. Cientos de casas abandonadas y en venta a precios increiblemente baratos dan cuenta de la grave crisis económica por la que atraviesan algunas regiones italianas. En este lugar, aunque usted no lo crea, se puede adquirir una casa por un euro, siempre y cuando pague también el trámite legal para realizar el cambio de propietario –unos 80 mil pesos mexicanos- y se comprometa a restaurar la casa que adquirió. Hay algunas otras viviendas que necesitan menos trabajos de remodelación y restauración pero que igualmente se venden, sobre todo en el barrio árabe; ahí se puede adquirir una casa hasta con 200 mil pesos mexicanos. El barrio árabe es el más antiguo de este lugar, sus caseríos de piedra lucen majestuosos; sus calles son estrechas, laberínticas, de techos altos de cuatro aguas. Éste y todos los barrios tienen guardianes nocturnos por manadas: cientos de gatos merodean todos los rincones. Los gatos son de todos: todos los cuidan, los alimentan, los protegen y los respetan; son de nadie y son de todos; son un distintivo muy importante de esta ciudad de calles empinadas, de subidas y bajadas, de aire limpio, aire de montaña y olor a sal de mar. Su gente es extremadamente amable, saludadora, solidaria, respetuosa; podríamos decir que se desviven por atender muy bien a los visitantes. Saludan sonriendo siempre, viendo a los ojos a sus interlocutores. Si alguien necesita cualquier tipo de ayuda más tarda en decirlo que lo que tardan ellos en aportar una solución: brindan información, tratan de hablar en español y hablan despacio para que podamos entenderles, te abren las puertas de sus casas, te colman de cariño.

El que visita su morada seguro tomará del vino que hace su familia y que tienen almacenado en barricas de madera; comerá de los muchos y jugosos frutos que se dan en su jardín; y degustará el mejor salami del mundo, hecho por ellos mismos. Si alguien quiere aprender a cocinar, basta con pedirlo, con manifestar el deseo de querer conocer cómo hacen el jamón, el vino, el queso, el pan frito, la pizza, los aranchinos. Estos últimos son una especie de “pera” hecha a base de arroz, queso parmesano y huevo crudo; con eso se hace la cubierta, luego se rellena de carne molida y trozos de berenjena; se comprime para luego empanizarse y freírse con aceite de oliva –que hacen ellos mismos también-. Ana, la mamá del escultor Milo nos enseñó cómo hacerlo y creo que nunca podré terminar de agradecerle esa receta y la de los macarrones al horno, pero sobre todo, su hospitalidad. En San Piero Patti encontré también un telar de madera realizado por artesanos sicilianos en 1739 y que funciona a la perfección; en él, Paola Floramo combina diferentes hilos de lino, algodón, lana, pelo de conejo y alpaca para crear sus propios diseños textiles: abrigos, chales, zapatos; todo muy abrigador porque el invierno suele ser muy crudo. Comida, vino, arte, cultura, artistas, artesanos, amigos. Eso fue lo que encontramos en este lugar que se encuentra a casi 11 mil kilómetros de distancia de Zacatecas y al que llegamos pensando que nos tratarían muy bien pero nunca imaginamos cuánto. Los artistas zacatecanos inauguraron sus exposiciones en el ex Convento dei Carmelitani –una preciosa construcción del siglo XVI recién restaurada- y trabajan actualmente en sus piezas de mármol de Carrara que posteriormente se exhibirán en distintos lugares de Italia. Todos estamos maravillados con su gente; infinitamente agradecidos con Milo, Ana y Paola Floramo y con su nona, Tindara Candido; con Antonino, Milena, Francesca, Julia, Samuel, Giuseppe Rossello y con todos los integrantes de Schegge D’arte por habernos recibido de esta manera, abrirnos las puertas de su corazón y dejarnos disfrutar de este paraíso. Nos vemos en agosto. Que disfrute su lectura.

Contenido Graham Greene Un homenaje novelístico al Quijote Por Mauricio Flores

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Lo que nos tocó vivir Por Joel Flores

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Artistas zacatecanos en San Piero Patti, Sicilia, Italia (Foto galería)

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La poesía desde el chisme: te hablo en nombre de mi última ilusión Por Eduardo Campech Miranda Se vive de nube Por Humberto Mayorga Desayuno en Tiffany’s, mon ku El profesor de violín Por Evelyne Coutel Castillo de sal si puedes Por Ester Cárdenas

Notas al margen Poesía es sufrimiento Por José Agustín Solórzano

Arbolnegro [fragmentos] Por Daniel Medina Me gusta Por Pilar Alba

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Cirilo Pantoja Por Alberto Huerta Sabrás lo que es el viento Por Roberto Galaviz

Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

Directorio

Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx

Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita y Enrique Martínez Diseño Editorial

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com


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Graham Greene Un homenaje novelístico al Quijote

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e entre la obra del británico Graham Greene (1904-1991) existe un título poco conocido en español. Novela, Monseñor Quijote, que rinde homenaje a la cumbre del género, su autor y la propia geografía española y donde, como en otras de sus obras, encontramos una mixtura de personajes, valores, tradiciones y recursos que la hacen altamente gozosa. Es cierto. La tarea no es sencilla. Volver —reedificar— a los universos cervantinos, quijotescos, y desde ahí fijar nuestra mirada cuatro siglos atrás. Realizar desde estos años un símil de aquellas gestas literarias, al grado de que los personajes centrales reivindiquen aquéllos. Como éste de Greene que se dice heredero del Quijote, que no de Cervantes. Amante de España, el escritor británico ubica la trama en los años que siguieron al fin de la dictadura franquista. Franco ha muerto. La democracia española se construye en todos los frentes. La convivencia de prácticas e ideologías es posible. Un cura de provincias (padre Quijote), no muy consentido en la jerarquía eclesiástica, conoce a un derrocado alcalde comunista apellidado Zancas, “igual que el Sancho Panza original del relato verídico de Cervantes”. Tras un primer altercado en su lugar de origen, ambos emprenderán un periplo por la geografía española en el que compartirán afirmaciones y dudas, desengaños y convicciones, en un ruinoso Seat 600 (Rocinante) cargado de muchas botellas de vino. Ya se imaginará el lector las “extrañas aventuras” experimentadas. El lazo fraterno que se entreteje con fuerza entre los viajeros. Los coloquios de uno y otro, pero también el amistoso silencio: “silencio en el que sus sueños tuvieron espacio para crecer”. La decisión de compartir no una fe sino los sentimientos de duda, “premisa” de unión entre los hombres. Insistencia del novelista en la totalidad de su obra. En tanto seres derrotados (“los que siempre fracasan se encuentran más cerca de Dios que nosotros”), Quijote y Zancas concluirán su viaje no sin antes sortear una última aventura con

unos mexicanos que echan todo a perder (“supongo que Pancho Villa se ha levantado de entre los muertos y está saqueando Galicia”). Mostrando en el escenario final “la complicada distinción entre realidad y ficción”, cuño de la obra cervantina que Greene venera, y la revelación de sentimientos como el cariño y el amor. ¿Cómo es posible que los odios de los hombres hacia otros hombres puedan morir en tanto unos u otros mueren?, se dice en el esperado desenlace. No así el amor y el cariño de unos por otros, aun cuando haya una separación y un silencio finales. “¿Hasta cuándo”, se pregunta Zancas con cierto temor, “era posible que ese amor suyo (por Quijote) sobrevi-

viera?”. En Monseñor Quijote, traducción de Fernanda Melchor y prólogo de Antonio Ortuño, novela que permanecía fuera de todo catálogo editorial desde hace unos treinta años, volveremos a leer aquello de “la espada, se lo suplico, pero no la muerte a alfilerazos”. Y ciertamente su factura es un gran desafío, palpitante la grandeza cervantina. Habrá que entenderla como lo que es: un tributo afectivo guardadas todas distancias.

escritor mexicano Fernando del Paso, Viaje alrededor del Quijote ofrece una visión personalísima (la Del Paso) acerca de la obra cumbre de la lengua española y de diversas consideraciones y críticas alrededor. Es un libro bello, con ilustraciones excelsas, que enumera también obras ensayísticas y de ficción surgidas a partir de la gran matriz. Y, justo es subrayarlo, critica con fuerza la novela de Greene. Aquí lo sustancial de su querella: “En mi humilde opinión, se trata de un libro más que triste, tristísimo, pero no por la compasión que despierten su trama o sus dos personajes principales […] sino por la lástima que provoca la pobreza extrema de este libro […]. En pocas palabras, Greene no hace honor a la larga y brillante historia del cervantismo inglés que ha contado con intelectuales y escritores de la categoría de John Ruskin, Tobias Smollet, Lockhart, William Hazlitt, Charles Lamb, George Meredith, el ya mencionado Henry Fielding, Charles Swinburne o Alexander Duffield […]. Hay bondad en ambos personajes y, sin duda, serenidad. Pero están a una enorme distancia, uno, de parecerse a Don Quijote, y el otro, de asemejarse a Sancho. Creo que bastará un solo ejemplo: el alcalde Zancas, en uno de los diálogos que mantiene con el Padre Quijote, en los que defiende al marxismo, se muestra, como es natural, partidario de la propiedad común. Exactamente lo contrario sucede en El Quijote, en el que, como sabemos, Sancho es el interesado en los bienes materiales, y Don Quijote no sólo es quien les tiene total desapego, sino el que les dice a los cabreros: “Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro —que en nuestra edad de hierro tanto se estima— se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían, ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella edad todas las cosas comunes…”. Fernando del Paso, Viaje alrededor del Quijote (fragmento).

Graham Greene, Monseñor Quijote, Océano, México, 2016, 280 pp.

A una enorme distancia… Reeditado en oportunidad de la entrega del Premio Cervantes al

Fernando del Paso, Viaje alrededor del Quijote, FCE, México, 2016, 256 pp. *mauflos@gmail.com

Libros

6 Por Mauricio Flores*


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Lo que nos tocó vivir Literatura

Por Joel Flores*

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l sólo hecho de estar en una mesa de diálogo sobre la literatura del narcotráfico me parece accidental y circunstancial, como accidental y circunstancial es la formación de algunos artistas o escritores. Uno no escoge los libros. Los libros llegan a uno cuando nos sienten listos para leerlos. Uno busca muchas veces ofrecer un mensaje singular en lo que escribe y la mirada del lector —también dada por la circunstancia en la que vive— decodifica ese mensaje de formas inesperadas. Uno no escoge los encuentros y mesas redondas donde va a participar; llegan a uno para que en ellas hablemos de los fantasmas que nos han hecho escribir. Desde que comencé en este oficio, mi formación ha sido más práctica que teórica, más intuitiva que formativa, más plural que singular. Un camino sinuoso, accidentado y circunstancial me ha formado, como aquel viajero que busca llegar a casa y en el trayecto agarra elementos de un lado y otro que ayudan a que su viaje cobre múltiples significados. Nunca he sido un académico, pero sí una especie de destripador que se sumerge en lo más profundo de los cuerpos literarios para redescubrir la magia que lo ayudará a pulir lo que quiere decir. Cada libro —hablo de los dos publicados y la novela que está en puerta, mas no de los que acabaron en la basura— y ciertos episodios de mi existencia me han dado un tipo de formación. Pero, sobre todo, cada uno me ha enseñado casi a responder las preguntas a ¿por qué escribo y qué busco con mi literatura? En la creación literaria existen impulsos que obligan al escritor a iniciar o posponer la escritura de un libro. Algunos los nombran demonios, culpas, falta de energía o conocimiento. Pero se trata en realidad de accidentes del destino o circunstancias que se anidan en el escritor, para que en un futuro próximo o lejano las ficcionalice gracias a su manera de ver el mundo o renuncie a ellas por falta de empuje. Mario Vargas Llosa aseguraba que Los miserables jamás se habría escrito si Víctor Hugo no hubiera conocido la enorme injusticia social de su tiempo en las cárceles francesas. Al visitar una, descubrió que había individuos que estaban condenados a muerte por haber robado pan. Aquello fue el impulso inicial que lo obligaría a escribir una de las más grandes obras de su siglo. Y

/// Joel Flores en la ventana. Fotografía de Flor Cervantes.

no se trataba de un compromiso social o moral del escritor ante el momento que le ha tocado vivir. Sino más bien una experiencia de vida muy concreta que se anidó en él hasta convertirse en el fantasma que lo obligó durante más de ocho años a levantarse de la cama para escribir. Lo mismo pasó con La Educación sentimental de Flaubert. Esa novelita de formación jamás habría nacido si el francés, en plena adolescencia, no hubiera visitado la playa en sus vacaciones de verano y visto cómo un chal, que estaba tirado en la arena, iba a ser mojado por el mar. Al rescatarlo y preguntar de quién podría ser, Flaubert conoció —para bien o para mal— el rostro de la mujer que lo marcaría con fuego y definiría su rumbo no sólo en la escritura, sino en el amor. Las tres versiones que hay de La educación sentimental tratan de reproducir el instante del descubrimiento: ese hechizo que surgió entre el joven y la señora al momento de mirarse. Es, en pocas palabras, como si una bacteria se hubiera apoderado del escritor para alterar no sólo su estado físico, sino también el mental por el resto de su vida. Un caso contemporáneo de estos impulsos es Soldados de Salamina, obra que convirtió a Javier Cercas en un escritor visible en Iberoamérica. La novela ejemplifica muy bien cómo cierto entresijo de la historia se convierte en un secreto para un hombre. Y su búsqueda por encontrar la verdad se troca en su modus vivendi, una obsesión que lo constriñe a volcar el trayecto al papel como si de un exorcismo se tratara. El personaje principal de

Salamina es un periodista que se ve persuadido y hasta preso —en el sentido más estricto de la palabra— por un hecho particular de la guerra civil española y no podrá liberarse de esa cárcel hasta que revele y escriba por qué un miliciano perdonó la vida al poeta y falangista Rafael Sánchez Mazas, en aquellos fusilamientos masivos en el Conel. ¿Qué vio el miliciano en los ojos de Sánchez Mazas que lo hizo dejarlo vivir y gritar “ya todos están muertos”? Estas circunstancias o accidentes, algunas veces disfrazados bajo la cara de la injusticia, la pérdida, la belleza o el perdón, son caprichos del destino —quizá mensajes cifrados de los dioses— que se convierten en impulsos para que los novelistas escriban sus historias y toquen con la punta de sus dedos las posibles respuestas sobre la existencia humana. Tal pareciera que la literatura, este oficio por el que uno podría morir, en realidad no es elegido como una profesión o llamado por el escritor; la literatura los elige dándoles ciertos sucesos de una realidad determinada que lo marcarán para siempre, que lo ayudarán a forjar su carácter e imaginario, que trazarán su camino y lo desviarán para ponerlo en otros que lo volverán obstinado y lo conducirán —algunas veces a ciegas, otras más alumbrado— a escribir obras que finalmente son una realidad alterada de lo que le tocó vivir. Yo empecé en la literatura por accidente y fue justo cuando desapareció mi mejor amigo. A veces me gusta decir que éramos dos líneas paralelas que cometieron el error de quererse

emparejar demasiado. Y en ese esfuerzo acabaron intercambiando sus vidas. Al ser vecinos, ambos buscábamos la hombría, las raíces filiales y hasta un sentido de pertenencia juvenil en las bandas de Tres Cruces. Después de la muerte y el abandono de nuestros padres, creíamos que las respuestas se encontraban a golpes en contiendas contra rivales que sólo nos dejaban la autoestima herida y el cuerpo lesionado. Luego, tras buscar ser admitidos en la preparatoria, porque creíamos que la educación enderezaría nuestro rumbo, hubo un momento de quiebre: yo sí ingresé en las listas, pero mi amigo no. Desde entonces nació en él una extrema preocupación por protegerme. Si alguna banda contraria nos superaba en número, él prefería enfrentar a dos o lanzarse contra la banda entera y pedirme que corriera. Si me fugaba de casa por algún problema con mi madre, me daba asilo por tiempo indefinido y me ayudaba a pagar el pasaje de autobús a la escuela, gracias a un negrero trabajo que consiguió como mesero en un bar nocturno. Mi amigo prefería, siempre me lo dijo, que mejor arruinaran su vida que a la mía, pues yo había empezado ya una carrera. Era como si todo lo que siempre deseó ser lo quisiera ver cristalizado en mí. Pude mantenerme en la preparatoria con una calificación regular, ingresé a un taller literario donde escribí mis primeros textos como narrador y me ofrecieron un cargo en la redacción de su revista. Mientras escribía un libro de cuentos que emulaba la voz de otros escritores con la ayuda de una beca —pues creía que para ser un buen escritor, primero hay que ser un buen lector—, a mi amigo lo subieron de cargo como cadenero del bar y se hizo de amistades misteriosas que le conseguirían un trabajo más remunerado. El tiempo pasó, nos distanciamos porque sus funciones nocturnas apenas le daban tregua, y las tareas en la universidad, mis preocupaciones y la responsabilidad de vivir solo casi siempre me absorbían. En algunos momentos quedamos de vernos, pero él siempre cancelaba porque había surgido algún problema que jamás sabía cómo explicarme. Y las pocas veces que nos veíamos, llegaba golpeado y me contaba una que otra historia sobre su trabajo, que luego me obligaba a escribir sin pretensiones literarias. De un momento a otro corrí con buena


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/// Jesse Mireles. Juegos en la inmensidad.

traté de descubrir las razones de su fuga y quiénes estuvieron involucrados. Algunas veces, incluso, soñé que me decía que yo tenía la culpa porque se había comprometido con desconocidos al prestarme el dinero para pagar el boleto de avión, y en otras soñé que me pedía que no dejara de buscarlo y acompañara a su familia. Y durante el tiempo que me mudé a Baja California, en más de una ocasión se me figuró verlo caminando en cierta calle o lo confundí con algún conductor de camioneta. El tiempo volvió a pasar y lo mejor que puede sucederle a un ser humano es vivir, crecer, hacer amigos, mudarse continuamente de ciudades, enamorarse, fracasar, que le rompan el corazón, vivir toda clase de simulacros y de duelos para después resurgir y suponer cuáles son las sustancias que hacen al hombre. Y con esa materia empezar a hacer literatura. Una literatura del yo que involucre a los otros, que oculte al yo bajo disfraces y artilugios y simpatice con los otros. Una literatura que interprete bajo una mirada propia el mundo que vivimos, el país que nos tocó habitar. ¿Lo escrito hasta aquí sugiere que escribo narco-realismo o busco unirme a sus filas? Para hacer honor a la verdad, mi formación poco se ha ocupado por esa corriente. Si bien tuve una relación corta pero estrecha con uno de los escritores más representativos del norte, que es Luis Humberto Crosthwaite, mis lecturas se han inclinado más por autores como José Revueltas, Juan Rulfo y García Márquez. Incluso por norteamericanos como Raymond Carver, J.D. Salinger y Ernest Hemingway, estos últimos escritores tan ajenos y lejanos a los problemas de mi país, pero que me han enseñado mucho sobre la técnica y mi oficio. Aun así, para ahondar en la respuesta, quiero citar un pasaje del epílogo de La primavera del mal, de Francisco Haghenbeck, uno de los escritores más apurados en reflexionar sobre los lindes de la literatura del

mal o Noir y el narco-realismo. Haghenbeck cuenta que en cierta ocasión le preguntó a Elmer Mendoza por qué él, dueño de una trayectoria reconocida internacionalmente, no escribía sobre los orígenes del narcotráfico en Sinaloa. Elmer le contestó que no, “es como si escribiera sobre mi familia”. Y su respuesta siempre me ha parecido envidiable, porque Elmer cuenta con otro tipo de experiencias e impulsos que lo han llevado y llevarán a hacer cierto tipo de novelas que si bien rozan la violencia y el narco en México, no profundizan en la podredumbre que deja la violencia y el narco tras su paso. Mis preocupaciones creativas y mi formación como lector buscan escribir sobre mi familia, más precisamente sobre los que he ido perdiendo desde que el narcotráfico y la corrupción ha ido ganando territorio y autoridad en México. Desde el genocidio provocado por el calderonato muchos escritores se han ocupado por hablar de los héroes, drogas y traidores, incluso por revelar el hilo negro de las rutas de comercio y zonas de conflicto, pero pocos dan voz a las víctimas y reflexionan por qué los verdugos engendran el mal o la tragedia, es decir, pocos se han apurado por lo que la prensa en su momento llamó los daños colaterales de la guerra entre el crimen organizado y el exiguo aparato de seguridad mexicano, pocos buscan explorar qué consecuencias ha dejado este narcoestado. Y aquí es donde posiblemente se acomoda mi apuesta literaria: en ver a los seres humanos tocados por la violencia como un conjunto de textos cargados de emociones, deudas, culpas, esperanzas. A todos nos hacen los recuerdos, los caminos andados y no andados. La memoria, lo que somos hoy es consecuencia directa de lo que fuimos ayer. La desaparición de mi amigo se ha transformado en un fantasma que anda como terco, ciego en el estudio donde escribo, reclamando que la

mejor forma —o lo que en realidad debe hacer un escritor— es honrar con la palabra a todos aquellos que estuvieron en determinado tiempo en nuestro andar y luego, por azares del destino, por el orden natural de las cosas, por la tragedia, se han alejado, se han ido. Si todo ser humano tiene una deuda con los otros, la mía es honrar con la palabra a los muertos, nuestros muertos, pero también a nuestros desaparecidos. Escribir sobre la violencia, el mal o el crimen no es un asunto del norte, centro o sur. La pobreza, la desgracia, el mal y la tragedia no distingue países, regiones o localidades. Cuando uno escribe no pertenece a éste ni a otro territorio, más que a la patria misma forjada por sus libros y su conocimiento y sus experiencias de vida. Cuando uno escribe, no piensa en unirse a cierta corriente o moda literaria. Los fantasmas, las deudas, las circunstancias o preocupaciones son el verdadero impulso que nos llevan al escritorio. A veces pienso que si yo no hubiera sido encontrado por la literatura, posiblemente hubiera seguido los pasos de mi amigo y él, por el contrario, quizá habría seguido los míos, es decir, la literatura lo hubiera encontrado a él y habríamos intercambiado papeles. Posiblemente yo habría sido el amigo desaparecido y él habría sido el escritor que sería invitado a este encuentro de escritores. Quizá en este momento mi amigo estaría aquí, frente a ustedes, contando que tiene un amigo llamado Joel que se unió al crimen organizado y de pronto se fugó de manera misteriosa. Quizá él ahora me estaría buscando a mí y todas las noches se preguntaría dónde me encuentro. A la fecha escribo una novela que habla sobre eso. No sé cómo acabará. Tampoco sé si gracias a ella lograré encontrar al menos una pista del paradero de mi amigo y podamos, al fin, emparejar nuestros caminos. Sólo sé que comienza así: Francisco Pérez Medina fue mi amigo desde la infancia y adolescencia. Fue mi familia y desapareció hace 7 años. Cuando veo a su madre, a su hermano, a su novia, y me abrazan, siento que en verdad no me están abrazando a mí, sino a él, y que en ese acto cariñoso buscan que yo sea el desaparecido y su hijo el ser humano que abrazan. Aunque muchos nos han dicho por igual que lo han visto y, a la vez, que ya está muerto, estoy escribiendo esta novela porque es la forma que tengo para buscarlo. Mi fe, que es ciega, me dice que mis palabras serán el puente que lo traerá a casa y pronto él será abrazado por su familia. *Escritor zacatecano. Radica en Tijuana.

Literatura

fortuna: una fundación artística en España me ofreció una residencia para salir de mi país y escribir allá durante nueve meses. Entonces la seguridad en Zacatecas había empeorado. El lugar se tiñó de historias de muertos, sangre, extorsiones y desaparecidos. Pertenezco a una generación que vivió la entrada del múltiple nombre de los cárteles, el fuego cruzado, el negro olor a pólvora nublando el cielo y ensuciando el asfalto. A todos nos han contado sobre una persecución, un secuestro, un asalto, la pérdida de un ser querido. Y como empezamos a aborrecer vivir así, prostituimos nuestras mentes a cambio de becas que nos saquen del país, que nos den respiros intermitentes. La circunstancia y el destino empezaron a maquinar para hacerme entender que debía irme, tratar de hacer vida en otro sitio. Pero la universidad donde estudié y mi familia tenían pocos recursos para cubrir por entero mi vuelo. La tarde que me quedé de ver con mi amigo para despedirnos, nuevamente me vio como su hermano menor y se ofreció a ayudarme. Horas más tarde, por la noche, me entregó en un sobre el dinero para que yo mismo comprara el boleto. Y hosco, como era, me dijo: “Vete a follar españolas y te recae de madres si vuelves a México”. Nos quedamos mirando como si buscáramos recordar todo lo que habíamos pasado juntos desde niños y deseáramos que ese momento se fundiera para siempre en la memoria. Al final, como se me había desgañitado la voz, añadió: “Sigue escribiendo, güey, pero sobre nosotros”. Regresé a Zacatecas un año después. La crisis del ladrillo en España redujo los empleos para latinoamericanos y se me había acabado el apoyo de la fundación. A lo poco llamé a la casa de mi amigo y quien me contestó fue su madre mortificada. Al principio no pude comprender su enojo, ni el regaño que me llevé al preguntarle por su hijo. Desde la muerte de su marido había quedado sensible y los del barrio decían que se le había zafado un tornillo. Sin embargo, cuando la calmé por fin y le expliqué que tenía mucho tiempo que no hablaba con mi amigo, ella me dijo que había desaparecido hacía dos semanas en un accidente en carretera y nadie sabía de él. La saliva me supo a cocaína, a pólvora, a sangre. Creí que posiblemente había dejado la ciudad sin avisar a nadie. Siempre era así, actuaba de manera sigilosa, se desaparecía y al pasar una semana o más volvía con dinero a casa de su madre e invitaba a sus conocidos a beber cerveza. Pero en esta ocasión no sucedió así. Durante las semanas que visitamos procuradurías, conocidos, videntes,


/// Juan Carlos Villegas con Adriana Polveroni y Antonio Presti, durante la inaguración de Onironautas

/// Sala de exposición en el ex Convento dei Carmelitani. Piezas de Antonino Schepisi, María Garfias y de Schegge Darte.

/// Taller de Milo Floramo, esculturas de los zacatecanos en proceso

/// Jánea Estrada Lazarín durante la charla de arte zacatecano, con Giulia Forzano, la traductora al italiano.

/// Presentación de las exposiciones en el ex Convento dei Carmelitani. Foto de Sara Gaglio.

/// Muestra individual Personas, de Javier Cortez, en ex Convento dei Carmelitani

/// Iván Leaños durante su Exposición Mediterráneo

/// Ex convento dei Carmelitani en San Piero Patti, sede de las exposiciones.

Exposiciones

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Exposiciones

/// Sala de exposición colectiva en el ex Convento dei Carmelitani. Foto de Schegge Darte

Artistas zacatecanos

en San Piero Patti, Sicilia, Italia

(Foto galería) El 18 de julio se inauguraron las tres exposiciones individuales de los artistas zacatecanos Iván Leaños, Javier Cortez y Juan Carlos

Villegas. Asimismo se inauguraron las exposiciones colectivas de arte zacatecano y la de los artistas sicilianos. Antonio Presti

/// Artistas zacatecanos en San Piero Patti. Foto de Schegge Darte.

fue el encargado del protocolo de apertura; previo a esto, Jánea Estrada Lazarín habló sobre las artes plásticas en Zacatecas.

La asociación cultural Schegge D’arte fue la anfitriona de esta fiesta de arte e intercambio cultural.

/// Instalación de Milo Floramo. Foto de Sam Scalia


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La poesía desde el chisme: te hablo en nombre de mi última ilusión

Río de Palabras

Literatura

6 Por Eduardo Campech Miranda

y al grito en que te imploro, Te imploro y te hablo en nombre de mi última ilusión.

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uando la maestra de telesecundaria solicitó que los alumnos leyeran el poema que les había distribuido, una voz surgida de los varones del grupo preguntó: ¿y ahora por qué vamos a leer canciones? La maestra respondió, ¿canciones? –Sí, ésta es una canción de Chalino Sánchez, dijo el discípulo. Los jóvenes tenían en sus manos el poema con el cual Manuel Acuña inmortalizaría a Rosario de la Peña, mujer de, entonces, veintiocho años y, seguramente, de una belleza extraordinaria, ya que José Martí, Manuel M. Flores, Ignacio Ramírez, Luis G. Urbina, sucumbieron ante sus encantos. Manuel Acuña había nacido en Saltillo, Coahuila. La expectativa por ser médico lo llevó a la capital de la República Mexicana a estudiar apenas con diecisiete años. Ahí se relacionaría con Ignacio Manuel Altamirano y Juan de Dios Peza, entre otros. Acudía a las tertulias, frecuentaba el café, salía con Laura Méndez de Cuenca, dormía en el cuarto número 13 de la Escuela de Medicina. A pesar de abrirse camino entre la intelectualidad y hacerse de un nombre y prestigio, la situación económica no era la más idónea para pretender a Rosario. Y no necesariamente porque ésta fuera interesada. Acuña conoció a De la Peña en mayo de 1873, en la casa del general Joaquín Téllez. Acuña quedó atrapado en esos ojos azabaches. A partir de ese momento fue el motivo de sus versos y su obsesión. Los poemas dedicados a ella se publicaban, pero sólo recibía una leve gratitud. Cuenta, pero usted sabrá si hace caso a ello, que Guillermo Prieto había advertido a Rosario que Acuña

El sentimiento que Rosario despertaba en Manuel desbordaba la humanidad del coahuilense: Comprendo que tus besos jamás han de ser míos; comprendo que en tus ojos no me he de ver jamás; y te amo, y en mis locos y ardientes desvaríos bendigo tus desdenes, adoro tus desvíos, y en vez de amarte menos te quiero mucho más. El 5 de diciembre de 1873, Acuña confiesa a Peza sus deseos suicidas. Las circunstancias le eran desfavorables: Rosario lejos de amarlo, lo despreciaba, su situación económica era cada día más raquítica. Al día siguiente, Juan de Dios Peza acudió a la habitación 13. Tocó, pero no recibió respuesta alguna. Preocupado, pidió ayuda para forzar la puerta. En el ambiente se respiraba un aroma a almendras amargas, propio del cianuro. Acuña moría y nacía la leyenda de Rosario, quien años después confesaría seguir sintiendo aberración por el poeta, ya que la estigmatizó como “Rosario la de Acuña”.

/// Manuel Acuña

tenía amoríos con Méndez de Cuenca y con una lavandera llamada Soledad. Desde luego que esa información fue un motivo más para rechazarlo. Pues bien yo necesito

decirte que te adoro, Decirte que te quiero con todo el corazón; Que es mucho lo que sufro, que es mucho lo que lloro, Que ya no puedo tanto,

¡Adiós por la última vez, amor de mis amores; la luz de mis tinieblas, la esencia de mis flores, mi mira de poeta, mi juventud, adiós!

Se vive de nube

6 Por Humberto Mayorga

D

ejó de llover. Mi madre tomó una brazada de leña y el fuego empezó a calentar la cocina. Era invierno. Todas las mañanas solía dejarnos en la habitación para reunir algunas plantas comestibles y darnos alimento a mi hermano y a mí. Lo recuerdo muy bien. Salió a las siete de la mañana; tenía que recorrer una distancia considerable hasta la barranca que conduce al infinito. Así nos decía. Mi hermano tenía apenas doce años, yo cinco. Sin importar el frío y lo helado del piso, me levanté y puse las manos en la chimenea hecha por mi madre. En el fuego

pude ver cómo el rostro de ella apareció para darme calma. Las horas transcurrieron. Nunca antes había contado el tiempo. Las últimas gotas de la lluvia anunciaban al fin un cielo despejado, atrás de los árboles pude ver los primeros rayos del sol que tocaban con amabilidad un suelo húmedo. Ella no llegaba. El sol también trajo una espesa neblina que en segundos abrazó el campo y la casa. Nuestra casa. Tuve mucho frío. Mi hermano seguía dormido en un sueño tan profundo como el que hoy vivo. Corrí a buscar mis zapatos, entonces no podía atarme las agujetas; así que salí tropezando contra la puerta de madera que conducía hacia el patio.

Cuando llegué por fin al helado rosal que mi madre tanto cuidaba pude ver una silueta de mujer entre los surcos olvidados que regalaban frutos en verano. Tendió sus brazos hacia mí. Sentí el calor de su cuerpo. Abracé el aroma a jazmín de su aliento con el beso robado que solía darme antes de dormir con el crucifijo al lado. Luego de algunos minutos, desperté tirado cerca del rosal. Echado sobre el pasto de la primavera, sobre las hojas de otoño o la brisa del verano: sigo en invierno. Nunca más los volví a ver. Los puedo sentir desde aquí, mientras deambulo entre niebla y en el recuerdo de ambos. Muero por vivir junto a ellos.

/// Diego Rivera. Madre y niño.


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Desayuno en Tiffany’s, mon ku

El profesor de violín 6 Por Evelyne Coutel

mensión realista se desvanece cuando los chavales se convierten al poco tiempo en unos virtuosos capaces de interpretar talentosamente a Bach. Quizás esta vacilación entre afán realista e idealización se deba a la voluntad de juntar dos ambientes cultural y socialmente opuestos, pero al tratar de combinarlos y reconciliarlos la cinta acaba perdiendo su credibilidad para caer en el tópico. Por muy laudable que sea su intento de reforzar la idea de que la escuela y la educación pueden ser un ascensor social para

los jóvenes desfavorecidos, difícilmente resultará convincente por la manera como lo hace. Las reacciones que despertará este largometraje podrán ser variadas dependiendo del público que lo vea, pero a pesar de sus puntos fuertes –la interpretación carismática y entrañable de Lázaro Ramos quien hace el papel de Laerte y, por supuesto, la banda de sonido–, nos parece más probable que se acerquen más a la perplejidad y al fuerte rechazo que al consentimiento y la aprobación.

Castillo de sal si puedes 6 Por Ester Cárdenas

N

ada tan relajante en estos tiempos oscuros y violentos como una buena comedia, son pocas, pero las hay. Cuando Harry conoció a Sally es la prueba de que con los ingredientes adecuados –un hábil director de comedias (Rob Reiner), un gran guión (Nora Ephron) y un brillante reparto (Meg Ryan, Billy Cristal)– se puede realizar una película de entretenimiento casi perfecta. En un viaje en automóvil desde Chicago hasta Nueva York, Harry (Cristal) confiesa a Sally (Ryan) que nunca serán amigos ya que, según su retorcida lógica, “los hombres y las mujeres no pueden ser

amigos porque el sexo siempre se involucra en la relación”. Al finalizar el viaje, la pareja escoge caminos divergentes, aunque sus vidas vuelven a cruzarse años después en una librería, justo cuando ella acaba de romper con su pareja y él se ha divorciado. Terminan por hacerse amigos. Esta cinta es una comedia romántica que rinde homenaje a filmes de Woody Allen como Annie Hall (1977) al tiempo que actualiza sus temas gracias a los ingeniosos diálogos de Ephron, que retrata con agudeza las relaciones entre hombres y mujeres. Harry descubre los inconvenientes de citarse con una mujer más joven al preguntarle dónde estaba cuando mataron a Kennedy y recibir por respuesta:

“¿Han disparado a Ted Kennedy?”. Con el trasfondo de una de las ciudades más cinematográficas, Nueva York, una tras otra las escenas se convierten en imágenes clásicas y desarrollan inolvidables diálogos: Sally finge un orgasmo en un restaurante y una mujer sentada en una mesa aledaña le dice al camarero: “Tomaré lo mismo que ella”. La sesión de Karaoke en la tienda, cuando Harry se topa con su exmujer, está interpretada magistralmente por los dos protagonistas. También cabe destacar a Bruno Kirby como el amigo de Harry, y Carrie Fisher como la amiga de Sally. La película fue todo un éxito y gran parte de este éxito se debe al extraordinario guión de Nora Ephron quien posterior-

mente nos deleitaría con los guiones de Tienes un e-m@il y Julia &Julia. Si no las han visto háganlo, vale la pena…

Cine

E

s muy probable que el argumento de la cinta del director brasileño Sérgio Machado nos resulte familiar ya que todos hemos visto alguna vez una película en la que un profesor cargado de diplomas y altamente cualificado se ve obligado, por un motivo u otro, a dar clases a unos alumnos difíciles, indisciplinados y reacios a cualquier forma de enseñanza. Un profesor excepcional que, por obra del milagro, consigue que esos chavales empiecen a volcarse en los estudios y mejoren de forma exponencial. Así ocurre en El profesor de violín donde Laerte, un violinista de gran talento que acaba de fracasar en las pruebas de ingreso en la Orquesta Sinfónica del Estado, no tiene más remedio que dar clases a adolescentes en una escuela pública de Heliópolis, la favela más grande de São Paulo. Aunque este argumento se basa en una

historia real al ser una adaptación de una obra de teatro de Antonio Ermírio de Moraes inspirada a su vez de la experiencia de la orquesta fundada por Silvio Bacarelli en los años 90 –la cual favoreció efectivamente la integración social y cultural de los jóvenes de Heliópolis–, no podemos dejar de subrayar sus flaquezas por la gran dosis de idealización que conlleva. De hecho, la cinta parece vacilar constantemente entre dos vertientes, la del retrato fiel de la vida cotidiana en una favela donde la educación y la enseñanza se ven fuertemente perjudicadas por la escasez de medios, la delincuencia y la pobreza, y la de la superación idealista de dichos obstáculos mediante la magia y el poder transformador de la música. Hasta cierto punto, los grandes planos generales combinados con unos zooms hacia atrás que muestran la favela en toda su amplitud y sin disfraz contribuyen al carácter documental y auténtico de la película. Sin embargo, esta di-


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LA GUALDRA NO. 256

AGENDA CULTURAL JULIO 2016 MIÉRCOLES 27 / 18:00 Hrs. Todos al Centro Histórico Miércoles de Danzón Casa Municipal de Cultura de Zacatecas SÁBADOS 30 / 19:00 Hrs. Sábados en la Cultura Música Danza y Teatro Escalinatas del Antiguo Templo de San Agustín y Plazuela Miguel Auza LUNES 25 / 19:00 Hrs. Muestra Regional de Teatro Centro Occidente La nave SH Producciones – Michoacán Fondo Regional para la Cultura y las Artes de la Zona Centro Occidente Patio Principal del Centro Cultural Ciudadela del Arte Entrada libre JUEVES 28 / 19:00 Hrs. Bellas Artes Presenta: “¡Leo… luego existo!” Programa de lectura en voz alta Actriz y cantante invitada: Arianna Leyendo Textos de Héctor Aguilar Camín Patio Central del Museo Zacatecano Entrada libre JUEVES 28 / 20:00 Hrs. ¡Vive la Ciudad! en el Teatro Escorial de Michel de Ghelderode Patricio Castillo Roberto Sosa Roberto Ríos “Raki” Paula Comadurán Adaptación y Dirección: Luly Rede Teatro Fernando Calderón Entrada libre – Cupo limitado MUNICIPIOS VILLA GONZÁLEZ ORTEGA LUNES 25 / 19:00 Hrs.

Muestra Regional de Teatro Centro Occidente La nave SH Producciones – Michoacán Fondo Regional para la Cultura y las Artes de la Zona Centro Occidente Auditorio del Instituto Municipal de Cultura Entrada libre JEREZ DE GARCÍA SALINAS JUEVES 28 / 12:00 Hrs. Bellas Artes Presenta: “¡Leo… luego existo!” Programa de lectura en voz alta Actriz y cantante invitada: Arianna Leyendo Textos de Héctor Aguilar Camín Teatro Hinojosa Entrada libre MUSEOS Y GALERÍAS MUSEO DE ARTE ABSTRACTO MANUEL FELGUÉREZ Abstracciones Nueva York/París/ Cuenca/México Colección: Peralta-Doménech Curaduría Sylvia Navarrete Sala Permanente 3, 4 y 5 Permanencia: 30 de septiembre MUSEO FRANCISCO GOITIA Asfáltica De Carlos Alberto Sánchez Permanencia: 30 de septiembre MUSEO ZACATECANO Aves nocturnas Jesús Reyes Cordero Pintura, grabado, dibujo, escultura, arte-objeto e instalación. Salas temporales 1,2 y patio del pozo Permanencia: 31 de julio Piedra de Sol Mármol Travertino Colectiva Permanencia: 31 de agosto


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Notas al margen

Poesía es sufrimiento

6 Por José Agustín

Solórzano

Q

Notas al Margen

¿

ué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? Poesía es sufrimiento. A esta aseveración me lleva una contundente analogía que Nietzsche hace entre la belleza y el dolor. “Para que algo permanezca en la memoria se lo graba a fuego; sólo lo que no cesa de doler permanece en la memoria”. El filósofo alemán nos recuerda que fueron las religiones las primeras en aprovechar el dolor como medio de aprendizaje, y también como conexión entre lo físico y lo espiritual. Si algo te duele no lo olvidarás. El dolor es trascendente, el sufrimiento es una huella imborrable. Bloom, que considera a Nietzsche una de las fuentes de la sabiduría, dice de éste que su enseñanza más profunda es que “el auténtico sentido es doloroso y que el mismo dolor es el sentido”. Para entender lo anterior es indispensable entender el poema, primero como un órgano literario generador de sentido. Más allá de la forma y la figura retórica el poema busca un sentido, se dispara como una flecha hacia la conciencia del lector. Un poema que no conmueva no ha logrado su cometido; un poema que te deja indiferente es una aberración poética y no mereció la energía que gastaste en su lectura. Nietzsche leía el mundo desde una perspectiva dolorosa, se acercaba a la realidad como a un libro y aceptaba su lectura como un ejercicio doloroso que, sin embargo, le daba sentido a su vida. Nada más digno que el sufrimiento, parece decirnos, nada más bello que el placer ascético que se transforma en estético. “Este sacerdote ascético, este presunto enemigo de la vida, este negador, precisamente él pertenece a las grandes potencias conservadoras y creadoras de síes de la vida…”. Negar la vida es reconstruirla, darle una dirección diferente, revalorarla aunque lo que se ponga sobre la balanza sea el sufrimiento y la belleza, y sólo a través del primero se alcance la segunda. El buen Friedrich era un esteta, un poeta que no renegaba de su condición de falsario, sino que aceptaba ésta como una negación creadora de Síes, como “una voluntad de engaño” donde la “mentira se santifica”. A pesar de que el mismo Nietzsche menciona que esta voluntad, el arte mismo, se opone al ideal ascético, tal vez no están tan alejados el uno del otro. El asceta renuncia, niega la vida para reiterar su voluntad de ser otro. Pero el poema, la mentira santificada, es también una renuncia; primero, al lenguaje cotidiano, a ése que sirve para comunicar lo verdadero. La poesía renuncia a la pretensión de verdad y usa la palabra para ser lo otro. Una renuncia que reitera, una negación que afirma la necesidad de reconstruirse.

/// Frida Kahlo. Unos cuantos piquetitos. 1935.

Pero lo que se reconstruye duele, y es el símbolo nietzscheano un símbolo doloroso. Lo que duele significa y el dolor es el significado. El mismo Bloom afirma que Nietzsche no estaba tan lejos del sicoanálisis cuando creaba esta “poética del sufrimiento”. Y es claro, no sólo para Bloom, que el sicoanálisis es más cercano a la poesía que a la ciencia. La literatura que nos duele es la que debemos leer, porque ésa es la que nos transforma, la que nos libra del sinsentido de la vida. Sólo el dolor nos encausa. Una literatura del placer es una literatura de la evasión, una literatura de lo sobrio y de lo light, una literatura de la estupidez y la vacuidad. La de la autoayuda es la del autoengaño, la verdadera literatura engaña a la vida para poder reconstruirla desde el dolor del ser. La poesía miente, engaña, la poesía es enemiga de la verdad porque en palabras de Bloom: “La poesía dice mentiras, pero la verdad, que es el principio de realidad, se reduce a la muerte. Amar la verdad sería amar la muerte”, y el arte ama la vida, aunque duela. Así como no existe una pulsión vital sin una pulsión de muerte, tampoco existe la belleza sin el dolor; ambos son indispensables para entender al hombre como un ser complejo que se retuerce en el placer como un hermoso desquiciado. Platón, a quien Nietzsche llamaba el peor

enemigo de la poesía (haciendo alusión a su disputa contra Homero y los poetas), nos instruyó con la máxima “conocer es recordar”; según su teoría de la reminiscencia nuestros conocimientos superiores no eran más que recuerdos que traíamos a este mundo material desde aquel otro ideal en el que vivimos antes de nuestra condición física. Entonces la vida, ésta, no es sino el recuerdo de otra; y ésta, la vida que no podemos conocer del todo es una negación de aquélla, primigenia e inmaterial, donde sin duda no había dolores ni sufrimientos. La poesía entonces sería el doloroso intento por recordar aquel conocimiento del mundo de las ideas. Lamentablemente Platón jamás entendió la relación entre el recuerdo y el poema; entre la inherente necesidad que hay entre la mentira del poeta y la verdad del filósofo. Nietzsche también afirmaba que “el hombre prefiere querer la nada a no querer”, y quizás eso fue lo que transformó a Platón en el padre de la filosofía y a Homero en el padre del mundo. La falsedad descarada del poeta le confiere un aura divina que le permite crear la nada ficticia donde habitarán los hombres imaginarios. Pues todos nosotros, seres humanos, nos imaginamos antes de ser, y ninguna filosofía nos permite imaginarnos mejor que la poesía. Para ser necesitamos recordarnos. Para estar físicamente nos es necesario

rememorar lo que fuimos en el mundo platónico. ¿No nos heredó la filosofía el poema más antiguo de la humanidad? Las musas son hijas de la memoria, figuras míticas que inspiran al poeta para recordarle el sentido de la vida, y la necesidad del dolor como negación de su mortalidad. Creemos en el pasado porque es el que nos mantiene de pie en el presente, la poesía es hija de nuestra memoria. Juan José Arreola declara: “El poeta está condenado a memoria, padece memoria…”, y es esta comprensión de la poesía como patología la que nos acerca a entender la vida como un padecimiento curable sólo a través de la muerte, donde el dolor es un síntoma de vitalidad y no al contrario. Vivir es una nostalgia perenne, un rememorar el exilio de aquel otro mundo. La poesía es un éxodo perpetuo de aquel pasado que nos duele y del que no podemos separarnos. Desde el Génesis hasta la poesía actual, pasando por la filosofía platónica, el infierno dantesco y el Paraíso Perdido miltoniano, el hombre escribe poemas como quien se acerca a la hoguera del pasado para volver a vivir el dolor primigenio. Nietzsche fue muy certero cuando llamó el poema primordial de la humanidad a aquello que el género humano creo para remplazar lo real por la ficción en la que vivimos.


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LA GUALDRA NO. 256 /// 25 DE JULIO DE 2016

[fragmentos]

Río de Palabras

6 Por Daniel Medina “Sentí real el pálpito de tu oscura impresencia”. José Ángel Valente

A

rbolnegro es edificar la muerte, labrarla. Dejar caer el día en donde no caben sus oleajes, extirpar la luz de ángeles desnudos y fehacientes. Lápidas, nenúfar negro a las orillas del río que no existe; cúmulo de agua que nunca tuvo nombre, sólo el silencio que Dios otorga a los ahorcados. Sólo el silencio

del pájaro apátrida que somos en la carne: primigenia sombra en mínima parte de la tierra. Lo que nombra el árbol es el evangelio turbio del que existe, del que ama, del que llega a deshora a pronunciar una tiniebla y sus adentros. * Arbolnegro es una llaga en la blancura –lapidar una palabra hasta quebrarle el nombre–. * Del libro Templo de la fiebre, de próxima publicación.

M

e gusta ese hombre, si así como me han gustado antes otros tantos. Como me gusta tomar café en las mañana, comerme una pieza de pan a media tarde o por las noches tomarme un traguito fuerte. Lo miro y lo miro, por más que quiero no puedo encontrarle algún defecto. Hasta las letras de su nombre me suenan bonito; por eso voy repitiéndolo mentalmente a cada rato para decirlo cada vez diferente y para llamarlo con el pensamiento. Voy por ahí caminando, esperando que se me aparezca para propiciar el encuentro. Y es que me gusta, por eso lo busco, por eso me le pongo enfrente. Por eso me visto bien, me pongo perfume, me maquillo; para si

Me gusta me lo llego a encontrar me vea bonita, huela rico. Reviso sus fotos y cada vez me enamora más. Me emociona verlo conectado, como si estuviera en la secu; pero no le hablo, soy más bien tímida, además me gustan más los físicos encuentros… por eso frecuento los lugares en donde sé que puedo verlo. Le saludo, le hago plática; pero de ahí en más no me animo. Y es que me gusta ese hombre y mucho, por eso no quiero echar a perder la oportunidad con él, si es que la tengo. Es que me enamoro pronto, fácil… digamos que soy más bien de corazón ligero.

Cirilo Pantoja 6 Por Alberto Huerta

S

e dio cuenta que era el final. El cuerpo estaba livianito. Cirilo Pantoja no quiso hacer un recuento rápido. Ni recordar nada de nada. Ni sentir remordimientos ni culpas. Ni estar internado en sala general del hospital… Nunca pudo salir de la pobreza extrema… pero no le importó. Entonces escuchó la voz: — ¿Y la Cheyenne, apá?

/// Retrato de Paul F. Schmidt. 1921. Su autor, Otto Dix, falleció un día como hoy pero de 1969. Así lo recordamos en La Gualdra

Arbolnegro

6 Por Pilar Alba

Sabrás lo que es el viento 6 Por Roberto Galaviz Sabrás lo que es el viento, la idea de soledad, la voz tuya y la idea de libertad, y la ficción simple de Dios con su voz de montaña, espejos y desiertos: sal de océano, viga del cielo el golpe de la noche, podrá aturdirte quizá verás, al día siguiente: el sol pide perdón después cuando abras tus alas, cuando vayas lejos y te encuentres cuando tu respiración exija suspiros llantos mejillas húmedas corazón exaltado, ganas de volar, vuela.


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