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Amor de Madre

POR

LYDIA BARTOLOMÉ

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FOTOGRAFÍAS

ROSA GONZÁLEZ

FERNANDO PÉREZ PEÑA

PILAR PÉREZ

La devoción popular no se resigna a otorgar a María un papel secundario en ningún momento de la vida de Jesús. Un hecho particularmente intenso ante la pasión, muerte y resurrección. Desde los primeros momentos de esta expresión de religiosidad, María accedió a un permanente protagonismo, como corresponde a una Madre de todos. Su presencia constante en el calvario junto al Crucificado pronto se trasladó a devociones en solitario con la descripción de Dolorosa a la que se unirían luego Soledad o Esperanza como principales advocaciones.

En Salamanca, la Virgen de los Dolores de la Vera Cruz, (Nuestra Señora de las Angustias en su nombre inicial) es una de las mejores realizaciones imagineras de comienzos del siglo XVIII y fue también una de las mayores devociones marianas de la ciudad. La Soledad contó desde el siglo XVII con su propia cofradía que fue evolucionando hasta incorporar a comienzos de los 40 la sensacional imagen de Benlliure, mientras que la Esperanza salmantina cobró forma a raíz de la fundación de la Hermandad Dominicana, primero con la talla de González Macías (1945, hoy en Peñaranda) y después con la definitiva de Damián Villar, desde el Viernes Santo de 1952.

En ese momento, en Salamanca ya procesionaba con el Cristo de la Agonía la Dolorosa de Soriano Montagut (1940), una de las grandes aportaciones del siglo XX a esta iconografía.

Pero la presencia mariana no ha cesado de crecer desde esas incorporaciones hasta hoy. A medida que la entrada de la mujer iba enriqueciendo todas las cofradías salmantinas, comenzaban también a incorporarse nuevas dolorosas multiplicando sus advocaciones. Es el caso de María Nuestra Madre, una imagen completamente atípica en este grupo, obra de Hipólito Pérez Calvo.

Ese momento de expansión deja también la llegada de Nuestra Señora del Silencio, obra de Enrique Orejudo, para acompañar al Cristo de la Vela en la procesión del Sábado desde Jesús Obrero. También Nuestra Señora de la Amargura se incorpora en 1991 a la Semana Santa. Es la advocación que recibe la imagen mariana que acompaña en el calvario al Cristo de los Doctrinos para conformar desde ese momento la procesión del Lunes Santo de la Vera Cruz.

Un año después, la Hermandad de Jesús Flagelado también aporta una dolorosa a la ciudad, bajo el nombre de Nuestra Señora de las Lágrimas, obra que José Miguel Sánchez Peña había realizado en 1977. Ninguna de estas tres dolorosas irá con palio. Tras todos estos cambios, se vivió un momento de cierta transición hasta que volvieron a producirse importantes entradas iconográficas asociadas a este momento mariano. La Hermandad de Jesús Despojado lleva a cabo la primera incorporación en el siglo XXI, con María Santísima de la Caridad y del Consuelo, obra mayúscula de Francisco Romero Zafra realizada en 2013 y que procesiona el Domingo de Ramos desde 2018. En este caso, se opta por un palio de característico color azul. Un modelo de dolorosa claramente andaluz, marcado por la suavidad del modelado y que desataba una inmensa devoción popular. En 2021, la Cofradía penitencial del Rosario presenta a María Santísima del Dulce Nombre, obra de otro de los genios de la imaginería contemporánea, Navarro Arteaga. El sevillano introduce un nuevo concepto de dolorosa marcado por un sufrimiento maduro y emotivo. Aún no hay fecha para su salida en procesión junto a San Juan Evangelista, algo que sí ha hecho ya la última incorporación mariana a través de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Perdón. María Santísima de Gracia y Amparo es obra del también hispalense Juan Manuel Montaño y presenta a la Virgen en soledad junto a la cruz de la que pende el sudario tras el descendimiento.

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