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El ITER: innovación tecnológica vs participación ciudadana (parte I)

Uno suele enterarse de los acontecimientos del mundo mediante los noticieros, informativos u otros medios, pero hay sucesos que nos pasan de lado, consecuentemente hay una carencia de atención y seguimiento; en este tenor, resulta interesante la noticia del considerable avance del proyecto científico técnico llamado ITER, lo cual invita a la reflexión acerca de la responsabilidad social sobre las aplicaciones de los resultados de la ciencia, el desarrollo tecnológico y su uso como elemento central de la innovación [1], en esta ocasión hablaremos del International Thermonuclear Experimental Reactor -ITER por sus siglas.

El ITER, es un proyecto que intenta poner en práctica la generación de energía a través de la fusión nuclear, un prototipo funcional del reactor atómico tipo tokamak utilizado en una fase todavía experimental [2].

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La idea del presente reactor, nació en Rusia en los años 70, pero su costosa financiación hizo que en 1986, EE.UU y la UE se unieran al proyecto inicialmente, hasta que definitivamente 2006, se firmó de manera oficial la forma de compartir gastos y la construcción del proyecto, por todos los países participantes: Rusia, EE.UU, UE, China, Corea, India y Japón [3].

Es la máquina más grande hecha para demostrar la viabilidad de la fusión como una fuente de energía limpia, libre de carbono y a gran escala, basada en el mismo principio de la energía solar y estelar, pero extrapolado a un enfoque comercial, donde en el núcleo tokamak se producirán descargas de plasma de larga duración. Es por esto que se convierte en una de las propuestas de valor más prometedoras, pudiendo crear en un futuro centrales eléctricas de fusión, con gran potencial energético capaz de abastecer a toda la población mundial, y supuestamente, de una forma limpia y segura.

De acuerdo con esta información, conjunto a la que se presenta en su sitio web [2], quedan claros los beneficios de dicho desarrollo tecnológico, pero ¿conocemos la envergadura y las dimensiones de este proyecto realmente? ¿Qué riesgos conlleva esta innovación? ¿Qué significa para el resto de países no involucrados en su construcción? ¿Qué significa para la sociedad en general? ¿Tenemos herramientas suficientes que nos eduquen a conformar un criterio riguroso respecto del proyecto?

A lo largo de una serie de artículos, se pretende contestar a estas preguntas, las cuales resultan estar entrelazadas, convergiendo la ciencia con otros factores e intereses sociales, económicos y políticos.

Este proyecto innovador de tal envergadura, dado el tiempo de su trayectoria tecnológica -cerca de cuatro décadas ya, se le pueden atribuir diversos conceptos de producción científico-tecnológica, los cuales han ido cambiando y ampliando dimensiones, sobre todo en el actual S.XXI. De acuerdo a la bibliografía y a los autores que han caracterizado los diferentes conceptos de producción de la ciencia, el ITER definitivamente es un proyecto mega científico en torno a la generación de energía a partir de elementos nucleares radiactivos, como fue el proyecto Manhattan.

Aproximadamente, a mitad del S.XX, este tipo de propósitos permean el concepto de ciencia, yendo más allá de la “simple ciencia”, y por tanto surgen conceptualizaciones nuevas, hablamos de Gran Ciencia, según Solla Price [4] o de Transciencia, según Weinberg [5], ya que este fenómeno a gran escala de la ciencia, necesita redefinirse, ya que sobrepasa los valores mertonianos de la época y los límites establecidos por la comunidad científica.

Además, uno de los rasgos que definen esta Gran Ciencia, es la participación con gobiernos con fines interesados y particulares, estas interrelaciones entre diferentes entidades y actores, sugieren generar políticas y marcos legislativos que favorecen y allanan el terreno para el desarrollo tecnológico del núcleo atómico.

Así, el asunto apunta a ser Ciencia Gubernamental, concepto que define John Bernal, ampliando las dimensiones de la macrociencia o Gran Ciencia [6], ya que la iniciativa de los diferentes gobiernos participantes -China, Unión Europea, India, Japón, Corea, Rusia, EE.UU. y un reciente acuerdo de cooperación con Canadá-, en conjunto con la industria y otros actores, se interrelacionan para hacer ciencia, obteniendo un resultado de impacto mundial.

Sin embargo, esta conceptualización de la ciencia queda un poco obsoleta, a día de hoy, el proyecto ITER está ubicado dentro de las dimensiones que alberga el concepto de tecnociencia, que postula Javier Echeverría [7].

Sería así un proyecto tecnocientífico porque, (1) surge de la necesidad inminente frente a la problemática del calentamiento global, del agotamiento de los recursos naturales y de la dependen- cia de la humanidad hacia estos; (2) por tanto es capaz de cambiar la situación actual, o lo que es lo mismo, transformar la realidad tal y como la percibimos, es una innovación proactiva. (3) Por este motivo, la política pública global toma el protagonismo como agente innovador, e integra tanto a la ciencia como a la tecnología dentro del sistema económico, involucra a los diferentes actores sociales, públicos y privados (gobierno, centros de investigación e industria), provoca una colaboración trasnacional y multidisciplinaria. (4) El proyecto está concebido desde su origen con fines estratégicos -la resolución de problema e impacto socio-económico-ambiental-, que ante la sociedad mundial, será rede- finido interesadamente como: la producción de una energía limpia y asequible que reduce el impacto negativo al medio ambiente.

Referencias

[1] I. L. de Regil, “Ambivalencia tecnológica - Dra. Irma Livier de Regil Sánchez · Jefa de Investigación UNIVA,” Guadalajara, Mexico, 2020. https://www. youtube.com/watch?v=_xZ3Tnl5N18.

[2] I. Comunity, “¿Qué es ITER?,” Francia, 2020. https://www.iter.org/fr/ proj/inafewlines.

[3] U. N. A. Estrella and E. N. La, “Iter una estrella en la tierra,” pp. 18–20, 1975.

[4] /DEREK J. DE SOLLAPRICE;TR. JOSE MARIA LOPEZ PINERO, HACIA UNA CIENCIA DE LA CIENCIA. .

[5] A. M. Weinberg, “Impact of large-scale science on the United States,” Science (80-. )., vol. 134, no. 3473, 1961, doi: 10.1126/science.134.3473.161.

[6] J. D. (1954/1957. Bernal, Historia social de la ciencia, vol. II: Laciencia en nuestro tiempo., Ediciones. Mexico, DF, 1960.

[7] J. Echeverría, “De la filosofía de la ciencia a la filosofía de las tecno-ciencias e innovaciones From the philosophy of science to the philosophy of technosciences and innovations,” Rev. CTS, no, vol. 28, pp. 105–114, 2015.

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