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JULIÁN LANZAROTE

Alcalde en el momento de la declaración de Interés Internacional

Muy poco tiempo después de haber conseguido la declaración de Interés Turístico Nacional y en plena resaca de los fastos de la Capitalidad Cultural Europea, en 2003 Salamanca obtenía la declaración de Interés Internacional para su Semana Santa. Julián Lanzarote era entonces alcalde de la ciudad y el impulsor de la candidatura a una declaración que, veinte años después, considera el gran revulsivo contemporáneo de la pasión salmantina.

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La declaración de Interés Turístico Internacional supuso hace ahora veinte años el reconocimiento a la Semana Santa como una de las grandes del país. ¿Requirió mucho esfuerzo para aquel Ayuntamiento?

Le encargué el estudio previo a Javier Blázquez, que es el que más sabe de Semana Santa. Yo comprendía que a lo mejor desde la imaginería no podíamos competir con Valladolid o Zamora, en el sentido de esos grandes conjuntos, pero que sí había algo que nos diferenciaba que era el entorno y que teníamos que incidir en ello. Fue como con la candidatura a la Capitalidad Cultural, que peleábamos con otros más favoritos, como Valencia, Barcelona y Granada. Decidimos insistir en lo que los demás ni tenían ni tendrán nunca: ni la calle de la Compañía, ni la Plaza Mayor más bella del mundo, ni el escenario sobrecogedor de la plaza de Anaya. La famosa pasión y piedra.

Y la apuesta salió bien Al final, como ocurrió en el 2002, nos conseguimos colar por ahí. Supimos subrayar lo que había que subrayar y no todo el mundo lo entendió. Me llegaban cartas de Valladolid o de Zamora, de cofrades, diciéndome que cuánto habíamos pagado, que a quién habíamos sobornado, porque nuestra Semana Santa no lo merecía. Cosas de un país de envidiosos.

Algunos de fuera no lo entendían, ¿y desde Salamanca se entendió que el Ayuntamiento se volcara con esto? Es que es una declaración que solo tiene aspectos positivos para la ciudad. Para el sector hostelero es fundamental. Además que el Ayuntamiento tampoco se metía en cuestiones religiosas, se subrayaba su aspecto de “espectáculo”, de puesta en escena única. Luego hay quién se queda ahí y quién va más allá desde su vivencia. Pero además es que esta declaración es una carta de presentación magnífica. Poco después de aquello le sacamos un dinero al Banco Europeo de Inversiones que nos permitió arreglar el centro histórico y uno de los argumentos fue que la Semana Santa pasaba por allí.

Entre lo más tangible como este crédito del Banco Europeo y lo más intangible, ¿cuál es el balance que puede hacerse de lo que ha supuesto la declaración para Salamanca estas dos décadas?

Yo creo que es indiscutible que a la ciudad le vino muy bien desde cualquier punto de vista. Es verdad que ahora ya hay muchas otras Semanas Santas más que lo han conseguido, y ese puede ser otro debate. Pero en ese momento, en el año 2003, que tu Semana Santa estuviera ahí con las más grandes, con Sevilla, con Málaga, con Zamora… era un sello muy exclusivo. Para la gente de fuera eso nos metió en una nueva dimensión. De personas que cuando se enteraran por algún medio de esa declaración se dijeran, pues mira, no sabía yo que en Salamanca tenían una gran Semana Santa. Y seguramente se pudieran decidir por eso a venir y luego aquí se encontraran con nuestra ciudad tan maravillosa. Por eso decimos que fue un espaldarazo tremendo, aunque económicamente no se pueda cuantificar

¿Y qué cree que supuso para los salmantinos? Pues creo que por encima de todo conseguir esa declaración fue como un título más de los que nos hemos ido ganando con el tiempo. Y, particularmente para los cofrades, también un orgullo.

Si empezaba a haber más miradas pendientes tendría que hacerse también un esfuerzo mayor por estar a la altura Se trabajó mucho entre todos. Se había priorizado la restauración de los pasos. Ahí se hizo un esfuerzo muy importante de la mano de la Junta de Castilla y León para que todo estuviera en perfecto estado de revista. También se apostó por nuevas imágenes. Se hizo un esfuerzo muy grande para ir ganando en esos aspectos que se podían mejorar, a juicio de las propias cofradías. Todos los salmantinos, a través del presupuesto municipal, apoyaron a la Hermandad del Vía Crucis, a la Hermandad de Jesús Amigo de los Niños o la Hermandad de Jesús Despojado con sus nuevos pasos.

¿Cómo era la relación del alcalde Lanzarote con el mundo cofrade?

Fue cordial porque todo el trabajo que se hacía se desarrollaba siempre de la mano de las propias cofradías. La restauración de pasos, por ejemplo, a mí me decían las necesidades que había y se trataba de apoyar. Ellos tenían la última palabra y la suerte es que siempre ha habido muy buena gente al frente de las cofradías.

Aunque algún roce también habría...

En general todo fue muy cordial. Yo alguna vez tuve que mediar en alguna cosa, como cuando don Braulio no quería que la Vera Cruz sacara a la Dolorosa el Viernes de Dolores. Se nos criticó también que el Ayuntamiento hiciera un cartel propio de la Semana Santa por la declaración de Interés Internacional, pero eso era porque todavía no se había instituido el cartel oficial con la Junta de Semana Santa, que es la línea que sigue hasta hoy. Bueno, alguno también criticaba que la corporación se fuera en el Ayuntamiento de la procesión del Santo Entierro…

Y aunque no fuera en su etapa como alcalde, poco después se disolvía la procesión general del Viernes Santo

Ya en mi época empezaron a plantearse las reivindicaciones por la Vera Cruz para recuperar esa procesión, aunque entonces el obispo no las atendió. Luego sí y ni entonces ni ahora se ha entendido muy bien en la ciudad. Creo que se podía haber hecho mejor, salvando un poco los egos de la gente, pero es muy complicado porque todo el mundo tiene parte de razón.

Lo que sí intentó hacer Julián Lanzarote fue un Museo de Semana Santa

Sí y es una de las espinas que tengo clavadas de mi etapa como alcalde. Tenía pensado como lugar la iglesia nueva del Arrabal, con su fresco magnífico de Genaro de Nó. Tengo todavía en casa un proyecto que encargué para hacerlo, algo distinto, algo con enganche para la gente joven.

¿Cuál era la propuesta?

Un museo moderno y muy tecnológico. No era guardar “cacharros”. No queríamos tener allí estandartes o hábitos, sino algo muy interactivo con algunas cosas muy buenas de la Semana Santa que andan por ahí repartidas y, como sabíamos todos los problemas de titularidad de muchas de las imágenes de nuestras cofradías, pensábamos hacer reproducciones de algunas de las mejores obras que tenemos. Habíamos hablado con Eduardo Capa para ello, reproducciones milimétricas para ver todos los detalles de esos pasos magníficos.

¿Y qué pasó?

Era muy caro y no conseguimos los fondos extraordinarios para hacerlo.

¿Cuál es ahora su relación con la Semana Santa?

Soy un cofrade más. Mi pasión es el Nazareno, que yo creo que es el paso más bello. En 2022 por fin volví a salir en procesión el Viernes y cuando empezó a entrar el paso en San Julián me pegué una llorera impresionante.

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