

Improvisar la vida: suplantaciones literarias notables
JULIA SANTIBÁÑEZ
Siri Hustvedt: pensamiento y escritura
MARIO BRAVO
18 de mayo de 2025 // Número 1576
QUÉ Y CÓMO PENSAR:
Portada: collage de Rosario Mateo Calderón.
LEONARDO DA VINCI, EL CURIOSO INSATISFECHO
Incuestionable cumbre del Renacimiento, el polímata florentino Leonardo di ser Piero da Vinci, universalmente conocido sólo como Leonardo da Vinci –basta incluso con decir “Leonardo” para que todo mundo sepa de quién se habla–, ganó su merecidísima fama eterna en virtud de su obra pictórica y escultórica, así como por sus aportaciones a la arquitectura, la ingeniería, la anatomía, la botánica y muchas otras disciplinas; no en balde es a su prodigiosa capacidad y talento a lo que de inmediato remite la noción de un espíritu renacentista. Sin embargo, en lo que no suele repararse es que el punto de partida de esa labor admirable es el pensamiento mismo, el arte de saber qué y cómo pensar. ¿Cómo pensaba Leonardo? es la pregunta central del artículo que ofrecemos a nuestros lectores en esta entrega.
▲ Bruna Beber. Foto tomada de https:// www.instagram.com/brunabeber_/
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EDICIÓN: Francisco Torres Córdova
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runa Beber nació en Duque de Caxias, Río de Janeiro, en 1984. Es poeta, traductora, compositora y artista visual. Cursó la Maestría en Teoría e Historia Literarias, en la Universidad de Campinas. Es autora de siete libros de poesía, entre los que figuran Rua da Padaria (2013), Ladainha (2017) y Veludo rouco (2023), premiado por la Asociación Paulista de Críticos de Arte. También publicó el libro de ensayos Uma encarnação encarnada em mim – Cosmogonias encruzilhadas em Stella do Patrocínio (2022), fruto de los estudios de maestría sobre la voz y la poética de esta autora, que pasó gran parte de su vida en clínicas psiquiátricas y cuya producción fue registrada en grabaciones llamadas “falatórios”. Asimismo, es autora del libro infantil Zebrosinha (2013), sobre identidad de género. Ha participado en eventos literarios como la FLIP Paraty (2013 y 2023) y la Göteborg Book Fair (2014). Ha traducido a Louise Glück, Sylvia Plath, Anne Sexton, Sheila Heti, Bob Dylan y Eileen Myles, entre otros. Fue becaria de la Casa de Traductores Looren (2023) y mantiene la página http://brunabeber.com.br/ Los poemas que hemos elegido pertenecen a los libros Rua da padaria (2013) y Ladainha (2017). La capacidad de concisión poética de Bruna es evidente en “el apagador” y “novela en doce líneas”, este último, en opinión del poeta Chacal, capaz de suplantar al cine. La gracia y la agridulce ironía los acompañan, al igual que sucede en “el romanticismo”, lleno de complejas imágenes, o en “de castigo en la merienda”, que posee una juguetona aureola infantil, presente asimismo en “maqueta” y “resbaladilla”. El título Ladainha se traduciría como “Letanía” o “Cantilena”. Los ecos religiosos de la primera acepción conducirían a las ideas de “plegaria”, “ensalmo” o “conjuro”; los de la segunda, a “cantaleta” o nuestro mexicano “rollo”. Sin duda, este decir y decir es una poética que tiene su ritmo y secreto orden, y quizás parentesco con los “falatórios” de Stella. Toma una vía coloquial, en “Sé que no es el momento…”, y una de imaginería delirante en “Casa con piscina en el desierto…” Dejamos al lector en la cautivadora concisión y deriva verbal de Bruna Beber.
Rodolfo Mata
la gran alegría de los hombres de números
tan queridos los sofás más aún las mecedoras que se balancean
y tanta palabra en el mundo tanto sonido no entiendo por qué tantas rejas también
estoy triste hasta que pasan niños correteando el apagador
tic - de checar el bolso el email el teléfono el reloj angustiado ejercicio de la ilusión de acelerar de contar regresivamente los pasos que me llevan a la hora que marcamos - tac
novela en doce líneas
cuánto falta para que nos veamos hoy cuánto falta para que nos veamos ya cuánto falta para que nos veamos todos los días cuánto falta para que nos veamos para siempre cuánto falta para que nos veamos un día sí y un día no cuánto falta para que nos veamos a veces cuánto falta para que nos veamos cada vez menos cuánto falta para que no queramos vernos cuánto falta para que no queramos vernos nunca más cuánto falta para que nos veamos y finjamos que no nos vimos cuánto falta para que nos veamos y no nos reconozcamos cuánto falta para que nos veamos y no recordemos que un día nos conocimos
el romanticismo
plomo que respiro mi saudade te pudre y te renueva a medida que me lanzo en otra dirección tanto moho en lo que callo por ti vinagre de dolores ardientes en los ojos
con fervoroso credo en tu muerte vida mía
jitomate
la vieja lágrima escurre de la pimienta
‒no de la rosa que esa es fruta y también flor muy famosa‒la vieja lágrima escurre del reino* de las penas límpidas y de los chiles de árbol la vieja lágrima nunca cesa de correr
*En portugués brasileño, el chile es llamado pimenta, mientras que la pimienta negra (o pimienta a secas) es llamada pimenta do reino. Si un guiso es apimentado, no es que tenga mucha pimienta, sino que es picante, enchilado. La autora juega con los diferentes tipos de pimenta en Brasil.
de castigo en la merienda
felicidad es lo que hay dentro de las bolitas de papel
y si lanzo una allá va ella
por la puerta a la calvicie del inspector
juega a tú las traes a las carreras de cojito
bota, sube es papalote en los brazos libres del cielo cae del algodón de las nubes
y de sueño en las plumas de las almohadas
la felicidad es mucho más desconcertante que el dolor
maqueta
el déficit de atención del aula pasa corriendo voy a soplar, voy a soplar
el cerebrito dice cuidado jairo la feria de ciencias es mañana
voy a soplar, voy a soplar fffuuu mi soplo de avión fffuuu
allá va nuestro diez en estudios sociales y ahora jairo*
cuál es la moraleja de la historia dice la profesora
todo en la vida se vuelve polvo profe polvo en alta mar mi padre me lo dijo
*Alusión al célebre poema “José”, de Carlos Drummond de Andrade, que inicia con el estribillo “E agora, José?”
resbaladilla
tú no tienes nada pero tienes la brisa
la brisa te haaace cariños
no hay futuro para nadie pero tienes la brisa
y la brisa te haaace cariños
el pan tiene 6 mil años pero el mar tiene más
tú sólo tienes la brisa en común tú y el mar sólo tienen la brisa
paleta helada de limón
pensando rápido la vida es desdicha
18 de mayo de 2025 // Número 1576
–un primer radio lo gané en la lotería*
mi primer amor lo hallé en la basura
mi primer tiro fue en el bingo
mi mejor amigo lo conocí en prisión
la primera ambición una paleta con premio–
pensando lento cuál es el chiste
*El jogo do bicho es una lotería clandestina tolerada que se basa en las figuras de animales.
Sé que no es el momento…
Sé que no es el momento pero espera un instante escribí la respuesta letra sincera, simulada educación y llegué al final muerta de sed
Sé que no es el momento pero espera, estaba desierta la casa, hice una llamada para poblar la casa, pero no contestaron, qué bueno
Sé que no es el momento pero aquí al lado hay unas vías el tren pasa dentro de casa el tren pasó pasó como quien desiste el tren raramente desiste de pasar
Y mañana, mañana te lo juro, mañana voy a salir de casa con la carta lejos del tren
Sé que no es el momento pero la carta no dice nada importante, es como todo después de todo la carta soy yo durmiendo la carta es alguien cenando a oscuras
Sé que no es pero lo digo y voy a decirlo en la llamada tan pronto sea atendida y lo fui y es tuya la opción de dejar el teléfono en mudo
Sé que él es quien persevera rápido, enérgico, vivaz, llamo, escribo, canto, río para hablar del instante como este que compartimos ahora
Versiones de Marco Antonio Campos y Rodolfo Mata.
Tal vez algunos de los rasgos esenciales de la literatura sean, en mayor o menor grado, la impostura, el fingimiento, la chapucería, la engañifa, el embaucamiento, para generar sus personajes o sus mundos ficticios tan vinculados con la realidad. Este artículo glosa y comenta con entusiasmo el libro de Fabienne Bradu (París, 1954) Fabulosas imposturas que documenta grandes ejemplos del arte de la suplantación.
Julia Santibáñez
Voces como diversión, travesura, chanza y broma no suelen relacionarse con los estudios literarios. Espulgo estas palabras sonrisadas del reciente libro de Fabienne Bradu, Fabulosas imposturas. Son exactas para describir la suplantación de identidades que el volumen aborda, es decir, el ejercicio en el que una persona decide fingir que es alguien más y detalla los motivos, el procedimiento de la simulación que dura días. O (casi) la vida entera. Algunas falsificaciones relacionadas con las letras parten de la realidad. Ahí está Jean-Claude Romand, tema de El adversario, de Emmanuel Carrère (2000). Durante dieciocho años, Romand hace creer a su familia que es médico en la Organización Mundial de la Salud, mientras se la pasa rondando cafés y hoteles. Estafa para sostener la farsa. Cuando en 1993 el fraude está a punto de ser revelado, el falsario le despedaza el cráneo a su esposa, dispara a los dos hijos y viaja cien kilómetros para matar a sus padres. Tras los cinco asesinatos quiere suicidarse; sobrevive, así que es procesado por la ley. Intrigadísimo, el novelista entrevista al criminal, a fin de entenderlo, porque le obsesiona que “[Romand] hubiese preferido sufrir de veras un cáncer que la mentira”. En entrevista para L’Express, Carrère señala que lo atraía “la parte de impostura que existe en nosotros y que muy rara vez cobra proporciones tan desmesuradas, trágicas, monstruosas. En cada uno de nosotros hay un desajuste entre la imagen [...] que se desea ofrecer a los demás, y lo que
uno sabe sobre sí mismo, cuando da vueltas en la cama sin poder dormirse”. Para Carrère, Romand es víctima de soledad desorbitada. De vergüenza inconcebible. Aquí ya aparece un elemento de otros impostores que Bradu analiza: el aislamiento exorbitante.
La discordancia de “otrarse”
Mariana Alcoforado, religiosa lusitana rendida por un capitán galo durante el siglo XVII, le escribe cartas entre los muros del convento cuando el galán la deja para volver a Francia. “Perdieron mis ojos, en los tuyos, la única luz que los animaba”, reclama una de las misivas. Pues la enamorada incontinente es fruto de una imitación: Alcoforado nace de la fantasía de Gabriel de Guilleragues (1628-1685), auténtico artífice del texto, cuyo genio describe tan bien la vehemencia, el desorden de la pasión no correspondida, que las Cartas de amor de la monja portuguesa han generado un caudal de obras, en gran medida de autoras. Hallo aquí un juego de espejos, porque escribir implica una suplantación. Quien acude compulsivamente a la página en blanco para llenarla de palabras busca embaucar. Aplica para ella o él lo que señala sobre los excéntricos Luigi Amara en Los disidentes del universo: “[...] su sola posibilidad, la sospecha de que pudieron actuar de ese modo inquietante y a su manera incendiario es suficiente para el experimento mental de sondear en las motivaciones y consecuencias de sus actos,
para la tarea absorbente de elucidar la ‘esfinge’ de su conducta, que no es otra cosa que lo que hace el novelista con sus personajes”.
Entre las obras derivadas de Alcoforado, Bradu propone versos del poema “Lamentación de Dido”, de Rosario Castellanos, donde la mexicana recrea a la mujer mitológica que Eneas deja atrás, la del desbarajuste que pintan tanto Virgilio como Ovidio, la que se lanza a una pira, empujada por manos de angustia. Castellanos pone en boca de la amante versos como éstos: “[Soy] Dido, la abandonada, la que puso su corazón bajo el hachazo de un adiós tremendo” y luego: “Lo amé con mi ceguera de raíz, con mi soterramiento/ de raíz, con mi lenta fidelidad de raíz”.
La discordancia social tanto de la persona de Romand como de la monja ficticia fueron también sello del italiano Luigi Pirandello. Uno de sus personajes, al darse cuenta de que lo dan por muerto, reacciona con alegría porque ya no tiene deudas, ni familia, ni esposa. Al fin es libre, ¡libre! Y, claro, ante exploraciones de este tenor aparece de inmediato Fernando Pessoa, “diverso de sí mismo” (parafraseo a sor Juana). El portugués lo fue tan exageradamente que concibió a cuatro heterónimos con el fin de “otrarse” (qué portento de neologismo, de veras): Álvaro de Campos, Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Bernardo Soares. Cada uno con estilo propio, biografía y temas predilectos, además de caligrafía individual, eran lo que el poeta hubiera podido ser. Y evidencio una ironía: “Pessoa” significa “persona” en portugués, como si desde el patronímico le estuviera señalado ejercer como una sola persona, siendo muchas.
La urgencia de llamarse distinto
En La mancha humana (2000), novela del estadunidense Philip Roth, aparece destacadamente la urgencia de encarnar una piel diferente a la de origen. El protagonista, Coleman Silk, es un decano universitario de trayectoria intachable que un día de 1998 pierde de trancazo su puesto, acusado de racismo. Aunque se trata de un infundio total, nadie imagina que el académico no es transparente: existe un falta de sintonía entre su imagen pública y lo que sabe de sí mismo. Silk es de raza negra, si bien la piel clara le permite camuflarse: se porta más blanco que los blancos. Para huir del ostracismo al que lo orillaría la “negrofobia” que impera en su juventud, reniega de su madre. Además presume ser judío, así que miente dos veces: se colorea de blanco, adopta otra raza. De nuevo aparece el parangón entre la persona que simula otra vida y quien tiene por oficio la creación: tal como una autora o autor concibe personajes, los dota de historia, catadura
Los humanos “dejamos un rastro, dejamos nuestra huella. Impureza, crueldad, abuso, error, excremento, semen […] Por este motivo toda purificación es una broma, y una broma bárbara, por cierto. La fantasía de la pureza es detestable. Es demencial. ¿Qué es el empeño en purificar sino más impureza?
y nombre, Silk se transforma en su invento. Lo encarna día a día. Por cierto que su pareja, Faunia, también es una fingidora: se dice analfabeta, aunque lleva un diario.
En un momento, el narrador de Roth se refiere a la “mancha” del título: los humanos “dejamos un rastro, dejamos nuestra huella. Impureza, crueldad, abuso, error, excremento, semen […] Por este motivo toda purificación es una broma, y una broma bárbara, por cierto. La fantasía de la pureza es detestable. Es demencial. ¿Qué es el empeño en purificar sino más impureza?” En efecto, el farsante conlleva vergüenza mordaz, dolor punzante o, al menos, aburrimiento desmesurado. ¿Quién no se ha visto en las suelas de ese malestar? ¿Con ganas de improvisar la vida?
Termino con uno de mis personajes favoritos de fingimiento: Jusep Torres Campalans, pintor concebido por la mente de Max Aub, franco-español llegado a México en 1942. En 1958, la galería Excélsior de la capital mexicana recibió la exposición de ese personaje imaginario, con cuadros hechos por Aub (artista amateur), más la rúbrica del “recientemente fallecido” Torres Campalans. Para acuerpar la muestra, Jaime García Terrés y Carlos Fuentes escribieron los textos del folleto inaugural. Algún crítico ingenuo hasta se paró el cuello, diciéndose amigo de infancia del creador muerto.
Aub siguió la broma. ¿Por qué no? En 1962 expuso en Nueva York más cuadros del falso pintor. Escribió una “biografía” de él, acompadrándolo con Picasso, Juan Gris, Apollinaire, Rilke y Alfonso Reyes; encima preparó un catálogo de obra de Torres Campalans y fortaleció la engañifa. El clímax vino en 2003, cuando el Museo Reina Sofía de Madrid inauguró una muestra del heterónimo desenfrenado de Aub, aunque éste no la vio. Había muerto en 1972. Hablando de humor, celebro que al análisis sólido de Bradu en Fabulosas imposturas lo acompañe un aparato bibliográfico puntual, en paralelo a los juegos que son su tema. Y aplaudo con todas las manos que me caben en el cuerpo que Bradu se permita decir: Max Aub se “pitorrea” de los filólogos maniáticos. Considero una hermosidad que figure ese verbo en un trabajo tan minucioso.
En fin, cada suplantador esgrime una historia humana que exuda tragedia y gracia. En tiempos actuales me viene a la cabeza Elena Ferrante, nombre de quien firma la trilogía italiana que arranca con La amiga estupenda (convertida en serie por HBO), cuya identidad continúa sin develarse con certeza. O Carmen Mola, pseudónimo con el que tres autores españoles ganaron más de un millón de dólares en 2021, con el Premio Planeta. Lo mismo la Monja Alférez, española del siglo XVII que escapa del convento y se hace pasar por hombre. Ahora figura como protagonista de Las niñas del naranjel, novela de la argentina Gabriela Cabezón Cámara, ganadora del Premio Sor Juana de la FIL Guadalajara 2024. Me parecen tremendamente fecundas las desviaciones de la norma, en las que podríamos ver nuestro reflejo, en especial autoras y autores: por naturaleza usurpamos otras voces. Firmamos historias que no nos pertenecen. A veces sentimos más real un personaje de ficción que a la vecina del departamento contiguo. Es decir, el oficio escritural asume como suyas existencias de fantasía. Verba inventada.
Susan Sontag lo vislumbró siendo joven. De niña imaginaba una vida como química; luego quiso ser médica, “pero la literatura me avasalló. Lo que realmente quería era tener todas las vidas posibles y pensé que la de escritora era la más inclusiva”. Algo hay de cierto en ello. Mucho ●
Recientemente, el 19 de febrero de 2025, la autora de Recuerdos del futuro , Vivir , pensar , mirar y El verano sin hombres , entre otros títulos, arribó a las siete décadas de vida. Internacionalmente reconocida como una destacada ensayista y novelista, en 2019 su pluma la hizo merecedora del Premio Princesa de Asturias de las Letras. El siguiente es un breve perfil intelectual de esta notable escritora estadunidense.
ISIRI HUSTVEDT (Minnesota, 1955) es hija de una mujer noruega, Ester Vegan, y de un hombre nacido en Estados Unidos, el profesor universitario Lloyd Hustvedt. La descendiente de dicho matrimonio, desde su infancia, abrazó el hábito de la lectura, el cual se convertiría en huella, presagio y reflejo de su porvenir en la vida adulta. La literata así lo ha relatado en el libro Vivir, pensar, mirar: “fue mi madre quien me proporcionó los libros, uno tras otro, para aplacar un ansia cada vez mayor, que por momentos amenazaba con tornarse compulsiva. Ella había sido una gran lectora, así que la idea de la literatura provenía tanto de mi padre como de mi madre, y mi literatura, es decir, los libros en inglés que leí a la edad de once, doce y trece años, la eligió mi madre. Leí bajo los auspicios de dos guías que me sirvieron de orientación, una paterna y más remota; la otra materna y más cercana”.
La también poeta ha encontrado el sitio y las circunstancias idóneas para construir un modelo de pensamiento en clave de recolección, es decir, acopiando ideas, conceptos, reflexiones y teorías hasta erigirse como una ávida lectora de literatura, filosofía, historia, neurología, psiquiatría, neurociencia, genética, embriología, así como de antropología, sociología y psicoanálisis.
DE LAS INTENSAS y habituales jaquecas que padece, la hoy septuagenaria narradora aprendió que es más útil, inmersa en esa desazón fisiológica, despojarse de una actitud bélica y asumir la calamidad con estoicismo, abandonando así la eterna lucha en contra de algo: “Soy una persona que sufre de migrañas. […] Los dolores de cabeza crónicos forman parte de mi destino y he adoptado ante ellos una postura de resignación filosófica. Soy consciente de que este enfoque es muy poco estadunidense. Nuestra cultura no alienta a nadie a aceptar la adversidad. Por el contrario, solemos declararle la guerra a cuanta desgracia nos aqueja, ya sean las drogas, el terrorismo o el cáncer.”
Mario Bravo
ESAS MIGAS DE pan que ambos progenitores esparcieron en el camino, como si se tratara de señales para no extraviar los pasos, orientaron el devenir intelectual de Siri Hustvedt hacia el ámbito académico, en donde se licenció en Historia como estudiante del St. Olaf College; asimismo, en la Universidad de Columbia a finales de la década de los ochenta del siglo XX, obtuvo el grado de doctora en Literatura Inglesa al escribir una tesis sobre el autor de Grandes esperanzas y Oliver Twist, el célebre narrador Charles Dickens.
“PUEDE QUE EL acto de escribir sea solitario, pero siempre es un intento de llegar a otra persona ‒a una sola persona‒, ya que también cada libro se lee en solitario. El autor no sabe para quién escribe. El rostro del lector es invisible. […] cada frase impresa en una página contiene el deseo de establecer una relación y la esperanza de ser comprendido”, reflexiona Siri Hustvedt y agrega, puntual, acerca del género literario por el cual más se le reconoce en el mundo de las letras: “Una novela es un camaleón, en ello radica su gloria como género. Puede convertirse en un monstruo enorme y torpe o en un duendecillo esbelto y veloz. Puede incorporar en ella todo o dejar fuera muchas cosas. Puede ser Tolstói y puede ser Beckett. No existen reglas para escribir novelas. Los que así lo creen son unos pedantes o mantienen una pose y, por eso, no merecen un minuto de nuestro tiempo.”
V“RECORDAMOS Y NOS contamos una historia a nosotros mismos, pero el significado de nuestros
recuerdos se reconfigura con el paso del tiempo. Memoria e imaginación son inseparables. Recordar es siempre una forma de imaginar”, afirma la viuda del escritor Paul Auster en Vivir, pensar, mirar. Con respecto a tales temáticas, y en afán de fortalecer aún más el presente perfil intelectual dedicado a Siri Hustvedt, La Jornada Semanal comparte fragmentos de una charla inédita que, a fines de 2019, este reportero sostuvo con la escritora estadunidense, a propósito de su otrora nuevo libro: Recuerdos del futuro
‒Leyendo la novela me da la impresión de que usted intenta reconstruir partes de su biografía.
‒En realidad este libro no se trata de una autobiografía, entonces los eventos no son reales de mi propia vida, pero mi existencia se refleja como un espejo en el libro porque, en 1978, me mudé a Nueva York y fui directamente a la escuela de postgrado, en vez de esperar un año como lo hizo Lucy, mi protagonista en Recuerdos del futuro. Tu punto, de manera abstracta, es totalmente cierto: no es que reescriba mi existencia en particular, sino que, mediante la distancia entre la narradora y la joven protagonista, reescribo material viejo, lo cual al personaje de SH [casi un alter ego de nuestra entrevistada dentro de la ya citada novela. Tales iniciales corresponden a una reconocida escritora, nacida en Minnesota y quien migró a Nueva York al igual que lo hizo Siri Hustvedt por fuera de la ficción] le posibilita avanzar más allá de una experiencia traumática.
‒Esta novela podría contar la historia de cualquier mujer latinoamericana padeciendo violencias patriarcales, de menor o mayor intensidad. La historia de Lucy, en Recuerdos del futuro, es una historia universal.
‒En la cultura occidental hay jerarquías muy profundamente embebidas en todo el mundo. Tienes razón: soy ciudadana de Estados Unidos, y esta historia no la escribí desde el punto de vista latinoamericano, pero sí tiene resonancias profundas actualmente en México y en toda Latinoamérica. Es una novela feminista y en ella se expone una crítica a las diversas violencias que sufren las mujeres: desde varones condescendientes con el intelecto de la mujer hasta un hombre que lanza a una mujer contra la pared; sin embargo, aunque mi novela gira en torno a eso, también tiene mucho humor. La comedia es una fuerza subversiva genuina.
‒Doctora, mujer blanca, habitante de un país del primer mundo… ingenuamente cualquiera pensaría que usted no padece violencias machistas, patriarcales.
‒En cada cultura se manifiestan diferentes formas de violencias contra las mujeres, pero mi propia cultura no está libre de ello… ¡para nada! La violencia simbólica y la violencia real están relacionadas: inferiorizar a las mujeres y considerarlas con menor autoridad que los hombres, eso fácilmente entra en el área de la crueldad. Uno de los problemas con el patriarcado es el siguiente: los hombres sienten que las mujeres y los niños les pertenecen, los miran como una extensión de ellos sin merecerles respeto. Si comprendes que la otra persona tiene una vida interior tan grande, tan compleja, tan desastrosa o tan interesante como la tuya, entonces ahí se generan formas de
Inferiorizar a las mujeres y considerarlas con menor autoridad que los hombres, eso fácilmente entra en el área de la crueldad. Uno de los problemas con el patriarcado es el siguiente: los hombres sienten que las mujeres y los niños les pertenecen, los miran como una extensión de ellos sin merecerles respeto.
respeto: debe ser así. Por eso la literatura puede ser una forma importante del conocimiento.
VIII
‒En el siglo XX, Walter Benjamin recomendó cepillar la historia a contrapelo para que así emergieran faltantes o borramientos que la historia patriarcal y colonial oculta. ‒Es una metáfora bellísima. Recuerdos del futuro está dividido en dos mitades. En la primera, la protagonista apenas avanza un poco, cegada… y, después, ocurre un episodio impactante. Es una obra de ficción, claro, pues se tienen figuras mágicas como un deux ex machina [en latín significa “el dios (que baja) de la máquina”, lo cual es un recurso narrativo proveniente desde el teatro de la antigua Atenas, y es utilizado para rescatar al personaje en una historia o solucionar una problemática de manera poco “creíble”] que entra y salva la situación; pero la segunda parte es tal como lo dices: cepillar en el otro sentido… haciendo una revisión de la narrativa profundizada en todo su ser.
IX
‒¿Para usted qué papel desempeña la memoria tanto en la literatura como en la vida?
‒Nuestros recuerdos no son verdades documentales de lo ocurrido. En la investigación sobre el cerebro humano se sabe que cada vez que un recuerdo se trae a la memoria, tal suceso es objeto de un cambio. Freud tenía razón sobre esto: el presente da forma al ayer. Pienso, ¿por qué los animales tienen memoria? ¿No se trata de recordar el pasado objetivamente perfecto, sino más bien de ayudarnos a vivir y avanzar hacia el futuro? En mi libro se hace una revisión del pasado y eso es una manera de trascenderlo, y la imaginación allí tiene un rol importante.
‒Continuando con Freud, él teorizó que la represión es un mecanismo de defensa utilizado por la psique para ocultar los momentos más dolorosos que el sujeto ha vivido. En su novela, ¿qué tanto esquivó usted ciertos acontecimientos distantes? ‒La última parte del libro es una manera de salir del traumatismo. En 2002 tuve un accidente automovilístico; me recuperé bien, pero sí fue un accidente serio. Me sacaron del carro y me llevaron al hospital porque mi presión arterial bajaba, eso fue algo dramático. No se rompió mi cuello, sino solamente recibí golpes. Recordaba todo, excepto el momento del impacto. Cuatro noches después del accidente tenía flashbacks del momento y, posteriormente, desaparecieron. Utilicé esa experiencia para mi personaje, aunque de manera consciente nunca recordaré el accidente. Ese es el ejemplo más dramático del tipo de represión o amnesia que ocurre alrededor de un acto violento o de accidentes importantes.
‒Usted afirma que el futuro se construye evocando al pasado…
‒No se puede imaginar el mañana a menos que recuerdes el ayer. Quienes padecen demencia, Alzheimer o daño a partes del cerebro, no solamente tienen los recuerdos dañados, sino que tampoco pueden imaginar bien.
‒Usted no reivindica una mirada nostálgica, sino más una manera activa ante el ayer…
‒Sí, odio la nostalgia ●
Del genio inmenso de Leonardo da Vinci (1452-1519) se ha dicho mucho y seguramente se dirá aún más. Este artículo indaga en el qué y el cómo de su pensamiento y para ello acude a otros estudiosos de la obra del gran renacentista, y muestra su método que, entre otras cosas, vinculaba el arte con la ciencia.
IQUÉ PENSABA LEONARDO da Vinci? Esta pregunta obliga a reflexionar no sólo sobre los procesos cognitivos del polímata italiano sino revisar cuáles fueron sus temas, sus obsesiones, su postura artística y científica, sin olvidar las condiciones históricas que lo permitieron. La anterior cuestión es central pero parcial, pues necesita su complemento: ¿Cómo pensaba Leonardo? ¿Qué y cómo pensaba Leonardo?, interrogantes vitales para comprender el perfil intelectual de este renacentista. Sólo él sabía lo que habitaba en su mente, así como su posible desciframiento o solución. El mundo intelectual interior del autor de El hombre de Vitruvio se revela en sus cuadernos de notas, los cuales señalan que Leonardo tenía claros dos principios de indagación científica: objeto de estudio y metodología de análisis. El qué y el cómo se piensa son integrales para el nacido en Anchiano. Leonardo fue un gran observador de la realidad y, principalmente, de la naturaleza. Distinguió el mundo como interconexión de partes (el Todo no es la suma de sus elementos: es la relación funcional de ellos), y se percató de la necesidad de saber focalizar sus objetos de estudio (aquellas partes de la realidad por entender) para establecer la manera o el procedimiento más óptimo de comprensión de propiedades y alcances por medio de un entendimiento estructurado. Con ello perfiló su propio método de estudio para descifrar cómo funcionan las cosas, tanto internas como externas, que acompañan al ser humano. En su obra, titulada simplemente Leonardo da Vinci, Luis Racionero apunta:
Leonardo, que no quiere tomar nada prestado, comienza por inventarse un método de conoci-
Alejandro Montes
miento; si ha decidido guiarse por la experiencia y no por los libros, tampoco puede usar un método de investigación tomado de otros. Para entender su método conviene conocer sus propósitos y éstos son claros: quería un método creativo que le permitiera competir con la naturaleza. Su intención era extender la naturaleza, ampliarla, dando cuerpo y materia a las “infinitas razones que no fueron nunca una experiencia”. En este propósito están implícitos dos axiomas que dan al método original características: la fusión de la ciencia y arte como aspectos inseparables de un mismo proceso generativo, y la sumisión de la ciencia al arte como instrumento alumbrador del acto creativo.
Comprender las causas y los alcances de las cosas que le rodeaban, donde entender –por medio de la ciencia– para crear –a través del arte–fue una constante central en su labor. Él, como renacentista, se vinculó con el mundo a partir del conocimiento. Hombre-conocimiento-mundo hacen una triada dinámica, pues generan relaciones donde el conocimiento enlaza a los otros dos. Leonardo sabía que hombre-conocimientomundo cambian, pues son dinámicos en sí mismos: si en algo convergen es en su capacidad de transformación constante.
Siempre tuvo claro el anterior dinamismo. Sus inquietudes reflejadas en pintar la mecánica –entendida como movimiento– de la naturaleza biológica –tanto humana como animal y vegetal–, indican su interés por comprender cómo funciona el mundo, cuál es su motor, cómo son las conexiones de sus piezas, cómo se organizan… Un ejemplo se encuentra en sus estudios botánicos, como menciona Alexander Ortiz Ocaña en La investigación según Leonardo da Vinci:
Leonardo mostró ávido interés por copiar fielmente la naturaleza. A lo largo de su vida dibujó plantas, cuyas proporciones estudiaba cuidadosamente. Llegó a la conclusión de que la diversidad de formas en la naturaleza no era fortuita, como parecía: “Una planta, por ejemplo, reflejaba su transformación de una pequeña semilla a un brote, y luego a una planta con hojas de mayor tamaño.”
Por ello, el conocimiento también es cambiante pero en sentido doble: en lo interno y lo externo; es decir, el conocimiento se modifica a sí mismo porque sus componentes propios no son estáticos y, hacia lo externo, tiene la facultad de cambiar el mundo. El conocimiento se transforma y transforma al mundo. En consecuencia, al aplicar su método de análisis, Leonardo reflexionó sobre el origen de las cosas a partir de comprender la vida, por la observación de la naturaleza.
En esto se refleja el objeto de estudio o el qué pensar (comprender la vida) y el método de análisis o el cómo pensar (observando la naturaleza).
Leonardo, que no quiere tomar nada prestado, comienza por inventarse un método de conocimiento; si ha decidido guiarse por la experiencia y no por los libros, tampoco puede usar un método de investigación tomado de otros. Para entender su método conviene conocer sus propósitos y éstos son claros: quería un método creativo que le permitiera competir con la naturaleza.
LEONARDO FUE EMPÍRICO: se formó a sí mismo a lo largo de los años. No pisó universidad alguna pero siguió una pauta de autoaprendizaje: dolce far niente (dulce hacer nada), que aplicó para observar y pensar sin tutela o presión alguna (sólo acompañado de su mente). Claro está que la experiencia, a sus quince años, como aprendiz en el taller de Andrea del Verrocchio lo determinó, pero sólo fue el principio de una larga trayectoria basada en ensayo y error. El razonamiento lógico y la divina proporción de Luca Pacioli también marcaron un sentido matemático en el pensamiento leonardiano. Su inquietud por conocer el funcionamiento del mundo y el ser humano –explorado en la naturaleza y en el cuerpo humano– lo perfiló a desarrollar el sentido de la observación al máximo. Las notas sobre la visión y el ojo humano muestran razonamientos muy bien logrados. La observación llevó la experiencia, es decir, después de observar algún aspecto de la realidad, Leonardo procedía a comprobar experimentando con su objeto de estudio. Son famosas las disecciones de cadáveres o necropsias que hizo para comprender el funcionamiento del cuerpo humano (el cual consideraba una máquina perfecta) y ver por él mismo la mecánica de la biología humana. La dimensión empírica de este autor se abrevia en el conocimiento como resultado de experiencia sistematizada. En Las máquinas bélicas de Leonardo y otras historias científicas sobre ciencia y guerra, Enrique Díaz León dice:
Da Vinci considera que la vista es el principal instrumento de conocimiento humano, sosteniendo que a través de una atenta observación de los objetos debía reconocerse su forma y estructura de una forma exacta, científica. De hecho, en sus apuntes podría decirse que el texto está para explicar los dibujos, y no estos para ilustrar aquellos.
El propio Leonardo escribe: “Si tú dices que las ciencias que empiezan y terminan en la mente son verdaderas, ello no puede concederse, sino, antes bien, negarse, por muchas razones, y ante todo porque en tales discursos mentales no interviene la experiencia, sin la cual no existe ninguna certeza.”
Leonardo equilibró los principios fundamentales del qué y el cómo pensar: la concepción mental y la ejecución procedimental, es decir, conjugó el plano del saber con el plano del saber hacer Así forjó un perfil intelectual sólido, que focalizó a diversos temas. Sus estudios sobre flujos del agua, vuelo de las aves e insectos, causas de muerte… lo llevaron a una concepción mental y ejecución procedimental para comprender y demostrar que lo pensado puede ser concretado por medio de la acción.
La visión parcial de la realidad es insuficiente para alguien con un intelecto como el de Leonardo. La mente de ese hombre fue sensible a la transformación de las cosas o, más bien, del Universo. El tejido significativo de las causas y las consecuencias configura una estructura unificada llamada Universo, el cual puede percibirse por medio de la observación. Por ejemplo, en sus apuntes destaca algunas características del movimiento del agua, que advirtió desde la observación del dinamismo natural:
Observad cómo los movimientos de la superficie del agua se asemejan al del cabello, que tiene dos movimientos, uno de los cuales proviene del peso del cabello y el otro de las ondas y los rizos. De la misma manera el agua tiene sus rizos turbulentos, una parte de los cuales sigue la fuerza de la corriente principal, y otra obedece al movimiento de la incidencia de la reflexión. (Michael J. Gelb, Cómo pensar como Leonardo da Vinci.)
Leonardo, el empírico, entre más observaba la realidad, más crecía su curiosidad y, en consecuencia, su necesidad de concebir mentalmente aquello que podía explicar cabalmente por la razón.
La determinación de pensamiento y acción lo acompañó a lo largo de su vida, pues era necesaria para alcanzar sus metas (las cuales fueron complejas). Por ejemplo, los planos para la estatua del caballo en honor al padre de Ludovico Sforza, el Moro, son atendidas desde el arte y la ingeniería.
Es natural que el perfil intelectual de Leonardo tenga pilares científicos pero con enfoque sistémico. Relaciones directas e indirectas, surgidas del entramado de la naturaleza, perfilan la multidimensionalidad de la realidad. Leonardo miró hacia la organización de unir todos los puntos para encontrar o, mejor dicho, dibujar modelos de solución. En La ciencia de Leonardo, Fritjof Capra comenta:
Leonardo da Vinci fue lo que hoy en día, en nuestra jerga científica, denominaríamos un pensador sistémico. Para él, comprender un fenómeno significaba ponerlo en conexión con otros fenómenos mediante una semejanza de modelos. Cuando estudió las proporciones del cuerpo humano, las comparó con las proporciones de los edificios de arquitectura renacentista. Sus investigaciones sobre músculos y huesos lo condujeron a estudiar y dibujar engranajes y palancas, interrelacionando así fisiología animal e ingeniería. Los modelos de turbulencia en el agua lo llevaron a observar modelos similares en la corriente de aire: y de allí pasó a explorar la naturaleza del sonido, la teoría de la música y el diseño de instrumentos musicales. Esta habilidad excepcional para interconectar observaciones e ideas procedentes de distintas disciplinas anida en el corazón mismo del enfoque que Leonardo tenía del conocimiento y la investigación.
Leonardo aplicó un pensamiento sistémico, pues el anhelo por saber (curiositá), el escepticismo positivo (dimostrazione), la cognición corporizada (sensazione), la realidad sin bordes (sfumato), la interdisciplina (arte/scienza), la unidad mente-cuerpo (corporalitá) y la transdisciplina (connesione), configuraron su método de comprensión y transformación del mundo. Dichas pautas le ayudaron a comprender de manera lineal y no lineal las razones de la naturaleza.
III
OTRA CARACTERÍSTICA LEONARDIANA radica en la innovación, resultado de la concepción mental y la ejecución procedimental que aplicó en el aprendizaje de su propia experiencia. Comprender y transformar el mundo por medio de la innovación fueron ejes de acción: si innovación implica hacer las cosas de diferente manera para lograr soluciones heterogéneas a problemas con-
cretos, así como lograr avances en la materia en cuestión, entonces Leonardo fue un gran innovador. Aplicó variables en soluciones de problemas para alcanzar resultados distintos; ideó muchísimos inventos con artilugios singulares para resolver ciertos tipos de tareas. El Códice Atlántico testimonia lo anterior. El propio Leonardo incluyó explicaciones en sus dibujos de inventos. Por ejemplo, en El Códice Atlántico, en la representación de una máquina para trefilar, apuntó con su escritura invertida (de derecha a izquierda) –quizá elaborada así porque era zurdo y para no manchar el texto con la tinta, como sería de izquierda a derecha, más que encriptar la información o leerla frente a un espejo–, lo siguiente:
De dibujo uniformemente deformado. Este instrumento tiene que ser movido por agua, porque si tuviera que ser movido por la mano del hombre, sería tan tarde que el trabajo sería de poco fruto. Y no digo que este instrumento haya perdido su valor, sino por el paso del tiempo. Por eso el agua añade perfección al inmenso poder de los gusanos que se intercalan en este movimiento. Pero si el dibujo uniformemente deformado de la cosa de cuatro lados dará como resultado un lado cóncavo uniforme, es necesario quitar la rueda B, y con A harás lo que se muestra a continuación.
En La última cena, como ejemplo elemental, innovó en la tradición de la pintura religiosa. ¿En dónde se encuentra la innovación leonardiana? En algo sutil: dar movimiento a las imágenes de los apóstoles para crear dinamismo y, en consecuencia, sensación de vida.
La curiosidad provocada por la observación, la concepción mental y la ejecución procedimental (qué y cómo pensar), entre varios rasgos, le permitieron algo central: interconectar diferentes disciplinas entre sí para obtener resultados integrales, es decir, interdisciplinarios. Leonardo utilizó hasta su máxima consecuencia el principio de Obstinato rigore (rigor obstinado) para articular conocimientos de áreas distintas y, con ello, generar un pensamiento sistémico.
Bajo la conessione, Leonardo instrumentalizó principios interdisciplinarios en todo su quehacer. La conessione leonardiana antecedió a la interdisciplina, pues le acompañó desde niño, a lado de su tío Francesco, al observar la naturaleza bajo el lineamiento del dolce far niente en Vinci, hasta su muerte en el castillo de Clos Luce, en Amboise, Francia, a los sesenta y siete años de edad ●
El vampiro de Chilpancingo, Carlos Alberto López Márquez (coordinador) y José Arturo Salcedo Meda (editor), Primedia eLaunch, México, 2024.
Este libro reúne los trabajos presentados en las Jornadas de Literatura Queer en Homenaje a Luis Zapata, efectuadas en la FES AcatlánUNAM en abril de 2024, uno de los primeros eventos académicos postmortem realizados en México para analizar la obra y el legado del escritor oriundo de Chilpancingo y fallecido en Cuernavaca en noviembre de 2020. El volumen está dividido en cuatro partes. La primera (“La obra de Luis Zapata: entre el medievalismo y la literatura realista”) incluye el capítulo de Carlos Alberto López Márquez en el que apunta sobre “la presencia de las etapas del amor cortés y el soliloquio de amor en el desarrollo de los personajes Alex y Axel” en la novela Melodrama Además, se integran sendos capítulos de Belén Abarca Barrales y del que esto escribe sobre la relación entre la escritura y la depresión (esa “tan pinche enfermedad”, en palabras de Zapata) en el relato Como sombras y sueños
En la segunda parte (“Más allá de Luis Zapata”), Hugo Hernández Martínez aborda la faceta del creador como dramaturgo coautor de Plastic Surgery y La generosidad de los extraños, con Mario de la Garza y José Joaquín Blanco, respectivamente; da cuenta de sus virtudes de dialoguista en novelas como La más fuerte pasión y Los postulados del buen golpista, y los entretelones de las puestas en escena de De pétalos perennes, Melodrama y En jirones.
José Arturo Salcedo Mena presenta una investigación sobre los aspectos más indagados por el público cibernauta en torno al motor de búsqueda “Luis Zapata” y sus variantes. Algunos de los resultados fueron que las frases más consultadas son: “luis zapata”, “el vampiro de la colonia roma”, “el vampiro de la colonia roma pdf”, “luis zapata libros”, “luis zapata facebook” y “en jirones”; y los textos más buscados son, en este orden: El vampiro de la colonia Roma, En jirones y Melodrama Finalmente, Jesús Armando Gutiérrez Victoria analiza, desde la perspectiva de las escrituras del yo en las redes sociales, los tuits de José Joaquín Blanco sobre la obra de Zapata y su camaradería con él, lo cual, a decir del autor, abre un camino para profundizar en el estudio de “la escritura autobiográfica en la literatura mexicana en medios virtuales”.
“El vampiro de la colonia Roma y la literatura de las disidencias sexuales en México” se denomina la tercera parte; en ella se exponen los trabajos de Miriam Borbolla Melchor y Alfredo Emmanuel González Vicente acerca de la novela más famosa de Zapata, la cual es examinada desde los enfoques de las narrativas sobre la identidad y el cuerpo, el espacio y la disidencia, respectivamente.
Miguel Hernández
La sección cierra con el capítulo de Antonio Marquet, en el que hace una lectura del deseo femenino desde las dimensiones asimétricas de clase y edad en las relaciones laborales y “amistosas” de la señora Adela y de Tacha, su sirvienta, plasmadas en la novela De pétalos perennes
La última parte del compendio aborda “Otras representaciones de la diversidad”, y se com-
pone de respectivas aproximaciones al desamor y el deseo en la poesía de Xavier Villaurrutia; la representación del género fluido en la literatura juvenil; y las narrativas de la identidad y lo furro, de Hugo Nava Fuentes, Gabriela Flores Hernández y Gerardo Isaí González Meneses. En el ámbito mexicano existen pocos estudios de la obra de Luis Zapata que estén al alcance del público lector. Es por ello que El vampiro de Chilpancingo es un valioso libro que enriquece las perspectivas de concomimiento sobre su vida, narrativa y dramaturgia. Sin embargo, es necesario un mayor trabajo de difusión y análisis de su obra literaria completa, y de la realizada en otros campos (ensayo, traducción, video, correspondencia, etecé). Así, es deseable que haya más esfuerzos académicos y editoriales como éste, lo cual no sólo es importante en los procesos de construcción identitaria de las poblaciones LGBT+, sino, principalmente, para valorar a cabalidad las aportaciones del creador, en todas sus vertientes, a la cultura mexicana en general ●
El ojo espejo. La autoría: del collage al comisariado de exposiciones, David G. Torres, Anagrama, España, 2025.
DAVID G. TORRES –profesor de Arte Contemporáneo en la Universitat Autònoma de Barcelona–ahonda en un concepto esencial del arte sobre la curaduría: “¿Qué es un curator?, ¿un comisario?, ¿un comisario de exposiciones? Un hacedor, decía Harald Szeemann. Uno de los comisarios que seguro pasará a la historia del arte. Que ya lo ha hecho. Su nombre está ligado a proyectos capitales en el arte de la segunda mitad de siglo XX como Cuando las actitudes se convierten en forma. Vive en tu cabeza en la Kunsthalle Bern en 1969. Más tarde fue comisario de la mítica Documenta 5 en 1972.”
Papel negro. Escribir en tiempos de oscuridad, Teju Cole, traducción de Miguel Temprano García, Acantilado, España, 2025.
LOS ENSAYOS INCLUIDOS en Papel negro, escribe Teju Cole, “abordan las fracturas de nuestra historia reciente a través de una constelación de asuntos. […] Tratan de un amplio rango de cuestiones: el color negro en las artes visuales, el papel de las sombras en la fotografía, el consuelo que ofrecen la música y la arquitectura, elegías tanto públicas como privadas, y los complejos vínculos entre la agitación política, la literatura y el activismo”. Presenta a John Berger, Edward Said, Santu Mofokeng, Marie Cosindas, Kerry James Marshall y Lorna Simpson, entre múltiples personalidades.
El precio de un ideal, Kevin Legrá, Galaxia Gutenberg, España, 2025.
EL EDITOR JOAN Tarrida relata que “a los seis años, Rivero, nacido en 1942 en Guantánamo, llega con su madre a la casa de su bisabuela, en Santiago de Cuba, donde pasa los años de la infancia a la juventud entre la escuela, su casa de la calle Santa Úrsula y la misa de los domingos. Mientras tanto, en la isla, el Ejército Rebelde ha derrocado al dictador Batista y, en 1959, Fidel anuncia el triunfo de la Revolución. Rivero tiene diecisiete años y aún desconoce lo que el destino le depara en esta nueva Cuba”.
Manuel Felguérez y Mayer Sasson. Una máquina estética
Curaduría y edición de Rita Eder. Galería Manuel Felguérez de la Rectoría General de la Universidad Autónoma Metropolitana (Prolongación Canal de Miramontes 3855, Ciudad de México). Hasta el 1 de agosto. Martes a domingos de las 10:00 a las 18:00 horas.
EL PINTOR Y ESCULTOR Manuel Felguérez, en colaboración con el matemático colombiano Mayer Sasson, organizó una indagación del perfeccionamiento de su obra, debida a una beca Guggenheim. Se trata de una composición artística por computadora. La editora y curadora Rita Eder asevera: “La tecnología en la era digital ha cambiado la manera como percibimos el arte y el diseño. Hoy ya no sorprenden ni son rechazados los ejercicios colaborativos entre arte y ciencia de la computación. La inteligencia artificial regula hábitos y capacidades de la vida cotidiana y profesional, así como buena parte de las actividades productivas, comerciales y legales.” Los más de doscientos bocetos que produjo la computadora
En nuestro próximo número
inspiraron al creador. En ellos “círculos, triángulos y rectángulos constituyen su lenguaje plástico”. La exposición de la Universidad Autónoma Metropolitana incluye ocho esculturas pequeñas hechas en metal laqueado. La pieza, perteneciente a la exhibición, que se muestra en esta página, se titula Homenaje a Lobachersky
Dramaturgia de Mauricio Pichardo. Dirección y actuación de Rafael Perrín. Teatro Enrique Lizalde (Eleuterio Méndez 11, Ciudad de México). Hasta el 29 de mayo. Miércoles a las 20:30 horas, jueves a las 20:30 horas y domingos a las 19:30 horas.
EL DRAMATURGO MAURICIO Pichardo narra: “En 1914 el prestigiado médico psiquiatra inglés Emile Tuck reúne a un grupo de colegas para demostrarles dos cosas, la primera que no está muerto, la segunda que ha descubierto la cura de la esquizofrenia. Conoceremos los síntomas desde adentro, que aunque es muy peligroso, es la única forma de curar esta terrible enfermedad. ¿Lo logrará? Seremos testigos.” ●
Artes visuales / Germaine Gómez Haro
germainegh@casalamm.com.mx
Agustín Portillo y Agustín Castro en el Museo Arocena
La comarca lagunera cuenta con un notable museo poco conocido en el resto del país a pesar de sus casi dos décadas de existencia: el Museo Arocena en Torreón, Coahuila, complejo cultural integrado por la Casa Histórica que perteneciera al empresario vasco que emigró a México, Rafael Arocena Arvide, el Edificio Arocena, que alberga la colección de la familia conformada por más de 2 mil obras de arte español antiguo, arte prehispánico, virreinal y contemporáneo mexicano, y el Edificio Russek, construido posteriormente para recibir exhibiciones temporales. En este espacio se presenta actualmente un ambicioso proyecto impulsado por el historiador y crítico de arte, curador y profesor Erik Castillo, quien entrevera tres visiones distintas de dos artistas contemporáneos que han trabajado de manera individual y juntos. La exhibición Versus. Agustín Castro Agustín Portillo, reúne tres cuerpos de obra: Infancia interruptus (2016-2024) que presenta los trabajos realizados en colaboración, un par de trípticos de la autoría de cada artista y las series pictóricas Vía Crucis, Pasión Iztapalapa (2015-2017) de Agustín Castro y Las arte aventuras de Agustín Portillo (2009-2010).
Este singular guión curatorial tiene su origen en el libro Versus publicado en 2019, en el que Erik Castillo configura el trabajo de los dos artistas en un ejercicio de curaduría que lo llevó a concretar la presente exposición que pone en relieve la producción de los autores bajo el modelo de colaboración y “espejeo”. El primer núcleo de la muestra presenta tres pinturas realizadas al alimón de la serie Infancia interruptus que dan cuenta del ejercicio plástico y conceptual que han trabajado en conjunto, cuyo motor ha sido la denuncia y la crítica feroz a la violencia infligida a niños, niñas y adolescentes en nuestro mundo actual, en el que la miseria, la explotación y la falta de recursos y posibilidades ha dado pie a situaciones aberrantes e inadmisibles. La serie completa de veinte cuadros se presentó recientemente con un éxito inusitado en varias sedes de la república: Oaxaca, San Cristóbal de las Casas, Tapachula, Tuxtla Gutiérrez y Real de Catorce. El segundo capítulo reúne un par de trípticos individuales que representan, a decir del curador, “la ciudad como entidad biosocial multitemporal, majestuosa e infinita, y la dinámica social como experiencia claroscura, fascinante y decadente a la vez”. El tercer apartado pone en diálogo dos series individuales de los crea-
▲ 1. De la serie Versus. Agustín Castro/Agustín Portillo. 2. De la serie Las arte aventuras de Agustín Portillo
3. De la serie Vía Crucis, Pasión Iztapalapa, Agustín Castro.
dores que resultan emblemáticas en sus correspondientes trayectorias: Vía Crucis. Pasión Iztapalapa, de Agustín Castro, es una serie narrativa que representa a manera de storyboard pictórico el ritual de la Pasión de Cristo que se lleva a cabo en ese barrio profundo de Ciudad de México cada año desde 1833, y que forma parte medular de la cultura popular y del imaginario colectivo de nuestro pueblo. Las arte aventuras de Agustín Portillo se presentó la primera vez en Casa Lamm (CDMX) en 2009, también es una serie narrativa, pero de carácter irónico, sarcástico e irreverente plasmada a manera de tira cómica en el lenguaje pop característico del género, en el que Portillo hace una crítica mordaz y divertida del medio social del arte a través de una historieta en la que él mismo es el protagonista.
El trabajo al alimón de Castro y Portillo reunido en esta exposición que esperamos ver en CDMX próximamente, alienta la interesante hipótesis del curador: “¿Existe aquí un yo artístico transpersonal, algo así como una meta-autoría, más allá de la identidad individual de dos artistas que generan una plataforma simbiótica de obra?” Considero que la colaboración de estos autores va más allá del ejercicio plástico y revela la calidad de factura y buen oficio de cada uno, y su aportación como cronistas visuales de esa faz abyecta de nuestro mundo global plasmada en la serie Infancia Interruptus deja una huella indeleble en el arte de nuestros días ●
SE VE QUE POR AQUÍ no pasó el PAN. El estacionamiento es chico pero adecuado y no tiene límite de tiempo ni parquímetros. Es la clínica 36 del IMSS en Pachuca. El gobierno federal la habilitó en uno de tantos hospitales que dejaron inconclusos los gobiernos estatales, desde Núñez Soto hasta Fayad, pasando por Osorio Chong y Olvera. Porque por aquí sí pasó el PRI. Y menos mal que dejó aunque fuera el cascarón, porque el panismo con trabajos habría dejado una barda y más endeudamiento y todavía más mafias.
A la entrada, el guardia me da la bienvenida. “¿En qué le puedo servir?” Pero no bajo la guardia. Porque un mes antes le sugerí a un burócrata de la Delegación del IMSS que nos habláramos de usted y él me dijo: “Aquí todos somos iguales.” Y sí, tenía razón, pero como de costumbre hay unos más iguales. Por si aquel botón de muestra no bastara, en mi clínica correspondiente, que es la 1, el médico unifila me había dedicado tres minutos de consulta tras cuatro horas de espera, para decirme que él no podía recetar medicina controlada sin antes hacerme unos estudios programados para nunca. Cuando quise explicarle mi caso a una jefaza, ésta me recordó que estábamos en un hospital público. Como su explicación me pareció perfectamente inapropiada ‒esas fueron mis palabrejas‒, abandonó su trono como a punto de abdicar o de lanzar centellas y me invitó a salir de su oficina en el acto ‒esas fueron las suyas, sus palabras‒ y como me negué se fue casi corriendo hasta el módulo de orientación y quejas.
Ahí, la trabajadora social escuchó con paciencia ambas versiones. Esperó a que se fuera la jefaza y prometió resolver la cuestión. Gracias a ella vengo a la clínica 36 mostrando mi orden sellada y preguntando qué debo hacer para el último estudio previo a mi “canalización a especializades”, una radiografía de tórax. Aquí la trabajadora social, tan amable y atenta como la de mi clínica, se está tomando todo el tiempo del mundo para resolver la situación de una joven paciente que viene de Ciudad Sahagún. Marca el conmutador, revuelve archiveros, revisa papeles y, en fin, intercede por la joven como si de una pariente suya se tratara. ¡Uy!, ¡viva!, ¡lo logramos, amiga!, ¡no puede ser! La gente sigue llegando. Ya nos juntamos doce. La recepcionista lo advierte. Nos pide calma, aunque nadie se ha quejado (bueno, quizá me leyó la mente porque estoy maldiciendo con toda mi alma a la joven de Sahagún, por su aspecto y porque baila como si ya le anduviera, pero sobre todo por el imperdonable error de ir formada en la cola antes que yo). La trabajadora social interrumpe sus gestiones y dice con voz de catacumba: “Si alguien necesita un trámite rapidito, por favor manifiéstese.” Alzo la mano. Tarda menos de un minuto en instruirme. Haga esto y haga lo otro, al fondo a la derecha. Así que parto sin dolor bendiciendo urbi et orbi a quienes iban atrás de mí y hasta a la joven de Sahagún. La radióloga me pregunta si traigo objetos de metal, como alguna cadenita, por ejemplo. Le digo que la única que traía se me perdió…, porque era la de Carmen. Apenas sonríe.
Ahora nomás me falta seguir dando vueltas y vueltas a la farmacia donde el desabasto va a cumplir siete abriles. La del changarro se enoja porque a veces paso hasta tres veces al día. Me echa cacayacas y ojos de cuchillo cebollero pero, eso sí, sin despegarse ni una milésima de segundo de su esmarfon. “El enojado debía ser yo”, rezongo.
A propósito de Ruvalcaba. Nada de sagradas escrituras ni de cultos a la personalidad ni de dogmas ni de pérdidas de fe. Esto no es una religión sino un movimiento político que necesita con urgencia la crítica y la autocrítica, la movilización organizada y el debate.
Bálsamo maldito
“CON ECOS DE The Wicker man y Midsommar...” se lee en la contraportada de la novela que nos ocupa. Tiendo a desconfiar de este tipo de parangones que parecerían desmesurados, pero El verdor (Lince, México, 2025), de la autora mexiquense Alma Mancilla, no sólo cumple tan altas expectativas: las sobrepasa. Las disloca. Nos presenta un producto enteramente personal que, si bien nos remite a las antes citadas películas se caracteriza, entre otras cosas, por la ausencia de luz. El sol irradia pero el voraz dolor que carga Irene produce un efecto eclipse. El lugar donde busca remite a un remanso, se aproxima más al gótico, con todo y su exuberante vegetación que, a juzgar por el persistente olor al que se alude, no es nada placentero de ver ni de tocar. Narrada en primera persona, El verdor desarrolla la historia o, mejor dicho, la mutación de una mujer de cuarenta y siete años en proceso de duelo por una hija adolescente fallecida en circunstancias que ni su propia madre sabe explicar, excepto detalles sueltos que cobrarán relevancia más adelante. Irene necesita apartarse de su entorno y, en particular, de Jorge, un esposo que pese a replicar su congoja, de manera, digamos, estoica, le reprocha no sobreponerse a la misma y la deja a la deriva con su pérdida y su trauma. Cuando a manos de la mujer llega un folleto anunciando un lugar que ofrece descanso, quietud y espiritualidad, no lo piensa dos veces para dejar atrás a su insensible esposo y buscar ese abrazo hipotético que nadie ha sabido darle, ni siquiera Mario, su mejor amigo.
Al llegar Irene a la hacienda medio en ruinas, la envuelve una oscuridad que podría proyectarse desde su interior, a sí es como parece entenderlo, y demorará un rato en advertir que no se trata de un asunto de ánimo. Ya de entrada se encuentra con personajes cuya sola descripción produce escalofríos: el joven y atlético Joel, la extravagante Ada, la gorda y mal encarada cocinera María, la preguntona e impertinente Estela, el trastocado
Mario. Dicho así no parece algo de otro mundo, pero la forma en que Irene los describe, más allá de sus rasgos físicos o la vibra que desprenden, posiblemente a partir de su psique y espíritu trastornados, consigue estremecer al lector. No hay un solo pasaje sobre la estancia de Irene en esta hacienda que no esté impregnado de arcaísmo, abyección, sordidez y desvío, por mucho que ella pretenda encontrarle una explicación lógica, llegando a inculparse. Al producirse una herida que no evoluciona normalmente y, por el contrario, pareciera estarse posesionando de su cuerpo, proceso que se expone con deslumbrante precisión, Irene continúa dudando de aquella realidad manifiesta y no cesa en su búsqueda de respuestas relacionadas con los orígenes de lo que pareciera ser un culto. Cualquier cosa que la abstraiga de su íntimo dolor, que es mucho mayor que el que le provoca aquella rara lesión cuya sola visión se torna repulsiva, verdosa, difícil de mirar, es tolerable.
Alma Mancilla (Toluca, 1974), rescata el fundamento del horror y crea personajes con los que resulta fácil conectar, aunque no necesariamente los comprendamos, como es el caso de la propia Irene, extraviada en un duelo complicado que la lleva a perder la sensatez y el instinto de supervivencia, lo que explicaría que no salga huyendo del recinto desde el instante en que brotan unas manchas repulsivas en su ropa de cama, o al aspirar la persistente pestilencia que no logra identificar. Se trata de una novela de terror, uno de mis géneros favoritos. Pero conforme avanzaba en la lectura consideré que podía leerse como metáfora de una pérdida intolerable que lleva a una persona a perderse a sí misma y/o a fundirse en la naturaleza junto con el ser amado. Las protagonistas de Alma Mancilla son seres solitarios y moralmente desvalidos que al no encontrar respuestas en el mundo real y “lógico”, se dejan arrastrar por circunstancias anómalas y aberrantes. Y siempre encuentran el bálsamo maldito ●
@escribajista
RECIENTEMENTE, LA BANDA de rock Primus pasó por un notable proceso de audición. Sus miembros fundadores, Les Claypool (voz, bajo) y Larry Ler LaLonde (guitarra), anunciaron que el más icónico de sus bateristas, el extraordinario Tim Herb Alexander, con quien habían tenido una larga historia de encuentros y desencuentros, dejó de responderles mensajes y llamadas telefónicas. Con numerosos conciertos en puerta, necesitaban un reemplazo urgentemente. Dada la circunstancia, tenían tres opciones. La más práctica: contratar a un músico de sesión, experto en lectura y memorización. Un empleado a sueldo. La más llamativa: pedirle el favor a alguno de sus amigos famosos para salir del paso. Ello aseguraría la venta de boletos, aprovechando el morbo y subrayando el encono de la fanaticada hacia Herb. La tercera opción merece párrafo aparte.
Había que tomarse en serio el asunto y encontrar a un cómplice que contribuyera activamente con el conjunto. Hablamos de hallar a un socio creativo, pero también de negocios; un artista que pudiera aportar ideas y llevarse un crédito en futuras grabaciones, entrevistas, sesiones fotográficas y regalías. Algo pocas veces visto en bandas de esa trayectoria.
Surgido en los años noventa, Primus asaltó la escena alternativa del rock anglosajón llevando una estética de nicho al panorama global. La irreverencia, lenguaje y virtuosismo que poseían no tenían ni han tenido parangón. ¿Influencias? El surrealismo de Captain Beefheart; el universo escénico de Frank Zappa; la elegancia progresiva de Rush; la fuerza de Metallica.
Las letras de Claypool están llenas de personajes atípicos con nombres, profesiones y situaciones de ácida especie (Mud, Jerry, Tommy, Wynona, Lou). Para presentarlos en vivo, además, el bajista suele usar máscaras y elementos teatrales. Nada de ello, empero, los distrae de ejecuciones de altísimo nivel, pese a la rudeza y la disonancia controladas. Allí un asunto relevante.
Escuchar a Primus significa retar a la consonancia. ¿Cómo sucede eso? En la teoría armónica, lectora, lector, hay un intervalo entre dos notas llamado tritono (porque las separa por tres tonos). La ausencia o presencia de ellas en acordes, arpegios y melodías, por la función que tienen en la escala, reduce o intensifica esa tensión que pide “resolver”. Pues bien, muchas de las composiciones de Primus sustentan su carácter en ese choque exaltado por tímbricas rugosas nacidas en el bajo distorsionado (con y sin trastes), a través de técnicas mixtas; en el contrabajo teñido por arco sobre efectos espaciales; en guitarras que prefieren gestos y gérmenes disminuidos por encima de progresiones formales; en la voz que cambia de micrófono para internarse en un flujo de conciencia diferente.
Dicho eso, el proceso para encontrar al nuevo baterista fue mucho más cuidadoso e interesante de lo usual. Lo puede ver en los doce capítulos del Interstellar Drum Derby disponible en su canal de YouTube. Por allí pasaron grandes exponentes del instrumento (Thomas Lang y Gergo Borlai incluidos), pero el triunfador fue John Hoffman, un tipo desconocido y notable que recién debutó con el grupo en República Dominicana. ¿Por qué ganó? Talento, personalidad y, sobre todo, porque no es un “huesero”, de ésos que eligen al mejor postor . Verlo atravesar ese proceso fue un recordatorio de lo que significan la pertenencia y la sociedad artística. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos ●
Cinexcusas/ Luis Tovar @luistovars
Las cifras y los hechos o el eterno deyavú (II y última)
HACE POR LO menos tres lustros, cada año sucede lo mismo: aun con todos los peros y pormenores que se quiera –de los que algo se dirá líneas abajo–, la producción fílmica nacional sigue adelante, no pocas ocasiones rebasando la cifra anual inmediata anterior, o bien quedándose a muy poco de alcanzarla. Mientras tanto, con la exhibición sucede invariablemente una de dos: se estanca o disminuye y, en este último caso, de manera dramática como lo pone de manifiesto lo sucedido en 2024, cuando pasó de ocupar doce a cuatro por ciento de las poco más de ocho mil pantallas de cine que hay en México.
Quien haya entretenido sus ocios leyendo alguna vez esta columna sabe que, a lo largo del mencionado último lustro, no es la primera vez –ni será la última– que aquí se aborda el asunto, y desde el principio se ha dicho algo que desafortunadamente se impone repetir: el muy acusado divorcio entre producción y exhibición de cine nacional tiene mucho menos que ver con su calidad, tanto técnica como formal y temática, que con vicios y distorsiones estructurales del fenómeno cinematográfico visto en su conjunto, a estas alturas tan añejos que a Todomundo le parecen absolutamente naturales y, en consecuencia, inalterables.
No sin motivos, es a los exhibidores a quienes se suele ver como “los malos de la película”; son legendarias sus chapucerías para minimizar o menoscabar la presencia, o de plano ignorar un cine, el mexicano, que bien saben incapaz de reportarle las enormes ganancias económicas que sí les da cualquier churro gringo estándar; legendario también es el hecho de que, si una película nativa está hecha siguiendo al pie de la letra el librito del convencionalismo fílmico anejo a los mencionados churros estándar, entonces sí habrá de ser exhibido cuando menos decentemente. Así ha sido, así es y así será, y está más que comprobado que no hay ni habrá ley capaz de alterar el estado de las cosas.
Precisamente por eso, a estas alturas ya debería ser claro que la responsabilidad no le pertenece únicamente a los exhibidores malos, sino también a la producción nacional en su conjunto, por un lado, y a las autoridades del rubro por otro, que un año sí y otro también, es como si siguieran esperando la caridad de aquéllos, o que los garbanzos de a libra nacionales se multipliquen milagrosamente… mientras siguen produciendo y produciendo un cine que nadie ve, del cual por consiguiente nadie hablará y del que ni siquiera se sabe que existe, salvo por el anuncio –de todos modos no muy atendido, verbigracia el Anuario Estadístico del IMCINE o las cifras anuales de la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica– de que la producción fílmica continúa. Es aquí donde la mayor carga de culpa cambia de lugar. Véase de este modo: si quieres entrar a un lugar y, por más que tocas y tocas a la puerta, no sólo no te abren sino que, mientras te miran desde adentro, te dan atole con el dedo haciéndote creer que cualquier día de éstos siempre sí te van a dejar entrar, ¿de quién es la culpa, del dueño de la casa o tuya? No ha faltado, ni faltará, quien insista en que el dueño de la casa tiene que abrir, y si no quiere hay que obligarlo, ya sea con una nueva ley o –uroboro ciego– produciendo más películas más parecidas a lo que sí se exhibe. Tampoco falta, ni habrá de faltar, el iluso que vea en el streaming la tablita salvadora que sacará de sus latas al cine mexicano jamás exhibido, como si Netflix, Prime y similares no compartieran los mismos criterios mercantiles que sus pares físicos de exhibición.
Se ha dicho aquí antes y, ni modo, se dirá de nuevo: puesto que, siendo sensatos, no cabe esperar resultados diferentes de conductas repetidas, ¿por qué no cambiar radicalmente de actitud? Frenar un año el apoyo estatal a la producción y utilizar esos dineros en la creación de una red exhibidora y en una buena estrategia de difusión y en hacerla económicamente más accesible que las grandes cadenas, sería un buen comienzo ●
La presentación de Reversura , de Eduardo Milán (Rivera, Uruguay, 1952), editado por Elefanta, editorial que insiste en mantenerse con vida, despierta esta reflexión sobre los retos que enfrentan los sellos independientes, desde el diseño de sus portadas hasta la búsqueda de recursos y espacios en la librerías.
Hace algunas semanas se presentó en La Bota el libro Reversura, el más reciente poemario de Eduardo Milán, en su edición mexicana, publicado por Elefanta. En otro lugar me he ocupado con detenimiento de dicho libro, para mí extraordinario, tal vez el mejor de una ya dilatada obra lírica (a pesar de todo el adjetivo le cuadra) de este autor. El acto de presentación me ha hecho constatar una vez más la bullente actividad de las editoriales independientes y de los centros culturales, también independientes, como La Bota. Elefanta, animada por Emiliano Álvarez, tiene ya un catálogo importante que define muy bien sus intenciones y su gusto. Bien diseñados, con buenos autores entre los que no pocos son de otras lenguas. La edición de Reversura fue, además, un buen momento para ver también el catálogo de Mantarraya, sello editorial vinculado a La Bota, animado por Melisa Arzate y Amaro Antonio Calera-Grovet. Este último sello ya con varios libros de Milán en su haber. Ambas editoriales colaboran desde sus distintas condiciones y posibilidades al vincularse y crear una sinergia provechosa para ambas. Como suele suceder, buscan financiamiento en instituciones y universidades, necesario para poder seguir adelante con el proyecto pero que no significa ninguna pérdida de independencia en su línea editorial. Lo que es menos frecuente es la colaboración entre proyectos independientes. La diversidad que provocan este tipo de editoriales debe tener también un funcionamiento transversal o rizomático, para usar el término deleuziano, pues eso permite detectar cercanías y diferencias complementarias entre proyectos. Una de las cuestiones más visibles viene del diseño. En los años noventa, primera proliferación numérica de editoriales independientes, las portadas eran fundamentalmente tipográficas. Pienso en la decana El Tucán de Virginia, pero también en Ediciones Sin Nombre, Verdehalago, Montecarmelo, Trilce y alguna otra que se me escapa. Era una manifestación visible de una intención legible: al poner delante mío dos libros de Mantarraya, Arden (Meliza Arzate Amaro/Anto-
nio Calera-Grobet) y Salido, de Eduardo Milán, vemos un desarrollo de esa intención en el manejo de colores y recursos gráficos. No hay que olvidar que las portadas son eso, un portal, una puerta de entrada, y el nombre de la editorial una identificación familiar, como antes en las casas de pueblo, que se ponía familia tal.
Los nombres nos proponen también una narrativa. Por ejemplo, los que ponen títulos tomados de la naturaleza. En el pasado revistas como El Ciervo Herido, El Oso Hormiguero y Manatí. En un ayer aún visible editoriales como El Tucán de Virginia o la extinta Colibrí. En el hoy, Elefanta y Mantarraya. ¿Ofrecen los nombres de las revistas y editoriales independientes una posible taxonomía? Digamos que un título como Elefanta nos hace sonreír y nos entrega, produce una reacción afectiva. En ese panorama hay también títulos expresamente belicosos: La Zorra Vuelve al Gallinero, o las contraculturales La Regla Rota o la Pusmoderna de los ochenta.
En los años noventa, primera proliferación numérica de editoriales independientes, las portadas eran fundamentalmente tipográficas. Pienso en la decana El Tucán de Virginia, pero también en Ediciones Sin Nombre, Verdehalago, Montecarmelo, Trilce y alguna otra que se me escapa.
Estas preguntas, con algo de bizantino, muestran el marcado carácter de este tipo de proyectos: son creativos, su horizonte no es, aunque a veces lo deben de tener en cuenta, mercantil o económico. Por otro lado, el abandono por parte del Estado de los apoyos que recibían estas editoriales ha hecho que para sobrevivir busquen otras alternativas y vaya surgiendo, poco a poco, pero ojalá arraigue y se mantenga a largo plazo, una red de librerías independientes. Pero eso sería asunto de otro texto. Por otro lado, está el lector: tiene que solidarizarse con estos proyectos, buscarlos, procurarlos, crear nexos afectivos. Por ejemplo, la edición de Reversura. Milán no tiene miles de lectores, pero es probable que sí tenga cientos. Es un autor de referencia en el panorama de la poesía actual en lengua española. Hagamos que la edición se agote, que Elefanta tenga que reeditarlo. Y que pase lo mismo con Salido,de Mantarraya. Si ampliamos el espectro a otras editoriales independientes a partir de la taxonomía de los títulos, ¿qué nos diría Gris Tormenta o Ediciones del Lirio?