La Pecera 2011
Mi mayordomía Cuando aún todavía no estoy en pleno montaje del “paso” de la Señora para el Miércoles Santo, cuando aún todavía no he sentido ese gusanillo de la primera vez, ese nerviosismo del inexperto y como dice la maravillosa prosa de Barbeito: “...ese desperezo de capullo, que ya no es yema y aún no es rosa”, escribo este artículo. Pero al ser semana de cultos (y preparación de los mismos), no veo momento más idóneo para expresarme ante un folio vacío. Como sabéis de sobrado, soy y me considero un hombre de Semana Santa. Manantero sí, por supuesto, pero ante todo un hombre de Semana Santa. Desde pequeño siempre he estado ligado a las corporaciones y a las Cofradías de mi pueblo. Una vez ya de mayor, me fui despegando de éstas últimas (refiriéndome en el quehacer diario y trabajo para las diferentes celebraciones) y ostentando cargos directivos en la corporación. Pero siempre, en el fondo, he sido un hermano cofrade. Porque considero que las Cofradías son el alma mater de la Semana Santa y la verdadera bandera que debe acompañar a cada corporación. Siempre he tenido ese interés y desasosiego por conocer las entrañas de una cofradía. Su funcionamiento y cómo se debe trabajar en ella. Una fecha importante fue la visita hace dos años (este año espero asistir sin falta) a Sevilla, para ver los monumentales “pasos” ya montados, un par de días antes de Semana Santa. Deciros que debemos aprender mucho de sus hermandades. No por lo ostentoso de sus altares y tronos, si no por su forma de trabajar y por su desvivir por su Cofradía. Ese día supe que quería trabajar más a fondo por mi Cofradía. Pronto me llegó la oportunidad con la Virgen. Sí, en nuestra familia, así se le conoce a Ntra. Sra. de la Amargura. Las expresiones “voy a la casita de la Virgen”, “hoy es el triduo de la Virgen” o “vamos a vestir a la Virgen” son las que yo siempre he escuchado; y con eso se sabe que es la Virgen de la Amargura. Como digo me llegó la oportunidad con la nueva junta directiva al ser nombrado Mayordomo de Ntra. Sra. de la Amargura. Aquel que está a su servicio y es el responsable de salvaguardar su patrimonio y enseres. Gran responsabilidad para una persona que nunca se ha visto en otra parecida; pero sinceramente lo acogí con mucho entusiasmo y honor. Poco a poco me voy adentrando en este apasionante mundo. Voy entendiendo cosas, la forma de hacer otras, etc. Mi primer gran acto fue el besamanos de la Señora en el mes de Noviembre. Y ahí sentí lo que me hacía falta: << el montaje de cultos, el poder observar vestirte, bajarte de tu altar, poder rozar tu cara en mi pecho y secarte por un momento las “lagrimillas”. Sentir esa responsabilidad para que “no te pase nada”. Poder desprenderte de tu corona y transformarte de Reina a Madre. Poder poner tu pañuelo para que puedas enjugar las lágrimas de aquellos que te imploran>>.
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