
martínez marzoa lópez montero
martínez marzoa lópez montero
“La Chavola”, la casa de Enrique y Carmucha en Vigo, fue centro entrañable de toda la familia Marzoa a lo largo de un cuarto de siglo. Reuniones, celebraciones, fiestas navideñas, magostos, carnavales, reyes magos, primeras comuniones… Allí se juntaban mayores, medianos y pequeños para disfrutar de momentos de concordia y de amor familiar.
“La Chavola”, 1958. Encuentro familiar. Los abuelos Digna y Arturo; las tías-abuelas Elvira y Mayeya; la tía Purita; los tíos Pepita y Antonio, con sus hijos José Antonio, Geluco, Pacita y María Jesús; los tíos Carmucha y Enrique, con sus hijos Felipe, Picuca, Quique, Carmela y Arturo; los tíos Lola y Manolo, con sus hijos Lito y Juan Luis; los tíos Silda y Manolo “Pericocho”, con sus hijos Carmencita y Manolito. La familia al completo, a excepción de la tía Pacita, que por entonces estaba en el convento de Vitoria. David, Carlos, Suso y María, aún no habían nacido.
Ourense, 1892. Los abuelos Felipe López Fernández y Carmen Montero García, los patriarcas y el origen de la familia Marzoa López.
Papá Felipe, así tratado por sus hijas, y después por sus nietos y familiares, nace en 1867, en la aldea ourensana de Cenlle, situada en pleno corazón de O Ribeiro.
De una familia con “capital”, es decir, con tierras, era conocido por sus paisanos por “OListo”, y su buen criterio para los más diversos menesteres, le concedería esa estimable consideración y un evidente liderazgo vecinal. Nunca le gusto el campo, aunque llegaría a conocerlo, y al abandonarlo tan pronto pudo, pasaría a engrosar el grupo de los “señoritos”, todos aquellos que no eran campesinos, aunque fuesen carpinteros, maestros, médicos, taberneros, carreteros… o negociante en madera.
Vigo, 1917. Los abuelos Digna López
Montero y Arturo Marzoa López.
Mamá Digna, la segunda de las hijas de Felipe “OListo”, al contrario de su padre y de su propio marido, ambos “señoritos”, era una apasionada campesina, que no paraba nunca de atender las muchas tierras a su cargo.
La “HortadoSeixo”, “ViñaHermá” , la “FincadoLameiro”, la “Hortadas Bouzas”…eran algunos de sus campos. “¿YMamáDigna?”.“Vainoseidos”.
Papá Arturo, que daría su apellido Marzoa a toda la descendencia, era un extraordinario carpintero, que tenía el taller delante de su casa de As Chavolas.
Muebles de todo tipo, barriles y grandes cubas para los bodegueros, sellas… Los bancos de la Iglesia de Cenlle y la de Saa, salieron de su taller.
En la casa de Cenlle, aún se conservan un armario, los bancos del balcón, un arcón, dos preciosas sellas…
Fotos de Portada. Vigo, años cuarenta.
Carmucha Marzoa delante de “La Chavola”, su casa.
Libro “Madera de castaño”
de Luis Alberto Rey Lama
Fotos Llanos, Vigo
Fotos Pacheco, Vigo
Fotos Montalvo, Ourense
Fotos Eugenios, Aguiño (Ribeira)
Pintura Antonio Heredero
Foto Juan Luis Marzoa
Luis Alberto Rey Lama, diciembre de 2024
Diseño de portada: Carlos Veiga
Corrector de texto: Rubén Rey y Picuca Martínez
Fotografía: Archivos Familia Marzoa
Primera Edición, diciembre de 2024
Editorial PICA Galicia
LastíasPuritayPacita, tambiénCarmucha, noslocontaronantesdeirse.
Ahora,lasprimasPicucayPacita ampliaronlahistoria.
Graciasatodasellassabemos algodelafamiliaenelpasado…
AlosMarzoa, deantesydeahora, quehanescrito estahistoriaconamor.
Nombrar la aldea de As Chavolas en el mundo de los Marzoa, no es otra situación que hablar de la aldea hermana de Cenlle, su aldea gemela casi podríamos decir. Unidas inseparables por los lazos del tiempo y de la historia, han protagonizado juntas los aconteceres familiares durante casi un siglo.
Las raíces de la familia entroncadas por Papá Felipe -apo- dado “OListo”, en su casa de Cenlle, allá hacia finales del siglo XIX, se han extendido al pueblo vecino con la fortaleza que dan los vínculos de sangre. Digna López Rodríguez, la tercera de las hijas de Felipe, al contraer matrimonio en 1917 con Arturo Marzoa Bóveda, vecino de As Chavolas, certifica desde ese momento la hermandad definitiva que vivirían las dos aldeas ourensanas en el devenir del clan.
Situadas entre ellas a un par de kilómetros, quince minutos a pie por el monte, As Chavolas pertenece a la parroquia de San Xoan de Sadurnín, una de las diez que componen el municipio de Cenlle. La pequeña aldea se encuentra atravesada desde prin- cipios del siglo pasado por la carretera nacional Vigo-Ourense, que ha separado las pocas casas de su vecindario a un lado y a otro del trazado, y unas pocas, entre ellas la de Arturo Marzoa Bóveda, quedaron situadas justo a pie de carretera.
Igual que todos los pueblos cercanos, en pleno corazón de la comarca de O Ribeiro, fundamentaban su economía en el cultivo del vino, sin olvidar los campos dedicados al maíz y al centeno, las cuidadas huertas de casa, y la atención al ganado a pequeña escala.
A estas tradicionales ocupaciones se dedicó Mamá Digna toda su vida con auténtica pasión, hasta que sus hijos la “obligaron” a dejar el campo. Nunca le acompañó en la tarea Papá Arturo, su marido, ni sus hermanas, y tampoco encontraría sucesión ni en sus hijos, ni en sus hijas, ni en sus respectivas parejas, ni en los nietos que fueron llegando… La abuela había sido la última campesina de la familia.
As Chavolas (Sadurnín-Ourense), años treinta. Delante de la casa familiar. En el grupo, detrás, Silda, Delfina -la maestra que se hospedaba en la casa de los Marzoa-, Antonio y Papá Arturo. Delante, Pacita y Manolo. En el balcón, Mamá Digna. La piedra de la derecha servía de parada para el “Auto Industrial”, el autobús de línea Vigo-Ourense. (Archivo familia López Montero)
A partir de su “obligado” retiro, Mamá Digna fue vendiendo todos sus campos, y también la legendaria casa de As Chavolas, que ya había abandonado años antes de morir. A finales de los sesenta se traslada a vivir a O Carballiño con su hija Silda, a fin de paliar la más absoluta soledad en la que se encontraba desde el fallecimiento de su marido en 1960.
En la vivienda ya no permanecía ninguno de sus descendientes desde hacía muchos años. Todos sus hijos, uno tras otro, abandonaron
pronto la casa paterna de As Chavolas: Antonio fue destinado como maestro a “El Mesón del Cura” (Cualedro-Ourense); Carmucha y Manolo fijaron su residencia en Vigo con sus respectivas parejas; Purita, siempre con su tía Mayeya, vivió primero en San Andrés (Ourense), luego en Vigo, y en los últimos tiempos en la casa de Cenlle; Silda, después de su boda, se traslada a Ventosela y más tarde a O Carballiño; y Pacita, la más joven de sus hijos, estudia Magisterio en Vigo, y tras sus votos de monja y dejar la congregación por motivos de salud, viviría en la ciudad viguesa con su hermano Antonio, y luego con su sobrina Picuca. Mamá Digna fallecía en la casa de O Carballiño en 1977, a la edad de ochenta y dos años.
As Chavolas (Ourense), 1940. En la “Horta de As Bouzas”. Manolo, Carmucha, Pcita, Mamá Digna, Silda, Delfina -la maestra- y su novio “Che de Ribadavia” -taxista del pueblo-, y Papá Arturo. (Archivo familia López Montero).
La vida sigue para los Marzoa, y la vieja casa de As Chavo- las, lugar de nacimiento de los seis hermanos y abandonada a finales de los años sesenta, desaparece definitivamente del ámbito familiar. En cambio, durante esos últimos tiempos, había surgido un nuevo escenario para la familia que parecía ocupar el espacio perdido de As Chavolas. Ya no estaba en la entrañable comarca de O Ribeiro, pero la casa de Carmucha y Enrique en Vigo, de nombre “La Chavola” en recuerdo de la aldea, se convertiría poco a poco desde su enlace matrimonial en 1942, en lugar de encuentro privilegiado para los Marzoa.
I ¡Hermosa juventud!................................... 15
II “La Chavola”…………………………………………… 47
III La tía Pacita……………………………………………. 122
IV Fin de un tiempo…………………………………….. 145
V La nueva época………………………………………. 171
VI Los hijos………………………………………………… 185
VII Los nietos de Carmucha y Enrique……………. 228
VIII Las últimas imágenes……………………………… 240 ________________________________________________
La tía Purita nos cuenta mucho de lo que aquí se escribe. Fue la más longeva de los hermanos Marzoa López, y formaba parte de aquella hermosa juventud de los años cuarenta. Fallece en Vigo, en 2021, a la edad de 98 años, cerrando así la tercera generación por esta línea familiar, iniciada a partir de Papá Felipe en Cenlle (Ourense), en 1867.
I. ¡Hermosa juventud! *
Todo comenzaría en la casa de Cenlle, en uno de los acostumbrados encuentros de Papá Felipe con el contratista vigués, para tratar de un habitual suministro de madera de castaño. Allí se conocieron Carmucha y Enrique, surgió el flechazo… y lo demás llegaría rodado.
La casa de Cenlle de Papá Felipe, la de As Chavolas de Mamá Digna y Papá Arturo, la de O Carballiño de Silda y “Peri- cocho”, “La Chavola” de Vigo… fueron puntos de encuentro inexcusables para la familia Marzoa a lo largo de casi todo el siglo pasado. En ellas se mantuvieron reuniones familiares a menudo, con o sin motivo alguno, se intercambiaron visitas y estancias, se celebraron toda clase de acontecimientos… Constituían para todos sus integrantes auténticos “lugares sagrados”, recordados, fre- cuentados, y a los que se acudía sin falta cada poco tiempo.
Desde que en 1942, se casa Carmen Marzoa López con el vigués Enrique Martínez Domínguez en la Iglesia de San Pedro de Sanín (Ourense), “La Chavola” de Vigo, que así se llamaba su entrañable hogar, se incorpora a ese grupo de escenarios impres- cindibles para el discurrir de la vida de los Marzoa.
Situada en el número 20 de la Calle Llorente, se encontraba cerca de la legendaria Iglesia de San Francisco, del “Hogar San José” de la Casa de Caridad -que había construido la misma empresa de Enrique, y del barrio de O Berbés, donde él había nacido en 1912.
La relación de Enrique con los franciscanos siempre fue excelente, hasta el punto de que los pasos de la procesión de Semana Santa que organizaban cada año, se guardaban desde el día anterior en la huerta de “La Chavola”, ante la expectación del vecindario.
Con las monjitas de la Casa de Caridad ocurría otro tanto, y no dudaban de llamar a Enrique para la reparación de cualquier avería que
*.- Transcripción parcial de texto y fotografías del libro “Madera de Castaño”
pudieran tener. Luego, ya rezarían por él y por su familia. Con el tiempo, Picuca, la segunda de sus hijos, se casaría en la capilla del “Hogar San José” .
Con la proximidad de O Berbés y de su antigua casa, deshabitada por entonces, Enrique disfrutaba paseando por el barrio de su niñez. A veces hasta se acercaba a la lonja del puerto pesquero para asistir a la diaria subasta de pescado, que siendo un niño, se celebraban bajo los mismos arcos de las casas.
En esas viejas viviendas de pescadores, con sus peculiares soportales donde se respiraba la frenética actividad comercial del pescado, y se guardaban los aparejos y demás utensilios de pesca, sitúan los historiadores el verdadero origen de la ciudad de Vigo.
Su padre, Modesto Martínez Silva, contratista de obras, ya antes de la Guerra Civil le compraba madera de castaño al abuelo Felipe. De ahí surge la amistad del hijo de uno con la nieta del otro, más tarde el noviazgo -a pesar de la distancia- y en última instancia la boda entre Carmucha y Enrique.
Relevo de su padre como contratista, tenía el taller de carpintería en “La Chavola”. Además del servicio puntual a las necesidades de todo tipo de la constructora, de el saldrían a lo largo de
los años una numerosa variedad de muebles para casa, juguetes para los niños, la caja mortuoria del abuelo Felipe, la cama que necesitó la tía Purita en su enfermedad… y también bancos, sillas, maceteros… recubiertos con bonitos azulejos de colores… y por supuesto, la carretilla de Quique, de la que tanto disfrutaron los hijos pequeños… sin olvidar, andando los años, la canasta de baloncesto “sui generis” que le preparó a los niños entre los alambres de colgar la ropa a secar… de la que tal vez las niñas dispusieran más que ellos…
Mapa del Concello de Cenlle, donde se reflejan las diez parroquias del municipio. As Chavolas está situada en la parroquia de Sadurnín, a dos kilómetros de Cenlle
Modesto Martínez Silva, el contratista y padre de Enrique, había sufrido un tremendo trance familiar en 1918. Su esposa y sus hijas habían sido víctimas de la mortal “pandemia de gripe” que se produjo ese año, y que ocasionaría entre 20 y 40 millones de muertes en el mundo. De la familia, sobrevivieron él y sus dos hijos varones, Modesto y Enrique. Fue un golpe tan duro, que mermaría poco a poco su salud, y le obligaría a retirarse pronto de su trabajo. Un poco antes de la Guerra Civil, dejaría al frente de la empresa a sus dos hijos.
Recién finalizada la Guerra Civil, de 1936 a 1939, la actividad económica recobra poco a poco su dinamismo, y la construcción en Vigo inicia una etapa floreciente. Enrique Martínez, respon- sable de las compras de material de la empresa familiar, se citaría con Papa Felipe en repetidas ocasiones.
La casa de Cenlle, 4 de junio de 1943. Los hermanos Antonio, Carmucha y Purita Marzoa López, junto a la tía Mayeya -de pie a la derecha-, la hija pequeña de Papá Felipe. (Archivo familiar de Cenlle).,
Por entonces, finalizada la Guerra, los hermanos Marzoa se disponen a vivir junto a sus amigos de As Chavolas, de Cenlle, de Sadurnín, de Sampaio… una década maravillosa, la de los años cuarenta, que marcará su futuro de forma determinante.
Liderados por Antonio, el hermano mayor, con veintidós años por entonces, se encuentran en esa etapa espléndida de la madurez recién estrenada. Deseosos de disfrutar de su arrolladora juventud, la pandilla no pierde un instante para gozar y divertirse en momentos de ocio y vacaciones.
Acuden a toda cuanta fiesta se celebra por la comarca: el Carmen en As Chavolas, “el Quince” en Cenlle, el Portal en Riba- davia, San Pedro en Leiro, el Corpus en Ourense, San Cibrán en O Carballiño, Santa Baia en Laias…
De no haber fiesta en el fin de semana, y a pesar de las casi inexistentes comunicaciones, organizan sin falta sus acostumbradas excursiones de los domingos a Ribadavia, a Vigo, a Ourense, a Santiago… van a bañarse a Playa América… llegan hasta Betanzos a visitar a Antonio cuando cumple allí el servicio militar… recorren palmo a palmo pueblos cercanos: Ventosela, Castrelo de Miño, Leiro, Sampaio, O Carballiño, Laias, Riocaldo, San Lorenzo…
En esos años, Antonio y Carmucha, los dos hermanos mayores, ya habían acabado sus estudios en la Normal de Ourense, y permanecían a la espera de decidir su futuro profesional. En el caso de Antonio, después de vivir la Guerra Civil en su lugar más conflictivo, el Frente del Ebro, todavía tuvo que permanecer en el ejército hasta 1945, primero en Zaragoza, y después de una tregua, en Betanzos, en Estella...
A principio de la década, Carmucha conoce al vigués Enrique Martínez Domínguez, e inician un noviazgo, que acabaría en boda en 1942. Durante ese tiempo, Enrique comienza a aparecer en la pandilla con asiduidad, se mezcla con ellos como uno más de la aldea, y acompaña a Antonio en el liderazgo del grupo, para entre los dos, elegir las excursiones y demás planes festivos.
Cenlle (Ourense), 16 de agosto de 1942. Antonio y Enrique entablaron enseguida una excelente y duradera relación. (Archivo Antonio Marzoa López).
Desde pequeños, los hermanos Marzoa López alternan su vida en As Chavolas, con temporadas más o menos largas en la casa de Cenlle de Papá Felipe. Con el fin de hacerles compañía, era habitual que alguno de ellos pasase un tiempo allí, sobre todo Antonio, muy allegado al abuelo desde niño, y aún después de mayor. Era su primer nieto.
En esta peculiar situación, hermanos y amigos andaban permanentemente de un lugar a otro, tal como se puede observar en los abundantes testimonios fotográficos que nos han dejado.
As Chavolas, julio de 1943. La pandilla, riéndose con “El Loco” de A Groba, a la izquierda de espaldas. Entre otros: Enrique, Lolita, Silda, Manolo, Pacita
Tanto Enrique como Antonio, en aquellos años de juventud, fueron grandes aficionados a la fotografía, y ellos mismos revelaban en sus casas los carretes de las Kodak. De ahí viene la abundante colección de testimonios fotográficos que han dejado a las generaciones siguientes, muchos de ellos realizados en los permisos del servicio militar de Antonio.
Durante su estancia de soldado en Zaragoza, Antonio viene de permiso un mes entero en agosto de 1940, en pleno verano, y lo aprovechó bien. Las imágenes testifican esta afirmación.
1941. Amparito, Carmucha y Enrique, en una de las muchas excursiones por la zona.
As Chavolas, años cuarenta. Delfina -la maestra-, con su hija, al lado de Carmucha y Enrique. Los novios, siempre acompañados de la “carabina”. (Arch. Antonio Marzoa).
Carretera de Ribadavia-Vigo, 26 de septiembre de 1940. Antonio, con su inseparable amigo Julio y con Carmucha. (Archivo Antonio Marzoa López).
La carretera Vigo-Ourense se comienza a mejorar nada más acabada la Guerra Civil. Las obras aún tardarían varios años en finalizar, pero de momento, el “Auto Industrial” entre las dos ciudades ya funciona con regularidad.
Cenlle (Ourense), años cuarenta. En la finca de Papá Felipe, situada enfrente de su casa, y separada por la nueva carretera de acceso al pueblo desde la nacional. Por detrás se puede ver el inconfundible balcón. Arriba, Alicia Coloret -prima de Enrique- y Silda Marzoa. Abajo, Enrique Martínez y Carmucha Marzoa. (Archivo A. Marzoa).
El primero de año de 1942, se casan Carmucha y Enrique en la Iglesia de “San Pedro de Sanín” (Cenlle), y fijan su residencia en la casa de Vigo, “La Chavola”.
A pesar de la distancia, siguen participando durante los fines de semana en las excursiones y en los planes de la pandilla. Cuando tienen el primer hijo, Felipe, al cabo de un año, y el segúndo, Picuca, tres después, siempre encuentran con quién dejarlos. En principio, con Carmiña “de Saa”, que ayudaba en casa, y más adelante, al llegar los otros tres, sería la tía Pacita la que les permitiría disfrutar de los planes más diversos en los momentos de ocio.
Arriba: Parroquia de Sanín (Ribadavia), con los viñedos, la pequeña carretera y la Iglesia de San Pedro al fondo. Abajo: Iglesia y cementerio de San Pedro de Sanín, donde se casaron Carmen Marzoa López y Enrique Martínez Domínguez en 1942. Años después, se casarían en esta misma iglesia Casilda Marzoa López, hermana de Carmen, y Manuel Díaz “Pericocho”.
As Chavolas (Sadurnín-Cenlle), 12 de julio de 1942. Arriba, Carmucha y Enrique, ya casados en enero de ese año. Abajo, Lolita “de Sampaio” y Silda Marzoa, que habían cumplido a menudo su función de “carabinas” antes de la boda. (Archivo Antonio Marzoa López).
As Chavolas, 12 de julio de 1942. Lolita, Carmucha, Enrique y Silda. (Archivo Antonio Marzoa López).
Como es normal, en los álbumes de Antonio no pueden faltar imágenes de las muchas fiestas a las que acude el grupo. El baile, al son de la banda de música o de la orquesta, es el aliciente principal. Las Fiestas de As Chavolas, el 15 de julio, en honor a la Virgen del Carmen, se celebraban delante de la casa paterna, y en un terreno baldío propiedad de la familia. La asistencia a este evento era de obligado cumplimiento para toda la pandilla.
As Chavolas, 6 de julio de 1942. De baile en las Fiestas del Carmen. Forman pareja: Lolitano la prima- y Antonio, Carmucha y Enrique, y Estrellita y Julio, dos compañeros del grupo. (Archivo Antonio Marzoa López).
Durante aquella década de los años cuarenta, Silda -la cuarta de los hermanos Marzoa López-, que había estudiado Corte y Confección, atendía en su taller de costura instalado en la casa de As Chavolas a muchas de las mozas de la comarca, y les confeccionaba puntualmente sus vestidos a estrenar en estas festividades veraniegas. Según cuenta su sobrina Picuca -testigo más de una vez en sus vacaciones colegiales-, se montaba en el taller un bullicio monumental entre las chicas, primero, eligiendo sus modelitos en los figurines, y luego, en los días de prueba.
<<Sildateníatresoperariasdelazonaqueleayudaban,yal parecer,losfigurinesllegabandesdeBuenosAires,enviadosporlatía María -recuerda Picuca-, y que además, traían sus correspondientes patrones.EnEspaña,reciénacabadalaGuerraCivil,nohabíaninguna publicacióndeestetipo. >>
Por las imágenes, llama la atención lo bien que vestían todos los componentes de la pandilla de los Marzoa, tanto hombres como mujeres. Era costumbre de la época vestirse “de domingo”, y en el
grupo lo cumplían a rajatabla. Rara vez se encuentra a alguien en las fotografías, vestido de una manera descuidada.
As Chavolas, 1950. Silda, planchando uno de los vestidos que confeccionaba en su taller, la habitación más grande y soleada de la casa paterna, con un coqueto probador instalado en un pequeño cuarto contiguo. En el centro de la sala había una gran mesa donde cortaba los patrones, y a su alrededor cosían las aprendices.
Tal vez haya también que considerar que el grupo lo formaban chicos de lo mejorcito de la comarca, es decir, de las familias más ricas, influyentes y de mayor rango social, pero sobre todo de más nivel cultural. Tan solo en el vestir, ya se destacaban del resto.
<<Ysinembargo,esonosecumplíadeltodoconMano- lo “Pericocho” -según cuenta Picuca-. Denovios, Sildaloesperabaenel bancodepiedradelapuerta,guapísima,conaquellos ves- tidos de mucho vuelo, muy bien peinadita y maquillada… Yo tenía que acompañarlaporquenoestababienvistoporentoncesque estuviese esperandosolaasupareja.Manolollegabaenbicicleta,sudado,sucioy malvestido,loszapatosembarrados…despuésdetrabajarenlabodega deVentosela.Todalavidarepitieronlamismaescena:ellaimpecable, élsiempredescuidado*.>>
*.- Transcripción parcial de texto y de fotografía del libro “Madera de castaño”
Varios de la pandilla en una de las fiestas de la comarca. Tanto hombres como mujeres, se ponían sus mejores galas para asistir a estas festividades.
Fiestas en As Chavolas (Cenlle-Ourense), años cuarenta. Silda Marzoa, a la derecha, bailando con un amigo. (Archivo Antonio Marzoa López).
Dentro de la inolvidable pandilla de As Chavolas, la prima Lolita “de Sampaio”, María Dolores García Martínez, fue la inseparable compañera de juventud de Antonio Marzoa. Persona de enorme
simpatía, con una guasa imponente, le sacaba punta a todo… y se “cebaba” especialmente con las parejas que fue teniendo Antonio, dedicándoles por detrás toda clase de “lindezas”. Resultaba muy divertida… aunque ella misma decía que no iba de broma en sus burlas.
Muchos años después, ya casada y con hijos de mediana edad, confesaba que Antonio había sido “el gran amor de su vida”.
Para Antonio era una prima querida, y nunca quiso pasar de ahí… pero una de sus hermanas, con su acostumbrada acidez y sentido crítico, aseguraba que “Éltambiénestabaporella”.
Santiago de Compostela, 21 de diciembre de 1939. Lolita García Martínez, la prima de Sampaio, le envía a Antonio Marzoa esta fotografía dedicada.
La prima Lolita se había trasladado a estudiar a Santiago en 1941, y desde ese momento, como era costumbre por la comarca con los apodos, pasaría a ser Lolita “deSantiago”, en lugar de Lolita “de
Sampaio”. La nueva coletilla le quedó para toda su vida. Medio siglo después, casada con Pepe Girón, con hijos, y afincada definitivamente en Compostela, se le seguía llamando así.
Animadas por Enrique, las dos cuñadas, Purita y Pacita, deciden acercarse a Vigo en abril de 1943. Les acompañan en la visita Carmucha y Alicia Coloret, prima de Enrique. Subida obliga- da al Monte de O Castro, desde donde contemplan toda la ría, las Illas Cíes, la Península de O Morrazo, el Monte de la Guía, el tráfico marítimo… Algo que disfrutarían las invitadas.
Un mes después, en mayo, Enrique vuelve a convencer a las hermanas para que esta vez vengan a la playa. El destino final será Playa América, aunque el mes no sea el más indicado para disfrutar de una buena jornada playera.
Se observa que el único preparado para tomarse un baño, es precisamente Enrique, el vigués, que conoce de sobra cuál es el momento oportuno para ello. Por cierto, con un bañador de hombre a la moda de entonces, de cuerpo entero y con tirantes. Las ourensanas, en temas de mar poco sabían, y menos aún en tiempos sin televisión y casi sin cine en la comarca de Cenlle. Al menos ahora, los del interior, puede deleitarse con el mar a través de las imágenes televisivas que se ofrecen en películas y documentales.
Vigo, O Berbés, años cuarenta. Amparito lleva a Carmucha en un carro que encuentran en el muelle. Por entonces, las redes se llevaban a secar -ahora ya no- y los marineros utilizaba este tipo de carro para transportarlas desde el barco. (Archivo familia Martínez Marzoa).
En un domingo de abril de 1944, Enrique y los hermanos Marzoa se acercan desde Cenlle a Saa de Sadurnín a través de un bonito recorrido por el monte. Por entonces, Carmucha y Enrique ya estaban casados desde hacía dos años.
1944. Antonio y Enrique, por el camino de Cenlle a Saa de Sadurnín.
Los cuñados, que se entendieron a la perfección nada más conocerse, seguirían en contacto casi toda su vida, incluso en relaciones de trabajo. Antonio, cuando estuvo destinado en una escuela de Vigo, llevaba la contabilidad de la empresa constructora de Enrique, “Martínez Domínguez Construcciones”.
Iban juntos al fútbol al Estadio de Balaídos a presenciar los partidos del Real Club Celta desde la grada de Gol. Alguna vez les acompañaba Picuca, la hija de Enrique, que recuerda ir caminando hasta el campo desde su casa en la Calle Llorente.
Y la Navidad la celebraban juntas las respectivas familias en “La Chavola”, la casa de Enrique, hasta que por desgracia, en 1964, falleció Pepita, la esposa de Antonio, a los pocos días de la celebración de ese año.
El tiempo fue pasando inevitablemente, y se acababa la feliz década de los cuarenta para los hermanos Marzoa López y su grupo de amigos. Unos años que marcarían decisivamente el futuro de todos ellos. Ya no volvería aquella maravillosa época de insultante juventud, y ahora, sin esperas posibles, se iniciaba una nueva y trascendental etapa en sus vidas.
A lo largo de la década, el entusiasta y animado grupo fue disfrutando de excursiones, bailes, celebraciones, meriendas, ro- merías, fiestas… con enorme alegría pero con suficiente mesura, sin perder por ello la más mínima oportunidad de sana diversión.
Con la lógica naturalidad se formaron parejas, pasaron tiempos de noviazgos, y llegaron las bodas. Los primeros en casarse fueron Carmucha y Enrique en 1942, y el hecho de residir en Vigo y llegar los hijos, no fueron motivos suficientes para dejar de disfrutar del “pandilleo” de la aldea como lo venían haciendo de solteros.
Luego, Antonio Marzoa, finalizado su inacabable servicio en el Ejercito -siete años entre la Guerra Civil y un servicio militar añadido- es destinado por primera vez como maestro a la escuela de Lamas (Cualedro-Ourense) en 1945. Tenía veintisiete años, y allí conoce a Pepita Rodríguez Sánchez, se enamoran, y se casan en 1948, tras tres años de noviazgo. Fijan su residencia en El Mesón del Cura (InfestaOurense), de donde era la novia.
Manolo, el tercero de los hermanos Marzoa, se traslada a trabajar a Vigo, e inicia su relación con Lola Vázquez, natural de San Amaro, cerca de Cenlle. Ya se conocían de la aldea, y Lola, por entonces, vivía también en Vigo junto a su hermana, destacada modista en la ciudad olívica. Se casan en 1952 en la iglesia parro- quial del pueblo de la novia.
Purita Marzoa, la cuarta de los seis hermanos, ya acompa- ñaba a su tía Carmen -la menor de las hijas de Papá Felipe y maestra de profesión- desde los ocho años, primero en la escuela de San Andrés (Ourense), y luego en el Calvario (Vigo) durante la década de los cuarenta. Solo estaba en As Chavolas en las vacaciones colegiales.
A finales de los cuarenta, Silda comienza su noviazgo con Manolo “Pericocho”, vecino de Ventosela (Ribadavia), y se casarían en 1952, en el mismo año que su hermano Manolo.
La hermana pequeña, Pacita, también se va a Vigo a estudiar Magisterio, y pasará a vivir con Carmucha y Enrique.
La prima Lolita “deSantiago” se casa con Pepe Girón, y se queda a vivir para siempre en la capital compostelana, donde había conseguido un puesto de funcionaria.
Y al margen de la familia, también los amigos siguen su curso. Unos se casan, otros eligen un destino diferente, alguna chica permanecerá soltera… pero todos, casi sin excepciones, abandonarían las tierras de sus antepasados para irse en busca de un futuro distinto. Cenlle y As Chavolas se iban quedando vacías…
Cenlle (Ourense), 1942. Parte de la pandilla, posando para la foto encima del tejado de la casa de Pilar. Entre otros: Carmiña “de San Lorenzo”, Manolo, Purita, Carmucha, Camilo “el largo”, Silda, Mayeya, “a Bugarina”, Pacita… (Archivo A. Marzoa López).
El paso de los años durante aquella década inolvidable, fue disolviendo el grupo poco a poco, sin apenas ser percibido por los propios integrantes, que ni se daban cuenta de que se les estaba yendo aquella hermosa juventud…
II. “La Chavola”
Los recién casados apenas estuvieron solos en aquellos primeros años de matrimonio. Pacita, la hermana pequeña de Carmucha, vivió con ellos varios años hasta que se fue a Vitoria a hacerse monja carmelita. La tía Carmen -bautizada como “Mayeya” por el pequeño Felipe, el primer hijo del matrimonio- y Purita, la cuarta de los hermanos, residían por entonces en Vigo en el barrio de Lavadores, y aparecían de visita en casa continuamente.
Aunque Carmucha siempre se “quejó” de esta circunstancia, más en broma que otra cosa, tía y hermanas le ayudaron sobre todo a cuidar a sus cinco hijos, nacidos muy seguidos uno de otro. Los niños, en el verano, pasaban largas temporadas en As Chavolas y en Cenlle.
As Chavolas, años cuarenta. Enrique, en uno de los viñedos de la abuela Digna
El matrimonio tuvo a Felipe, su primer hijo, en 1943. Le pusieron ese nombre en recuerdo del abuelo de Cenlle. Con una diferencia de poco más de un año, nace Picuca en 1945. En esta época sería la tía Pacita la que echaría una buena mano para criar a los niños.
Vigo, “La Chavola”, 1943. Felipe, con meses, rodeado de Mayeya, Purita, Amparito “de Coia”, unas amigas y Carmucha. (Archivo familiar de Cenlle).
Desde la boda, y aún más con el nacimiento de Felipe, se hicieron frecuentes las visitas de las tías y de los hermanos a Carmucha y Enrique. Su casa de “La Chavola”, se convertiría muy pronto en punto de referencia para la familia.
En uno de estos encuentros, el 3 de septiembre de 1944, Pacita, la hermana menor, se queda en “La Chavola” para estudiar “Magisterio” en Vigo. Es ella la que prestaría una enorme ayuda a Carmucha y Enrique en el cuidado y educación de sus hijos
Vigo, 3 de septiembre de 1944. Pacita, en la huerta de “La Chavola”. Detrás, Amparito “de Coia”, a la puerta de casa. (Archivo Antonio Marzoa López).
La tía-abuela Carmen -la primera maestra salida de Cenlle-, destinada en 1941 a una escuela de Vigo en el barrio de Lava- dores, permanecería en la ciudad viguesa durante nueve años. En ese tiempo,
la acompañaba su sobrina Purita, que ya vivía con ella desde 1931, y contaba por entonces con dieciocho años. Su presencia en “La Chavola” a menudo, les facilitaría a Carmucha y a Enrique en muchas ocasiones, la oportunidad de continuar con sus planes de juventud, ya fuese con la pandilla de la aldea, o bien en sus propios viajes de placer.
Con todo, Carmucha no tardaría demasiado en traerse a Carmiña, una muchacha conocida de la aldea de Saa de Sadurnín (Concello de Cenlle), para que se ocupara de atender la casa, y sobre todo de los niños.
“La Chavola”, 1946. Picuca, con un año, y Felipe, con dos, jugando en la huerta. Carmiña con ellos, vigilante. Detrás, la caseta de los perros. (Archivo familia Martínez
Cuando Carmiña llegó a Vigo con apenas diecisiete años, no salía de su asombro con el teléfono, la cisterna de los baños, la cantidad de coches por las calles… y tantos otros elementos de la ciudad y del progreso en general, que constituían auténticas nove- dades para ella. No sabía ni leer ni escribir. Siempre fue muy recor- dada por los niños, a pesar de permanecer con ellos poco tiempo.
“La Chavola” era una casa con mucha vida, repleta con frecuencia de gente, ya fuesen familiares, amigos, visitas…
1944. Pacita, Carmucha y Enrique, con Felipe cuando aún no había cumplido un año. (Archivo familia Martínez Marzoa).
A finales de los años cuarenta, la familia veraneó en Panxón durante un par de temporadas. En una de ellas coincidió con Pepe Quiroga, amigo de Sadurnín, por entonces cónsul de España en Belo Horizonte (Brasil), y que venía acompañado de su esposa e hijas a pasar unas vacaciones.
Carmiña, la chica de Saa, enseguida pasó a formar parte de la vida de “La Chavola”. Su presencia durante un par de años queda reflejada en las muchas fotografías con Felipe y Picuca.
En el
Aquel banco, en un lado de la huerta, era la ilusión de la pequeña Picuca, que siempre pedía permiso para ir a jugar allí. Se tumbaba al sol, llevaba sus juguetes… De toda la casa, fue el lugar preferido para ella, incluso más adelante, ya de adolescente
“La Chavola”, 1945. Carmucha, con su hija Picuca en brazos, y Pacita, su hermana menor, que tanto le ayudaría a criar a los hijos. (Archivo familia Martínez Marzoa).
<<Talvezporvermenacer-contaba Picuca- ycriarmedesdela mismacunahastalosonceaños,fuilasobrinafavoritadelatíaPacita. Yo era una niña muy rabuda, y ella, con su paciencia y ternura acostumbrada,sabíallevarmemejorquenadie.
Además,hastaquesefuealnoviciado,meayudabasiem- pre enlosestudios.
Despuésenlosañossetenta,sevinoavivirconnosotros,ysi anteserayosuniña,luegoseríamihijaCristina.Noporesodejaríade cuidaralpequeñoRubénconenormecariño.>>
Vigo, “La Chavola”, 1944. La tía Pacita en el jardín, recién llegada desde As Chavolas para quedarse. En la imagen, se apoya en uno de los bonitos maceteros realizados por Enrique en el taller. (Archivo familia Martínez Marzoa).
De la carpintería de Enrique salían toda clase de muebles para casa, pero también algunos juguetes, como el triciclo de Felipe -que luego heredarían sus hermanos-, el coche de bebé de Carmela, la carretilla de Quique…
Confiesa Picuca que fue muy llorona de pequeña. Su her- mano Felipe ya ni le hacía caso. “¿Porquélloras,Picuca?”“Pooornada”… y seguía choromicando.
Años cincuenta. Enrique Martínez Domínguez.
Poco antes de casarse, Enrique había perdido dos dedos de la mano izquierda manipulando la sierra de la carpintería. Por entonces tocaba muy bien el violín, pero a partir del accidente ya no pudo seguir con aquella afición, lo que le produjo un disgusto irreparable. Hasta tal punto no soportaba ver delante el instrumento, de una magnífica calidad, que acabó por regalárselo a un amigo.
<<Enlahuertadecasahabíaperros-recuerda Picuca-,gallinas, conejos… y un pavo. Mi padre les hizo un precioso gallinero, unas conejeras…concomederosybebederos,hastapreparóunaincubadora dehuevos.Deniñosnoshacíamuchailusiónvercómoibannaciendo lospollitos.Serompíalacáscara,asomabalacabecita…>>
Vigo, “La Chavola”, 1948. Carmucha, en la sala de casa.
<<Despuéselpavoselocomíanmispadresysusinvitadosañade Picuca- enalgunadelascelebracionesquehacíanalolargodel año.Losniños,porentonces,nonossentábamosala mesaconlos mayores,ydesdelahabitacióndeabajo,veíamoselpavorellenoenla fuente,listoparacomer.
Elunodeeneroeraelaniversariodeboda,luegoveníanlos santos y los cumpleaños… siempre había motivos sobrados. Solían asistirRoberto“deCoia”-eldentista-ysuesposa,unamigodeValencia quelevendíamaterialsanitarioapapá,lasprimasdepapá, Aliciay MichaColoret,donFedericoAyestarán-elmédicodecasa-ysuesposa, Lolita“deSantiago”ysuesposoPepeGirón…Ycuandocoincidíanen Vigo,nuncafaltabanAntonioyPepita,ManoloyLola…>>
“La Chavola”, 1946. Felipe, en su sillón de mimbre. Con tres años, aún sin saber leer, ya parece que le atraen los papeles. Había heredado el nombre de “O Listo”, y ¡vaya! si lo ha sido a lo largo de su vida laboral, y los sigue siendo de jubilado. (Archivo familia Martínez Marzoa).
“La Chavola”, 1947. Picuca, medio chorimicando, se dispone a regar en la huerta.
<<En la huerta -comenta Picuca- también se cultivaban tomates, judías, fresas… Recuerdo ir con papá a regar cada día al atardecer… En el rincón más sombrío de la huerta había un limonero…>>
Vigo, 1946. Carmiña, con Felipe y Picuca, a la puerta de “La Chavola”. (Archivo familia Martínez Marzoa).
El ambiente religioso que reinaba en “La Chavola” terminó por despertar la vocación de Carmiña “de Saa”, que dos años después de su llegada, decidía ingresar en el Convento de El Escorial de la orden del “Sagrado Corazón de Jesús” .
El Escorial (Madrid), 11, febrero,1950. Votos de Carmiña “de Saa”, como religiosa de la orden del “Sagrado
Veintiocho años después de los votos, Carmiña “de Saa” recibía en Roma a Picuca y a Carmela en viaje de turismo con sus maridos. Cuenta Picuca: “Durante la semana que estuvimos allí, nos dio alojamientoenelmismoconventodondeellaestaba,enunpequeño palacetesituadoenlahuerta.Yporsupuesto,nosacom-pañóportoda laciudad.Siemprenosquisomucho”.
<<Yoeramuytraviesadepequeña… yloseguísiendonotan pequeña -cuenta Picuca-. Las monjas de las Carmelitas siempre le veníanconquejasamimadre,“su hija… que no la sabía educar…” Un día,mimadre,yahartadelasmonjas,lesdijoquemeibaamandar internaparaquemeeducasenellas.Yasífue…Nolleguéadormirenel colegioniunasolanoche.Alahoradelacena,meescapéyaparecíen casa.
En esta fotografía de angelito, me parece recordar que me mandaroncastigadaalaprocesión.MeimaginoquepararogarleaDios quemehiciesebuena.>>
En 1946 nace Quique, el tercero de los hijos de Carmucha y Enrique, y casi sin pasar el año, llega Carmela. Arturo, el quinto, nacería en 1950. Y como es costumbre, los primeros hijos acapa- ran la mayoría de las fotografías familiares. Los pequeños tardarán un poco más en aparecer en los álbumes.
“La Chavola”, 1949. Quique, Felipe y Picuca, en la huerta. Sentada en el suelo, Carmela, con apenas meses. Detrás, se ve una de las casetas de los perros, “muy bonita y adornada con azulejos”, señala Picuca. (Archivo familia Martínez Marzoa).
<<Felipe, siempretanserio,tansesudo,andabamuy atentoa quemeportasebien-comenta Picuca-, queestuvieraquieta,quenome peleaseconQuiqueporelbalón…que mecolocaraparalafoto…Me cogíadelamano,delbrazo…>>
<<AdemásdeirconfrecuenciaaCenlle,aAsChavolasyaO Carballiñoenlosfinesdesemanayenlosfestivos-comenta Picuca-… mipadrenosllevabaamenudodeexcursiónporlospuebloscercanosa Vigo.ÍbamosaBaiona,aAGuarda,subimosalMontedeSantaTrega, fuimosenelbarcodeCangas,estuvimosenelMonteAloia…>>
Tras la marcha de Carmiña al convento, Carmucha ense- guida conseguiría dar con la sustituta adecuada. Esta vez llegó Sara, de Salceda de Caselas, que tampoco permanecería mucho tiempo en casa. Se ve que “La Chavola” era un excelente vivero de religiosas, porque también Sara encontraría aquí su vocación, y se iría con las monjas franciscanas de clausura. Se trasladaría al Monasterio de las “Madres Concepcionistas Franciscanas de Santa Úrsula”, en Alcalá de Henares.
Su familia no aceptaba la decisión de Sara, y Carmucha hubo de acudir varias veces a Salceda de Caselas para hablar con sus padres, y conseguir que le dieran su consentimiento.
En julio de 1960, Sara emitía sus Votos Temporales, y pasaba a llamarse en religión Sor María Victoria de la Virgen del Consuelo.
Recordatorio de Sara
González de sus Votos Temporales con las “Madres Concepcionistas Franciscanas de Santa Úrsula”. (Archivo familia Martínez Marzoa)
En 1951, Enrique comenzaría una de sus obras más emblemáticas, la “Ermita de Nuestra Señora de la Guía”, que desde entonces hasta hoy, corona el popular Monte de la Guía de Vigo. El proyecto del arquitecto vigués Manuel Gómez Román, se finalizaría un par de años después. Está dedicada a la Virgen y al Sagrado Corazón de Jesús.
En el proyecto inicial se contemplaba una estatua del Sagrado Corazón sobre la torre central de la ermita, pero por falta de recursos económicos no se pudo llevar a cabo.
“Ermita
de Nuestra Señora de la Guía”. Imagen del Sagrado Corazón de Jesús, en una de las paredes exteriores de la capilla.
A principios de los años cincuenta, Enrique experimenta en sus obras con la primera viga de cemento armado que se utilizaba en Vigo, registrando de inmediato su correspondiente patente a la vista del excelente resultado.
Se fabricaban en un espacio de la carpintería habilitado para ello, y el traslado hasta el camión de transporte se hacía en un carrito adecuado para tal fin.
<<Cuando no estaban los obreros -recuerda Picuca- y encontrábamoslibreelcarro,locogíamos,montábamosenél,ynos tirábamosatumbaabiertaporelcaminoquedescendíahastalapuerta de la calle. Participábamos los tres hermanos… y los amigos que pudieranestarporallíenaquelmomento.TodosexceptoFelipe,claro. Eratandivertidoquenoscompensabalabroncaqueíbamosarecibir cuandosedescubrierannuestrasandanzas.>>
Antonio, el hermano mayor de los Marzoa, destinado como maestro a la pequeña aldea de Lamas (Cualedro-Ourense), se aloja en “El Mesón del Cura”, donde conoce a Pepita Rodríguez Sánchez, la hija menor de los propietarios.
Después de un noviazgo de algo menos de tres años, se casan en 1948 en la iglesia parroquial de San Vicenzo de Infesta.
El Mesón del Cura (Ourense), 1948. Boda de Josefa Rodríguez Sánchez y Antonio Marzoa López. Fotografía dedicada: “A nuestros hermanos “de Vigo” con mucho cariño”, en referencia a Carmucha y Enrique. (Archivo familia Martínez Marzoa).
Días después de la boda, los novios se acercaron a Vigo a visitar a Carmucha y a Enrique. Es posible que Pepita no conociese la ciudad viguesa -en la que viviría años más tarde-, y Antonio, siempre tan unido con su hermana, se supone que querría presen- tar a su esposa lo antes posible.
Un año después de su boda, Pepita y Antonio serían padres por primera vez. José Antonio nacía el 6 de julio de 1949 en “El Mesón del Cura”.
Meses más tarde Antonio y Pepita visitan a Carmucha y Enrique en Vigo, en su casa de “La Chavola”. Llegan con su primogénito, José Antonio, de algo menos de un año.
Vigo, “La Chavola”, enero de 1950. Carmucha, con su sobrino José Antonio en brazos, a los seis meses. Arriba, Picuca y Felipe; abajo, Quique y Carmela. El hermoso banco de azulejos realizado por Enrique en el jardín sería escenario de la entrañable imagen, conservada con cariño para la posteridad. (Foto Antonio Marzoa).
A partir de entonces, las visitas fueron repitiéndose con asiduidad, y más adelante, ya venían con los nuevos hijos que fueron llegando. La unión de los dos matrimonios se mantuvo firme durante muchos años, tan solo suspendida por las realidades inexcusables de la vida.
Acercándose el verano, la familia retoma las excursiones a las playas, y a los lugares destacados de la comarca.
Cangas do Morrazo, Playa de Rodeira, 1950. A la izda., Carmucha, con Quique, Picuca y Felipe. A la dcha., los tres niños (Archivo familia Martínez Marzoa).
Vigo, 1951. Visita de cortesía a la casa de Herminia “de Coia”. En ese rato, hubo todo un “concierto”: Roberto con la bandurria, y Enrique y Herminia entonando posible- mente un “cantar de ciegos”. Picuca pasa el plato a los asistentes.
“La Chavola”, 1951. Enrique y Carmucha, con sus cinco hijos: Felipe, Arturo en brazos, Carmela, Picuca y Quique. El ya famoso sillón de mimbre de Felipe, pasado de unos hermanos a otros, seguía siendo protagonista en las escenas familiares. (Archivo familia Martínez Marzoa).
“La Chavola”, 1952. Carmucha, con sus cinco hijos: Felipe, Carmela, Picuca, Arturo y Quique “Las ventanas que se ven en esta fotografía son las del comedor -comenta Picuca-, y en ese lugar de la huerta tendía mi madre la ropa al clareo. Era un espacio lleno de hierba bien cuidada y mullida, y prohibido para los niños, que sentía- mos una tentación fuerte de ir a jugar allí. “¿Podemos ir a jugar al ´clareo´?”, le rogá- bamos a Mamá. Nunca nos dejaba… aunque alguna vez fuimos sin permiso. Aquel césped era una delicia para nosotros, nos revolcábamos, dábamos volteretas… “. (Archivo familia Martínez Marzoa).
Las “Primeras Comuniones” siempre fueron muy celebradas en “La Chavola”, y al margen de los propios hijos, también los sobrinos dejaron claros testimonios de su paso por la casa de Enrique y Carmucha en esos momentos religiosos.
“La Chavola”, años cincuenta. Carmucha, delante de la chimenea del salón. Había otra arriba, en el comedor. (Archivo familia Martínez Marzoa).
<<Duranteunabrevetemporada -cuenta Picuca- tuvimos una asistentaasturiana,peromimadresevioobligadaaprescindirdeella.
CuandoMamáledecíaquefueseabuscarunpocodeleñapara encender las chimeneas, enseguida trasladaba la orden. “¡Arturín, Arturín! Vete a buscar leña a la carpintería”.
Enelmesdenoviembrecelebrábamoseltradicional“magosto”siempremásdeuno- alrededordelachimenea.Papánosasabalas castañas,unoschorizos…yveníantodoslosamigosdelbarrio.Eran unasmeriendassoloparalospequeños.>>
Vigo, Calle del Príncipe, 1953. Carmucha, con Carmela y Picuca. “A mí no me gustaba nada esta falda -recuerda Picuca-. Un día, yendo en el tranvía, me la fui comiendo hasta hacerle un buen agujero “. (Archivo familia Martínez Marzoa).
La prima Lolita “de Santiago” venía de vez en cuando de visita junto a su marido, Pepe Girón. Aunque solo se viesen un par de veces al año, conservaban así la amistad forjada de jóvenes en As Chavolas. Ella continuaba tan divertida como siempre, y su esposo gozaba de una ironía formidable, que los convertía en una pareja singular.
Vigo, años cincuenta. Lolita “de Santiago” y Enrique, gastándose las bromas acostumbradas. (Archivo familia Martínez Marzoa).
Las Primeras Comuniones continuarán en la familia durante una década larga, como se podrá comprobar. Ahora, en 1954, le toca a Quique, que, saltando lo habitual, la hace en Cenlle en las fiestas patronales.
1954. Quique de
<<Jacinta era una señora de O Berbés -explica Picuca- que nos traía el pescado a casa en una patela, para que eligiera Mamá. Vivía en el barrio de pescadores en una casa que se caía a pedazos, y mi madre le ayudaba comprándole el pescado. Nos quería mucho y nos comía a besos. Nosotros le escapábamos porque apestaba a peixe. >>
As Chavolas, 1954. En la puerta de la casa de los abuelos. Delante: Carmela, Picuca y Felipe. Detrás: Quique y Arturo. (Archivo familia Martínez Marzoa).
<<En las vacaciones de verano solían mandarnos a pasar temporadasaCenlleyaAsChavolas,aunqueraravezíbamostodoslos hermanosjuntos -explica Picuca- Nos repartían:FelipeyQuiqueeran másde iraCenlle,donde estabanlastíasElvira,Mayeya yPurita; CarmelayyoíbamosaAsChavolasconlaabuelaDigna,elabuelo Arturo,latíaSilda…
Yaalgomayor,conquinceañosmásomenos,fuivariasveces apasarunosdíasaOCarballiño,cuandoSildayaestabacasadacon Manolo“Pericocho”.>>
Cenlle, 1954. En el balcón de casa, alineados por edades: Arturo, con cinco años; Carmela, con siete; Quique, con ocho; Picuca, con diez; Felipe, con doce. (Archivo familiar de Cenlle)
<<Éramostanigualesdeedad -sigue Picuca recordando-, que Mamáorganizabaengrupounaseriedenecesidadescoti- dianas.Una modistaveníaacasa,ynoshacíaaquellosvestiditostanmonos,con volantesybordados;alosniñoslespreparabalospantalonesiguales, lospijamas…
Papásecortabaelpeloenlafamosa“PeluqueríaMingue- la”aúnexistehoy,en2019-ypedíaalpropietarioqueenviaseunoperario acasaparacortarnoselpeloatodos.Habíanhechoeneltallerunsillón alto de madera, para que el peluquero pudiera trabajar con mayor comodidad.
DonFederico,elmédico,andabaporcasaamenudo.Entrelos cincosiemprehabíaalgunomedioenfermo.Elsarampión,lavaricela, unasimplegripe…Mimadrenonosseparabaparaquepasásemosla enfermedadcontagiosaalmismotiempo.>>
Fiestas de Cenlle, 16 de agosto de 1954. Detrás: Felipe, Silda, Manolo “Pericocho”, Carmencita, Carmucha, Mayeya, Elvira, Enrique, Pepita, Pacita, los abuelos Digna y Arturo, y Antonio. Delante: Carmela, Picuca, Arturo, Quique, Purita, Geluco, José Antonio, y agachada, su hermana Pacita. (Archivo familiar de Cenlle).
El 15 de agosto, “Fiestas de la Asunción” en Cenlle, era desde siempre una cita tradicional para la familia. En la comida de celebración en el amplio balcón de la casa, se reunían también el resto de los invitados, y entre unos y otros solían andar sobre los cincuenta comensales. Las “Fiestas del Quince”, como le llamaban en el pueblo, constituían un entrañable encuentro familiar.
Ese año de la imagen que vemos, no parece que haya falta- do nadie a la cita. En la “foto de familia”, delante de casa y del campo de Papá Felipe, separados por la carretera, pasamos lista y nos encontramos con el personal casi al completo: las tías de Cenlle, los abuelos de As Chavolas, los de O Carballiño de Silda, y los de Vigo, de Carmucha y de Antonio.
Solo se echa en falta a los de Manolo, que es posible que en esa época estuviera emigrado en Buenos Aires, y de ahí su ausencia y la de su familia.
“La Chavola”, 1955. Tradicional fotografía para el “Libro de Familia”. Con cincos hijos era considerada como “familia numerosa”. Carmucha y Enrique, con Felipe, Carmela, Arturo, Picuca y Quique. (Archivo familia Martínez Marzoa).
<<Losniñosseformarondesdemuypequeñosenel“Colegio Labor”-comenta Picuca- ylasniñasenel“ColegiodelasCarmelitas”. Feliperesultóserunexcepcionalalumno,siempreprimerodelaclase durantetodoelbachillerato.Losdemásfuimosbuenosestudiantessin más,aunqueconelejemplopermanentedelhermanomayor.
RecuerdoquemeayudabalatíaPacitaenlosestudios.Felipe, porsupuesto,nolanecesitaba.Mipupitredeestudioestabajuntoala mesaenlaquemipadrerealizabalosplanosdelasobras.>>
La familia de Cenlle siempre mantuvo una cordial amistad con don José “de San Lorenzo”, el cura de esta parroquia, situada en pleno Monte de la Pena, y a la que se accedía a través de tortuosos caminos de tierra y piedras.
San Lorenzo (Cenlle), años cincuenta. Carmiña “de San Lorenzo”, la sobrina del cura párroco -vivía con él y llevaba la casa-, con Carmucha. Ambas eran buenas amigas desde la infancia. (Archivo familia Martínez Marzoa).
<<Cuando tenía doce años más o menos -continúa Picuca-, Mamámeenvióallíapasarunatemporadacomocastigopormimal comportamiento.CondonJosé,íbamosacaballoporlosmontes.>>
Vigo, “La Chavola”, 25 de diciembre de 1957. Foto de la familia, casi al completo, en las escaleras de casa. Arriba: Geluco, Arturo, José Antonio, Lito, Carmela, Enrique, Felipe y Carmucha. En medio: Quique, Picuca, Purita, Manolo, Lola, Manolo “Pericocho”, Silda, Manolito, María Jesús y Pepita. Delante: Pacita, Mayeya, los abuelos Digna y Arturo, Juan Luis, Elvira y Carmencita. Falta la tía Pacita, que por entonces se encontraba en el convento de Vitoria, preparándose para tomar los votos de monja carmelita. Falta también Antonio, que debió de ser el autor de la fotografía.
Con el paso de los años, “La Chavola” había ganado un relevante protagonismo en la vida de la familia. El hecho de que en Vigo vivieran Carmucha y Enrique, Manolo y Lola, y por tempora- das Antonio, dio lugar a que en ciertos momentos la casa se con- virtiera en centro crucial del clan de los Marzoa.
Además, en el barrio del Calvario de Vigo vivieron durante diez años las tías Mayeya y Purita, y la tía Pacita pasó varias temporadas en “La Chavola” antes de ingresar en el convento.
En tiempos en los que no se iba al hospital a dar a luz, en esta casa nacieron los cinco hijos de Carmucha y Enrique, atendi- dos en el parto por doña Laura, la comadrona; como también aquí, Silda tuvo su primer hijo, Carmencita.
En la carpintería de Enrique encontró Manolo su primer trabajo en Vigo… Y las visitas de unos y otros a “La Chavola” se repetían con asiduidad a lo largo del año.
Vigo, “La Chavola”, 1958. Todos los primos agrupados en esta imagen. De izquierda a derecha: Carmela, Pacita, María Jesús, Geluco, José Antonio, Lito, Juan Luis y Manolito. Detrás: Felipe, Arturo, Carmencita, Picuca y Quique. Aún no habían nacido: David, María, Suso, y Carlos. Por la parte superior de la fotografía asoman Manolo “Pericocho” y Silda, vigilando a la muchachada. (Archivo familia Martínez Marzoa).
Y no solo acudían a “La Chavola” los familiares, sino también las amistades y vecinos de Cenlle, As Chavolas, Sadurnín… No pasaban por Vigo sin cursar la obligada visita a Carmucha, que en ese momento hasta pudiera estar acompañada por Carmen, Anto- nio, Purita, Manolo, Pacita… Todos ellos ausentes de sus hogares paternos por sus ocupaciones laborales, y que, por lo tanto, tam- bién era motivo de satisfacción el poder saludar a alguno de ellos. En aquella casa resultaba raro que no hubiese compañía añadida.
<<Encimadelachimeneadel“cuartodeestar”habíaunaradio -cuenta Picuca-. Teníamos otra en el comedor. Mi padre, mientras trabajaba en los planos y en los cálculos de las obras, escuchaba siemprelaradio.Perocuandollegabanlasnoticiasde“RadioNacional de España”, parabade trabajar, ylosniños teníamos que estar en completosilencioparaquepudieraescucharlasúltimasnoticias.
Sonabalamusiquilladeentrada, “EAJ. 48. Radio Nacional de España. Noticias”, “Gloriosos caídos por Dios y por España. ¡Viva Franco! ¡Arriba España!... El generalísimo Franco…”
Lo recuerdo como si fuese hoy, y mi padre, que era republicano,setragabatodaslasnoticiasdeFranco.>>
“La Chavola”, 1957. Felipe debe explicar algo interesante a sus hermanos, que se encuentran todos completamente extasiados con sus palabras: Picuca, Arturo, Carmela y Quique. (Archivo familia Martínez Marzoa).
<<Mientrasfuimospequeños,mimadrenosvestíaigualatodos loshermanos:losniñosconsusjerseys,ylasniñasconsusvestiditos. Lacostureraveníaacasatodaslassemanas.
Luegollegabaelpeluquerode“Minguela”ynoshacíaidén- tico cortedepelo:losniñosconraya,ylasniñasalo“garçon”.
En medio de ese orden familiar, había una costumbre muy curiosaencasa.Losniñoseranlosencargadosdelimpiarloszapatosde lafamilia,demaneraqueCarmelayyodejábamosloszapatosdelante delapuertadenuestrahabitación,yaldíasi-guientedebíanaparecer limpiosenelmismolugar.>>
Durante la década de los años cincuenta, Felipe y Picuca comenzaron el bachillerato, él en el Colegio Labor, y ella en el Colegio de las Carmelitas.
“Felipe Marzoa” -como le llamaban en el colegio- sería un estudiante excepcional. Dejaría el listón tan alto en el centro, que sus hermanos Quique y Arturo, alumnos años después, siempre tuvieron que soportar la comparación negativa de los profesores con su hermano mayor.
Picuca, en cambio, fue una buena estudiante sin más, y si destacaba en las Carmelitas era por otras razones.
<<Siempretuvefamademalcomportamientoenelcolegio.De estudios,queeralomásimportante,ibabien.Loqueocurríaesquea veceslascircunstanciasnosobligabanatomarciertasdecisionesqueno gustabanalasmonjas.>>
1954. La clásica fotografía de colegio no podía faltar. Picuca, con nueve años.
<<Unaño,afinalesdeloscincuenta,seacercabanlasfiestas del colegio, Santa Joaquina de Vedruna, la fundadora. Las monjas llevabanunpardesemanasensayandoentodoslosre- creosparala granmisasolemnedeaqueldía.Elalumnadoestabahartodeestar encerrado en la iglesia durante aquellos momentos de descanso y libertadporelpatio.
Yotendríatreceocatorceaños,yentrelastresmásami- gas delapandilla,CristinaAcosta,ToniaCoveloyyo,decidimosboicotearel ensayo.“Norte”,elperrodelcolegio,temidoporalumnasymonjas,era sin embargo amigo nuestro. Le dábamos galletas, pan, golosinas… caricias…Derazaloba,gigantesco,marrónoscuro,precioso…Asíque cuando la iglesia seencontraba repleta de alumnas para el ensayo,
recogimosa“Norte”desucaseta,losoltamosenlapuerta…¡ylaque allísearmó!Empezóadarsaltoscomounlocoporencimadelos bancosydelasniñas.Enuninstanteprovocounaestampidageneralde alumnas y monjas, en medio de un griterío de terror. Finalizado el ensayoenunmomento.
Luegosecomentóqueelperrosehabíaescapado.>>
Vigo, Colegio de las Carmelitas, 1959. En el patio: Tete Montenegro, Cristina Acosta, Pili Prieto y Picuca. (Archivo familia Martínez Marzoa).
<<Las monjas se quejaban de nosotras cada día y a cada momento,perocuandohabíaquehacerunafuncióndeteatro,bailar gallego, jugar al baloncesto, cantar en la iglesia… repre- sentar al colegioenalgo…lasquesepresentabansiemprevolun- tarias eran Picucaysusamigas.Teníamosmucholiderazgoenelcolegio,yala horadelospartidosdebaloncesto,sellenabaelcampodeniñasde todaslasclases.>>
Grupo de Baile Gallego del Colegio de las Carmelitas, 1959. Arriba: Teté Montenegro, Laura Pastoriza, Gelicar Fariña, Rita, Aurita Pastoriza, Elena Español, Celia y Celestino Pichel, el famoso gaiteiro. Abajo: Rosa Fontán, Picuca Martinez y Pili Muradás. (Archivo familia Martínez Marzoa).
<<Teníamosunformidablegrupodebaile.ElprofesoreraPolo, de lo mejorcito de Galicia, y de gaiteiro estaba el famoso Celestino Pichel.>>
Las Carmelitas, 1959. Picuca, Pili Prieto, Cristina Acosta y Teté Montenegro.
<<Alasmonjas,esodequejugásemosabaloncestonoles gustaba nada, pero nosotras nos empeñamos y lo conseguimos. El balónlohinchábamosen“ElSport”,enlaPuertadelSol,yparapintar laslíneasenelcampodetierra,comprábamosunsacodecalenuna drogueríacercanaalcolegio,“DrogueríaCarrasco”
Nosclasificamosvariasvecesparaviajaralasfasesdesector delcampeonatoescolar,ycomolasfaldasqueusábamosllegabanalas rodillas por orden de las monjas, al llegar al tren lo primero que hacíamoserasubirleellargo.
UnaprofesoradegimnasiadelaSecciónFemeninamedijoun día que nunca llegaría a jugar a baloncesto. No estuvo demasiado acertada.>>
<<Teníamosunacompañeradeclasequeerauna“acuseta”. Siempreleibaalasmonjitasconlos“chivatazos”,demaneraqueun buendíahuboquearreglarlo.
Una mañana la encerramos en la cuadra de los cerdos. Los gritosdelaniñaseoíanentodoelcolegio.
Yo tuve que esconderme rápidamente porque las monjas, despuésdeliberarala“chivata”,sevinieronapormíparacastigarme. Loquehicefuesubirmeaunmagnoliogigantequehabíaenelpatio.
Lasmonjasmeesperabanalpiedelárbol,gritándomequebajara.El magnoliodabaporlapartedeatrásalsolardeallado,demaneraque por allí mismo me escapé. Estuvieron a punto de expulsarme del colegio, pero mi madre, no sé por qué, tenía mucho peso con las monjas…ymesalvé.>>
Vigo, Calle del Príncipe, junio de 1959. Excursión de Acción Católica al Monte de la Peneda. Picuca y Carmela, de abanderadas. Con ellas, entre otras: Amparo y María del Carmenvecinas de casa-, Angélica -ayudante de las monjas en las Carmelitas-, Marisa Vidal, Encarnita… (Archivo familia Martínez Marzoa).
<<Sobre los doce o trece años -continúa recordando Picuca-, estuveencamadaunpardeveces,primeroporladifteria,yluegopor unfuerteataquedereumaentodoelcuerpo.DonFederico,elmédico decasa,lescomentóamispadresqueenadelantetendríaquellevar unavidareposada,sinesfuerzofísico…Papálecontestóenseguida, acertandodeplenoensupronóstico:“Qué no le oiga mi hija, porque si no hará todo lo contrario”.Yonomeacuerdodeoírletalcomentarioal médico,peroprecisamentequietita…nuncaestuve.>>
<<Cuando ya fuimos un poco mayores -cuenta Picuca-, si teníamosbuenasnotasenelcolegio,mipadrenosllevabadeviaje. Estuvimos en Os Peares, en Chinchón, en Oporto, en Asturias, en Madrid…>>
Asturias, 1960. Visita a la Basílica de Covadonga. Arriba: Carmucha, Dosa, Purita, don José “de San Lorenzo”, Picuca y los hermanos Amparito y Roberto “de Coia”. Abajo: Carmela, una sobrina de Dosa, Arturo y Quique
<<EnMadridestuvimosenelMuseodelPrado,enelVallede losCaídos…EnAsturias,visitamosGijón,laBasílicadeCovadonga… NosencantóChinchónenlaComunidaddeMadrid,conunapreciosa PlazaMayorcompletamenteredonda…>>
La menor de los seis hermanos Marzoa López, había llega- do a “La Chavola” en 1944, a tan solo un mes de cumplir los dieciséis años. Además de una valiosa ayuda para Carmucha en criar a sus hijos -los cinco nacidos con muy poca diferencia de años entre sí-, venía a estudiar Magisterio, siguiendo los pasos de su tía Carmen, y de sus hermanos Antonio y de la misma Carmucha. Y así como el sobrino Felipe nunca necesitaría apoyo en sus estudios –“Premio Extraordinario de Bachillerato Superior” en Gali- cia-, su hermana Picuca recuerda a la tía Pacita ayudándole cuando tenía diez y once años, y ya estaba en el primer curso de bachille- rato.
<<Había un mueble que ocupaba toda una pared -explica Picuca-,yqueteníadosgrandespupitresplegables.Sebajabanpara utilizarlos,yluegosevolvíanaguardardentrodelmueble.Unoerael demipadre,dondetrabajabasiempremetidoentreplanosdelasobras; yotro,queeraelmíoparaestudiar,conlatíaPacitaamilado.>>
Al finalizar sus estudios de Magisterio, estuvo dando clases durante algún tiempo en el Colegio Labor de Vigo, donde ya estudiaba por entonces su sobrino Felipe.
Pero pronto nacería en ella una fuerte vocación religiosa -la segunda monja que se iba desde “La Chavola”-, y en 1956, ingresa en el Noviciado de las “Hermanas Carmelitas de la Caridad de Vedruna”, situado en la ciudad vasca de Vitoria.
A poco tiempo de su ingreso en el noviciado, Pacita comen- zaría a encontrarse mal de salud. No soportaba bien el régimen de vida de la congregación carmelita, y tuvo que regresar a casa para recuperarse.
Superado el mal momento, vuelve a Vitoria, y toma los votos de monja en 1959, tres años después de su ingreso en la congregación. Al poco tiempo vuelve a recaer en su salud, y la intolerancia a la vida del convento se hace patente cada día.
En 1962 se ve obligada a dejar los hábitos de monja… y se convertiría en una “monja sin hábitos” para el resto de sus días… De misa diaria, profundamente religiosa, transigente en cambio -nunca
manifestaba una censura-, caritativa, cariñosa, y siempre entregada a ayudar donde fuesen necesarios sus servicios.
Quedaría delicada de salud definitivamente, y con unas tremendas jaquecas que la tumbaban del malestar…
Y sin embargo, jamás le oirías la mínima queja… simple- mente se retiraba a su habitación en silencio…
María Paz Marzoa López, nacida el 10 de octubre de 1928 en la casa paterna de As Chavolas, gozaría de una sana y alegre niñez en plena aldea. Llegada la adolescencia, seguiría disfrutando de una maravillosa juventud, vivida en aquellas inolvidables pandi- llas de entonces. La de los mayores, liderada por sus hermanos Antonio y Carmucha, y su futuro cuñado Enrique -que compartía menos-, y la suya propia de unas generaciones más jóvenes.
As Chavolas (Ribadavia-Ourense), 6 de Julio de 1942. Arriba, entre otros: Carmucha, Silda, Lolita “de Santiago”, Julio, la otra Lolita, Antonio… Abajo, entre otras: Purita y Pacita (Archivo Antonio Marzoa López).
La pandilla de Silda y Pacita, también formaban un animado grupo que no dejaba de moverse por toda la comarca. Fue un tiempo, mediados de los años cuarenta, en el que se consolidaron los noviazgos, por un lado, el de Silda y Manolo “Pericocho”, y por otro lado, los inicios de la relación entre Lola “de San Amaro” y Manolo Marzoa, que se encontrarían en Vigo años después tras el traslado de ambos a vivir allí. Ella, cosiendo en el taller de su hermana, modista de fama en la ciudad; él, como carpinteroextraordinario ebanista- de la constructora de su cuñado Enrique.
No ocurriría así con Pacita, tan atractiva de joven como sus hermanas, y de la que Odilo Carrasco, vecino de Cenlle y a la pos- tre destacado comerciante de Vigo, andaba en aquella época medio enamoriscado. Al menos, eso era lo que siempre se comen- taba en la familia, y además, según la opinión de todos, hacían una bonita y llamativa pareja. Pero la relación no pasaría de una buena amistad, porque la pequeña de las Marzoa seguiría su vida por otros derroteros.
Cenlle (Ourense), años cuarenta. Odilo Carrasco, Pacita y Alicia Coloret. Delante, Lolita. (Archivo familiar de Cenlle).
Ni tampoco su hermana Purita, a la que se le conocía un pretendiente muy interesado, pasaría en su relación de una simple amistad. Se trataba de Luis Vallejo, hombre con fama de guapo y de padres “con capital”, y por lo que se decía, un excelente parti- do. “¡Quémásquisieraél!...Sí,queandabadetrás”,contestaba enérgica la tía muchos años después cuando le preguntaban.
Con el tiempo, Luis Vallejo se haría médico y atendería a la familia de Cenlle y de As Chavolas. Y entre todos ellos, a Purita de una larga peritonitis, que la traería postrada en cama durante casi un año.
Por eso que Purita, la segunda de las cuatro hermanas Marzoa y tan guapa como todas ellas, no es de extrañar que conta- se con una larga cola de admiradores por la comarca. Pero a pesar de ello, nunca encontraría la pareja a su gusto.
Praia de Panxón (Nigrán-Pontevedra), años cuarenta. Pacita, de pie; Lolita y Odilo Carrasco, sentados en la arena. (Archivo familia Martínez Marzoa).
Las pandillas se unían en muchas ocasiones, y hacían excursiones y planes juntas. Más de una vez utilizaron “La Lechera”, el coche de alquiler de Bugarín “O Zorro”, una curiosa furgoneta con carrocería de madera, de moda por entonces.
Cenlle, Plaza de “La Tenencia”, 1949. Las pandillas de amigos delante de “La Lechera”, el coche de alquiler de Bugarín “O Zorro”. Entre otros: Alicia Coloret, Pacita, Avelina, Purita, Visi, Silda, Manolo “Pericocho”… (Archivo familiar de Cenlle)
Cenlle (Ourense), Plaza de “La Tenencia”, 1949. Silda y Manolo “Pericocho”, en su época de novios, delante de “La Lechera”. (Archivo familiar de Cenlle).
Cenlle (Ourense), 1949. El grupo de amigos en una celebración. Entre otros: Alicia Coloret, Silda, Manolo “Pericocho”, Lola Vázquez, Manolo, Visi, Pacita, Odilo Carrasco, Purita, Picuca… (Archivo familiar de Cenlle).
Ventosela (Ribadavia-Ourense), finales años cuarenta. Merienda campestre. Entre otros: Pacita, Rosiña “Pericocha”, Silda, Manolo “Pericocho”, Visi, Fulgencio… (Archivo familiar de Cenlle).
En 1943, Pacita se traslada a Vigo para estudiar Magisterio, y se queda a vivir en “La Chavola”. Ya comienzan a aparecer testimonios fotográficos de su presencia en la ciudad viguesa.
Vigo, años cuarenta. Manolo, Silda, Alicia Coloret y Pacita, paseando por la Calle del Príncipe. (Archivo familia Martínez Marzoa).
La maravillosa década de los cuarenta llegaba a su fin, y mientras que Manolo Marzoa se casaba con Lola Vázquez “de San Amaro”, y Silda hacía lo propio con Manolo “Pericocho” de Ventoselaambas bodas en 1952-, la creencia general entre el vecindario quedaría fallida por completo en sus pronósticos.
<<En la aldea se daba por seguro -contaba Purita Marzoa, testigo puntual de aquellos tiempos- quelasrelacionesdemihermano Antonio y Lolita “de Sampaio”, así como las de Carmucha y Tucho García,hermanodeLolitaymédicopediatraenOurense,que“eso era boda” enamboscasos.>>
Ni la una ni la otra llegaron a buen fin; una guapa ourensana de un pueblo del interior, y un insistente constructor vigués, rompieron los designios de los vecinos de As Chavolas.
Vigo, Calle Urzaiz, años cuarenta. Purita, Pacita y Dosa “de Roucos”, una amiga de ese pueblo cercano a Cenlle, que se había trasladado a vivir a Vigo. Mantendrían su amistad hasta el final de sus días. (Archivo familiar de Cenlle).
La década de los cincuenta se inicia con una mala noticia para la familia. Papá Felipe fallece en su casa de Cenlle el 5 de febrero de 1950, y es enterrado en el cementerio de la iglesia parroquial de Santa María. Tenía ochenta y tres años.
Ourense, 1892. Los abuelos Carmen Montero García y Felipe López Fernández, los patriarcas de la familia. (“Fotografía Artística”, Ourense).
Los abuelos se habían casado en 1892, y Mamá Carmen fallece lamentablemente en 1902 al dar a luz a su cuarta hija, Carmen López Montero, “Mayeya”.
Papá Felipe se queda viudo, y con cuatro hijas pequeñas que criar: Elvira, con ocho años; Digna, con siete; María, con cinco, y la recién nacida. Durante casi medio siglo, ejercería de padre y de madre con total desenvoltura. “OListo”, como le apodaban en la aldea, supo estar a la altura conveniente. Fiel al recuerdo de su esposa, nunca quiso volver a casarse.
En la actualidad, 2024, los restos de ambos yacen juntos en el cementerio de la Iglesia Parroquial de Santa María de Cenlle.
Al fallecimiento de Papá Felipe, le seguirían en los comien- zos de la década acontecimientos importantes para los Marzoa. En abril de 1952, Manolo, el tercero de los hermanos, se casa con Lola Vázquez González en la iglesia parroquial de San Amaro (Cenlle).
San Amaro (Cenlle-Ourense), Iglesia parroquial, 19 de abril de 1952. Boda de Dolores Vázquez González y Manuel Marzoa López. Arriba, en el acto religioso. De izquierda a derecha: Edelmiro Mosquera -tío de Lola, que hizo de padrino-, los novios, y Felisa -la madre de Lola-. Abajo, los novios a la salida de la iglesia. “Eran una pareja muy guapa”, comenta su sobrina. (Archivo familiar de Cenlle).
San Amaro (Cenlle-Ourense), Iglesia parroquial, 19 de abril de 1952. Boda de Lola Vázquez González y Manuel Marzoa López. A la salida de la iglesia: tío Edelmiro, la abuela Felisa, los novios, y los abuelos Digna y Arturo. Detrás, entre otros: Avelina y Felisa -hermanas de la novia-, vecinos invitados de San Amaro… Felisa, la más pequeña de los hermanos, había emigrado a Argentina, donde fijaría su residencia definitiva. (Archivo familiar de Cenlle).
Pocos meses después, el 13 de noviembre, llegaba la segunda boda de los Marzoa en ese mismo año, 1952. Silda, la quin- ta de los hermanos, se casa con Manuel Díaz Rodríguez, “Perico- cho”, en la iglesia parroquial de “San Pedro de Sanín” (As Chavo- las-CenlleOurense).
Diez años antes, en la misma iglesia, el primero de enero, se habían casado su hermana mayor Carmen y el vigués Enrique. Ahora, pasado ese tiempo, este acude de padrino de la novia, y su hija, Picuca, con siete años, lleva las arras. La numerosa comitiva nupcial, realiza todo un paseo a pie por la aldea para llegar a la iglesia, entre campos y viñedos, con familiares y vecinos siguiendo a la novia y al padrino. Por entonces, dada la proximidad de la iglesia y la falta de transporte adecuado a los caminos de la aldea, era un paseíllo tradicional en cada boda, desde la casa paterna de la novia hasta “San Pedro de Sanín”.
As Chavolas, 13 de noviembre de 1952. La novia, Casilda Marzoa López, saliendo de casa del brazo de su cuñado y padrino de boda, Enrique Martínez Domínguez, con destino a la iglesia parroquial de “San Pedro de Sanín”. (Archivo familia Díaz Marzoa).
As Chavolas (Cenlle-Ourense), 13 de noviembre de 1952. La comitiva nupcial recorrería este camino hasta la iglesia, en medio de campo y viñedos.
As Chavolas, 13 de noviembre de 1952. La comitiva nupcial sale hacia la iglesia de “San Pedro de Sanín”. La novia, Casilda Marzoa López, del brazo del padrino, Enrique Martínez Domínguez. Delante, Picuca, la sobrina de la novia, lleva las arras.
Iglesia de “San Pedro de Sanín” (As Chavolas-Cenlle), 13 de noviembre de 1952. Casilda Marzoa López y Manuel Díaz Rodríguez, en el día de su boda.
El nuevo matrimonio fijaría su residencia en Ventosela (Ribadavia-Ourense), donde el novio tenía su casa paterna. El primer hijo, una niña, Carmencita, nacería en “La Chavola” de Vigo, la casa de su hermana Carmucha.
En esa época, Pacita seguía viviendo en Vigo, y a pesar de haber finalizado sus estudios de Magisterio, continuaba en “La Chavola” ayudando a criar a los cinco hijos de Carmucha. A Picuca, la segunda de los hermanos, le profesaba un especial cariño, y le dedica un cariñoso recordatorio, señalando su intención de rezar por ella. “Depequeñaera muymala-reconoce siempre la sobrina-.
Es también en esta década, en 1956, cuando Pacita ingresa en el Noviciado de las “Hermanas Carmelitas de la Caridad de Vedruna”, situado en Vitoria.
Vitoria, 1959. Votos de María Paz Marzoa Lòpez, como “Hermana Carmelita de la Caridad de Vedruna”. En la imagen, saliendo del centro ya de monja, acompañada por su hermana Carmucha, a su lado, y detrás, su hermana Purita
En el momento de tomar los votos, la familia de “La Chavola” se desplazaría al completo a Vitoria para acompañar a Pacita en tan importante acto. Como de costumbre en todos los viajes, fueron en la ya popular furgoneta Citroën de Enrique.
Allí estuvieron también su hermana Purita, sus amigos Amparito y Roberto “de Coia”, con su esposa Maruja y su hija, y hasta se personaría el cura don José “de San Lorenzo”, muy amigo de la familia desde hacía años.
Vitoria, 1959. La familia en pleno a la puerta del Noviciado de las “Herrmanas Carmelitas de la Caridad de Vedruna”. Detrás: Picuca, Felipe, Purita, Enrique y Quique. Delante: Arturo, la monja carmelita Pacita, Carmucha y Carmela. (Arch familia Martínez Marzoa).
<<Comosepuedeapreciarconclaridadporlasimágenescuenta Picuca-,Pacitalucíaunacaradefelicidadmáxima,coneserictus dedulzuraquesiemprelacaracterizaríaalolargodesuvida.
Todasestasfotografíasquereunimosencasadesdeenton-ces, permanecieronsiempreguardadasylejosdelalcancedetodos.Pacita, trassuobligadasalidademonja,noqueríasabernadadeellas,nilas queríaverdelante.
Surenunciaacausadesusalud,resultaríaunsucesodeenorme tristezaparatodalafamilia,yellaarrastaríaesepesoineludibleelresto desuvida…esosí,sinningunaqueja.>>
Vitoria, 1959. Familiares y amigos en los Votos de “Hermana Carmelita de la Caridad de Vedruna”, de María Paz Marzoa López. Arriba: Carmucha, Picuca, Pacita, Enrique, Arturo, don José “de San Lorenzo”, Purita, Felipe, Amparito, Maruja y Roberto. Delante: la hija de Roberto, Carmela y Quique
Vitoria, 1959. De reunión después de los Votos de Pacita. De izquierda a derecha: Picuca, Pacita, Carmucha, Amparito “de Coia”, Purita y Maruja
La obligada renuncia a los hábitos de Pacita en 1962, supuso un disgusto irreparable para ella, y una generalizada cons- ternación en la familia. De sobra era conocida por todos su fuerte vocación religiosa, y su lucha al límite para tomar los votos, supe- rando en principio su frágil salud, que al final le obligaría a aban- donar definitivamente la congregación.
A partir de ahí, y una vez recuperada la salud -nunca del todo-, Pacita se convertiría en “una monja sin hábitos”, siempre dispuesta a ayudar donde la necesitasen. Con la sonrisa en los labios y su acostumbrada dulzura, continuaría el resto de sus días sin una sola queja, ni por dejar los hábitos, ni por su estado de salud, ni tampoco por el trabajo que hubo de desempeñar por su propia voluntad.
Cuando fallece en 2008, Lola, su cuñada, se manifestaba en su despedida en el tanatorio con una enorme tristeza: “Se nos fue la dulzuradelafamilia”.
Baiona, Praia da Barbeira, 2007. Cuatro generaciones juntas: Pacita Marzoa, Picuca Martínez, Cristina Rey y Estela García La tía Pacita cuidó de la sobrina, de la sobrinanieta, y también, pero menos, de la sobrina-biznieta
Vigo, “La Chavola”, 25 de diciembre de 1957. Comida familiar en el día de Navidad. De pie: Felipe, Manolo “Pericocho”, Enrique, Carmucha, Arturo, Purita, Manolo y Antonio. Sentados: la abuela Digna, la tía Elvira, Lito, la tía Mayeya, Quique, Silda, José Antonio, Geluco, Picuca, Carmela, Lolita, Juan Luis, Pepita y María Jesús.
Llega a su fin la década de los cincuenta, y quedan atrás un par de bodas, los votos de monja de Pacita, y el nacimiento de la mayoría de “los primos Marzoa”, cuarta generación de una familia que parte en su inicio con Papa Felipe cuando nace en Cenlle (Ourense), en 1867. En Felipe (1943), de nombre como el patriarca de la fami- lia, comienza la nueva generación. Los de Carmucha como avanza- dilla, todos nacidos en “La Chavola”: Picuca (1945), Quique (1946), Carmela (1947) y Arturo (1950). Los de Antonio: José Antonio (1949), Geluco (1950) y Pacita (1952), nacidos en “El Mesón del Cura” (Ourense), y María Jesús (1956) en Vieite (Ourense). Los de Manolo: Manolito (1952) y Juan Luis (1954), en Vigo. Los de Silda: Carmencita (“La Chavola”,1954) y Manolito (Ventosela, 1955).
Por entonces -lo harían en los sesenta- no habían nacido Suso y María, ni Carlos, ni tampoco David, el benjamín.
As Chavolas, 1957. La tía Pacita, aún convaleciente de su primera salida del Noviciado, con Manolito y Carmen, los dos primeros hijos de Silda y Manolo “Pericocho”, con tres y dos años. Pasean por la recta de As Chavolas. La galería blanca que se ve a la izquierda es la casa de Odilo Carrasco; la de los abuelos Digna y Arturo, era dos casas más atrás. (Archivo familia Díaz Marzoa).
A la tía Pacita, seguramente por su carácter apacible y dulce, se le daban muy bien los niños. Ella, que quedaría soltera y sin descendencia, aparece en numerosas fotografías siempre ro- deada de los niños de la familia. Unas veces los de Carmucha, otras los de Antonio, en ocasiones los de Silda… y pasados cerca de veinte años, serían los hijos de Picuca y Luis… Y aún más adelante, hasta poco antes de su fallecimiento en Baiona en 2008, andaba en los brazos con los hijos de sus sobrinos-nietos Camilo y Cristina… los de Carmencita y Quique… los de María y Pepe…
En su entregada labor de ayudar a todos, cuidaba de los niños cuando era necesario. Era su ejercicio de “monja sin hábitos” que comentamos más de una vez.
La década de los sesenta se inicia con la triste noticia del fallecimiento de Papá Arturo, que es enterrado en el cementerio de la iglesia de “San Pedro de Sanín” (As Chavolas). Se da la curiosi- dad de que los primeros bancos para los fieles de esta iglesia habían sido hechos por él mismo.
Mamá Digna, tras su muerte, se queda en la más completa soledad en la casa de As Chavolas, acostumbrada como estaba de siempre a la presencia numerosa de sus hijos, nietos y amigos, y que desde ahora iba a encontrar vacía.
A esta mala noticia, se une en 1962, la lamentada renuncia de Pacita a sus hábitos de monja a causa de su salud, y a pesar de sus intentos fallidos para continuar. Regresa a Vigo, donde pasará un largo período de recuperación.
El tiempo sigue sin pausa, y los niños de “La Chavola” se van haciendo mayores. La década de los sesenta va a significar un cambio rotundo en la vida de la familia Martínez Marzoa.
En 1962, Felipe se va a Madrid a estudiar Filosofía; Picuca inicia sus estudios de Profesor Mercantil en Vigo; poco después, Quique ingresa en la Escuela de Peritos Industriales, hace un curso de Frío Industrial, y se traslada a trabajar a Aguiño; Carmela comienza a dar clases en el “Colegio Isabel La Católica” y estudia por libre una carrera de letras; Arturo se emplea en una gestoría…
Felipe se libra de cumplir el servicio militar por la vista, pero tanto Quique como Arturo se ven obligados a ingresar en el Ejército cuando les toca…
Un par de años antes, en 1958, Antonio había conseguido la plaza de maestro en Vigo que tanto anhelaba desde hacía tiempo, sobre todo para dar a sus hijos una formación que no iba a encontrar en las aldeas de “El Mesón del Cura” o Vieite (Ourense), donde estuvo anteriormente.
Es destinado a una escuela en el “casco vello”, Rúa San Vicente, nº. 5, que ocupaba un enorme caserón. En el primer piso se ubicaban la vivienda del maestro y la propia escuela; en los bajos, había una pequeña, pero popular tienda de alimentación -“Pandelo” se llamaba, un artesano zapatero y una librería.
Desde su llegada a Vigo, enseguida se establece una rela- ción intensa entre las familias de Carmucha y Antonio. “La Chavola” será
centro de reuniones, festejos, celebraciones y demás. Y por supuesto, las Navidades se celebran conjuntamente.
Vigo, 1958. La familia al completo recién llegada a la ciudad viguesa. Pepita y Antonio, con la abuela Severina, y con sus hijos Geluco, José Antonio, Pacita y María Jesús, esta en brazos de su padre. (Archivo familia Marzoa Rodríguez).
De la misma manera, las familias de los dos hermanos, Antonio y Manolo, compartirán enseguida en la ciudad viguesa un trato muy cercano, sobre todo por los niños de ambos, en edades similares.
En mayo de 1960, los dos primos, Pacita y Manolito, recibían conjuntamente el sacramento de la Eucaristía por primera vez. La “Colegiata de Santa María”, parroquia de ambas familias, sería el escenario del acontecimiento religioso.
Vigo, “La Chavola”, 26 de mayo de 1960. Los primos Manolito y Pacita en el día de su Primera Comunión. (Archivo familia Marzoa Rodríguez).
La unión de los Marzoa de Vigo fue muy importante en los aconteceres cotidianos de las tres familias. “La Chavola”, la casa de Carmucha y Enrique, es durante aquellos años el escenario indis-
pensable de todos ellos, donde se acostumbraba a celebrar los grandes acontecimientos y las reuniones importantes familiares. La Primera Comunión de Pacita y de Manolito también tuvo su celebración allí.
Vigo, “La Chavola”, 25 de mayo de 1960. Pacita y Manolito, en su Primera Comunión, acompañados de sus hermanos y primos: José Antonio, Juan Luis, Geluco, María Jesús, Felipe y Carmencita. (Archivo Antonio Marzoa López).
Manolo, el tercero de los hermanos Marzoa López, unos años después de su boda, en 1952, decide emigrar a Argentina en busca de un mejor futuro del que tenía aquí.
En principio estuvo viviendo en casa de una hermana de don Antonio, el cura de Cenlle, con el que la familia mantenía una buena y larga amistad. Y así como su hermana mayor, Sara, estudia Magisterio
en Ourense junto a la tía Carmen, la pequeña prefiere emigrar a Buenos Aires y allí se establece para siempre.
También vive seis meses con Antonio Freijedo y su esposa Olga Aligieri, matrimonio que cuarenta años después visitaría a la familia gallega. Antonio, era hijo de María, la tercera de las hijas de Papá Felipe, que tuvo que emigrar a Buenos Aires en graves circunstancias, aclaradas con el tiempo.
Manolo, que dejaba en Vigo a Lola y a su primer hijo, Manolito, permanece en Buenos Aires durante algo más de un año, y al no encontrar la oportunidad que buscaba, regresa de nuevo a casa, donde había quedado su familia a la espera de acontecimientos.
A la vuelta de Argentina, Manolo se incorpora a su anterior trabajo en la carpintería de Enrique. Era un extraordinario eba- nista, que dejaría en “La Chavola” varios muebles de gran valor por su destacada talla.
Vigo, “La Chavola”, 1958. Juan Luis Marzoa Vázquez, según él mismo nos comenta ahora, “era el pu… jefe con ese disfraz”. (Archivo familia Marzoa Vázquez).
Enrique y Carmucha eran los padrinos de Juan Luis, y según su prima Picuca, “loqueríanmuchoyestabanmuyorgu-llososdeserlo”.
<<La madrina me llamaba “parruliño” -recuerda Juan Luis-, muchomejorqueelnombrequetengodeverdad,quenomegusta nada.MedijeronquemelohabíapuestoPicuca,ypareceelnombrede unpeluquerodeseñoras.¡Miracomoasushijoslespusonombres normales!>>
La ausencia de Felipe -con sus estudios en Madrid- no impide que sus hermanos sigan jugueteando en el jardín de casa. Ahora, ya mayores, juegan al baloncesto, y se inventan una “canasta” entre los alambres de secar la ropa.
Vigo, “La Chavola”, 1963. Los hermanos Arturo, Quique, Carmela y Picuca, ya de adolescentes, con 13, 16, 15 y 18 años respectivamente, jugando al baloncesto en la huerta. Sólo faltaba Felipe, que nunca fue muy dispuesto a compartir juegos con sus hermanos. (Archivo familia Martínez Marzoa).
Los chicos de casa se fueron haciendo mayores, y salvo el pequeño Arturo, los demás, finalizado el bachillerato, comenzarían sus estudios. Picuca en la Escuela de Comercio, Quique en Peritos Industriales, y Carmela pronto comenzaría a dar clases en un colegio, al margen de estudiar por libre una carrera de letras. Arturo aún tardaría unos años en acabar el bachillerato.
En aquellos años sesenta, antes de comenzar a trabajar y compaginándolo con los estudios, Quique tuvo en el montañismo su gran afición. Durante cuatro temporadas, junto a otros compa- ñeros de “Acción Católica de San Francisco”, como Tomás Velasco y César Juncal, organizaron campamentos de verano en el Morrazo. Al mismo tiempo, perteneció al “Club Montañeros Celtas”, hasta que, por razones laborales, hubo de abandonar la montaña.
Península do Morrazo, años sesenta. Quique, junto a dos compañeros organizadores, en un campamento de verano de la “Acción Católica de San Francisco”
En aquellos primeros años de la década de los sesenta, la vida transcurre felizmente para la familia de Antonio y Pepita. José Antonio cumple su primer curso en el Seminario, y su vocación sacerdotal se afianza en esos comienzos; las niñas estudian con provecho en las Carmelitas; y todo promete que Geluco podía seguir los pasos de su hermano, como así sería en el futuro; David, el benjamín, ya nacido en Vigo, crece sano y feliz.
La adaptación de mayores y chicos a la ciudad viguesa, tras vivir en la aldea, se hizo con facilidad y satisfacción.
“Seminario Menor de Tui”, curso 1963/64. José Antonio Marzoa Rodríguez, recién ingresado en el centro. (Archivo familia Marzoa Rodríguez)
En 1964, como todas las Navidades desde que llegaron a Vigo, la familia de Antonio celebra estas fiestas en “La Chavola”, con su hermana Carmucha, con Enrique, con los niños y también con su hermana Pacita, de vuelta del Convento definitivamente.
Al regresar a su casa en el cascovello, Pepita, la esposa de Antonio, se encuentra mal sin saberse el motivo en concreto. El malestar se agrava, y en un par de días fallece sin que se conozca con claridad las causas. Los médicos hablaron de un virus…
La familia, pendiente de la situación sin darle mucha importancia, jamás supuso que los males de Pepita tendrían semejante desenlace, tan sorpresivo como incomprensible. La desolación más completa invade a todos, y desde “El Mesón del Cura”, hasta Cenlle, As Chavolas, O Carballiño… llegan las muestras de aflicción, de tristeza, de dolor… que aflige profundamente a ambas familias, la de Pepita y la de Antonio.
Antonio, que recibiría el apoyo unánime de toda la familia, tardaría un tiempo en sobreponerse a tamaña adversidad. Quedaba en soledad en un hogar con cinco hijos que atender, y aunque los dos mayores ya estaban en el “Seminario Menor de Tui”, el pequeño David contaba con poco más de un año.
Al momento, la tía Pacita, recuperada de su recaída de salud en el “Convento Carmelita de Vitoria”, pero ya abandonados los hábitos, se ofrece a ayudar en su casa. Desde entonces, permanece al frente de las tareas del hogar hasta que Antonio decide trasladarse a vivir a Madrid en 1968.
de 1965. Antonio
A partir de la sentida pérdida, los hijos de Antonio frecuentarían “La Chavola” con asiduidad, en busca del apoyo y cariño familiar. Las niñas, Pacita con doce años y María Jesús con ocho, y David con poco más de un año, eran todavía muy pequeños, y como es natural, necesitados del afecto maternal -nunca resultaría suficiente- que les faltaba a pesar de tener en casa a la tía Pacita.
La sensación de tristeza familiar existente tardaría bastante tiempo en superarse.
En la empresa constructora familiar, Enrique centraba toda su atención en la ejecución de las obras, trabajando permanentemente en los planos para los arquitectos. Su hermano Modesto, en cambio, llevaba en exclusiva la administración.
A finales de los años cincuenta había ocurrido la desgra- cia. La “mala gestión” del hermano pone en grave situación a la constructora, que llena de deudas con proveedores, y tras años de dificultades, termina quebrando a finales de los sesenta.
Enrique lo perdería todo -incluido el trato con su hermano-, quedando en una completa ruina. La quiebra se llevaría el solar, con la carpintería y el alpendre de los canteros, la patente de la viga de cemento armado, la maquinaria… y algo fundamental para la familia, “La Chavola”.
La pérdida de la casa de Vigo, uno de los puntos cruciales del clan familiar desde la boda entre Enrique y Carmucha en 1942, ponía punto y final a más de veinte años de feliz historia. La mala noticia fue recibida por la familia con honda tristeza… y desde Cenlle se brindaron las primeras ayudas.
1957. Dibujo de “La Chavola” realizado por Enrique para su hija Picuca, que debía presentar en el colegio junto a una redacción, “Mi Casa”, que le pusieron como deber. “Mi casa es una casita rodeada por un jardín…”, comenzaba, según ella recuerda ahora. (Archivo Picuca Martínez Marzoa).
Los acontecimientos cambian necesariamente el escenario de la vida de la familia, que se traslada a un piso en la calle Pi y Margall. En buen uso, espacioso, con habitaciones suficientes, con unas excelentes vistas a la ría de Vigo, y que será testigo de los profundos cambios que se producirán en un futuro próximo.
Casi por sorpresa llega la primera boda. Felipe, el hijo ma- yor, se casa en 1965 con Paloma López Dena, natural de Cuenca, y como él, estudiante de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid. En 1967, es Picuca la que se casa con el comerciante vigués Luis Alberto Rey Lama. El acto religioso se celebra en la Capilla del “Hogar San José”, construida por su padre, que asiste como padrino de la novia.
Unos meses antes de su boda, Picuca finaliza sus estudios de Profesorado Mercantil, título que no ejercería nunca en toda su vida. Y ello, a pesar de sacar unas oposiciones al Banco de Bilbao con el nº 2, que ya le daban un inmediato acceso al trabajo -lo rechazaría después de dos días de prueba-, y también a pesar de las varias propuestas que tuvo, algunas de sus propios profesores. “Nomeveíasentadaenuna mesatodaslashorasdeldía-confiesa ahora-. Nomegustabanadalo queestudié,perolascircunstanciasfamiliaresmellevaronporahí.Yo queríaestudiarPeriodismo”.
Felipe se licencia en Filosofía en 1968, y al contrario que su hermana, se entregará a su ejercicio con eterna pasión a lo largo de su vida, incluso hasta bastantes años después de su jubilación.
Por otro lado, Quique acaba sus estudios, y tras realizar un Curso de Frío Industrial, se desplaza a la localidad de Aguiño (Ribeira-A Coruña), como responsable del proyecto de instalación de refrigeración y congelación de la empresa “Demarsa”, dedicada a la depuración y conservación del marisco bivalvo.
A su vez, Carmela, la cuarta de los hermanos, había comenzado a dar clases en el Colegio Isabel La Católica, situado en la Calle Compostela de Vigo.
Se llegaba a los años setenta en el nuevo hogar, y después de las bodas de los dos hermanos mayores, y el desplazamiento de Quique fuera de la ciudad, tan solo quedaban en casa Carmela y Arturo. Este por poco tiempo, ya que ingresaría en el Ejercito en cumplimiento del obligatorio servicio militar.
Si los años sesenta fueron relevantes en la vida para Carmucha y Enrique, los setenta no lo fueron menos. Los aconte- cimientos familiares se alternan en lo bueno y en lo malo, para grandes alegrías y las peores desgracias.
Superado el cambio de casa y el cierre de su empresa, Enri- que comienza a trabajar en “Raymundo Vázquez, Empresa Cons- tructora, S.A.” de Pontevedra.
En ese tiempo, Felipe y su esposa Paloma, una vez finaliza- das sus carreras de Filosofía, deciden establecerse en Vigo, donde imparten clases en varios colegios de la ciudad.
En el mismo año, 1972, hay dos bodas con la escasa dife- rencia de un mes, la de Quique y la de Carmela.
Enrique Martínez Marzoa, el tercero de los hermanos, se casa con Dolores Torres Regueira el 16 de julio de ese año, en la iglesia parroquial de “Nosa Señora do Carme” del pueblo de Aguiño (Ribeira-A Coruña), de donde es natural la novia.
Un mes después, el 17 de agosto, Carmela Martínez Marzoa contrae matrimonio con el ingeniero vigués Enrique Rey Lama en la iglesia de “María Auxiliadora” de la ciudad. Fijan su residencia en Ferrol, donde trabaja el novio.
Mientras tanto, la tía Pacita, residente en Cenlle desde la marcha de Antonio y su familia a Madrid en 1968, regresa de nuevo a Vigo. Ahora, dispuesta como siempre, para ayudar en el hogar de su sobrina Picuca y permitirle así, iniciar su trabajo en “El Sport”, la nueva tienda de la familia de su marido en la Calle del Príncipe. El matrimonio ya tenía un hijo, Camilo, nacido en 1968, y pronto llegaría Cristina, la segunda, un par de años después.
Pero los momentos felices contrastan con otros muy tristes. Arturo, el hijo más pequeño, abandona Vigo a mediados de los setenta, después de un contratiempo importante en el comercio de electrodomésticos donde trabajaba. Se traslada a Palma de Mallor- ca, y posteriormente a Barcelona, y se aísla por completo de sus padres y de sus hermanos. Carmucha llevaría para siempre consigo la amargura de esta pérdida.
Tras las bodas, enseguida comienzan a aparecer los nietos, que llenan de frescura y felicidad la nueva casa de Pi y Margall. Camilo, el primero, Cristina después, y ya seguidos, Belén, Enrique, Carlos, Pablo y
Rubén, nacidos en esta década, y el resto de los diez nietos, Julia, Sabela y Javier, llegarían en los ochenta.
Y así como unos llegan, otros comienzan a irse. En octubre de 1977 fallece la abuela Digna a la edad de ochenta y dos años. Y al cabo de un año y tres meses, en enero de 1979, la tía-abuela Carmen, “Mayeya”, nos deja con setenta y siete.
O Carballiño, 1977. Mamá Digna, ya encamada y poco antes de fallecer, con su nieta Carmencita y sus biznietos Camilo, Cristina y Rubén
Esquela publicada en “La Región” de Ourense.
La abuela Digna dejaba atrás una vida plena de familia, de trabajo, y de afectos por toda la comarca. Antes de morir fue vendiendo todo su “capital”, y repartiendo la herencia anticipada entre sus hijos. “Treintapesetasentreseis,tocaacinco.Ocho eidos entreseis,solo peleas.”, explicaba con sabiduría.
Un año después, enero de 1979, es la tía-abuela Carmen López Montero la que fallece en la casa de Cenlle. Conocida como “Mayeya” desde mitad de los años cuarenta, había sido bautizada de nuevo por su primer sobrino-nieto “Felipito”, que incapaz de pronunciar la “r” de madrina -lo era de Carmucha-, convertía la palabra en “mayiya” … en “mayina” … y en “Mayeya” al final, que le quedaría para siempre en el seno familiar.
Vigo, “La Chavola”, años sesenta. Mayeya y su sobrina-nieta Pacita, hija de Antonio y Pepita. (Archivo familiar de Cenlle).
Tal vez por su condición de maestra, tenía verdadera fascinación por los niños, que, de forma recíproca, quedaban pren- dados de ella desde el primer encuentro.
<<Eraunafantásticacontadoradecuentos,yávidalectorade libros -recuerda Picuca-. Cuando estaba en nuestra casa, en “La
Chavola”, los niños nos quedábamos cautivados con sus relatos. El mayordenosotroseraFelipe,queaúnnoteníadiezaños,yallínos quedábamos los cinco hermanos escuchándola sin pestañear. Estábamosdeseandoquellegaraelatardecerparaquenosleyerao contaraalgo.>>*
Mayeya formaba parte de aquella extraordinaria generación de “Losmaestrosdelarepública”, la mejor de la historia de España, según dicen.
Años veinte. Carmen López Montero, “Mayeya”, en su época de estudiante de la Normal de Santiago de Compostela. (Archivo familia de Cenlle).
Esquela publicada en “La Región” de Ourense.
Al comenzar Enrique a trabajar en Pontevedra, y para evitar su desplazamiento desde Vigo, pasan los veranos en una casa de Raxó, en plena ría de Pontevedra, y a diez minutos de la capital. Tanto los niños de Picuca como los de Carmela, disfrutan de unas felices vacaciones con los abuelos durante unas cuantas tempo- radas.
Raxo (Pontevedra), 1978. Enrique, Carmucha y Pacita, en la casa donde pasaron algunos veranos. (Archivo familia Martínez Marzoa).
Raxó (Pontevedra), 1976. Cristina y Camilo, en la terraza de casa, con una preciosa vista de la ría de Pontevedra. (Archivo familia Martínez Marzoa).
En Raxó, vivieron Carmucha y Enrique los mejores momentos de la década de los setenta. Durante esos años nacen sus nietos Belén, Pablo, Rubén, Enrique y Carlos.
En 1978, Cristina hace la Primera Comunión en el Colegio de las Carmelitas de Vigo. Antes, la había hecho el primer nieto, Camilo, el favorito del abuelo.
Vigo, Parque de Castrelos, 1978. Carmucha y Enrique, con su nieta Cristina, en el día de su Primera Comunión. (Archivo familia
En octubre de 1979, recién terminado el veraneo en Raxó, se produce el triste fallecimiento de Enrique, que caía fulminado en plena calle en Pontevedra; una pérdida impactante e irreparable para toda la familia, en la que siempre fue persona cercana y muy querida.
Esquela en “Faro de Vigo”.
El repentino fallecimiento sumió a la familia en un profundo pesar. Esposa e hijos siempre sospecharon que Enrique llevaba un tiempo sintiéndose mal, aunque él no quisiera reconocerlo.
Había sido operado unos años antes por el doctor Segundo Troncoso de un pequeño tumor en la frente. El doctor aseguró que quedaba bien, pero…
La vida debía continuar, y Carmucha hubo de rehacer su ánimo en el cariño de sus hijos, de sus nietos y de toda la familia.
Felipe Martínez Marzoa, el primer hijo de Carmucha y Enrique, y también el primer nieto de los abuelos Digna y Arturo, nace en Vigo, en “La Chavola”, en 1943. Su condición de “primero” se va a repetir a lo largo de su vida. Hace el bachillerato en el Colegio Labor, y alcanza el “PremioExtraordinariodelBachillerato(GradoSuperior)” de Galicia en Santiago de Compostela.
En 1962 inicia la carrera de “Filosofía y Letras” en la Universidad Complutense de Madrid, y se licencia en 1968. Durante la carrera, se casa en 1965 con Paloma López De- na, natural de Cuenca, y estudiante como él de “Filosofía” en la ra- ma de “Historia”. Una vez licenciados, fijan su residencia en Vigo, donde imparten clases en varios colegios de la ciudad, como el “Martín Codax”, “Las Acacias” …
Cuenca, 1965.
En 1972, con veintinueve años, publica en Madrid su primer libro, “Historia de la Filosofía” -dos volúmenes-, que pasará en poco tiempo a ser libro de texto en las Facultades de Filosofía de todo el país. Durante su estancia en Vigo imparte sus primeras conferencias sobre Filosofía, una actividad que prolongará a lo largo de toda su vida de catedrático. Ahora en 2024, ya jubilado y residente en Barcelona, sigue dando conferencias en distintos lugares del país.
En 1982, presenta su tesis doctoral en la Universidad Complutense de Madrid: “La teoría del valor de Marx en la filosofía moderna”.
1972. Primera obra literaria de Felipe Martínez Marzoa.
Dos años después de doctorarse en la Universidad Complutense, accede a la cátedra de “Filosofía” de la “Universidad de Córdoba”, donde permanece un par de cursos. Durante este tiempo, continúa escribiendo, dando conferencias y publicando nuevos trabajos.
En 1985, obtiene la cátedra de “Historia de la Filosofía” en la “Universitat de Barcelona”, donde se asienta definitivamente. Es aquí la etapa más prolífica en su actividad filosófica, tanto en la producción literaria, como en su actividad de conferenciante. Al mismo tiempo, inicia una importante colaboración en distintas publicaciones, y por supuesto, sin olvidar su labor docente universitaria.
En la actualidad, 2019, y desde hace un par de décadas, Felipe Martínez Marzoa está considerado como uno de los pensadores más influyentes en la filosofía contemporánea de habla hispana.
Vigo, 1982. “Faro de Vigo”.
“A
Madrid, 1983. La “Editorial Taurus” publica este comentario al inicio del libro “La Filosofía de El Capital”, de Felipe Martínez Marzoa.
Algunas de las obras de Felipe Martínez Marzoa
Caricatura de Felipe Martínez Marzoa. Según el autor, “Un genio de la filosofía española contemporánea”.
<<FelipeMartínezMarzoa(Vigo,1943)eselpensadormáspotentequehay en la actualidad. La suya es la manera más genuinamente rigurosa de hacer Filosofía…>>
Felipe Martínez Marzoa, en una de sus habituales conferencias.
<<Felipehaestadotodasuvida,ysigueestando,rodeadode libros, traduciendo al castellano, e incluso al gallego, escribien- do alguno,ydandoconferencias-recuerda Picuca-. Cuandoyavivíafuera, hallegadoadarunaconferenciaenVigo,sintiempoparaverasu madre.
EnlascomidasfamiliaresdeNavidad,aúnnohabíaacabadoel café,yyaseteníaqueirporqueleesperabauntrabajourgente.Vivió, yvivetodavía,paralaFilosofía.Dicenqueeselprimero…>>
Arriba: “Lengua y tiempo”, 1999; “Ensaios Marxistas”, 1978; “Releer a Kant”, 1989. Abajo: “Iniciación a la Filosofía”, 1974; “El saber de la comedia”, 2005; “Revolución e Ideología”, 1979.
Entrevista de A Nosa Terra a F. Martínez Marzoa (gallego)
26/05/2010
Publicada en gallego el 5 de abril del 2009. Entrevista realizada por Xurxo González en el diario A Nosa Terra a Felipe Martínez Marzoa:
Afirma que, en certa medida, o seu labor consiste en abstraer a lóxica interna do dis- curso de pensadores como Hobbes, Kant ou Marx, entre outros, substraendo o contido, os exemplos cos que se expresaban…
A cuestión é como se le. Se ti apostas porque vale a pena ler a obra destes autores, e te pos en serio ao duro traballo necesario para superar as dificultades de tipo histórico ou filolóxico que implica ler a un pensador que escribiu hai séculos, suponse que pensas que aí hai algunha verdade. Non se trata de coñecer as opinión dun señor, nin é unha cuestión de biografía intelectual. Considerar a alguén un gran pensador implica que non se inventa as cousas nin está motivado simplemente polas súas teimas personais. Trátase entón de descubrir a verdade propia, a consistencia interna dese pensamento.
Nunha entrevista en Grial no ano 1989 vostede dixo que, se se lía correctamente a estes pensadores, “nada volvería ser coma hoxe”. A que se refería?
Quizais a única perspectiva de que non siga sendo todo o mesmo é que iso mesmo se entenda. A única verdadeira distancia respecto do conxunto da situación é aquela que hai en comprender, entender, coñecer. Comprender por comprender terá, aínda que non se poidan prever, mesmo repercusións prácticas. Desde o momento en que se sabe como funcionan as cousas, xa non poden seguir funcionando da mesma maneira.
Como se relaciona a orixe do poder civil que vostede descobre en Hobbes coa idea de democracia? Hai quen defende que as ideas de Hobbes promoveron reximes absolutistas,pero paréceme que vostede defende o contrario…
Non exactamente. Defendo que este termo, democracia, é unha maneira un tanto burda de asumir en moderno unha palabra grega. En Hobbes, o compoñente demos significa simplemente a xente no seu conxunto. Non obstante, a medida que se desenvolve o problema do poder civil (como é posíbel iso de que as regras sexan tales que poidan ser válidas para todos e que a autoridade sexa tal que poida impoñer as regras a todos en igual medida), o demos de democracia pasa a referirse ao conxunto de regras e de garantías. A partir do problema que Hobbes formulou en xeral, descubrí- ronse unha serie de implicacións do que co tempo se chamará república de- mocrática. O que Marx, na súa Crítica do Programa de Gotha, chama república democrática non é nin máis nin menos que un sistema de garantías. Non se trata dese concepto tan intuitivo de que “mande a xente”. Iso leva a que os xitanos ou os negros se teñan que ir se o pobo así o quere. Pero a democracia non é iso, os sucesivos filósofos van afinando na interpretación e do
que se trata é de recoñecerlle a calquera as mesmas liberdades que te atribúes a ti mesmo.
Percíbense novas correntes de pensamento que superen ou destrúan o concepto do civil? Non acepto a idea de que haxa na axenda algo que sexa posterior á modernidade, algo post-civil ou post-moderno. Eu emprego o concepto tardomo- derno. O que Marx teoriza no Capital é a modernidade, pero faino pensando que o feito mesmo de teorizala producirá unha ruptura co anterior pola simple distancia implícita no coñecemento. Non obstante, Marx non tiña un modelo alternativo, nin existe hoxe tampouco. Ao comezo da Filosofía do Dereito Hegel citaba ao moucho, que xa na mitoloxía grega representa a consciencia, o saber, porque ten os ollos grandes e unha grande capacidade de observación. Ese paxaro só emprende o voo ao solpor, ao final do día. En definitiva, non existe outro modelo que a modernidade, pero a partir de Marx a característica do momento que aínda dura é o coñecer que estamos no final do traxecto. O que queda por saber é se a modernidade está en crise ou simplemente en putrefacción. Hai que destacar que na frase anterior crise ten unha connotación de clarividencia. Na súa orixe grega, esta palabra quere dicir discernimento. As crises económicas chámanse así porque se supón que permiten filtrar o que é válido, viábel, do que non o é. Hai moita xente que pensa que as teorías de Marx non valen porque viviu nunha sociedade moi diferente á actual. Que o leva a pensar o contrario?
O que hai que descubrir é cal é a lóxica interna. No Capital descóbrense moitas cousas que empiricamente Marx non podía ter descrito, pero que se seguen da súa lóxica profunda.
Marx é o último ilustrado?
Eu diría que é un tardoilustrado. Acepta a Ilustración, pero ao mesmo tempo trátaa como un fenómeno a observar. Marx é un excelente descritor da sociedade civil. O subtítulo do Capital é Crítica da economía política, onde case se pode tomar economía política como sinónimo de sociedade civil, do mesmo xeito que ás veces se di bioloxía para referirse aos mecanismos vitais e non á ciencia biolóxica. Ademais, crítica, que ten a mesma orixe que crise, non significa aí negar, senon coñecer, discernir, analizar.
No imaxinario popular Ilustración e Marx van unidos ao concepto de revolución…
Si, pero trátase de revolucións diferentes. No caso da Ilustración vai unido coa idea de ruptura absoluta do civil respecto á situación anterior, non se recoñecen liberdades previas, que eran as dos cabezas de familia, curas ou mestres de taller. A revolución de Marx é a do moucho, e está vinculada ao feito de recoñecer a estrutura da sociedade civil.
Sería precisa unha nova revolución?
Quizais, pero as revolucións non se deciden nin se propoñen. Cando alguén sae cunha pancarta pedindo a revolución, non sabe do que está falando. Simplente hai que pensar, actuar en consecuencia, pero non falar dela. Quizais xa haxa unha en marcha, quen o dirá será unha futura historiografía.
Cales serían as características desa revolución da que vostede fala? É sempre un pouco pretencioso pretender caracterizar o momento actual. É dar motivo para que os futuros historiadores se rían dun. Se o que pasou foi unha revolución ou non, xa se discutirá.
Barcelona, 2005. Paloma López Dena, a partir de su estancia en Galicia y Cataluña, hablaba perfectamente el gallego y el catalán… pero ambos con acento de Cuenca.
En agosto de 2014, Paloma López Dena fallece en Barce- lona tras una larga enfermedad.
Felipe, jubilado y catedrático emérito de la Universidad de Barcelona, sigue viviendo en la capital catalana, y mantiene intacta su pasión por la filosofía.
Al menos de momento, no piensa regresar a su tierra, a pesar de la insistencia de sus hermanos.
En 1967, Picuca Martínez Marzoa, la segunda de los hermanos, se casa con Luis Alberto Rey Lama -el escritor de estas líneas- en la Capilla del “Hogar San José” (Casa de Caridad) de Vigo, llevando a su padre como padrino, que en su día había sido el constructor de la capilla.
La celebración se haría en el “Restaurante Las Siete Torres”, con la presencia de la familia, de amigos y de todos los compañeros del baloncesto.
Picuca estudia “Profesorado Mercantil” en la “Escuela de Comercio” de Vigo, profesión que nunca ejercería a lo largo de su vida. Al casarse, comienza a trabajar en “ElSport”, el comercio de su familia política, y más tarde en la “Galería de Sargadelos”, donde se jubila en 2010.
de Sargadelos
En los años ochenta, por expreso deseo del intelectual galleguista Isaac Díaz Pardo, director-propietario de “Cerámica de Sargadelos”, se establece en Vigo una “Galería de Sargadelos”, con dedicación exclusiva a sus productos. Picuca toma las riendas de la dirección comercial, primero en la Calle Doctor Cadaval, y luego en la Calle Urzáiz, a donde se trasladan en los años noventa.
“Galería
delante
Desde el primer momento, el polifacético y genial Díaz Pardo deposita su confianza en Picuca. Ella lo admiraba como jefe y amigo, y aprendía de su forma genuina de entender Galicia. El afecto mutuo se mantuvo íntegro hasta el fallecimiento de Isaac en 2012.
Vigo, 1992. Picuca, en la “Galería de Sargadelos”, con la figura de “A muller”, diseños de su admirado Isaac Díaz Pardo. (Archivo familia Rey Martínez).
Al margen de su ocupación profesional, Picuca fue una destacada deportista, primero como jugadora de baloncesto en el Club Estudiantes, en el Real Club Celta y en el Círculo Mercantil, todos ellos de Vigo, y luego como tenista en el Círculo Mercantil.
La ciudad la reconocería como su mejor deportista en la “VIII Fiesta del Deporte Vigués”, en 1973. Se trataba de la primera mujer que recibía este reconocimiento.
Picuca Martínez, micrófono en mano, agradeciendo el premio concedido de “Mejor Deportista Vigués 1973”, en la “VIII Fiesta del Deporte Vigués”, celebrada en el Salón Regio del Real Club Náutico de Vigo. Era la primera mujer que conseguía este galardón. (Archivo familia Rey Martínez).
Se inicia en el tenis a edad avanzada, como deporte alternativo al baloncesto en la época de vacaciones. Empieza a destacar a nivel gallego en el plano individual, dobles-damas y dobles-mixtos. Juega en el Círculo Mercantil de Vigo, que llega a procla- marse varias veces campeonas gallegas por equipos. En 1987, conquistarían un histórico Campeonato de España al imponerse en la final al Club de Tenis Barcelona.
Años setenta. A la izquierda, en A´Tobeira (Nigrán): Picuca con su pareja de dobles-damas, Magena Lama, varias veces campeonas de Vigo y de Galicia. A la derecha, en el C.T. Pontevedra: José Ramón González Juanatey y Picuca Martínez se disponen a jugar la final del Doble-Mixto del Campeonato Gallego… ¡OJO!, pero no jugaron juntos, sino en contra. Ganaría la final Picuca jugando con Manuel Becerra… Ramón no se lo tendría en cuenta, y cuando se convirtió en el eminente cardiólogo que es hoy, se encargó con todo el cariño de la salud de su “rival” y amiga. (Archivo familia Martínez Marzoa).
Círculo Mercantil de Vigo, 1977. Ricardo Álvarez y Picuca Martínez reciben del presidente, Camilo Veiga, los trofeos de Campeones de Vigo de Dobles-Mixtos.
Albacete, 1987. Equipo del C.Mercantil de Vigo, “Campeón de España por Equipos”. Detrás: Juan de Haz (capitán), Araceli Montero y Eugenia Pérez. Delante: Ninoska Souto, Mª Amodia, Picuca Martínez (subcapitana) y Yanet Souto.
Vigo, 1985. El Círculo Mercantil, varias veces “Campeón de Galicia por Equipos”. Por la izqda.: Jesús López (delegado), Clemen Abalde, Ninoska Souto, Picuca Martínez, Mayte Villar, Yanet Souto, Isabel López y Juan de Haz (capitán).
En 2010, Picuca se jubila tras cuarenta y tres años trabajando entre “ElSport”y la “GaleríadeSargadelos”. Desde entonces vive en Baiona… y ahora juega al pádel.
“Me casé con mi secretaria”, dice Enrique Martínez Marzoa con una sonrisa. “Asícomotelocuento”.
Había llegado a Aguiño (Ribeira-A Coruña) en 1970, como responsable del proyecto y construcción de una instalación de congelación y refrigeración en la empresa “Demarsa”, dedicada a la depuración y conservación de marisco bivalvo. El proyecto nunca llegó a realizarse, y Quique pasó a ocupar el puesto de director de la factoría hasta 1972, año en el que la empresa desapareció. Dolores Torres Regueira era su secretaria.
Así se conocieron Lolita y Quique, y dos años después, el 16 de julio de 1972, se casan en la Iglesia Parroquial de “Nosa Señora do Carme” de Aguiño.
Aguiño (Ribeira), “Igrexa da Nosa Señora do Carme”, 16 de julio de 1972. Boda de Dolores Torres Regueira y Enrique Martínez Marzoa. A los lados, el padrino, Manuel Torres Sampedro, y la madrina, Carmucha Marzoa López
<<Despuésdecasados,conapenasunmesviviendoenAguiñocuenta Quique-,mellamaronparatrabajarenCitroën.Nostrasladamos aVigo,eingresoenlafactoríaenseptiembrede1972.
Afinalesde1976fuidestinadoalanuevafactoríadeCitroënen Ourense,dondevivimoshasta1983.En1980tuvequedesplazarmea Madrid durante diez meses -veníaaOurense en tren en los fines de
semana-,pararealizarunoscursosdemecánicaconvistasaunnuevo trasladoalDepartamentodeGarantíasdeVigo.>>
<<YaenVigo,recorríprácticamentetodoslosdepartamentosde lafábrica,parafinalizarmividalaboralen“Gefco”,laempresafilialde transportedecoches.Yofuielresponsabledeexportacióndevehículos terminados,hastamijubilaciónen2007.>>
Buque portacoches y terminal del muelle de Bouzas (Vigo), donde se cargan los coches Citroën de exportación por vía marítima. En la familia decíamos que eran “los barcos y los coches de Quique”.
En plena madurez, Quique se inicia en la afición que a la larga sería la más significativa de sus actividades de ocio, algo que ya superaba ampliamente los límites del pasatiempo. En el año 2000, con el nuevo siglo, comienza a cantar en la “Coral Casablanca” de Vigo, a las órdenes de su director, Óscar Villar.
A Enrique padre, buen aficionado a la música, le hubie- ra encantado ver a su hijo Quique como integrante de la “Coral Casablanca”, una de las más importantes del país… y escucharlo en el Teatro García Barbón, en Castrelos…
Arriba: la “Coral Casablanca” en concierto en el Teatro García Barbón de Vigo. Abajo: Quique, a la izquierda, en la primera fila de hombres.
Fundada en 1957, la “Coral Casablanca” acaba de celebrar el sesenta aniversario. Su director, Óscar Villar, lleva más de treinta años al frente de la agrupación. La componen ciento treinta voces, y es la más laureada de Galicia.
La “Coral Casablanca”, en uno de sus habituales conciertos en el Teatro García Barbón de Vigo.
Entre sus numerosos premios destacan: Medalla de Oro de la Real Academia Gallega de las Bellas Artes; Premio Reconquista en tres ocasiones; Medalla del Festival Celta de L´Orient (Francia); nombrada entre los “Vigueses Distinguidos” en 1998 por el Concello de Vigo; Primer Premio de Polifonía del Certamen de Torrevieja; Medalla de oro de la Dirección de Televisión Española…
Fiestas de Vigo, 2012. Cartel del Concierto de la “Coral Casablanca” en el Auditorio de Castrelos, acompañada de orquesta.
Vigo, Auditorio de Castrelos, 2017. Concierto de la “Coral Casablanca”. El diario “Faro de Vigo” lo tituló en su crítica: “Castrelos suena a tradición y opera-pop con la Coral Casablanca”.
Carteles de dos de los conciertos más emblemáticos ofrecidos a lo largo del año por la “Coral Casablanca”: el “Concierto de Navidad” y el “Memorial Camilo Veiga”
Enrique Martínez Marzoa, en uno de los conciertos de la “Coral Casablanca”
La categoría de la “Coral Casablanca” le ha llevado a actuar en escenarios tan destacados como el Palau de la Música Catalana, la Catedral de Bruselas, el Teatro Pérez Galdós de Las Palmas… en toda Galicia, en Madrid, Oviedo, Gijón, Portugal…
Carteles de algunos de los conciertos que la “Coral Casablanca” celebra tradicionalmente en la ciudad de Vigo a lo largo del año.
Dieciocho años lleva Quique cantando en la “Coral Casablanca”, que se ha convertido en su segunda casa… y casi en su segunda familia. Amigos muy queridos como Tomás Velasco, Maribel Casal, Miguel Iglesias, Carlos Mourelos, Isiña Velasco, César Juncal, José Ramón Vilas, Celia “de Cenlle”… le acompañan cada día en tan edificante actividad, con constantes ensayos -más dignos de profesionales que de aficionados-, antes en Círculo Mercantil de la Calle del Príncipe, y en la actualidad en el Real Club Náutico de Vigo.
En agosto de 2023, tras más de veinte años de duros ensayos y brillantes actuaciones, Quique se retira definiti- vamente de la Coral Casablanca.
En 2007, al jubilarse, Quique se incorpora al grupo motero “Meigas Galicia”, con el que hace su primera ruta en 2008. Suele ir acompañado de su esposa Lolita. Su hijo Enrique también forma parte de la asociación.
A la izquierda: Miradoiro de Ézaro (Dumbría), 2010. A La derecha: Picos de Europa, 2011. Lolita y Quique, en dos de las muchas rutas del grupo motero “Meigas Galicia”. (Archivo familia Martínez Torres).
Portugal, 2011. Lolita, en la aldea portuguesa Miranda do Douro, camino del “Parque Natural de Arribes del Duero” (Salamanca-Zamora), en la frontera portuguesa. (Archivo familia Martínez Torres).
Carmela Martínez Marzoa, la cuarta de los cinco hermanos, se casa con Enrique Rey Lama en 1972, en la “Iglesia de María Auxiliadora” de Vigo.
Fijan su residencia en Ferrol, donde él trabaja como ingeniero en la empresa familiar “Rodolfo Lama Construcciones”.
Vigo, 17 de agosto de 1972. Boda de Carmela Martínez Marzoa y Enrique Rey Lama en la Iglesia de “María Auxiliadora”. (Archivo familia Martínez Marzoa).
Vigo, 17 de agosto de 1972. Carmela Martínez Marzoa, y Enrique Rey Lama, firmando el papeleo en la sacristía de la Iglesia de “María Auxiliadora”
Vigo, 1972. Saliendo de la Iglesia de María Auxiliadora tras la boda de Carmela y Enrique. De izquierda a derecha: Daría Lama -madre del novio-, Carmucha, Gonzalo Rey Alarpadre del novio-, la tía Elvira y la tía Lola. (Archivo familiar de Cenlle).
El hecho de que las dos hermanas, Picuca y Carmela, estuviesen casadas con dos hermanos, Luis y Enrique, propi- ciaría un especial acercamiento entre las dos familias. Pronto pasarían a convivir juntas los momentos de vacaciones y días festivos: el verano, las Navidades, Semana Santa, y algunos de los puentes del año…
Los de Carmela, cuando venían a Vigo, se alojaban en la casa de sus padres en Pi y Margall, y el verano lo pasaban en Raxó, a donde también iban los de Picuca junto a la tía Pacita, que por entonces ya vivía con los de Vigo.
Picuca, Luis y Enrique, en sus trabajos respectivos, se incorporaban al veraneo en los fines de semana.
En 1978, ambas parejas hacen un viaje de turismo en coche, con Roma como destino final. Allí serán recibidas por Carmiña “de Saa”, la niñera en “La Chavola” a finales de los años cuarenta, que después de un tiempo con ellos, haría los votos de monja en la orden del “Sagrado Corazón de Jesús”. Destinada por entonces en el convento de Roma, con dedi- cación especial en el Vaticano, los acompañaría con enorme cariño en aquella visita a la ciudad.
Roma, 1978. Alojados en el “Convento del Sagrado Corazón de Jesús”, en el centro de la capital, se disponen a visitar los lugares más emblemáticos, dirigidos por Carmiña “de Saa” Habían pasado veintiocho años desde su marcha de “La Chavola” para hacerse monja. A su lado en la imagen, Carmela, Picuca y Luis.
En Roma se advertía por la calle un gran respeto por cu- ras y monjas, con sus sotanas y hábitos impecables, y con mucha presencia por la ciudad.
<<Habíamos entrado a comer en un restaurante enor- mecuenta Picuca-,queestabaabarrotado.Carmiña“deSaa”seabrepaso entrelasmesas,hablaconeljefe… “Una mesa para a sorela”, grita enseguidaenitaliano…Nosacomodan,eljefeseacerca…“¡A sorela!, ¡A sorela!... Ahora tendrá que rezar mucho por mí ”, nos traduce Carmiña>>
A la izda., Chamonix (Francia), 1978. Las dos hermanas, Picuca y Carmela, al pie del MontBlanc, con su nieve perpetua. A la derecha, Bayona (Francia), 1979. Picuca y Carmela en el “Restaurant La Cabanon”. (Archivo fam. M. Marzoa).
<<Alañosiguiente,tambiénencoche -recuerda Luis-, fuimos destinoLondres,yporelcaminopasamosporBurgos,Nantesyalguna otra ciudad francesa. Cruzamos el canal en un ferry, repleto de colegiales ingleses con sus profesores, la mayoría de unos y otros, increíblementeborrachos.
YsiaunpaístanbonitoeinteresantecomoFrancia,solole sobran los franceses, al llegar a Inglaterra la sensación todavía fue peor.Nosésihabráncambiadodespuésdetantotiempo.>>
Burgos, 1979. Carmela en la Plaza Mayor.
Al fallecer el abuelo Enrique en 1979, aquellos felices veranos en Raxo se acaban. De aquí en adelante, las dos familias pasan el veraneo, sobre todo para disfrute de los niños, en Baiona, el pueblo nativo del abuelo Gonzalo.
Cenlle, 1984. Carmela, dirigiendo su mirada a Sabela, su hija pequeña.
Pero en los años ochenta, de forma un tanto sorpresiva, quiebra la constructora familiar, y como consecuencia, Enrique se incorpora en el puesto de ingeniero a la empresa “Construc- ciones Martínez Núñez” de Ponferrada, a donde se traslada con la familia.
Poco tiempo después, la familia Marzoa recibía un durísimo e inesperado golpe. El 24 de junio de 1988, Carmela caía desmayada en el patio del colegio de los niños, sin que los múltiples intentos de reanimación diesen resultado. Fallecía en el hospital de Ponferrada a la edad de treinta y nueve años, a causa de un fallo cardíaco.
Arturo Martínez Marzoa, el pequeño de los cinco hermanos, después de cumplir el servicio mi- litar por Infantería a principios de los años setenta, comienza a trabajar en una gestoría de la ciudad.
Al poco tiempo se cambia a una tienda de electrodo- mésticos situada en la Calle López de Neira, donde tras un período de aprendizaje, lo trasladan como encargado a una sucursal en el barrio del Calvario de Vigo.
Dispuesto a casarse a mediados de los setenta, con la acostumbrada “pedida de mano” ya realizada, sufre un grave contratiempo en su trabajo, a resultas del cual es despedido. Suspendida la boda, y revelándose contra las normas que le establecen en casa, abandona el hogar paterno, y se traslada a Palma de Mallorca. Aislado por completo de la familia, se sabe de él por una amiga que lo vio de camarero en la isla. Tras unos meses, se va a Marruecos, para más tarde asentarse en Barcelona, metido al parecer en asuntos algo turbios.
Su madre, Carmucha, tras el tremendo disgusto del fallecimiento de su marido en 1979, vería incrementada su amar- gura con la pérdida de su hijo Arturo para siempre. Nunca más lo volvería a ver, ni tendría más noticias que no fueran que vivía en Barcelona. Ni por su hijo Felipe, residente por entonces en la capital catalana, ni por Picuca, que lo buscaría por la ciudad en una ocasión -que no quiere ni recordar por dónde-, hubo manera de contactar con él.
En los inicios de los años noventa, Arturo Martínez Marzoa fallece en el Hospital Val d´Hebrón de un paro cardíaco. Tras un aviso del hospital, Felipe se persona, resuelve los trámi- tes necesarios, y prohíbe tajantemente que acuda nadie a Barcelona.
A Carmucha le darían la noticia mucho tiempo después, y de una manera difusa sin entrar en detalles. La vida de Arturo había sido demasiado triste.
Carmela y Arturo, los dos hijos más pequeños, fallecidos a muy temprana edad. La falta de ambos supondría una enorme tristeza para la familia, y sobre todo, para Carmucha, su madre, y para la tía Pacita, que los había criado en su niñez. Han pasado más de treinta años, y la sombra de lo sucedido aún flota en la mente de todos.
En 1968, Camilo Rey Martínez, el primer hijo de Picuca, inicia la cuenta. Entre los tres hermanos Martínez Marzoa con descendencia van a alcanzar la cifra de diez nietos, que ya formarán parte de la quinta generación a partir de Papá Felipe.
Luego vendría Cristina y más tarde Rubén, para comple- tar el hogar de Luis y Picuca -además de la tía Pacita, que ya vivía con ellos desde principio de los setenta-.
Cenlle, agosto de 1973. Cristina y Camilo, con cuatro y seis años.
Baiona, “Villa Maruxa”, julio de 1985. Rubén, con nueve años.
Los tres hacen el Bachillerato Superior en el “Colegio Apóstol Santiago” de los Jesuitas de Vigo, aunque Cristina, previamente, había cursado el Bachillerato Elemental en el “Co- legio de las Carmelitas”como su madre y su tía Carmela-, para luego pasar al “Colegio Apóstol Santiago” como sus hermanos.
Lolita y Quique aportan tres varones a la cuenta de nietos de Carmucha y Enrique. Los dos primeros Enrique (1975) y Carlos (1976), nacidos en Vigo, y el tercero, Javier (1982), nacido en Ourense.
Arriba: O Carballiño, 2019. Quique y Lolita. Abajo: en uno de sus viajes moteros con el grupo “Meigas Galicia”. (Archivo familia Martínez Torres).
Vigo, 1989. Primera Comunión de Javier. A su lado, la abuela Lola, la tía Silda, la abuela Carmucha y la tía Purita. (Archivo familia Martínez Torres).
Universidade de Vigo, 2004. Fin de carrera, “Ingeniería de Minas”, de Carlos Martínez Torres. A la izquierda, su hermano Javier y su padre; a la derecha, su hermano Enrique (Archivo familia Martínez Torres).
Universidade de Vigo, 2011. Doctorado en Matemáticas de Javier Martínez Torres. Detrás, los tres hermanos, Carlos, Javier y Enrique. Delante, sus padres. (Archivo familia Martínez Torres).
Los tres hermanos cursan el Bachillerato Superior en el “Instituto Santa Irene” de Vigo.
Enrique hace un curso de “Informática”, y más tarde comenzaría a trabajar en Citroën Hispania, donde sigue hasta ahora, 2024.
Por su parte, Carlos y Javier estudian en la “Universi- dade de Vigo”, en la que finalizan sus estudios de “Ingeniería de Minas” y “Matemáticas” respectivamente.
Entretanto, Lolita se jubila en marzo de 2021, y desde entonces, el matrimonio goza de un merecido descanso después de tantos años de trabajo… aunque a veces interrumpido por su nieto Bruno, el más pequeño de todos, que demanda sus cuidados a menudo…
Carmela, la cuarta hermana, y Enrique, tuvieron cuatro hijos, un varón y tres niñas: Belén, Pablo, Julia y Sabela.
A la desgracia irremediable de su fallecimiento, la abuela Carmucha hubo de añadir otro grave disgusto, este en cambio sin justificación. La nueva pareja de Enrique -un año después más o menos de la pérdida de Carmela-, rompería la relación de su estrenada familia con la abuela, y como conse- cuencia, también con Picuca y Luis, y con sus hijos.
Ni Carmucha, ni Pacita, que tanto cuidaron a los niños de pequeños, no los volveían a ver nunca más. Tal fue la obce-cación de separarlos de la familia de Carmela, que jamás permi- tieron un encuentro ni de visita. Abuela y tía se llevaron a la tumba una pérdida tan inesperada como la de la hija y sobrina respectivamente, y doblemente dolorosa porque no tuvo la más mínima justificación. ¡Separar a los nietos de su abuela y de una tía tan allegada!... un acto imperdonable.
Los primos, que eran prácticamente como hermanos, no se vieron más. Los hermanos Enrique y Luis, los más unidos entre los seis Rey Lama, jamás recuperaron la relación.
La tristeza de los acontecimientos, empañaron los últi- mos años de Carmucha y Pacita -esta para sí, sin manifes- tarse-, que nunca pudieron olvidar a unos niños tan queridos, y criados por ellas en muchos momentos de su niñez.
Han pasado más de treinta años, y la sombra de lo sucedido sigue flotando con enorme pesar en la mente de todos.
Los abuelos Carmucha y Enrique tuvieron diez nietos, seis varones y cuatro niñas. En un hipotético regreso a la vida, estarían orgullos de sus descendientes… y también, pasando a la siguiente generación, de sus biznietos.
A Camilo, el primer nieto y favorito del abuelo, lo encon- trarían de realizador de TV, tras sus estudios de “Imagen y So- nido”; a Cristina, de química y en el complicado futuro del “medio ambiente”; y al abuelo Enrique, siempre tan pegado a la radio, le encantaría escuchar por las ondas a su nieto Rubén, que en Raxó no lo dejaba dormir con sus lloros de bebé.
Y mientras tanto, Carmucha podría ir presumiendo de nietos con sus amistades, “soceando” como decía Papá Felipe.
El nieto Enrique, que heredaba el nombre del abuelo y del padre, hasta le enseñaría a manejarse en el increíble mundo de la informática; con Carlos, el ingeniero, volvería a encon- trarse con las obras, con los proyectos, con los planos…; y Javier, el matemático, lo fascinaría con sus explicaciones, con sus teorías… con la “inteligencia artificial”.
Quién sabe si estarían en Madrid con Belén, la geóloga; en A Coruña con el arquitecto Pablo y sus proyectos; si pernoctarían en un hotel con Julia de Jefa de Recepción; y si de una aldea de Alemania llegaría Sabela, la veterinaria, y la ben- jamina de los nietos, para conocer al abuelo.
Y la abuela Carmucha, como decía Papá Felipe de sus hijas, seguiría “soceando” con las amigas… y para que no dijeran que sus nietos no tenían abuelos.
Vigo, 1999. Último cumpleaños de Carmucha en la casa de Pi y Margall. Sus hijos le dicen a la madre que “se le cae la baba” celebrando los ochenta años con sus hermanos e hijos. (Archivo familia Martínez Marzoa).
Al fallecer el abuelo Enrique, las familias de Picuca y Carmela, junto a la abuela Carmucha, pasan los veranos en Baiona, el pueblo natal de Gonzalo, el abuelo paterno.
O Burgo, “Villa Maruxa”, “Villa Zoila” y Santa Marta, serían los destinos estivales de la familia entre 1980 y 1989.
A partir de 1990, ya sin la añorada Carmela y, por añadidura, con la ausencia de sus cuatro hijos, la casa de Manuela y Camilo en Covaterreña (Baiona), será la vivienda que ocuparía la familia durante más de quince años.
Baiona, Covaterreña, principio de los años dos mil. Delante de la casa de Manuela y Camilo, cuatro hermanos Marzoa López reunidos: Antonio, Silda, Pacita y Carmucha. (Archivo familia Martínez Marzoa).
Desde 1992, la familia de Silda y Manolo “Pericocho” viene a pasar los veranos a Baiona, a la casa de María en Covaterreña, justo enfrente de la de Manuela y Camilo. Serían momentos muy felices para
todos, para los mayores, para los primos, y por supuesto para todos los niños pequeños, los de la quinta generación.
Baiona, Covaterreña, finales de los años noventa. Las cuatro hermanas Marzoa López a la puerta de casa: Pacita, Carmucha, Silda y Purita. (Archivo familia Rey Martínez).
Baiona, Covaterreña, principio de los dos mil. La casa de Manuela y Camilo, donde la familia pasaría el verano durante más de quince años. (Archivo familia Rey Martínez).
En el invierno de 1999, Carmucha cumple los ochenta años. A la celebración acuden sus hermanos Antonio y Pacita, su cuñada Carmen, y sus hijos Quique y Picuca con sus parejas.
Vigo, 1999. En su casa de Pi y Margall, Carmucha celebra sus ochenta años, apagando las velas junto a su hermano Antonio. Abajo, con su hermano mayor, Antonio, y con su hermana pequeña, Pacita. (Archivo familia Martínez Marzoa).
Vigo, 1999. Quique y Picuca con su madre, en el día de su cumpleaños, los ochenta. Detrás, se puede observar uno de los muebles fabricados en la carpintería del abuelo Enrique en “La Chavola”
Sería tal vez la última reunión familiar en la casa de Pi y Margall. Después de más de treinta años en este piso, Carmucha, demasiado sola en aquella vivienda tan grande, se traslada a vivir a la Calle de la Ronda, muy cerca de la casa de Picuca.
Dos años más tarde, pasa a vivir a María Auxiliadora, en un piso al lado del de Picuca, en el que contaba con la compañía cercana de su hermana Pacita y de su hija, y al mismo tiempo gozaba de la entera libertad que siempre demandó su personalidad.
<<EnaquellasreunionesdehermanosenBaionarecuerda Picuca como si fuese hoy- siemprerealzabanentreellas,lo bien cuidado que estaba Antonio, el mayor, por su hija Pacita, con estudiosdeGeriatría.Hastadabanaentenderqueaellasnadielas cuidabaolohacíamosmal.
Undíadeaquellos,lessugerimosquealquilasenunpisoentre todasyllevasenaPacitaparaatenderlas…“¡ Ay, no, no ! -respondieron al unísono todas como un resorte- ¡Quita…! Para que nos venga la sobrina de mandona”. >>
Y es que las Marzoa Lòpez no eran precisamente para ser mandadas. La fuerte personalidad de cada una de ellas no permitiría
que le organizasen su vida… ni horarios, ni comidas, ni costumbres… hasta ni rezos… Siempre impusieron su libertad… y aún más, de mayores.
Tan solo Purita, la más longeva de los hermanos, y ya cumplidos más de los noventa años, consentiría al fin que su sobrina Pacita cuidase de ella en el piso de Vigo de los hermanos… y para eso, poniéndoselo muy difícil a su cuidadora.
San Andrés (Ourense), Casal de Armán, 2013. Homenaje familiar a la tía Purita con motivo de su noventa cumpleaños. Delante: Purita, con Enrique, Suso y Quique, a su lado.
Arriba: David, Pau, Teresa, Manolo, María, Pepiño, José Antonio, Geluco, Carmen, Quique, Pacita, María Jesús, Javier, Picuca, Luis, Chus con Anxo en brazos, Pepe, Marta, y Antón. (Archivo familia Marzoa).
Con el fallecimiento de la tía Purita en 2021, se nos iba la última de los Marzoa López, pertenecientes a la tercera gene- ración.
El muy querido Antonio Freijedo López, argentino de nacimiento, hijo de María López Montero, la tercera de las hijas de Papá Felipe, con cien años cumplidos el pasado 14 de marzo de 2024, cierra la mencionada tercera generación, iniciada por el tatarabuelo hace más de siglo y medio.
Carmen Marzoa López, “Carmucha”, fallece en Vigo el 5 de marzo de 2007, a los ochenta y ocho años.
María Paz Marzoa López, “Pacita”, la más pequeña de los seis hermanos, fallece en Baiona el 30 de agosto de 2008, a los ochenta años.
Casilda Marzoa López, “Silda”, fallece en O Carballiño el 30 de diciembre de 2008, a los ochenta y tres años.
Manuel Marzoa López, “Manolo”, fallece en Vigo en 2010, a los ochenta y nueve años.
Antonio Marzoa López, fallece en Vigo el 28 de diciem- bre de 2010, a los noventa y dos años.
María Purificación Marzoa López, “Purita”, la más lon- geva de todos, fallece en Vigo el 4 de marzo de 2021, a los noventa y ocho años.
La cuarta generación reunida en el balcón de la casa de Cenlle, el tan querido escenario familiar, con motivo del funeral de la tía Purita. Se cierra una etapa, y continúa un esperanzador futuro, sobre todo para la siguiente generación, la quinta, los tataranietos de Papá Felipe.
De izquierda a derecha: María Jesús, María, Lolita, Pacita, Quique, Carmen, Picuca, Manolo, Pepe, Suso, Quique “León”, Luis, José Antonio y Juan Luis Faltan al encuentro Geluco, David y Pau, Felipe, Betty y Chus, y por supuesto, los argentinos Claudio y Alicia. (Foto Juan Luis)