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En 1988 la Semana Santa de Salamanca acogía por primera vez una de las procesiones más singulares de todo su ciclo. Presentada como un “entierro charro” dieciochesco, el Santísimo Cristo de la Liberación era acompañado por varias docenas de hermanas ataviadas con el traje de luto ventioseno y de hermanos con el hábito ceremonial con cola albercano. “Todo era especial y la música no podía ser una excepción”, explica Blanca Lorena Llorens, directora del coro.

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Así que junto al Cristo no iría una banda, sino un coro ataviado con há- bito cisterciense interpretando una serie de motetes cada vez que el paso hiciera un descanso. “Es una manera de acompañar al Cristo, cada vez que para, nosotros cantamos, es una forma de sentir que nunca está solo”. Los motetes son composiciones para cuatro voces a capela. Palestrina, Gombert o Tomás Luis de Victoria son algunos de los autores que se incluyen en la selección musical que marca la procesión de cada Viernes Santo.
“Son piezas clásicas, de un repertorio muy escogido, en una procesión sobria y de recogimiento como la nues- tra, de luto, y nosotros sentimos que con la música vamos también construyendo algo especial, se va creando una atmósfera mística”, señala Blanca. El coro siempre lo componen exactamente dieciséis voces. “Son los hábitos que tenemos, no hay otra razón”, reconoce la directora, que además subraya que “nunca me han faltado personas para el coro, todo lo contrario, a veces alguien se ha tenido que quedar fuera porque no teníamos más hábitos”. Son voces con mucha experiencia en el ámbito vocal. “Cantar en la calle, normal- mente con mucho frío, es muy difícil, tenemos que ser un grupo experto y cohesionado”.

Para todos, explica Blanca, “acompañar a nuestro Cristo es un orgullo, porque sientes además esa sensación de estar participando en algo muy emotivo y muy distinto de lo que son otras formas de vivir la Semana Santa”.
La procesión del Cristo de la Liberación fue cambiando de horario y de recorrido. Modificaciones que quizá la hayan ido haciendo más conocida y con ella todas sus peculiaridades en la vestimenta, el patrimonio artístico creado por Vicente Cid y Jerónimo Prieto y su acompañamiento musical. “Sentimos que durante mucho tiempo hemos sido los grandes desconocidos de la Semana Santa de Salamanca, pero en los últimos años eso está cambiando, cada vez hay más personas que nos acompañan en la procesión y también notamos que muchos van junto a nosotros para oírnos cantar cada vez que hay una parada”. “Notamos el calor y el respeto del público y eso es conmovedor”, afirma la directora.


