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CADENA ORACIONAL: puerta a TIERRA SANTA

J. M. FERREIRA CUNQUERo

FoToGRAFÍAS

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FERNANDo PÉREZ PENA

Sábado de Pasión en Salamanca. Las campanas de la iglesia románica de San Martín acaban de tañer sus rítmicos lamentos, cuando se abre el portón que da paso a la marcha penitencial de la Hermandad Franciscana del Santísimo Cristo de la Humildad.

La silenciosa y antorchada comitiva se une al recogimiento de los conventos de clausura franciscanos que, por toda España y parte de Hispanoamérica, inician en confraternidad la Cadena de oración Franciscana, bajo el firme propósito de recordar a los 340 millones de cristianos, perseguidos en la Tierra, y a todos los hombres que sufren cualquier tipo de violencia en el mundo. En tan íntimo recuerdo no pueden faltar los cristianos de Tierra Santa a los que la hermandad está unida por medio de la Custodia Franciscana que vela y guarda los santuarios más importantes de la cristiandad.

En el monasterio de la Purísima Concepción de Salamanca, las Hermanas Pobres de Santa Clara, Franciscas Descalzas, confraternizan oracionalmente en entregada meditación con los hermanos que acompañan por las calles salmantinas a ese Cristo de la Humildad, que fue acogido por ellas con sumo afecto en los días posteriores a su bendición por parte del Custodio de Tierra Santa.

La Cadena de oración Franciscana afianza su sentido en esa cita conventual que aúna, en pálpito de amor fraternal, a las hijas de San Francisco, desde el alma virtuosa que enciende, sin reservas, en llama de pasión su íntegra y sincera entrega al Padre.

Esta convocatoria oracional refuerza el intento de acoger, bajo el espíritu franciscano, el fruto de la armonía seductora que, bajo el influjo del horizonte cristiano, en ofrenda de amor, reivindica la dignidad que debe presidir la vida de cualquier hombre sobre la tierra.

En Salamanca, de forma especial, se unen a esta oración franciscana los conventos de todas las órdenes religiosas de la provincia, haciendo posible que esta oración interconventual reafirme su alianza en esa noche que abre el corazón a los tres Cristos que simbólicamente, en silencio, recuerdan la conversión de San Francisco y la humilde fraternidad que identifica a los franciscanos por todo el mundo. En fechas anteriores al Sábado de Pasión, las muestras de afectividad de las monjas franciscanas llegan al seno de la hermandad salmantina desde todas las comunidades autónomas de España, y el abrazo fraternal más allá del océano encuentra, en las siervas de Francisco y Clara, el calor que exhala propósitos de comunión, en la propuesta oracional, que denuncia el sufrimiento que sufren nuestros hermanos de sangre en la fe que compartimos.

Las antorchas deshacen las profundas neblinas del anochecer incierto, mientras, en la clausura franciscana, la paz de los monasterios abraza a sus mujeres santas, propugnado esa alegría redentora de la próxima Pascua, que estimula permanentemente, en la raíz de los días, la oración monástica que recuerda, sin distinción alguna, a todos los hombres.

La Hermandad Franciscana ha podidoefectuarendosocasiones su procesión antes de la pandemia. Dos años marcados por la emoción y la intensidad del estrenoytambiénporelsilencioyla oración. Los hermanos que nos reunimos en San Martín antes de iniciar el recorrido no hacemos ningún juramento de silencio, pero comenzamos los actos con una oración que tiene un sentido tanfuertequeacabaporimponer entrenosotrosunsilencioquesale delomáshondodenosotrosmismos.Eslaactitudderecogimiento y compromiso que permanece hastaqueacabalaoraciónquenos recibe también a nuestro regreso enlaiglesia.Eselpuntodepartida y llegada: una oración que siemprenosrecuerdanuestrosvínculos tan fuertes conTierra Santay lamemoriadetodosloscristianos perseguidos.

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