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ante la CRUZ me AYUDÓ a REVIVIR tras la MUERTE de mi PADRE”
PACo GÓMEZ
Nació en Granada. Con veintiún años ingresó en la orden dominica, al poco de estudiar Teología en la Pontificia de Salamanca. También una editorial salmantina, Amarú, publicó por primera vez sus versos en 2003 (Humo verde). Desde entonces, Antonio Praena se ha convertido en uno de los poetas actuales más deslumbrantes, con reconocimientos como el Gil de Biedma o el Emilio Alarcos. Acostumbra a señalar a los reyes desnudos de nuestra sociedad y también a desnudarse él mismo en cada palabra.
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¿Cómo recuerda todo el proceso que envuelve al Poeta ante la Cruz? Fue muy largo. El encargo es un poemario exprofeso, que se convierte en un punto de partida para ir enfocando las ideas desde una perspectiva concreta. Me fue inspirando y atrapando. También volver a Salamanca tenía un carácter simbólico y de esperanza. El acto se celebraba después de tiempos tan marcados por la muerte. No solo por la pandemia, también en mi historia particular: mi padre había muerto el mes anterior y estaba en ese proceso de asumir el dolor y encontrar el camino a la esperanza.
¿Fue muy difícil dar con las palabras exactas para ello? Saberse invitado al Poeta ante la Cruz significa dejar la alarma encendida en el inconsciente y permitir que vayan viniendo ideas, sentimientos y versos de manera dispersa. Luego, en Navidad, me encerré con todo y en un clima de soledad plena me sumergí a darle forma. Después viene la crítica feroz que se hace uno mismo. Una purificación para dejar los versos definitivos huyendo del narcisismo, de lo artificial, hasta desnudar los sentimientos.
Y, al fin, llegar con ellos y declamarlos ante una imagen verdaderamente imponente. Nada te prepara ante eso. Una imagen que viene de lejos en procesión y luego el cara a cara que impresiona por su realismo. La Catedral en sus dimensiones y, en tiempos de pandemia, la frialdad de las distancias. Luego el texto, las emociones, fueron caldeando el ambiente.
Con unas palabras donde se entremezclan siempre lo religioso y lo social... Lógicamente el hilo conductor era algo religioso, pero van entrando tus vivencias, otras temáticas... No hay verdadera separación entre lo religioso y lo social. Tampoco es que yo me considere un poeta religioso, ni social. Soy poeta. Espejo de lo que hay y lo que siento desde un compromiso firme con la verdad. La vida es como es y yo hablo de ella sin filtros rosas. A veces es hablar desde el dolor. Lo que leí era el dolor tras la muerte de mi padre y lo que escribí en Cuerpos de Cristo era dolor tras la muerte en pandemia de mi mejor amigo. Y ahí está siempre la esperanza en la resurrección, que no empaña la realidad, sino que me lleva a verla con ojos más limpios.
¿Entonces no nos salva la poesía, sino los sentimientos que expresa?
La poesía no es el Evangelio. El poeta no es ningún mesías y la poesía puede salvar de pocas cosas por sí sola. Si tiene algo de solución para la vida puede ser porque es una puerta a una comunión, un camino para ser más felices. Pero salvar, salva de pocas cosas. De hecho, a veces un verso te enseña nuevos conflictos y te abre problemas nuevos. En mi caso, estar en Poeta ante la Cruz me sirvió para sacar emociones contenidas y seguir adelante. La muerte de mi padre me tenía en completo estado de shock y encontré un cauce para dar gracias por su vida y para canalizar esa pena enorme por no haberlo podido despedir. Encontrarme allí como poeta y ofrecer mi voz, mi palabra, mi emoción… ese calor me revivió.

<A Elena Escribano
Quién hubiera pensado un infinito envuelto en papel verde y fabricado con sodio palmitato, glicerina, Evernia furfuracea y extracto de lavanda.
Lo ha traído esta tarde entre sus manos una viuda que a veces viene a Cáritas en busca de alimentos tan imperecederos como lentejas, macarrones o cartones de leche. Es el regalo que me hace por estas navidades: una pastilla de jabón de 4 onzas comprada en Droguerías Mariangustias. El más valioso don que he recibido, tan solo comparable con el acto que crea el universo de la nada: el milagro que muestra que existen en la tierra algunos justos que sostienen la tierra.
Y aunque yo sé que mis palabras poco importan al resto de poetas y de críticos, que nada legaré para la historia de la literatura, quiero dejar escrito en estas líneas el nombre de esta anciana.
o no: quizá mejor velarlo en el misterio de aquello que no puede designarse. Por este simple trozo de limpieza, por su olor a lavanda que perfuma mis días y mi ropa, doy las gracias. Porque he sido mirado con los ojos que con solo mirar nos esclarecen, porque estas manos pobres acrisolan mi cuerpo al asearlo de mí mismo, doy las gracias.
Porque ella ha dado el dar sin que medie razón, y porque el absoluto se ha encarnado en este humilde trozo de luz verde, también a ti, lector, que le regalas este instante a mis letras intrascendentes y a esta viuda, te quiero dar las gracias.
Dar gracias es tan solo bendecir la grandeza de aquellos cuya gracia recibimos. Por eso esta pastilla me redime y este amasijo glauco nos hermana a modo de poema. Con ella lavo aquí los verbos del pecado.



