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Mi mayordomía
Cuando aún todavía no estoy en pleno montaje del “paso” de la Señora para el Miércoles Santo, cuando aún todavía no he sentido ese gusanillo de la primera vez, ese nerviosismo del inexperto y como dice la maravillosa prosa de Barbeito: “...ese desperezo de capullo, que ya no es yema y aún no es rosa”, escribo este artículo. Pero al ser semana de cultos (y preparación de los mismos), no veo momento más idóneo para expresarme ante un folio vacío. Como sabéis de sobrado, soy y me considero un hombre de Semana Santa. Manantero sí, por supuesto, pero ante todo un hombre de Semana Santa. Desde pequeño siempre he estado ligado a las corporaciones y a las Cofradías de mi pueblo. Una vez ya de mayor, me fui despegando de éstas últimas (refiriéndome en el quehacer diario y trabajo para las diferentes celebraciones) y ostentando cargos directivos en la corporación. Pero siempre, en el fondo, he sido un hermano cofrade. Porque considero que las Cofradías son el alma mater de la Semana Santa y la verdadera bandera que debe acompañar a cada corporación. Siempre he tenido ese interés y desasosiego por conocer las entrañas de una cofradía. Su funcionamiento y cómo se debe trabajar en ella. Una fecha importante fue la visita hace dos años (este año espero asistir sin falta) a Sevilla, para ver los monumentales “pasos” ya montados, un par de días antes de Semana Santa. Deciros que debemos aprender mucho de sus hermandades. No por lo ostentoso de sus altares y tronos, si no por su forma de trabajar y por su desvivir por su Cofradía. Ese día supe que quería trabajar más a fondo por mi Cofradía. Pronto me llegó la oportunidad con la Virgen. Sí, en nuestra familia, así se le conoce a Ntra. Sra. de la Amargura. Las expresiones “voy a la casita de la Virgen”, “hoy es el triduo de la Virgen” o “vamos a vestir a la Virgen” son las que yo siempre he escuchado; y con eso se sabe que es la Virgen de la Amargura. Como digo me llegó la oportunidad con la nueva junta directiva al ser nombrado Mayordomo de Ntra. Sra. de la Amargura. Aquel que está a su servicio y es el responsable de salvaguardar su patrimonio y enseres. Gran responsabilidad para una persona que nunca se ha visto en otra parecida; pero sinceramente lo acogí con mucho entusiasmo y honor. Poco a poco me voy adentrando en este apasionante mundo. Voy entendiendo cosas, la forma de hacer otras, etc. Mi primer gran acto fue el besamanos de la Señora en el mes de Noviembre. Y ahí sentí lo que me hacía falta: << el montaje de cultos, el poder observar vestirte, bajarte de tu altar, poder rozar tu cara en mi pecho y secarte por un momento las “lagrimillas”. Sentir esa responsabilidad para que “no te pase nada”. Poder desprenderte de tu corona y transformarte de Reina a Madre. Poder poner tu pañuelo para que puedas enjugar las lágrimas de aquellos que te imploran>>.
Queda lo más importante, la preparación para el Miércoles Santo. <<Ahí, estoy seguro que el momento de trasladarte, el próximo Viernes de Dolores, de “Tu Casa, a Tu casita” y subirte al “paso”, será otro que marcará mi sentir cofradiero y lo recordaré por siempre. Si tu quieres, te “subiré” más días y te coronaré más veces, pero la primera vez, siempre marca. Decirte que en la procesión no estaré delante de Ti. No estaré mirándote ni deleitándome con tu belleza al compás de la marcha. Seré, como hace ya tiempo, tus pies y forma de andar. Seré tu explosión de júbilo al salir y tu cansancio reconfortante en el encierro. Pero tu Mayordomo Madre, tu servidor>>. Cuando leas este artículo estaremos inmersos en pleno montaje del “paso”. Ahí volveré a aprender y a sentir la semilla de la Semana Santa. Y sólo pedir que salga todo como tenga que salir. Me despido con otra estrofa de Barbeito: “!Qué hay más grande que una espera, cuando se sabe que esa espera desembocará en la dicha plena! NADA”.
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¡Qué Viva la Hermandad, la Corporación, El Pez va a brindar!
De vuestro hermano: Mario Quero Delgado Mayordomo Ntra. Sra. de la Amargura


Un Capitán Romano orgulloso de sus HERMANAS y HERMANOS del PEZ Queridos hermanos. Saber que tienes que hacer algo y te cuesta muchísimo trabajo. Tener conocimiento de que lo que te ofrecen es verdaderamente importante, significativo, único, honorable y generoso, te obliga a entregarte y te pone en la tesitura de no poder negarte a ello. Y una vez que dices SI, no queda más que disfrutar e intentar hacerlo con la mayor decencia posible para que tal honor quede bien representado y el regalo que me han hecho aceptado y su misión cumplida. Cómo no, empezar por mi agradecimiento infinito a Manuel Reina, Capitán del Imperio Romano por haber tenido la cortesía y haberme dado el placer de vestir su traje bordado en la noche del Viernes Santo, agradecimiento al que correspondí con una carta de afecto y orgullo que solo reflejaba un poco de lo mucho que viví. Muchas gracias Manolo. Primero y muy importante es deciros a todos, que disfruté y me sentí muy orgulloso de representar a la Semana Santa de Puente Genil como Presidente de la Agrupación de Cofradías, Hermandades y Corporaciones Bíblicas, siendo Capitán del Imperio Romano en la noche del Viernes Santo. Cuando en casa de Luís Fernando Gómez de Cisneros, sentí prietos los cordones de las botas en mis pies, el tonelete ajustado, noté el peso de la preciosa capa bordada, del casco labrado, del flamante escudo dorado y la fina espada puntiaguda sobre mí, me sorprendí de la inmensa responsabilidad que en ese momento me otorgaba el Capitán del Imperio Romano y me llené de orgullo. Un sentimiento muy profundo de agradecimiento hizo que se me erizase todo el bello y me embargó el miedo por un instante al presentarse ante mí un reto que no sabía a ciencia cierta si podría desempeñar con la dignidad que se merece. Cuando ayudado por mi esposa Mª Carmen, me vi por fin vestido, más bien engalanado, la dicha me iba superando a cada momento, sentí un agradecimiento muy profundo y aprecié la alegría que sentía tanto ella como yo, pues ese fue uno de los momentos más gratificantes que hemos vivido juntos durante estos años de mi presidencia. El agradecimiento hacia ella y mis tres niñas, de las que nos acordamos mientras me vestía de romano y de las que recogí todo su cariño y amor con el beso de sentimiento de orgullo y felicidad al estar junto a mí y verme feliz. Agradecimiento a Mª Carmen al hacer sencillamente posible permitirme involucrarme en el desarrollo de mi cargo sin limitaciones ni peros por su parte. Agradecimiento eterno por su cariño comprensivo y por sus consejos, sabios consejos, de la manera de hacer las cosas, pues en el silencio exterior y público de ella está la mente lúcida, pontana, manantera y de conocimiento claro y profundo de nuestra manera de vivir, abriéndome los ojos en muchas ocasiones y aportando la luz necesaria para poder ver en callejones oscuros y farragosos de los que no sabía cómo salir.
Me sentí verdaderamente orgulloso de mis hermanos de corporación, y de mi hermano Emilio en particular, pues sentía la necesidad de compartir con él ese momento al ser siempre mis pies y mis manos allí donde hicieron falta. Y era en ese momento cuando quería compartir con él el placer y el orgullo que sentía al acordarme de nuestros padres, que tan orgullosos se sentirían si nos pudieran ver. Orgulloso de todos mis HERMANOS del Pez pues no creo que haya existido romano más acompañado que yo en esa noche de Viernes Santo. Era todo atenciones de que no me pasara nada, que no me tocara nadie, que no me faltara nada. Nunca en ningún momento de la historia del Imperio hubo Guardia Pretoriana más prieta, compacta y fiel con su Capitán que la de esa noche de Viernes Santo. Orgulloso de todas mis amigas y hermanas del Pez, pues si Jesús tuvo a las mujeres acompañándole sin remilgos hasta el Calvario, yo tuve el mejor grupo de mujeres, de HERMANAS, siguiéndome en el alegre aunque “difícil” tramo en el que desfile junto con el Imperio entre multitud de personas, ellas, que fueron aplaudiendo cada metro del desfile y vitoreando con la fuerza de la amistad y del afecto. Orgulloso cuando empezaron a tocar las notas de la inusual y puntual Diana que la Escuadra Tabaco - el Grupo de Música del Imperio – regaló esa noche a la Cofradía de María Santísima de la Soledad por el 250 aniversario de la venerada y bellísima Imagen, y a mí me tocó presidir como Capitán con el espadín en alto mirando hacia el grueso del Imperio. Orgulloso de todos y cada uno de los hermanos del Imperio Romano, desde su Presidente hasta el último que en esa ocasión cerraba la última escuadra, que tuvieron la paciencia, el cariño, el afecto y la atención de llevarme en volandas con tres marchas lentas para que yo pudiera llevar el paso lo más parecido a ellos durante el tramo de desfile que hice, desde la Casa de los Cristalitos hasta la puerta del Ayuntamiento. Orgulloso de todos ellos que al girar en la Plaza Nacional fueron pasando a mi lado saludándome. Orgulloso de todos los miembros de las directivas con los que codo con codo he trabajado y hemos puesto todo nuestro humilde esfuerzo y dedicación. Hermanos entregados y resueltos a ceder su tiempo para intentar hacer grande e importante nuestra Semana Santa. Hermanos que en esa noche de Viernes Santo se vistieron conmigo dentro del mismo traje de Capitán del Imperio, pues se merecían, si es que algo se merece, el agrado y la oportunidad de abrazar ese regalo tan lleno de sentimiento de hermandad por parte de los hermanos Romanos. Orgulloso de todos y cada uno de los que me han apreciado y conmovido esa noche al compartir conmigo ese momento que se quedará en mi mente y en mi interior cómo uno de los instantes agradables, muy agradables, que durante estos siete años de mi presidencia he tenido la ocasión de sentir. A todos muchísimas gracias por vuestro cariño y espero devolvéroslo cada minuto de mi vida. ¡¡¡ VIVA LA SEMANA SANTA DE PUENTE GENIL!!! ¡¡¡VIVA EL PEZ!!! ¡¡¡VIVA SUS HERMANAS Y HERMANOS!!!