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ANDRÉS ALÉN

AUToR DEL RETABLo DE LA oRACIÓN EN EL HUERTo

En 2010, la Cofradía de la oración en el Huerto decidió acompañar el reciente traslado, ya en depósito perpetuo, de su conjunto escultórico a la iglesia del Carmen de Abajo con la elaboración de un retablo propio que ayudara a dar todo el sentido al crucial momento de la vigilia en Getsemaní. El encargo se puso en manos de Andrés Alén y el resto es historia de la Semana Santa salmantina.

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Alén mira al mundo desde el otro lado de unas gafas sobre las que monta gruesos cristales de ironía. Si no fuera tan buen artista, quizá su rasgo más destacado podría ser lo gran conversador que es. Pero hoy hablamos de pintura. Concretamente de un retablo muy particular, lleno de símbolos, detalles y único en su planteamiento y configuración.

“Me alegra ver que se conserva tan bien, llevo estos años preocupado por cómo evoluciona el soporte, pero la verdad es que el trabajo de traslado lo han hecho muy bien. Estoy tranquilo ahora, creo que voy a tener la suerte de morirme antes de que el retablo se deteriore”, bromea.

La remodelación profunda que han experimentado tanto la propia iglesia como el conjunto de la casa conventual carmelita obligó a retirar el retablo de Alén. Una tarea siempre delicada, más si se tiene en cuenta que está hecho de papel.

“Los materiales con los que pude trabajar son muy buenos, pero ciertamente la base es papel”, explica el artista. El collage es una de las técnicas que domina a la perfección y aquí tiene una de sus mejores realizaciones, pero matiza: “es un collage en un sentido poco clásico, porque yo primero trato el papel hasta ir logrando una serie de colores y de texturas, así que lo que realmente hice aquí fue utilizar ese papel como mi paleta y ahí conseguir lo que estaba buscando, en consonancia también con lo que la Cofradía esperaba, pero se puede decir que, más que hecho, lo que está es pintado con papel”.

El resultado es una obra que cumple el doble cometido de acompañar a las cinco imágenes del grupo –un gran olivo que ampara el momento crucial de la aceptación de Jesús de su suplicio y una roca que sirve de fondo a los tres apóstoles que duermen ajenos a la trascendencia de lo que ocurre–y de ofrecer un sentido espiritual propio.

Arriba. Andrés Alén contempla el retablo en la iglesia del Carmen de Abajo que acoge el conjunto escultórico de la oración en el Huerto de los olivos.

Abano. Una de las cruces eucarísticas de Andrés Alén abre la procesión de Amor y Paz el Jueves Santo.

FoToGRAFÍA: Myriam Labrador.

“Muchos me dicen que es una obra carmelita y desde luego está hecha pensando en la mística carmelita, pero, en realidad, gran parte de la inspiración procede de algo que nada tiene que ver con esa espiritualidad”. En cambio, el pintor confiesa que la génesis de la obra apunta a un pasaje del Evangelio según Jesucristo, de José Saramago. Hay unas páginas en las que tras aceptar Jesús su destino, insiste en saber en su diálogo con Dios el coste en vidas de lo que habrá de venir: «Pues bien, se edificará la asamblea de que te he hablado, pero sus cimientos, para quedar bien firmes, tendrán que ser excavados en la carne, y estar compuestos de un cemento de renuncias, lágrimas, dolores, torturas, de todas las muertes imaginables hoy y otras que sólo en el futuro serán conocidas».

Así que Alén toma esta página y las siguientes, prolijas en todo tipo de martirios contemplados en el santoral –“he visto que lo único que realmente funciona es la decapitación”, ironiza–, e idea un huerto en el que los olivos crecen sobre un terreno conformado por los nombres de los mártires. “Allí están todos y creo que leer esos nombres al acercarte también es una forma de rezar, a mí por lo menos me sirvió para rezar mientras lo estaba pintando, lo mío fue una especie de ora et pinta”, señala.

En contraposición con esa parte inferior, la superior queda enmarcada por la Llama de amor viva de san Juan de la Cruz y es, efectivamente, todo un canto de esperanza. Los olivos van tomando forma cada vez más reconociblemente humana, hasta llegar a la Piedad, que consuma la Pasión. Pero en el siguiente olivo, las ramas ya son claramente brazos que se elevan hacia la luz eterna. “Es un camino que nos lleva por el dolor, el desastre, pero que gracias a esa llama acaba en un canto esperanzado”, explica el artista.

Como es habitual en el conjunto de la producción de Alén, el retablo explora los límites entre la figuración y lo abstracto, aunque el pintor matiza: “en arte religioso es muy difícil pensar en rezar ante algo no figurativo, es muy poco posible que hagas un Cristo cubista y la gente le rece, al final tiene que haber una figuración y si hablamos de Semana Santa, evidentemente, hay una referencia constante al barroco que a mí me ha venido bien, porque yo en el fondo soy muy barroco”.

Además del retablo, Alén también realizó para la cofradía tres cruces procesionales igualmente cargadas de simbolismo. Una cruz remarca la asociación espiritual de la her- mandad con el olivo como emblema de la salvación, otra profundiza en la parábola de la vid y los sarmientos y, la tercera es una plasmación de los símbolos de la liturgia eucarística.

“Son cruces hechas con materiales reciclados, de desecho, lo que es todo un símbolo cristiano también”, explica el artista, que además remarca que “son una reivindicación del bordado en la Semana Santa, una tradición que se está perdiendo, yo cosí y cosí mucho para confeccionarlas, hasta me salieron callos”.

De la cruz eucarística realizó una segunda versión para entregarla a la Hermandad del Amor y de la Paz, de la que forma parte: “me pareció lo natural, porque ambas cofradías están muy vinculadas al Jueves Santo, el día de la Eucaristía y también por mis propios recuerdos y vivencias, yo he tenido la suerte de poder participar en esa procesión con toda mi familia y el día en que mis dos hijos me acompañaron cargando otra cruz, la del Cristo del Amor y de la Paz, fue para mí un día grande, porque esas son las cosas de la Semana Santa: difíciles de explicar, pero ninguna bobada”.

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