ASUBIOS DE AMORANTO

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III. Las nuevas Mientras Herminda y Maruxa dormían la siesta, ellos salieron a la huerta, y cogidos de la mano, pasearon su felicidad en medio de las flores y los frutales que con tanto esmero cuidaba Pilar. Iban en silencio, como exhaustos por las recientes emociones, mirándose a los ojos a cada rato, rezumando en sus rostros la dicha del momento, y casi sin creerse que estaban juntos de nuevo. Habían pasado demasiado tiempo sin verse. Más de un año sin otra comunicación que no fueran las largas y apasionadas cartas que se escribían, y que tardaban, por unas razones u otras, cerca de un mes en llegar. Ella apoyó la cabeza en el hombro de Camilo, y él la rodeo con su brazo por la cintura. — Parece como si hubiese pasado toda una eternidad desde el día de mi marcha. Todavía hoy no me explico cómo pude aguantar tanto tiempo en Buenos Aires. Ahora, una vez de vuelta, cuando pienso en ello, he de reconocer que solo una razón inexcusable me retuvo: acabar el curso en la escuela... y esto -y Camilo, echándose la mano al bolsillo, saca un sobre doblado al medio, y se lo entrega a Pilar-. ¡Ábrelo! Es para ti. Pilar lo coge intrigada, lo abre nerviosa y apresurada, y lee con sorpresa... con asombro... se ilumina su cara... Era el Título de Bachiller Elemental concedido por el Instituto de Educación de Buenos Aires. Se quedó sin habla un instante... y


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